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Alimentos del bosque para las carestías

J. Falconer

Julia Falconer es especialista en bosques comunitarios. Actualmente trabaja en Kumasi, Ghana, en un proyecto de ordenación forestal patrocinado por la Overseas Development Administration.

En la mayoría de las comunidades agrícolas e incluso en no pocas ciudades del mundo en desarrollo se consumen abundantemente muchos alimentos del bosque. En algunos casos son suplemento normal de la dieta; en otros constituyen una fuente primaria de nutrientes. No obstante, sólo se suele recurrir a ellos bien sea a fines del ciclo agrícola, cuando escasean los alimentos cultivados o bien durante la recolección, durante la cual no hay tiempo para preparar comidos, o en carestías imprevistos motivados, por ejemplo, por guerra y hambrunas (Chambers y Longhurst, 1986). Aunque hay pocos estudios que examinen sistemáticamente la importancia de los alimentos del bosque desde este punto de vista, algunos hay de casos concretos en varias partes del mundo, pero sobre todo en Africa, que dan idea de la función de los bosques como amortiguadores de la desigualdad estacional de la disponibilidad de alimentos, particularmente para la gente pobre del campo.

La mayor parte de las comunidades agrícolas se aprovisiona con la recolección de cosechas anuales. Para muchos campesinos, y especialmente para los pobres, ese ciclo entraña períodos de escasez. En ellos adquieren especial importancia los alimentos del bosque.

Efectivamente, durante casi todo el año, los bosques y los montes producen hojas comestibles, frutas, verduras silvestres, raíces y tubérculos, además de toda una fauna silvestre. Pero, por supuesto, esos productos se aprecian sobre todo cuando no se dispone de alimentos de origen agrícola, es decir, durante las temporadas de escasez y durante las sequías. En la parte sudoriental de Nigeria, por ejemplo, al final de la temporada seca se aprecian mucho los brotes tiernos de hojas de Pterocarpus sp., Myrianthus arboreus y Ceiba pentandra. También gustan mucho los frutos de Treculia africana, Chrysophyllum albidum y Dacryodes edulis que maduran con las lluvias tempranas, durante la sementera (Okigbo, 1975).

Ogle y Grivetti (1985) han llevado a cabo uno de los estudios más detallados del consumo de alimentos silvestres. Pusieron en claro que en Swazilandia se comen corrientemente más de 200 especies de plantas silvestres. En primavera y verano se prefieren hojas o brotes tiernos, por ejemplo de Grewia sp., mientras que los frutos se comen más bien durante el invierno y la primavera, temporadas en que son la principal fuente de vitamina C. Otros alimentos del bosque y del monte que se consumen en temporada son los hongos, los gusanos y las larvas de hormiga blanca. En Upper Shaba, Zaire, las mujeres, a principios de la estación de las lluvias, dedican varias horas cada día a la recogida de hongos (Parent, 1977). En actividades experimentales llevadas a cabo en Bhután, Tailandia y México se ha demostrado que el cultivo de hongos puede servir muy bien como componente alimentario de los proyectos de desarrollo forestal.

Recolección de flores de moña en la India Bassia latifolia puede sustituir a otros granos

Los brotes de hojas silvestres tienen mucha demanda en la estación de las lluvias en el distrito de Machakos, Kenya. En un estudio se calcula que esos alimentos integran un 35 por ciento en peso de la dieta normal en esa temporada (Wachiira, 1987). La fruta se come en la estación correspondiente; la consumen principalmente los niños. Los frutos de Ximeia caffra y Sclerocerva birrea son tan populares que su producción aumenta continuamente. En la zona de Kathama siempre se han usado las frutas silvestres para atenuar el hambre y la escasez de comestibles.

Un estudio del consumo de frutos del bosque en Zimbabwe ha revelado que no es durante la temporada en que fructifican cuando más frutos silvestres se recogen y consumen sino más bien en momentos en que las existencias normales son bajas y a la vez es mínima la demanda de mano de obra agrícola (Campbell, 1986). Es decir, la fruta se consume sobre todo cuando más necesaria es y no cuando más abunda. Aunque hay una gran diversidad de frutos del bosque (al menos en algunas regiones) los más apreciados son los de Diospyros mespiliformis, Strychnos cocculoides y Azanza garckeana. Se consumen, en general, como merienda, entre comidas (95 por ciento de los entrevistador) pero en algunas familias se comen también en la mesa. Es fácil manipular el momento en que deban fructificar algunos árboles, entre ellos el mango. Convendría investigar más a fondo los beneficios que potencialmente tiene este tipo de intervención.

En el valle de Luangwa, Zambia, Marks (1976) observó que los alimentos silvestres son un elemento importante de la dieta, especialmente en tiempos de carestía. Por ejemplo, en Mukupu el 42 por ciento de las comidas servidas en septiembre contenían verduras silvestres; en ese mismo período, en sólo el 10 por ciento de las comidas se estaban consumiendo verduras cultivadas. Por comparación, en junio sólo se usan verduras silvestres en el 7 por ciento de los platos, mientras que en más de la mitad entran verduras cultivadas.

En muchas regiones la caza es también una actividad de temporada practicada sobre todo cuando son mínimas las actividades agrícolas. En la selva tropical de Zaire la caza alcanza su máximo en julio y agosto (los meses más flojos en agricultura) y su mínimo durante la sementera. (Mankoto ma Mbaelele, 1987). Análogamente en la región Boualé de Cate d'Ivoire, cuando las actividades agrícolas están en su mínimo, la caza y la recogida de frutos llegan al máximo (Blanc-Pamard, 1979).

La aportación de frutos del bosque en una determinada estación del año es especialmente importante para las regiones áridas; en ellas la fluctuación de la disponibilidad de alimentos es muy acentuada según las estaciones. En la región de Ferio, en el Senegal, aunque existen más de 150 plantas alimenticias, sólo se consumen en cantidad significativa las que maduran durante la carestía anual. De particular importancia son las hojas y los frutos de baobab (Adansonia digitata), las hojas, los frutos y las semillas de Balanites aegyptiaca y el fruto de Ziziphus mauritiana, que recogen los moros. La fruta conservada de Boscia senegalensis es alimento principal en el período de carestía ya que ésta es una de las pocas especies que rinden su producción a fines de la temporada seca. De manera parecida, la popularidad de las hojas de Cassia obtusifolia se debe a que se recogen durante toda la estación de lluvias. Hay otros alimentos de origen forestal a los que sólo se recurre durante períodos de escasez imprevista (Becker, 1983).

En Etiopía se aprecian mucho Pterocarpus sp. y Myrianthus sp. porque en la temporada seca echan brotes tiernos cuyas hojas son comestibles en momentos en que casi no hay ninguna otra verdura (Getahun, 1974).

En la región semiárida Pokot, de Kenya, se estima mucho Balanites aegyptiaca porque produce durante la estación seca, incluso en los años de sequía en que escasean casi todos los alimentos. Los árboles son fuente de alimento para las abejas cuya miel sirve para elaborar una bebida muy popular (Ostberg, 1988).

A pesar de que la mayor parte de los estudios que mencionan el aprovechamiento de alimentos del bosque en su temporada se refieren a Africa, también hay ejemplos de otras regiones. En el nordeste del Brasil un par de millones de personas aprovechan los productos de la palmera babasú (Orbiguya sp.) como alimento, medicina, material de construcción y fuente de dinero en efectivo (Muy et al., 1985). La fruta y las nueces son esenciales durante la carestía anual. La leche, que se extrae triturando las nueces, era consumida por el 69 por ciento de las personas entrevistadas; el fruto debidamente elaborado proporciona aceite para uso doméstico. Además, en los palmares se cazan varios grandes roedores (especialmente Agouti paca y Dasygprocta punctata) muy apreciados. Los troncos caídos de la palmera babasú constituyen un excelente hábitat para unas larvas que se consumen como merienda.

En la India se calcula que el 80 por ciento de los moradores de los bosques de Orissa, Bihar, Madhya Pradesh e Himachal Pradesh obtienen en los bosques del 25 al 50 por ciento de los alimentos que consumen anualmente (CSE, 1985). Constituyen un recurso especialmente importante en períodos de escasez. Surin y Badhuri (1980) refieren que las tribus de la meseta de Chotanagpu viven de alimentos del bosque durante los cuatro o cinco meses en que la producción agrícola no es viable. Consumen así muchas variedades de hongos, frutas, hojas y semillas. Revisten particular importancia las semillas de Shorea robusta que, cocidas con las flores de moho (Mahua Bassia latifolia) se comen en lugar de algunos cereales.

En Bangladesh, el consumo de fruta, raíces, tubérculos y pescado aumenta espectacularmente durante los períodos de carestía que preceden a la recolección del arroz. Por ejemplo, durante la carestía de mayo-junio se consumen por término medio diariamente 191 gramos de fruta del bosque por persona, mientras que después de cosechado el arroz, el consumo es sólo un gramo por persona (Hassan et al., 1985).

Además de servir como fuente de fruta silvestre, en muchas zonas rurales el árbol se incorpora a los sistemas agrícolas (véase el artículo de J. E. M. Arnold). También el alimento que contribuyen estos árboles en momentos particularmente críticos es muy apreciado porque atenúa las fluctuaciones del abastecimiento de otros alimentos. Además, durante la sementera y la recolección se comen sus frutos sobre el terreno como suplemento de la dieta, un tanto sumaria, propia de una temporada en que queda poco tiempo disponible para cocinar. En el norte de Tailandia los campesinos plantan y protegen cuidadosamente árboles en torno a sus arrozales. La fruta y también las hojas en algunos casos, resultan muy útiles en los períodos de carestía y como merienda durante la sementera (Grandstaff et al., 1985).

Los estudios de huertos familiares (zonas cultivadas intensivamente con especies perennes y anuales) muestran que proporcionan comestibles durante todo el año. En Puerto Rico, los huertos familiares contribuyen al abastecimiento de alimentos durante determinadas estaciones (Immink et al., 1981). En Java una proporción significativa de lo que consume una familia se cultiva en su propio huerto. El alimento procedente de árboles se estima particularmente porque se cuenta con él durante todo el año. El jaquero -parecido al árbol del pan - y el cocotero producen durante todo el año, mientras que la producción de mango, durian y mandarina coincide con los períodos en que más escasean otros alimentos (Soemarwoto, 1985).

No sólo los caprichos del tiempo son causa de problemas periódicos de la alimentación. Hay motivos «administrativos» que ocasionan o empeoran a veces, una escasez temporal (Chambers y Longhurst, 1986); por ejemplo, cuando se exige el pago de la escuela en fechas que no coinciden con la recolección. También hay dificultades cuando las fechas en que corresponde devolver préstamos no están de acuerdo con el ciclo agrícola (Morís, 1985). La necesidad de dinero en efectivo se presenta cuando menos capacidad tiene la familia para disponer de él. En esas circunstancias la falta de dinero puede hacer indispensable el consumo de alimentos recogidos en el bosque. En realidad, debería tomarse en cuenta en los proyectos de desarrollo forestal el papel de los bosques como amortiguador de carestías de origen «administrativo».

ALIMENTOS DEL BOSQUE EN CRISIS IMPREVISTAS

Los bosques proporcionan alimento esencial durante las crisis imprevistas. En la región Sine Saloum del Senegal, los wolof y los soce recurren por tradición a los bosques cuando les falta alimento. Una batata silvestre, Dioscorea praehensilis, sustituye a los cereales cuando se acaban éstos. También el tubérculo Raphionacme daronii comido crudo es un alimento básico (a veces también lo comen los niños como merienda). Las hojas de Portulaca cleracca y de Ficus dekdekena se usan para hacer salsas cuando faltan los ingredientes acostumbrados.

En las regiones del nordeste del Amazonas, los indios kayapo ordenan en el interior de los bosques ciertas «islas» de modo que produzcan intensivamente y sirvan de refugio en tiempos de guerra o de calamidades (Posey, 1985).

En términos generales puede decirse que los alimentos a los que se recurre en períodos de escasez tienen algo diferente de los que se consumen normalmente. Son muy ricos en energía, pero tienen otras características que desalientan su consumo continuo. Por ejemplo, en todo el Sahel africano se consumen las raíces de baobab (Adansonia digitata) en tiempos de escasez, mientras que en épocas más prósperas sólo se consume la fruta (Irvine, 1952). En el norte del Senegal, según Becker (1983) sólo en períodos críticos se usan las fibras extraídas de Grewia bicolor y las semillas de Combretum aculaetum.

Con frecuencia el factor limitante es el prolongado proceso de preparación indispensable para que esos alimentos sean apetecibles. En períodos de escasez los pescadores del litoral del este de Africa sustituyen los cereales con la médula esponjosa de Cycus thuarsii. Despedazan los tallos y los dejan fermentar durante una semana; después los lavan, secan al sol y machacan hasta obtener harina (Weiss, 1979). También la batata silvestre (Dioscorea sp.) que es muy rica en calorías, contiene muchas toxinas y para eliminarlas hay que desmenuzar los tubérculos y hervirlos varias veces en agua salada, lavándolos finalmente en agua clara antes de machacarlos para que resulten comestibles.

Para la estación seca este baobab ha perdido las hojas pero conserva los frutos

En un estudio de los recursos alimentarios de las arboledas del Zambezi, Malaisse y Parent (1985) refieren que los tallos de Encephalartos poggei, excelente fuente de energía y proteína, requieren una prolongada elaboración: han de ser remojados en agua corriente durante tres días para después secarlos al sol y molerlos hasta obtener un polvo.

Las raíces y los tubérculos constituyen alimentos particularmente apropiados para las carestías, ya que sobreviven cuando casi no llueve e incluso, en algunos casos, proporcionan agua potable. En la mayoría del Africa occidental tropical siempre se ha confiado en raíces, tubérculos y rizomas de los bosques o eriales para subsistir en los períodos de hambre (Irvine, 1952).

También las gomas se consumen. La goma arábiga (de Acacia senegal) se fríe para hacer n'dadzalla - plato típico de los nómadas de Mauritania - o se mezcla con agua azucarada y se bebe como sucedáneo de la leche (Giffard, 1975).

En Bostwana los bosquimanos san aprovechan numerosas plantas por su agua, pero sobre todo los tubérculos Raphionacme burkei y Coccinea rehmannii (Fox y Young, 1982). En Natal, Fox y Young encontraron 33 especies apreciadas en caso de escasez, entre ellas el fruto de Carissa macrocarpa y la ciruela Bequaertiodendron natalense, así como las raíces de muchas especies, incluidas Boscia albitrunca y Maerua caffra.

En la India, Malasia y Tailandia se consumen alrededor de 150 especies silvestres en caso de crisis (FAO, 1984). Por ejemplo, las nueces de Shorea robusta y la corteza de Acacia leucophica, Bombax ceiba y Premna mucronata se muelen hasta obtener una harina apropiada para hacer «chapatis» (normalmente éstos se hacen con harina de trigo o de arroz). En tiempo de escasez se consumen también las semillas de varias gramíneas y especialmente del bambú.

EVOLUCION DEL CONSUMO DE ALIMENTOS DEL BOSQUE

El consumo de alimentos obtenidos en los bosques parece estar disminuyendo en muchas regiones. Esto se debe en parte a que cambian los gustos y se prefieren los artículos extranjeros que se introducen en las economías rurales, cada vez más expuestas a las fuerzas del mercado. Contribuye también en importante medida la escasa oferta de alimentos del bosque, determinada por la acción combinada del crecimiento demográfico, el decaimiento de los propios bosques y el paso a manos privadas de tierras antes públicas.

En la región Sine Saloum del Senegal, Bergeret (1986) estudió los efectos de la decadencia de los bosques sobre el consumo de alimentos de origen forestal. Averiguó que como consecuencia de los perjuicios ocasionados por la sequía y por los abusos en el carboneo (algunos forasteros producían carbón para las ciudades) ya no se encuentran muchos de los frutos tradicionales más apreciados. La mayoría de las personas entrevistadas opinó que vivía peor desde que se quedó sin los recursos forestales. Se han plantado algunos árboles en aldeas y caseríos. No obstante, debido a que no está bien definido el derecho a manejar y aprovechar los árboles, no parece generalizarse la tendencia a plantar.

Turton (1977) dice que la decadencia de los recursos silvestres ha sido desastrosa para los mursi de la parte sudoccidental de Etiopía. Antes de la intensa sequía de 1973, los mursi siempre habían conseguido subsistir con alimentos silvestres cuando les faltaba la cosecha. Esta vez la gravedad de la sequía y el decaimiento del monte han sido causa de grandes privaciones y de hambre para una sociedad que antes siempre había sabido arreglárselas.

Al disminuir la disponibilidad y el consumo de alimentos de origen forestal tienden a olvidarse los detalles de su aprovechamiento (Turton, 1977). Esto es válido sobre todo para los alimentos que se usaban sólo en casos excepcionales, dado que si no se elaboran debidamente su consumo puede incluso ser fatal.

En Africa meridional, por ejemplo, Fox y Young (1982) hallaron que se consumen mucho menos que en el pasado los alimentos de la llanura (veld) y que sólo las mujeres más ancianas recuerdan ya su diversidad y abundancia. Al generalizarse la enseñanza los niños pasan mucho menos tiempo en el campo y con el ganado; tienen por consiguiente poco contacto con el monte y sus recursos.

En algunas partes el advenimiento de la ayuda alimentaria y la comercialización del agro han contribuido a que se recurra en menor medida a los productos forestales en tiempos de escasez. Siempre que los productos tradicionales pueden ser substituidos por otros de más fácil preparación, y tal vez más apetitosos, hay la tendencia a olvidar aquellos.

No obstante, en tiempos de escasez los alimentos del bosque siguen siendo componente especial de la dieta de la gente del campo y en particular de los más pobres y vulnerables. Gracias a esto se siguen plantando árboles o se les incorpora a los sistemas de cultivo. Por ejemplo, Campbell (1986) observó que los moradores de las áreas más deforestadas de Zimbabwe habían mantenido las especies frutales silvestres preferidas incorporándolas a su sistema de cultivo. En cambio, la deforestación había afectado la supervivencia y uso de otras especies frutales menos apreciadas. En la parte sudoriental de Nigeria, Okafor (1979) observó una creciente tendencia a incluir árboles frutales en las explotaciones agrícolas; además, aumenta la demanda de plantines de árboles frutales.

POSIBILIDADES PARA EL DESARROLLO: ORIENTAR LAS ACTIVIDADES FORESTALES A LA SATISFACCION DE NECESIDADES DE LA POBLACION

Tradicionalmente, los bosques han satisfecho - y pueden seguir satisfaciendo - necesidades alimentarias específicas. A continuación se indica cómo pueden los programas contribuir a colmar importantes lagunas de la alimentación.

Alimentos suplementarios: especies forestales que produzcan para consumo diario o que proporcionen alimentos tradicionales.

Alimentos de temporada: especies forestales que produzcan durante los períodos de escasez. También especies que produzcan durante los períodos de máxima actividad agrícola, en los cuales aumentan las necesidades energéticas de la mano de obra y es menor el tiempo disponible para cocinar. Será preciso encontrar especies que echan brotes o frutos en los períodos deseados. Convendría también estudiar métodos sencillos para alterar esos períodos de brote y fructificación de las especies apreciadas.

Alimentos de emergencia: en tiempos de escasez se necesita una diferente variedad de alimentos. Por ejemplo, son preferibles las raíces y los tubérculos, ya que aportan más calorías que las frutas y sobreviven mejor a la sequía. Antes de introducir árboles útiles en épocas de escasez o de sequía, es indispensable entender claramente cómo se comportan en condiciones críticas. En muchos casos puede no merecer la pena consagrar el

Venta de tamarindo el fruto tamarindo (usado para una bebida muy nutritiva) se conserva durante varios meses tiempo y la tierra necesarios para producir estos alimentos.

Las tres categorías, pero sobre todo la de los alimentos de emergencia exigen el recurso a las fuentes del saber tradicional.

Las posibilidades de los bosques y los árboles en general de producir alimentos, especialmente en épocas de carestía, dependen en gran medida de cómo se ordenen. Es esencial proteger y mejorar (por selección) los recursos alimentarios forestales. En general, las especies que producen frutas y nueces se encuentran muy espaciadas en rodales naturales del bosque; es posible lograr que la densidad aumente mediante selección y ordenación adecuadas. Ciertas zonas del bosque pueden ordenarse de modo que fomenten y protejan la fauna silvestre y piscícola. El hábitat se ordena de modo que lleguen a predominar especies forrajeras y se dejan algunos claros y fajas protectoras a la orilla de los ríos. Todo esto contribuirá a la producción sostenida de alimentos.

Evidentemente, para que los alimentos del bosque sean debidamente aprovechados y apreciados, es esencial que los pobladores de la región tengan acceso a los propios bosques. Las actividades que restrinjan el acceso a bosques antes abiertos tendrán que proporcionar en cambio otras fuentes de alimentación o de ingreso para evitar repercusiones negativas sobre el estado de la nutrición.

Por otra parte, será preciso prestar atención a los programas o políticas de nacionalización de bosques previamente objeto de control tradicional o privado. Los problemas de ordenación de recursos de propiedad común serán de particular importancia.

Por supuesto, es preciso conocer más a fondo la función que desempeñan los alimentos del bosque como compensadores de desequilibrios periódicos de la oferta de alimentos, para poder planificar y ordenar su aprovechamiento continuo e incluso creciente. No obstante, no basta con conocer los problemas de la alimentación. Es también importante darse cuenta de cuáles son los gustos y las tradiciones, sobre todo si se piensa introducir productos nuevos. Además, hay que tomar en cuenta los momentos en que se agudiza la necesidad de dinero en efectivo y en que son accesibles las fuentes de ingreso. Efectivamente, el calendario de las instituciones puede influir sobre el uso de los recursos. Las especies forestales que produzcan algo con qué mitigar esas privaciones de origen institucional benefician la seguridad alimentaria de la familia. Análogamente los períodos de máxima demanda de mano de obra repercuten sobre el uso de los alimentos del bosque y sobre las necesidades alimentarias de la población. Confrontando los datos alimentarios (p. ej. períodos de hambre), hábitos (p. ej. preferencias alimentarias) e información económica (p. ej. demanda de mano de obra) con la información forestal y técnica se edificará una base para elaborar proyectos forestales que aprovechen las posibilidades de desarrollo de los recursos alimentarios del bosque.

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