Página precedente Indice Página siguiente


Décimo congreso forestal mundial - Reseña

París, 1991

Reunidos en París del 17 al 26 de septiembre, más de 2 500 autoridades forestales de 136 países discutieron y debatieron en el Décimo Congreso Forestal Mundial temas relativos a los bosques de todo el mundo. Bajo el lema «El bosque, patrimonio del futuro», los participantes trataron más de cien temas que abarcan todos los aspectos de la conservación, ordenación y uso de los bosques.

Inaugurado con discursos de dignatarios y autoridades nacionales e internacionales, entre ellos el Presidente de Francia, François Mitterrand; el Presidente de la Comisión de las Comunidades Europeas, Jacques Delors; el Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, Edouard Saouma; el Ministro de Agricultura y Bosques de Francia, Louis Mermaz; S.A.R el Príncipe Bernhard de los Países Bajos; Edgar Pisani, ex-Ministro de Agricultura y Montes de Francia, y Maurice Strong, Secretario General de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Ambiente y el Desarrollo, el Congreso se clausuró con la «Declaración de París», solemne llamamiento dirigido al público en general, a los líderes políticos y a las organizaciones \ y no gubernamentales.

Como complemento de la declaración de París, los participantes elaboraron un detallado conjunto de conclusiones y recomendaciones dirigidas principalmente a la profesión forestal, basadas en todos los documentos e informes preparados para el Congreso, además de las ideas expresadas en las discusiones.

Este número de Unasylva contiene los discursos inaugurales del Presidente Mitterrand y del Sr. Saouma, y el texto de la Declaración de París. Pueden adquirirse copias de las actas completas del Congreso en: ENGREF, Revue forestière française, 14 rue Giradet, F-54042 Nancy CEDEX, Francia.

Declaración de París

El Décimo Congreso Forestal Mundial habiendo reunido del 17 al 26 de septiembre de 1991, a más de 2 500 participantes procedentes de 136 países; considerando el tema del VIII Congreso Forestal Mundial celebrado en 1978 en Yakarta, «El bosque al servicio de la colectividad»;
considerando el tema del IX Congreso Forestal Mundial celebrado en 1985 en México, «El papel del bosque en el desarrollo integral de la sociedad» y su manifiesto que exhortaba a «los seres humanos de todos los pueblos y a sus gobiernos, dentro del marco de su soberanía, a tomar consciencia de la importancia de los recursos forestales para la biosfera y la supervivencia del ser humano»;
considerando la conferencia internacional Silva, celebrada en 1986 y concluida con el «Llamamiento de París sobre el árbol y el bosque»; considerando su propio tema general, «El bosque, patrimonio del futuro», y el conjunto de conclusiones y recomendaciones detalladas adoptado sobre cada uno de los temas tratados;
considerando la inquietud general ante la deforestación y la degradación de los bosques del mundo provocadas por la competición por el espacio, las insuficiencias en la gestión y las alteraciones insidiosas debidas a las actividades humanas, todas ellas causas de empobrecimiento del patrimonio forestal en diversos grados de irreversibilidad según las regiones del planeta y las épocas;
considerando que los problemas de pobreza, de endeudamiento y de subdesarrollo, así como la necesidad de satisfacer los requerimientos vitales de poblaciones en rápido crecimiento son las verdaderas causas de la deforestación en los países en desarrollo, mucho más que la explotación forestal;
considerando que los recursos forestales constituyen un factor importante de desarrollo socioeconómico, y más particularmente de desarrollo rural; considerando la responsabilidad de nuestra generación para con las generaciones futuras y con respecto al patrimonio natural del planeta;
se dirige a las opiniones públicas, a los responsables políticos y a las organizaciones internacionales, intergubernamentales y no gubernamentales del mundo;

recuerda

· la importancia de los bienes y servicios renovables ofrecidos por los árboles frente a una demanda creciente por parte de la humanidad de materiales, combustibles, fauna, alimentos, forraje, zonas de recreo,[...];
· la riqueza y la diversidad de los bosques del mundo y su papel positivo en los ciclos del agua y del dióxido de carbono, en la protección de los suelos y en la conservación de la biodiversidad;
· la existencia, a menudo mal conocida, de modos de gestión de los árboles y de los bosques, capaces de garantizar la perennidad, e incluso el mejoramiento, de la oferta de bienes y servicios de los mismos;
· la necesidad de evitar daños irreversibles a la biosfera y por consiguiente de planificar a largo plazo la gestión de los recursos naturales;

afirma

· que el verdadero reto consiste en conciliar el uso económico de los recursos naturales y la protección del medio ambiente, adoptando un desarrollo integral y sostenido;
· que la solución de los problemas forestales necesita esfuerzos conjugados para reducir la pobreza, mejorar la productividad agrícola, garantizar la seguridad alimentaria y el abastecimiento energético, así como para promover el desarrollo;
· que el concepto mismo de la ordenación forestal constituye un verdadero instrumento de gestión de sus funciones económica, ecológica, social y cultural, ampliando de tal modo el concepto de renta sostenida;
· que la conservación integral de ciertos bosques encaminada a proteger la biodiversidad constituye un objetivo particular de ordenación;

y recomienda

· asociar las poblaciones a la ordenación integral de su territorio, dándoles para ello los medios institucionales, técnicos y financieros para que puedan hacerlo;
· planificar la asignación a largo plazo de las tierras en función de sus potencialidades con el objeto de definir las que tienen una vocación forestal, estar atentos en esta planificación a las necesidades de las poblaciones involucradas, en particular, de aquellas que dependen del bosque;
· garantizar la continuidad de las políticas de gestión de los árboles y de los bosques, en razón de la duración de sus ciclos;
· proseguir la clasificación de ciertos bosques representativos o en peligro en zonas protegidas y organizarlos en redes nacionales o internacionales;
· contribuir a la fijación de dióxido de carbono mediante técnicas silvícolas apropiadas, la extensión de las repoblaciones forestales y el uso perenne de la madera;
· intensificar el desarrollo de los sistemas agroforestales, de la forestación y de la reforestación.

El Décimo Congreso Forestal Mundial
consciente de la gravedad, urgencia y globalidad de los problemas del desarrollo y del medio ambiente, pero subrayando el carácter renovable de los recursos forestales, y convencido de lo bien fundado de las soluciones propuestas, en el marco de las políticas forestales nacionales, mediante una gestión sostenida de todos los bosques del mundo,

llama solemnemente a los responsables para
comprometerse a restaurar la cubierta vegetal del planeta mediante la forestación, la reforestación y la gestión sostenida de las funciones múltiples de los árboles y de los bosques; acciones que se llevarán a cabo en forma de programas integrales que asocien a las poblaciones involucradas, en el marco de las políticas nacionales de ordenación del territorio;
seguir con regularidad la evolución, a los niveles nacionales e internacionales, de los patrimonios forestales, a partir de la «evaluación de los recursos forestales mundiales en 1990» que está realizando la FAO;
limitar las emisiones de agentes contaminantes responsables del decaimiento de los bosques y contener las emisiones de gases que provocan el efecto invernadero, incluso las de origen energético;
adaptar mecanismos económicos y financieros al enfoque a largo plazo requerido para el ordenamiento del bosque e
incrementar las financiaciones nacionales e internacionales, particularmente, en beneficio de los países en desarrollo;
obrar por el desarrollo armonioso del comercio internacional de los productos forestales, prohibiendo toda restricción unilateral, no conforme con el GATT, y promover el uso de dichos productos; desarrollar la cooperación a nivel político en asuntos forestales de importancia regional, tales la lucha contra la desertificación, la protección de los bosques, el manejo de las grandes cuencas hidrográficas, etc.;
intensificar y coordinar la investigación y la experimentación, la formación, el intercambio de informaciones y la cooperación en todas las disciplinas que concurren a la gestión sostenida de los ecosistemas forestales;
reforzar la acción y la coordinación de las organizaciones internacionales involucradas;
integrar sus propias conclusiones y recomendaciones en el proceso de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo convocada en Río de Janeiro en 1992 a fin de establecer «principios, sin fuerza legal pero que tengan autoridad, sobre la gestión, la conservación y el aprovechamiento de todos los bosques del mundo», y en las negociaciones sobre la biodiversidad y los cambios climáticos, bajo la égida de las Naciones Unidas;
reforzar la cooperación internacional, en particular en el marco del Programa de Acción Forestal en los Trópicos (PAFT), de un PAF Mediterráneo y de otros programas futuros;
sensibilizar e informar al público, especialmente a las generaciones jóvenes, con vistas a una mejor comprensión de las cuestiones forestales por parte de todos;
prever modalidades de seguimiento de sus recomendaciones e
invitar a la FAO a informar sobre éstas a las instancias intergubernamentales, así como al XI Congreso Forestal Mundial.

Declaración del señor Edouard Saouma

Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación

Permítanme ante todo manifestarles mi satisfacción por el hecho de que el Décimo Congreso Forestal Mundial se celebre en París. Francia, que tiene una larga y sólida tradición en el ámbito de la ordenación forestal y cuyos expertos llevan a cabo desde hace siglos una obra lúcida y enérgica para la buena administración y el desarrollo del patrimonio nacional, sigue desempeñando a este respecto un papel de primer orden en la escena internacional. Permítaseme, señor Presidente de la República, rendir un homenaje muy especial a los esfuerzos personales y a las iniciativas que su amor por el bosque le inspira constantemente, desde la organización de la Conferencia Silva en 1986 hasta el presente Congreso.

Aunque la falta de tiempo no permita hacer un elenco exhaustivo de esos esfuerzos, no puedo menos de referirme al apoyo que Francia ha prestado a los programas de desarrollo forestal en los países del Tercer Mundo, así como a la iniciativa franco-finlandesa que dio origen a la Conferencia Ministerial de diciembre de 1990 sobre la protección de los bosques en Europa.

En este empeño, Francia actúa al unísono con sus socios de la Comunidad Europea, que toman también numerosas iniciativas para la protección y el desarrollo de los bosques. Su presencia entre nosotros, señor Presidente de la Comisión de las Comunidades Europeas, constituye un alto testimonio del interés que la CEE dedica al patrimonio forestal. Ello no puede dejar de ser motivo de satisfacción para la FAO, habida cuenta de sus relaciones presentes y futuras con la Comunidad.

Deseo también dirigir un saludo a todos los delegados y observadores, que aportan a este Congreso su eminente competencia y su dedicación a la causa de los bosques.

La humanidad y el bosque

Señor Presidente, Paul Valéry decía que las civilizaciones habían llegado a tomar conciencia de que eran mortales. La nuestra se enfrenta al problema de su propia supervivencia y tiene viva conciencia de los riesgos que corre. El futuro de los bosques constituye un elemento fundamental a este respecto, como indica claramente el lema del Congreso: «El bosque, patrimonio del futuro». El menoscabo de este patrimonio comprometería sin duda el futuro de la humanidad.

No cabe duda de que la gente mantiene con el bosque relaciones ambivalentes. En su memoria y en su imaginación, el bosque presenta aspectos tanto benéficos como maléficos: cuna de la vida, abrigo, fuente de toda clase de alimentos y de leña, herramientas y materiales de construcción; madre del humus y de la fecundidad, belleza de los sotobosques, sombra, frescor. Al mismo tiempo, lugar de terrores y angustias, densa oscuridad, silencio opresivo donde el menor ruido parece una amenaza, guarida de bestias feroces o venenosas, misterioso dédalo donde todas las trampas de lo desconocido acechan a quien se extravía en él.

La misma ambivalencia se da en la actitud de la gente ante el bosque: lo considera una herencia preciosa que ha recibido del pasado y que debe transmitir a las generaciones futuras; sabe que hay que utilizarlo con mesura y de una forma que garantice su continuidad; tiene la sensación más o menos confusa de que es esencial para la salubridad y el equilibrio del planeta. Al mismo tiempo, para sobrevivir, debe declararle la guerra, arrebatarle espacio para sus cultivos y para el asentamiento de aldeas, ciudades o industrias. A medida que se multiplica, la humanidad desmonta superficies siempre mayores y sustrae al bosque cantidades crecientes de madera para la construcción y leña para el fuego.

Regresión del bosque

Bien es verdad que en la actualidad se registra una expansión de los bosques en los países desarrollados, a pesar de las amenazas que suponen las lluvias ácidas, los incendios y las grandes obras de construcción; en Francia, por ejemplo, la superficie arbolada se ha duplicado prácticamente en dos siglos. Sin embargo, hay que precisar que el índice de cobertura forestal del conjunto de los países avanzados es inferior al de los países en desarrollo, y que los primeros disponen de medios muy superiores para llevar a cabo una acción de repoblación y de restauración de los bosques. A escala planetaria, la superficie forestal se contrae.

Inventario y evaluación de los recursos

¿Cómo pueden conservarse y aprovecharse los bosques, patrimonio del futuro? ¿Cómo hay que administrar este patrimonio para garantizar un desarrollo sostenible en vísperas del tercer milenio? Son esos los grandes temas que se debatirán en este Congreso. No deseo adelantarme a sus deliberaciones; me limitaré a reseñar brevemente algunos aspectos esenciales.

Comencemos con una premisa fundamental: ante todo, hay que saber cuáles son los recursos forestales, evaluarlos, determinar su estado y dar amplia difusión a la información obtenido. A este respecto, a la FAO toca desempeñar un papel irreemplazable. Descosa de cumplir sus responsabilidades, la Organización puso en marcha el año pasado un Proyecto de evaluación de los recursos forestales mundiales, de cuyos resultados se podrá disponer en 1992.

Necesidad de un enfoque mundial

El propio título de ese estudio denota la dimensión mundial de los problemas: la evolución del clima, las amenazas que se ciernen sobre el medio ambiente y las relaciones entre el Norte y el Sur afectan al conjunto del planeta. Por consiguiente, los medios de preservar y desarrollar las funciones esenciales del bosque deben concebirse a escala mundial, en un triple frente: ecológico, económico y social.

Remontarse a las causas

Es fácil proferir condenas contra los destructores que reducen a cenizas millones de hectáreas de bosques tropicales. Pero hay que saber también que la parte imputable a la deforestación en la producción del efecto invernadero es pequeña en comparación con la que corresponde a nuestro consumo de carburantes y de combustibles fósiles; también cabe preguntarse si la situación socioeconómica de esos países, tanto en el plano interior como a nivel internacional, les deja alguna otra opción. En este terreno, al igual que en muchos otros, el único modo de ejercer una acción eficaz sobre los efectos será remontarse a las causas y atacarlas resueltamente.

Con harta frecuencia, esas causas complejas y múltiples pueden resumirse en unas pocas palabras: pobreza, escasez de recursos de tierras, suelos frágiles, insuficiencia de medios tecnológicos y financieros, endeudamiento, todo ello agravado por un crecimiento demográfico incontrolado. Resulta evidente que esas situaciones no pueden solucionarse a fuerza de convenios vinculantes provistos de disposiciones punitivas y de medidas de represalia aplicables a las exportaciones de productos forestales y a la ayuda al desarrollo.

Concertación y diálogo

Mediante la concertación y el diálogo habrá de llegarse a un acuerdo internacional estimulante, que respete la libertad y la dignidad de cada país. La lucha contra la deforestación y todas sus consecuencias económicas y ecológicas exige una actuación vigorosa contra sus causas. Tanto en el plano internacional como en el nacional, la atención prioritaria que ha de darse a las necesidades concretas y a la sabiduría tradicional de las poblaciones interesadas requiere un enfoque basado en el diálogo y la colaboración.

El Programa de Acción Forestal en los Trópicos

¿Es eso una utopía? No, puesto que existe ya un mecanismo internacional que se basa precisamente en ese criterio y que funciona efectivamente. Me refiero al Programa de Acción Forestal en los Trópicos, el PAFT, que la FAO inició en 1985 conjuntamente con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el Banco Mundial y el Instituto Mundial de los Recursos. Se trata esencialmente de ayudar a los países en desarrollo a poner fin a la destrucción y a la degradación de los bosques tropicales, al mismo tiempo que se procura su conservación y su desarrollo sostenible en beneficio de los habitantes de esos bosques y de quienes viven de ellos.

El mundo espera del presente Congreso que profundice esas iniciativas y que ponga en marcha otras, tal vez de mayor envergadura, especialmente en vista de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, que se celebrará en 1992. Por nuestra parte, esperamos con el máximo interés las recomendaciones que se formularán en el Congreso.

Los medios necesarios

Se impone una puntualización: como saben por experiencia propia los países desarrollados y como ha demostrado la aplicación del PAFT, la protección de los bosques es una empresa que exige medios financieros considerables durante un período relativamente largo. Si la comunidad internacional quiere realmente conservar su patrimonio forestal, debe aprestar, con la amplitud y la duración necesarias, fondos conmensurados a ese ambicioso ideal.

Conclusión: el pasado y el futuro

En su inmovilidad aparente, que mal puede ocultar el empobrecimiento progresivo de la función reguladora que siempre ha ejercido, el bosque constituye, al igual que el mar, la memoria del mundo. Con sus árboles, sus líquenes, sus hierbas y sus flores; con sus animales, sus pájaros, sus insectos; con los centenares de miles de especies animales y vegetales de que lo despoja poco a poco la inconsciencia humana; con su influencia en el clima y la hidrografía, el bosque representa una especie de depósito de un mundo prehistórico en gran parte perdido, un vestigio y un testimonio de la humanidad primitiva. El ser humano que contempla cómo el bosque se degrada progresivamente asiste más o menos conscientemente a la desaparición de sus propias raíces, de sus leyendas, de sus fantasmas y de sus tradiciones. Pero asiste además a la desaparición de sus esperanzas, ya que esta visión centrada en el pasado no es más que una faceta de la realidad: el bosque es también el futuro del ser humano.

Basta pensar en los innumerables productos y servicios que sólo él puede proporcionar para responder a las necesidades humanas del día de mañana; en el equilibrio del planeta que sólo su perennidad puede asegurar; en el espacio, el frescor, la calma que sólo el bosque puede aportar a los ciudadanos agobiados de este nuestro mundo frenético. Es necesario preservar esta riqueza y la esperanza de que es portadora. Desde el punto de vista ecológico, económico y social, la existencia de ecosistemas forestales suficientemente extendidos, sanos y bien administrados es indispensable para la supervivencia de nuestra especie. En esta convicción se basa la obra que realizan desde hace siglos esos extraordinarios humanistas que son los técnicos y especialistas forestales. Con esta inmensa esperanza se abre el Décimo Congreso Forestal Mundial, a cuyas labores deseo de todo corazón el más completo éxito.

Muchas gracias.

Alocución inaugural pronunciada por François Mitterrand

Presidente de la República Francesa

Actualmente hay en el Museo de Historia Natural de París una bellísima exposición titulada «Se ha caminado sobre la tierra» y que muestra que el árbol es una de las primeras especies vivientes que aparecieron sobre nuestro planeta ustedes ya lo sabían, pero es importante que lo sepa el mayor número de gente una de las primeras especies, pero al mismo tiempo una de las más resistentes, como esas secoyas milenarias, esos robles centenarios, entre otros muchos.

Antes de que yo tomara la palabra, ya se había dicho de manera excelente todo lo que es importante saber sobre la motivación de ustedes los congresistas. El árbol modela nuestro espacio, nos ayuda a construir nuestro hábitat, regenera nuestra atmósfera y sirve para muchas otras cosas todavía.

Pues bien, como ustedes, yo siento un gran amor por los árboles y por los bosques, y perdónenme mis recuerdos personales: he sido durante treinta y cinco años el edil de un pequeño rincón de Francia, una región donde el bosque era amado y respetado. Más tarde, he optado por vivir y habitar en otro bosque, el más importante de Europa. Conozco la fragilidad de los árboles y de los bosques, las amenazas que pesan sobre ellos, la vigilancia necesaria para protegerlos, el estado de abandono y de olvido que representa el monte salvaje, la importancia del bosque auxiliado por el trabajo y la inteligencia del hombre.

Un árbol que se corta inútilmente, es como una injusticia, y a uno le duele ver hasta qué punto hay demasiada gente insensible a la belleza y a la utilidad del bosque.

Para mí, es por lo tanto una verdadera alegría acoger al Décimo Congreso Forestal Mundial, y es también un honor para mi país. Quiero dar la bienvenida a todos los delegados, venidos de más de cien países según me han informado, movilizados por la misma causa.

Expreso mi agradecimiento a las organizaciones internacionales que participan en esta manifestación, y en particular a la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, representada aquí por su Director General, el señor Saouma.

La organización de las Naciones Unidas multiplica las iniciativas a favor de la protección del medio ambiente. Acaban de oír al señor Presidente de las Comisiones Europeas. Es una suerte que estas iniciativas estén acomunadas, pues es cierto que el árbol, el bosque y las plantas en general sólo pueden ser bien protegidas por la acción conjunta de todas las naciones y Estados.

Ustedes saben que ese patrimonio, que cada generación utiliza y trata de hacer fructificar, puede desaparecer.

Según las estimaciones de las Naciones Unidas, que acaba de recordar el señor Ministro de Agricultura de Francia, 17 millones de hectáreas desaparecen cada año, es decir más de la superficie total del monte francés, lo cual nos permite medir mejor la magnitud del drama.

Se conoce demasiado bien, desgraciadamente, por qué los hombres tienden a destruir el bosque, y podríamos incluso encontrarles excusas; primeramente por necesidad de espacio: el desmonte es una actividad milenaria que, bajo la presión demográfica acentuada y los viejos usos, hace peligrar el bosque; por necesidad de leña como elemento energético: necesidad que lleva al exceso de aprovechamiento, o mejor dicho a un mal aprovechamiento del monte; por el desarrollo de las actividades agrícolas e industriales que pueden alterar los medios forestales. Precisamente para prevenir sus efectos nefastos el Gobierno aplica en Francia un plan nacional para el medio ambiente y refuerza la vigilancia de la naturaleza.

El monte europeo también es víctima el señor Delors acaba de subrayarlo - de las lluvias ácidas. Para solucionar ese grave problema, los países de la CEE, y por tanto Francia, han acordado recientemente limitar las emisiones de contaminantes atmosféricos. Estas nuevas reglamentaciones también debieran limitar el efecto invernadero que conduce a un recalentamiento del planeta, también perjudicial para el bosque.

Por último, los incendios accidentales, o a menudo provocados, que desgraciadamente conocemos en Francia. Esos incendios sólo pueden ser limitados por la voluntad del hombre, por la organización metódica de la limpieza de montes y bosques.

Creo firmemente, y vuestra presencia aquí lo confirma, que los perjuicios causados a nuestro patrimonio colectivo han provocado una toma de consciencia, una especie de despertar: la humanidad ante su destino. La protección de ese patrimonio es asunto de todos y de cada uno de nosotros, incluso de los más jóvenes, a quienes debemos inculcar ya en la escuela que su propia supervivencia depende del respeto con que traten al medio ambiente.

El bosque representa para toda la humanidad - y lo hemos repetido bastante una riqueza económica, social y cultural. Es un componente mayor del equilibrio ecológico de la biosfera, como muy bien lo ha señalado el Sr. Saouma.

Unámonos en el esfuerzo para sensibilizar a todos los ciudadanos del planeta sobre la fragilidad del árbol, el sentido del tiempo, la responsabilidad individual y colectiva que nos corresponde en cuanto a su protección.

Hoy en día, el ciudadano, el científico, el poeta, deben convergir en la defensa forestal, pues tienen que defender una hermosa causa.

Pero la protección del medio ambiente supone una coordinación de las acciones emprendidas por todas las naciones, ricas o pobres. Lo que se ha dicho antes de mi intervención es suficiente para demostrarlo.

¿Podemos por ejemplo reprochar a las poblaciones de las zonas tropicales que participen en la destrucción de sus bosques, cuando en realidad lo hacen para su propia supervivencia? Eso sucedió antes, durante siglos, en las regiones que hoy se consideran desarrolladas. ¿A quién daríamos lecciones?

La solución a tales problemas no reside, pues, en imponer reglamentaciones de protección, como tampoco en declarar la selva tropical reserva integral y prohibir su aprovechamiento.

La solidaridad internacional puede garantizar la satisfacción de las necesidades elementales de las poblaciones interesadas y enseñarles mediante la cooperación a administrar y renovar los recursos silvestres.

Si los países del Norte se comprometen más a ayudar a los países del Sur en este aspecto y en los demás, me sentiría feliz por ustedes; incluso si ese compromiso respondiera al egoísmo, se trataría de un egoísmo sano, un egoísmo ecológico.

Habrá que terminar rompiendo el círculo infernal de la pobreza: exceso de población, hambre, necesidad de tierras, desmonte de todo tipo. Debemos ablandar el corazón y la razón de la gente y de los dirigentes. En una palabra, lo que cuenta es el resultado; ayudémonos unos a otros, y hagamos comprender a la humanidad entera que su destino está en juego.

Ese era el sentido del llamamiento de La Haya lanzado por Francia junto con otros 23 países en marzo de 1989, y es también el sentido de la intervención que estoy haciendo precisamente aquí, y también de la que hago cada año en la cumbre de los principales países industrializados.

La organización de las Naciones Unidas ha reconocido la importancia de estos esfuerzos al organizar la gran reunión mundial sobre el medio ambiente en el mes de junio de 1992 en Río de Janeiro. Los países del Norte y del Sur tendrán así la ocasión de reflexionar juntos sobre la manera de asegurar un desarrollo ecológicamente duradero para la humanidad, y por consiguiente para el planeta.

Mi país, que les recibe con el placer que ya he expresado, ha querido contribuir a esa importante cita y ha invitado a las organizaciones no gubernamentales del mundo entero para que vengan a París en diciembre próximo a una reunión preparatoria. Este Congreso Forestal Mundial es también un elemento esencial en vistas de tal encuentro.

Señoras y señores, nuestras comunidades, demasiado preocupadas por lo inmediato, deberán recordar que la protección de los árboles y de la naturaleza en general, obedece a ritmos seculares. Es necesario que cada uno comprenda y consienta en hacer los sacrificios necesarios para que el bosque pueda vivir hoy y mañana. Los problemas del medio ambiente deben integrarse en la formación básica, a partir de la enseñanza primaria.

Este Congreso servirá para ayudarnos a contribuir a que los políticos, científicos y ciudadanos simples protejan el patrimonio común de la humanidad de la manera más democrática, y por consiguiente más justa, basada en la cooperación entre los pueblos, en la educación y en la sensibilización de los más jóvenes.

Al inaugurar los trabajos de este Congreso, deseo rememorar la importancia que Francia acuerda a esa riqueza que es el bosque. Les deseo trabajos buenos y útiles. Deseo que más allá de las dificultades de hoy y de mañana, que exigirán voluntad, tenacidad, inteligencia de las cosas y de los seres, ustedes conformen nuevas esperanzas. En tal espíritu les digo: señoras y señores, buen trabajo, buena suerte a todos, y vuelvan a reunirse pronto para examinar los progresos. Ahora también sobre ustedes descansa la vida de la humanidad en la tierra.


Página precedente Inicìo de página Página siguiente