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¿Pueden la agricultura y la silvicultura coexistir en los trópicos?

John S. Spears

JOHN S. SPEARS es Asesor Forestal del Banco Mundial, Wáshington, D.C. Este artículo es una colaboración personal, y las opiniones que en él se expresan no representan necesariamente una declaración oficial de la política del Banco Mundial.

En los últimos años, los organismos que se ocupan del medio ambiente, especialmente en los Estados Unidos, han realizado una labor utilísima señalando a la atención del público la rapidez con que se están destruyendo los bosques tropicales y creando una clara conciencia de la necesidad de políticas de protección forestal más eficaces. En lo que va de este siglo, la superficie de bosque tropical en el mundo ha disminuido en más de la mitad. Según las últimas estimaciones hay que prever una ulterior disminución entre el 10 y el 15% para el final del siglo, es posible que a mediados del próximo, casi todo el actual ecosistema de bosque tropical haya desaparecido, a menos de que se haga algo para invertir la tendencia prevaleciente. Los botánicos, ecólogos y ambientalistas del mundo entero han subrayado el menoscabo irreversible que esto puede suponer para la humanidad, citando, en particular, la pérdida de material genético y la contribución que podrían aportar al bienestar humano las drogas y medicinas obtenibles de las plantas leñosas tropicales. Se han celebrado muchas conferencias internacionales con objeto de contribuir a crear una mejor conciencia política de todos estos problemas.

Sin embargo, lo que se necesita es un cambio deliberado en la orientación de la estrategia de la conservación y el desarrollo. Es indispensable concentrarse más sobre cómo mejorar los ingresos y la calidad de vida de los 200 millones de agricultores de subsistencia, que, en las zonas de bosques tropicales, viven en un régimen de cultivo migratorio, si realmente se quiere conservar una parte importante de los ecosistemas de bosques tropicales que todavía quedan. Basta dar una rápida ojeada a la historia de la colonización agrícola en Europa, América del Norte y otros lugares para comprender que es difícil que tenga éxito una política de conservación forestal que excluya en absoluto a la gente de las zonas de bosque tropical. La solución clave estriba en atacar en su misma raíz la causa de la destrucción del bosque, es decir, la pobreza rural en las regiones boscosas, y ofrecer a los pequeños agricultores una alternativa viable a los cultivos migratorios. Un primer paso esencial consistiría en reconocer que una gran parte de la destrucción del bosque en los países tropicales en desarrollo, que ha motivado una viva reacción a nivel de los organismos, principalmente en los países desarrollados de la zona templada, corresponde, de hecho, a un cambio lógico en el uso de la tierra para lograr una agricultura más productiva.

Examen de cinco proyectos del Banco Mundial:

¿cómo responden a la necesidad humana de una silvicultura adaptada a los sistemas ecológicos tropicales?

¿En qué forma pueden la agricultura y la silvicultura aportar beneficios a la gente y, al mismo tiempo, conservar los bosques tropicales cada vez más amenazadas?

Los estudios monográficos de este artículo se refieren a Malasia, Colombia, Kenya, Indonesia y Filipinas.

¿Qué puede hacerse prácticamente para permitir que los pequeños agricultores abandonen la tala de los bosques y los cultivos migratorios, adopten sistemas de cultivo permanentes y pasen a formar parte de comunidades rurales más estables? ¿Cuáles son las opciones y las técnicas más adecuadas?

Unos cuantos ejemplos de proyectos, algunos positivos y otros negativos, financiados, en parte 0 entera mente por el Banco Mundial, pueden contribuir a encontrar soluciones que permitan reducir la amenaza de una continua degradación ecológica. Para examinar los resultados de estos proyectos, he establecido tres criterios:

· ¿Qué consecuencias han tenido o pueden tener para los ingresos de los campesinos? En particular, ¿han servido para estabilizar las comunidades rurales y hacer cesar los cultivos migratorios?

· Al concebir el proyecto, ¿se previeron medidas adecuadas para proteger parte de la superficie boscosa o para establecer plantaciones forestales compensatorias? ¿Se han aplicado tales medidas en la práctica?

· ¿Es probable que los sistemas de cultivo que se están implantando puedan mantenerse, a la luz de lo que se sabe de la estructura y posibilidades de los suelos en las zonas de bosque que se están colonizando?

Empezaré con dos proyectos de asentamiento agrícola, que entrañan ambos el desmonte del bosque, seguido, en el primer caso, por el aprovechamiento de cultivos arbóreos, y en el segundo, por el desarrollo ganadero.

Malasia: proyecto de asentamiento agrícola en el Triángulo de Jengka

El Triángulo de Jengka en el estado de Pahang abarca unas 120 000 ha, la mitad de las cuales, aproximadamente, se considera adecuada para el desarrollo agrícola. Esta zona fue identificada a principios de los años sesenta como favorable para la colonización agrícola y el desarrollo de cultivos arbóreos en gran escala. Aunque antes se habían efectuado asentamientos agrícolas en programas menores diseminados por toda Malasia y utilizando la infraestructura existente, la colonización agrícola del Triángulo de Jengka iba a ser la iniciativa de mayor envergadura realizada hasta la fecha para el desarrollo de tierras forestales tropicales vírgenes.

CONSTRUCCIÓN DE UNA CARRETERA EN COLUMBIA numerosos problemas por superar

En 1965, el Banco Mundial concedió al Gobierno de Malasia una subvención para asistencia técnica como contribución a financiar un estudio de aprovechamiento de la tierra en la mencionada zona y a preparar un plan de desarrollo regional. El «plan modelo», se completó en 1967, requería, en una primera fase, el desarrollo completo del Triángulo, incluyendo el asentamiento de unas 9 000 familias que cultivaban aproximadamente 40 000 ha de palma de aceite y caucho; la explotación sistemática de los recursos forestales antes del asentamiento; el desarrollo urbano, incluyendo la creación de tres nuevas ciudades, y un extenso desarrollo infraestructural.

En el primer proyecto del Triángulo de Jengka, que se inició en 1968, se plantaron 12000 ha de palma de aceite y 1600 ha de caucho. En un segundo proyecto, iniciado en 1970, se establecieron otras 7 000 ha de palma de aceite y 6 000 ha de caucho. Las actividades comprendían el desmonte de las tierras forestales, la construcción de viviendas, oficinas y almacenes para la instalación de las familias de colonos, y la contratación de personal administrativo y de apoyo. Se construyeron un molino de aceite de palma, carreteras, sistemas de abastecimiento de agua y otros servicios docentes, sanitarios y sociales. Se dedicaron unas 300 ha a los ensayos de diversificación de cultivos a escala comercial. Cada asentamiento abarcaba unas 4 ha de plantaciones de palma de aceite o caucho, y una parcela familiar de 0,1 ha con su correspondiente casa para la producción de cultivos alimentarios. El programa se completó con un tercer préstamo concedido en 1973.

Según los tres criterios expuestos anteriormente, el proyecto puede considerarse como un éxito. Los ingresos de las 9 000 familias asentadas durante la primera fase se han cuadruplicado. La proporción de colonos en movimiento es baja (2%) y se prevé que las comunidades de las aldeas permanecerán estables. De resultas de una detallada planificación anticipada y adecuados estudios del aprovechamiento de la tierra y de la aptitud de los suelos antes del asentamiento, se excluyeron de la colonización agrícola 80 000 ha de bosque que representaban el 60% de la superficie del proyecto. El cultivo agrícola se limitó a las zonas más llanas, y las laderas de montaña y las orillas de los ríos se conservaron como bosque. El aumento de los ingresos y la estabilidad de las comunidades en la zona del proyecto han contribuido a que disminuya el peligro del cultivo migratorio y la ulterior destrucción del bosque. También cabe pensar que los sistemas de cultivo desarrollados en Jengka, basados en cultivos arbóreos perennes, podrán mantenerse si se aplican los debidos fertilizantes. El índice de ganancia ha sido más alto de lo esperado, y las exportaciones de aceite de palma de Malasia han constituido una importante fuente de divisas.

Entre los aspectos negativos, surgieron varios problemas. Las familias asentadas tuvieron dificultades para proteger sus cultivos de los cerdos salvajes y otros animales, debido a la estrecha interrelación existente entre el bosque y las tierras colonizadas; los intentos de aumentar los ingresos obtenidos de las cortas de recuperación efectuadas en la zona antes del asentamiento, estableciendo un aserradero y una fábrica de contrachapados, no han tenido mucho éxito; por último han surgido discrepancias acerca del costo relativamente elevado del proyecto (15 000 dólares EE.UU. por familia asentada) y sobre la posibilidad de repetir un proyecto de este tipo. Actualmente se ha determinado que para la participación futura del Banco Mundial en proyectos de asentamiento su costo ha de ser menor.

Para conservar intacto por lo menos parte del ecosistema de bosque tropical restante, el Gobierno de Malasia creó en 1976 un Ministerio del Medio Ambiente y preparó un plan nacional completo sobre el medio ambiente cuyo objetivo es conservar más de un millón de hectáreas de bosque como reservas bióticas permanentes y parques nacionales. De esta extensión ya se han reservado 0,5 millones de ha.

Los estudios intensivos del aprovechamiento de la tierra y de la aptitud de los suelos efectuados con anterioridad al proyecto de Jengka en Malasia pueden servir de modelo para otros países. Los cultivos arbóreos perennes que se producen ofrecen una eficaz protección al suelo y una buena cubierta para las cuencas hidrográficas, así como la perspectiva de ingresos estables para los agricultores. Estos cultivos arbóreos perennes cubren ya unos 25 millones de ha de las antiguas tierras forestales tropicales del mundo, las perspectivas de mercado para casi todos estos cultivos son buenas y cabe estimar que de ahora hasta final de siglo se producirá una ulterior expansión del orden de otros 2 millones de ha.

Colombia: Proyecto de asentamiento de Caqueta

En este proyecto, la colonización de las tierras fue espontánea, menos formalizada y de peores resultados que en Jengka. Se basó principalmente en un sistema de producción ganadera.

La colonización de las zonas de bosque tropical de Colombia se inició a principio de este siglo, en Caqueta, durante el periodo en que la explotación del caucho se hallaba en pleno auge. Al final del decenio 1930-1939, muchos colonos empezaron a trasladarse guando corrió la voz de que podían posesionarse de las tierras de dominio público, y de que la zona se prestaba muy bien para la cría de ganado. El Gobierno inició su apoyo en 1959 con un programa de colonización dirigida, organizado por la Caja Agraria, que fracasó debido a la deficiente selección de los colonos y a la insuficiente supervisión de los beneficiarios de los créditos.

En 1969, el Gobierno de Colombia solicitó asistencia bancaria para continuar el programa de colonización. En 1971 se concedió un préstamo de 8 millones de dólares EE.UU. para la primera fase del proyecto de Caqueta, que iba a durar tres años, y a ser administrado por un nuevo organismo de colonización llamado INCORA. De él se beneficiarían las 8 000 familias de colonos habitantes en la zona. La primera fase preveía la concesión de préstamos a largo plazo para ganadería a 4 500 colonos, la construcción de 380 km de carreteras, de 90 escuelas de enseñanza primaria y 6 centros sanitarios, así como la mejora de la administración de la INCORA. Los costos de asentamiento se calcularon en 20 millones de dólares EE.UU.

En la práctica, el proyecto tropezó con varios problemas: la considerable subida de precios registrada en todos los sectores, las inesperadas dificultades materiales que afectaron en particular al programa de construcción de carreteras, y la falta de participación de los colonos en la construcción de las escuelas mediante programas de autoayuda. Cuando ya estaba a punto de terminarse el desembolso, se cambió el diseño del proyecto, y en 1975 se concedió un segundo préstamo teniendo en cuenta las dificultades habidas durante la primera fase. Al definir la segunda fase se llegó a la conclusión de que, si bien era aún pronto para observar un aumento de los ingresos de los beneficiarios, la posesión de un hato de ganado había permitido que los participantes se quedaran en sus predios actuales (85 ha de promedio) en vez de seguir dependiendo de los cultivos migratorios. Con la importación del 60% del ganado bovino de cría en Caqueta, el proyecto consiguió «mejorar notablemente las perspectivas de desarrollo de una zona llamada a desempeñar un importante papel en los esfuerzos del Gobierno por fomentar la producción ganadera».

En la segunda fase del proyecto hubo que rectificar la habilitación de servicios sociales debido a los problemas pendientes, tales como la falta de asistencia técnica a los agricultores o la insuficiencia del mantenimiento de carreteras.

El proyecto de Caqueta ha sido muy discutido. Kirby, por ejemplo, escribe en Pacific viewpoint:

«No solamente la mayoría de los agricultores explotaban una unidad agraria menor de lo que se consideraba viable para una economía de cría/engorde de bovinos para carne, sino que la tendencia hacia una estructura bimodal se acentuaba por el hecho de que los pequeños agricultores no podían comprar ganado. Se facilita crédito para comprar el ganado de base, y con una tasa de inflación de más del 20%, el tipo de interés del crédito al 12% anual resulta negativo después de un período de moratoria de 3 años. Pero los nuevos colonos se muestran muy cautos acerca de los créditos para la compra de ganado, debido a que, aun en el caso de que los animales mueran o sean robados, el préstamo tiene que reembolsarse de todas maneras. Es raro que se soliciten créditos para el desmonte o para el establecimiento de praderas, ya que el valor de la tierra mejorada dependerá directamente de los animales pastantes que pueda haber en ella. Además, la Caja de Crédito Agrario tiene una comprensible tendencia a prestar dinero a los agricultores ya establecidos, ya que la supervisión es más fácil y el reembolso está garantizado por la existencia de un hato de ganado. En resumen, la situación en la Amazonia es que la mejora del nivel de vida de los nuevos colonos es muy lenta. En 1971, únicamente el 55% de los colonos de Medina, en Caqueta y Putumayo, hubieran permanecido en sus granjas en caso de haber tenido la posibilidad de trasladarse a otro sitio. La mayoría de estas gentes, viven a base de cultivos migratorios de subsistencia, y gracias a los créditos informales de los almacenistas 1».

1. «Land use in Amazonia», Pacific viewpoint (19), 1978.

La destrucción del bosque en los países tropicales en desarrollo - objeto de vivas polémicas en los países desarrollados de clima templado - no es mas que un cambio lógico en el régimen del uso de la tierra, para lograr una agricultura de mayor rentabilidad.

Sería prematuro sacar conclusiones definitivas acerca de las posibles repercusiones a largo plazo del proyecto sobre los ingresos de los colonos. Pero este proyecto pone de relieve el principal problema que plantea la colonización planificada en regiones boscosas de la América Latina: la calidad sumamente mala de algunos de los suelos forestales y la dificultad de conseguir una producción agrícola y ganadera sostenida. Se ha dado mucha publicidad a la degradación de las antiguas tierras de bosque tropical del Brasil, causada, por ejemplo, por programas ganaderos mal administrados. En cambio, Sánchez ha presentado pruebas alentadoras resultantes de los ensayos realizados por el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT)2 de Cali, Colombia, y otros organismos, que demuestran que, con una fertilización apropiada, la debida densidad de ocupación y una eficiente gestión agronómica, una considerable proporción de los latosoles ácidos de la región del Amazonas es capaz de dar una producción sostenida tanto agrícola como ganadera Están en marcha varios programas experimentales bastante extensos, cuyos resultados pueden ser significativos para el futuro desarrollo de la región amazónica.

2. Pasture production in acid soils in the tropics. CIAT, 1978.

En cuanto al grado de protección de los recursos forestales conseguido en esta zona colonizada, hay que admitir que los resultados del proyecto de Caqueta han sido un completo fracaso. Al principio del proyecto, se hizo un considerable esfuerzo para conservar una extensión de 20 000 ha como reserva forestal permanente, pero, al cabo de un año, y a pesar de los gastos efectuados en viviendas para los guardas forestales y servicios de protección, toda la zona quedó invadida por familias de nuevos colonos.

Para lograr un suministro suficiente de leña, postes para la construcción y madera aserrada para los nuevos colonos, y para conservar la función protectora de los bosques, la zona del proyecto de Caqueta, que en su origen formaba parte de una Reserva Forestal Amazónica, oficialmente declarada como tal, se convirtió en el objetivo de resoluciones especiales 3 tendentes a lograr que en la colonización se tuviera en cuenta la necesidad de conservar los bosques. La ley exigía a los receptores de más de 50 ha de tierras públicas conservar el 20% como bosques, y permitía al Gobierno mantener el 10% de la superficie como zona de protección. En la práctica, fue imposible hacer cumplir a los agricultores la obligación impuesta por esta ley, la experiencia en las explotaciones plenamente desarrolladas demostró que, por término medio, los colonos no conservaban más del 5% de sus tierras como bosque para proteger algún manantial o para obtener la madera necesaria para la construcción de viviendas y cercados.

3 Nos 015 de 1963, 141 de 1964 y 216 de 1965; y Artículos 14 y 15 del Decreto Especial 2278 de 1953.

Estos resultados hacen pensar en la necesidad de una mayor flexibilidad en la formulación de leyes forestales que impongan la conservación de un porcentaje arbitrario de las zonas de colonización como cubierta forestal, característica común de muchos proyectos de asentamiento agrícola. La decisión de los agricultores de Caqueta de proteger solamente el 5% del bosque, al objeto de satisfacer sus necesidades básicas de leña y de otros productos forestales, parecería bastante racional. La experiencia adquirida en otras partes sugiere que una familia media puede necesitar entre 250 y 500 árboles aproximadamente (menos de 0,5 ha) para satisfacer sus necesidades domésticas esenciales. El punto más importante es que los principales beneficiarios de las diversas resoluciones del Gobierno tendentes a proteger superficies mayores que ésta serían los agricultores instalados aguas abajo de la zona del proyecto de Caqueta, que se aventajarían de la protección de la cabecera del río y de la consiguiente disminución de las inundaciones y la sedimentación. Estos beneficios «externos» tienen poca importancia para los agricultores que habitan en la zona del proyecto, y no cabe sorprenderse de que consideren la restricción del 20% principalmente como un obstáculo impuesto que les impide aumentar los ingresos familiares mediante el desarrollo de zonas adicionales para cultivos alimentarios o la adquisición de más ganado.

La cuestión general que aquí se plantea es, efectivamente, si la retención de un 20% de la cubierta forestal es la única forma de conseguir una protección efectiva de la zona de captación. Si bien existen abundantes pruebas científicas que demuestran que los bosques naturales intactos ofrecen una cubierta óptima para la protección del suelo y la regulación de la corriente aguas abajo, también se han obtenido pruebas en muchas partes del mundo, incluso en las zonas tropicales, de que otros sistemas de silvicultura, agricultura y explotación ganadera pueden servir para proteger debidamente una cuenca hidrográfica (véase más adelante el proyecto de Kenya), a condición de que se adopten medidas apropiadas de conservación del suelo, y de que el número de reses se mantenga en equilibrio con la capacidad de ocupación ganadera de la tierra. Desde este punto de vista, en el proyecto de Caqueta se podría haber hecho mayor hincapié en las medidas de conservación de suelos y en los servicios de extensión y apoyo necesarios para lograr prácticas ganaderas adecuadas. Para la protección de los bosques situados en laderas muy escarpadas y en las orillas de los ríos de la zona del proyecto, se hubieran obtenido resultados diferentes adoptando una mayor flexibilidad en la elección de las zonas reservadas para protección y manteniendo consultas más estrechas con los nuevos colonos sobre este aspecto. Ultimamente, la componente forestal del proyecto ha sido revisada de acuerdo con estas líneas, y se han supervisado los progresos realizados a fin de evaluar las consecuencias de estos cambios en el diseño del proyecto.

Otro de los problemas importantes que se plantearon durante la formulación del proyecto de Caqueta, y que es muy pertinente para los programas de asentamiento que pudieran efectuarse en otras partes de los trópicos, fue la cuestión de cómo aumentar los beneficios obtenidos de las operaciones de corta previas al asentamiento. Antes de 1975, las operaciones de desmonte realizadas en Colombia representaron la tala y quema de 500 000 ha de bosque. En el momento de prepararse el proyecto, el desmonte procedía a razón de 30000 ha por año. Se estimaba que cada año se cortaban 2 millones de m³ de madera madura, de los cuales, sólo el 1% se aserraba y vendía, y el resto se quemaba. De un volumen total de la biomasa en pie de 250-300 m³/ha, únicamente 25 árboles de 40 cm o más de diámetro medio eran apropiados para ser transformados en madera aserrada o contrachapados y, de éstos, tan sólo 17 m³ eran de especies comerciales. Si bien otros 30 m³ (40%) eran apropiados para la carbonización y la producción de leña, no podían utilizarse para estos fines debido a que tanto el mercado local como el mercado de exportación potencial más próximo estaban ya saturados. Después de estudiar intensamente la cuestión, se llegó a la siguiente conclusión:

«Se considera poco factible, si no imposible, racionalizar las talas en la fase actual del proyecto de Caqueta. Cualesquiera beneficios que puedan obtenerse de una explotación racionalizada del bosque deberán considerarse en comparación con los retrasos que ello ocasionaría en el desarrollo de la zona por medio de la colonización espontánea. Los estudios realizados demuestran que, en estas condiciones, la explotación racionalizada del bosque no resultaría económica.»

Kenya: Proyecto forestal

El programa de plantación forestal de Kenya presenta varias características de interés general, entre ellas cabe citar: el papel que pueden desempeñar estas plantaciones para reducir la presión sobre el ecosistema de bosque natural; la estipulación de conservar determinadas reservas naturales; el hecho de que parte del anterior cambio de tierras forestales a tierras agrícolas se basaba en estudios sistemáticos a largo plazo de las zonas de captación, con objeto de averiguar las probables repercusiones de los diferentes tipos de cultivo en el caudal de la corriente y la agricultura aguas abajo.

Los bosques de Kenya abarcan unos 2,5 millones de ha, o sea el 4% de la superficie total del país (16% de las tierras que reciben más de 850 mm de lluvia). Durante los últimos 50 años, los bosques del país han estado sometidos a una explotación continua para producir madera aserrada y otros productos forestales. Como la regeneración natural de las especies forestales autóctonas tarda de 60 a 100 años en producir madera de tamaño utilizable, el Gobierno, en los últimos 30 años, ha venido reemplazando algunos de estos bosques con plantaciones de coníferas exóticas de crecimiento más rápido. Hasta la fecha, se han establecido unas 160 000 ha de plantaciones industriales, o sea el 7% de la superficie total de bosques.

En 1969, el Banco Mundial concedió un préstamo de 2,6 millones de dólares EE.UU. para financiar parte de los costos de una etapa de 6 años de este programa de fomento de las plantaciones. El objetivo que se logró con éxito-consistía en establecer durante dicho período 28 000 ha de plantaciones. En 1976, un segundo préstamo de 10 millones de dólares EE.UU. sirvió para financiar la continuación y expansión de todo el programa de plantaciones industriales del Departamento de Bosques. Este proyecto deberá completarse en 1980, y entonces empezará una tercera fase referente a la forestación rural y a la capacidad industrial necesarias para elaborar las materias primas cada vez más abundantes.

Casi todo el programa keniano de forestación se ha realizado utilizando el sistema taungya. En Kenya, los trabajadores forestales cultivan principalmente maíz, frijoles o patatas durante un período de 4 a 5 años, pasado el cual la plantación se transforma en un monocultivo forestal hasta que está listo para la corta. Las principales especies utilizadas han sido los pinos y los cipreses mexicanos.

MUJERES INDONESIAS TRABAJAN EN PROYECTO DE TRANSMIGRACIÓN cinco hectáreas de terreno por familia

Con arreglo a los tres criterios principales definidos en este artículo, el proyecto puede considerarse un éxito. El programa de plantación forestal da empleo permanente a unas 5 000 personas. Las aldeas situadas en los bosques de Kenya, de las cuales más de 100 se han creado en los últimos 30 años, mantienen comunidades forestales estables que se ganan la vida gracias a una combinación de trabajos agrícolas y forestales. Muchos de los trabajadores forestales son de segunda generación. A medida que el programa forestal ha ido progresando, se han creado oportunidades de empleo secundario en la corta, los aserraderos, las fábricas de pasta y papel y de muebles.

Las nuevas plantaciones forestales tienen un rendimiento maderero 15 veces mayor que el de los bosques autóctonos a los que sustituyen. Los suelos volcánicos profundos, en los cuales se establecen las plantaciones, pueden soportar un cultivo permanente, si bien investigaciones recientes indican que tal vez haga falta aplicar una cierta cantidad de fertilizantes entre cada rotación.

Tres cuestiones de interés general se plantean como resultado de la experiencia de este proyecto. La primera es el modo como estas plantaciones compensatorias pueden reducir la presión sobre los bosques indígenas protectores de las cuencas hidrográficas. La mayoría de los ríos y arroyos importantes de Kenya nacen en los 2,4 millones de ha de bosque autóctono. Antes de 1950, más del 90% de la producción de madera procedía de estos bosques autóctonos. Se han adjudicado concesiones de explotación maderera, en virtud de contratos a largo plazo, que abarcan la mayor parte de la zona boscosa accesible. En 1980, las plantaciones compensatorias que se han establecido en Kenya, y que abarcan menos del 10% de la antigua superficie de bosque autóctono, satisfacían más del 80% de la demanda de madera industrial del país, tanto para consumo interno como para la exportación. El efecto neto ha sido reducir la intensidad de la explotación en los restantes 2 millones de ha de bosque autóctono, cuya principal función sigue siendo la protección de las cuencas hidrográficas.

El segundo aspecto es que el Departamento de Bosques de Kenya, como parte esencial de este programa general de desarrollo forestal, estableció hace unos 20 años 43 000 ha de reservas naturales (bióticas). En el segundo proyecto forestal financiado en 1976, una de las condiciones impuestas para el préstamo era que estas reservas se ampliaran en 7000 ha, de forma que fueran perfectamente representativas de los ecosistemas biológicos y botánicos de Kenya. Esta meta fue alcanzada.

La tercera cuestión de interés general se refiere a la lucidez de la política de aprovechamiento de la tierra que Kenya aplica en la zona de bosques. Debido al intenso crecimiento demográfico y al hecho de que una gran parte de los bosques se halla situada en suelos de alto potencial agrícola, las zonas de bosque autóctono siempre han sufrido la presión de la colonización agrícola. En los años cincuenta, la EAAFRO 4 realizó una serie de estudios a largo plazo de las zonas de captación para comparar el impacto que tenían en el caudal, en la erosión de suelos y en la sedimentación aguas abajo otros posibles sistemas de aprovechamiento de la tierra, entre ellos el bosque natural suelos, espaciamiento de la plantación, las plantaciones de té, la explotación ganadera y los cultivos alimentarios intensivos. Quedó claramente establecido que, siempre que se tomen las debidas medidas de conservación de suelos, espaciamiento de la plantación, y otras técnicas de explotación agrícola, el té, por ejemplo, podía ofrecer una cubierta eficaz en las cuencas hidrográficas sin tener efectos negativos sobre el caudal y la sedimentación aguas abajo. Este experimento de largo plazo se tomó como base para la decisión deliberada del Gobierno de Kenya de dedicar unas 10 000 ha de la zona forestal situada al sudeste del bosque de Mau para la producción de té. Las exportaciones de té han aumentado, ocupando ahora en Kenya el segundo lugar después del café, generando divisas que representan un 25% de las exportaciones agrícolas y un 10% de las exportaciones totales. La mayor parte de la industria del té, que ha permitido que 20 000 agricultores pasen de un sistema de agricultura de subsistencia a un sistema de cultivos comerciales, se halla situada en lo que antes eran bosques autóctonos.
Notas

4. East African Agriculture and Forestry Research Organization, Nairobi, Kenya.

Indonesia: Transmigración II

El proyecto de Transmigración de Indonesia, al igual que el proyecto colombiano de Caqueta, consiste en el asentamiento de pequeños agricultores en los latosoles ácidos de bosque tropical. En Indonesia se hace hincapié en los cultivos labrantíos, mientras que en Colombia se insiste más en la explotación ganadera.

Como parte de un programa de transmigración a largo plazo, el Gobierno de Indonesia solicitó en 1973 asistencia del Banco Mundial para un proyecto destinado a reasentar familias procedentes de Java y de Bali en cuatro lugares situados a lo largo de la carretera que atraviesa Sumatra, en la provincia de Jambi, y a mejorar el nivel de vida de las familias ya asentadas en otros lugares de la misma región.

El proyecto de Transmigración de Indonesia constituye uno de los mayores programas de reasentamiento del mundo. Desde 1905, los Gobiernos sucesivos han patrocinado la migración de los agricultores pobres desde las islas superpobladas a las islas vecinas relativamente subutilizadas, sobre todo a Sumatra. En total, los programas gubernamentales han transferido casi un millón de colonos, y se calcula que unos 2 millones de javaneses residentes en las islas exteriores se hallan allí de resultas de los reasentamientos organizados por el Gobierno y del correspondiente crecimiento demográfico. Una gran parte de los primeros asentamientos proporcionaron mano de obra para las plantaciones de caucho de Sumatra.

En enero de 1974, la FAO emprendió un estudio para identificar un posible proyecto de transmigración, apropiado para recibir asistencia exterior, y en 1976, sobre la base de los resultados de dicho estudio, el Banco Mundial inició la primera fase de un proyecto de transmigración encaminado a mejorar el nivel de vida de 12 000 familias asentadas, y a establecer una nueva comunidad para 4500 nuevos colonos. Los inmigrantes recibieron 5 ha de tierra, de las cuales 0,5 ha ya se habían desmontado y 1,0 ha plantadas ya con caucheras inmaduras. Actualmente está en ejecución la segunda fase del proyecto, sobre la base de la experiencia adquirida. Se están adoptando explotaciones de menor tamaño (3,5 ha).

El aspecto más discutible ha sido la cuestión de la posibilidad de sostener los sistemas de cultivo, dada la fuerte acidez de los latosoles forestales que son deficientes en nitrógeno y fósforo, y posiblemente pobres en potasio. Las primeras investigaciones demostraron que la estructura del suelo es favorable para la formación de las raíces de las plantas, y que, añadiendo regularmente fertilizantes, algunos de los suelos forestales podrían llegar a ser adecuados para la producción de cultivos alimenticios de tierras altas. Para combatir la elevada fijación del fosfato, la dosis inicial de esta sustancia debe ser fuerte. No obstante, no se ha podido probar todavía durante un período de tiempo suficiente ningún conjunto de medidas técnicas que implique una pronunciada dependencia de los cultivos alimentarios anuales.

Observaciones sobre las plantaciones agrícolas y la agri-silvicultura

A causa de las incertidumbres surgidas en algunos de los países que producen tradicionalmente el cacao en pequeños predios, este cultivo está adquiriendo una distribución geográfica más amplia; se cultiva cada vez más en plantación y no como monocultivo o bajo cubierta de cocoteros. En Malasia, los cultivos tradicionales de árboles frutales pueden seguir una tendencia similar, y también la pimienta negra puede considerarse un objetivo de producción especializada.

Esta tendencia contrasta con el modo en que las publicaciones forestales internacionales insisten ahora en el potencial de la agri-silvicultura es decir del cultivo intercalado y simultáneo de árboles y de cultivos alimentarios. Es por lo tanto importante aclarar las diferencias que existen entre estos sistemas de monocultivo agrícola y forestal, y los sistemas de cultivos forestales y alimentarios intercalados que practican, por ejemplo, los pequeños agricultores en Java, en la región de Kerala en la India, en Sri Lanka (sistema de huertos Kandy), etc. El pequeño agricultor de los trópicos húmedos que posee menos de 2 ha de tierra suele producir alrededor o cerca de su casa diversos cultivos alimentarios y comerciales. En Java, el agricultor está muy especializado y cultiva arroz, yuca maíz, frijoles, maní y hortalizas, junto con bananos, plátanos, cítricos, clavo, canela, pimenteros, café, cacao y varios árboles frutales, todos bajo cubierta de algunos cocoteros.

Las parcelas de árboles en las granjas, tan características de los trópicos húmedos, alcanzan su mayor expresión en Sri Lanka, donde los huertos de arbolado alrededor de Kandy ofrecen una combinación compleja de yuca, bananos jengibre, plátanos y otras especies bajo cubierta mixta de árboles frutales, cafetos, cacaoteros, pimenteros, vainilleros, claveros, arecas y cocoteros. Este sector está representado también en Africa occidental donde se cultivan hortalizas junto con una mezcla de café, cacao, árboles frutales, cola y palma de aceite.

Los sistemas de los pequeños agricultores contrastan fuertemente con la simplicidad de las plantaciones de monocultivo y, en comparación, resultan más difíciles de modificar y de mejorar. El perfeccionamiento de los predios pequeños, como los de Java y Nigeria, sólo es posible facilitando durante mucho tiempo material de plantación de calidad superior, pero se puede lograr un efecto catalizador mediante mejores carreteras y servicios de comercialización. Esto induciría a los agricultores más progresistas y con más tierras a modificar sus sistemas de cultivo para aprovechar circunstancias más favorables, pero para el pequeño agricultor de subsistencia, el riesgo podría ser aún excesivo para permitirle cambiar. En estos casos, tal vez sea esencial un cierto grado de concentración parcelaria y de agricultura en cooperativas antes de poder introducir sistemas mejorados de cultivo.

Como conclusión general, parece que los sistemas de cultivo agri-silvícolas empleados por los pequeños agricultores de Java y de otras partes de los trópicos húmedos han sido ya bien experimentados y ofrecen una combinación diversificada de cultivos de subsistencia, alimentarios y comerciales que disminuyen el peligro del hambre y, al mismo tiempo, ofrecen al agricultor un pequeño excedente que le proporciona ingresos. Sin embargo, es posible que en las regiones donde los pequeños agricultores tengan un margen de maniobra y puedan ampliar sus operaciones de cultivo comercial, la tendencia sea más hacia el monocultivo que no a apartarse de él. Dicho de otra forma, las combinaciones agri-silvícolas que se practican en los trópicos húmedos no siempre resultarán las más rentables para los pequeños agricultores.

La distinción entre monocultivos y cultivos intercalados (agri-silvícolas) es digna de atención, ya que recientemente los silvicultores han solido seguir la corriente de la agri-silvicultura y fomentar indiscriminadamente los sistemas agri-silvícolas en todos los aspectos del desarrollo forestal como medio de aumentar el rendimiento de los bosques tropicales. Parece justificado un enfoque más selectivo que haga hincapié en los sistemas de pequeños cultivos o fases de desarrollo en plantaciones forestales, donde la intercalación de cultivos alimentarios y arbóreos puede resultar netamente beneficiosa desde el punto de vista técnico-económico.

Si se examinan más de cerca las posibilidades de introducir la agri-silvicultura en los trópicos húmedos, aparte del modelo de plantación taungya bien arraigado, y se estudian los tipos de cultivo que se emplean en algunos lugares como Java, Kerala y Sri Lanka, casi todos los árboles que se cultivan son frutales u hortícolas, los cuales, tradicionalmente caen fuera de la competencia de los silvicultores. Evidentemente, para que los silvicultores desempeñen un papel más activo en este campo, es preciso ampliar los conocimientos sobre la variedad de cultivos arbóreos que pueden utilizarse en silvicultura y trabajar en estrecha asociación con los agrónomos tropicales que conocen bien dichos cultivos. También hay que admitir que se trata de un campo en el que es más frecuente que el silvicultor desempeñe una función de apoyo al agrónomo y al economista agrícola que no lo contrario. La inversión en los cultivos de árboles forestales tradicionales representará con frecuencia aunque no siempre, una proporción relativamente pequeña de la superficie cultivada y de los costos de inversión en las explotaciones.

Según el régimen de cultivo previsto en un principio en el proyecto, se asignaban a cada familia 3,5 ha de tierra, de las cuales 2 ha se destinaban a la producción de cultivos alimentarios y aproximadamente 1,5 ha a los cultivos arbóreos (principalmente caucho). Estos últimos debían producirse como monocultivos. El desmonte iba a efectuarse mediante una combinación de métodos mecánicos y manuales, y justo antes del asentamiento se incorporaron al suelo 500 kg de fosforita por hectárea, mediante una grada. Los principales cultivos alimentarios serían el arroz, el maíz y la yuca, y se supuso que los colonos establecerían huertos domésticos con hortalizas y cultivos arbóreos (por ejemplo, cocoteros, claveros, cafetos, bananos y otros árboles frutales). En el plan del proyecto se introdujo una disposición especial que garantizaba que los agricultores dispondrían de un suministro suficiente de fertilizantes, que habría una estructura adecuada para coordinar estrechamente la labor de los diversos organismos gubernamentales que intervendrían en las actividades de extensión, y que los agricultores podrían disponer fácilmente de semillas y materiales de plantación como y cuando los necesitasen. La relación de personal fue de un agente de extensión agrícola por cada 500 familias (o sea más que en proyectos similares realizados en otras partes), y se hizo hincapié en las actividades de capacitación.

A pesar de estas disposiciones, un reciente análisis de la marcha del proyecto ha subrayado el hecho de que los nuevos colonos tienen dificultades para producir cultivos alimentarios suficientes para su subsistencia y para conseguir insumos indispensables, tales como fertilizantes y semillas mejoradas.

La cuestión clave es la de si en Indonesia existe otra solución práctica que no sea el asentamiento en los bosques, dado el crecimiento demográfico cada vez mayor y las limitadas extensiones de suelos buenos. Por ejemplo, las zonas de pradera alang-alang 5 y la región de cerrado en el Brasil, ofrecen, en teoría, una solución alternativa a corto plazo para proseguir la colonización del bosque y dejar más tiempo para desarrollar sistemas de cultivos sostenibles en los latosoles de bosque tropical. Sin embargo. en la práctica, no se ha establecido ningún sistema de cultivo sostenible para las tierras de pastoreo alang-alang. Actualmente se está estudiando la validez de intensificar las investigaciones en este campo.

5. Tierras forestales antes dedicadas a cultivos migratorios, que ahora han sido abandonadas y han vuelto al estado de praderas silvestres.

Algunas veces las organizaciones que se ocupan del medio ambiente y también otros organismos se han preguntado por qué el Banco Mundial apoya este tipo de proyectos de asentamiento en situaciones en las que existen graves peligros ecológicos. En parte, la respuesta es que la colonización espontánea, de resultas de la presión demográfica, es un hecho en muchas situaciones tropicales, lleva muchos años practicándose y en algunos casos está fuera del control del gobierno.

Si se trabaja activamente para mejorar los sistemas actuales de cultivo, perfeccionar los servicios de extensión, garantizar el pronto suministro de insumos agrícolas y prestar apoyo a una investigación agronómica más intensa, entonces habrá mayores posibilidades de evitar la degradación ecológica. La otra opción, es decir la colonización sin control alguno, privaría a los agricultores de los insumos necesarios, así como de los servicios de extensión, carreteras, servicios sociales y otros medios.

Como ya se ha observado anteriormente al tratar del proyecto Jengka de Malasia, es importante tener presente el hecho de que una parte de los ecosistemas de bosque tropical que todavía quedan podrían aprovecharse de manera más rentable y sostenida, por ejemplo transformándolos en cultivos arbóreos perennes y ofreciendo así a millares de pequeños agricultores una opción viable para que abandonen el cultivo migratorio.

Filipinas: Proyecto de cultivos arbóreos en pequeños predios

La característica excepcional de este proyecto de cultivo de árboles por los pequeños propietarios es que, con la excepción de un proyecto realizado en el estado de Gujarat en la India, es el único que hasta la fecha financia el Banco Mundial en el que los pequeños agricultores cultivan árboles forestales como cultivo comercial. El proyecto está en su segunda fase y consta de dos elementos principales: el cultivo de árboles en pequeños predios, mediante un programa de crédito supervisado que aplica el Banco de Desarrollo de Filipinas; y el fomento de la plantación de pinos por la Oficina de Desarrollo Forestal.

El elemento componente relativo a los cultivos arbóreos en pequeños predios estimula a los agricultores de las tierras agrícolas marginales de todo el país a dedicarse al cultivo de árboles (asociado con la producción de cultivos alimentarios) para establecer plantaciones para leña, carbón vegetal, madera para pasta y harina de hojas. El proyecto es innovador y experimental, y se basa en los resultados obtenidos por el Banco con un proyecto piloto anterior de 2 millones de dólares EE.UU. que aportó los fondos necesarios para el desarrollo de los recursos de madera para pasta para la fábrica de pasta PICOP. La primera fase del proyecto piloto dio buenos resultados, y ha conducido a un mejoramiento cuantificado y ostensible de los ingresos de los agricultores participantes y de su nivel de vida.

En la segunda fase del proyecto, de las 28 000 ha de explotaciones arbóreas que hay que financiar, 10000 se hallan situadas en Mindanao, 5 000 en Visayas y 8 000 en la región de Ilocos en la parte septentrional de la isla de Luzón. El tamaño de las explotaciones varía de 2 a 15 ha. Las plantaciones para leña y carbón vegetal, que representan una gran parte del proyecto, tienen, aproximadamente, unas 5 ha.

En relación con los probables efectos del proyecto en los ingresos rurales, la experiencia del proyecto Filipinas I está ya bien documentada y puede considerarse razonable pronosticar ganancias netas sostenibles que varían entre 78 y 100 dólares EE.UU. por hectárea, en las explotaciones arbóreas de Albizzia productoras de madera para pasta, unos 140 dólares EE.UU. por hectárea en las explotaciones arbóreas que producen leña y carbón vegetal, y 300 dólares EE.UU. por hectárea en las que producen harina de hoja (basada en el Ipil-ipil gigante).

Los índices de ganancia para los agricultores son elevados, y la tasa de beneficio económico del proyecto es del orden del 23%. En el segundo proyecto se tienen dificultades en lo referente a las limitaciones de la tenencia de la tierra, y se está estudiando la necesidad de una mayor flexibilidad a este respecto.

Por lo que se refiere a conseguir la protección de los bosques, el hecho más interesante del proyecto de cultivo arbóreo en pequeños predios en Filipinas es que se están movilizando cultivadores migratorios para el restablecimiento de la cubierta forestal en cuencas hidrográficas degradadas. El incentivo de las ganancias obtenidas con el cultivo de árboles contribuye a estimular la reforestación de las cuencas erosionadas.

A pesar del interés evidente de esta fórmula, existen limitaciones para su aplicación más general. Se ha visto que uno de los principales aspectos problemáticos en la planificación de la expansión de la primera fase del proyecto era el radio económico para el transporte de la madera para pasta. Los cultivadores de árboles situados fuera de un radio de 100 km del aserradero quedaron excluidos a causa del costo del transporte. Los proyectos de este tipo son especialmente adecuados para establecer plantaciones en torno a una fábrica elaboradora central (bien sea para la producción de pasta, carbón vegetal, generación de energía, alcohol, madera aserrada o harina de hojas) allí donde exista un precio de mercado garantizado para la madera. Pero todas estas diferentes industrias tienen límites máximos en el costo de la madera entregada, por encima de los cuales no es posible elaborar la materia prima en forma rentable. En otras palabras, estos proyectos son principalmente apropiados para el desarrollo concentrado de los recursos situados en el ámbito abarcable por una fábrica elaboradora. Por este motivo, este enfoque no pudo adoptarse como solución general para todas las zonas forestales propuestas en las cuales el cultivo migratorio constituye un grave problema.

El margen de extensión de la experiencia de Filipinas a otros países es, sin embargo, considerable y el Banco está examinando activamente las posibilidades de ayudar a otros de sus Estados Miembros para que emprendan programas similares.

Una de las formas más eficaces para reducir la destrucción del bosque tropical es atacar la raíz del problema, o sea, la pobreza rural. Si se sigue dependiendo exclusivamente de los llamamientos a las compañías madereras, empresas multinacionales y gobiernos de los países en desarrollo para que detengan la desforestación tropical, se tendrá escaso éxito. Es indispensable cambiar la estrategia de conservación y concentrarse más en los enfoques positivos, para fomentar el desarrollo y paliar la pobreza de la población rural, si se quiere preservar efectivamente lo que queda de los ecosistemas de bosque tropical.

Se ha intentado demostrar que una parte considerable de la llamada destrucción del bosque en el mundo en desarrollo es, de hecho, un cambio lógico en el sistema de aprovechamiento de las tierras para lograr sistemas más productivos de explotación agrícola o de cultivo. Siempre que cuente con el apoyo suficiente de actividades de extensión técnica, insumos agrícolas y otros recursos, el proyecto de asentamiento puede constituir una alternativa válida a la conservación de la cubierta de bosque virgen. Al parecer, existen pruebas convincentes de que muchos de los proyectos de desarrollo agrícola y rural que se han iniciado ya en las zonas de bosque tropical han dado por resultado un aumento cuantificable de los ingresos rurales, han permitido a los pequeños agricultores asentarse en comunidades más estables y han eliminado su anterior dependencia de los cultivos migratorios. En otras palabras, el asentamiento de los pequeños agricultores y la protección de los bosques no son necesariamente objetivos incompatibles.

Para salvar los bosques tropicales e impedir su ulterior destrucción hay que procurar sobre todo mejorar los ingresos y la calidad de vida de 200 millones de personas que se dedican a los cultivos de tipo migratorio.

En algunos de los proyectos realizados, en los cuales antes del asentamiento de los colonos se efectuaban estudios detallados del aprovechamiento de la tierra y de las posibilidades de los suelos, y se encauzaba el desarrollo agrícola hacia las tierras más llanas, se ha demostrado que era posible excluir de la colonización agrícola una gran parte del bosque restante, que ha quedado sin explotar (Malasia, Jengka). En otros casos, la insuficiencia de la planificación o una excesiva dependencia de una legislación de protección forestal inaplicable han hecho que el proyecto fracasara. Esto significa que la concepción del proyecto tiene que ser flexible y debe tener en cuenta las necesidades y aspiraciones de los nuevos colonos y pequeños agricultores (Colombia, Caqueta).

Debido a las grandes diferencias que existen en los suelos de bosque tropical y en las condiciones climáticas y físicas, resulta imposible generalizar acerca de cuál es el sistema de cultivo más apropiado para las zonas de bosque tropical. Este análisis permite deducir que los cultivos arbóreos perennes, tales como la palma de aceite, el cafeto, el caucho, el cacao, el té y el cocotero, pueden constituir alternativas ecológicamente válidas a la ordenación del bosque natural. Además, cualesquiera que sean las combinaciones previstas de cultivo agrícola, explotación ganadera, o plantaciones forestales, el factor decisivo para determinar si un sistema de explotación es sostenible es la capacidad de los gobiernos para asegurar servicios de apoyo e insumos suficientes, tales como fertilizantes y semillas, servicios de investigación agrícola, carreteras secundarias, infraestructura social y salidas de mercado. Incluso en los suelos más difíciles, como los del Amazonas, pruebas recientes indican que, siempre que se preste suficiente atención a las medidas de conservación de suelos y a las técnicas de cultivo, es posible mantener sistemas de cultivo de labrantío, e incluso de explotación ganadera, por lo menos en los mejores de estos suelos de escasa fertilidad, donde dichas actividades habían fracasado anteriormente.

Debido a las limitaciones de mercado para los cultivos de plantación agrícolas y forestales, de ahora hasta el final del siglo su desarrollo probablemente abarcará algo menos del 10% de los ecosistemas de bosque tropical restante. Deberá darse prioridad absoluta a las investigaciones agronómicas y a los pequeños programas experimentales de desarrollo tendentes a mejorar el actual estado de los conocimientos acerca de los sistemas de cultivo alimentario sostenibles, como alternativa a la agricultura migratoria; mientras tanto, se deberá orientar los asentamientos hacia suelos mejores.

En las cuencas hidrográficas, un enfoque de desarrollo integrado rural, o un desarrollo por zonas que ofrezca al pequeño agricultor una alternativa a su modo de vida destructivo desde el punto de vista ecológico, pueden contribuir a la conservación de los bosques que quedan y, por consiguiente, a reducir el peligro de erosión del suelo y de inundaciones río abajo. La inversión en insumos infraestructurales, tales como el suministro de semillas, fertilizantes, obras de corrección de torrentes, medidas de conservación de suelo, créditos, capacitación de extensionistas, carreteras secundarias, servicios de comercialización, escuelas, tiendas, hospitales, y otros servicios sociales, es la forma más rápida y segura de conseguir que los agricultores abandonen el cultivo migratorio y adopten un sistema de cultivo más estable. Con los métodos adecuados algunos sistemas agropecuarios pueden también proteger eficazmente las cuencas hidrográficas. En otras palabras, la silvicultura no es la única solución.

Es evidente que las plantaciones forestales compensatorias son importantes para lograr la protección de parte de los ecosistemas de bosque tropical, ya que pueden servir de fuente alternativa de madera y aliviar la presión ejercida sobre la explotación de los recursos autóctonos. Los programas de repoblación forestal en los países en desarrollo se realizan actualmente a menos del 20% de la rapidez necesaria para conseguir la autosuficiencia interna para el año 2000. Es indispensable aumentar considerablemente el ritmo anual de establecimiento de especies de crecimiento rápido, para que el cultivo de árboles en pequeños predios pueda desempeñar una función importante en los casos en que los bosques o cuencas hidrográficas que hay que proteger se hallen a una distancia económicamente conveniente de una fábrica elaboradora o un mercado comercial.

El aprovechamiento de los bosques tropicales con un rendimiento sostenido no implica necesariamente gastos de enriquecimiento, plantación en hilera, u otras formas de manipulación de las copas de los árboles. La regeneración natural y los cambios en el valor de mercado de las especies secundarias pueden, en algunos casos, ofrecer una opción viable a la inversión en los sistemas de aprovechamiento de los bosques naturales con rendimiento sostenido. En cuanto a la conservación de reservas bióticas, los organismos que se ocupan del medio ambiente han realizado una tarea magnifica llamando la atención sobre este tema a nivel internacional. Cada vez se acepta más que son irrefutables los argumentos en favor de la conservación de los habitantes de los bosques, que viven de la caza y de la recolección, la fauna, los recursos genéticos botánicos, y las plantas medicinales potenciales, y son muchos los gobiernos de países en desarrollo que se han declarado dispuestos a aumentar los esfuerzos para proteger estos recursos. La única forma segura para lograr que estas reservas bióticas queden protegidas en la práctica, es aumentar el apoyo a los programas de desarrollo agrícola en las zonas próximas a dichas reservas.

Los silvicultores tal vez consideren algunos de los proyectos aquí descritos más como proyectos agrícolas que como proyectos forestales. Es precisamente en este punto donde pueden surgir problemas. En otros tiempos, los silvicultores han solido mostrarse muy estrechos de miras al definir lo que constituye un proyecto forestal, y dar por supuesto que su responsabilidad empieza y acaba con el cultivo de especies forestales en reservas forestales. De hecho, es probable que las inversiones en silvicultura comprendan una proporción relativamente pequeña de muchos de los proyectos de desarrollo rural y agrícola que se necesitarían para controlar eficazmente el actual proceso de desforestación tropical. En las cuencas hidrográficas y en zonas donde se practica la agri-silvicultura, los silvicultores tendrán que estar dispuestos a colaborar más estrechamente con los organismos que se ocupan de la colonización agrícola y con otras organizaciones, desempeñando un papel no predominante sino más bien complementario y de apoyo en el proceso de desarrollo.

Por lo que se refiere a la participación del Banco Mundial en los proyectos forestales, nos damos perfecta cuenta de que los esfuerzos del Banco en este campo sólo pueden ser marginales, y de que el principal impulso tiene que proceder de los propios países en desarrollo. A raíz de la publicación en 1978 de un documento del Banco sobre política forestal, hemos realizado un importante cambio en el énfasis en nuestros préstamos para proyectos forestales. Mayores créditos han ido a la silvicultura ambiental y rural, y nos hemos fijado como meta quintuplicar el nivel de nuestros préstamos forestales para llegar a los 500 millones de dólares EE.UU. en el quinquenio 1979-83. La respuesta de los servicios forestales de los países en desarrollo ha sido alentadora. Desde 1978, hemos facilitado préstamos para proyectos forestales en unos 20 países, y más del 60% de estos préstamos han sido para programas destinados a la protección del medio ambiente y el abastecimiento de leña, forrajes, postes de construcción y otros productos forestales necesarios tanto para la subsistencia básica como para el desarrollo. El objetivo de prestar 500 millones de dólares EE.UU. se ha alcanzado 3 años antes de lo previsto.

En futuros préstamos para proyectos forestales, nos proponemos hacer especial hincapié en la protección de las cuencas hidrográficas, los programas de repoblación forestal para obtener energía renovable utilizando especies de crecimiento rápido, y el cultivo de árboles comerciales en pequeños predios. De los 3 000 millones de dólares EE.UU. al año que el Banco presta actualmente para el desarrollo agrícola y rural, una parte seguirá destinándose a los asentamientos agrícolas y la protección de cuencas hidrográficas. Aunque el principal objetivo es reducir la pobreza rural, estos proyectos de asentamiento, si están debidamente planificados y escalonados, pueden al mismo tiempo contribuir, aunque sea poco, a conservar parte de los ecosistemas de bosque tropical que quedan en el mundo.


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