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Historia de una fábrica de pasta y papel en Sudamérica

Gustavo Gómez

GUSTAVO GÓMEZ es el Presidente de la empresa Cartón de Colombia. El presente articulo es una adaptación de un trabajo presentado a la Consulta de expertos de la FAO sobre la oferta, la demanda y el comercio de pasta y papel en el mundo, celebrada en Túnez en septiembre de 1977.

Para tratar de las perspectivas que se ofrecen para la inversión en la industria de la pasta y el papel, tenemos evidentemente que empezar por tratar de las perspectivas en cuanto a la disponibilidad de capital. Ciertamente, estas perspectivas no son, a primera vista, especialmente favorables. Todo el mundo, tanto el mundo en desarrollo como el ya desarrollado, ha entrado en un periodo de grave escasez de capital. Esto ha impedido emprender proyectos de inversión, salvo los de base más sólida.

A mi juicio, el único medio práctico para la formación de capital en los países en desarrollo, en los años venideros, consiste en crear asociaciones de trabajo pragmáticas, basadas en la recíproca satisfacción de necesidades y metas complementarias. Estas asociaciones tendrán su máxima eficacia cuando estén compuestas de varias entidades importantes muy diferentes: en primer lugar, un organismo de inversionistas privados nacionales del país en el que ha de crearse el proyecto, y cuyos intereses comerciales han de beneficiarse del feliz desarrollo del proyecto; en segundo lugar, el gobierno de dicho país que, o bien aportará capital «generador» temporal, o creará un ambiente económico positivo; en tercer lugar, un inversionista sustancial del sector privado de uno o más países desarrollados, que probablemente, pero no necesariamente, será un productor internacional de papel o una importante institución de financiación; y, por último, uno de los organismos de desarrollo mundial o regional, como, por ejemplo, el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo, que tienen carácter paraestatal, pero que, en muchos aspectos, funcionan como un inversionista privado. Estas asociaciones pueden lograrse bien sea por medio de una participación en el capital social, o financiación de la deuda, o gracias a las diversas formas de incentivo para la inversión de que disponen los organismos oficiales.

Dados los factores preponderantes de la inflación y de la escasez de capital, se comprende que las perspectivas no son alentadoras para la inversión en el sector privado por parte de los hombres de negocios del país en el que ha de situarse el proyecto, especialmente cuando el mercado local de capital es flojo, como puede ocurrir. Prácticamente, hay que suponer que sus objetivos personales se lograrán mejor mediante inversiones líquidas en instrumentos financieros garantizados a tipos de interés inflacionados.

Pero en muchos países en desarrollo existen inversionistas con motivos de utilidad viables para invertir capital en el desarrollo de su propio país. Entre éstos figuran las empresas de transformación del papel, que actualmente importan el papel que necesitan, así como los clientes locales consumidores de productos papeleros transformados, que prácticamente están directamente interesados en la creación de una fuente permanente de abastecimiento interno asegurado.

Para este tipo de inversionistas, el rendimiento de la inversión puede calcularse no sólo sobre la base de la tasa de rendimiento financiero, sino en términos de liberación de la dependencia de los caprichos del comercio de importación, que, con frecuencia, se amolda más para satisfacer las necesidades del exportador que las del importador.

Otro tipo de inversionista asequible son ciertas instituciones financieras, tales como las compañías de seguros y los bancos para el desarrollo, cuyos objetivos suelen ser de inversión a largo plazo.

Mi teoría es que, incluso en una zona de recursos escasos y costosos de capital, es posible invertir en capacidad primaria de producción de pasta y papel en los países en desarrollo cuando pueda proyectarse un mercado interior garantizado; cuando se pueda establecer una asociación entre los inversionistas con objetivos y móviles verdaderamente complementarios, que se traduzca en una organización de sólida base financiera y un balance moderado y bien estructurado y se cuente con recursos humanos suficientes.

A mi juicio, el mercado más sólido y seguro para justificar una inversión de capital es una economía nacional en crecimiento en la cual los productos papeleros, en forma de calidades de embalaje o de imprenta y escritorio, hayan ya empezado a establecerse como parte integrante de la economía de la nación.

Este argumento puede basarse en cualquiera de dos series de circunstancias. En el país se han dado ya los primeros pasos para crear una industria nacional de transformación del papel, que satisface sus necesidades de materia prima mediante costosas importaciones. O puede que, virtualmente, no exista una industria nacional de transformación y que las necesidades del consumidor se satisfagan mediante importaciones costosas de productos papeleros acabados.

En el primer caso, cuando existe un comienzo de industria de transformación, el proyecto puede iniciarse con el desarrollo de una fábrica de papel y con una base de materia prima de apoyo. O, cuando no existe en absoluto una industria nacional, la primera inversión puede hacerse en medios de transformación, y luego en la creación de la fábrica y de la base de materia prima.

No obstante, en uno y otro caso se cumple un principio vitalmente importante: el proyecto se orienta fundamentalmente al mercado interior. Esto constituye la base más viable para iniciar toda industria de la pasta y el papel en un país en desarrollo. La nueva industria se convierte en elemento integrante de la estructura económica y refuerza el crecimiento orgánico de la economía interior, creando una nueva clase tecnológica y empresarial. En el caso del material de embalaje, que mi empresa fabrica, la nueva industria sienta la base de un sistema moderno de distribución, estableciendo el vinculo esencial entre productores y consumidores, y permitiendo indefinidamente una expansión de la economía en cuanto al alcance, variedad y disponibilidad de los productos que se ofrecen en el mercado nacional.

Y, naturalmente, una industria nacional reduce la dependencia de los caprichos del comercio de importación y reporta beneficios sociales y económicos duraderos en términos de una mayor base de renta y cifra de negocios del proveedor.

Una industria en crecimiento en una economía en desarrollo debe ser implacablemente realista en la proyección de la demanda del mercado.

Una advertencia: para que, a la larga, la inversión inicial resulte sólida, tiene que ser proporcional al mercado, modesta en su intención y responder a la demanda inmediatamente previsible, pero ampliable para satisfacer las necesidades futuras. De esta forma, una proporción importante del capital necesario para el desarrollo de la empresa puede aportarse mediante utilidades no distribuidas y amortización. Si bien éste es el medio más racional de inversión y el que exige menor cantidad de capital exterior y ofrece mayores posibilidades de solidez financiera a largo plazo, exige, en cambio, socios inversionistas cuyos propios objetivos sean compatibles con un bajo desembolso inicial y una política incesantemente agresiva de reinversión de los beneficios durante los primeros años del proyecto.

En 1944, año en que se creó la empresa Cartón de Colombia, no existía en el país una industria integrada de embalajes de papel y cartón. Había algunos pequeños fabricantes de bolsas de papel y de papeles de escritorio y también una cierta producción rudimentaria de cartones plegadizos que utilizaban materia prima importada. La Container Corporation de América exportaba algunos recipientes acabados de cartón acanalado y cierta cantidad de cartón para cajerío destinado a los fabricantes colombianos, pero en Colombia se utilizaban sobre todo embalajes de madera. Sin embargo, la economía del país era sólida y estaba en crecimiento y, al parecer, se hallaba a punto de lograr un mayor desarrollo, en cuanto el mundo pudiera desviar sus energías de la Segunda Guerra Mundial.

Al mismo tiempo, algunos dirigentes estadounidenses se preocupaban de que los elevados niveles de producción de todo tipo de productos industriales, generados por la economía de guerra, dieran por resultado un exceso de capacidad de producción y provocaran una depresión parecida a la que siguió a la Primera Guerra Mundial. Por este motivo, se trató de planificar el movimiento de cierta capacidad de producción y del capital de inversión asociado, encauzándolo hacia los mercados tradicionales de exportación.

Fue en este ambiente que Walter P. Paepcke, fundador y Presidente de la Container Corporation de América, empezó a explorar la posibilidad de crear una empresa cooperativa de embalaje en América Latina. Pronto se dio cuenta de que un grupo de clientes de las exportaciones de la Container en Colombia tenían interés en crear una industria papelera local y buscaban la participación de la Container. Se dio cuenta de que Colombia ofrecía perspectivas atractivas para el mercado futuro.

La propuesta del Sr. Paepcke a estos inversionistas era revolucionaria en aquellos días en que el mundo todavía se hallaba, de facto, bajo la garra del colonialismo. Sugirió una asociación por partes iguales, en la cual la Container Corporation aportaría el 50% del capital inicial y los inversionistas colombianos el otro 50%. Merece tal vez la pena subrayar que este tipo de asociación sigue siendo, 34 años después, la meta de los países del Pacto Andino. Acompañaba al acuerdo oficial un entendimiento de que la Container facilitaría capacitación oficial en métodos empresariales, financiación y pericia tecnológica, ya que se observó que existían recursos humanos abundantes y calificados. El grupo colombiano adaptaría estas especializaciones al medio ambiente colombiano y se ocuparía de satisfacer las necesidades jurídicas, de mano de obra y sociales de la empresa.

De conformidad con los principios mencionados anteriormente, el grupo de inversionistas colombianos se hallaba compuesto en gran parte por industriales transformadores y usuarios locales de papel, algunos de los cuales eran clientes de las exportaciones de la Container. Tenían sumo interés en crear un suministro local garantizado de papel y aportaron a la asociación un profundo conocimiento del mercado local.

Por su parte, el Gobierno de Colombia acogió con sumo agrado las inversiones extranjeras. No había restricciones para el intercambio o comercio y, para todo fin práctico, los dividendos sociales se hallaban exentos de impuestos. De esta forma, aunque el gobierno, en dicha época, no era socio efectivo de la empresa, contribuyó creando un clima propicio para la formación de capital privado y la inversión en nuevas industrias de origen extranjero y local.

Y, por último, tomando en cuenta la realidad de una economía en desarrollo de dimensiones moderadas, la inversión inicial se mantuvo reducida. Por este motivo, durante los primeros años, e incluso ahora, la sociedad Cartón aprovechó firmemente la disponibilidad de equipo de segunda mano procedente de Norteamérica y de otros países de economía desarrollada. Al mismo tiempo, la compañía y sus inversionistas se aseguraron de que las utilidades se retenían en la empresa para financiar el desarrollo. Esta política moderada fue posible porque el interés de los socios se concentraba en el desarrollo a largo plazo de una industria colombiana de la pasta y el papel, que sólo exigía una inversión de capital mínima y ningún gasto superfluo.

Aunque las decisiones tomadas para crear y organizar la Cartón de Colombia correspondieron a empresarios e inversionistas sin la menor experiencia en negocios internacionales, y no obedeció a ningún plan preconcebido, todas las condiciones previas, que he especificado para que una empresa de este tipo tenga éxito hoy día, concurrieron entonces.

En primer lugar, se disponía en la economía interna de un mercado garantizado para los productos papeleros. Era evidente que, a medida que la compañía creciera, se integraría en la economía colombiana que progresaba con el desarrollo de la nación. Una mayoría de los inversionistas colombianos perseguía objetivos y motivaciones personales coincidentes con las del inversionista extranjero, y estaba en condiciones de aportar el tan necesario conocimiento del mercado local. Por su parte, la compañía Container estaba en condiciones de transferir a los colombianos los conocimientos empresariales y técnicos de que se carecía en Colombia en dicha época, y, por último, todos los socios convenían en que la nueva empresa debía empezar con una modesta inversión de capital y financiar la expansión, en la medida de lo posible, gracias a la generación interior de fondos.

Tal vez el principal escollo para una empresa en desarrollo surge en el momento en que se consigue algún éxito inicial, y los inversionistas y administradores perciben nuevas e importantes oportunidades casi al alcance de su mano. La tentación de ir demasiado lejos y demasiado pronto es a veces irresistible, y nuestra compañía no ha sido una excepción.

Colombia tenía, desde 1939, un productor de bolsas de papel de varias capas que satisfacía las necesidades de embalaje de las industrias del azúcar y del cemento, y que utilizaba como materia prima papel de importación. Un decenio más tarde estas dos industrias clientes se hallaban en rápido crecimiento, y lo mismo sucedió con sus necesidades de embalaje de papel. Un grupo de los accionistas de la Cartón, entre los que figuraban algunos que eran también inversionistas en la creciente industria del cemento, creían firmemente que la compañía debía participar en la producción de bolsas de varias capas y construir una fábrica de papel kraft para producir papel kraft en el país. En dicha época, la guerra de Corea se hallaba en su punto culminante, el mercado mundial de productos papeleros era sumamente restringido y los precios subían rápidamente.

La Cartón, mientras tanto, perseguía su política determinada de retener todas las utilidades en la nueva empresa y su situación financiera era sólida. Por consiguiente, no se tropezó con problemas para la construcción de una fábrica de bolsas de capa múltiple, que empezó a funcionar con éxito en 1950. En este espíritu de optimismo, también adelantaron los planes para la construcción de la primera fábrica de papel kraft del país. Sin embargo, no fue fácil llegar a esta decisión.

En una economía de tiempo de guerra, resultaba difícil encontrar la maquinaria adecuada para la nueva fábrica, especialmente debido a que la capacidad inicial de producción proyectada era bastante pequeña. Sin embargo, al parecer, la fortuna siguió sonriendo a nuestra joven empresa, y descubrimos que se hallaba disponible una máquina papelera construida para una compañía norteamericana que estaba atravesando un momento financiero difícil. El hecho de que la capacidad proyectada de esta máquina excedía con mucho los requisitos calculados de la economía colombiana en dicha época, se consideró otra ventaja, dada la escasez mundial de papeles que habla entonces. Al mismo tiempo, disponíamos, según creíamos, de una clientela asegurada para las bolsas de papel que produciría la nueva máquina, y preparamos planes para adaptar la máquina a la producción de forro kraft y de medio ondulado, siguiendo la teoría de desarrollar firmes mercados interiores.

El peligro mayor de una empresa en crecimiento sobreviene cuando se comienzan a obtener buenos resultados... A menudo es irresistible la tentación de avanzar demasiado, y muy pronto.

Sin embargo, en nuestro entusiasmo, hicimos caso omiso de algunos de los principios a los cuales debíamos nuestros primeros éxitos. Nos embarcamos en una gran inversión que excedía de nuestros medios, que no podía financiarse con fondos generados internamente, y para la cual no se disponía de capital fresco de los inversionistas originales, por lo que necesariamente se debilitaba nuestra hoja de balance.

Iniciamos el proyecto sin contar con un mercado interior garantizado, confiando en supuestos que no se confirmaron, acerca de nuestra capacidad de expansión en el mercado interno más allá del concepto original de una fábrica productora de bolsas de papel, articulo para el cual existía demanda. Por último, nuestro socio extranjero, la Container Corporation de América no tenía experiencia en la producción de bolsas de papel y, por ello, no podía ofrecernos la ayuda técnica que tan importante función desempeñó en nuestros logros primeros. Esto se convirtió en un problema vital.

No obstante, procedimos a la inversión, financiando el 40% con fondos generados internamente y el 60% con préstamos bancarios a corto plazo dentro de Colombia. Esto era contrario al principio de que la financiación de todo proyecto de capital, en circunstancias normales, debe ser aproximadamente proporcional al periodo previsto de desembolsos del proyecto.

La fábrica se completó a últimos de 1952, y entonces empezaron nuestras dificultades. La demanda inicial era sólo del 12% de la capacidad instalada, lo que hacia imposible un funcionamiento eficaz. Aun cuando utilizábamos exclusivamente pastas de importación, la calidad de nuestro papel era muy mala, debido a la falta de conocimientos técnicos, y el rechazo de nuestras bolsas aumentó a un ritmo alarmante.

En dicha época, terminó la guerra de Corea y con ella la escasez mundial de papel. Enfrentados con la mala calidad de nuestro papel y la repentina disponibilidad de papeles de saquerío de importación, los clientes que nos habían asegurado que trabajarían con nosotros nos abandonaron rápidamente en favor de la empresa competidora, que utilizaba papeles importados de gran calidad. Este regreso a las bolsas de importación se vio acelerado por el alza de los precios del caté, que hizo aumentar las reservas de divisas de Colombia y facilitó las importaciones.

Durante este periodo, como resultado de nuestro anterior optimismo, tuvimos que hacer frente a la necesidad de reembolsar nuestros elevados préstamos a corto plazo, mientras el proyecto perdía dinero. Si pudimos sobrevivir como compañía fue únicamente a causa de la solidez de nuestra estructura humana y financiera original, que nos permitió dedicar todas las energías y ganancias de nuestras otras actividades, en apoyo de nuestra fábrica de kraft, durante un período de por lo menos 4 años. Se trata de una opción que tal vez no sea asequible a las futuras empresas de los países en desarrollo y que ciertamente contuvo nuestro crecimiento durante los años centrales del decenio de 1950-59.

Nuestros esfuerzos para conseguir que el gobierno nos ayudara elevando los aranceles de importación, para que nos protegieran eficazmente contra los papeles extranjeros, no tuvieron éxito y nos vimos envueltos en una despiadada competencia de precios, con el fin de poder aumentar el volumen de ventas de la fábrica. Durante ese periodo trabajábamos también intensamente para resolver nuestros problemas técnicos, pero la fábrica no empezó a funcionar verdaderamente bien hasta 1956, cuando una nueva crisis de divisas extranjeras obligó al Gobierno colombiano a prohibir las importaciones.

A la larga, nuestro optimismo inicial acerca de este proyecto se justificó y, hoy día, los sacos de papel y las bolsas de varias capas figuran entre los artículos más rentables que producimos. Hoy día Colombia necesita estos sacos y casi todos los suministros agrícolas del país se transportan en estos envases adaptables. Sin embargo, hay que admitir que hemos tenido simplemente mucha suerte. Eran muchas las posibilidades de que los errores en que incurrimos en la evaluación de este proyecto pudieran hacer fracasar la empresa, e incluso la retribución que eventualmente se obtuvo no justificaba los riesgos corridos a mediados de los años cincuenta.

En breve, lo que quiero decirles es que toda industria en crecimiento en una economía en desarrollo tiene que ser despiadadamente realista en la proyección de la demanda del mercado. Si hacemos un análisis de sensibilidad realmente válido de una inversión inminente, nos indicará que el peor resultado posible se convertirá muy probablemente en una realidad futura.

Los supuestos tienen que fundarse en una evaluación meditada de la evolución del mercado a largo plazo. También hay que estar seguros de poder contar con los adecuados especialistas en tecnología y mercadeo antes de penetrar en el mercado, especialmente si nuestro producto ha de competir, hasta cierto punto, con las importaciones procedentes de países más desarrollados. Además, hay que comprender bien el clima financiero a largo plazo del proyecto. Incluso si el proyecto es rentable en el país, esta ventaja puede quedar anulada si las condiciones financieras son poco atractivas, como en nuestra experiencia hemos podido comprobar cuando el 60% de la inversión quedó sin saldar al cabo de un año.

Cartón de Colombia, S.A.

Cali
Presidente: GUSTAVO GÓMEZ
Director de la fábrica: Gabriel Vázquez
Director técnico: Gustavo Calle
Administrador de la fábrica de pasta: Víctor Giraldo

PAPEL

Cilindro: 210 cm & 215 cm
Fourdriniers: dos, 395 cm

MÁQUINAS PRINCIPALES DE PASTA

Seis digestores tipo discontinuo, un digestor continuo

PRODUCTOS

Papel para saquerío; medio ondulado; estucado; cartón plegable para cajerío; cartón para forro kraft; kraft sin vidriar, sin blanquear; pulpa semiquímica (N.S.S.C.); pasta sin blanquear al sulfato

PRODUCCIÓN ANUAL

Papel y cartón:
173 000 toneladas
Pasta: 95 000 toneladas

Aunque a primera vista puede parecer demasiado simplista, creo que es evidente que los errores que acabamos de analizar demuestran la validez de algunas de las conclusiones a que llegamos en este informe en lo tocante a inversión de capital.

Durante los últimos años del decenio 1950-59, tuvimos otra experiencia casi desastrosa, que demostró la necesidad de elegir a los socios para un proyecto de desarrollo de capital con vistas a una compatibilidad a largo plazo de sus objetivos de inversión con los del propio proyecto.

La mayoría de nuestros inversionistas colombianos eran clientes de productos de la Cartón, y estaban plenamente de acuerdo con nuestra decisión de no distribuir todas las utilidades para financiar con ellas el crecimiento de la empresa. Su principal interés no era una utilidad financiera inmediata, sino el desarrollo de una sólida industria del cartón de embalaje como parte vital de la economía colombiana. Evidentemente, éste es el tipo de socios que hacen falta para el éxito del tipo de inversión de capital en una industria papelera como la que aquí tratamos.

Sin embargo, más o menos el 15% de nuestros inversionistas iniciales no tenía la menor relación con nuestra empresa y lo que les atraía, cosa normal, era el deseo de lograr pronto utilidades. Como reacción a la presión de este grupo, algunos años después de organizada la compañía se decidió pagar un pequeño dividendo, pero era claro que la política financiera de la compañía seguiría orientándose hacia el crecimiento, y los inversionistas disidentes decidieron vender sus acciones. Sin embargo, resultó imposible encontrar nuevos inversionistas colombianos que compartiesen nuestra actitud moderada de reinvertir las ganancias. A este respecto, tuvimos la fortuna de que nuestro socio extranjero, la Container Corporation, y algunos accionistas conexos estuvieron dispuestos a volver a comprar dichas acciones, con el resultado de que la propiedad de la compañía es hoy día un 34% colombiana y un 66% extranjera.

Sin embargo, no es probable que una nueva empresa pueda contar con un apoyo de este tipo por parte de uno de sus socios en el futuro. Lo más probable es que toda divergencia entre los intereses de los socios tenga graves consecuencias para la empresa.

Como los mercados de capital en los países en desarrollo son insuficientes e imperfectos, resulta difícil depender de inversiones importantes en acciones por parte de inversionistas locales, y es necesario considerar al gobierno como socio potencial en el proyecto de capital planeado, especialmente en las fases iniciales del desarrollo.

Con frecuencia, los gobiernos tienen motivaciones sociales para participar en las inversiones y esto los hace socios convenientes y complementarios para la inversión. Tenemos una experiencia directa del gobierno como socio en una importante inversión, y a esta asociación se debe mucha de nuestra fuerza actual como compañía independiente.

Lo mismo que ocurre con las empresas papeleras de la mayoría de los países en desarrollo, uno de los principales problemas con que tropezamos para crear una empresa perfectamente integrada fue la falta de un suministro interior de fibras suficiente. Las frondosas tropicales, que abundan en nuestro país, nunca se han transformado en pasta en cantidades comerciales. Esto se debe, en parte, a los centenares de especies diferentes que crecen juntas en el bosque higrofítico mixto. Además, en el país no se dispone de especies indígenas de fibra larga.

INSTRUCCIONES PARA LOS PROVEEDORES DE LA FÁBRICA PULPAPEL - Advertencia: algunas maderas pueden rechazarse a la entrada

El Instituto Colombiano de Desarrollo Industrial ha discutido con la Cartón, desde 1953, la posibilidad de participar en una empresa conjunta en la zona de Magdalena, en Colombia, en un intento de encontrar aprovechamientos productivos para los importantes recursos forestales no utilizados de la nación. Se creó una empresa mixta en la que participan la Cartón, la Container Corporation de América y el Instituto de Desarrollo Industrial, y se iniciaron los estudios de viabilidad.

En 1959, estos estudios se completaron y se vio que hacía falta una inversión de 20 millones de dólares, y las investigaciones y el desarrollo técnico hablan progresado hasta el punto en que, en Cali, tres viejos digestores rotatorios producían al mes 1500 t de pasta de una mezcla de frondosas tropicales.

Sin embargo, como acabamos de recuperarnos de nuestra experiencia casi desastrosa de una inversión excesivamente apresurada en nuestra fábrica de kraft, nos tomamos el tiempo necesario para reevaluar este nuevo proyecto. Esto, junto con algunas dudas persistentes acerca de la disponibilidad de recursos humanos apropiados, así como de las perspectivas del mercado para el proyecto, nos obligó a dar fin a nuestra participación en Magdalena en aquel momento.

Los gobiernos tienen a menudo motivaciones sociales para participar en inversiones. y esto puede convertirlos en convenientes socios inversionistas complementarios.

Pero no disminuyó nuestro interés ni el del gobierno en la conversión en pasta de las frondosas tropicales. Pronto nos embarcamos en un proyecto de fabricación de pasta, algo menos ambicioso, en las proximidades de nuestras fábricas de Cali, utilizando fibras de los bosques higrofíticos adyacentes de la vertiente del Pacífico. En este nuevo proyecto, los mayores costos de la madera se compensaron con creces por la menor inversión de capital necesaria, la existencia de una infraestructura adecuada y la exención de impuestos durante diez años, acordada hace poco por el gobierno a las industrias básicas de reciente creación.

La «Pulpapel» se creó en 1960 como sociedad por acciones entre el Instituto de Desarrollo Industrial, la Container Corporation y la Cartón de Colombia. Durante los últimos 15 años, esta organización ha ido a la avanguardia en el desarrollo de la tecnología necesaria para la conversión de frondosas tropicales mezcladas. Si bien estas fibras no igualan en calidad a las fibras largas de especies coníferas, hemos podido crear una pulpa homogénea utilizable para la producción de las categorías de cartón para embalaje. También se han logrado los objetivos del gobierno y los nuestros en cuanto a crear un recurso nacional de fibra mediante la utilización de las frondosas indígenas.

De acuerdo con la práctica habitual del Instituto, una vez conseguido el éxito de la empresa, sus acciones de la Pulpapel, así como las de la Container, fueron adquiridas por la Cartón.

Una vez que se logró este objetivo y que se creó un beneficio social duradero para la nación, el gobierno pudo volver a emplear estos fondos, invirtiéndolos en otras industrias nuevas, que podían beneficiarse de la asociación con el gobierno.

Por nuestra parte, no es fácil que pudiésemos haber tomado en consideración una inversión inicialmente tan arriesgada si no hubiera sido por la asociación y el apoyo del Gobierno colombiano.

Si bien este último ejemplo demuestra la conveniencia de la asociación con el gobierno en lo que se refiere a la inversión en el capital social de un proyecto, los gobiernos pueden también participar activamente en la creación de una industria por medio de diversos métodos de inversión indirecta y tal vez intangible. Este tipo de «asociación»queda bien ilustrado por otra de nuestras inversiones en Colombia.

La exportación de bananas constituye desde hace mucho tiempo un importante factor del comercio de exportación colombiano, pero los métodos tradicionales de expedición sin embalaje eran antieconómicos. Se ha experimentado el embalaje de las bananas de exportación en cajas de cartón ondulado y se ha visto que se obtenían grandes ahorros en términos de un mayor porcentaje de fruta de mejor calidad entregada al mercado exterior. En 1969, la Cartón construyó una fábrica de cajas de cartón ondulado en Turbo, en el corazón de la región bananera, y esta fábrica ha contribuido en forma importante a una mayor escala de ventas de bananas colombianas en el mercado mundial.

En la decisión para construir esta fábrica influyeron mucho las medidas del gobierno, que había instituido incentivos tributarios favorables al objeto de fomentar las empresas de exportación del país. Cuando se inició el proyecto, el beneficio fiscal consistía en un crédito a cuenta del impuesto sobre la renta, que ascendía al 40% del valor exportado.

Ofreciendo este incentivo, que reducía muchísimo los riesgos de la nueva inversión, el gobierno se convertía, de hecho, en socio de la empresa, aunque su inversión fuera indirecta.

Poco después de que se terminase la fábrica de Turbo, la política del gobierno varió y el incentivo fiscal se redujo al 15% y, aunque todavía resultaba favorable, no lo era en el mismo orden de magnitud.

En estrecha relación con la decisión de construir la fábrica de cajas de cartón ondulado de Turbo figuraba nuestro plan de construir una quinta fábrica de cartón en Barranquilla, en la costa norte. Esta fábrica se proponía suministrar cartón para las cajas destinadas a la exportación de bananas, así como para una fábrica de recipientes que ya existía en Barranquilla.

Aun cuando ya se había reducido la subvención del gobierno antes de que se iniciara la construcción, los restantes incentivos fiscales, más las proyecciones de la demanda del mercado y el hecho de que la producción de esta fábrica reduciría la dependencia de los papeles importados, justificaban sobradamente la realización del proyecto.

A pesar de sus medidas para reducir los incentivos fiscales, el Gobierno colombiano seguía deseando fomentar la construcción de la nueva fábrica y nos ayudó eficazmente a obtener, de fuentes financieras interiores e internacionales, un importante préstamo, a largo plazo, a un tipo de interés favorable.

Aunque éste no es el lugar apropiado para tratar detalladamente de nuestra Fábrica Número Cinco, merece la pena señalar que esta fábrica constituye un buen ejemplo del tipo que puede adaptarse mejor a los países en desarrollo. En su construcción adaptamos a nuestras necesidades la más moderna tecnología de todas partes del mundo y, entre otras cosas, una máquina japonesa Ultraformer y otra maquinaria de los Estados Unidos. Uno de los resultados es que la fábrica, aunque de alcance relativamente pequeño, tiene un alto grado de eficiencia con una inversión general modesta.

La Fábrica Número Cinco se terminó a últimos de 1975, y se basaba en supuestos que incluían incentivos fiscales para la exportación. Sin embargo, la fábrica se construyó fundamentalmente con el objetivo de abastecer al mercado local, y esto fue una suerte, ya que el gobierno eliminó virtualmente los incentivos para la exportación del papel poco después de que empezase a funcionar la fábrica.

Tengo que manifestar claramente que me doy perfecta cuenta del hecho de que las políticas gubernamentales, que tienden lo más posible a cambiar las realidades sociales y políticas, son, por lo menos, tan inestables como los caprichos del mercado para los negocios privados.

Los gobiernos pueden ser «socios efectivos en las inversiones estimulando la inversión por medio de incentivos. Sin embargo, nuestra experiencia indica que es conveniente bien sea disponer de una cierta participación inicial directa en el capital social, u obtener del gobierno una garantía auténticamente realista de que los efectos de los incentivos proseguirán durante un período definido de tiempo. La exención tributaria de que disfrutó la Pulpapel durante los primeros 10 años de su vida representaba, efectivamente, una garantía de este tipo.

También hemos contribuido a desarrollar recursos humanos. Casi todos nuestros altos funcionarios y todos nuestros técnicos son colombianos y los trabajadores de la compañía son verdaderamente sus socios más importantes.

Ultimamente, en el desarrollo de la Cartón hemos estado a punto de tomar una decisión más, decisión que probablemente tendrá que afrontar todo nuevo proyecto de capital en el mundo en desarrollo. Se trata del dilema que plantea el deseo de muchos países en desarrollo de limitar la participación de la inversión extranjera a menos del 50%. En nuestro caso, el problema consiste en si el socio extranjero estará o no dispuesto a reducir su participación. Cuando se trate de nuevas inversiones extranjeras, esta limitación puede hacer que resulte muy difícil recaudar capital suficiente de los inversionistas locales, dado el tipo de inversión a largo plazo que requiere la industria de la pasta y el papel.

Son los beneficios sociales y económicos - la parte humana de la ecuación - los que constituyen el verdadero objetivo de un proyecto de inversión de capital en un país en desarrollo.

Este concepto de proporcionalidad plantea dificultades adicionales que pueden impedir en ciertos países que se consigan socios locales. Además, tengo serias reservas que hacer en cuanto a que la proporcionalidad del capital rinda los resultados que buscan los gobiernos.

El Presidente de Colombia, Alfonso López, comparte mi escepticismo en lo que se refiere a transformar la proporcionalidad del capital en un principio nacional. No se puede realmente considerar a una compañía como colombiana, afirma, sólo porque se haya creado con capital colombiano y venda relojes aquí, pero estos relojes los fabrique con mecanismos que tiene que importar de Suiza y, prosigue, «¿puede realmente considerarse extranjera a una compañía porque más del 50% de su capital esté en manos de extranjeros, cuando está procediendo a la reforestación de extensas regiones de Colombia, convirtiendo la madera en pulpa y la pulpa en papel, abasteciendo a una industria del embalaje y dando empleo a los trabajadores, agricultores, técnicos y empresarios colombianos?».

Hemos construido una industria grande y viable en una nación que necesitaba vitalmente de esta industria. Los socios que nos aportaron el capital inicial han recibido una adecuada utilidad de sus inversiones, y también han logrado los objetivos comerciales que les indujeron, en primer lugar, a participar como socios, cosas todas ellas muy importantes comercialmente. También es verdad que, debido a los productos de embalaje que hemos puesto a disposición de la economía nacional, la industria y el comercio colombianos han podido prosperar en medida que no podía ni soñarse cuando se fundó la Cartón. La calidad de sus productos es tan buena o mejor que la de cualquier otro país en desarrollo, y ha permitido una importante expansión de las exportaciones colombianas. Efectivamente, hoy día, más de la mitad de todas las exportaciones del país tienen carácter «no tradicional», exportaciones que, en parte, ha hecho posible la Cartón de Colombia.

También hemos contribuido al desarrollo de los recursos humanos. Casi todo nuestro personal directivo superior y todos nuestros técnicos son colombianos y los trabajadores de la Cartón son, en realidad, nuestros socios más importantes.

Confieso que me siento enormemente orgulloso de comprobar que, debido a que los socios que organizaron la Cartón de Colombia lograron cierto éxito en la prudente administración de la inversión de capital mi país y su pueblo han obtenido marcados beneficios sociales y económicos. Son precisamente estos beneficios sociales y económicos, el lado humano de la ecuación, si así lo desean ustedes, los que constituyen el verdadero objetivo de todo proyecto de inversión de capital en un país en desarrollo.


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