Página precedente Indice Página siguiente


Desafíos específicos de la ordenación de los parques de montaña

Lawrence S. Hamilton dirige la Consultaría Medioambiental de las Islas y las Tierras Altas y es el Vicepresidente (zonas de montaña) de la Comisión Mundial de Areas Protegidas de la Unión Mundial para la Naturaleza. Reside en Charlotte, Vermont, Estados Unidos.

Estudio sobre los problemas que plantea la odenación de los parques de montaña.

El parque nacional de Huascarán en el Perú (que es también patrimonio de la humanidad) está amenazado por la actividad de extracción minera (L. HAMILTON)

La Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) ha atribuido la denominación de «espacio protegido» a muchos lugares del mundo, más del 25 por ciento de los cuales se encuentran situados en zonas de montaña. Basándose en datos procedentes del Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación (CMVC), Thorsell (1997) sostiene que hay 473 zonas protegidas en 65 países con una extensión total de más de 264 millones de ha, aunque más del 36 por ciento de esa superficie corresponde al parque nacional de Groenlandia. Las zonas de montaña protegidas cumplen los siguientes criterios:

· están incluidas entre las zonas protegidas de la UICN, en las categorías I-IV (las más estrictamente protegidas);

· tienen una extensión mínima de 10 000 ha;

· y una altitud mínima de 1 500 m.

Con frecuencia, se califica como montaña a los lugares con una altitud mínima de 800 m, clasificación que excluye a centenares de parques y reservas a los que localmente se atribuye la condición de espacios protegidos de montaña. No es fácil establecer una definición de las montañas distinguiéndolas de las colinas o las tierras altas, y a menudo la fijación de un criterio arbitrario deja fuera de esa categoría a la montaña preferida de alguna persona o de un grupo determinado. Por ejemplo, cuando la UICN estableció la altitud de 1500 m como elemento definitorio provocó el descontento de muchos habitantes de las tierras altas escocesas (Thorsell y Harrison, 1992).

La ordenación eficaz de esos grandes espacios de tierras montañosas protegidas supone un desafío. Abarcan desde la montaña de Sagarmatha (la más alta del mundo) a la de Kailas (la más sagrada), y desde los montes Ruwenzoris tropicales de bosques higrofíticos nubosos de Uganda a las cumbres de Torres del Paine, en la zona templada fría de Chile. Cada uno de esos lugares tiene sus propias características y problemas, aunque también existen rasgos comunes que permiten aplicar a otros lugares las enseñanzas extraídas y establecer directrices básicas de ordenación. En el presente artículo se examinan los desafíos específicos que plantea la gestión de las áreas protegidas en las zonas de montaña.

LOS LUGARES SAGRADOS

El dominio visible de las montañas sobre el paisaje circundante evoca un fuerte sentimiento de estima, alegría y temor reverencial en la mayor parte de la gente. Todas las grandes religiones atribuyen características espirituales a algunas montañas, según se refleja bien en el libro Sacred mountains of the World (Bernbaum, 1990). Muchas de esas montañas están protegidas en parques nacionales, monumentos nacionales o algún tipo de reserva. Tal es el caso, por ejemplo, de Nanda Devi (India), Huangshan (China) y Tongariro (Nueva Zelandia). La cualidad metafísica de las montañas (valoradas tanto por los poetas como por los artistas y alpinistas) hace recaer una especial responsabilidad en los encargados de la gestión, particularmente en los casos en que es preciso tomar en consideración sensibilidades de tipo religioso y cultural. De hecho, con frecuencia surgen graves conflictos entre aquellos para quienes la montaña es un lugar sagrado, los que desean subir a ella y quienes proponen algún cambio en el entorno. Además, cuando una montaña se convierte en lugar de peregrinaje o en atracción cultural importante para visitantes y alpinistas, las autoridades deben tratar de controlar el acceso y reducir la multiplicidad de impactos de origen humano. Por ejemplo, más de un millón de personas llegan hasta la cumbre del monte Fuji todos los años (Price, Moss y Williams, 1997). La fragilidad de la vegetación alpina y el lento ritmo de recuperación hacen que las zonas de montaña sean especialmente vulnerables al pisoteo.

Consideraciones en materia de biodiversidad

La naturaleza tridimensional de las montañas, con una zonificación altitudinal de entornos bióticos, junto con la diversidad de orientaciones, da lugar a una gran heterogeneidad de habitáis y, por consiguiente, de la flora y la fauna, en distancias relativamente reducidas. Hay, pues, en las montañas una gran biodiversidad y puede existir también una importante variación genética y una gran variedad de especies a causa de los altos niveles de radiación ultravioleta. Esa heterogeneidad en zonas relativamente reducidas impide establecer directrices generales de ordenación. No sólo existe una gran biodiversidad, sino que además la flora y la fauna de una zona montañosa pueden estar totalmente aisladas con respecto a la zona correspondiente de la montaña adyacente. Esta es una de las causas del elevado grado de endemismo existente en las montañas. Pei Shengji, que ha descrito la protección que presta el pueblo dai a los bosques de las montañas sagradas de Xishuangbanna, en Yunnan (Pei, 1993), refiere que en la feria de Dali identificó 170 especies de plantas útiles procedentes de los bosques de montaña, que se habían llevado para su venta o intercambio (Pei, 1994, comunicación personal). Mares (1992) ha puesto de manifiesto que aunque los bosques de las laderas orientales de los Andes ocupan solamente el 3,2 por ciento del continente, albergan el 63 por ciento de las especies animales endémicas.

Los habitantes indígenas

Las montañas albergan a una gran diversidad de montañeses indígenas. La diversidad cultural es un elemento de muchos lugares en los que la población vive en un espacio protegido o en sus proximidades y tiene derechos tradicionales de uso. La población indígena y las culturas tradicionales son factores de enorme importancia en relación con la planificación, la adopción de decisiones y la ordenación cooperativa. El Proyecto de la Zona de Conservación del Annapurna en Nepal es un buen ejemplo de participación local, como lo es también el sistema de cogestión que se aplica en el parque nacional de Kluane en el Canadá.

El aislamiento

Generalmente, las zonas protegidas de las montañas están distantes del centro principal de la administración del parque, hecho que propicia un descuido relativo, en comparación con los recursos asignados a zonas similares en las tierras llanas o en el medio ambiente marino. Tradicionalmente, la comunicación entre la sede y las zonas más remotas ha planteado grandes dificultades, que los sistemas electrónicos introducidos recientemente han contribuido a mitigar. Todavía actualmente, la lejanía de las zonas protegidas de las montañas del Himalaya o de Kamchatka es un importante problema administrativo, y el acceso resulta especialmente difícil durante la estación de las nieves en las montañas de gran altitud, incluso en los trópicos.

Los peligros naturales

Los peligros naturales son una amenaza permanente en las zonas de montaña, como consecuencia de la existencia de pendientes abruptas, torrentes, actividad volcánica, aludes, grietas de los glaciares, corrimientos de tierra, lagos, glaciares y terremotos. La elevada altitud es por sí misma un peligro para la salud, y el dinamismo del paisaje incrementa los peligros para los visitantes. Las operaciones de búsqueda y rescate constituyen una parte importante de la gestión de los parques y se ven gravemente entorpecidas por la altitud, la dureza del clima y la lejanía. La afluencia a las zonas de montaña, especialmente a los lugares menos accesibles, de habitantes de las ciudades mal equipados, insuficientemente preparados, en busca de solaz en el ambiente natural y agreste de las montañas constituye un motivo importante de preocupación para los responsables de los parques. El teléfono celular y los sistemas mundiales de determinación de posición no pueden sustituir a unos mapas adecuados, a la brújula y a una buena planificación que incluya medidas para las situaciones de emergencia. Es interesante señalar que mientras que en algunas regiones las medidas para controlar los aludes se han centrado en la seguridad humana, se está tomando mayor conciencia de los aspectos positivos de los aludes recurrentes en el hábitat natural (Krajick, 1998). Para garantizar la salud y la seguridad de las personas, es preciso elaborar planes para hacer frente a posibles emergencias, y establecer sistemas de alerta y patrullas de rescate. Estos servicios son particularmente eficientes en América del Norte y en el África meridional, y en algunos casos el costo del rescate corre por cuenta de quien ha solicitado ayuda.

Fronteras y conflictos

Frecuentemente, las cordilleras montañosas forman las fronteras entre países. Los espacios protegidos pueden lindar con una frontera nacional en la que la seguridad es una inquietud fundamental, por factores como el contrabando, el control aduanero y de la inmigración y el tráfico transfronterizo ilegal de animales, especialmente cuando uno de los países actúa de conformidad con la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y el otro no. Si se produce una situación de tensión entre los dos países puede haber una presencia militar perturbadora en la zona protegida. Ahora bien, cuando existen parques contiguos en dos países, como ocurre por ejemplo en el caso de La Amistad en Costa Rica y La Amistad en Panamá, la cooperación transfronteriza en ambos parques puede reportar beneficios mutuos que impulsen la colaboración en otras esferas. Hamilton et al. (1996) exponen una serie de directrices para una cooperación eficaz en zonas protegidas transfronterizas, basándose en un seminario organizado para encargados de la gestión de parques de montaña contiguos. Los ejemplos de Waterton Lakes (Canadá) y del Glacier International Peace Park (Estados Unidos); y del Parco delle Alpi Marittime (Italia) y Mercantour (Francia) ilustran adecuadamente la cooperación transfronteriza.

Libiszewski y Bachler (1997) señalan que las montañas son frecuentemente escenario de conflictos y desórdenes, como ocurre en el Cáucaso, los Balcanes, el norte de Iraq, el Hindú Kush, Cachemira, el Tibet, los Andes peruanos y colombianos, las montañas de Laos y Viet Nam y las tierras altas de Etiopía. Además, pueden ser refugio de minorías disidentes o cuna de una revolución, como en el caso de Cuba. La ordenación eficaz de esas zonas es extremadamente difícil y la presencia de personal militar del gobierno o de guerrillas puede resultar igualmente destructiva. Por ejemplo, el daño infligido ala población de gorilas de las montañas (y a los beneficios derivados del turismo) en el parque nacional de los Volcanes de Rwanda es una tragedia de grandes proporciones, y la zona afectada abarca el conjunto transfronterizo que incluye el parque nacional Virunga del Zaire y el parque nacional de los Gorilas de Uganda.

El monte Kinabalu en Sabah, Malasia, es en buena medida una zona protegida, pero la transformación de los bosques en tierras de cultivo es evidente en las laderas más bajas (K. KITAYAMA)

El abastecimiento de agua dulce

Como afirman Liniger, Wiingartner y Grosjean (1998), las montañas son las «torres de agua» del mundo, en razón de las abundantes precipitaciones que reciben y del almacenamiento de agua en forma de nieve y hielo. Las zonas protegidas cumplen una función importante en el mantenimiento de la calidad del agua y la provisión de un caudal regulado de forma natural, tal como ocurre por ejemplo en el parque nacional Canaima de Venezuela. Los responsables de la gestión tienen la gran responsabilidad de salvaguardar esas cuencas hidrográficas de montaña, especialmente reduciendo al mínimo todas las formas de contaminación derivadas de la influencia humana. En las Guidelines for mountain protected areas (Directrices sobre las zonas protegidas de montaña) (Poore, 1992) se formulan 11 recomendaciones. Cuando existen bosques nubosos, estas zonas, importantes desde el punto de vista hidrológico y biológico, deben ser objeto de una protección especial. Tal es el caso del monte Kinabalu, en Sabah, Malasia.

La biota de la montaña, sometida a una tensión climática constante, es particularmente vulnerable al cambio climático y a la contaminación atmosférica exógena, incluso procedente de lugares distantes. La reducción de la capa de nieve que ha tenido lugar en los últimos años y que se atribuye al calentamiento mundial, está afectando seriamente a la flora alpina de los parques de Nueva Zelandia y Australia. En muchos lugares, entre otros los parques nacionales checo y polaco de las Montañas Gigantes (Flousek, 1997), se han documentado graves daños, ocasionados por la contaminación atmosférica.

Deporte y turismo

La práctica del deporte y el esparcimiento en las zonas protegidas plantean problemas singulares en relación con la formulación de políticas y la ordenación. Es preciso controlar a las expediciones de alpinistas con el fin de impedir la degradación de los lugares, el vertido de basuras y el excesivo hacinamiento de las cumbres, de gran fragilidad. Las organizaciones de montañeros, en especial la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinistas, cooperan con los responsables de los parques y, por ejemplo, se han introducido códigos de conducta, programas de capacitación y actividades de limpieza de las montañas en el Karakoram, en el Pakistán, y en el parque nacional de Sagarmatha, en Nepal. El esquí alpino plantea numerosas necesidades, no sólo por lo que respecta a los telearrastres, el control de los aludes y la disponibilidad de agua para que los cañones puedan fabricar nieve artificial, sino también en materia de alojamiento, segundas viviendas e infraestructura para después de la práctica del esquí en las zonas próximas. A lo largo de los años, los juegos olímpicos de invierno han ocasionado problemas en muchos espacios protegidos; la Olimpiada de Nagano, en el Japón, causó impactos en el parque nacional de Chubu Sangaku (Okutumi, 1998), y ya se ha expresado inquietud sobre los posibles efectos negativos de los juegos olímpicos del 2005 en el parque nacional de Tatra, en Eslovaquia (Krzan, comunicación personal, 1997).La topografía montañosa tiende a confinar a los visitantes de las zonas protegidas en corredores, valles o caminos de montaña cada vez más reducidos, y se hace necesario una planificación y control cuidadosos para proteger las zonas más elevadas, frágiles y muy visibles.

Actividades ilegales

En las zonas de montaña no son infrecuentes los cultivos ilegales, la coca en las tierras altas del Perú y Colombia, el opio (para la producción de heroína) en el Triángulo de Oro de Tailandia/Myanmar/Laos y en las áreas tribales del Pakistán noroccidental, y marihuana en las laderas de Mauna Kea y Mauna Loa en Hawai. Las actividades ilegales en zonas remotas suscitan preocupación por la seguridad de los visitantes y la posible sustitución de la vegetación autóctona por el cultivo de estupefacientes. Por otra parte, el control de la caza ilegal de especies silvestres protegidas, por hallarse en peligro de extinción o por otros motivos, es especialmente difícil en los lugares remotos y abruptos.

Otro problema habitual es la relativa escasez de datos existentes para el diseño, la planificación y la gestión. A causa del aislamiento y la dificultad de acceso, las zonas de montaña suelen ser las últimas en lo que se refiere a la realización de estudios e inventarios nacionales de los recursos naturales y culturales básicos, aun cuando existen conocimientos tradicionales de ámbito local. Incluso en los espacios protegidos de los países desarrollados, existe el gran desafío de recoger los conocimientos indígenas antes de que desaparezcan los ancianos de las comunidades que son los depositarios de esa sabiduría.

LOS DESAFÍOS PARA EL FUTURO

Los principales desafíos planteados para el siglo XXI son los siguientes:

· Poner en contacto las zonas protegidas de montaña existentes estableciendo corredores de conservación en las cordilleras montañosas; ello no sólo incrementa la extensión, sino que crea corredores migratorios para el flujo genético y el movimiento de las especies. Con el cambio climático, la existencia de corredores migratorios en las cordilleras de orientación norte-sur (por ejemplo, los Andes) permitirá asimilar mejor los cambios de temperatura, y la migración en las cordilleras de orientación este-oeste (por ejemplo, el Tien Shan occidental) permitirá hacer frente a los cambios en el régimen de precipitaciones.

· Facilitar el movimiento altitudinal de especies, ya sea ampliando los límites de los espacios protegidos hacia zonas de menor altitud o estableciendo una zona de protección alrededor del área principal, extendiéndose todo lo posible hacia las tierras llanas.

Noss (1991) ha formulado principios y estrategias para establecer zonas protegidas más adecuadas con objeto de conservar los habitáis de las especies raras y de preservar la diversidad biológica, en diversas publicaciones. Es posible que no haya muchas más oportunidades de crear nuevos espacios fuertemente protegidos, ya sean parques nacionales o reservas de conservación. Cada vez más, la labor se centrará en elaborar métodos de cooperación para conseguir y mantener una gestión respetuosa de la naturaleza en zonas dedicadas actualmente a las actividades forestales, agrícolas y de pastoreo. Es necesario fomentar una nueva cooperación entre organismos estatales (por ejemplo, servicios forestales), el sector privado (por ejemplo, los ganaderos) y las comunidades (por ejemplo, zonas comunales o tierras tribales indígenas) con el fin de proteger el medio ambiente (Miller y Hamilton, 1998).

Recientemente se han formulado propuestas para ampliar las zonas montañosas protegidas y vincularlas con corredores ecorregionales o con zonas ecológicas de mayor amplitud. Una de las primeras iniciativas correspondió a los Apeninos centrales, utilizando el parque nacional del Abruzzo como núcleo, vinculándolo con otros siete parques nacionales o regionales y 21 pequeñas reservas de naturaleza, refugios y oasis, para crear una zona de conservación de unas 600 000 ha (Tassi, 1994). Uno de los proyectos más ambiciosos es la creación del corredor Yellowstone-Yukon (Estados Unidos/Canadá) en las Montañas Rocosas, con una extensión de al menos 2 100 km.

Un ejemplo perfectamente ilustrativo de corredor altitudinal es el establecimiento de unidades de ordenación forestal controladas y de una zona de conservación que une casi totalmente el parque nacional Jigme Dorji, en el Alto Himalaya, con los parques nacionales de la Montaña Negra y de Royal Manas (en Bhután) y con la reserva de tigres de Manas de la India, en las tierras bajas subtropicales (Sherpa, comunicación personal, 1997). Estas iniciativas y otras similares fueron presentadas por Hamilton (1997) en un estudio de alcance mundial. Al parecer, existen 38 propuestas en todo el mundo para establecer corredores de conservación en zonas de montaña.

Jim Thorsell, asesor superior sobre el patrimonio mundial en 1 a Unión Mundial para la Naturaleza, proyecta la creación de un corredor de conservación entre hemisferios para las Américas, desde Tierra del Fuego hasta el estrecho de Bering, y que posteriormente se extendería, tal vez, a través de Beringia hacia Asia y Europa (Thorsell, 1996). Este puede ser un desafío formidable para los responsables de la gestión de los espacios protegidos, pero sin perspectiva no será posible hacer progresos. La Comisión Mundial sobre Áreas Protegidas de la UICN ha adoptado este concepto y la tarea de conseguir una mayor eficacia en la gestión de las zonas protegidas existentes, en el estudio temático sobre las montañas.

Las zonas protegidas, según las define la UICN, incluyen muchas otras tierras además de los parques nacionales y las reservas y se invita a los gestores o investigadores que trabajan en cualquier categoría de zonas protegidas de montaña a integrarse en la red sobre las montañas ya existente1.

1 Para más información, dirigirse a WCPA Vice-Chair for Mountains, 342 Bittersweet Lañe, Charlotte, Vermont 05445 Estados Unidos; correo electrónico: [email protected]

Bibliografía

Bernbaum, E. 1990. Sacred mountains of the world. San Francisco, California, Estados Unidos, Sierra Club Books.

Diamond, J.M. 1975. The island dilemma: lessons of modern biogeographic studies for the design of natural resources. Biological Conservation, 7: 129-146.

Flousek, J. 1997. Impact of air pollution on montane forests. En B. Messerli y J.D. Ives, eds. Mountains of the world: a global priority, p. 302-303. Nueva York, Estados Unidos y Carnforth, Reino Unido, Parthenon Publishing Group.

Hamilton, L.S. 1997. Maintaining ecoregions in mountain conservation corridors. Wild Earth, 7(3): 63-66.

Hamilton, L.S., Bauer, D.P. y Takeuchi, H. 1993. Parks, peaks and people. Honolulu, Hawai, Estados Unidos, East West Center.

Hamilton, L.S., Mackay, J.C., Worboys, G.L., Jones, R.A. y Manson, G.B. 1996. Transborder protected area cooperation. Canberra, Australian Alps Liaison Committee and Gland, Suiza, Unión para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Krajick, K. 1998. Animals thrive in an avalanche's wake. Science, 279: 1853.

Libiszewski, S. y Bachler, G. 1997. Conflicts in mountain areas - a predicament for sustainable development. En B. Messerli y J.D. Ives, eds. Mountains of the world: a global priority, p. 103-130. Nueva York, Estados Unidos y Carnforth. Reino Unido, Parthenon Publishing Group.

Liniger, H., Weingartner, R. y Grosjean, M. 1998. Mountains of the world: water towers for the twenty-first century. Berna, Mountain Agenda.

Mares, M. 1992. Neotropical mammals and the myth of Amazonian biodiversity. Science, 225: 967-979.

Miller, K.R. y Hamilton, L.S. 1998. Scaling up: elements of a strategy for protected areas in the twenty-first century. En Proc. Protected areas in the twenty-first century: from islands to networks. Gland, Suiza, Unión para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Noss, R.F. 1991. Protecting habitats and biological diversity. Part 1. Guidelines for regional reserve systems. Nueva York, Estados Unidos, National Audubon Society.

Okutumi, K. 1998. Winter Olympics and the mountain national park, Japan. Mountain Protected Areas UPDATE, p.4-5.1 de marzo de 1998.

Pei, Shengji. 1993. Managing for biological diversity conservation in temple yards and holy hills: the traditional practices of the Xishuangbanna Dai community, southwest China. En L.S. Hamilton, ed. Ethics, religion and biodiversity. Cambridge, Reino Unido, White Horse Press.

Poore, D., ed. 1992. Guidelines for mountain protected areas. Protected Area Programme Series No. 2. Gland, Suiza, Unión para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Price, M.F., Moss, L.A. y Williams, P.W. 1997. Tourism and amenity migration. En B. Messerli y J.D. Ives, eds. Mountains of the world: a global priority, p.249-280. Nueva York, Estados Unidos y Carnforth, Reino Unido, Parthenon Publishing Group.

Tassi, F. 1994. Una terra di parchi verdi. Natura Protetta, 3(10): 1-2.

Thorsell, J. 1996. North, south, east and west. Toward an inter-hemisphere conservation corridor. Wild Earth, 6(2): 79-80.

Thorsell, J. 1997. Protection of nature in mountain regions. En B. Messerli y J.D. Ives, eds. Mountains of the world: a global priority, p. 237-248. Nueva York, Estados Unidos y Carnforth, Reino Unido, Parthenon Publishing Group.

Thorsell, J. y Harrison, J. 1992. National parks and nature reserves in mountain environments and development. Geo Journal, 27(1): 113-126.


Página precedente Inicìo de página Página siguiente