Página precedente Indice Página siguiente


A guisa de conclusión

J. -P Lanly

Jean-Paul Lanly es el Director de la Dirección de Recursos Forestales de la FAO.

En el Neolítico vivían en nuestro planeta sólo 80 millones de seres humanos, lo que equivale a una densidad un poco superior a un habitante por 2 km². Durante mucho tiempo, la población mundial aumentó muy lentamente, llegando a 450 millones de habitantes aproximadamente en 1650. A partir de entonces comenzó a crecer cada vez más rápidamente: 750 millones en 1750, 1 100 millones en 1850, 2 500 millones en 1950 y... 5 300 millones en 1990, es decir, más de 40 habitantes por km².

La vegetación mundial - en especial los bosques y todo tipo de formaciones leñosas - fue progresivamente eliminada o utilizada en exceso del tiempo. Su estado se agravaba en las épocas de prosperidad de las civilizaciones agrícolas e industriales, y vivía algunos momentos de calma o incluso de remisión en períodos en que las guerras y las epidemias diezmaban a la población.

A principios de este siglo, la deforestación había alcanzado una cota máxima en el mundo desarrollado, mientras que constituía un fenómeno relativamente limitado en el mundo tropical y subtropical. Durante la segunda mitad del siglo, en los países industrializados de clima templado, la lenta reforestación natural y la repoblación forestal han compensado ampliamente los daños a la vegetación provocados por la urbanización y la construcción de infraestructuras, fenómeno que tiende a incrementarse, a pesar de la degradación debida a los incendios, las lluvias ácidas y la explotación excesiva. Por el contrario, en los países tropicales la deforestación se ha ido intensificando, acompañada por distintos procesos de degradación, como en el caso de los países del Mediterráneo.

De hecho, estamos viviendo un momento histórico en el que el panorama forestal no es estable en ningún lugar del planeta. En dicho contexto. el inventario constante de los bosques y de los recursos forestales, o -para emplear la expresión utilizada en el capítulo 11 del Programa 21 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD) - «la observación sistemática» de los bosques, es prioritaria aún más que en el pasado a todos los niveles, desde la unidad forestal local de ordenación hasta los ámbitos regional y mundial.

Al mismo tiempo, la demanda de información acerca de los bosques y de los recursos forestales por parte de los gobiernos, los órganos de decisión y la opinión pública se ha vuelto cada vez más precisa, exigente y apremiante. La comunidad científica y los medios de comunicación no se quedan detrás, especialmente en lo que concierne la relación entre los bosques y los problemas ambientales a escala mundial: como el ciclo del carbono, el recalentamiento de la atmósfera y la conservación de la biodiversidad. Algunas veces, sus exigencias en materia de datos a nivel regional y mundial van incluso más allá de lo que se puede obtener a escala local y nacional, ya sea en el campo temático que en el geográfico.

Mucha gente se lamenta de que se sabe más acerca de la superficie lunar que del manto vegetal de nuestro planeta. Se les podría replicar que es precisamente la inexistencia de formas de vida, tanto humana como vegetal y, por lo tanto, de la interacción entre ambas, lo que hace que la cartografía de la superficie lunar sea, paradójicamente, mucho más sencilla. A otros les sorprende que, con todos los observatorios de recursos naturales y meteorológicos existentes, como los satélites, todavía no exista un sistema mundial que permita llevar a cabo una vigilancia continua sobre los ecosistemas forestales con sólo «apretar un botón».

¿Es necesario recordar que las cosas no son tan sencillas como parecen? Los datos cada vez más detallados y complejos que se necesitan para obtener los famosos «marcos maestrees» de la telepercepción tienen que recogerse in sita, y esto puede ser realizado de forma permanente sólo por los especialistas y las instituciones de los países afectados, en especial por las estructuras nacionales que efectúan inventarios forestales que, en la gran mayoría de países en desarrollo, tienen todavía que ser reforzadas o incluso creadas. Una dirección que habría que seguir es la aplicada en la región Europa, donde, bajo los auspicios de la FAO y de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (CEPE), las instituciones nacionales proporcionan la información básica, que luego se compila a nivel regional, eliminando las incoherencias y efectuando los ajustes necesarios en el transcurso de reuniones de especialistas nacionales. Este enfoque «de abajo hacia arriba» todavía no es completamente viable a nivel de las regiones en desarrollo, debido a la debilidad de la mayor parte de las instituciones nacionales interesadas, por lo que sigue siendo necesaria una cierta dosis de enfoque de «arriba hacia abajo» y de centralismo. Sin embargo, se debe hacer un esfuerzo -y esto es precisamente lo que ha hecho y seguirá haciendo la FAO para pasar paulatinamente a una situación en la que la evaluación a nivel mundial se pueda construir completamente a partir de datos fidedignos y homogéneos de tipo estadístico y cartográfico facilitados por las instituciones nacionales. Es evidente que una evolución de este tipo implica un re forzamiento de estas instituciones, así como de la formación de sus ingenieros, investigadores y técnicos.

Tanto en materia de evaluación continua de los recursos forestales como en materia de desarrollo de las capacidades nacionales correspondientes, el Programa 21 de la CNUMAD nos indica claramente el camino a seguir. Hacerlo depende de nosotros. Por su parte, la FAO seguirá empleándose a fondo, haciendo un llamamiento a todos los países miembros, así como a la comunidad de donantes, para invitarles a cooperar en esta importante empresa.


Página precedente Inicìo de página Página siguiente