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Las actividades forestales y la alimentación

M. Hoskins

«Tendremos alimento mientras tengamos bosque»... dice un antiguo refrán del Kashmir (Ann poshi tele yeli poshi van - Sheik Nur-ud-Din Wall).

Marilyn Hoskins es Oficial de actividades forestales comunitarias de la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.

Las actividades forestales tienen que desempeñar un grande e insustituible papel en los esfuerzos por mejorar la seguridad alimentaria presente y futura. Aunque todavía no se sabe bien cuál haya de ser concretamente ese papel, lo cierto es que los expertos forestales tendrán que pensar ante todo en la seguridad alimentaria cuando se ocupen de redactar normas o de planificar, proyectar y ejecutar programas.

Por definición, hay seguridad alimentaria cuando todo el mundo, en todo momento, tiene acceso física y económicamente al alimento. A fines de 1989, se acuestan todos los días con hambre 552 millones de personas. Si se mira al porvenir, se observan claras tendencias al aumento de la población, de la desigualdad en la distribución de los recursos, y de la destrucción masiva de recursos productivos. Incluso los pronósticos más moderados predicen que si no se conciertan los esfuerzos por invertir esas tendencias, el mundo será víctima de general desnutrición y de hambre durante las sequías periódicas o cuando se pierden las cosechas.

Hace tanto tiempo que los árboles forman parte integrante de la estrategia adoptada por la gente del campo para asegurar su alimentación, que resulta curioso y a la vez inquietante darse cuenta ahora de que con frecuencia se ha hecho caso omiso de esa relación al planificar actividades forestales. Aún más inquietante es que muchas veces se haya pensado - y se siga pensando - que las actividades agrícolas y forestales son antagónicas. Los informes que se reciben del campo contienen afirmaciones como «los agricultores estarán demasiado preocupados ganándose el sustento para poder interesarse en la plantación de árboles». Esta falsa dicotomía se basa tal vez en la anticuada noción de que sólo son actividades forestales las relacionadas con árboles madereros en tierras públicas, y agrícolas las referentes a cultivos a campo abierto.

Arboles y bosques son esenciales para asegurar la alimentación

En realidad hace mucho que los agricultores reconocieron la importancia del árbol. Casi siempre incorporan árboles a los sistemas de producción en lugares donde hayan vivido durante algún tiempo (Sène, 1985; Hoskins, 1985; Niamir, 1989). Al investigar los métodos de cultivo pasados y presentes se descubre que los campesinos saben mucho acerca de qué árboles favorecen el crecimiento de las cosechas, cuáles otros proporcionan forraje para la estación seca y cuáles, en fin, sirven para sujetar el suelo en las laderas para poder cultivarlas, etc.

Los agricultores también plantan o protegen árboles buscando beneficios directos. Uno de los más importantes es el alimento (FAO, 1988a, Weher y Hoskins, 1983). Sène (1985) en el primer artículo en que Unasylva trató de este tema hizo notar la gran variedad de productos forestales que tradicionalmente forman parte de la dieta diaria en el Sahel o que constituyen un sistema que asegura su subsistencia y al cual recurren en tiempo de privaciones.

No quiere eso decir que los bosques y los expertos forestales puedan por sí solos resolver un problema que tiene sus raíces en la desigual distribución de la tierra, el agua, la vegetación, etc. En realidad, algunos estudios (FAO, 1988b) muestran que si no encaran las cuestiones más amplias de política, los proyectos forestales no alcanzan los objetivos de seguridad alimentaria y de mejora socioeconómica de la gente del lugar.

ACCESO MATERIAL AL ALIMENTO (izquierda) en Uganda, las langostas son fuente importante de proteína;

ACCESO MATERIAL AL ALIMENTO (derecha) las vainas de Faidherbia albida (antes llamada Acacia albida) son muy usadas como forraje en gran parte del Africa sadano-saheliana

Además, es evidente que nunca serán las actividades forestales (ni debe esperarse que lo sean) el principal proveedor de alimentos de los sistemas agrícolas y ganaderos. No obstante, el respaldo de los árboles y de los bosques es de importancia vital en casi todos los sistemas de producción de los trópicos, y su aportación como suplemento puede ser esencial, sobre todo cuando el ciclo anual de abundancia y escasez de alimentos es muy acentuado o donde por los rigores del clima o por otros factores, es grande el peligro de que se pierdan las cosechas.

ACCESO MATERIAL A LOS ALIMENTOS

La variedad e importancia de los alimentos que la gente del campo obtiene de la flora y de la fauna que constituyen el medio ambiente de un bosque o que produce en un ambiente mantenido y protegido por árboles, fluctúan en función de las condiciones de vida y de los recursos disponibles. De todos modos, puede afirmarse que en la mayor parte del mundo en desarrollo los productos forestales constituyen una amplia gama de importantes bienes y servicios.

En los bosques del nordeste de Tailandia, por ejemplo, el 60 por ciento de lo que se come procede directamente del bosque. En un seminario regional celebrado en Khon Kaen, Tailandia, en 1988, los campesinos prepararon una exposición de más de 40 productos vegetales y animales, todos ellos recogidos en los bosques circundantes, con una explicación del uso de cada uno de ellos. Los expertos forestales y los nutriólogos que participaban en el seminario quedaron atónitos ante la variedad y cantidad de los alimentos (FAO, 1988a).

En cambio, en una zona densamente poblada de Java, en la que hay muy poco bosque, el 60 por ciento de lo que se come tiene su origen en huertos domésticos, en los cuales algunos árboles plantados forman parte del sistema (Widagda, 1981).

Una de las más importantes contribuciones del bosque al abastecimiento de alimentos es la fauna silvestre. Efectivamente, en muchas partes hay pequeños roedores, reptiles, pájaros, caracoles e insectos, así como animales de mayor tamaño, que constituyen una proporción mucho más considerable de la dieta de lo que se suele pensar. Por ejemplo, en Nigeria, algunas comunidades que viven cerca de un bosque obtienen en él el 84 por ciento de su proteína animal. En Ghana, alrededor del 75 por ciento de los pobladores consume con regularidad animales silvestres; en Liberia esa proporción es del orden del 70 por ciento y en Botswana, del 60 por ciento (FAO. 1989b). En la Amazonia peruana más del 80 por ciento de la proteína animal se obtiene de la fauna del bosque, y el promedio nacional de los que se alimentan de esa fauna en el Perú, incluidos quienes viven muy lejos de bosques, es del 41 por ciento (Dourojeanni, 1978).

Lo que es más, incluso tan elevadas cifras pueden estar subestimando la realidad. En efecto, no suele haber registros del consumo de animales silvestres y la caza de animales de mayor tamaño es, con frecuencia, ilegal; por consiguiente es difícil que las estadísticas sean más o menos precisas. Ultimamente, los legisladores han empezado a percatarse de que, con leyes de apoyo en vez de punitivas, se obtendrían beneficios sustanciales. Es decir que algunos cambios de la legislación y una ordenación adecuada permitirían estabilizar y mejorar el acceso a la fauna silvestre como fuente de alimento y de ingreso para los campesinos.

Arboles y alimentación

Los árboles y los productos forestales pueden contribuir eficazmente a asegurar un estado satisfactorio de la nutrición. Aunque se suele aceptar que la provisión de calorías es lo más importante para quienes padecen hambre, lo cierto es que algunos microelementos son indispensables para la salud. Al aportar muchos de esos nutrientes tan indispensables, los productos forestales contribuyen a mejorar el bienestar físico y mental de la gente del campo (véase el artículo de C. Ogden).

Por ejemplo, muchos árboles tienen semillas oleaginosas, hojas comestibles o fruta amarilla, todas muy ricas en vitamina A. En muchas partes de Africa la dieta basada en cereales se complementa con salsas hechas con productos forestales portadores de esa vitamina, esencial para prevenir un tipo de ceguera. Por consiguiente, al ir desapareciendo dichos productos resulta difícil hacer esas salsas ricas en vitamina A. Una planificación cuidadosa de las actividades forestales que incluya la selección de especies adecuadas permitiría invertir esa tendencia (Naciones Unidas, 1987; FAO, 1983; FAO, 1984; FAO, 1986a).

En muchos países no se hace una distinción neta entre los productos alimenticios y los medicinales; muchas plantas se aprovechan como alimento en unos sitios y por sus cualidades medicinales en otros. Por ejemplo, la miel, endulzaste en muchos países, se considera una medicina en Sri Lanka y en Zambia. En Nigeria, el 80 por ciento de las madres entrevistadas trataba con hierbas del bosque la disentería infantil, cuyo efecto es que los alimentos atraviesan el aparato digestivo sin que gran parte del valor nutritivo se aproveche (Abosede y Akesode, 1986).

Con productos medicinales de origen forestal se mantiene la mano de obra en buenas condiciones físicas durante la temporada agrícola asegurando de ese modo una buena productividad. Por último, en los bosques hay también plantas muchas veces usadas contra las enfermedades del ganado (FAO, 1986a, 1989a).

Alimentos para las hambrunas

Algunas plantas forestales perennes no gustan normalmente como alimento pero sirven para salvar vidas en tiempos de carestía. Durante éstos se aprovechan especies distintas de una planta o bien partes distintas de las que se comen en tiempo normal (FAO, 1989a). Por ejemplo, durante períodos de sequía persistente los frutos son menos ricos en nutrientes que de ordinario porque los árboles tienden a almacenar sus reservas energéticas en las raíces. Conviene, pues, aprovechar esas raíces, en la inteligencia de que tal vez exijan una complicada preparación para que lleguen a ser comestibles. Cuando se entiende correctamente cuál es la gama de estrategias apropiadas para asegurar la alimentación en determinadas zonas, los expertos forestales pueden elegir especies y estrategias de ordenación apropiadas para asegurar una mayor disponibilidad de alimentos en todo tiempo con el fin de que las crisis periódicas - las sequías, por ejemplo - tengan consecuencias menos drásticas (véase el artículo de J. Falconer).

Leña y seguridad alimentaria

En casi todo el mundo en desarrollo la madera proporciona la mayor parte de la energía usada para cocinar. Aunque todavía no se han investigado a fondo los efectos exactos de la escasez de leña sobre los regímenes alimentarios (véase el artículo sobre los efectos de la escasez de leña en la alimentación, pág. 29) no conviene olvidar que indudablemente existe una relación entre disponibilidad de leña y nutrición. Por ejemplo, los nutrientes y las fibras que contienen los cereales y las fibras se liberan al cocinarlos y resultan entonces comestibles y apetitosos. Incluso hay algunos alimentos como, por ejemplo, ciertas variedades de yuca y de frijoles, que son tóxicas a menos que se cocinen debidamente. En estos casos la leña es esencial para hacer que el alimento disponible sea apto para incorporarlo en los regímenes alimentarios normales.

También es esencial la leña para elaborar y conservar los alimentos. En las comunidades pesqueras, por ejemplo, la escasez de leña para secar y ahumar el pescado - los dos métodos de conservación más usados en los países en desarrollo - puede limitar el aprovechamiento de las capturas diarias.

No obstante, la escasez de leña no es un problema aislado; donde escasea la madera es probable que también escasee el alimento y el tiempo. Las estrategias forestales encaminadas sólo a remediar la escasez de leña raramente interesan a los campesinos. Ellos saben que los árboles, aunque explotados con otros fines, también proporcionan leña para la cocina. Por consiguiente, es más fácil que logren apoyo local las estrategias que utilicen árboles polivalentes que permitan satisfacer simultáneamente diversas necesidades (FAO, 1988c).

Una producción agrícola estable

Además de contribuir directamente con alimento, los árboles y los bosques desempeñan una importante función estabilizadora de la producción agrícola, incluida la ganadería y en algunos casos la pesca.

En las formas más elementales de la agricultura, en las que la disponibilidad de tierra permite usar relativamente poca mano de obra para cultivarla eficazmente, los campesinos que practican una agricultura migratoria alternan los períodos de cultivo con períodos de barbecho durante los cuales se deja que los árboles regeneren y rehabiliten la fertilidad del suelo. Al hacerse necesario el cultivo continuo, se idean diversas maneras de intercalar cultivos. En las laderas de Haití y de las Filipinas hay setos vivos de Leucaena leucocephala que contienen el suelo en terrazas, fertilizándolo a la vez, de modo que los agricultores puedan recoger ininterrumpidamente cosechas en las que de otro modo hubieran sido tierras marginales. En Nigeria, los centros de investigación han ideado un sistema de cultivo sumamente intensivo con arreglo al cual árboles y cosechas crecen en filas alternadas. Este sistema aprovecha las hojas de los árboles como abono verde (Ngambeki, 1985). No obstante, para que resulten factibles los procedimientos de cultivo tan intensivo como el recién descrito es indispensable una tenencia segura de la tierra durante muchos años, lo cual es un lujo inaccesible para la mayoría de estos agricultores.

República árabe del Yemen pequeña plantación de cítricos protegida por un rompimientos de causarían

Contribuyen a la agricultura los árboles protegen una plantación de piña en Honduras

Los árboles se usan también como rompimientos. Por ejemplo, en las Antillas, Argentina, China, India, Níger, Papua Nueva Guinea y Túnez, al usar árboles para cortar el viento se han logrado aumentos en la producción de cereales del 30 al 200 por ciento. En Argelia, China, India, Mauritania, Níger, Senegal y otros países, se están usando árboles para estabilizar dunas y evitar que la arena invada los campos.

Por supuesto que al incorporar árboles a los sistemas de cultivo no es la producción de alimentos el único objetivo que se puede perseguir. Por ejemplo, en Costa Rica se plantan árboles para dar sombra a los cafetos y a otras cosechas; en el Camerún aprovechan la selva natural higrofítica con esos mismos fines. Los árboles son también una importante fuente de forrajes para los animales de los 30 ó 40 millones de ganaderos que hay en el mundo. En la zona sudano-saheliana, Faidherbia albida (antes llamada Acacia albida) proporciona hasta el 30 ó 40 por ciento de todo lo que come el ganado en la estación seca (Wentling, en New, 1984) y en México, Prosopis spp. es la principal fuente de forraje en la estación seca. El 75 por ciento de todas las especies de árboles indígenas del Africa tropical echan brotes buenos para que los coma el ganado (Wickens et al., 1985).

En ciertas condiciones los árboles son importantes para la supervivencia de la fauna íctica, asegurando así una fuente de alimento esencial para muchas poblaciones costeras. Por ejemplo, en el sur de la India, en los manglares de Pichavaram, el 74 por ciento de los camarones que se capturan en las aguas litorales se reproducen en los manglares (Krishnamurthy, 1984).

En resumen, los recursos de árboles y bosques contribuyen significativamente a la seguridad alimentaria salvaguardando el acceso material a una provisión adecuada de alimentos, puesto que:

Manglares son de principal importancia para las pesquerías

· son fuente de alimentos de consumo corriente, a menudo en cantidades mucho mayores y más variadas de lo que se suele reconocer;

· proporcionan nutrientes y productos medicinales que realzan el efecto de otros comestibles sobre la nutrición y mantienen en buena salud a la gente del campo. Los productos medicinales del bosque son especialmente importantes para poblaciones que no tengan acceso a otros tipos de medicación;

· son un recurso apropiado para las temporadas de hambre, ya que proporcionan alimento durante la carestía anual y algo que comer durante las sequías u otras calamidades imprevistas;

· proporcionan leña para cocinar, conservar y transformar alimentos;

· contribuyen a estabilizar duraderamente la producción agrícola facilitando la gestión de los sistemas de tierras y aguas y conteniendo la fuerza del viento;

· contribuyen a los sistemas ganaderos proporcionando forrajes, sobre todo durante las carestías anuales en las zonas áridas y semiáridas;

· constituyen una reserva de recursos genéticos para la mejora de las plantas cultivadas.

ACCESO ECONOMICO A LOS ALIMENTOS

Además de salvaguardar el acceso material a las existencias de alimentos, las actividades forestales proporcionan considerables ingresos en efectivo. En efecto, por su misma naturaleza los bosques, muchas veces muy dispersos y alejados, tienen la posibilidad potencial de contribuir proporcionando empleos e ingreso donde más se necesitan. La pobreza suele llevar aparejada poca seguridad en la alimentación, y la posibilidad de tener ingresos adicionales tiende a asegurar el acceso a los alimentos. Esto es especialmente cierto cuando son mujeres quienes perciben los ingresos ya que, en general, éstas tienen a su cargo la tarea de dar de comer a la familia (FAO, 1989c). No obstante, cuando lo que se espera de un bosque es sobre todo utilidades más bien que productos de consumo doméstico, es indispensable adoptar políticas y procedimientos de ordenación o plantación apropiados.

Los pobladores de las márgenes de los bosques suelen ser sumamente pobres, por lo que es indispensable crearles posibilidades de que ganen dinero. Aunque es poco lo que se sabe acerca de los beneficios económicos que los bosques reportan a las economías rurales, un estudio preliminar, del que da cuenta Natura (Peters, Gentry y Mendelshon, 1989) ha llegado a la conclusión de que la selva amazónica del Perú tendría mucha mayor utilidad económica si se ordenara con vistas a una producción estable duradera que si se desmonta y dedica la tierra a otros usos, como plantaciones de árboles o pastos. En la zona estudiada se calcula en 6 330 dólares EE.UU. por hectárea - seis veces el valor de la madera - lo que se obtendría recogiendo a perpetuidad los frutos y el látex.

Investigaciones realizadas recientemente en la India han revelado que millones de personas sin tierra o agrupadas en tribus obtienen gran parte de sus ingresos en efectivo, indispensables para comprar alimentos y otros artículos de primera necesidad, recogiendo y vendiendo productos del bosque. Aunque no conviene generalizar, evidentemente es esencial hacer análisis económicos de toda la gama de productos forestales y de los grupos de personas que viven a costa de ellos, para formular políticas y planes que aseguren la ordenación perdurable de los bosques y aumenten las posibilidades de mejorar de los pobladores. Por supuesto, si fuera posible garantizarles utilidades sustanciales de la explotación de sus recursos forestales, se lograría que se interesasen por una ordenación forestal más eficaz.

Creando empresas de transformación de los productos forestales se multiplica el potencial generador de ingreso de los bosques. Hay pequeñas empresas y especialmente las dedicadas a la transformación y venta de productos forestales distintos de la madera, que ya están proporcionando el dinero indispensable a millones de familias poseedoras de poca o ninguna tierra. En un bajío de las Filipinas la recogida de retén es una de las principales fuentes de ingreso (Siebert y Belsky, 1985). En el nordeste del Brasil millones de campesinos obtienen su ingreso de las nueces de la palmera babasú, que también les proporciona materia prima para techar sus viviendas, para hacer canastos y para fabricar carbón (Muy et al., 1985). En el sudeste de Nigeria el 89 por ciento de las familias consume aceite de palma cuya preparación es fuente de ingreso para un elevado número de mujeres (Nweke et al., 1985). En 1985 el 29 por ciento del total de 127 400 personas empleadas en Zambia en todo tipo de empresas, trabajaba en pequeñas empresas de elaboración casera de productos forestales (Fisseha y Milimo, 1986).

Esas empresas, cada una de las cuales proporciona, por término medio, ingresos a menos de cinco personas, emplean ya en total bastante más personas que las grandes empresas forestales. Es preciso, para el futuro, encontrar maneras más eficaces de determinar qué empresas y productos son más viables, sobre todo aquellas cuyo pequeño tamaño representa una ventaja; es también preciso formular estrategias que faciliten a los pequeños productores el acceso en condiciones de equidad a materias primas y mercados; es, en fin, preciso ayudar a esas empresas asegurándoles la supervivencia y la transmisión de los beneficios a quienes dependan de ellas (FAO, 1987).

Además de las oportunidades que ofrece la recogida y elaboración de productos naturales, otra posibilidad viable en determinadas circunstancias es el cultivo de árboles para su venta (véase el artículo de J. E. M. Arnold). Tierra, trabajo, capital y mercados son las variables que determinan la viabilidad económica del cultivo de árboles en pequeñas parcelas.

En Kenya y en la India los pequeños propietarios están plantando árboles en gran número, no por la leña, sino para vender la madera. Cuando la tierra escasea tanto que incluso las estrategias agroforestales intensivas, como la de los huertos domésticos de Java, no alcanzan para mantener a la familia, ésta tiene que buscar su ingreso de otro modo. En una situación como ésta, los campesinos plantan árboles que requieren poco cuidado, para tener la posibilidad de ganar dinero fuera de la finca al mismo tiempo que producen algo en ella. Los sistemas de árboles son también preferidos por los campesinos que tienen poco capital. En efecto, no cuesta mucho iniciar y ordenar una plantación de árboles, por comparación con lo que cuesta iniciar el cultivo de productos de elevado valor para los cuales hacen falta fertilizantes y herbicidas. Los árboles son también una posibilidad cuando se dispone de poco capital para rehabilitar suelos decaídos, que suelen ser los únicos al alcance de los pobres.

La gente modesta que apenas consigue extraer de la tierra alimentos suficientes para su familia tiene que evitar toda clase de riesgos; también a este respecto los árboles son útiles. Efectivamente, los árboles sobreviven a las sequías y a otras privaciones en que sucumbe el ganado; se pueden conservar indefinidamente, y cortarlos cuando haga más falta el dinero. No obstante, las plantaciones de árboles sólo son viables para los pobres si los mercados de la madera son fácilmente accesibles y si tienen otros medios de ganar dinero mientras crecen los árboles. No es fácil que se adopte la idea de plantar árboles si el régimen de tenencia de los mismos no es seguro. En estos casos puede convenir formular una política que fortalezca las condiciones de tenencia, procurando al mismo tiempo mejorar el acceso a los mercados para que los propietarios puedan dar salida a su cosecha de árboles cuando lo necesiten (Chambers y Leach, 1986).

Acceso económico a los alimentos

Otra manera factible de ganar dinero son los árboles frutales. En la India, por ejemplo, la fruta de un solo tamarindo llega a producir ingresos suficientes para mantener a toda una familia.

En resumen, los árboles y los productos forestales ayudan significativamente a mantener el acceso económico a una provisión adecuada de alimentos, pues:

· son una fuente de plantas y animales silvestres que pueden ser recogidos, capturados, elaborados y vendidos para obtener dinero en efectivo;

· se pueden cultivar árboles frutales como fuente de ingresos en efectivo;

· donde escasea la tierra, el capital o la mano de obra, si hay mercados accesibles, se pueden plantar y cultivar árboles como cualquier otra cosecha para su recogerlos en tiempos de carestía.

Acceso económico al alimento recolección... y aprovechamiento de juncos en la India

ESTRATEGIAS PARA QUE LAS ACTIVIDADES FORESTALES CONTRIBUYAN A ASEGURAR LA ALIMENTACION

La multiplicidad de las posibilidades que ofrece la ordenación de los recursos forestales con distintos fines, el cultivo de árboles y la valorización de los productos mediante procesos de elaboración, sugiere diversas maneras en que las actividades y los expertos forestales pueden ayudar a los campesinos a lograr acceso material y económico al alimento. También sugiere la necesidad de revisar las políticas y los planes forestales para eliminar obstáculos, ofrecer incentivos y reducir al mínimo los riesgos para la parte más vulnerable de la población.

El problema esencial de los expertos forestales es asegurar que los programas y actividades forestales sean respaldados por políticas y normas de planificación y ejecución que les permitan contribuir en la mayor medida posible a conseguir que todos, en todo momento, tengan acceso económico y material al alimento.

Con el fin de promover una mejor comprensión y completar la documentación de este tema, el Gobierno de la India acogió en 1988 una Consulta de la FAO de expertos en actividades forestales y seguridad alimentaria. Esta reunión, la primera de este tipo, juntó 57 especialistas en disciplinas tan diversas como ciencias forestales, del suelo, agricultura, ganadería, nutrición, antropología, economía e hidrología. Los asistentes procedían de 27 países de todas las regiones del mundo con lo cual se aseguró que los materiales presentados, los problemas discutidos y las conclusiones reflejaran la más amplia gama posible de perspectivas y experiencias del mundo (FAO, 1988d).

La Consulta se concentró en los aspectos ambientales de producción y socioeconómicos de las actividades forestales y de la seguridad alimentaria. Los temas tratados incluían alimentos del bosque y su función en la alimentación, microclimas, erosión, ordenación de las aguas y producción agrícola, a la vez que otros temas tan especializados como los sistemas de manglares, la contribución de la fauna de los bosques a la dieta y la ordenación de los recursos ganaderos (FAO, 1989a, b, c).

En los debates se evidenció que algunos problemas tienen tantas variables de las que se sabe tan poco, que no es posible llegar a acuerdos ni hacer generalizaciones. Ese es el caso de la relación exacta de los árboles con los regímenes de aguas. El grupo recomendó que se investiguen los temas en torno a los cuales hay incertidumbre o desacuerdo. Al mismo tiempo, los participantes insistieron en que no por eso se deje de actuar ya. Recomendaron que se proceda con la mayor urgencia a ejecutar los planes como resulte apropiado en cada caso.

Los participantes insistieron particularmente en la importancia de aprender conjuntamente con los pobladores cómo los bosques y los árboles contribuyen a asegurar la alimentación y cómo las actividades forestales pueden ampliar esa función. Los participantes en el seminario de Khon Kaen (citado con anterioridad) llegaron también a la conclusión de que les convenía planificar junto con la gente del lugar; ésta conoce de manera muy íntima tanto sus recursos como los factores socioeconómicos que determinan su propio bienestar.

Las conclusiones de este grupo, combinadas con las de la Consulta de expertos celebrada en la India, dan pautas para formular políticas, tomar disposiciones institucionales y proyectar y ejecutar proyectos de modo que contribuyan a una mayor seguridad alimentaria.

Métodos de política e institucionales

Los procedimientos que propusieron los grupos antes citados empiezan por poner de relieve la importancia que tiene la seguridad alimentaria, haciéndola constar como uno de los objetivos. Si las actividades forestales han de concentrarse en satisfacer las necesidades de alimentos e ingreso de los pobladores, hay que decirlo claramente en los documentos normativos, a la vez que se especifica el compromiso de trabajar juntamente con ellos.

La Consulta de expertos propuso que las pautas para política forestal existentes se revisen particularmente con respecto a:

· «cambiar las disposiciones que impidan la ampliación de usos del bosque, cambiando la legislación adversa a los consumidores de productos forestales distintos de la madera o al acceso de las pequeñas empresas a la madera»;

· sustituir las limitaciones de tipo jurídico o de otra naturaleza que desalienten el cultivo de árboles fuera de los bosques, por incentivos comerciales o de otra naturaleza y por medidas (incluidas disposiciones sobre tenencia de árboles) que promuevan un empleo más eficaz de los árboles en los sistemas de cultivo;

· redactar y hacer respetar reglamentos que reduzcan al mínimo el efecto negativo de las grandes industrias madereras sobre el medio ambiente local y sus pobladores;

· «modificar la legislación forestal de modo que reconozca la necesidad que tienen los campesinos sin tierra y las familias pobres de participar en más actividades alimentarias y generadoras de ingreso de base forestal» (FAO 1988e).

Idealmente toda política tendería a aumentar al máximo el conjunto de los beneficios que derivan de los bosques, tanto en el plano local como en el nacional; a estimular el empleo de árboles de modo que contribuyan eficazmente a una producción agropecuaria perdurable que rinda más con menos riesgos, especialmente para los pobres; a fomentar las pequeñas industrias de base forestal; a facilitar la comercialización de los árboles y de los productos forestales, y a responsabilizar en mayor medida a los pobladores de la ordenación de los recursos forestales.

Es indispensable contar con una infraestructura institucional y administrativa apropiada para aplicar esas políticas. Para ser eficaces y pertinentes sobre todo respecto de los objetivos de seguridad alimentaria, las instituciones forestales tendrán que trabajar conjuntamente con las de otros sectores: agricultura, ganadería, pesca, etc. Las actividades forestales han de completar y no competir con estas fuentes primarias de alimentos.

Habrá que incorporar mejor a sociólogos y nutriólogos en las instituciones forestales con el fin de reforzar su capacidad para planear y ejecutar programas forestales desde este punto de vista. La colaboración con instituciones no gubernamentales mejorará la capacidad de los servicios forestales para desempeñar el papel que les corresponde en las comunidades rurales.

Finalmente, los expertos forestales, y en general todo el que trabaje con instituciones forestales, tendrán que servir de enlace de los pobladores con el gobierno nacional apoyando siempre la idea de asegurar la alimentación mediante actividades forestales; hará falta estimularlos con incentivos adecuados para que asuman esta función. Las instituciones tendrán que emplear mujeres en mayor número que hasta ahora para que trabajen conjuntamente con las mujeres del lugar; será esencial al formular los programas tener debidamente en cuenta el sexo de los participantes.

Será preciso modificar la capacitación y la instrucción pública de modo que se enseñen las técnicas, métodos y procedimientos que necesite conocer tanto el personal profesional de las sedes centrales como el personal destacado en el campo. Habrá que inculcar maneras de pensar que incluyan el trabajo en equipo de especialistas que hagan planes globales interdisciplinarios; las actividades forestales tendrán que evolucionar de modo que abarquen la vida de la gente del campo y especialmente de los más necesitados.

La extensión es un campo relativamente nuevo en el dominio de las actividades forestales. Apenas ahora las instituciones docentes forestales están repasando sus programas para introducir en ellos la capacitación en materia de extensión. La enseñanza forestal debe evitar concepciones paternalistas de la extensión, estrechez de miras y la tendencia a valerse de los más acomodados económicamente; cayendo en esos errores se malogra el objetivo de trabajar en estrecho contacto con las comunidades para resolver sus problemas de seguridad alimentaria. Los extensionistas, tanto como las instituciones de capacitación y los dirigentes que hayan de influir sobre los métodos y su efectividad, tendrán necesariamente que idear sistemas de comunicación en ambas direcciones apropiados y creativos.

También la investigación forestal tendrá que hacer frente a este nuevo desafío abarcando temas como la manera de contrarrestar los efectos potencialmente negativos de la protección de los bosques a gran escala o de las operaciones industriales sobre la seguridad alimentaria; cómo obtener de manera duradera la máxima producción de alimentos posible de la tierra y de los bosques; cómo armonizar la producción de madera con la de productos forestales de otra índole, y cómo asimilar el saber local para que los objetivos de la investigación respondan a la realidad. Finalmente, como observó la Consulta de expertos sobre actividades forestales y seguridad alimentaria:

«Es muy necesario investigar cuáles son los métodos y disposiciones institucionales indispensables para incorporar a los programas forestales objetivos de seguridad alimentaria. Por ejemplo, ¿cuáles son los tipos de gestión flexible que pudieran adoptar experimentalmente los departamentos forestales? ¿Con qué tipos de estrategias y procedimientos se satisfarán eficazmente las necesidades de los pobladores? Es imperativo que los investigadores no se limiten a los productos y servicios de bosques y árboles sino que también tomen en cuenta las condiciones económicas y sociales necesarias para que la gente se beneficie de ello.» (FAO, 1989b).

Enfoques en el plano de los proyectos o actividades

En el plano de los proyectos o actividades, todo enfoque que tome en cuenta la seguridad alimentaria exige puntos de vista nuevos en la determinación de los problemas, de los grupos beneficiarios y de la manera de colaborar con grupos de características especiales, particularmente las mujeres, los campesinos sin tierra y los muy pobres.

Se mencionan algunas de las disposiciones que se pueden adoptar para dotar de un contenido de seguridad alimentaria a los programas, proyectos y actividades forestales mediante una planificación interdisciplinaria en asociación con la gente del lugar:

1. Determinar los elementos que más limitan la seguridad alimentaria en la zona del programa o proyecto. Las causas de que no haya seguridad en la alimentación son muchas y muy variadas; pueden incluir una combinación de crecimiento demográfico, baja de la productividad por erosión de la tierra, inaccesibilidad a los forrajes para el ganado, distribución poco equitativa de la tierra y de otros insumos de producción, insuficientes facilidades para la comercialización, política de precios que desaliente la producción de alimentos y pocas posibilidades de empleo. El efecto de todos esos factores puede manifestarse a través de una escasez periódica de alimentos, o de fondos para comprar alimentos, desarreglos de la nutrición, agotamiento del recurso agrícola tradicional, etc.

Al determinar los problemas de seguridad alimentaria es indispensable tomar muy en cuenta lo que más inquieta a la gente del lugar y cómo expresan esa inquietud. Por ejemplo, puede preocuparles la cantidad (el número de graneros llenos o número de meses en que tuvieron que comprar comida y la disponibilidad de dinero contante), la calidad (existencias de los alimentos preferidos o necesidad de consumir los de emergencia), o la variedad o existencia de algunos alimentos en particular.

2. Analizar si las actividades del proyecto tenderán a una mayor seguridad alimentaria y cómo lograr que esa acción sea máxima. Las actividades forestales a veces invierten la tendencia de la productividad a disminuir, o hacen accesibles nuevos recursos o tal vez ofrecen nuevas posibilidades de ganar dinero. El efecto que el proyecto pudiera ejercer sobre el acceso material o económico al alimento en diferentes épocas del año o durante las carestías, o el acceso a determinados indispensables nutrientes pueden ser objetivo central o servir para las actividades de seguimiento y evaluación. Por ejemplo, cuando lo que amenaza la seguridad alimentaria es la productividad decreciente del recurso básico, se puede pensar en soluciones agroforestales. Si la tenencia de la tierra es un asunto crítico, se puede explorar la posibilidad de soluciones a base de tenencia de árboles. Cuando el problema se debe a fluctuaciones periódicas o causadas por las inciertas condiciones del tiempo, la plantación de plantines que lleguen a proporcionar alimento o ingreso en los momentos en que más se necesiten, atenuará el peligro de carestía. Esencial en este caso es la selección de las especies apropiadas. También es importante pensar cómo compensar los efectos potencialmente negativos de actividades forestales que alteren el uso de la tierra o el acceso a recursos, sobre la seguridad alimentaria.

3. Determinar cuáles son los sectores más vulnerables por lo que hace a seguridad alimentaria, y designarlos como beneficiarios principales. La insuficiente seguridad alimentaria puede afectar a comunidades enteras, a algunas familias o a ciertas personas de cada familia. Siempre que sea posible se deben designar como beneficiarios principales a las comunidades y a las personas que tienen menos acceso o menos seguridad de acceso continuo a los alimentos. Las carencias nutricionales y las posibilidades que tengan las actividades forestales de remediarlas deben ser tomadas en cuenta al explorar una zona y al planear las actividades forestales.

4. Ejecutar proyectos o actividades con plena participación de los pobladores. No cabe duda de que los campesinos, y especialmente los más vulnerables, conocen y se preocupan por los problemas de seguridad de su alimentación. Siempre tuvieron que luchar para procurarse alimentos suficientes para toda la familia. Probablemente nadie mejor que ellos conoce su medio ambiente. Si se les propone alguna técnica nueva y les parece que contribuirá a una mayor seguridad alimentaria, es probable que la adopten de buena gana. Si dicha técnica no consigue su apoyo, tal vez sea porque no se les ha informado debidamente o porque el procedimiento propuesto tiene algo equivocado. En ambos casos, el personal del proyecto tendrá que trabajar en estrecho contacto con los campesinos para disipar dudas y reservas.

Al planear las intervenciones es indispensable reconocer que los proyectos son cosa pasajera, mientras que la seguridad alimentaria es siempre cuestión de vida o muerte para la gente del lugar. Las actividades forestales que aumenten la seguridad alimentaria tienen muchas más probabilidades de ser aplicadas duraderamente, incluso después de que termine la ayuda exterior.

5. Prever medios adecuados para la estimación, el seguimiento y la evaluación. Indudablemente, juzgar cuándo se han alcanzado los objetivos de seguridad alimentaria de los proyectos forestales es mucho más difícil que medir los objetivos «tradicionales» consistentes en plantar determinada superficie o en lograr cierta producción por hectárea, sobre todo porque muchos beneficios permanentes de un proyecto forestal social no empiezan a percibirse hasta después de completado el proyecto. Será preciso idear procedimientos polifacéticos. Por ejemplo, se puede iniciar enseguida el seguimiento de la ordenación de árboles existentes o de la aparición de productos que empiecen a obtenerse rápidamente para beneficio de los campesinos, en tanto crecen los árboles. Así se ha hecho en proyectos ejecutados en la República de Corea, Zambia, Senegal e India donde se siguió respectivamente la producción de hongos, papaya, henna y hierbas forrajeras.

Si se averigua que la periodicidad estacional en el acceso a los alimentos es un problema especial y las actividades del proyecto incluyen plantación de árboles, para el seguimiento se podría observar: cuáles son las especies elegidos para que proporcionen alimento durante la carestía anual; si los grupos más vulnerables se manifiestan interesados por obtener y plantar esos plantines; y si se asegurará a la gente del lugar el acceso a los alimentos que se produzcan. En evaluaciones posteriores se podría medir la cantidad de alimentos producido por esos árboles usada realmente para dar mayor seguridad a la alimentación de los grupos vulnerables.

En el sistema de vigilancia se deben incorporar siempre que sea posible las características que la gente del lugar toma como referencia para medir su seguridad alimentaria. Los más nuevos procedimientos para el seguimiento y evaluación sugieren un número limitado de indicadores como referencia para la administración (véase el artículo de Ogden, pág. 20).

Todos Deben participar; discusión de las actividades de un proyecto en Nepal

CONCLUSION

Las actividades forestales por sí solas no pueden - ni deben - resolver la totalidad de los problemas que plantea la seguridad alimentaria. Muchas de las variables esenciales en la ecuación de la seguridad alimentaria, entre ellas el acceso a los alimentos, la tierra, la capacitación, los insumos, los empleos, etc., obedecen a fuerzas ajenas al dominio de las actividades forestales. Incluso dentro de una familia, el acceso en cantidad y calidad a los alimentos depende de factores socioculturales que las actividades forestales no pueden modificar. En otros casos, las actividades forestales pueden influir muy poco, como ocurre cuando hay factores de mayor envergadura que dan lugar a un ambiente de desigualdad o cuando la capacidad productiva del recurso básico no alcanza a seguir el ritmo del crecimiento demográfico.

No obstante, cuando las políticas, costumbres y recursos productivos conforman un ambiente adecuado, el papel de los árboles y de los bosques es extraordinariamente importante para la seguridad alimentaria. En primer lugar, la función de los árboles y de los bosques en el seno de los sistemas agrícolas perdurables es vital para el conjunto de la producción alimentaria. Son también vitales las plantas leñosas perennes, que reducen el riesgo de que se pierda la cosecha anual, compensan las carestías anuales periódicas, y proporcionan comestibles en tiempos de sequía prolongada o de otras privaciones. Esta función siempre será fundamental como garantía de acceso material al alimento.

En segundo lugar, el papel que las actividades forestales desempeñan en beneficio de la seguridad alimentaria garantizando el acceso económico a los alimentos está cobrando importancia rápidamente, especialmente para los campesinos carentes de tierra y para los pobres del campo. Para millones de personas de las zonas rurales es ya esencial el ingreso que proporcionan las pequeñas empresas que se ocupan de la recolección y elaboración de productos forestales distintos de la madera, así como de postes, leña y madera de bosques ordenados o de árboles criados en fincas o tierras comunales. Al monetizarse las economías y a medida que se desarrolla la infraestructura y mejoran los transportes y la comercialización, el ingreso obtenido con los productos forestales cobrará aún mayor importancia.

Aún hay mucho que aprender acerca de factores como dependencia y vulnerabilidad, acerca de procedimientos de organización, incluso acerca de la tecnología de una ordenación forestal que produzca beneficios múltiples, entre ellos la provisión de alimentos. Dado que la situación es dinámica, continuamente cambian las formas en que la gente depende de los árboles y de los bosques. La política y la planificación forestales tienen que adaptarse a esas realidades si se quiere que las ciencias forestales rindan todo lo que pueden para la seguridad alimentaria. No obstante, ya se sabe lo suficiente para que los expertos forestales se sientan seguros de lo mucho que pueden contribuir. Con ideas y resolución, las actividades forestales pueden ser de ayuda para resolver el cada vez más arduo problema del hambre.

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