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In memoriam: Egon Glesinger

por GUNNAR MYRDAL

Egon Glesinger: su aporte a la silvicultura internacional y a la FAO

GUNNAR MYRDAL, distinguido economista y científico político sueco, es autor de muchos estudios sociales, como Asian drama y The challenge of world poverty.

Egon fue mi amigo íntimo de toda la vida y en algunos períodos estrecho colaborador.

Nos conocimos durante el año académico 1930-31, siendo yo profesor auxiliar en el Institut Universitaire de Hautes Études Internationales, de Ginebra. Egon entonces estaba terminando su voluminosa y valiosa tesis doctoral sobre la industria forestal europea, Le bois en Europe. Participó en un seminario que yo dirigí sobre la gran depresión, que entonces se había difundido por Europa y estaba empeorando. Aún conservo recuerdos de su brillante concepto analítico de lo que estaba sucediendo.

Cuando regresé a Suecia en el verano de 1931, nuestras relaciones personales ya se habían hecho tan estrechas que Egon, terminados sus estudios de doctorado, decidió irse a ese país y rápidamente estableció estrechas relaciones con las principales personalidades tanto de la industria forestal como de la de la pulpa y el papel. En Suecia encontró además a Ruth, compañera de toda su vida.

Egon nació en una familia judía muy rica, que poseía inmensos bosques e industrias madereras en Teschen, región que se encuentra a ambos lados de la frontera que separa Polonia de Checoslovaquia. Me dijo que le hacían presión para que regresara a casa y se preparara para dirigir el imperio forestal de su familia. Sin embargo, Egon quería dedicarse a servir en el interés más general e internacional de organizar a los productores y consumidores de madera y sus derivados en toda Europa. A pesar de que nunca entramos en detalles, colegí que esta decisión fue causa de una cierta ruptura con su familia, y especialmente con su padre.

Reuniendo a las partes interesadas, logró formar el Comité International du Bois en los años 30. Recuerdo que consideraba un gran éxito el haber conseguido que los rusos colaboraran con la nueva organización, en vez de convertirse en perturbadores externos, como se temía por entonces. Su adhesión a la nueva organización es una de las principales explicaciones de la relativa estabilidad del comercio y de los precios de los productos forestales y madereros en Europa, en el período transcurrido entre las dos guerras mundiales.

Después del comienzo de la segunda guerra mundial, Egon trasladó la sede de Viena a Bruselas, y después a Ginebra, pero, por supuesto, no pudo impedir su derrumbamiento. Por último, Egon y Ruth lograron trasladarse a los Estados Unidos.

Por aquel entonces se estaban haciendo los preparativos para crear el organismo mundial que sería la FAO. Egon estaba esforzándose para que se incluyera la industria forestal y maderera entre las principales actividades de la FAO. Esta propuesta tropezó con una gran resistencia por parte de muchos sectores y fue rechazada por la conferencia de formación de la FAO, celebrada en Hot Springs, Virginia, en abril de 1943. Después de esta reunión, se creó una Comisión interina de la FAO para que redactara los reglamentos. Lester B. Pearson, que más tarde fue Primer Ministro del Canadá, era el presidente de dicha Comisión. Poco a poco, Egon logró que Pearson, Frank L. McDougall, influyente miembro australiano de la Comisión, y otras personas, contra la decisión de Hot Springs, incluyeran en la FAO la actividad forestal. Recurrió a Clarence Forsling, del Servicio Forestal de los Estados Unidos, y ambos formaron un grupo oficioso de forestales internacionales y personas interesadas en la materia, entre las que figuraba Lyle Watts, Jefe del Servicio Forestal de los Estados Unidos, para que apoyara la inclusión de la actividad forestal en la FAO. El representante de los Estados Unidos en la Comisión, Subsecretario de Agricultura Paul H. Appleby, titubeaba si proceder o no contra la decisión de Hot Springs. Se le logró convencer de que consultara a Dean Acheson, entonces Secretario de Estado Auxiliar, quien replicó que había que incluir la actividad forestal de todas maneras y, por último, al Presidente Franklin Roosevelt, quien aprobó personalmente la propuesta, devolviendo la carta de Appleby con una nota de su propia mano en la que decía: «Sí, creo que conviene incluir la actividad forestal. FDR.» Así fue como la FAO llegó a tener una Dirección de Silvicultura y Productos Forestales, cuyo primer Director fue Marcel Leloup y Egon Subdirector. Más tarde, Egon fue el sucesor de Leloup como Director. Toda su vida de trabajo lo calificaba eminentemente para servir a la actividad forestal internacional y a la FAO.

Egon era una persona dinámica y, cuando yo fui nombrado Secretario ejecutivo de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (CEPE) en 1947, era natural que me dirigiera a mi viejo amigo para pedirle su asesoramiento y colaboración.

De acuerdo con el mandato de la CEPE, las actividades agrícola y forestal eran, por supuesto, tanto de su competencia como de la FAO. En vez de continuar la tendencia desafortunada a la rivalidad y a los celos entre organismos, que ha llegado a prevalecer tanto entre las organizaciones intergubernamentales, Egon y yo decidimos que era conveniente que la CEPE y la FAO colaboraran. Tuvimos el apoyo sin reservas de John Boyd Orr, primer Director General de la FAO, y también de Lord Bruce de Melbourne, que en esa época era el eficiente presidente del Consejo de la FAO.

Juntos elaboramos un plan organizativo, según el cual la CEPE, que fue la primera comisión económica regional, serviría de Oficina Regional de la FAO para Europa y, al efecto, crearía comités de trabajo sobre los problemas de Europa, en los cuales prestarían servicio funcionarios de la FAO. Así es como la CEPE tuvo un Comité de la Madera y un Comité de Agricultura, acompañados ambos de subcomités y grupos de trabajo en la medida necesaria para su labor práctica, subordinados a ambos organismos.

Para la FAO esto tenía la ventaja especial de lograr que su trabajo en Europa se integrara en la labor general de la CEPE sobre la economía europea. Otra ventaja consistía en que, como la U.R.S.S. era miembro de la CEPE y poco a poco iba cooperando más activamente en sus comités, la FAO podría ampliar su labor abarcando también a este país, a pesar de que la U.R.S.S. se abstenía de adherirse a la FAO. Para la CEPE esta cooperación implicaba tener a su disposición todo el conocimiento especializado movilizado en la FAO, al abordar los problemas económicos europeos.

Como Secretario Ejecutivo de la CEPE, yo, por supuesto, puse mi confianza en mi viejo amigo Egon de una manera mucho más general. Además de sus funciones en la FAO, asumía las de miembro efectivo de mi grupo de directores y, por supuesto, de mi oficina central, siempre que venía a Ginebra.

Durante toda su vida Egon se concentró en los grandes problemas internacionales, que comenzó a abordar desde su juventud en Ginebra. A menudo participaba en controversias y a veces no gustaba, pero siempre gozó de respeto. Entre sus amigos personales se contaban muchas figuras internacionales destacadas; inclusive tres secretarios generales de las Naciones Unidas: Trigve Lie, Dag Hammarskjöld y Kurt Waldheim. Continuó su actividad en la labor de desarrollo internacional casi hasta el fin y una de las últimas cartas que recibió fue la del Secretario General, Waldheim, sobre su labor como consultor en la fundación de una fábrica de pulpa en Indonesia, con la cooperación del PNUD.

En una ocasión, cuando estaba a punto de abandonar su cargo en la FAO, concibió el plan de que nosotros dos, colaborando, escribiéramos un libro sobre el deterioro de los diversos organismos intergubernamentales dentro de la familia de las Naciones Unidas, que habíamos estado observando con ansiedad desde dentro y desde fuera. No pudimos realizar este plan, pero todavía conservo los esbozos y esquemas de los manuscritos de Egon y míos.

Para mí personalmente la muerte de Egon es una pérdida personal tremenda. Permítaseme dar a conocer algunos rasgos generales del carácter de Egon. Generalmente, los mantuvo a través de los años y de los decenios.

Nació, favorecido por la fortuna, en un familia muy rica y se acostumbró a un estilo de vida grandioso, pero nunca le importó mucho el dinero, a pesar de que, como es lógico, lo tenía en abundancia; siempre fue generoso, por no decir pródigo, con sus amigos. Ya he dicho que, cuando lo instaron a volver a casa y a prepararse para dirigir un gran imperio económico privado, prefirió servir el interés público común.

En las revoluciones que siguieron a la segunda guerra mundial, la familia perdió su fortuna, pero nunca oí que lo tomara muy en serio. Cuando cambió su ciudadanía checoslovaca por la austríaca, no se trató de una ruptura radical, sino más bien de conservarla, porque su historia personal y la de toda su familia se enmarcaba en el viejo Imperio Austro-Húngaro, con su conjunto de pueblos y culturas. Siempre se sintió en lo que quedó de Austria como en su propia casa y demostró por este país verdadero patriotismo.

Egon nació optimista y siguió siéndolo toda la vida. Cuando uno de sus proyectos fracasaba, inmediatamente hacía un nuevo plan para alcanzar el objetivo perseguido.

A veces, yo consideraba que era demasiado optimista y poco realista. Cuando Hitler tomó el poder en Alemania, él se encontraba casualmente en Estocolmo. Recuerdo que creía que la locura nazi iría a la derrota rápidamente, mientras que yo tenía el profundo presentimiento de las cosas horrendas por venir.

Pero este exceso de optimismo no era de ningún modo acomodamiento oportunista. Recuerdo que en esos días Egon, que era todo lo opuesto a un conformista religioso, se puso el sombrero y fue a la sinagoga, probablemente por primera vez en decenios. Esta era su protesta, su modo de expresar su odio al nazismo, a pesar de que él minimizaba, en su opinión lo que ello implicaría para los judíos de Alemania, lo mismo que para Alemania y para el mundo.

A pesar de que su mente estuvo siempre llena de planes, nunca fue un intrigante barato del tipo que suele proliferar entre las secretarías frustradas de los organismos intergubernamentales. Nunca observé que engañara o traicionara una causa justa por él perseguida.

Siempre fue profundamente honesto en sus esfuerzas, que nunca perseguían su interés personal, sino que, en todo momento, se dirigían hacia un fin general. En este sentido siguió siendo intelectual y emotivamente un aristócrata que podía darse el lujo de ser altruista.

Egon Glesinger, que contribuyó a incluir la actividad forestal en la FAO y fue el fundador del Comité International du Bois, murió en Roma el 27 de junio de 1979 a la edad de 72 años.

El Dr. Glesinger era Subdirector General, a cargo del Departamento de Relaciones Públicas y Asuntos Jurídicos, cuando se retiró de la FAO en 1969. Antes había sido Director de la Dirección de Montes e Industrias Forestales y reanudó las actividades forestales como consultor del PNUD después de retirarse de la FAO.

Nació en Ceský-Tešín, actualmente en la parte checoslovaca de la frontera con Polonia, que entonces era parte del Imperio Austro-Húngaro. Después de conseguir su título en derecho en la Universidad de Praga y un diploma en ciencia comercial, la impresionante tesis para su doctorado en ciencia política de la Universidad de Ginebra atrajo la atención de los economistas internacionales en agricultura.

Formó el Comité International du Bois (CIB), compuesto de exportadores europeos de madera, que se ocupaba de concluir acuerdos de contingentes en un mercado muy competitivo y de promover los productos de la madera, para aumentar la exportación y las ventas en el mercado interno. La CIB fue precursora en la recopilación de estadísticas sobre el comercio de productos forestales. Con la segunda guerra mundial, se derrumbó, y el Dr. Glesinger y su esposa Ruth se dirigieron a los Estados Unidos, donde trabajó en la National Lumber Company y después en la revista Fortune. Como consultor del Estado de Carolina del Norte, redactó un programa de postguerra para sus industrias forestales. Además, escribió dos libros durante este período: Nazis in the woodpile, publicado en 1942, que tenía por objeto dar a conocer la importancia que atribuia Alemania a la madera como material de guerra indispensable y The coming age of the wood, que apareció en 1947 y destacaba los muchos usos y la importancia económica de la madera en el mundo de postguerra.

entre los cuadernos técnicos de la FAO...

esta serie presenta constantemente nuevos estudios que tratan de los problemas específicos de la silvicultura. Muchos de estos estudios se publican en español, inglés y francés. Se pueden solicitar, previo pago de los gastos de envío, a la Sección de Distribución y Ventas, FAO, Via delle Terme di Caracalla, 00100, Roma, o a los agentes de ventas autorizados y librerías que figuran en el interior de la contratapa.

ESTUDIOS FAO: MONTES


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