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El medio andino y las variedades cultivadas

La extensa cordillera de los Andes, con una cadena de montañas que en una longitud de 6.000 Km cubre más de 2 millones de km2, ha determinado la existencia de un alto número de nichos ecológicos, propicios para el desarrollo de una variada vegetación.

La subregión de los Andes Centrales, desde el sur de Colombia hasta Bolivia, ha sido además la cuna de una de las civilizaciones más importantes de este Nuevo Mundo, con el aporte de diversos grupos étnicos que se dedicaron continuamente a la domesticación de diferentes cultivos para asegurar SU alimentación en condiciones de una agricultura de alta montaña poco común en el mundo. Se trata de una agricultura que se ha adaptado desde los 1.500 m.s.n.m., hasta los 4.200 m.s.n.m. en el altiplano peruano-boliviano, lo que constituye un caso único en el planeta.

Es en este ambiente de alta diversidad en que la población andina, y más específicamente las mujeres, buscaron la selección de numerosas variedades de maíz, papa y de otras especies, para poder utilizar desde los fértiles valles interandinos, de clima templado, hasta las tierras más altas y frías, con suelos que pueden ser arenosos, ácidos, alcalinos o de elevado contenido de materia orgánica, siendo este último el caso en la zona agroecológica de Puna húmeda.

En el proceso de los últimos 4.000 años se ha domesticado un elevado número de especies alimenticias, medicinales, condimenticias y de uso industrial. León (1964), describe 12 especies alimenticias de importancia y añade una lista con los nombres de más de 20 frutales y hortalizas que aún se cultivan. Según la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, hasta 31 especies andinas podrían tener un impacto de importancia al nivel del mundo (NRC, 1989).

ESPECIES ALIMENTICIAS ORIGINADAS Y CULTIVADAS EN LA REGIÓN ANDINA

Nombre común

Nombre científico

Altitud de crecimiento m.s.n.m.

Tubérculos

Papa

Solanum andigenum

1.000-3.900

Papa amarga

Solanum juzepczukii

3.900-4.200

Oca

Oxalis tuberosa

1.000-4.000

Olluco

Ullucus tuberosas

1.000-4.000

Mashwa

Tropaeolum tuberosum

1.000-4.000

Raíces

Arracacha

Arracacia xantorrhiza

1.000-3.000

Achira

Canna edulis

1.000-2.500

Ajipa

Pachyrhizus tuberosus

1.000-2.000

Yacón

Polymnia sonchiflia

1.000-2.500

Chago

Mirabilis expensa

1.000-2.500

Maca

Lepidium meyenii

3.900-4.100

Camote

Ipomea batata

0-2.800

Granos

Maíz

Zea mays

0-3.000

Quinoa

Chenopodium quinoa

0-3.900

Kañiwa

Chenopodium pallidicaule

3.200-4.100

Kiwicha

Amaranthus caudatus

0-3.000

Leguminosas

Tarwi

Lupinas mutabilis

500-3.S00

Frijol

Phaseolus vulgaris

100-3.500

Pallar

Phaseolus lunatus

0-2,500

Pajuro

Erythrina edulis

500-2.700

Cucurbitáceas

Zapallo

Cucurbita máxima

500-2.800

Caygua

Ciclanthera pedata

100-2.500

Frutos

Pepino

Solanum muricatum

800-2.500

Tomate de árbol

Cyphomandra betacea

500-2.700

Lúcuma

Lucuma abovata

0-2.500

Chirimoya

Annona cherimola

500-2.000

Aguaymanto

Physalis peruviana

500-3.000

Tumbo

Passiflora mollissima

1.500-3.000

Tintin

Passiflora

pinnatispula 2.500-3.800

Diversidad de los cultivos andinos, tubérculos, granos, leguminosas, frutas.

Sin embargo otros autores, que describen las especies usadas en época prehispánica en base a las resañas de los primeros cronistas, así como a representaciones en los vasos cerámicos, indican que por lo menos 160 especies, entre alimenticias, medicinales o para la fabricación de telas, utensilios y construcciones, se empleaban comúnmente en aquella época (Yacovleff y Herrera, 1934; Cárdenas, 1989).

Debido a esta biodiversidad tan amplia, la población andina prehispánica logró manejar su heterogéneo medio ecológico con el empleo de una diversidad de ecotipos vegetales, constituyendo la base de las llamadas "variedades de los campesinos" (algunas veces inapropiadamente llamadas razas de la tierra o landraces).

Conjuntamente con las especies más conocidas como la papa y el maíz, las familias han mantenido variedades de otras especies como tubérculos (oca, ulluco, mashwa), raíces (arracacha, yacón, chagos, maca), frutales (pepino, capulí, sauce), condimenticias, etc. quepermitieron obtener en un ambiente agreste e inapropiado para una agricultura de alta inversión energética el desarrollo de una agricultura autóctona, adaptada a las condiciones ecológicas y socioeconómicas y asegurar de esta manera una alimentación suficiente en cantidad y calidad para la población de aquella época.

Para los Andes peruanos han sido descritas 18 zonas agroecológicas, determinadas por las variables latitud, altitud y exposición a la vertiente occidental interandina u oriental (Tapia' 1990) en base al trabajo geográfico de Pulgar Vidal (1946). Cada zona agroecológica presenta condiciones particulares para el uso de la tierra, y la zonificación se relaciona, entre otras, a la presencia de especies vegetales indicadoras e incluso a la selección de variedades diferenciables: Los frutales (pepino, lúcuma. chirimoya) y el algodón nativo son las especies indicadoras de la zona agroecológica más baja, la Yunga (1500-2500 m.s.n.m.), que se caracteriza por la ausencia de frío, así como por las condiciones xerofíticas que requieren del riego para hacerla agrícolamente productiva.

El maíz es el cultivo prototipo de la zona agroecológica Quechua. Existen por ejemplo variedades que se adaptan a los suelos fértiles y a las condiciones húmedas del valle de Urubamba en el Cusco (variedad Blanco Imperial): otras variedades están aclimatadas a la zona Quechua seca del valle de Cocla (variedad Cabanita), aunque contrastan con el maíz "Confite Puneño", de alta tolerancia a las bajas temperaturas y que se cultiva cutre los 3.600 a 3.900 m.s.n.m. con un carácter ritual y debido a un proceso de aclimatación a zonas más frías (Manrique, 1991).

El caso más estudiado de los recursos fitogenéticos andinos es el de la clasificación de las especies de papas, cultivo prototipo de la zona agroecológica Suni, junto a los tubérculos andinos. En 1a papa se calcula la existencia de 3 a 18 especies, dependiendo del sistemautilizado (Brush et al. 1981). Sin embargo, el sistema más generalizado es el que propone Hawkes (1983) basado en el origen genético de esta planta, donde se sugiere el número de ocho especies diferentes de papa. Este variado material genético, domesticado por siglos por las familias campesinas en los ayllus prehispánicos, es el que ha permitido la adaptación de la papa a diferentes ambientes:

Las húmedas vertientes occidentales de los Andes, las condiciones más secas de los valles interandinos en la subregión sureste, los ambientes de precipitaciones tan variables como son los del altiplano del lago Titicaca, o las condiciones más frías de las punas a alturas sobre los 3.900 m.s.n.m.. Estas últimas debieron dar origen incluso a la domesticación de las especies denominadas "papas amargas" (S. juzepczukii. S. curtilobum) que resisten temperaturas tan bajas como de -3°C durante la época de crecimiento y que se adaptan a las punas del altiplano de Perú y Bolivia.

La recuperación y el uso actual de este material es posible por el hecho de que existen aún más de 5.000 comunidades campesinas en los Andes peruanos (se estiman en 2,000 en Ecuador y en unas 3.000 en Bolivia). Estas organizaciones están constituidas por familias con un origen ancestral común las que al haber mantenido los componentes de la agricultura tradicional en un ambiente de sociedad agrocéntrica (Pratec-PPEA, 1991) - han preservado e incluso incrementado este material genético durante los últimos siglos, confirmando que son las poblaciones nativas las que resguardan los recursos genéticos, como ha sido mencionado por Altieri y Mercic (1987). Esto, a pesar del abandono en que los países andinos han mantenido su agricultura de montañas.

La supervivencia de las comunidades campesinas posibilitó que numerosas expediciones científicas pudiesen recolectar con relativa facilidad los recursos genéticos, los que han sido cuidados por siglos en las chacras campesinas, para ser llevados a los bancos de germoplasma y ser utilizados para la formación de nuevas variedades. Se puede constatar, por ejemplo, que en las áreas en donde han predominado y permanecido las haciendas, no existe en la actualidad esta diversidad de cultivos y variedades.

Lo más importante es reconocer que no sólo existe un elevado número de especies sino que durante siglos se ha continuado seleccionando variedades por factores como el sabor, que está directamente ligado a la labor de la preparación de alimentos por las mujeres; asimismo, por la tolerancia a ciertas enfermedades, a características del suelo y a condiciones climáticas, lo que ha promovido su continua e intensa evolución. Por estas razones los Andes peruanos, conjuntamente con los de Ecuador y Bolivia, deberían ser reconocidos como un centro de megabiodiversidad y generación de nuevo germoplasma al igual que los invernaderos de cientos de institutos de investigación en el mundo (Tapia 1979, 1990). Por ello se requiere un apoyo mundial especial que permita preservar este tipo de agricultura, sobre todo en las actuales condiciones en donde la biodiversidad es amenazada cada vez más por una tendencia hacia la especialización y la homogeneidad (Altieri y Merric, 1987).


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