Página precedente Indice Página siguiente


Libros

Hay tanta gente... y los principales sistemas biológicos dan señales de ceder

Un libro de las Naciones Unidas sobre desertización
Arboles para las tierras áridas
Protección de la madera
El empleo inocuo de los plaguicidas

The twenty-ninth day (El vigésimo noveno día), por L.R. Brown. W.W. Norton and Co., Nueva York, 1978. 363 págs.

Se calcula que la población mundial excede de los 4000 millones de personas. Hubieron de pasar aproximadamente dos millones de años para que la humanidad alcanzara mil millones de habitantes; el segundo millar de millones tardó en alcanzarse 100 años, el tercero 30 años, y para el cuarto millar bastaron solamente 11 años. Este libro explica lo que ello significa con los alimentos, la energía y los ingresos.

Las proyecciones de las Naciones Unidas indican que la población mundial seguirá creciendo hasta alcanzar un nivel de 10 000 a 16 000 millones de habitantes, pero el autor no cree que ello sea realista. Observa que los principales sistemas biológicos del mundo - pesca, bosques, pastos y tierras de cultivo - dan señales de ceder e indica que, en muchos lugares, estos sistemas han alcanzado ya el punto de ruptura. Esperar que el sistema soporte la presión de una población triple o cuádruple, dice Brown, es excluir la realidad ecológica.

La totalidad de las capturas mundiales de pescado es de 70 millones de t al año, 60 de pescado marino y 10 de pescado de agua dulce. Es de observar que, en ciertas partes del mundo, la productividad de la pesca marina está decayendo, ya que las capturas superan a la capacidad regenerativa de las diversas especies. Pero, a medida que los niveles mundiales de captura de pescado se estabilizan o descienden, se intensifican las presiones sobre los sistemas biológicos basados en la tierra firme.

Los bosques procuran madera, un material universal de construcción leña, importante fuente de energía para casi un tercio de la humanidad que vive principalmente en los países en desarrollo, y materia prima para la fabricación de papel y otros muchos productos. Estos bosques han resultado ser uno de los recursos económicos más valiosos de la humanidad y, por consiguiente, de los más explotados. Pero en muchas partes del mundo, especialmente en los trópicos, están reduciéndose rápidamente por la acción de los leñadores, agricultores deseosos de tierra, y los intereses industriales madereros. Casi todos los países con rápido crecimiento de población se están quedando sin bosques, lo que hace recordar una observación de Chateaubriand, «el bosque vino antes de la civilización y los desiertos después de ella».

UNA CALLE EN BANGLADESH - a la población le afecta todo

Los pastizales sirven de sustento al ganado lechero, búfalos, camellos, cabras y ovejas que suministran la mayor parte de la carne y la leche del mundo, así como a los animales de tiro, que cultivan un tercio de las tierras de labor del mundo, y procuran una serie de materias primas de uso industrial. El crecimiento de la población, junto con el aumento de los ingresos y el consiguiente incremento de la demanda de proteínas y otros productos animales, ejercen una mayor presión sobre los pastizales, en un momento en que el pastoreo excesivo es ya algo normal.

Las tierras cultivables cubren una décima parte de los suelos de la tierra. Pero la demanda de alimentos y otros productos de los campos cultivados aumenta a un ritmo sin precedentes, sometiendo la tierra de labor a una onerosa carga. En todas partes, los ciclos de barbecho están disminuyendo, y los agricultores en busca de terreno se desplazan hacia tierras muy pendientes y suelos de calidad marginal y baja fertilidad, que no convienen. Brown no se olvida de señalar otros excesos que empeoran el derroche, como la quema de combustibles fósiles, la descarga de residuos industriales y la utilización de productos químicos agrícolas, todos los cuales extreman la función natural de la tierra, de absorción de desechos.

El autor señala que las presiones ecológicas, al aumentar, se transforman pronto en gravámenes económicos, como la inflación, la escasez de capital y el paro. Es de observar que, históricamente, la inflación fue un fenómeno localizado que sufrían algunos países de vez en cuando, pero, en los años setenta, el fenómeno alcanzó dimensiones globales y Brown ha hecho un interesante análisis de este desarrollo. Por lo que se refiere al capital de inversión, observa que las disminuciones de la rentabilidad típicas de los sectores de la alimentación y la energía, dificultan la formación de capital y hacen más difusa la escasez del mismo. En cuanto al paro, la mano de obra está creciendo a un ritmo sin precedentes en todo el mundo, mientras que las posibilidades de crear nuevos empleos son limitadas. Las tierras por colonizar escasean o se han concentrado en pocas manos, las oportunidades de rápido crecimiento económico son cada vez menores y el creciente número de desocupados está transformándose en grave carga para muchos países del mundo.

En la parte final del libro, el autor sugiere medidas para afrontar esta avalancha de problemas. Ante todo, se necesita la voluntad política y el ingenio humano.

Ajustes en los modelos de consumo utilización de nuevas fuentes renovables de energía y reformas rurales, como la redistribución de las tierras, para que los que dependan de ellas sean sus propietarios y tengan el incentivo de mejorarlas, son algunas de las medidas sugeridas para superar la escasez de alimentos y estimular la producción. En cuanto a la disminución de las reservas de petróleo, Brown exige una conservación intensiva de la energía y un amplio esfuerzo para desarrollar toda la gama de recursos energéticos renovables.

El autor tiende a plantear temas globales, particularmente en su análisis de los cuatro sistemas biológicos principales de los que depende la humanidad para sus alimentos y materias primas industriales. Pero es claramente más competente en la descripción de los horrores que en la explicación de los sistemas para suprimirlos.

P. ARGAL

Un libro de las Naciones Unidas sobre desertización

Desertification; its causes and consequences (Desertización; sus causas y consecuencias), compilado y editado por la Secretaría de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desertización, Nairobi, Kenya. Pergamon, Press, Oxford, Nueva York. Toronto. Sydney. París. Frankfurt. 1977. 448 págs.

En los últimos decenios la desertización se ha intensificado en todo el mundo. Actualmente amenaza el futuro de más de 600 millones de personas que habitan en tierras áridas o semiáridas, que abarcan más de un tercio de la superficie terrestre.

Este volumen, que consta de cuatro amplias reseñas y una visión general, fue elaborado como documento de referencia para los delegados a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desertización, celebrada en Nairobi, del 29 de agosto al 9 de septiembre de 1977, y examina las interrelaciones de la desertización con el clima los cambios ecológicos, la población, la sociedad y la tecnología.

La Conferencia tuvo su origen cuando se vio el desastre de la sequía del Sahel, la pertinaz sequía a lo largo del límite meridional del Sáhara entre 1969 y 1973. Sus trágicas consecuencias no sólo dieron lugar a un esfuerzo internacional para socorrer a los países damnificados, sino que también señalaron a la atención del mundo el problema crónico del desarrollo y la supervivencia humana en los límites del desierto, e indujeron a tomar medidas contra el avance de la desertización. Asistieron a la Conferencia representantes de unos 100 países y muchas organizaciones internacionales y no gubernamentales.

El volumen comienza con un examen general que sintetiza las cuatro reseñas generales que tienen carácter sectorial y técnico y que, además de tratar de las causas y efectos de la desertización, dan la justificación científica de su remedio.

Un competente estudio de F. Kenneth Hare, El clima y la desertización se ocupa de la relación entre la desertización y el clima. Señala que gran parte del clima terrestre se rige principalmente por la distribución global de la energía radiactiva, las desigualdades de la tierra y el mar y la circulación general de la atmósfera y los océanos. Con referencia a los climas secos, que existen tanto en el mar como en la tierra, el autor declara que se deben en gran parte al descenso de la temperatura atmosférica que, en una tierra desigualmente calentada siempre tiene lugar en las latitudes subtropicales, entre los 15 y 30° norte y sur del ecuador. En consecuencia, los desiertos siempre han debido existir en las zonas subtropicales del planeta. Se examina la variabilidad del clima seco en escalas a corto y largo plazo. Las recientes sequías en el Sahel y otros lugares no deben considerarse como fenómenos sin precedentes, ya que pueden preverse con gran antelación y se conocen bastantes casos de prolongadas desertizaciones que han durado una década o más. El autor opina que el clima mundial ha sido bastante constante durante los 2 000 últimos años o más. Con respecto a la influencia del hombre en los cambios climáticos, se afirma que los cambios más importantes están relacionados con las alteraciones globales de la circulación general de la atmósfera y que sus interacciones oceánicas quedan fuera de la esfera de influencia del hombre, pero que el empeoramiento de los microclimas superficiales y el aumento del albedo (que es causa de una ulterior disminución de las precipitaciones) se deben directamente al pastoreo excesivo y al cultivo inapropiado de las superficies de tierras secas durante períodos de sequía. Para mejorar la situación actual se sugiere aprovechar mejor la tierra, para provocar microclimas mejores, aumentar las precipitaciones con medios artificiales en las zonas más húmedas de las regiones secas y utilizar de modo realista las actuales estadísticas climáticas y tomar decisiones.

El artículo de A. Warren y J.K. Maizels, Cambio ecológico y desertización, se ocupa de los métodos para el aprovechamiento de tierras en ecosistemas secos y sus repercusiones en el medio ambiente. Se examinan los signos de desertización (disminución constante de la productividad biológica de una zona seca, acompañada de determinadas formas de cambio ambiental, tanto natural como inducido), imprecisos y difíciles de cuantificar. Se estudian los tipos de producción y las estrategias de flexibilidad. Se examinan las formas de aprovechamiento de la tierra, tales como pastoreo, cultivo de secano, agricultura de regadío, limpieza de tierras para industrias o viviendas, recogida de madera para combustible y construcción y los cambios que han provocado, manifestándose que ningún sistema de aprovechamiento de tierras ha sido tan autorregulador o tan perfectamente adaptado a las condiciones áridas que no haya ido en detrimento del medio ambiente. Por ejemplo, en la agricultura de regadío, especialmente cuando el avenamiento es imperfecto y la lixiviación insuficiente, el anegamiento permite a menudo que las sales y alcaloides infecten los suelos, afectando negativamente al crecimiento de la planta; la limpieza de las tierras para la industria, y especialmente para la minería, hace aumentar las zonas de tierras estériles y en consecuencia la erosión; las corrientes circundantes se obstruyen con los sedimentos y los desperdicios tóxicos se introducen en el medio ambiente. La recogida intensiva de leña -principal fuente de energía para guisar en las poblaciones de las tierras más secas - provoca la destrucción de árboles y arbustos, exponiendo los suelos a los vientos y a la erosión por el agua. En realidad, la desertización ha acompañado a todos los sistemas de aprovechamiento de tierras (trastornando el equilibrio ecológico), pero sus efectos han sido menos destructivos en el pasado, cuando había menos gente y las tierras estaban menos densamente ocupadas. Se examinan los métodos actuales para evaluar el alcance de la desertización y se sugiere un método simplificado de evaluación rápida. Para que tenga éxito la explotación de los ecosistemas secos, se sugieren estrategias basadas en principios ecológicos.

El examen global realizado por R.W. Kates, D.L. Johnson y K.J. Haring, Población, sociedad y desertización, señala que la desertización es un complejo problema derivado de la interacción entre los cambios sociales, el clima y los ecosistemas.

La sequía puede conducir a la desertización al disminuir la producción vegetativa y retrasar sus índices de recuperación. Los períodos excepcionalmente húmedos también pueden favorecer la desertización al estimular el fomento de la agricultura y el asentamiento de los pastores en zonas que, por lo general, son demasiado secas para que puedan utilizarse, y fomentando el uso intensivo de las tierras.

En cuanto a las causas sociales de la desertización, los más importantes procesos de cambio social que contribuyen a la desertización son los que normalmente están relacionados con: (i) cambio rápido del número de personas que utilizan y dependen de los recursos de las tierras secas, (ii) el acceso diferencial a la tecnología (iii) la estructura política de las regiones y países, (iv) la integración y especialización mundiales y la vulnerabilidad de los métodos tradicionales de subsistencia con respecto a las fuerzas comerciales externas. Con referencia a la asociación de las estructuras políticas con la desertización, los autores afirman que tanto las consecuencias positivas como las negativas dimanan de acciones estatales. Por ejemplo, la seguridad, tecnología, organización y ayuda facilitadas por los gobiernos a los sistemas de riegos y escorrentía, contribuyen a aumentar la productividad, aunque con frecuencia extienden la salinidad o dedican antiguas tierras de pastoreo para el aprovechamiento agrícola, provocando más presiones desertizadoras en los pastizales adyacentes.

Termina el volumen un examen de M.A. Garduno, Tecnología y desertización. Se describen, evalúan y estudian las tecnologías apropiadas para combatir la desertización en distintos sistemas de aprovechamiento de tierras, con objeto de mejorar la productividad mediante medidas preventivas, contener y combatir la desertización por medio de medidas correctoras y rehabilitar las zonas desertizadas. La desertización puede remediarse con ayuda de la tecnología actual, dice Garduno, pero los resultados deberán estar en consonancia con los gastos y la tecnología elegido deberá ser adecuada.

Este volumen, bien confeccionado, será probablemente una clásica obra de consulta para el estudio de las causas y consecuencias de la desertización en los años venideros.

P. ARGAL

Arboles para las tierras áridas

Reforestation in arid lands. (Repoblación forestal en tierras áridas), por Fred R. Weber, Frederick J. Holman (ilustraciones), y Virginia C. Palmer (redactor). 1977. Action/Place Corps Program & Training Journal Manual Series N° 5. VITA Publications Manual Series N° 37E, 248 págs. Precio: $6,50.

Este manual ha sido preparado por sus autores como medio de ayuda práctica para las actividades básicas que se han de emprender en la repoblación forestal y restablecimiento de la vegetación en zonas áridas. Aunque los autores se refieren principalmente a las zonas de lluvias estivales del Africa occidental, la obra contiene mucho material útil para quienes trabajan en zonas de clima diferente. Los libros de texto suelen contener declaraciones optimistas sobre las perspectivas a largo plazo en la planificación del uso de tierras en zonas áridas, y los manuales prácticos, en cambio, tienden a concentrarse en las técnicas, sin tener en cuenta la situación general. Este libro contiene ambos planteamientos, y su segundo capitulo constituye un buen resumen de los criterios sobre planificación. Las ilustraciones de Frederick Holman son un complemento útil, porque es posible que quienes utilicen el libro no dispongan de bibliotecas próximas. Hay un breve capítulo sobre la importancia de los suelos, seguido de otro sobre la selección de especies. Como este último trata especialmente de la zona de Africa occidental, el titulo parece prometer más de lo que en realidad contiene el libro. Habría sido más atinado titularlo Repoblación forestal en las zonas áridas de Africa occidental, y el libro no perdería nada con este cambio de título. Falta en la obra una explicación adecuada de las distintas especies. Por ejemplo, el autor se refiere a Eucalyptus señalando que no es nativo de Africa (pero no dice que tampoco lo es la margosa, Azadirachta indica), sin citar especies. Del total de más de 600 especies conocidas de Eucalyptus, unas 10-20 pueden ser aptas para las zonas áridas, y merecen ser citadas más detalladamente, si se quieren evitar desastres de plantación.

Hay una sección que trata de la importancia de la planificación de proyectos, y el Apéndice D contiene una lista muy sencilla de los puntos que conviene tener en cuenta al elaborar un proyecto. Con toda la razón, el autor señala la importancia de facilitar datos fundamentales para que los organismos que proporcionan los fondos tomen en consideración un proyecto.

Forman el grueso de la obra 128 páginas dedicadas a la identificación de especies, con ilustraciones reproducidas de algunas obras clásicas de botánica, cuya calidad varía, pero en general es buena, y casi todas las especies proceden de Africa occidental. A muchas de ellas se les dan en varias lenguas nombres nativos de Africa occidental, muy valiosos para quienes trabajan en la zona saheliana. Eucalyptus camaldulensis es el único eucalipto mencionado, sin duda el más importante, pero de ningún modo el único para zonas áridas; deberían citarse, entre otros, E. tereticornis, E. citriodora, E. occidentalis, E. microtheca y E. urophylla.

Siguen mapas de vegetación y climáticos de Africa occidental, y un breve perfil de los tipos de vegetación. Completan el libro datos sobre centros y agentes de investigación, y una breve bibliografía.

El precio de 6,50 dólares parece elevado para este libro, aunque, quizá, muchas personas interesadas podrán obtenerlo gratis. Insiste mucho en la identificación botánica basada en otros trabajos, pero, en general, sus recomendaciones son válidas. No debería utilizarse como única guía, ni siquiera en Africa occidental, y en su lista de referencias se omiten varios títulos importantes, que serían de interés para los que trabajan en zonas forestale áridas. No obstante, es un manual útil y, si estimula la plantación de árboles en el Sahel, habrá servido para una de las finalidades más provechosas.

P.J. WOOD
Appropriate Technology, Londres

Protección de la madera

Wood preservation (Protección de la madera), por B.A. Richardon. The Construction Press Ltd., Lancaster, Inglaterra. 1978, 238 págs.

Esta obra ofrece una visión bastante global de la protección de la madera, tema nada nuevo, pero que ha sido objeto de atención creciente, con la conciencia cada vez más difundida en todo el mundo de la necesidad de una utilización y protección más eficaces de los recursos naturales de todo tipo.

El trabajo se divide en cinco capítulos y tres apéndices. Comienza con una breve historia de los diversos sistemas de protección, desde tiempos remotos hasta nuestros días, seguido de un informe sobre una gran diversidad de ataques de hongos e insectos a que está sujeta la madera. Los dos capítulos sucesivos se ocupan de las técnicas de protección en uso, y de productos químicos utilizados. En el último capitulo figura un examen de las prácticas de protección más realistas desde el punto de vista económico.

Se hace el historial de los diversos sistemas de protección adoptados desde la antigüedad hasta nuestros días. Hay referencias a la utilización del betún entre los antiguos egipcios (2000 A.C.) para conservar los ataúdes, y la utilización del aceite de cedro por los romanos para proteger la madera y evitar su deterioro. El autor declara que el interés por la protección de la madera fue estimulado por la afanosa búsqueda, especialmente por parte de la Armada Británica, de protectores adecuados para preservar las naves contra los perforadores marinos y la putrefacción. En el segundo cuarto del siglo XIX la expansión de los ferrocarriles y la utilización de traviesas de madera (que se podrían rápidamente) para sustentación de los raíles, promovieron nuevos progresos.

El Capítulo II trata de las causas de la deterioración de la madera y describe los agentes responsables.

Hay un estudio detallado de las condiciones necesarias para el desarrollo de hongos y bacterias destructivas, y del efecto de la descomposición sobre las propiedades de la madera. También se trata de los insectos que pueden dañar gravemente la madera, como termes, perforadores de corteza, escarabajos del polvo de carcoma y perforadores marinos. Hay un breve examen de los cambios en el grado de humedad de la madera y al mismo tiempo su influencia sobre sus propiedades.

En el Capítulo III, el autor examina con cierto detenimiento los modernos procedimientos empleados para proteger la madera contra la putrefacción y el ataque de los insectos, clasificándolos, en general, como procedimientos de presión, o sin ella.

Los procedimientos más conocidos de tratar la madera sin que intervenga la presión son: cepillado o pulverización, inmersión, remojo, impregnación, difusión y baños calientes y fríos; en el libro figura una breve descripción de cada uno de estos procedimientos. Se describen también brevemente algunos tratamientos donde no interviene la presión, como el carboneo, aplicación de protectores en zonas carcomidas de la madera, instalación entre piedras u hormigón, y adopción de precauciones estructurales para asegurar que la madera permanezca seca.

Por ejemplo, se señala que los tratamientos por inmersión son los más adecuados para la aplicación de protectores solventes orgánicos de baja viscosidad para secar la madera (la penetración y carga protectoras son buenas si se dispone de tiempo suficiente), pero no son adecuados para su utilización con protectores de rápida fijación.

Se presta más atención a los procedimientos de protección de la madera a presión en los que la madera se coloca en cilindros o retortas de tratamiento y se impregna de sustancias preservantes a presión.

El autor explica el proceso general de relleno de espacios celulares (método Bethell) y el tratamiento para robustecer las paredes celulares (como los métodos Lowry y Rueping).

En lo referente a la capacidad de la madera para soportar el fuego y el calor excesivo, se señala que, si bien la madera es combustible, la mejor manera de conseguir la ignifugación de un edificio es emplear madera de espesor adecuado, tratándola con piror retardante. Se analiza brevemente el tratamiento químico pirorretardante.

Se trata de un libro práctico de interés y utilidad para todos los que quieran ponerse al día en lo relativo a la protección de la madera. Sin embargo, la falta de bibliografía y referencias de las indicaciones contenidas en el texto merma algo la utilidad de esta obra.

P. ARGAL

El empleo inocuo de los plaguicidas

Guidelines Occupational Safety and Health Series, N° 38. 10 francos suizos; $EE.UU. 3,95; £2,20. 1977 iv + 42 pp. E - ISBN 92 - 2 - 101826-1.

Estas normas se elaboraron después de consultas previas con la FAO y la OMS y se refieren al empleo inocuo de plaguicidas en las tareas agrícolas, tanto en lo que atañe a los principios generales como a los requisitos más detallados de seguridad de diversas técnicas para la aplicación de los plaguicidas.

Se consideran asimismo los aspectos médicos de los plaguicidas. Se recomienda la lectura de esta publicación junto con la de los capítulos sobre sustancias peligrosas y equipo personal de protección que figuran en el código de prácticas de la OIT sobre la seguridad y la salud en el trabajo agrícola (1965; 9 francos suizos) y en el Manual de la OIT sobre seguridad en la agricultura (1969, 12 francos suizos).


Página precedente Inicìo de página Página siguiente