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Cambios en a agricultura migratoria en Africa

Departamento de Montes de la FAO

Este articulo es una adaptación del Estudio FAO: Montes, N° 50, titulado Changes in shifting cultivation in Africa. Se basa en un estudio completo, efectuado por el Departamento en 1982-83 y coordinado por un grupo de trabajo compuesto por funcionarios de los departamentos de Agricultura y de Política Económica y Social de la FAO y por una socióloga (la Dra. Claire Oxby) del Overseas Development Institute del Reino Unido.

· Durante siglos se han practicado con éxito y sin provocar daños diversos tipos de agricultura migratoria, perfectamente adaptados a las condiciones climatológicas y edafológicas prevalecientes en determinadas zonas forestales. Sin embargo, en la mayor parte del Africa tropical la situación ha cambiado en razón del crecimiento demográfico y de la presión cada vez mayor que éste ejerce sobre la tierra. Se han producido cambios en las modalidades de explotación de la tierra, tanto espontáneos como planificados, en los que la silvicultura y las especies forestales han desempeñado una función vital, pero en Africa se necesitan más cambios para evitar una degradación irreversible del suelo y producir los alimentos que necesitan sus habitantes.

El término agricultura migratoria designa a una amplia variedad de sistemas de cultivo; tal como se aplica en la FAO, designa «un sistema en el cual períodos relativamente breves de cultivo continuo siguen a períodos relativamente largos de barbecho» (FAO/Universidad de Ibadán, 1982). Por tanto, se diferencia del cultivo con períodos breves de barbecho y del cultivo permanente. Según esa definición, la agricultura migratoria ya no es tan frecuente en Africa como lo era antes; por otra parte, se combina generalmente con otras formas de agricultura. Según un estudio de la FAO (1984, pág. 9), «la zona húmeda más importante donde la agricultura migratoria sigue siendo la forma predominante de explotación agrícola es la franja del Africa occidental situada entre la zona boscosa costera y las llanuras del norte cultivadas de forma más permanente. También se encuentra todavía en zonas de poca densidad de población en la República Unida de Tanzanía, Zambia y el norte de Mozambique y en la zona despoblada de la cuenca del Zaire».

Donde la población es numerosa y las tierras escasas, la agricultura migratoria en sus modalidades tradicionales no es apropiada ni posible porque requiere tierras suficientes para barbechos durante largos períodos, lo que representa un «lujo». La agricultura migratoria se acompaña corrientemente de la práctica de desbroce por el fuego, tan a menudo criticada. Desde el punto de vista del agricultor, la quema tiene varias características positivas: no exige mucha mano de obra, las cenizas producidas son un valioso fertilizante, el efecto de lixiviación hace más accesibles a las plantas los nutrientes del suelo y puede destruir enfermedades micóticas e insectos perjudiciales. Además, muchos agricultores prefieren desbrozar la vegetación forestal secundaria en lugar del bosque virgen. Cuando hay árboles valiosos, generalmente se protegen o extraen antes de la quema. Lassailly-Jacob (1982) no es el único en sostener que lo que hace falta es asesorar a los agricultores sobre la manera de utilizar el fuego y controlarlo más eficazmente, en lugar de impedirlo de manera generalizada.

La agricultura migratoria y el cambio espontáneo

El cambio social ocurrido en Africa en los últimos decenios ha tenido las siguientes características: un aumento de la densidad de población; un aumento de la superficie cultivada, en gran parte mediante la introducción y la difusión de los cultivos comerciales; un acceso cada vez más difícil a la tierra y una mayor participación de las pequeñas comunidades en los mercados regionales, nacionales e internacionales. Los cambios en las técnicas agrícolas son comprensibles en ese marco, pues en Africa dichas técnicas se han adaptado rápidamente (aunque en algunos casos no con la suficiente rapidez) a las circunstancias cambiantes, en particular a la creciente escasez de tierras.

Como la agricultura migratoria requiere largos períodos de barbecho se necesita mucha tierra por familia, tierra que en su mayor parte es improductiva en un momento determinado. Simplemente no es posible practicar la agricultura migratoria cuando la densidad demográfica aumenta y no hay tierra suficiente para que el periodo de barbecho sea adecuado. Sin embargo, se debate hasta cierto punto la cuestión de la densidad de población que puede soportar la agricultura migratoria. Mientras Ruthenberg (1980, pág. 62) calcula que no puede soportar más de 56 personas por km2, Lassailly-Jacob (1983) estima que en Beumi, Costa de Marfil, la densidad actual de 83 habitantes por km2 podría aumentar hasta 123, que podrían vivir de la agricultura migratoria sin destruir el equilibrio ecológico. Es pues, importante distinguir entre densidad de población absoluta y densidad de población en relación con la superficie y la fertilidad de la tierra cultivable.

CORTA Y QUEMA EN LA COSTA DE MARFIL una parte del ciclo de la agricultura migratoria (PROF. U. RAHM/WWF)

Hay varias reacciones posibles a las situaciones cambiantes en las zonas rurales; se pueden utilizar otras técnicas agrícolas o, como solución más radical, puede haber un éxodo rural. Ante la escasez de tierras los agricultores pueden recurrir a la rotación de cultivos, como lo han hecho en Tiv, Nigeria (Vermeer, 1970) y en Baoule, Costa de Marfil (Lassailly-Jacob, 1983), o hacer más intensivos los cultivos acortando los períodos de barbecho, como ha ocurrido al nordeste de Zambia (Lawton, 1982). Sin embargo, esta última estrategia es racional sólo hasta cierto punto, más allá del cual toda reducción del período de barbecho resultaría en una degradación del suelo y un rendimiento cada vez menor. En esta etapa se requiere un cambio más radical que el paso de la agricultura migratoria a la agricultura permanente. Boserup (1965, pág. 26) da el siguiente ejemplo general:

Un cambio radical en parte de la zona

Una población rural en aumento no produce más alimentos multiplicando el número de veces que ara la berra, o escardando los campos que explota con la aplicación de un sistema de barbecho breve y que hasta entonces jamás había limpiado de malezas. En lugar de introducir esos cambios, que no aumentarían mucho la producción total, los agricultores que siguen el sistema de barbecho breve cultivarán probablemente todos los años una parte de sus tierras. Esa transición, a su vez, puede requerir una mejora de las técnicas de arado, riego y limpieza, o la reducción del barbecho ir necesariamente acompañada de la producción de forraje para los animales. En otras palabras, la mano de obra adicional se utilizará probablemente para introducir en parte de las tierras un cambio radical en el sistema de cultivo, cambio que no se introduce en otras partes.

Las parcelas donde se introduce primero la agricultura permanente son por lo general las más cercanas a las viviendas; los desechos animales, vegetales y del hogar se utilizan para fertilizar los huertos que rodean a las casas donde se cultivan toda clase de hortalizas, tubérculos y árboles frutales. Las formas de agricultura más estables van acompañadas de viviendas más permanentes.

El objetivo principal del período de barbecho en la agricultura migratoria es mejorar la fertilidad del suelo, así como su capacidad para resistir a la erosión. Se ha comprobado que el período de barbecho se puede reducir hasta un cierto punto sin menoscabar gravemente esas funciones (Jean, 1975). El periodo efectivo depende evidentemente de diversos factores, por ejemplo, el suelo, el tipo de vegetación y la intensidad de la agricultura practicada antes en la zona. Otro factor es el control de las malas hierbas; en climas muy húmedos, el prolongar el período de cultivo requiere técnicas más complejas de control de la maleza o más tiempo para ese trabajo.

Se ha demostrado que, exceptuada la mecanización, cuanto mas intensiva sea una técnica agrícola menos rinde el trabajo.

Como en respuesta a las presiones crecientes sobre la tierra, se prolongan los períodos de cultivo y/o se reducen los de barbecho, llega un momento en que el rendimiento se puede mantener o mejorar únicamente si se utilizan fertilizantes. Si los fertilizantes químicos son demasiado caros o no pueden obtenerse, si no hay estiércol porque no se crían animales, si el uso de abonos vegetales requiere demasiada mano de obra, etc., es probable que la creciente presión sobre la tierra dé lugar a una degradación del suelo. Si, como resultado de esas circunstancias el rendimiento sigue bajando, los miembros de las familias campesinas buscarán empleos remunerados, a menudo en zonas urbanas, para contribuir a los ingresos familiares; algunos o todos los miembros de la familia pueden emigrar a otra zona donde la presión sobre la tierra sea menor.

Se ha debatido mucho la cuestión de por qué los agricultores se resisten con frecuencia al cambio hasta que comienza - a veces irreversiblemente - el proceso de disminución del rendimiento y degradación del suelo. ¿Por qué no pueden introducir cambios antes? Hay muchas explicaciones; algunas se aplican a ciertas zonas, y no a otras:

· se ha demostrado que, exceptuado la mecanización, cuanto más intensiva sea una técnica agrícola menos rinde el trabajo (Boserup, 1965, y otros después). Así, por ejemplo, en Sierra Leona, el paso de la agricultura migratoria del arroz en terrenos montañosos al cultivo permanente en terrenos pantanosos aumenta la necesidad de mano de obra;

· en los casos de degradación del suelo se descubre con frecuencia que los agricultores afectados no disfrutan de seguridad en la tenencia a largo plazo de la tierra; en otras palabras, las medidas de conservación del suelo no beneficiarán necesariamente a los cultivadores, sino a los propietarios de la tierra;

· el introducir una nueva técnica agrícola representa un riesgo que puede resultar inaceptable para los agricultores, capaces apenas de satisfacer sus necesidades de subsistencia. Ese tipo de agricultor esperará hasta que otros hayan ensayado con éxito las nuevas técnicas antes de probarlas él mismo;

· el introducir una nueva técnica agrícola exige tal vez inversiones de capital que el pequeño agricultor no puede permitirse, o materiales difíciles de conseguir localmente (fertilizantes, semillas mejoradas, etc.);

· la rentabilidad de la nueva técnica para el pequeño agricultor puede depender de que tenga un acceso fácil a los mercados y a los medios de transporte; en algunas zonas no se dan esas condiciones.

P. Richards (1977) menciona alguno de estos factores en su descripción de las condiciones cada vez más desfavorables con que tropiezan los agricultores de Ikale, en el sudoeste de Nigeria, donde entre 1952 y 1963 el crecimiento demográfico fue aproximadamente de un 7%:

Una cierta crisis en las relaciones entre el hombre y la tierra

La conclusión es que, aunque la agricultura migratoria puede sobrevivir... algunos años más, en los distritos de Idapomarun y Orisunmeta se está generando una cierta crisis en las relaciones entre el hombre y la tierra. La presión que se ejerce sobre la tierra ha ocasionado ya cambios de largo alcance en la economía agropecuaria, pero sin duda se requieren aún más cambios. Estos pueden orientarse en cuatro probables direcciones. En primer lugar, es casi seguro que se avanzará hacia un sistema permanente de cultivos anuales, tal vez mediante un sistema combinado de explotación de la tierra como el que se practica en algunas partes de Nigeria oriental... En segundo lugar, es probable que aumente continuamente la superficie destinada a las plantaciones de árboles, especialmente de palmeras oleaginosas. Aunque no del todo satisfactoria, ésta es una solución comprensible, ya que las plantaciones de árboles ofrecen ingresos pecuniarios seguros, ocupan menos tierra y, una vez establecidas, su mantenimiento requiere menos mano de obra que la explotación de cultivos anuales.


En tercer lugar, seguirá aumentando el número de agricultores que dedican una parte de su tiempo a actividades comerciales y de elaboración y otra parte a trabajar en las plantaciones... Por último, la presión demográfica sobre las tierras donde todavía no se han introducido estos tres tipos de cambio seguirá obligando a buscar una salida a través del viejo recurso de fa mano de obra rural subocupada: la migración, en especial hacia las grandes zonas urbanas.

Además de las migraciones de las zonas rurales a las urbanas, puede existir un tipo menos evidente pero igualmente importante de migración: la de los agricultores que van de zonas más densamente pobladas a zonas rurales vecinas con menor densidad de población. Esas migraciones varían según la distancia recorrida y el grado en que la agricultura practicada en el lugar de origen difiere del sistema utilizado en las nuevas tierras. En algunos casos, esas migraciones se orientan hacia condiciones de explotación semejantes a las del lugar de origen.

Sería inexacto pensar que, en situaciones de cambio, los sistemas de agricultura se adaptan únicamente en el sentido de la intensificación. Por lo general ocurre así, pero no siempre, pues a la migración hacia zonas menos densamente pobladas puede seguir un aumento de la superficie cultivada. Grossman (1974) menciona el ejemplo de los migrantes estacionales de Nigeria oriental que se trasladan a Nikemand, al norte de Enugu, donde cultivan alimentos en campos que arriendan anualmente a los propietarios locales. Los Bemba de Zambia, que emigraron de Lubaland, parecen haber aprendido de los campesinos locales la práctica de la agricultura migratoria (Richards, 1939).

Otro ejemplo de migración desde zonas más densamente hacia otras menos densamente pobladas es la importante ruta migratoria hacia la zona forestal húmeda de Africa occidental desde las menos húmedas del norte y desde el Sahel. Hasta hace poco las zonas boscosas del sur tenían una escasa densidad de población de agricultores que practicaban un sistema migratorio. En Ghana, durante los decenios de 1940, 1950 y 1960 se observaron rápidos cambios en la utilización de la tierra cuando gran parte de los bosques del sur, accesibles gracias a los caminos forestales, se destinaron al cultivo del cacao (Hill, 1963); en la vecina Costa de Marfil hubo un proceso similar con la introducción de grandes y pequeñas plantaciones de café, cacao y palmeras oleaginosas.

Esas migraciones y cambios en las modalidades de aprovechamiento de la tierra han tenido, por supuesto, grandes consecuencias para los agricultores locales. Siguiendo el ejemplo de las grandes plantaciones privadas y estatales de cultivos comerciales perennes a las que aportaron gran parte de la mano de obra, muchos de ellos se dedicaron a la agricultura permanente de cultivos comerciales perennes, además de la agricultura de subsistencia. Esto indica que la falta de caminos y de acceso a los mercados puede ser un factor determinante del tipo de vida de los habitantes de una localidad, quienes apenas cambian las condiciones y tienen acceso a los mercados, pueden adoptar una forma de vida que les convenga más.

Es un error creer que la agricultura migratoria en todas sus modalidades es una manera inadecuada de explotar la tierra.

A veces se ha confundido a los agricultores inmigrantes con los locales, y se ha dicho erróneamente que practicaban la agricultura migratoria porque cultivaban alimentos durante los primeros años de establecimiento de una plantación Sin embargo, la denominación no es aplicable a esos casos porque los cultivos alimentarios se toleran únicamente mientras no compitan con las especies perennes cultivadas, y la finalidad de éstas no es restablecer la fertilidad del suelo para la producción de cultivos alimentarios (Rouw, 1979). Una consecuencia de este cambio en el uso de la tierra, de la agricultura migratoria a los cultivos comerciales perennes, es que cuanto más bosque se desbroza para dejar a las plantaciones, menos tierras quedan para los cultivos alimentarios. A la larga, quienes más sufren son los agricultores locales, porque cuando sus tierras se agotan no tienen donde ir, mientras que los inmigrantes muchas veces mantienen vínculos con parientes que cultivan alimentos en sus lugares de origen y, como han emigrado al menos una vez, les resulta más fácil volver a hacerlo.

La agricultura migratoria y la introducción de un cambio planificado

Es un error creer que la agricultura migratoria en todas sus modalidades es una manera inadecuada de explotar la tierra. Okigbo (1981) dice que los sistemas de barbecho forestal pueden ser estables, eficaces y ecológicamente adecuados, mientras Nye y Greenland (1960) sostienen que hasta ahora no se ha conseguido implantar un método más avanzado de cultivo estable de alimentos en los trópicos. Es preciso recalcar que problemas como la escasez de tierra, la degradación del suelo y la disminución del rendimiento no se asocian tanto con la agricultura migratoria como con el barbecho breve en zonas donde antes se practicaba la agricultura migratoria. Pero las condiciones han cambiado, por lo que ya no es posible dejar la tierra en barbecho durante largo tiempo allí donde los fertilizantes y otros insumos necesarios para un aprovechamiento más intensivo de la tierra son demasiado caros o no se consiguen.

Por consiguiente, en la planificación las prioridades habrán de concentrarse en aquellas zonas «criticas» donde se practica una agricultura con períodos breves de barbecho, y no en las zonas donde todavía es posible renovar la fertilidad del suelo y la vegetación forestal mediante barbechos suficientemente prolongados. Un objetivo de la planificación es mejorar los sistemas de agricultura en los que se utiliza el barbecho, y el otro es sustituirlos por sistemas distintos. En ambos casos la función de los árboles es de suma importancia porque, ya sean plantados o naturales, ayudan a controlar la erosión, eliminan las malezas herbáceas y leñosas y restablecen la fertilidad del suelo (Grinnell, 1975). Las alternativas a la agricultura basada en métodos de barbecho que entrañan un desbroce completo de la tierra, incluido el desarraigo de tocones, y un cambio por otros tipos de agricultura sin árboles - por ejemplo, los cultivos anuales - a menudo no han tenido éxito.

Mejoras a la agricultura migratoria

Jurion y Henry (1967) y Tondeur (en FAO, 1956) describen los métodos experimentados en el entonces Congo belga para regular la agricultura migratoria mediante el «sistema de corredores» se delimitaban franjas de terreno, que se desbrozaban y luego se dejaban en barbecho según un plan global para una determinada zona. Esos intentos fracasaron por diversas razones (Ruthenberg, 1980). Desde el punto de vista técnico, la división regular del terreno significaba la imposibilidad de respetar las diferentes subdivisiones de la tierra. Desde el punto de vista socioeconómico, faltó la cooperación de los agricultores. Muchos se vieron forzados a mudarse a nuevos poblados comprendidos en el plan; además, como estaban obligados a plantar cierta cantidad de cultivos comerciales como la palmera oleaginosa, consideraban esos cambios más como un método de control social, recaudación de impuestos y producción de cultivos comerciales que como una manera de mejorar sus técnicas agrícolas.

MIGRACION DE TOUAREGS EN EL NIGER en busca de un lugar donde cultivar alimentos (F. MATTIOLI/FAO)

Un segundo método para mejorar la agricultura migratoria - que consiste en sustituir la vegetación forestal de barbecho natural por leguminosas leñosas plantadas artificialmente - es una vieja idea que ha demostrado su valor en el caso de las variedades comestibles de guandú, pero todavía no se ha explorado el potencial de esa técnica en el caso de otras leguminosas leñosas que sirven para producir leña y otros subproductos al tiempo que contribuyen a restablecer la fertilidad del suelo (Raintree, 1981). Sin embargo, existen varios árboles y arbustos que pueden contribuir a acelerar el restablecimiento de la fertilidad del suelo (Raintree enumera 13 especies prometedoras).

Aunque en varios países se están realizando proyectos y experimentos de campo, todavía hay poca información sobre el establecimiento de plantaciones de barbecho y la aceptación de ese principio por los agricultores. En Madagascar tuvo éxito un proyecto de plantación de Grevillea durante el periodo de barbecho posterior al cultivo de arroz, maíz y frijoles en terrenos montañosos. En Benin, se ha estimulado mediante un programa del Gobierno a los pequeños agricultores a plantar Acacia auriculiformis en sus tierras en barbecho para enriquecer el suelo y al mismo tiempo producir rápidamente leña; sin embargo, los agricultores lo aceptaron lentamente porque no habían apreciado aún las propiedades enriquecedoras del suelo de ese árbol y preferían la teca y el eucalipto, cuyos tallos tienen valiosas propiedades medicinales. Un grave problema del plan es que el rápido crecimiento demográfico intensifica la presión sobre los cultivos alimentarios, de manera que el periodo de barbecho se reduce gradualmente, perdiéndose así gran parte de la contribución de la acacia al enriquecimiento del suelo. El objetivo a largo plazo del proyecto - sustituir los terrenos en barbecho forestal por plantaciones de acacias en filas alternadas con cultivos alimentarios - puede haberse visto obstaculizado por la falta de oportunidades para comercializar los excedentes de la producción (Tren Van Nao, comunicación personal, 1983).

Un tercer método para mejorar la agricultura migratoria consiste en utilizar mejor la vegetación desbrozada. La suposición - que, como se ha visto, es en parte errónea - de que quemar vegetación representa un desperdicio, se basa en varios intentos de sustituir la quema por otras técnicas de desbroce. Uno de esos métodos es la llamada «técnica de conversión de Subri», desarrollada en la reserva forestal de Subri, en Ghana. La mayor parte de la vegetación cortada se convierte en madera aserrada, carbón vegetal, leña, y una parte se destina a industrias locales como la talla y la cestería. Las ramitas y hojas restantes se utilizan como abono vegetal para los cultivos agrícolas.

Aunque en la reserva forestal ya se han hecho ensayos de campo y se han publicado resultados (Earl, 1982), todavía no se ha tratado de presentar la técnica a los agricultores fuera de la reserva. Los ensayos de campo indican que los ingresos son mayores que los gastos; sin embargo, los gastos directos son aproximadamente 2,9 veces superiores a los de los métodos corrientes de corta y quema y requieren alrededor de un 37% más de mano de obra (Earl, 1982). Estos dos últimos hechos significan probablemente que la nueva técnica no representa una propuesta viable para los pequeños agricultores que tienen recursos limitados de capital y mano de obra. Además, en las pruebas en las que se compara la técnica de conversión de Subri con la de corta y quema se ha tenido en cuenta la producción forestal de los árboles, no la producción agrícola de los cultivos que, por supuesto, es la que más interesa a los agricultores.

Por último, la vegetación que debe desbrozarse dentro de la reserva es bastante diferente de la de fuera. Por consiguiente, los resultados de las pruebas realizadas dentro de la reserva pueden no ser aplicables fuera, donde ya no queda bosque virgen y la vegetación se corta después de haber crecido apenas unos pocos años. Por todas estas razones, los agricultores pueden ser muy cautelosos frente a cualquier técnica que no lleve aparejada la quema, a menos, evidentemente, que los propios agricultores obtengan beneficios considerables, por ejemplo, si aumentaran las ventas de carbón vegetal, de madera o de cultivos alimentarios.

Alternativas a la agricultura migratoria

Una de las alternativas a la agricultura migratoria es el sistema llamado taungya, utilizado por entidades forestales oficiales y consistente en el establecimiento de plantaciones forestales en gran escala en las cuales se intercalan cultivos alimentarios entre los árboles jóvenes. Se pueden distinguir dos grandes tipos de taungya, según la función que desempeñe el agricultor: a) el taungya «privado» o «propiedad privada del cultivo» (Olawoye, 1975) en el que el agricultor planta árboles a cambio del uso de la tierra durante un tiempo limitado, y b) el taungya «oficial» o «agricultura remunerada» en el que el agricultor efectúa un trabajo consistente en establecer plantaciones y producir cultivos agrícolas para la entidad forestal oficial a cambio de un salario. Mientras existen muchos informes sobre la rentabilidad del taungya desde el punto de vista de la entidad oficial en cuestión, que lo considera un sistema de establecimiento de plantaciones a bajo costo, hay poca información sobre la rentabilidad o aceptabilidad del taungya desde el punto de vista del agricultor.

En un sistema de taungya privado se da a los agricultores acceso a parcelas de tierra donde deben plantar árboles que pasan a ser propiedad de la entidad forestal oficial. A cambio de ello, pueden establecer cultivos alimentarios en los espacios entre los árboles, y recoger el producto. Según los tipos de cultivo y de árboles, así como de las reglamentaciones forestales correspondientes, el agricultor podrá producir determinados cultivos durante uno a tres años, después de los cuales los árboles habrán crecido lo suficiente para hacer sombra a cualquier cultivo alimentario. Llegado ese momento el agricultor tendrá que trasladarse a otra zona. Si la entidad oficial sigue plantando árboles con arreglo al mismo sistema, y si está satisfecha del modo en que el agricultor ha cuidado los brinzales, podrá ofrecerle otra parcela. En caso contrario, el agricultor tendrá que buscar tierra en otro lado.

Como alternativa a la agricultura migratoria, este sistema probablemente represente un cambio de un sistema de tenencia de la tierra más seguro a otro menos seguro para agricultores acostumbrados a disfrutar de derechos consuetudinarios permanentes sobre las tierras fuera de las reservas forestales. El agricultor a quien se ha asignado una parcela tras otra tal vez tenga cierta ilusión de seguridad; en la práctica, sin embargo, los programas de repoblación forestal no se prolongan indefinidamente y siempre llega un momento en que ya no queda más tierra para el taungya. Asimismo, en la reserva forestal puede no haber suficiente tierra para todos los que quisieran tener acceso a ella, por lo que algunos agricultores quedarán fuera del sistema.

Como el agricultor no tiene derechos a largo plazo sobre la tierra, puede haber incentivos de corto plazo. Uno de ellos es el acceso a la tierra cultivable en zonas donde ésta es escasa. Ball y Umeh (1981) afirman que el taungya ha fracasado donde hay otras tierras agrícolas fértiles. El otro motivo de interés a corto plazo es el cultivo agrícola de 1 a 3 años. Pero como éste es muy reducido en relación con la zona desbrozada, porque se ha dedicado espacio y trabajo a los árboles jóvenes, es evidente que el agricultor escogerá este sistema únicamente si no puede tener otra forma de acceso a una tierra similar.

Debido a estos factores es comprensible que las entidades forestales oficiales hayan tenido problemas para administrar el sistema. Por ejemplo, cuando el taungya se introdujo en Togo en 1958, la combinación de restricciones a los tipos de cultivos que podían producirse y el principio mismo de excluir reservas forestales sobre las cuales los agricultores se consideraban con derechos consuetudinarios inalienables desencadenaron una ola de protestas. Estas hicieron que se suspendiera la aplicación del sistema poco después de la independencia (Universidad de las Naciones Unidas, 1982). El taungya se volvió a introducir en 1972 con la ayuda de la FAO, pero esta vez se añadieron incentivos en efectivo y en especie. Sin embargo, se tropezó con dos problemas: en primer lugar, los agricultores oponían reparos al hecho de que no podían hacer una rotación de cultivos, y en segundo lugar las plantaciones estaban lejos de los poblados. Como no había escasez de tierras de pastoreo alrededor de las reservas forestales y cerca de los asentamientos, las plantaciones se fueron abandonando gradualmente a cambio de las tierras agrícolas menos fértiles.

En Nigeria se examinaron en 1981 tres tipos de incentivos: alimentos subvencionados facilitados por el taungya oficial; ayuda para el desbroce y la elaboración y almacenamiento de las cosechas, y bonos en efectivo como premio por los árboles bien plantados (Ball y Umeh, 1981). Sin embargo, la eficacia de esos bonos no es segura.

El taungya privado se introdujo en Ghana en 1928 para satisfacer la demanda de tierra cultivable por los agricultores en zonas donde ésta era escasa, y el deseo del personal forestal de establecer plantaciones de árboles a costos reducidos; los agricultores cargaron con el principal costo de gestión de las plantaciones: el desbroce. Según Brookman-Amissah (1978) el éxito no estuvo a la altura de los esfuerzos puesto que, como en Togo, las primeras parcelas eran pequeñas, estaban dispersas, no tenían un acceso fácil, y su gestión como plantaciones no era fácil. Además, el cuidado de los árboles resultó inadecuado especialmente después de que los agricultores abandonaron el sitio. En 1968 Ghana intensificó su programa de repoblación forestal, lo que significó un aumento repentino en la cantidad de tierra disponible para el agricultor de taungya, tal vez más de la que en realidad necesitaba para su agricultura de subsistencia o de la que podía trabajar. Una de las consecuencias fue que el taungya llegó a estar dominado por grandes agricultores a los que convenían grandes espacios para los cultivos comerciales; por otra parte, se descuidó a los pequeños agricultores. Para resolver esos problemas el Departamento de Montes introdujo un sistema de taungya oficial en 1969.

En Liberia, en 1974, la Junta de Desarrollo Forestal introdujo un método a fin de controlar la cantidad de tierra disponible para cada agricultor que practicara el taungya. La Junta de Desarrollo Forestal se encargaba de preparar la tierra hasta la fase de quema inclusive, y a continuación los agricultores producían una cosecha de arroz pagando derechos mínimos. Esos derechos se cobraban para controlar la superficie asignada a cada familia y recuperar parte de los costos de la preparación de la tierra. Los principales beneficios observados fueron una reducción de los costos de la repoblación forestal ya que los agricultores se ocupaban del cuidado inicial de las plantaciones, y un aumento de la producción de arroz de montaña debido al aumento de la superficie cultivada y al uso de semillas mejoradas (Appleton, 1982). Desde el punto de vista del agricultor este sistema se asemeja a un arrendamiento anual.

PARCELA DE BOSQUE DESBROZADA EN GABON lista para el cultivo (S. ZALEWSKI/WWF)

En Sierra Leona existen dos variantes de taungya privado (por desgracia, uno de ellos es apenas una propuesta y el otro se encuentra en una etapa temprana de ejecución) que tienen una significación especial para el agricultor. El primero es similar al ejemplo liberiano en el sentido de que los agricultores pagarían una renta anual aunque no está claro si recibirán ayuda para desbrozar la tierra. La diferencia con respecto a cualquier otro sistema de taungya examinado aquí es que los cultivos agrícolas no son anuales sino perennes, por ejemplo, té, café, cacao y cola, como sotobosque en plantaciones de Terminalla ivorensis y de T. superba. Siempre que el acuerdo pueda renovarse, este sistema representa para el agricultor un contrato de arriendo durante 20 años al menos o durante la vida del cultivo correspondiente, y por eso le da mucha más seguridad respecto de la tenencia de la tierra que el sistema de cultivos anuales.

La segunda variante es una propuesta de que agricultores de Sierra Leona establezcan plantaciones comunitarias destinadas a la producción de leña, y plantaciones forestales comunitarias con arreglo al sistema de taungya. Pero los agricultores se beneficiarán no sólo de los cultivos alimentarios durante los primeros años sino también de los árboles forestales, puesto que las utilidades de cualquier tipo de explotación de ese material serán de quien la emprenda, tal vez a cambio del pago de un pequeño derecho (FAO/Banco Mundial, 1982). Como el agricultor sacará un beneficio de las plantaciones forestales, Sería más apropiado que este sistema propuesto se denominara agrosilvicultura en lugar de taungya.

Taungya oficial

El taungya oficial se diferencia del taungya privado en que el producto de cualquier cultivo agrícola pertenece al Estado, quien recompensa al agricultor con una remuneración. Desde el punto de vista del agricultor, el taungya oficial es similar a otras clases de trabajo agrícola remunerado, y radicalmente diferente del taungya privado. Según este último sistema, el agricultor depende de su cultivo alimentario para la supervivencia y por eso está muy motivado para cuidarlo, mientras que en el sistema anterior el trabajador remunerado está motivado solamente en la medida en que siga cobrando su salario. No es, pues, sorprendente que las entidades forestales se quejen de «falta de disciplina» de parte de los trabajadores del taungya, y de los elevados costos administrativos.

Otra diferencia entre ambos sistemas es que, mientras el taungya privado atrae principalmente a agricultores locales, el taungya oficial puede atraer también a personas provenientes de otras zonas y hasta de ciudades, que estén buscando trabajo. Si esas personas no tienen experiencia como agricultores, es lógico que los cultivos rindan poco.

Agrosilvicultura

Muchos pequeños agricultores africanos ya practican la Agrosilvicultura (Olofson, 1982). Sin embargo, los científicos están bastante de acuerdo en que, si estuviera más difundida, la agrosilvicultura solucionaría algunos de los problemas que plantea la agricultura con métodos de barbecho en situaciones de crecimiento demográfico y escasez de tierra (Vergara, 1981; Raintree, 1980). En efecto, esta es la hipótesis en que se basa gran parte del trabajo del Consejo Internacional para la Investigación en Agrosilvicultura (CIIAS) en Nairobi. Por ejemplo, tanto el Instituto Internacional de Agricultura Tropical (IITA) como el CIIAS están realizando experimentos de campo con cultivos en corredores entre leguminosas leñosas de crecimiento rápido del género Leucaena (IITA: Hartmans, 1981; Okigbo, 1981; CIIAS: Raintree, 1980). Todavía hay poca información sobre la aceptabilidad de esas técnicas para los agricultores que utilizan el barbecho, ya que dichos experimentos se han realizado en zonas de cultivos permanentes.

Los trabajos de intensificación de la agricultura basados en técnicas de agrosilvicultura son especialmente prometedores porque ponen el acento en la relación estrecha existente entre el tipo de mejora de la agricultura, por un lado, y la disponibilidad de mano de obra e intensidad de uso de la tierra, por el otro. A continuación se presenta una progresión hipotética desde un barbecho de plantación hasta cultivos intercalados intensivos de varias alturas, apropiados para mantener y mejorar el rendimiento per cápita en una superficie determinada en una situación de crecimiento demográfico y escasez de tierras:

· en la primera etapa, cuando la presión demográfica sobre la tierra hace que los agricultores pasen del método de barbecho largo al de barbecho breve, la utilización de las especies de leguminosas arbóreas apropiadas en barbechos de plantación puede aumentar y mantener la productividad de la tierra con costos bastante bajos de mano de obra;

· plantando primero árboles de barbecho en hileras con un espacio adecuado entre ellos, se prepara la etapa siguiente de intensificación en la que las rotaciones cada vez más breves llevan al cultivo permanente en los corredores entre las hileras podadas de árboles que brotan vigorosamente.

· en las etapas finales, con una intensidad de mano de obra cada vez mayor, las «fábricas de abono vegetal» instaladas se pueden mantener en el mismo lugar mientras se introducen árboles más altos y prácticas de cultivo intercalado para hacer frente al crecimiento demográfico; por ejemplo, cultivos intercalados de varias alturas. Esta última fase presenta las características que más se asemejan a las de un bosque tropical, y no es una idea nueva. La innovación consiste aquí en incorporar, en la altura superior del sistema, leguminosas arbóreas económicas que enriquezcan el suelo, y elegir especies con copas ligeras o estacionales que permitan extender el sistema a los campos cultivados. Raintree (1980) enumera varias especies apropiadas para ello.

Si existe una motivación no hay razón para que el sistema de intensificación que se acaba de describir no pueda llevarse más allá a fin de que las familias rurales laboriosas puedan generar mayores ingresos adelantándose a las necesidades resultantes del crecimiento demográfico. Asimismo, el sistema permite una gran flexibilidad en la combinación de elementos de diferentes «etapas» para la producción simultánea de cultivos óptimos en determinados lugares (Raintree, 1980 y 1983).

La Agrosilvicultura es sólo una de las diversas maneras en que los agricultores que necesitan producir más alimentos con tierras cada vez más escasas y un suelo que se deteriora pueden convertir a la agricultura migratoria en un sistema de cultivos más positivo y productivo, aplicable en plena armonía con el medio ambiente natural y con las necesidades de sus ocupantes humanos. Cualquier cambio debe tomar en consideración las limitaciones físicas o socioeconómicas locales. Es preciso intensificar el diálogo con los agricultores para que los técnicos forestales y los agrónomos puedan aprender de la considerable experiencia local de los campesinos y para que las alternativas propuestas en cada zona se puedan adaptar a las necesidades y aptitudes especificas de los habitantes locales.

Referencias

APPLETON, N.S.
1982

Some considerations for agro-silvicultura development in the shifting cultivation areas of Liberia. Trabajo presentado en el Seminario sobre agricultura migratoria organizado conjuntamente por la FAO y la Universidad de Ibadán, 4-11 de julio.

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FAO

FOREST RESOURCES
RESSOURCES FORESTIÈRES
RECURSOS FORESTALES
1980

Los suscriptores de Unasylva encontrarán junto con este número un nuevo documento de la FAO titulado Recursos forestales, 1980, que comprende los datos más precisos y actualizados disponibles en el ámbito internacional acerca de los recursos forestales mundiales (hasta julio de 1985). La fuente de los datos es una evaluación de la FAO sobre los bosques tropicales y la evaluación FAO/Comisión Económica para Europa (CEPE) relativa a los bosques de los países miembros de la CEPE. Se dan cifras, por región y por país, del total de bosques de coníferas y frondosas; de los bosques densos y otras zonas arboladas; de la superficie total ocupada por los bosques, y de los barbechos y arbustos no comprendidos en la superficie forestal. Se incluyen 26 mapas a cuatro colores, elaborados con computadoras, y un breve texto descriptivo en tres idiomas (español, francés e inglés). Figuran cifras sobre la renovación de los bosques de todos los países, y sobre las pérdidas forestales de los países tropicales. El documento ha sido preparado con ocasión del Año Internacional del Bosque proclamado por la FAO.

Los lectores que hayan obtenido este ejemplar de Unasylva sin ser suscriptores, y aquellos interesados en tener una copia con diapositivas, pueden escribir al Sr. Philip Wardle Economista superior de montes, Servicio de Políticas y Planificación, Departamento de Montes, FAO, Via delle Terme di Caracalla, 00100 Roma, Italia


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