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Cuando se contradicen la teoría y la práctica

Alf Leslie

ALF LESLIE es Lector de Economía Forestal en la Universidad de Canterbury, Escuela Forestal, Christchurch, Nueva Zelandia.

La ordenación de un bosque tropical húmedo natural da origen a tantos problemas como los que trata de resolver

La ordenación de los bosques tropicales húmedos ha dado trabajo a la imaginación y ha puesto a prueba la paciencia de los forestales desde los primeros tiempos de su utilización comercial extensiva. Desde los orígenes de la dasonomía tropical, sus principios fueron los correspondientes a la que en la actualidad se conoce, con cierto desprecio, como dasonomía clásica. Esto no puede sorprender, ya que las primeras etapas de la dasonomía tropical se solaparon con las últimas del período clásico, y la mayoría de los forestales tropicales estaban formados, en todo caso, en una tradición clásica. Inevitablemente el rendimiento sostenido y la regeneración natural se convirtieron en los objetivos predominantes. Como dice Catinot (1974), la ordenación que sigue aquellas directrices, para mantener en su mayor parte la ecología inicial del bosque tropical, tiene el mismo sentido en este articulo que el término ordenación natural. El tema es, por tanto, el de las consecuencias económicas de reponer los bosques existentes, más que la economía de su explotación.

En años recientes los principios directores se han suavizado gradualmente: la regeneración natural ha sido la primera en abandonarse. Ante tantos desengaños repetidos, ha decaído por completo el entusiasmo por la regeneración natural. Bajo una diversidad de presiones, la tendencia mundial en favor de las plantaciones con especies de crecimiento rápido, está siendo, de una forma u otra, con frecuencia de mala gana por parte de los forestales tropicales, como la única respuesta defendible. La economía parece demostrar que difícilmente podría ser de otro modo.

El rendimiento sostenido se ha mantenido durante algún tiempo más, pero incluso parece estar perdiendo terreno actualmente debido a diversas causas (Smith 1962, 1969). Una, de importancia considerable para los países tropicales, es su evidente incompatibilidad con las realidades de una economía nacional subdesarrollada.

Rendimento sostenido

La ordenación basada en el rendimiento sostenido bloquea grandes superficies de tierras y masas de capital realizable, y ambas escasean en la mayoría de los países en desarrollo. Por consiguiente, la ordenación basada en el rendimiento sostenido de un bosque natural de bajo rendimiento es casi indefendible (Lee, 1973).

En cierta medida la desilusión respecto al rendimiento sostenido procede de una concepción equivocada y obstinada de que el principio sólo permite una interpretación, que es la de sustituir un bosque, a medida que se utiliza, por otro nuevo, en el mismo lugar, de composición y estructura esencialmente iguales, aunque se espera sea de mayor productividad. Pero la orientación del rendimiento sostenido, aunque fuera válida, no es la única. Hay por lo menos otras varias formas de igual o mayor validez y una de ellas, «plantaciones de compensación», tiene en la actualidad muchos partidarios en dasonomía tropical.

El supuesto básico de la dasonomía tropical, aunque puede estar implícito, es que la ordenación natural es posible y deseable. Todo lo que hay que hacer es encontrar la variante apropiada de la ordenación monocíclica o policíclica para las condiciones aplicables a un bosque determinado. Pero parece ser que la búsqueda de métodos apropiados es, casi universalmente, tarea especialmente difícil y que no compensa. Después de cerca de un siglo de esfuerzo decidido para amoldar los bosques tropicales húmedos a un estado natural ordenado, la solución hay que encontrarla, aparentemente, abandonando el bosque natural.

En gran medida, la economía (o el crédito) tiene la culpa de esta tendencia de la dasonomía tropical a apartarse de los sistemas de ordenación natural. Que la ordenación natural es demasiado difícil para justificar el esfuerzo, es un razonamiento económico en si mismo. Pero hay otros factores: el bosque tropical natural es demasiado caro en cuanto a exigencia de tierra, demasiado costoso en sus exigencias de capital, demasiado lento e inseguro en su respuesta al tratamiento, en relación con otros usos alternativos de la tierra, etc. Nos conviene averiguar en qué medida se sostienen estos argumentos y por qué la ordenación de los bosques tropicales húmedos es tan poco notable económicamente como para justificar su abandono. Pero, antes de volver a ese aspecto, hay otras varias razones para abandonar la ordenación natural, que vale la pena mencionar.

BOSQUE EN EL CARIBE QUE SE ESTÁ PERDIENDO DEBIDO AL PASTOREO - ¿Cómo utilizarlo? ¿Cómo regenerarlo? ¿Cómo mantenerlo?

Como primera razón, incluso el defensor más ardiente de los sistemas de bosque natural no podría negar que todos los esfuerzos de la dasonomía tropical han producido muy pocos métodos fidedignos y de posible repetición para la regeneración natural de los bosques tropicales húmedos. Como se observa en un estudio de la FAO en 1974: «Se sabe demasiado poco sobre la bioecología y la silvicultura de las distintas comunidades del bosque húmedo y, por ello, sólo se pueden prescribir con confianza sistemas silvícolas apropiados para unas pocas áreas limitadas». La sustitución de bosques naturales por plantaciones es, por lo tanto, un cambio racional para conseguir que el abastecimiento futuro de madera en las zonas tropicales sea mucho menos dudoso. Las plantaciones tienen también la ventaja de que la ordenación se refiere entonces a especies y métodos de los que se sabe algo, en vez de andar a tientas con algo de lo que, relativamente, no se sabe nada.

Podría sospecharse que las razones de este tipo son más decisivas que las económicas, que son las que se llevan la culpa. La economía puede ser, de hecho, poco más que una excusa. Después de todo, no se puede decir más sobre la economía de los bosques tropicales de lo que se sabe cuantitativamente sobre su silvicultura y comportamiento cuando están sujetos a ordenación. Como esto es tan poco, por consenso general, casi nada definitivo puede decirse sobre su economía.

Naturalmente, tiene excepciones la generalización de que los bosques tropicales húmedos han demostrado ser muy difíciles, si no imposibles, de ordenar como bosques naturales. Sin embargo, como demuestra Baur (1964), se han ensayado, en alguna parte, la mayoría de los métodos posibles y, en lo fundamental, se han encontrado deficientes. La tendencia consiguiente a abandonar la ordenación natural del bosque es casi inevitable.

La mayoría de las razones indicadas para las dificultades de la ordenación de los bosques tropicales húmedos como bosques naturales proceden de la complicación de la estructura y biología de estos bosques, que son, como señala Richards (1973), los ecosistemas más complejos de la tierra. La mayoría de los esfuerzos para hacer su ordenación más económica se han dirigido al campo ecológico. Aun así, el problema de la ordenación de los bosques tropicales húmedos (Vannière, 1975) es, en su origen, mucho más económico que biológico.

Mientras el hombre que vivía en los bosques tropicales húmedos, o junto a ellos, utilizó estos bosques, o las tierras que él ocupaba en un sistema de cultivo de subsistencia, con una intensidad que no sobrepasaba su capacidad de recuperación, no surgió ningún problema de ordenación. La agricultura migratoria en aquellas circunstancias era un sistema estable y eficaz de ordenación de la tierra, y no la amenaza de que ha sido calificada por las publicaciones sobre dasonomía tropical. Mientras no se produjeron cambios drásticos en el ambiente físico o interrupciones del cultivo, la estructura del bosque natural fue capaz de mantenerse o reponerse. Todos los problemas de ordenación que aquellas sociedades encontraron en relación con los bosques fueron diferentes de los de la silvicultura moderna en dos aspectos importantes. En primer lugar, la repercusión de la utilización de los bosques, ya sea por sus productos y servicios o por sus tierras, no se parecía en nada, a la escala correspondiente, a la utilización industrial moderna; y, en segundo lugar, los problemas se resolvían, en su mayor parte, en aquellos sistemas estables evolucionados hombre-bosque y se mantenían en equilibrio dinámico durante largos períodos de tiempo.

Utilización industrial

Una situación similar se da, incluso en las condiciones modernas, en todos los casos en que el bosque tropical húmedo se excluye de la utilización industrial en favor de la protección ambiental, para fines recreativos, para la vida silvestre o para reservas de los aborígenes. El único problema para la ordenación del bosque natural, en esas circunstancias, es protegerlo contra las presiones excesivas derivadas del uso o invasión por el hombre.

La utilización industrial del bosque tropical húmedo impone, sin embargo, un cambio drástico, tanto en el ambiente como en el sistema simbiótico de cultura humana. La conmoción para la sociedad humana puede mitigarse o agravarse según la forma en que se introduzca y aplique la utilización industrial, pero no puede eliminarse. Lo mismo se aplica, en gran parte, al bosque. Pero incluso así, la rotura de la estabilidad no crea un problema de ordenación forestal, a menos que se pretenda o se desee sustituir el bosque en el mismo sitio después de utilizarlo, por otro de composición y estructura similares.

Por lo tanto, se combinan dos factores económicos - utilización industrial y tipo especifico de reinversión - para dar lugar a una situación en la cual la biología compleja de los bosques tropicales húmedos hace de su ordenación un problema. Pero el hecho de que los problemas sean económicos en su origen no significa que la economía ofrezca necesariamente la respuesta. Los sistemas estables de sociedad-bosque que se desarrollaron en tiempos anteriores a los de utilización se basaron en arreglos institucionales que incorporaron consideraciones económicas, pero no estuvieron dominados por ellas. Ese tipo de situación lo deben idear las sociedades actuales si los bosques tropicales húmedos han de sobrevivir como un ecosistema importante.

Esto suscita naturalmente una pregunta lógica: ¿deberían sobrevivir los bosques tropicales húmedos? Lo cual, a su vez, depende de si podrían sobrevivir. Gómez-Pompa y otros (1972) plantean dudas sobre la capacidad del bosque tropical húmedo para renovarse por si mismo, mientras May (1973) lo comprueba en sus análisis de estabilidad en ecosistemas modelo. Esos estudios destacan las características estructurales de los bosques tropicales húmedos, que pueden significar el que no sean capaces, en general, de sobrevivir al tipo y nivel de perturbación que representa su utilización comercial. Si esto es así, la ordenación natural es realmente una ilusión. El bosque tropical húmedo desaparecerá casi con seguridad, ya que sólo podría sobrevivir mientras no sea explotado para madera o agricultura. Basándose en las tendencias actuales, lo será sólo en una escala muy pequeña, lo que nos hace volver de nuevo a la pregunta: ¿por qué deben sobrevivir?

Eliminación de bosques tropicales

La eliminación de los bosques tropicales, como indica Richards (1973), «tendría importantes consecuencias para la vida sobre la tierra, aunque todavía no pueden preverse con precisión la naturaleza y magnitud de aquellas consecuencias». La dificultad está, naturalmente, en la última parte de la frase citada. Los bosques tropicales húmedos pueden ser, por un cierto efecto climático de carácter global, un elemento esencial de la estabilidad del clima. Sin embargo, Richards opina que son muy pocas las posibilidades de que sea así. Que «no puede preverse con precisión» cuáles serían los efectos de la destrucción virtual de grandes masas de bosques tropicales, es probablemente la única observación precisa que puede hacerse por el momento. Lo peor es que la respuesta no se conocerá con certeza hasta después de tal acontecimiento. Como será muy tarde para aclarar que tenían un papel ambiental global muy importante, quizás se justifica una cierta precaución. Un cierto nivel de seguridad es una buena economía. Cualquiera que sea, su papel puede no depender enteramente de mantener el bosque tropical húmedo como bosque natural, ya que su sustitución por plantaciones y por cultivos agrícolas arbóreos podría servir para el mismo fin, siempre que las superficies sean suficientemente grandes y contiguas. Pero como todo ello es algo especulativo, son muy recomendables, las propuesta de Goodall (1975) en favor de un enfoque analítico, basado en la utilización de modelos de simulación con computadora, para explorar las posibilidades de ordenación de bosques tropicales.

Hay razones más firmes de preocupación, en opinión de Richards (1973), que están relacionadas con la pérdida de un caudal insustituible de conocimientos biológicos por descubrir y con la reducción que podría tener lugar en los recursos genéticos como base para la futura evolución de plantas y animales. La consiguiente eliminación de opciones reduciría la flexibilidad del conjunto genético que, se piensa, necesitará la humanidad en el futuro.

En la medida en que estas razones nos obliguen a temer por su destrucción, el camino más seguro para garantizar su supervivencia seria no utilizarlos a escala comercial ni convertirlos para agricultura u otros usos. Pero a estas alturas es dudoso que los países en desarrollo donde están localizados los bosques tropicales húmedos estén, o deban estar, suficientemente impresionados por consideraciones globales como para resistirse a una utilización y conversión en gran escala. Lo más que podría esperarse en este campo es contar con unas pocas reservas, esparcidas, para fines científicos, históricos, de protección de la vida silvestre y de carácter recreativo. De hecho, esto podría ser todo lo que realmente se necesitaría.

Alternativa del uso de la tierra

Por consiguiente, la hipótesis de una ordenación en gran escala de los bosques tropicales húmedos debe depender, sobre todo, de que se demuestre que es una forma de uso de la tierra más eficaz que la de las otras alternativas. Las opiniones están fuertemente divididas sobre este punto y los enfoques de la ordenación de bosques tropicales húmedos reflejan en parte dicha división. Las dificultades provienen fundamentalmente de las pequeñas tasas de incremento comercial, que caracterizan a los bosques tropicales, y de las largas rotaciones necesarias para obtener aprovechamientos comerciales. Casi sin excepción, los análisis comparativos basados en flujos dinerarios, descontados a cualquier tasa de interés realista, demuestran que los bosques tropicales húmedos son, en general, incapaces de sostenerse frente a cualquier alternativa posible.

Las consecuencias económicas de cualquier actividad surgen de las evaluaciones de los productos de tal actividad (sus productos) en relación con lo que se utilizó en la misma actividad (sus insumos) para obtener los productos. El nexo entre insumos y productos - proceso de producción mediante el cual se combinan los insumos y se transforman en productos específicos - comprende la tecnología de aquella actividad, que en dasonomía corresponde aproximadamente a la silvicultura. La ordenación forestal es entonces la intervención deliberada para manejar el proceso natural de producción, a fin de obtener alguna combinación especifica de productos que se considere más útil o más satisfactoria, y para mantener aquel producto durante un tiempo especificado. Mientras la intervención no produzca un cambio drástico y permanente en la composición y estructura del bosque, el sistema se considera como de ordenación natural.

Hay varias complicaciones respecto al proceso de producción forestal que hacen que su análisis sea una actividad económica algo diferente en la práctica, si no en su fundamento, de la mayoría de otras actividades. Una de ellas es que el mismo bosque es simultáneamente el producto, el productor y un insumo. En cierta medida, esto se aplica a la producción en general, pero en la mayoría de los procesos es posible distinguir los tres aspectos lo suficientemente bien como para tratarlos como entidades distintas. En dasonomía las distinciones son mucho más borrosas y, por tanto, el análisis y la ordenación están menos definidos. Una segunda complicación es que el tiempo en dasonomía es un insumo importante y quizás el más importante. De nuevo, la diferencia entre la dasonomía y otros procesos de producción es de graduación. Casi ningún proceso de producción es instantáneo. Siempre se necesita tiempo para que el proceso de combinar y transformar los insumos vaya desde el principio a la terminación. En la mayoría de las actividades nunca es lo suficientemente pequeño como para ser ignorado, pero raramente es tan largo como para ser dominante. En dasonomía, por el contrario, el tiempo para que el proceso de producción recorra toda su carrera puede variar desde una década hasta siglos. Una consecuencia de ello es que el proceso de producción puede, después de un cierto tiempo, terminarse antes de lo que se planificó originalmente, siempre que sea aceptable un determinado producto final de menor tamaño, o en menor cantidad, u otro producto final diferente, o una combinación distinta de productos finales. Inversamente, el proceso de producción puede alargarse durante bastante más tiempo del que se planificó originalmente, aceptando también variaciones de forma, cantidades, calidad, o combinaciones de productos finales. Otro resultado es que los insumos de trabajo son realmente, excepto en la etapa final de la corta, insumos de capital debido a los productos, diferidos en el tiempo, que corresponden a aquellos.

Estas características de la dasonomía como actividad económica forzaron a los forestales a desarrollar un campo especializado de economía aplicada, en gran parte fuera de la corriente principal de la economía y preocupada principalmente de tener en cuenta el tiempo como insumo principal al evaluar en dasonomía las alternativas y proyectos. El artificio fundamental es tratar el tiempo como un costo de capital, acumulando exponencialmente el valor monetario de insumos y productos con una cierta tasa, especifica o implícita, de interés compuesto. Pero la solución al problema del tiempo como insumo dio lugar a otro problema - el de la denominada carga del interés compuesto - que ha turbado desde entonces a la dasonomía.

el bosque tropical húmedo desaparecerá casi con seguridad, ya que sólo podría sobrevivir mientras no se explote para madera o agricultura, que, según las actuales tendencias, será únicamente en una escala my pequeña; esto lleva de nuevo a la pregunta ¿por qué deben sobrevivir?

El mecanismo del interés compuesto para medir el tiempo como insumo lleva consigo automáticamente el problema de comparar los insumos y productos que se dan en momentos distintos. Estos se reducen, en efecto, al mismo momento en el tiempo. Pero existe todavía otro problema que se refiere a la imposibilidad de medir y que debe resolverse para poder hacer una evaluación. Este proviene de las diferencias en la naturaleza física de insumos y productos. En su forma básica no se pueden sumar, sustraer, multiplicar, o comparar cantidades físicas de distintos artículos.

La transformación en una medida común se efectúa normalmente expresando las cantidades como valores en términos de dinero. Es una simplificación que sólo sirve con facilidad para aquellos artículos que tienen precios de mercado y que funciona bien solamente para aquellos artículos cuyos precios de mercado son aproximaciones bastante cercanas a sus valores sociales.

Todo ello se suma al hecho de que, para hacer una evaluación económica en dasonomía, se precisa una gran cantidad de información cuantitativa, referente a:

· Cantidades y precios de los insumos (costos) y sus tiempos.
· Cantidades y precios de los productos (ingresos) y sus tiempos.
· Forma en que cambian o se ven afectados los productos, al variar ciertos insumos.
· Tiempo entre un insumo y su producto, o su efecto en el producto.
· Tasa de interés.

Cuando se consideran estos requisitos en relación con la ordenación de los bosques tropicales húmedos, resultan extraordinariamente claras dos cosas. La primera es la pobreza de información cuantificada en muchos aspectos, que se aproxima a una ignorancia total en el caso de las relaciones entre los tratamientos intermedios y los productos finales. La segunda es que lo que se sabe o puede suponerse indica una cantidad relativamente pequeña de producto en volumen de madera, correspondiente a un tratamiento relativamente costoso y a unos largos períodos de producción bajo las condiciones de bosque natural. En otras palabras, la información de que se dispone sobre bosques tropicales húmedos sugiere que su ordenación podría ser relativamente exigente en cuanto a demanda de capital y relativamente pobre en cuanto a cantidad de producto en madera. Las consecuencias económicas de tal observación, procedente de unos conocimientos limitados, son sin embargo muy decepcionantes. Un bajo rendimiento, junto con una larga rotación y un costoso proceso de tratamiento, puede resultar antieconómico. Es evidente que esto se considera así, según se deduce de gran parte de la bibliografía (por ej., Lowe, 1974), pero el que sea realmente antieconómico depende de otro gran número de factores. Uno de éstos es la influencia que tienen otras variables, como los precios, sobre los valores de los productos y los insumos. Otro es el criterio que se aplica para estimar si es económica o no la relación entre el valor del producto y el del insumo.

Antes de pasar a esos aspectos conviene mencionar una calificación importante que surge de la predominancia del tiempo en dasonomía - la inseguridad derivada de los acontecimientos que dependen del tiempo. Es raro poder suponer con seguridad que un suceso, cuyo acaecimiento depende del futuro, tendrá lugar exactamente cómo y cuándo se espera. En consecuencia, todos los elementos de fecha futura en una evaluación económica son, hablando con precisión, expectativos y sus valores son supuestos. Las evaluaciones económicas no pueden, por tanto, ser concluyentes, excepto en forma retrospectiva. Esto se aplica con mayor fuerza a la dasonomía, donde la naturaleza estocástica de las mediciones de las relaciones biológicas se complica por la inseguridad derivada del acaecimiento e intensidad de los sucesos futuros (Goodall, 1975).

Por lo tanto, nunca es exagerado señalar la importancia de la incertidumbre en la ordenación forestal. Como indica Shackle (1967), no hay base razonable para sostener que se necesitan veinte años del futuro para estar fuera del campo que queda iluminado por el conocimiento del pasado, por muy completo que sea este acontecimiento... cinco años son suficientes para que ocurra cualquier cosa. Nada podría ilustrar de forma más gráfica la dimensión del vacío existente entre los problemas con que se enfrenta en la práctica la economía forestal y la actitud de la economía teórica.

Hay fundamentalmente dos enfoques para la silvicultura, según se trate de bosques tropicales o templados, de coníferas o de frondosas, puros o mezclados. Estos dos enfoques son los sistemas basados en una edad uniforme o monocíclicos y los basados en edades desiguales o sistemas policíclicos. Ecológicamente, algunas especies o tipos forestales sólo pueden ordenarse bajo uno de estos sistemas, pero, en general, la elección, en el caso de los bosques tropicales, raramente parece estar tan restringida.

Dada la posibilidad de elegir entre ordenación monocíclica y policíclica, en el bosque tropical húmedo la economía debe tener mucho que ofrecer1. Porque, ante todo, la economía es una disciplina que se ocupa de la elección de alternativas en condiciones determinadas. Tanto es así que algunas opiniones consideran la economía como una ciencia, si no la ciencia, de la selección (Walshe, 1970). Esto no significa que todos los argumentos referentes a la elección entre sistemas monocíclicos y policíclicos sean de carácter económico, sino que en el proceso de sopesar las alternativas debe ayudar una evaluación económica.

1 Debe resaltarse que los términos monocíclico y policíclico se están utilizando aquí, con respecto a la ordenación, en el sentido silvícola, que es distinto del sentido en cuanto a regulación. La ordenación de edades desiguales o policíclica, en el sentido de regulación, es función del tamaño y constitución de la unidad territorial de control de la ordenación (el tramo), y no necesariamente del carácter ecológico de la especie o tipo.

Los méritos relativos de los sistemas monocíclicos y policíclicos fueron discutidos con cierto detalle por Dawkins (1958) en una de las primeras aplicaciones de tales términos a la ordenación forestal. Aunque su argumentación se desarrolló en gran parte en los términos de la situación de Uganda, los principios pueden extrapolarse, y de hecho lo han sido, a todos los bosques tropicales. Desde entonces no se ha añadido mucho a sus principios básicos. Sin embargo, la cuidadosa evaluación realizada por Vannière (1974) de los argumentos de ambos lados proporciona una clarificación valiosa y muy necesaria sobre la moderna situación de tal controversia.

mientras el hombre utilizó los bosques tropicales húmedos e n un sistema de cultivo de subsistencia, con una intensidad que no sobrepasaba su capacidad de recuperación, no surgió ningún problema de ordenación

Desde el punto de vista del análisis económico, los elementos esenciales en ambos sistemas se refieren a los costos, a los rendimientos y a los intervalos de tiempo entre cortas sucesivas. En este aspecto es especialmente útil la discusión de Vannière (1975) respecto a los factores que influyen en los niveles de costos e ingresos de la silvicultura tropical en Africa occidental. En algunas discusiones se hace mucho hincapié en los ciclos de corta, mas reducidos en los sistemas policíclicos que en los monocíclicos. La diferencia en sí misma no tiene importancia económica. Lo que importa es si lleva más tiempo a un árbol de determinada especie el desarrollarse desde recién nacido hasta alcanzar unas características dadas, bajo un sistema u otro. Y en este punto no hay una evidencia clara. Aunque hay abundantes opiniones, llevará bastante tiempo el aclarar esta cuestión, si sirven de indicación las observaciones de Palmer (1974) sobre las tasas de crecimiento esporádicas e imprevisibles de cada árbol en los bosques tropicales.

El próximo aspecto es el del número de árboles por unidad de superficie de bosque de las distintas especies que crecen hasta alcanzar dimensiones y calidades comerciales, durante el período de tiempo en cuestión, bajo los dos sistemas alternativos. Estos dos criterios - la tasa de crecimiento de los árboles, individualmente, y el número de árboles por unidad de superficie - se combinan en uno solo, que es el crecimiento corriente o crecimiento medio anual para un tipo de bosque dado, bajo los sistemas alternativos. Sobre tal base, Dawkins (1958) calculó para los bosques tropicales de Uganda, con los que estaba tratando, que el máximo incremento medio anual de trozas para aserrar bajo sistemas policíclicos no podía exceder de 1,5 m³ por ha, mientras que bajo un sistema monocíclico podía ser 2 a 4 veces mayor. Llegó así a la conclusión de que, a la vista de tales comparaciones, no se necesitaban argumentos económicos para apoyar su elección de un sistema uniforme (monocíclico).

Con el riesgo de caer en una simplificación exagerada, las ventajas que tienen los sistemas monocíclicos respecto a los policíclicos, en aquella línea argumental, puede decirse que proceden de dos series de observaciones y de las deducciones respectivas. La primera observación es que el bosque tropical natural contiene en un área dada una amplia variedad de clases diamétricas por unidad de superficie (Wyatt-Smith, 1949; Volk, 1968; Fox, 1971). Su principal deducción es que los bosques tropicales tienen una estructura que permitiría un aprovechamiento cíclico de árboles de tamaño comercial, a intervalos de tiempo más bien cortos, con la incorporación de clases de menor tamaño, que continuamente reemplazan a troncos mayores que se extraen en cada corta. La suposición implícita es que las clases de tamaño menores son, en general, crecimientos anticipados.

La segunda observación es que un gran número de troncos menores y de plantones son destruidos o dañados por la corta y explotación de los árboles de mayor tamaño. Los datos, en este aspecto, no son ni tan extensos ni tan bien documentados como los de la distribución por clases de tamaños. Dawkins (1958) indica, a partir de su experiencia, que la superficie de la zona dañada como consecuencia de la extracción de un árbol de 70 cm de diámetro a la altura del pecho no es probablemente inferior a 0,02 de ha. Por lo tanto, bajo un sistema policíclico en cada aorta se pierde por lo menos el 2% de la superficie de crecimiento anticipado con cada árbol maduro extraído. La deducción es, como señala Vannière (1974), que existe el peligro de contrarrestar la principal ventaja del sistema policíclico. De nuevo, la hipótesis implícita es que las clases de tamaño menores representan un crecimiento anticipado. Con un aclareo tan extensivo como el que corresponde a la extracción de un solo árbol maduro, el sistema policíclico en el bosque tropical húmedo es en realidad una serie esparcida de pequeñas cortas rasas. No es difícil deducir que la superficie de corta rasa puede concentrarse en una o en pocas áreas (sistema monocíclico), en un pequeño número de áreas (selección por grupos), o distribuirse en varios miles de pequeñas manchas.

No trataremos de abarcar aquí todos los aspectos de esta cuestión, tan bien reseñados por Vannière, pero conviene agregar que, económicamente, existen por lo menos tres puntos aparte de las suposiciones referentes a las tasas de crecimiento en diámetro, que podrían aportar más claridad. En primer lugar, el argumento que iguala el crecimiento en volumen con el incremento en valor pasa por alto la posibilidad de que la elección entre los sistemas policíclicos y monocíclicos dependa del valor de la producción y de la cantidad. Un grupo de especies de alto valor, que produzcan anualmente 2 m³ de madera por ha, con un valor de 8 dólares por m³ en pie, es más productivo, en cuanto a valor por unidad de superficie, que un grupo de especies de crecimiento más rápido con un incremento medio anual final 5 veces superior y un costo de 1,5 dólar por m³. Por lo tanto, las diferencias de crecimiento en volumen no invalidan necesariamente, por sí solas, el argumento, en uno u otro sentido. En consecuencia, al considerar la elección de un sistema de ordenación para el bosque tropical húmedo como bosque natural, es esencial definir claramente el criterio o norma de decisión con que han de juzgarse las alternativas. Si incluye la medición del producto en términos físicos, monetarios o sociales, es un aspecto, pero no el único. Tiene por lo menos igual importancia la relación entre el producto y el insumo, ya que es la que mide en definitiva la eficacia. La argumentación en favor del sistema monocíclico se basa en la determinación del volumen de producto correspondiente a una unidad del insumo tierra, estimada como promedio durante una unidad de tiempo, o sea, se expresa la relación producto-insumo en términos de dos de los insumos. En la medida en que la eficacia alcance su punto mas alto cuando se haga máxima la rentabilidad del factor más escaso, será un criterio válido la producción por hectárea y año, especialmente teniendo en cuenta que el capital, en la mayoría de los países en desarrollo, y la tierra, en un número considerable de ellos, se encuentran entre los factores más limitantes. Sin embargo, en algunas circunstancias podría ser más apropiado el expresar el producto como una relación por persona de la población, o por puesto creado, o por dólar invertido, ganado, o ahorrado en divisas extranjeras.

los sistemas estables de la sociedad-bosque que se desarrollaron antes de la utilización se basaron en arreglos institucionales que incorporaron consideraciones económicas, pero no estuvieron dominados por ellas. Es ése el tipo de situación que deben idear las sociedades actuales si los bosques tropicales húmedos han de sobrevivir como ecosistema importante

El segundo punto que podría plantearse referente al argumento simplificado es que no relaciona los productos de los distintos sistemas alternativos con los insumos correspondientes, o sea que supone implícitamente que los insumos en ambos sistemas serían exactamente los mismos. La mayoría de los sistemas silvícolas tropicales parecen incluir insumos relativamente altos para cuidados o mejoras durante las primeras etapas del desarrollo de una nueva masa o de un árbol joven, o durante la transición del estado no ordenado al ordenado. Su influencia sobre la economía de la ordenación forestal se aprecia bastante en la dasonomía tropical. El amplio análisis de Baur (1964) sobre silvicultura tropical muestra un enfoque bastante común de los cuidados silvícolas y de los tratamientos de liberación y mejora en una amplia variedad de tipos de bosque húmedo y de sistemas de administración, junto con una secuencia bastante común de variación, sobre todo de simplificación, respecto a tiempos, intensidad y frecuencia de los tratamientos. Una impresión de tal estudio es que el insumo puede ser menor con el sistema policíclico que con el monocíclico. Sin embargo, su indicación referente a las maderas para ebanistería «como capaces de soportar el elevado costo que debe cargar un verdadero sistema de selección intensiva» añadiría ciertas dudas sobre tal deducción. A falta de datos definitivos sobre lo contrario, la suposición implícita de que no hay diferencia importante entre los dos sistemas en sus exigencias de insumos silvícolas, es la más razonable, como sugiere el análisis de Tran Van Nao (1974).

Sin embargo debe plantearse una prevención. Existe un acuerdo evidente de que los sistemas policíclicos son más difíciles de administrar y supervisar, independientemente de que los tratamientos aplicados incluyan más o menos insumo trabajo. Si es así, entonces la ordenación policíclica, como denota Baur (1964), requiere un insumo total más elevado para ejecutarla con la misma eficacia. No obstante, la calificación se aplica realmente a un sistema policíclico intensivo. Los sistemas policíclicos de ordenación que están actualmente en operación en dasonomía tropical raramente afrontan ese nivel de dificultad. En general llegan a poco más que a la extracción cíclica de troncos, que están por encima de un nivel bastante alto de calidad comerciable, combinado con tratamientos de mejora análogos a los aplicados en los sistemas monocíclicos. Es difícil apreciar la necesidad de aplicar un nivel de insumo de gestión, en este tipo de ordenación, que fuera mayor que el que se necesitaría en un sistema monocíclico. De hecho, es difícil apreciar la existencia de una diferencia real entre los dos sistemas, tal como se aplican, o que pudiera existir tal diferencia, mientras no se use la mayor parte de la madera de los bosques tropicales (Catinot, 1974)2.

2 Los resultados de Catinot proceden de inventarios que abarcan más de 15 millones de ha de bosques tropicales de Africa occidental y se refieren a árboles de más de 60 cm de diámetro. El estudio de las Islas Salomón, Protectorado Británico (BSIP), basado en 4 parcelas individuales de 0,4 ha cada una probablemente estima por exceso los rendimientos de grandes zonas de bosque y se refiere a toda la madera de más de 10 cm de diámetro. El estudio de Sarawak incluyó una serie de transacciones lineales anchas de 40,2 m (2 cadenas) que totalizaron 36 ha, habiéndose maestreado 190 ha del bosque de Dipterocarpus de colina, mientras avanzaban las operaciones de explotación. Las condiciones del mercado en 1972 (tiempo del estudio BSIP) eran mucho más boyantes que las de 1973 (momento del estudio de Sarawak) y afectarían, en consecuencia, a los productos utilizados que se registraron.

Hay otro elemento en la parte del insumo, que podría variar entre ambos sistemas, que se tiende a pasar por alto en las discusiones silvícolas de la economía de la ordenación. Este elemento es el costo de oportunidad que representan los árboles que se mantienen para regeneración, para salvaguardar la regeneración del bosque, o para contribuir al crecimiento durante el siguiente ciclo de corta. Desde el punto de vista económico, los ingresos perdidos por no cortar aquellos árboles en un momento dado, o por diferir su sustitución por otra producción, representan una inversión (Fedkiw y Yoho, 1960). Esta es, por tanto, una partida del costo que debe tenerse en cuenta al estudiar las diferencias entre sistemas alternativos.

Es bastante difícil determinar en la práctica si este principio representa una cuantía importante. En dasonomía tropical, los árboles que están por debajo del tamaño comercial o de la especificación para trozas de aserrío generalmente no tienen valor para trozas de aserrío ni para otros usos. En tales casos el costo de oportunidad en términos de ingresos perdidos sería cero. Podría estimarse un valor actual descontado a partir de los datos del incremento en diámetro, o en calidad, en relación con la distancia entre el tamaño o calidad actual y la norma comercial mínima. Este podría ser un enfoque valido si existiera un mercado para los árboles inmaturos. No obstante, en las circunstancias que se dan en la mayoría de las zonas forestales tropicales, sería más realista suponer un valor ficticio - curva de tamaño o calidad - , en el cual los árboles no tienen valor comercial hasta alcanzar una cierta especificación y, por tanto, su retención no implica ninguna inversión por costo de oportunidad. También es corriente retener árboles defectuosos como semilleros o árboles de abrigo, en cuyo caso tampoco su retención representa un costo de oportunidad en el sentido de un ingreso perdido. Además, aunque puede haber diferencias entre los dos sistemas en cuanto al valor de los árboles retenidas por unidad de superficie, en una corta anual, no se deduce de ello que aquellas diferencias se mantengan para el bosque en su conjunto. Los datos referentes a las tasas de crecimiento de los árboles individuales o de las diversas especies, bajo condiciones distintas de masa, son demasiado escasos para poder aplicar el principio cuantitativamente en la mayoría de los casos. Sin embargo, hay un factor que podría afectar a la elección entre los sistemas alternativos de ordenación de bosques tropicales y cuya omisión podría hacer completamente erróneas las comparaciones parciales basadas en algunos costos e ingresos.

... los estudios sobre vida silvestre en el bosque tropical apenas han comenzado, de modo que la evaluación de las consecuencias económicas es una para conjetura. Lo mismo podría decirse respecto a los otros valores no comerciales

El tercer punto en que es necesario ampliar la cuestión de los sistemas monocíclicos y policíclicos se refiere a la suposición de que las clases de tamaño inferior son, en gran medida, crecimientos anticipados. Las pruebas de Malasia y Nigeria (Baur, 1964), que indican el desarrollo favorable de la regeneración, subsiguiente a las cortas de liberación, sugieren que podría mantenerse la suposición en aquellos bosques, al menos en lo referente a las clases de menor tamaño. Sin embargo, es posible igualmente que las clases de menor tamaño signifiquen crecimiento retrasado, en lugar de adelantado. Dawkins (1958) insinúa esta posibilidad, sin tratar de las consecuencias, con respecto a la elección entre ordenación monocíclica y policíclica. Si las clases de menor tamaño fueran crecimiento retrasado, desde un punto de vista económico este hecho parecería inclinar la balanza contra el concepto policíclico, a menos que los árboles o ciertas especies de alto valor tuvieran una tremenda capacidad de responder a las cortas de liberación. En tal punto, como en otros muchos que pesan sobre los aspectos económicos de la ordenación de bosques tropicales, se sabe demasiado poco para ser de utilidad.

Por lo tanto, de un modo general, la economía puede aportar poco al problema de identificar el sistema natural apropiado de ordenación para los bosques tropicales húmedos. La culpa no es de la economía. Cualesquiera que sean los defectos de la teoría económica - y son muchos cuando se trata de proporcionar en la practica líneas de orientación para la ordenación - por lo menos señala un cierto número de preguntas importantes sobre la bioecología de los bosques tropicales húmedos, que hay que contestar antes de poder emitir un veredicto firme del dilema entre ordenación monocíclica y policíclica. Como señala Goodall (1975), ésta es de por sí una función importante.

La preocupación respecto a la forma de ordenar los bosques tropicales húmedos bajo sistemas naturales presupone implícitamente que unas áreas suficientemente grandes van a continuar bajo ordenación natural durante un tiempo suficientemente largo para que la cuestión tenga alguna importancia práctica allí donde en la actualidad esto parece muy improbable. Aparte de las solicitudes de tierras arboladas para otros usos, la misma dasonomía tropical se está convirtiendo necesariamente en una materia consistente mucho más en establecer y ordenar plantaciones en los trópicos que en ordenar bosques tropicales como bosques naturales.

Por ello primero conviene considerar las consecuencias económicas para la dasonomía tropical natural correspondientes a las formas alternativas de uso de la tierra y otras formas de silvicultura. La cuestión gira alrededor del criterio de «mejor».

El criterio usual aplicado es la tasa de rentabilidad media anual esperada respecto a la inversión realizada por la organización responsable de la dasonomía, por unidad de superficie de tierra, bajo diversas alternativas. Los resultados esperados de las distintas alternativas se comparan así mediante criterios tales la expectativa de tierras, ingresos descontados netos, valor actual neto, tasa interna de rentabilidad y otras variantes que expresan una tasa de rentabilidad sobre la inversión de la organización. Como la partida principal de la inversión de capital bajo la mayoría de las formas de dasonomía tropical es el interés acumulado sobre los costos de los diversos insumos, una gran cantidad de esfuerzos - de gestión o intelectuales - se han ido en tratar de evadir esta carga del interés compuesto.

Los diversos caminos de evasión así ideados incluyen:

I

Ignorar el interés compuesto

Utilizar tasas de interés especialmente bajas


II

Contabilizar beneficios que no se consideran cubiertos, o que lo están inadecuadamente, en los cálculos financieros

Aumentar las producciones


III

Acortar la rotación

Reducir los insumos.

El primer concepto de cada par constituye, de hecho, un caso especial del segundo. El ignorar el interés compuesto, por ejemplo, equivale a utilizar una tasa especialmente baja de interés, igual a cero. El contabilizar beneficios adicionales es una forma de aumentar el producto. El acortar la rotación es reducir el insumo tiempo. En consecuencia, los resultados que se esperan bajo la ordenación natural de bosques tropicales sólo pueden mejorarse reduciendo la tasa de interés o reduciendo su repercusión aplicándolo a un valor inferior de los insumos, a un valor superior de los productos, o durante un período más corto. Las consecuencias económicas para la ordenación forestal tropical pueden analizarse considerando cada una de estas posibilidades en lo que se refiere a la disminución de los costos de ordenación o al aumento de la rentabilidad de ésta.

Uno de los conceptos más controvertidos de la ordenación forestal ha sido, y en cierta medida continúa siendo, la validez del interés compuesto y la tasa apropiada a aplicar cuando sea necesario. La bibliografía muy extensa sobre la materia ha demostrado, para satisfacción al menos de los economistas forestales, que el enfoque incorporado en la fórmula de Faustman es totalmente válido y sustancialmente correcto. La mayoría de los ordenadores forestales parecen estar de acuerdo, a juzgar por su preocupación, con el acortamiento de las rotaciones y la reducción de los costos silvícolas. Pero, como señalan Match (1962) y Gaffney (1960), la política forestal en el Reino Unido y en los Estados Unidos de América muestra una escasa evidencia de que las consideraciones del interés compuesto hayan tenido mucha influencia, en la practica, sobre las principales decisiones adoptadas. Lo mismo podría decirse de otros numerosos países.

aparentemente, algunos creen que una medida de la eficacia en la utilización de recursos (ganancia financiera) debería ser el principal, si no el único criterio válido. Se sigue dando el hecho de que la eficacia se relega con frecuencia deliberadamente en favor de otros objetivos. Cualquier evaluación completa de los sistemas de ordenación para bosques tropicales húmedos debe por lo tanto tener en cuenta no sólo los valores sociales, sino calcularlos también en relación con todos los objetivos sociales

La persistencia de la ordenación natural de bosques tropicales húmedos podría ser también otro ejemplo de la coexistencia en dasonomía de una teoría y una práctica contradictorias. Está bien demostrado y ampliamente aceptado que, a igualdad de otras circunstancias, unas tasas positivas de interés sitúan a rotaciones largas y producciones escasas en desventaja respecto a rotaciones mas cortas y mayores rendimientos, y también que, cuanto mayor es la tasa de interés, mayor es la desventaja. Como una de las características bien confirmadas de los bosques tropicales es, en general, su bajo rendimiento y sus tasas reducidas de crecimiento (Rollet, 1973; Catinot 1974; Nwoboshi, 1975), unas tasas positivas de interés harán casi inevitable que la ordenación natural sea menos económica que las plantaciones u otras formas de uso de la tierra. Si puede servir de guía la rapidez con que se están abandonando los sistemas naturales de la dasonomía tropical, se llegará a que las consecuencias del interés compuesto están teniendo, de hecho, una influencia mucho más pronunciada sobre la ordenación de bosques tropicales que la que tienen en los bosques templados.

Pero hay que considerar dos aspectos antes de aceptar literalmente esas conclusiones referentes a los bajos rendimientos y al escaso crecimiento. La primera es que la afirmación explícita «a igualdad de otras circunstancias» no siempre se mantiene. La segunda es la suposición implícita de que la tasa de rentabilidad financiera para la organización responsable del bosque es el criterio apropiado.

Uno de los aspectos más evidentes, en el que pueden no ser iguales las otras circunstancias, es la diferencia, entre los dos sistemas extremos de plantación abierta y de regeneración natural, en cuanto al costo del establecimiento de la nueva masa. Incluso teniendo en cuenta los costos de los cuidados culturales repetidos, característicos de los sistemas de ordenación natural (Hughes y Lang-Brown, 1965; Lowe, 1974), no hay comparación entre su total, del orden de los 50 a 90 dólares por ha (Lowe, 1974; Burgess, 1974) y el costo de conversión a una plantación abierta, del orden de 250 a 350 dólares por ha (BIRP, 1974; Lowe, 1974). Los métodos de aclareo parcial para el establecimiento de plantaciones, tales como las plantaciones de enriquecimiento y en línea y la agrosilvicultura, son lógicas modificaciones que surgen como consecuencia del elevado costo del establecimiento de plantaciones abiertas y que pueden producir reducciones del 50% o más. Pero, como se indicó anteriormente, una comparación basada exclusivamente en los gastos económicos podría ser equivocada. Pueden estar incluidos otros costos. Esos costos de oportunidad, correspondientes a las diferencias en el tiempo de maduración y a los valores de la tierra, se toman en cuenta automáticamente en el análisis del flujo dinerario descontado, a través de la rotación. Los costos de oportunidad de los árboles comerciables retenidas como árboles semilleros o de abrigo en un sistema natural, o los árboles con un potencial comercial destruidos al aclarar o al hacer los tratamientos silvícolas, deben añadirse, sin embargo, de manera explícita. Como los árboles defectuosos o las especies deseables permanecen generalmente en pie con los sistemas naturales en práctica, la ventaja de un cálculo completo de costos tendería a desplazarse más ano en favor del sistema natural.

Debido a la influencia de la tasa de interés sobre los costos acumulados a lo largo de una rotación, y al riesgo relativamente mayor de un fracaso total o parcial que lleva consigo (Burgess, 1974; Nwoboshi, 1975), un sistema forestal natural necesitaría tener una gran ventaja en los costos iniciales y los subsiguientes respecto a la alternativa de plantación. Algunas ideas sobre los márgenes que habría que salvar pueden obtenerse de las relaciones incluidas en el Cuadro 1.

Puede verse en el cuadro que, para que un sistema de ordenación natural, que representa una rotación de 70 años, supere a una plantación de mayor costo con una rotación de 30 años, suponiendo valores iguales de rendimiento a la edad de rotación, su costo de establecimiento, incluso al 30%, tendría que ser menor de un tercio del correspondiente a la plantación, y el costo medio anual de ordenación y mantenimiento no tendría que pasar de una quinta parte. Si la tasa de interés fuera del 10%, la ordenación natural sólo podría soportar los costos hasta el nivel de un quinto de los correspondientes a la plantación. Incluso en el caso de que las rotaciones no fueran muy diferentes, los costos de la ordenación natural tendrían que ser no superiores a la mitad de los de las plantaciones. No siendo igual la calificación referente a los costos, aunque válida, en tal caso implicaría diferencias muy grandes para que tuviera mucha importancia, a menos que: (a) las tasas de interés fueran muy bajas, o (b) el valor que se espera obtener del rendimiento del bosque natural fuera muy superior al de la plantación que lo reemplaza, y (c) las probabilidades de un tratamiento acertado fueran bastante elevadas.

Tasa de interés

El motivo para una tasa de interés especialmente baja para la dasonomía, que presupone la primera de las anteriores condiciones, es bastante insignificante en el terreno económico, especialmente en lo que se refiere a la producción de madera. Sin embargo, en la medida en que exista una razón para la ordenación natural de bosques tropicales húmedos como parte de una razón general para la conservación y protección ambiental, para la cual pueda ser conveniente una tasa de interés especialmente reducida, dicha tasa sería igualmente apropiada para el bosque tropical. Pero no se aplicaría per se a la ordenación para madera, que es donde reside realmente el problema. Sin embargo, dicha razón, que todavía se avanza en dasonomía templada y tropical (Price, 1973; Rajkhowa, 1975), se admite con bastante frecuencia, a juzgar por el número de ejemplos de aceptación oficial respecto a la baja rentabilidad que se espera obtener de los proyectos de producción maderera. La aceptación de facto puede ser, naturalmente, una aceptación sin profundizar, como parece ocurrir en Estados Unidos, Canadá y Australia, pero debe ser más deliberada en el Reino Unido y Suecia.

El que se apliquen en la realidad y deliberadamente unas tasas reducidas de interés en la dasonomía de producción maderera es de importancia fundamental; indica, como señaló Mutch (1962), que no se mantiene en la práctica el criterio económico - la tasa alternativa de rentabilidad financiera - mediante el cual se excluyen tasas especialmente reducidas. Si es así, podría tener una importancia particular para la dasonomía tropical. Después de todo, un criterio que se anula para determinar la economía de los bosques templados difícilmente puede ser válido en dasonomía tropical, a causa del cambio de jurisdicción.

Parece sin embargo, que tan extraña lógica se aplica en la práctica Países que descartan el criterio financiero para su propia dasonomía, respaldan aparentemente su uso, a través de organismos financieros internacionales, cuando se trata de la dasonomía de otros países y, en particular, de la ordenación de bosques tropicales. No obstante, no puede negarse la evidencia de que, cuando se trata de decisiones sobre dasonomía de producción maderera el criterio de la rentabilidad financiera resulta demasiado limitado para aplicarlo en forma rigurosa. Cualquiera que sea el criterio utilizado, tendrá que tener el mismo efecto que si se aplicase una tasa especial reducida de interés en la evaluación de las inversiones en silvicultura. Cuál pueda ser el criterio y cómo pueda determinarse son materias que se tratarán posteriormente. Sin embargo, su importancia en este punto es completamente evidente. La baja del costo de la ordenación natural de bosques mediante una reducción de la tasa de interés en la evaluación del proyecto es una posibilidad práctica.

Aunque la aplicación de una tasa de interés inferior a otras tasas de tipo comercial puede estar justificada en las valoraciones de ordenación de bosques tropicales húmedos, puede no ser una ventaja importante para los sistemas de ordenación natural. La razón es que los argumentos que lo justifican para la dasonomía pueden aplicarse de igual forma a otras alternativas. Ciertamente sería muy poco lógico el aplicarlo a la ordenación natural, pero no a los sistemas de regeneración artificial. Como indica el Cuadro 1, para que un sistema de ordenación natural de costo inferior compita con una plantación de mayor costo, el valor de su producción deberá ser considerablemente mayor que el de la procedente de la plantación.

Los enormes esfuerzos silvícolas e industriales para aumentar la producción de bosques naturales ordenados se están orientando hacia la dirección correcta. Un punto evidente para comenzar es el de reducir la gran proporción de madera que se abandona con los sistemas actuales de explotación de los bosques tropicales. Como la situación es resultado, en primer término, del gran número de árboles en las heterogéneas mezclas características de los bosques tropicales, que no pueden comercializarse con facilidad, estas especies secundarias parecen tener la clave de una ordenación acertada.

CUADRO 1. - RELACIONES ENTRE LOS COSTOS DE LA ORDENACIÓN NATURAL Y LOS DE LA ORDENACIÓN DE PLANTACIONES QUE HARÍAN IGUALES LOS VALORES ACTUALES DESCONTADOS

Rotación natural/Plantación

Costos de establecimiento

Costos anuales de ordenación

Tasa de interés

70/30

60/40

40/30

70/30

60/40

40/30

3%

0,306

0,506

0,764

0,200

0,462

0,640

5%

0,142

0,376

0,613

0,112

0,341

0,549

7%

0,066

0,258

0,508

0,058

0,245

0,473

10%

0,022

0,148

0,385

0,020

0,145

0,307

En consecuencia, existen buenos motivos para tal opinión: del volumen total de madera producida por los bosques tropicales húmedos es raro que se utilice más del 40%, siendo más corriente emplear menos del 30%. Catinot (1974), por ejemplo, prueba que se está extrayendo entre el 3 y el 18% del volumen de madera de tamaño comercial de un cierto número de bosques tropicales del Africa occidental. Un estudio sobre los residuos de la explotación forestal en las Islas Salomón demostró que se extrajo del 25 al 30% del volumen total de madera (Self y Trenaman, 1972), y un estudio detallado de la explotación de Sarawak demostró que se extraía en realidad sólo de un 40 a un 50% de volumen sólido de los troncos inventariados (FAO, 1972). Aunque las tres series de datos no son del todo comparables, prueban realmente la opinión expresada por Catinot (1974) de que el bosque tropical húmedo, dondequiera que esté situado, está muy subexplotado.

Con una utilización completa, la producción de los bosques tropicales húmedos podría elevarse de 60 a 200 m³ por ha. Como las especies secundarias comprenderían del 75 al 90% del potencial no utilizado, no es sorprendente que parezca tan prometedora una solución al problema de las especies secundarias. Las consideraciones sobre las perspectivas industriales de la utilización de especies secundarias (Earl, 1968; BIRF, 1974; Vannière, 1975) apoyarían tal optimismo. Sin embargo, es bastante sospechoso el hecho de que se ensalcen las oportunidades con mucho más vigor que la acción.

Es discutible el que unos aumentos sustanciales en la producción lleven consigo realmente una mejoría importante en los resultados económicos de los bosques tropicales húmedos sujetos a ordenación natural. El nivel del potencial citado se refiere a los bosques existentes que, en su mayor parte, han producido prácticamente sin ningún otro insumo de ordenación que el necesario para su protección. La mayor utilización de especies secundarias, al aumentar la producción de valor, mejoraría indudablemente la rentabilidad financiera de los bosques actuales, siempre que el precio medio de las especies principales no disminuya demasiado por su mezcla con especies secundarias. Pero ¿se deduce necesariamente que se mejorará también automáticamente la economía de su ordenación bajo sistemas naturales?

Todos los sistemas de ordenación natural tratan de lograr una estructura mejorada en el sentido de una proporción mayor de especies primarias en estado de madurez, en el segundo aprovechamiento, de la que existe en la masa actualmente en pie. Una reducción en la componente de especies secundarias de la masa inicial, durante la fase de aprovechamiento de la ordenación, puede ser un requisito previo para la regeneración de una segunda masa enriquecida en cuanto a especies principales. La atención dada a su reducción, en los tratamientos subsiguientes al aprovechamiento y en los cuidados silvícolas, en los diversos sistemas de silvicultura tropical, parece indicar que esto es lo que se cree generalmente. Los resultados en conjunto sugieren, sin embargo, que, aunque es eficaz la reducción de especies secundarias durante las fases de regeneración y establecimiento, no es un factor suficiente, o incluso importante. No obstante, si los sistemas naturales de ordenación pueden lograr con éxito la regeneración y mejora de calidad de la segunda masa, la sustitución de una operación que aumenta los ingresos en una rotación por otra que aumenta los costos en la próxima debe mejorar sus perspectivas económicas.

Pero el resultado económico de un método u operación en particular no es una medida absoluta en sí misma; está siempre relacionado, implícita o explícitamente, con otras alternativas. Así, una mayor utilización de las especies secundarias puede mejorar la relación ingreso-costo de la ordenación forestal natural pero, si redujo el costo de aclareo, podría servir lo mismo para otros sistemas alternativos, como la agricultura o las plantaciones forestales.

Hay ano otro punto que puede ser de cierta importancia: si los sistemas de ordenación natural pudieran establecer con éxito y pronosticar una segunda masa de mejor calidad, parece razonable esperar por lo menos la misma producción total, si no mayor, pero concentrada en las especies actualmente preferidas. Se logra así un aumento de la producción en la rotación actual mediante la utilización de especies secundarias, pero, a su vez, esto trae consigo un cambio estructural, que da lugar a un aumento de la producción en las rotaciones subsiguientes, debido más al desplazamiento de especies secundarias que a su utilización. Si sucede así, la consecuencia es un concepto muy claro. Pero, incluso si se puede hacer que suceda, parece encerrar una contradicción. Si el problema de las especies secundarias puede resolverse mediante su utilización ¿cuál es entonces la razón para una inversión silvícola adicional destinada a reducir su representación en las masas futuras?

Especies secundarias

De este modo, una mayor utilización de especies secundarias y su perpetuación es una técnica alternativa, en la ordenación de bosques tropicales húmedos, para las técnicas de mejora forestal y para formar parte de ellas, en los sistemas silvícolas actuales. Por ello, debería ser posible evaluar su eficacia en términos económicos, en relación con las alternativas, mediante el análisis marginal normal siguiendo las líneas del estudio clásico de Worrell (1960). Existen, sin embargo, varias dificultades en el sistema de hacerlo. Una es que los datos son, casi con seguridad, inadecuados tanto por su alcance como por su calidad, ya sea para su utilización directa o como base para suposiciones razonablemente aceptables. Otra consiste en que las probabilidades de éxito amplio y estable en la regeneración o en la mejora de la masa, bajo cualquiera de las alternativas, aunque son diferentes, son todas desalentadoras, a juzgar por los resultados del pasado. Por lo tanto, incluso un resultado que se espera muy favorable en términos absolutos con cualquiera de los sistemas naturales, podría difícilmente competir, considerando la incertidumbre, con las alternativas de plantación o, en suelos adecuados, con las alternativas agrícolas.

Ordenación natural

Una orientación hacia la ordenación natural, basada en una mayor utilización de las especies secundarias, parece por tanto más prometedora por varias consideraciones. A medida que los recursos madereros se hagan más escasos y suban los precios reales de las especies acreditadas, las especies secundarias deberán ganar mayor aceptación, clasificándose así dentro de la categoría comerciable. En otras palabras, el tiempo, en cierta medida, tenderá a facilitar el problema de las especies secundarias, casi sin ayuda de la ordenación o de la investigación. No puede decirse lo mismo de los problemas silvícolas. En consecuencia, las probabilidades de lograr una mayor producción mediante un aumento de la utilización de especies secundarias en los bosques tropicales húmedos existentes y en los ordenados podrían aumentar en relación con las oportunidades de lograr una mayor producción utilizando técnicas de regeneración selectiva, y ello debería hacerse con menos inversiones en investigación y ordenación. Naturalmente, las probabilidades pueden no ser todavía muy elevadas. Sin embargo, en base a los actuales indicios, una pequeña inversión para aumentar la utilización de especies secundarias parece tener más probabilidad de mejorar la economía de ordenación de bosques tropicales naturales que una inversión similar o superior en tecnología silvícola.

Hay aún otro aspecto del aumento de producción que debe considerarse. Al comparar una serie de distintos insumos con otra de distintos productos, como sucede en la ordenación forestal, es necesario reducirlos todos a un común denominador o a un numerario. Cuando el numerario es el dinero, como sucede en la mayoría de los casos, el producto apropiado no es exactamente el volumen u otra cantidad física de material producido, sino el producto de aquella cantidad y la serie de precios que se aplican. De este modo, la producción económica puede elevarse, no sólo aumentando la cantidad de madera utilizada o utilizable producida, sino aumentando sólo el precio medio recibido por la madera vendida.

Es bastante general en dasonomía tropical el aplicar una serie gradual de precios, ya sea para el valor de la madera en pie o para las trozas, de acuerdo con la aceptación de la especie en el mundo o en los mercados locales, y con su calidad como trozas, independientemente de la especie (por ej., Volk, 1968). Muchos factores influyen en la escala general y en el nivel de los precios en un momento dado. Entre los más importantes, con una visión a más largo plazo, están los usos finales y los mercados; los costos de aprovechamiento, transporte, elaboración y distribución, así como la escasez relativa de una madera y la disponibilidad de sustitutivos; pero, en último análisis, el valor de una especie en el bosque se obtiene a partir de su valor en los mercados de uso final. Para muchos países tropicales, el valor de sus recursos forestales depende en gran medida, por tanto, de los precios en los mercados de exportación. Las posibilidades de que esos países eleven los precios unilateralmente son bastante limitadas, excepto con especies o calidades muy especializadas. La agrupación del abastecimiento de maderas tropicales mediante la acción combinada de los países tropicales podría mejorar su poder negociador, pero sólo en la medida en que las maderas tropicales no puedan sustituirse por las de bosques templados o por otros materiales, o mediante adaptación tecnológica. Pero probablemente es correcto decir que la mayoría de las escalas de precios existentes para la madera en pie no reflejan adecuadamente la gama de valores de los usos finales. En conjunto, quizás son demasiado bajos para las mejores calidades, demasiado altos relativamente para las especies y calidades menos aceptadas y generalmente lentos para responder a los cambios en los niveles y valores relativos del mercado. Por ello, dentro de ciertos límites, posiblemente la mayoría de los países podrían realizar ajustes en las escalas de precios de las maderas en pie de sus bosques tropicales húmedos.

Sin embargo, su libertad de acción para introducir cambios en los precios está mucho menos limitada en un importante campo. Uno de los principales costos entre el bosque y el usuario final es el de explotación. Como norma general, éste equivale por sí sólo al 25-35% del precio de la madera elaborada. Cualquier reducción de tal costo podría reflejarse en un mayor margen disponible para pagar la madera en pie. Es también una experiencia bastante común encontrar costos de explotación de bosques tropicales que varían hasta un 50% entre distintos explotadores, incluso en condiciones muy parecidas. Debería existir un margen evidente para una cierta redistribución, orientada a unos precios más elevados de la madera en pie, logrando simplemente un mayor nivel de eficacia en la industria de explotación forestal. La culpa no es siempre o enteramente de los explotadores forestales. Con mucha frecuencia, la ineficiencia en la explotación es el resultado de normas y procedimientos anacrónicos y mal ejercidos y de negligentes medidas de supervisión y control. Por tanto, podrían hacerse mejoras en la estructura de precios enteramente desde dentro del mismo sector forestal. La ineficiencia en la explotación procede indudablemente de variaciones en la capacidad administrativa y de organización de los explotadores. No parece haber necesidad o justificación para subvencionar operaciones ineficaces con estructuras de precios acopladas a sus costos.

Aumento del valor

En consecuencia, no parece un optimismo desmedido pretender que se podría lograr un aumento en el valor de la producción de la mayoría de los bosques tropicales sólo mediante el reajuste de la estructura de los precios de la madera en pie, sin trasladar necesariamente los mayores costos a los consumidores. La finalidad es ésa ciertamente, pero otro tema es el de los procedimientos. La mayoría de los sistemas de fijación de precios de la madera en pie se basan, en dasonomía tropical, en precios controlados, que son típicamente fijos. En el caso de los organismos gubernamentales, mucho peor es que tales precios sean especialmente vulnerables al manejo político, bien sea al establecerlos, al negociarlos o al ajustarlos. Podría ayudar a reducir al mínimo esos problemas un uso más amplio y eficaz de los sistemas de subasta o de licitación, como mecanismos básicos o auxiliares para la determinación de precios en las ventas de madera de bosques tropicales.

No puede hacerse un cálculo sencillo del efecto general de unos precios más altos sobre el valor de la producción, tal como podría hacerse para la producción en volumen. En primer lugar, porque las escalas reales y potenciales es probable que varíen mucho de un bosque a otro y según las circunstancias en el momento de la venta, así como con los países y compañías afectadas. En segundo término, porque los cambios en los precios relativos podrían afectar a las cantidades explotadas de las diversas especies y calidades. Este sería realmente el caso si la escala revisada incluyera reducciones de los precios de la madera en pie en el extremo inferior de la escala de calidades, de modo que reflejase con mayor exactitud la gama de valores finales del mercado. De hecho, tal ajuste es quizá una parte necesaria de cualquier estimulo para aumentar el uso de especies secundarias.

Sin embargo, desde el punto de vista de los aspectos económicos de la ordenación de los bosques tropicales húmedos, la importancia de cualquiera de tales aumentos para el valor de la producción no está en su nivel absoluto, sino en su efecto sobre el resultado económico global. A fin de obtener una idea sobre los efectos posibles, se ideó inicialmente un ejemplo simplificado y necesariamente, en gran medida, hipotético basándose en los datos y la clasificación de Catinot (1974) para el Africa occidental.

Se supusieron tres situaciones de ordenación, que correspondían a los resultados que podían esperarse de diversos niveles dé ordenación intensiva creciente (Cuadro 2). En el Nivel I se suponía que la ordenación tendría éxito en la regeneración y desarrollo de una segunda masa en condiciones naturales, que tendría en gran parte la misma composición y producción que la masa original, pero en rotaciones de 40, 50 ó70 años. En el Nivel II se supuso una ordenación más intensiva, pero todavía natural, para establecer con éxito una segunda masa con la misma producción comerciable durante las tres rotaciones que la masa original, pero enriquecida con una mayor proporción de tal volumen correspondiente a las especies actualmente preferidas. El nivel más elevado de ordenación natural (Nivel III) se supuso que tendría éxito en lograr aumentar el volumen de la producción durante las rotaciones, y una composición enriquecida en especies.

Se aplicaron dos escalas de precios de la madera en pie para calcular el valor de la producción bajo los tres regímenes de ordenación: el programa inferior (actual), que corresponde aproximadamente a algunas de las actuales escalas de precios; el programa revisado (revisado), que amplía la gama de precios, aumentando apreciablemente la pendiente de la escala.

Aunque puede darse poco crédito a las cifras reales, el ejemplo es indicativo de las posibilidades para mejorar la situación económica de la ordenación natural de los bosques tropicales húmedos. El orden general de magnitud de esas posibilidades puede medirse a partir de los valores descontados de la producción añadida bajo varias alternativas. Esos valores representan la inversión máxima aproximada por ha, en medidas silvícolas y de mejora del rendimiento, que podrían ser cubiertas por los ingresos que se esperan. Manteniéndose el costo silvícola de la ordenación natural en el mínimo actual de unos 50 dólares por ha, pocas dudas pueden existir - a base del análisis del flujo dinerario del valor de la madera producida - sobre las perspectivas económicas poco brillantes de la ordenación natural de los bosques tropicales húmedos. Incluso en circunstancias muy favorables - tasa de descuento muy reducida, rotación relativamente corta, escala bastante elevada de precios de la madera en pie y un sistema de ordenación plenamente acertado al lograr un enriquecimiento apreciable en la composición de la nueva masa y una duplicación de su volumen comercial -, el aumento de valor de la producción solamente cubriría la inversión. Teniendo en cuenta la gran incertidumbre respecto al éxito de la silvicultura actual y no existiendo una" razón general para aplicar tasas de descuento especialmente reducidas a la ordenación natural, ésta no tendrá ninguna perspectiva mientras el criterio de la viabilidad económica sea el del valor monetario neto de la producción de madera, expresado como una tasa de rentabilidad para el organismo forestal. Habrá excepciones, sin duda. Algunos tipos de bosque de Dipterocarpus en el sudeste de Asia y/o los bosques especialmente bien situados respecto a los mercados, pueden encontrarse en aquella categoría. Pero para los bosques tropicales húmedos, en general, la rentabilidad necesaria para hacer económicamente viable la ordenación natural para la producción de madera, mediante el criterio que acaba de mencionarse, es tan elevada, que se hace virtualmente inaccesible. La alternativa de un sistema de ordenación que tenga pleno éxito y sea de costo muy reducido es una posibilidad todavía más remota, en base a la experiencia disponible en la actualidad. Todo ello sugiere que las medidas para una mayor utilización de las especies secundarias, combinadas con escalas de más pendiente de los precios de la madera en pie, ofrecen mejores perspectivas que las técnicas silvícolas.

CUADRO 2. - RENDIMIENTOS EN VOLUMEN Y FINANCIEROS DE ROTACIONES SUCESIVAS BAJO DIVERSOS NIVELES DE INTENSIDAD DE ORDENACIÓN Y ESCALAS DE PRECIOS DE LA MADERA EN PIE

Estas conclusiones sólo son validas mientras se aplique el criterio de la rentabilidad monetaria neta de la producción comercial sobre cada inversión, para el organismo forestal. Aunque éste es el criterio más utilizado en economía forestal para evaluación de alternativas, tanto su precisión como su validez son algo dudosas.

Por ejemplo, la exclusión de los productos no comerciales podría conducir, si son importantes, a una grave subestimación del valor de la producción. En cuanto a su validez, una evaluación, desde el punto de vista de una sola unidad de la sociedad, no es valida necesariamente para la sociedad en su conjunto: lo que es bueno o malo para el organismo forestal en cuanto a su contabilidad, puede no corresponder, ipso facto, con lo que es bueno o malo para la sociedad. Una estimación más auténtica de las consecuencias económicas de la ordenación natural de los bosques tropicales húmedos necesita tener en cuenta su papel con respecto a los valores no comerciales correspondientes a otras alternativas, y estimar sus resultados en base a un criterio de valor social. El concepto del análisis beneficio-costo social se creó con tal objeto.

Los problemas de evaluación social, que surgen en el análisis aplicado beneficio-costo, se manifiestan bien en el caso de la ordenación natural de bosques tropicales húmedos. La practica común de enumerar los beneficios adicionales asociados con el sector forestal para suplementar el análisis financiero es un reconocimiento de lo inapropiados que son los valores determinados exclusivamente por el mercado, como base para las decisiones, y de las dificultades de medir los valores extracomerciales. En lo que se refiere a la ordenación mediante sistemas naturales, la producción podría aumentarse indudablemente con los valores no comerciales que no están cubiertos, o lo están insuficientemente, por el análisis financiero basado en la producción comercial. Pero esto sería aplicable sólo cuando es probable que aquellos valores sean mayores bajo la ordenación natural que bajo otras formas alternativas de uso de la tierra o forestal. Como señala Lee (1973), no puede darse por supuesto que esto sea siempre así. Desgraciadamente, los datos son en este punto incluso menos adecuados para ayudar al análisis económico que para la producción maderera.

la mayoría de los sistemas de fijación de precios de madera en pie en dasonomía tropical, se basan en precios controlados, que son típicamente fijos. Mucho peor, en el caso de organismos gubernamentales, es que son especialmente vulnerables al manejo político...

Las especies de vida silvestre, cuyas exigencias de hábitat las limitan a los bosques tropicales húmedos, se perderían casi con seguridad en su conversión en plantaciones o para agricultura. Pero tampoco estarían en mejor situación bajo sistemas de ordenación natural que implican operaciones comerciales en gran escala y ciclos de corta relativamente breves. Por otra parte, unas cortas rasas parciales, bajo la ordenación natural, pueden favorecer el hábitat de otras especies. Pero, como indica Boulière (1973), los estudios sobre vida silvestre en el bosque tropical apenas han comenzado, de modo que la evaluación de las consecuencias económicas es pura conjetura. Lo mismo podría decirse respecto a otros valores no comerciales. Casi no existen pruebas concluyentes sobre la eficacia relativa de los bosques naturales en cuanto a la protección del suelo y la ordenación de cuencas, en comparación con otras alternativas de protección. Análogamente, los valores correspondientes de carácter recreativo apenas han sido analizados. La cuestión del papel de las grandes zonas de bosques tropicales húmedos sobre el equilibrio climático global parece ser también relativamente confuso. Lógicamente, cualquier evaluación en esta fase del producto adicional no comercial procedente de la ordenación forestal de un bosque tropical húmedo debe ser casi enteramente especulativa y subjetiva. La propuesta de Goodall (1975) para utilizar modelos de simulación de ecosistemas difícilmente podría encontrar para comenzar un punto más apropiado que en este campo.

Faltan mediciones, en términos físicos, de las diversas formas de los efectos extracomerciales y de sus resultados con los tratamientos de las masas. Aunque abundaran, seguiría existiendo el problema de aplicarles un valor social. ¿Cuánto perdería realmente la sociedad por la extinción de otra especie, al destruir su hábitat? Esta y otras preguntas similares casi no tienen contestación, pero son la esencia de la evaluación social.

A falta de estudios definitivos, puede estar justificado el atribuir a los bosques tropicales húmedos una productividad algo mayor que a las otras alternativas en cuanto se refiere al total de los valores no comerciales. Puede suponerse también que el producto máximo de aquellos servicios se lograría al no existir una utilización comercial de los bosques. Por lo menos, el probar lo contrario debería corresponder a las alternativas. Es difícil decir si el producto se vería menos afectado con la ordenación natural que con la conversión en plantación o cultivos agrícolas arbóreos, pero el beneficio de la duda favorecería, probablemente, a la ordenación natural.

En consecuencia, podría pretenderse razonablemente que el valor total de todos los productos del bosque tropical húmedo bajo ordenación natural es mayor que lo que indicaría solamente el análisis financiero. Pero falta saber cuanto mayor resultaría y si sería bastante elevado para compensar sus resultados relativamente ineficaces en lo financiero, comparados con otras alternativas.

Los principios son igualmente claros en lo referente a la validez del criterio financiero para determinar las implicaciones económicas de la ordenación natural. En la actualidad se acepta generalmente que una evaluación, desde el punto de vista de la organización responsable, es probable que sea sólo parcialmente cierta desde el punto de vista de la sociedad. El problema consiste entonces en idear un criterio de beneficio social neto que estratifique los usos alternativos de los terrenos forestales y sus recursos en forma tan clara como los criterios financieros lo logran aparentemente en los análisis financieros, de alcance más limitado.

Aparte el hecho de que todos los criterios financieros no están tan bien definidos y precisos, la aplicación del concepto del criterio social lleva consigo en la práctica un gran número de dificultades. El problema tiende a manejarse, en el análisis del beneficio-costo social, por procedimientos de flujo dinerario descontado, modificados en la medida en que se incluye una gama más amplia de partidas en la lista de beneficios y costos, anotándose éstos como precios sociales (precios sombra) y no como precios de mercado, y que el descuento se hace utilizando una tasa de descuento social. La relación entre la suma descontada socialmente de beneficios y costos evaluados socialmente, se expresa entonces en proporciones del valor actual neto con un criterio similar al de la tasa de rentabilidad financiera.

El cálculo de una evaluación social de la dasonomía tropical húmeda sería, pues, una materia bastante fácil, si:

1. existiera una lista definitiva de beneficios y costos relativos a las diversas alternativas posibles;
2. aquellos beneficios y costos estuvieran o pudieran ser cuantificados;
3. existiese una serie aceptada de precios sombra para las diversas partidas de la lista;
4. hubiese un valor aceptado para la tasa de descuento social;
5. el criterio del valor neto actual fuera el apropiado para basar en él la elección.

Desgraciadamente, una evaluación social de los bosques tropicales húmedos falla en la mayoría de estos puntos. La casi imposibilidad, dados los actuales conocimientos, de determinar los valores relativos, sociales o de otra índole, de los productos no comerciales de los bosques tropicales húmedos bajo sistemas alternativos de ordenación proviene principalmente de la falta de datos referentes a las dos primeras exigencias. Pero, incluso si se pudieran vencer esos defectos, ano serían aplicables las otras condiciones. El acuerdo sobre precios sombra incluiría, posiblemente, la tasa de descuento social, que es solamente un caso especial de fijación de precios sombra. Pero la gama de opiniones autorizadas sobre el nivel apropiado de la tasa de descuento social sugiere en sí que cualquier acuerdo de esta naturaleza está aún muy lejano. En consecuencia, las posibilidades de hacer una evaluación social definitiva de los bosques tropicales húmedos sujetos a ordenación natural son, por el momento, extremadamente limitadas. Pero esto no significa que, a falta de ello, deba adoptarse el estrecho análisis financiero.

¿cuánto perdería realmente la sociedad por la extinción de otra especie, al destruir su hábitat? Esta y otras preguntas similares casi no tienen contestación, pero son la esencia de la evaluación social

En lo que se refiere a la ordenación natural del bosque tropical húmedo, una baja tasa de descuento social que, incidentalmente, tiene muchos partidarios y adversarios, además de un mayor valor para los productos no comerciales atribuidos a la ordenación natural, mejoraría sin duda sus resultados económicos en comparación con otras alternativas. Sin embargo los valores adicionales atribuidos tendrían que ser muy importantes y la tasa de descuento adoptada muy reducida para que la mejora del beneficio social neto fuese suficientemente grande para compensar el déficit relativo en la viabilidad comercial. Ninguno de ellos está más allá de los dominios de la posibilidad, pero debe admitirse que no parecen ser muy probables.

Pero quizás la reserva más importante en cuanto a evaluación del beneficio-costo social de la ordenación natural del bosque tropical húmedo no proceda de la imposibilidad de realizarla, sino de su limitación. La reducción de todos los valores a términos monetarios y la evaluación con el criterio de la tasa monetaria de rentabilidad no es, en principio, más que una ampliación del criterio financiero en las evaluaciones comerciales. El enfoque parece ser dudoso al menos en dos aspectos. El primero es más bien filosófico y pone en duda la validez de «un enfoque de la vida basado en el principio de utilizar unidades monetarias como denominador común de todo lo que es importante en la vida humana» (Gross, 1966), o ridiculiza «esta proyección de todas las instituciones y prácticas sociales sobre la lógica comercial del intercambio» (Hunt y Schwartz, 1972). El segundo aspecto es de tipo más técnico y pone en duda la validez de un solo criterio para evaluar opciones sociales. Es lógico, indudablemente, que la rentabilidad financiera, independientemente de cómo se calcule, no es el único objetivo de la política social, o incluso comercial. Algunos creen aparentemente que, como medida de la eficacia en la utilización de recursos, debería ser el principal, si no el único criterio válido. Persiste el hecho de que la eficacia se relega con frecuencia deliberadamente en favor de otros objetivos. Cualquier evaluación completa de los sistemas de ordenación para bosques tropicales húmedos debe, por lo tanto, no sólo tener en cuenta los valores sociales, sino calcularlos también en relación con todos los objetivos sociales.

Puede que la principal debilidad de las actuales técnicas de evaluación social cuantitativa resida realmente en este último aspecto. Fundamentalmente el problema de la ordenación natural de los bosques tropicales húmedos, en relación con el bienestar humano, es un problema social, del cual es parte la economía, pero solamente una parte. Las relaciones sociales asociadas con las diversas formas o niveles de utilización del bosque tropical húmedo son tan complejas, de tan gran variedad y tan frágiles como la biología del mismo ecosistema (Tosi y Voertman, 1964). Ciertamente, en el actual nivel de conocimientos, no pueden ser incorporadas en un solo índice de valor cuantificado.

Del modelo de planificación del desarrollo forestal de Malasia puede deducirse la limitada perspectiva de un solo criterio (FAO, 1972, 1974). A fin de determinar la repercusión de un gran número de estrategias posibles para el uso de la tierra y la ordenación forestal en Malasia Peninsular, se calcularon los efectos sobre la base de un cierto número de criterios económicos y sociales, que se consideraron pertinentes. Aunque en el análisis se dio el mismo peso a los criterios, distintas ponderaciones llevarían, como señala el informe, a distintas clasificaciones de una serie de estrategias alternativas. Lo importante es que la escala de ponderaciones en un momento dado refleja una clasificación de prioridades más política que económica.

En realidad, probablemente hay varios criterios pertinentes en cualquier situación de tomar decisiones y es probable que los mismos criterios y sus ponderaciones varíen con el tiempo. Parece casi ridículo seleccionar un criterio como válido y dominante para todo tiempo y en todo lugar. Pero esto es lo que en la actualidad hacen las técnicas de análisis del beneficio-costo social.

Así, aunque no puede haber duda de que el análisis beneficio-costo social representa conceptualmente un avance notable en la evaluación económica de las opciones de utilización de los recursos, en la práctica deja todavía algunos vacíos graves. Tal como están las cosas, ni los datos ni las técnicas analíticas proporcionan una base suficientemente fuerte para desechar abiertamente la ordenación natural de los bosques tropicales húmedos, o para apoyarla sinceramente como una proposición económica.

Las consecuencias para la ordenación natural de los bosques tropicales húmedos de considerar los aspectos económicos dependen, en primer lugar, de lo que se entiende por ordenación natural. Suponiendo que la ordenación natural signifique la utilización de bosques tropicales húmedos por su madera y otros productos, de forma que la estructura ecológica inicial se perpetúe sin cambios drásticos o permanentes, las consecuencias dependen entonces de si la ordenación natural es posible física o ecológicamente. Si no lo es, las consecuencias económicas son en tal caso las que resultan de la desaparición de los bosques tropicales húmedos a medida que se utilizan, o de su reserva contra la utilización, a fin de evitar su desaparición. Por el contrario, si es posible la ordenación natural, entonces las consecuencias económicas son las resultantes de decidir si vale la pena, o podría hacerse que valiera lo suficiente, el ordenar los bosques tropicales húmedos mediante sistemas naturales.

... la mayoría de las escalas de precios existentes para la madera en pie no reflejan adecuadamente la gama de valores de usos finales. En conjunto, probablemente son demasiado bajos para las mejores calidades, relativamente demasiado altos para las especies y calidades menos aceptadas, y generalmente lentos para responder a los cambios en los niveles y valores relativos del mercado

Si la ordenación natural es, en general, ecológicamente imposible, como sospechan hoy algunos ecólogos, o tan difícil que no vale la pena intentarla, como muchos forestales tropicales piensan aparentemente en la actualidad, en tal caso los bosques tropicales húmedos continuarán sin duda desapareciendo. En las condiciones actuales, su reserva en gran escala, sin utilización comercial o sin conversión a la agricultura, simplemente para preservarlos como un ecosistema principal, difícilmente es una opción seria. Porque, para serlo, las perspectivas económicas de la mayor parte de la población de los países donde se da la mayoría de tales bosques tendrían que mejorar con mucha más fuerza y rapidez de lo que parecen sugerir los indicios actuales. Y, para que sucediera esto, tendría que producirse un cambio casi inconcebible de actitud respecto a la redistribución internacional de los ingresos.

Las únicas consecuencias importantes de que la ordenación natural de los bosques tropicales húmedos sea fundamental o prácticamente imposible son, por lo tanto, las derivadas de su eventual desaparición. Una de las consecuencias mas perjudiciales potencialmente sería el desequilibrio climático global o regional consiguiente a la desaparición de grandes zonas de bosques tropicales húmedos en el Amazonas, Africa y sudeste de Asia. Aunque tal posibilidad se argumentó con bastante fuerza hace algunos años (Richards, 1952; Dawkins, 1958), el deterioro climático global parece estar ahora descartado como factor que justifique el tipo de acción universal necesaria para detener la destrucción de los bosques tropicales. Es suficientemente lógico que algo habría perdido la humanidad, en su conjunto, por la reducción o extinción de los muchos sistemas biológicos complejos que constituyen los bosques tropicales húmedos. Es más bien difícil especificar con exactitud lo que se perdería y es casi desconocido lo que representaría. Es indudable también que se produciría una pérdida psíquica para muy poca gente debido a la desaparición, en los mercados mundiales, de algunas maderas especializadas. Pero es una incógnita para cualquiera el saber lo que todo ello representaría en conjunto. La justificación para conservar los bosques tropicales húmedos, si no se pudieran ordenar como tales, depende por lo tanto de dudas sobre el futuro, que son demasiado especulativas, si se comparan con la urgencia de las demandas actuales, privadas y públicas, sobre la presencia de tales bosques. La incertidumbre puede indicar la necesidad de precaución, pero no tiene fuerza suficiente para justificar su detención en los países donde están localizados los recursos, o el crear condiciones que hicieran posible tal detención.

La falta de información que impide la acción para preservar los bosques tropicales húmedos, si son un recurso no renovable, obstaculiza aún más la acción para justificar su ordenación como bosques naturales, si son realmente renovables. Para empezar, no se cuenta con ninguna seguridad sobre cómo restablecer naturalmente la mayoría de los tipos de bosque tropical húmedo, después de los aprovechamientos o simultáneamente con ellos (Catinot, 1974; Nwoboshi, 1975). Incluso si no fuese así, la falta de conocimientos sobre la dinámica de las masas en bosques tropicales naturales, ordenados o sin ordenar, reduce virtualmente los tratamientos silvícolas, destinados a mantener la productividad sin considerar su incremento, a un acto exclusivamente de fe. Pero sólo mediante el aumento de productividad los bosques tropicales húmedos podrían competir, en general, con las otras alternativas resultantes de las presiones crecientes por tierras y recursos. Afortunadamente, el camino para el aumento de la productividad no se limita a las soluciones para los problemas biológicos de la ordenación de bosques tropicales húmedos. La utilización creciente de especies secundarias produciría un aumento automático e importante de la producción tanto de las masas actuales como de las futuras. Los reajustes que elevasen los precios de la madera en pie de las especies actualmente preferidas y de fácil mercadeo, en relación con las especies menos preferidas y difíciles de comercializar, podrían dar un aumento importante al valor de la producción. Tales medidas económicas posiblemente ofrecen un mayor campo para lograr un aumento en la productividad en valor que los actuales enfoques biológicos, y lo lograrían con mucha menos incertidumbre y a un costo de inversión considerablemente inferior. También es importante que no implican el esperar a resolver los problemas de la biología del desarrollo de la masa. Pero implican un conocimiento de los mercados y del mercadeo, especialmente en países extranjeros, y una capacidad en negocios y una conducta que, con frecuencia, sobrepasan los conocimientos de los forestales tropicales en general.

Al mismo tiempo, desde el punto de vista biológico existe un cierto motivo para mejorar la relación entre producto e insumo mediante reducciones en el costo de la ordenación. Este no es un campo prometedor, a menos que la masa actual, cuando sea aprovechada, pueda utilizarse mucho más intensamente. incluso entonces, es difícil vislumbrar una mejora en los resultados económicos como consecuencia de medidas de reducción de costos que tengan entidad suficiente para producir un efecto realmente importante. El problema es que el principal factor que afecta a la relación valor-costo es la tasa de interés, y cualquier motivo para la aplicación de una tasa de interés especialmente baja en las inversiones forestales es probable que sea general para toda la dasonomía, en lugar de serlo sólo en forma específica para los sistemas de ordenación natural. Una tasa menor ayudaría a mejorar el resultado económico relativo de la ordenación natural, pero necesitaría ser muy baja y estar combinada con una reducción sustancial en los períodos de rotación para que produjese una repercusión importante en la diferencia existente entre la ordenación natural y sus competidoras.

las mejores razones para no abandonar por completo la ordenación natural de los bosques tropicales húmedos residen en la seguridad que proporciona, frente a la posibilidad evidente, de que podrían ser un error las decisiones basadas en que se trata de una proposición antieconómica

Pero no hay duda de que es posible alguna mejora general en los resultados económicos de la ordenación natural de los bosques tropicales húmedos. Es difícil imaginar que el máximo posible en silvicultura o en mercadeo produzca una mejora suficientemente grande en los resultados de la ordenación natural, en comparación con lo que podrían lograr otras formas de uso de la tierra con los mismos recursos, para que se convirtiese en una alternativa justificada. Hay, sin embargo, una calificación muy importante a tal observación, la cual es válida solamente mientras los resultados se midan en base a la producción comercial, valorada desde el punto de vista de la organización responsable de los bosques. Pero tal forma de evaluar las alternativas puede ser engañosa si no es completamente errónea. Tiende, por ejemplo, a dejar de lado muchas cosas y a enfocar de un modo demasiado limitado los efectos y su importancia. Sin embargo, una vez que se hace un intento para extender las consecuencias económicas de la ordenación natural a un nivel social, las imperfecciones de los datos correspondientes a la vertiente de la producción de madera se mezclan enormemente con las imperfecciones de los datos de la otra vertiente, ambiental y social. Una evaluación que fuera algo especulativa, pero al menos bastante definida, podría reemplazarse por otra mucho más especulativa y sin definir claramente. Por último, una evaluación social de la ordenación natural de bosques tropicales húmedos podría demostrar si es o no una alternativa viable frente a la agricultura o las plantaciones, de acuerdo con la respuesta que se desee. En tales circunstancias, el análisis financiero puede ser una orientación equivocada para decidir, pero el análisis social no podría ser una orientación; es difícil decir lo que es peor.

En parte, las dificultades siguen la línea de los datos; éstos no son, evidentemente, lo bastante buenos para proporcionar relaciones definitivas beneficio-costo. Pero una gran parte de la dificultad estriba también en las técnicas de análisis de decisiones. Estas son demasiado limitadas en cuanto a la gama de intereses que consideran, o demasiado arbitrarias en sus procedimientos de evaluación, o demasiado limitadas en cuando a la gama de objetivos que incluyen en sus criterios para proporcionar relaciones definitivas beneficio-costo. Pero el principal problema estriba en la inseguridad en el futuro. Ningún análisis basado en lo que ahora se sabe acerca del futuro puede ser nunca definitivo. Los forestales tropicales, como los de casi todas partes, están forzados a mirar demasiado lejos hacia el futuro para poder estar tan seguros respecto a sus suposiciones que pueden ser dogmáticos en cuanto a sus decisiones. Algunos de los argumentos más fuertes en favor de la ordenación natural de bosques tropicales se apoyan, por tanto, en la debilidad conceptual de las razones existentes contra ella.

Las mejores razones para no abandonar por completo la ordenación natural de los bosques tropicales húmedos residen, por tanto, en la seguridad que proporciona frente a la posibilidad evidente de que podrían ser un error las decisiones basadas en que se trata de una proposición antieconómica.

Véase Bibliografía en capitulo "Referencias bibliográficas del artículo"


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