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Editorial

Los bosques y la seguridad alimentaria

Con este número la FAO reanuda la publicación de Unasylva, suspendida desde hace casi dos años por causa de las dificultades económicas de la Organización. La publicación se reanuda tan pronto gracias a los lectores de Unasylva y a los miembros de la comunidad forestal internacional. Desde que a principios de 1988 salió el último número de Unasylva, la FAO recibió centenares de cartas de todas partes del mundo que expresaban la esperanza de que la revista reapareciera pronto. En el período de sesiones de 1988 del Comité de Montes de la FAO, las naciones miembros afirmaron que Unasylva es «la única revista verdaderamente internacional que trata del desarrollo forestal».

Animada por esta expresión internacional de confianza, Unasylva regresa más comprometida que nunca a enfrentarse con las cuestiones relativas al desarrollo forestal internacional.

En este bienio la situación forestal del mundo ha evolucionado rápidamente. En este número C. H. Murray, Subdirector General de la FAO que hace un año se hizo cargo del puesto de Jefe del Departamento de Montes, describe en líneas generales los problemas que se le plantearán al mundo forestal en el decenio de 1990, así como las medidas que toma la FAO.

Un asunto de creciente trascendencia es el papel de los bosques en la seguridad alimentaria. La destrucción de los bosques tropicales encaja de plano en este capítulo, ya que en muchos casos deforestar equivale a convertir tierras arboladas a la producción agrícola. Los expertos forestales comprenden que el crecimiento demográfico exigirá siempre que algunos bosques pasen a la producción agrícola. Les preocupa, no obstante, que las tentativas extemporáneas de obtener acceso físico inmediato a los alimentos - uno de los pilares en que se basa la seguridad alimentaria - sean un peligro para el sostenimiento indefinido de la productividad del recurso natural.

Es esencial reconocer que los millones de personas responsables del grueso de la deforestación no ignoran la utilidad de árboles y bosques; pero no tienen más remedio que deforestar. Mientras no se encuentre ventajoso explotar indefinidamente el bosque como tal, se lo seguirá destruyendo para lograr acceso al alimento. En este contexto, Unasylva examina el significado de los bosques para la seguridad alimentaria, formulando la siguiente pregunta: «¿Cómo hacer que los programas y actividades de desarrollo forestal sirvan para asegurar económica y materialmente a todo el mundo, en todo momento, el acceso a su alimento?» En el artículo de fondo M. Hoskins expone cómo contribuyen - y cómo podrán contribuir - los bosques a la seguridad alimentaria, y sugiere estrategias para incorporar a las actividades de desarrollo forestal elementos de seguridad alimentaria.

Aunque con excepciones, raramente se comen de buena gana productos forestales, los cuales adquieren sin embargo vital importancia cuando escasean los alimentos cultivados, bien sea a fines de temporada o en tiempos de carestía. J. Falconer examina el papel que desempeñan los alimentos de origen forestal para equilibrar las desigualdades estacionales, sobre todo entre la gente pobre del campo.

El artículo de C. Ogden describe cómo técnicos y nutriólogos cooperan en la FAO para formular una metodología que incorpore consideraciones nutriológicas a los proyectos forestales. Los lectores podrían enviar algunas ideas al respecto. Estrechamente relacionada con este tema es la creciente preocupación por las repercusiones de la general escasez de leña sobre los regímenes alimenticios. Un breve artículo analiza lo poco que se sabe acerca de los efectos de la escasez de leña sobre la producción, preparación y consumo de alimentos, y aboga resueltamente porque este asunto sea investigado más a fondo.

Un buen indicador del valor que la gente del campo atribuye a los bosques es el uso que hacen de árboles en los sistemas de cultivo. A este respecto, para redondear todo lo dicho sobre seguridad alimentaria, un artículo de J. E. M. Arnold examina los factores que recomiendan o desaconsejan el cultivo de árboles, y hace algunas reflexiones acerca de los efectos del cultivo comercial de árboles sobre la seguridad alimentaria.

Tres conclusiones se desprenden claramente de esos artículos. La primera, que los árboles y los bosques ya desempeñan un importante papel en la seguridad alimentaria, pero que éste puede ser de mayor consideración si se emprenden actividades apropiadas de desarrollo forestal. Segundo, que es esencial que la población participe en la elaboración de proyectos y en la ejecución de esas actividades si se quiere que alcancen sus objetivos y que respondan a las necesidades locales. Tercero, que para lograr seguridad en la alimentación es indispensable partir de una base ampliamente interdisciplinaria que incorpore todos los sectores del desarrollo.

Conviene por último subrayar que no es ni realista ni deseable esperar que todas las actividades forestales se dirijan exclusivamente al logro de la seguridad alimentaria. En realidad, la aportación del árbol y del bosque a la seguridad alimentaria será máxima cuando se armonice con el múltiple papel que aquellos pueden desempeñar: ceder a la agricultura los suelos y aguas que sean precisos, sin dejar por ello de ser fuente de valiosas materias primas para la industria y reserva de recursos genéticos. Se pasarán en revista todos esos aspectos en números posteriores de Unasylva.


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