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Situación y tendencias de la ordenación de montes en Europa

PERSONAL DE LA FAO

DOCUMENTO DE TRABAJO PREPARADO PARA LA COMISIÓN FORESTAL EUROPEA DE LA FAO

EN EUROPA, región de larga tradición forestal, donde se hallan en ordenación más del 50 por ciento de los montes, si se desea aumentar o diversificar la producción de los montes naturales existentes con objeto de hacer frente a las necesidades a largo plazo reveladas por determinados métodos modernos - especialmente mediante proyecciones después del establecimiento de correlaciones con ciertos indicadores del desarrollo económico - la primera cuestión que se plantea es si los planes de ordenación y explotación de dichos montes se hallan de acuerdo con los objetivos que se persiguen y si tienen debidamente en cuenta las nuevas condiciones técnicas, económicas e institucionales. El prefacio de una reciente publicación norteamericana (1), empieza como sigue: «La ordenación norteamericana de los montes se halla en marcha y se ha convertido en un hecho aceptado. Aunque por su tipo y aplicación es dinámica y siempre cambiante, esta ordenación descansa sobre una base técnica constituída por los métodos y principios acumulados en muchos años de experiencia en este y otros países, especialmente de Europa. El objeto de este libro es relacionar el pasado y el presente al exponer esta base con vistas a una útil aplicación de los muchos y variados problemas de la silvicultura norteamericana». Parece que en Europa ha llegado también la ocasión de comparar el pasado con el presente y de deducir de esta comparación indicaciones útiles para lo futuro.

Esta nota, que de ningún modo constituye un estudio, sino más bien un primer intento de tratar tan vasto tema, pretende únicamente estimular un debate sobre esta materia. Sin embargo, antes de examinar la situación actual y las tendencias de la ordenación europea de los montes, es interesante recordar cuándo y por qué se ha pedido A la Comisión Forestal Europea que se ocupe en la ordenación y cuáles son las conclusiones a que ha llegado en sus debates sobre esta cuestión.

La Comisión Forestal Europea y dos problemas de ordenación de los montes

Al reanudarse los contactos una vez acabada la última guerra mundial, los forestales europeos, que se enfrentaban con los daños causados por la guerra y con las demandas del trabajo de reconstrucción, examinaron el problema de la ordenación de los montes tanto en sus aspectos institucionales como en los económicos y técnicos.

Los aspectos institucionales fueron el tema de largas discusiones, primeramente en la Conferencia Internacional de la Madera, reunida en Marianske Lazne, en 1947, y después en el Congreso Forestal Mundial, en Helsinki, en 1949. En aquel tiempo el problema consistía en saber hasta qué punto se les podría pedir a los propietarios forestales de todas clases - el Estado, los ayuntamientos, los organismos públicos o los particulares - que ordenaran y explotaran sus montes de acuerdo con un plan aprobado por las autoridades pertinentes, con objeto de producir la cantidad y calidad de madera necesarias para la economía nacional. Estos debates condujeron a la declaración de los principios de política forestal aprobados por la Conferencia de la FAO en 1951 (2).

Por su parte, la Comisión Forestal Europea se interesó fundamentalmente durante su Primer período de sesiones por los aspectos económicos y técnicos de la ordenación de montes. En su Segundo período de sesiones, examinó los informes presentados por varios gobiernos sobre el significado de la palabra «ordenación» y sobre la medida en que se aplicaban en los países de Europa los planes de ordenación de los montes. Más adelante, la Comisión reanudó sus discusiones sobre la ordenación forestal durante sus Cuarto y Quinto períodos de sesiones, en relación con los debates a propósito del Estudio FAO/CEE sobre las Tendencias y perspectivas de la madera en Europa.

De la primera encuesta emprendida por la Comisión en 1949, resultó ya evidente que por «ordenación» generalmente se entendía un plan de explotación aplicable a un monte durante un período determinado pero relativamente corto. Lo que caracterizaba un monte ordenado era que el propietario imponía de un modo formal un sistema de explotación regulada especificando dónde, cuándo, cómo y en qué cantidad tendrían que hacerse las cortas anuales o periódicas. Al plan de explotación, algunos países añadían un plan de mejoras y a veces incluso un plan de repoblación o de construcción de carreteras y edificios, lo cual constituía para estos países una parte integral de la ordenación. Por último, parecía que la idea de ordenación implicaba como objetivo inmediato o final un rendimiento constante.

Sin embargo, la mayoría de las respuestas daban a entender que se había experimentado alguna dificultad en distinguir entre el programa a corto plazo que se ha de aplicar a un monte, programa que normalmente adopta la forma de regulación de las cortas, y el programa completo o a largo plazo, tendente a establecer un tipo específico de masa forestal que se regenere constantemente y que produzca regularmente el máximo beneficio posible en material o en dinero. En la nota de la Secretaría en que se analizaban los informes nacionales, se indicaba que el forestal, antes incluso de que pueda formular un plan de explotación para una masa arbórea productiva de cualquier clase, tiene que contestar a diversas preguntas y adoptar varias decisiones fundamentales que constituirán la base de su plan de ordenación. Estas preguntas y decisiones conciernen:

1. La vocación de la tierra, ya que se ha de decidir si la tierra en cuestión se destinará permanentemente a monte o si, más pronto o más tarde, se la cultivará o se usará para pastoreo. Esta decisión es raro que llegue a ser muy importante en Europa, donde se ha establecido un cierto equilibrio entre los varios tipos de aprovechamiento de la tierra; pero es en este aspecto donde la ordenación de los montes se halla directamente relacionada con los problemas del aprovechamiento y de la planificación de la tierra.

2. Estas decisiones conciernen a las funciones que los montes tengan que desempeñar, las cuales podrán ser exclusivas o podrán combinarse mutuamente. Este es el caso de los montes productivos, protectores o de recreo.

3. Es necesario definir las unidades a que se aplicará una política forestal común. Para resolver este problema se deben tener en cuenta consideraciones silvícolas (tipo del monte), consideraciones económicas (necesidades de madera, utilidad de las operaciones silvícolas y de las operaciones de explotación y elaboración) y consideraciones sociales (empleo). Una vez que se han elegido las unidades, es necesario decidir el sistema silvícola que se les aplicará y los métodos de ordenación, y luego el forestal debe especificar lo que pueden llamarse los rasgos esenciales del plan de trabajo forestal: duración de la rotación, magnitud del apeo, e incluso las series de apeo, secciones de corta, etc. La elección de las unidades y del sistema que se les aplicará no pueden ser, además, decisiones completamente aisladas, ya que el medio ecológico así como las posibilidades económicas de cada unidad condicionan la elección del sistema y los métodos de ordenación que hay que aplicarle.

Estos, por lo tanto, constituyen esencialmente elementos permanentes que se deben establecer antes de que se pueda elaborar un plan de trabajo. Aunque por su misma naturaleza éste es revisable en el momento de su caducidad, sólo se emprenderá una revisión de los principios generales de la política aplicada a un monte cuando las circunstancias lo hagan absolutamente indispensable, ya que, de otro modo, sería imposible asegurar la continuidad en la ordenación forestal. El plan de trabajo se puede revisar sin modificar las decisiones anteriormente mencionadas.

Este plan, así como el programa de trabajo para zonas limitadas que puede elaborarse para todo un monte o para cada una de sus unidades componentes, son sólo medios para llevar a cabo una política dada. En esta última fase es cuando se puede introducir el concepto de rendimiento sostenido y progresivo. Un forestal que desee explotar su monte con arreglo a directrices silvícolas correctas, deberá tener ante todo una idea clara del objetivo que persigue y de lo que quiere que sea su monte cuando se consigan rendimientos sostenidos, e incluso rendimientos sostenidos máximos; deberá decidir, por lo menos implícitamente, si tratará de obtener un rendimiento máximo en madera o en dinero, y en el caso de que procure esto último podrá considerar los ingresos absolutos o el tipo de interés que se han de obtener. Sin embargo, el forestal no debe limitar su interés a la constitución de un monte normal susceptible de explotarse con un rendimiento sostenido. Deberá preocuparse de otros diversos factores que varían en cada caso y que conciernen especialmente a la protección del monte (sistema de cortafuegos, torres de vigilancia y de defensa activa), a la mejora de la productividad (red de zanjas de desagüe) y a la accesibilidad (red de carreteras y ferrocarriles para asegurar las mejores condiciones posibles para las operaciones de extracción).

Basándose en los informes presentados, en la nota de la Secretaría y en los debates que tuvieron lugar durante el período de sesiones, la Comisión consideró que el objetivo de la ordenación era una organización sistemática de la producción forestal en los suelos más apropiados para este propósito, de modo que, en interés de toda la humanidad, los productos del suelo pudieran satisfacer en la mayor medida actualmente posible, las necesidades de la generación presente y, en medida aún mayor, las de todas las generaciones futuras. Un monte ordenado era, por lo tanto, un monte regulado por un plan basado en una serie de principios silvícolas, económicos y sociales y tendente a obtener un rendimiento sostenido o progresivo, pero que aseguraba siempre la continuidad sin menoscabo de la conservación del monte. Sin embargo, un monte se debería considerar también ordenado, incluso cuando la producción no fuere el objetivo normal que en él se persiguiera, siempre que cumpliese una función específica del interés público que hubiera dado lugar a disposiciones concretas (3).

Esta definición tenía la ventaja de evitar, en cierta medida, la contradicción cada vez más clara entre la necesidad de un programa a largo plazo (ordenación propiamente dicha que generalmente abarca un período de 80 a 150 años o más) destinada en definitiva a obtener una «masa normal» en una unidad de ordenación, y los rápidos cambios en las técnicas silvícolas, de extracción y de elaboración, así como en las condiciones económicas y sociales. Sin embargo, la cuestión que se plantea es que por una parte, la ordenación de un monte supone la aplicación a este monte de una política a muy largo plazo, cuyo resultado sería la obtención de una «masa normal» claramente definida, y por otra, la velocidad de la actual evolución técnica, económica y social no permite suponer que tales proyectos a largo plazo puedan tener un valor real.

Situación y tendencias de los planes de ordenación y explotación

Según el más reciente inventario de la FAO (4), la situación en Europa respecto a los planes de explotación forestal ha mejorado: la superficie forestal en ordenación ha aumentado desde 41 millones de hectáreas (42 por ciento) en 1953 hasta 66 millones de hectáreas (50 por ciento) en 1958. Esta última cifra es sin duda alguna menor que la cifra real, ya que los informes de muchos países, especialmente los de Europa Oriental, indican que durante los cinco años últimos se ha realizado un considerable esfuerzo para extender los planes de ordenación a todos los montes públicos. En otros países, según se informa también, los planes de explotación se están revisando como consecuencia de los inventarios que se efectúan con medios aéreos, por lo general.

Sin embargo, parece que los planes de ordenación de montes han sufrido algunas alteraciones, si no en sus principios, por lo menos en el método de aplicación. Es cierto que cualquiera que sea la definición que se adopte, la ordenación de montes continúa basándose en primer lugar, en el conocimiento de las leyes que rigen la formación de las existencias en crecimiento, de acuerdo con el sistema silvícola adoptado y los cuidados culturales efectuados (limpia, entresaca), y en el conocimiento de la relación entre las existencias en crecimiento y los ingresos; y en segundo lugar, en la existencia de correlaciones entre varios factores unos de los cuales son fijos o dados y otros están por determinar. Los factores que interesan son principalmente: el valor de la tierra, el coste de la restauración natural o artificial de la masa, la duración de la rotación, los tipos de interés en el mercado de capital, etc. Estas correlaciones permiten determinar las dimensiones de la empresa forestal de acuerdo con los objetivos dados, fijándose los precios las más de las veces según la situación del mercado y las sumas adelantadas que capitalizan a interés compuesto. Todo esto sigue siendo válido, pero, sin embargo, parece que los objetivos que se asignaban a los planes de ordenación forestal de conformidad con una política dada, así como la estructura técnica, social, económica e institucional dentro de la cual estos planes deben concebirse, han sufrido profundos cambios. En vista de las crecientes y diversas necesidades de una economía en expansión, se concede cada vez más atención a la estructuración de planes de explotación que, a la vez que aseguren la continuidad necesaria en la ordenación de montes, permitan adaptar la producción forestal a las necesidades de la economía y tengan en cuenta las nuevas condiciones creadas por el progreso técnico, económico y social realizado últimamente. Esta tendencia parece completamente justificada. Indica una comprensión de la discrepancia que existe entre la ordenación tal como hasta ahora se la concebía, y como es casi forzoso concebirla, y la rápida evolución de las condiciones económicas y sociales.

Los objetivos

Respecto a los objetivos, si se prescinde de los de naturaleza material o social que originan tipos particulares de ordenación cuyas características son esencialmente asegurar la permanencia del monte para fines de conservación o recreativos, estos objetivos continúan siendo, en el plano nacional, la satisfacción de la demanda; pero puede decirse aquí que el progreso técnico, que, en una u otra forma ha hecho posible aprovechar la madera en pie de pequeñas dimensiones y de cualidades diversas (tableros de fibra, tableros de madera aglomerada), junto con el rápido aumento de la demanda de madera industrial (pulpa) a expensas de la madera en pie, exige en general cada vez más cantidad a expensas de la calidad, sin excluir en casos particulares la producción de madera de buenas cualidades materiales y estéticas. La rotación del empleo máximo o económico se identifica actualmente con la rotación de la producción del volumen máximo. El por el contrario, se interesará por exagerar la diferencia entre los ingresos estimados para un año dado y los costes estimados para este mismo año, o el tipo del beneficio sobre el capital invertido. De hecho, en un sistema de libre competencia, es decir, cuando el tipo de la inversión de capital es igual al tipo del interés del mercado, esto viene a ser prácticamente lo mismo. Cuanto mayor es la fertilidad del suelo y más frecuentes las entresacas, más pronto se obtendrá una rotación que dé el tipo más alto de interés. Pero en los montes naturales, estas condiciones - un tipo del beneficio de las operaciones forestales comparable a los tipos del interés de las inversiones en el mercado de capital, la fertilidad considerable del suelo y la posibilidad de entresacas muy frecuentes - raramente se pueden conseguir. Por lo tanto, puede existir el peligro de un conflicto - sobre el cual no se puede excluir la influencia del ejemplo dado por el cultivo de los árboles de crecimiento rápido en buenos suelos - entre el interés público y el interés privado (5). Las soluciones se deben buscar ya sea recurriendo al empleo de subvenciones a la producción forestal, o bien aumentando la superficie de las plantaciones para compensar la disminución, teóricamente posible, de la producción forestal.

Por otra parte, es evidente que el tipo tradicional de plan de ordenación se proyectó para satisfacer las necesidades del hombre en una época en que estas necesidades ya regulares o ya variables con las estaciones, eran en general constantes. El monte ordenado en el verdadero sentido de la palabra, es decir, el monte más adaptado a las exigencias del consumo, era aquel que daba un ingreso anual y constante (6). Hoy, en vista de las crecientes necesidades, se deberán hacer esfuerzos para aumentar la producción, pero la investigación forestal ha mostrado que, en un monte natural y para una especie y un suelo dados, existe un máximo absoluto de producción por hectárea, cualquiera que sea la magnitud de los cuidados culturales que se efectúen para recolectar los productos que desaparecerían por la poda natural, y a falta de una completa transformación del medio conducente al cultivo arbóreo. Este máximo deberá servirnos de guía en las inversiones intelectuales y financieras que haya que hacer en la ordenación de los montes; y ya algunos países que se han dado cuenta de que han superado este límite hablan de disminuir la intensidad de la ordenación de los montes (7). Pasado este límite, se tendrían que buscar suministros adicionales, bien por el desarrollo de las cosechas arbóreas, basado en la elección de tipos selectos, el cuidado del suelo, la fertilización y la irrigación, o bien por la importación.

Puesto que se han mencionado en el párrafo anterior las medidas silvícolas y el cultivo arbóreo, quizás sería útil exponer las tendencias en la silvicultura, en razón de la influencia que tienen sobre la ordenación. Actualmente existe, en general, una marcada tendencia hacia un tipo de silvicultura más intensivo, como lo indica la influencia cada vez mayor del hombre en la modificación del medio ambiente y, como consecuencia de esto, la elección y selección de las plantas locales o exóticas y su introducción en un medio modificado por el hombre. En la práctica, esta intensificación de la silvicultura adopta dos formas: mayor intervención en los montes naturales existentes para aumentar su productividad, mediante el cuidado del suelo, la fertilización, la vigilancia del estado de sanidad, etc., y la plantación de árboles, muy frecuentemente de un solo tipo adecuadamente acondicionado o incluso de clones o ecotipos de crecimiento rápido especialmente creados, con preparación y protección del medio; tipo éste de plantación que se parece al cultivo agrícola si se le compara con los métodos tradicionales de repoblación que se limitaban a la plantación de cualquier tipo de especie arbórea sin una previa preparación del medio.

Esta tendencia se manifiesta fundamentalmente en ciertos países de Europa oriental y meridional, mientras que otros países, especialmente de Europa central y occidental, favorecen todavía la silvicultura natural basada en la ecología y en el respeto del medio. Entre estas dos formas de silvicultura existen, por supuesto, toda clase de formas de transición.

En cualquier caso, la silvicultura intensiva anteriormente mencionada necesita técnicas perfeccionadas y considerables recursos financieros, debido al gran número de operaciones que exige; de hecho, cuanto menos reinan las condiciones naturales, más se hacen sentir las reacciones del ambiente y más ciudadosa debe ser la vigilancia. Las distintas medidas (irrigación, cuidado del suelo, fertilización, vigilancia del estado de sanidad) constituyen partes de un todo y cualquier debilidad en una de estas partes puede hacer fracasar todo el sistema.

Respecto a la ordenación, el concepto aceptado de antiguo en Europa no es ya válido referido al cultivo arbóreo con cambios extensivos en el medio. Los planes tradicionales de ordenación son aplicables a los montes naturales o regularmente naturales en que la producción se asegura esencialmente por el juego de las fuerzas naturales sin ninguna intervención extensiva del hombre, exceptuado la recolección.

La estructura técnica, económica e institucional

La estructura técnica, económica e institucional dentro de la cual se deben concebir y ejecutar los planes de explotación ha evolucionado considerablemente. Respecto a las condiciones técnicas, el progreso logrado en la ejecución de inventario - especialmente por el empleo de la fotografía aérea y la clasificación sistemática y el análisis estadístico de los datos - permite realizar rápida y económicamente una tarea que hasta ahora era larga y costosa (8). La revisión periódica de las existencias en crecimiento, su distribución, estructura y desarrollo es, por lo tanto, más fácil. Sin embargo, sólo se deberá ejecutar un inventario cuando ello esté totalmente justificado. Un inventario detallado únicamente se deberá emprender, al parecer, cuando la productividad del monte justifique tal operación y cuando incluso un ligero error en el porcentaje del incremento adoptado pueda originar pérdidas considerables en los beneficios, sin provecho para el forestal, o, por el contrario, algún daño en las existencias en formación, que fuese difícil de remediar. En el caso opuesto, es decir, en los montes degradados o en los de poca productividad, es aconsejable continuar empleando planes de explotación extensivos basados en un simple reconocimiento, con estimaciones aproximadas de las existencias en pie y del incremento, ya que, en cualquier caso, el porcentaje adoptado, que siempre será menor que el real, hará posible un mejoramiento de las existencias en formación y un incremento de los ingresos futuros.

Las condiciones económicas han cambiado considerablemente, tanto desde el punto de vista de la demanda como desde el de la oferta, en el pasado, la demanda procedía sobre todo de las poblaciones y de las industrias locales. Con el desarrollo de una economía mercantil y la difusión de la comercialización, el comercio de los productos forestales no se efectúa ya localmente, sino regional, nacional e incluso internacionalmente. En la planificación de la ordenación se debe tener en cuenta este hecho si se desea que aquélla siga siendo válida y no desemboque en un completo divorcio entre la silvicultura de un lado y la economía del otro.

Respecto a la oferta, son los resultados de los cambios en la vida rural y del progreso técnico los que se hacen sentir. En una economía que era todavía en gran parte una economía de subsistencia, con una gran proporción de población rural, el monte se hallaba sujeto a una constante presión por parte de las poblaciones vecinas a él que buscaban en éste no sólo madera y leña sino también ciertos productos secundarios, y lo empleaban como tierra de pastos. Además, las técnicas y los instrumentos y productos de lucha contra las plagas, las enfermedades y el fuego eran todavía rudimentarios. La presión de las poblaciones vecinas al monte y los riesgos a que éste estaba expuesto justificaban, por lo tanto, una actitud defensiva y conservadora por parte de los forestales. De aquí la tendencia de éstos a fijar una posibilidad muy inferior al incremento, con objeto de formar reservas, y la costumbre, existente en determinados países, de dejar «cuarteles de reserva» para satisfacer determinadas necesidades urgentes. Actualmente la situación ha cambiado. Las necesidades de madera de las poblaciones rurales han disminuído considerablemente y se dispone de los medios necesarios para restaurar un monte en el caso de una destrucción imprevista. Como ejemplo reciente de la restauración de un monte, se puede citar el caso del monte de las Landas (un millón de hectáreas), la mitad, casi, del que destruyó el fuego en 1949 se ha restaurado en menos de diez años. Por lo tanto, cada vez va siendo más factible el fijar una posibilidad casi igual al incremento, por lo menos en los casos en que se ha logrado que las existencias en crecimiento correspondan a los objetivos propuestos. En ciertos montes muy productivos incluso pudiera ser posible emplear una tasa de incremento para cada parcela y no una tasa media. Estudios recientes indican que de este modo se podría obtener un incremento apreciable en la productividad (9). Indudablemente no debe descuidarse esta posibilidad de aumentar la productividad. Pero ¿qué ocurre entonces con los conceptos «masa normal» y de rendimiento sostenido (o progresivo) aplicados a todo un monte y no a una de sus subdivisiones? Sea lo que fuere, ciertos países todavía declaran rendimientos muy inferiores al incremento, correspondientes a un 80 por ciento, aproximadamente, del incremento, que, a su vez, se calcula con considerable prudencia (10).

Por último, para completar este cuadro de la estructura dentro de la que se concibe la actual ordenación de montes y de las modificaciones que ésta ha experimentado, debe decirse algo acerca de las condiciones institucionales. Los planes de explotación encaminados a la correcta explotación de un monte y la continuidad de la ordenación carecen de valor a menos que sean, si no obligatorios, por lo menos contractuales. En cierto modo esto implica la planificación de las operaciones de explotación que tenían importancia particular en una época en que la idea de la economía concertada o planificada no se había difundido todavía. Actualmente, en conferencias recientes, en especial en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la aplicación de la ciencia y la tecnología en beneficio de las zonas menos desarrolladas, se ha mostrado que los países cualquiera que sea su régimen político, aceptan ahora la idea de una planificación general de su economía, bien sea obligatoria o contractual, o bien meramente indicativa. Dada esta nueva actitud, la ordenación deberá ser ahora menos estricta quizás, puesto que hay que encuadrarla dentro de una estructura ya planificada, mientras que anteriormente constituía una isla en medio de un espacio sin planificar. Los propietarios privados de montes se hallan cada vez más dispuestos a aceptar directrices generales respecto al tipo de producción a que deben tender, a condición de que se les proporcione una determinada asistencia técnica y financiera.

Conclusión

Concluyendo: la idea de los planes de explotación forestal, destinados a asegurar la continuidad en la ordenación de los montes, surgió de la necesidad de satisfacer las necesidades generalmente constantes de las poblaciones e industrias locales. En vista de los trastornos en la economía, del progreso técnico y de los cambios en las estructuras institucionales, los planes de ordenación de montes deberán adoptar ahora una forma más dinámica y flexible e integrarse dentro de la planificación general, aunque respetando todavía las demandas del lugar. La ordenación o, hablando en términos más amplios, si es que tiene que crearse aún la infraestructura, el desarrollo de un monte es, pues, un proyecto a largo plazo que se debe incluir tanto en los planes nacionales, por sus objetivos a largo plazo, como en los planes regionales, por su realización, y, a veces también, por sus objetivos a corto plazo. Los métodos y los instrumentos de que ahora se dispone deben permitir este dinamismo y esta integración, teórica y prácticamente, al menos en las masas forestales más importantes. Es, además, esta tarea de revisión y de adaptación la que se ha emprendido ya en muchos países. No obstante, tal tarea depende, más que en otros sectores, de la delimitación, dentro de cada país, de regiones forestales coincidentes en la mayor medida posible con las regiones comprendidas por los programas de desarrollo (11). Se plantea aquí de nuevo el problema de la planificación regional que ha sido el tema de estudios específicos en la FAO desde que se elaboró el Proyecto de Fomento para la Región Mediterránea.

Todo esto equivale a decir que en las actuales condiciones de rápida evolución social y económica, el viejo concepto de la ordenación aplicada a montes pequeños, tales como los que, en general, surgieron en Europa como resultado de la división de las fincas, no es ya muy realista. Sin duda alguna, la ordenación debe continuar siendo una actividad a largo plazo aplicable a un monte, con la que se intenta obtener de ese monte un rendimiento sostenido o progresivo, y, por lo tanto, formar dentro de dicho monte una masa capaz de llenar esta condición. Pero como la ordenación debe satisfacer ahora no las necesidades de una localidad sino las de una región más o menos grande, parece que es toda la zona forestal de esta región la que se debe someter a un plan de ordenación propiamente dicho. De este modo será más fácil absorber las repentinas conmociones que la evolución de las técnicas y de las economías impondrá a la producción forestal. Sin duda alguna las «unidades» continuarán dependiendo siempre de las condiciones ecológicas, pero la variedad misma de tales condiciones en todo el ámbito de un monte grande hará posible adaptar más fácilmente la producción a las necesidades, efectuando modificaciones en los procedimientos de explotación que dejen intactas las bases del plan de ordenación. No se debe abandonar el concepto de rendimiento sostenido (o progresivo) para los montes grandes ordenados de este tipo (sin duda será más fácil conseguirlo que en las unidades pequeñas), pero quizás sí se deben abandonar los de edad o dimensiones explotables, ya que estos últimos se hallan ligados a unidades tan pequeñas como se quieran, e incluso a meras parcelas. Los modernos métodos de ejecución de inventarios, que además se adaptan más fácilmente a las grandes que a las pequeñas áreas forestales, permitirán una fácil planificación de estos nuevos grupos de montes. En resumen, podría ser interesante sustituir en Europa la idea de «unidad forestal», tal como se la concibe todavía en la actualidad por la de «región forestal», y quizás sea a esta «región forestal» a la que se debiera aplicar el concepto moderno de ordenación.

En este estudio nos hemos limitado a bosquejar determinadas ideas sobre la ordenación de montes, sin enfrentarnos con el problema de la explotación forestal que se debe relacionar con ella. La ordenación forestal considerada como un tipo de aprovechamiento de la tierra emplea un porcentaje bastante pequeño de mano de obra por hectárea, pero todavía es necesario que exista esta cantidad mínima de obreros. Hasta ahora esto parecía estar asegurado en casi todos los países europeos, pero, con el desarrollo de la industria y el crecimiento de las ciudades no ocurrirá así ya en ciertas regiones dentro de pocos años, y cabe preguntarse si, dada esta tendencia, ciertas regiones dispondrán aún de la mano de obra y de las comunicaciones necesarias para hacer económicamente factible la explotación forestal. Este problema se ha debatido ya en la Comisión y en sus Grupos de Trabajo y particularmente en el Grupo de Trabajo sobre Plantación y Repoblación Forestal. Vuelve a plantear el problema de la ordenación forestal en la planificación y el aprovechamiento de la tierra.

Puede preguntarse si es necesario actualmente introducir cambios en los métodos de ordenación y, de serlo, en qué medida actúan ya estos cambios.

Bibliografía

(1) DAVIS, KENNETH P. 1954. American forest management. New York, McGraw-Hill.

(2) Unasylva, 6 (1): 30-31. 1952.

(3) FAO. COMISIÓN FORESTAL EUROPEA. 1949. Final report of the second session. Rome. (Doc. FAO/CEE/15).

(4) FAO. 1960. Inventario forestal mundial, 1958. Rome.

(5) PATRONE, GENEROSO. 1962. Sulle dimensioni della impresa di produzione forestale. Firenze, Accademia Italiana di Scienze Forestali.

(6) HUFFEL, G. 1919. Economie forestière. Paris, Laveur.

(7) GLÄSER, H. 1960. Produktionssteigerung in der Forstwirtschaft durch Extensivierung. Holz-Zbl., 86 (97): 1347-1349,

(8) CONFERENCIA DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE LA APLICACIÓN DE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA EN BENEFICIO DE LAS REGIONES MENOS DESARROLLADAS. 1963. Survey and management of forest resources. Silviculture. Forest extraction and forest industries. New York. (Doc. E/CONF. 39/Gr. 70 [C]).

(9) STEFANELLI, ACHILLE. 1963. Considerazioni sul-l'assestamento delle abetine disetanee della Carnia.
Monti e Boschi, 14 (3).

(10) MOISSEENKO, S. T. 1963. Appraisal of forest resources of the Byelorussian S.S.R. and their maintenance at constant levels. New York. Conferencia de las Naciones Unidas sobre la aplicación de la ciencia y la tecnología en beneficio de las regiones menos desarrolladas. (Doc. E/CONF. 39/C/358).

(11) FROMER, R. 1961. Algunos problemas de planificación regional en dasonomía. Unasylva, 15 (2): 81-87.


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