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Los trabajadores forestales en Nueva Zelandia

Documento sometido, en nombre del Servicio Forestal de Nueva Zelandia, a la consideración de la Conferencia de Silvicultura celebrada en Misora en 1949.

La situación de los trabajadores forestales ha mejorado considerablemente en Nueva Zelandia durante los últimos anos, y las condiciones de empleo superan a las de cualquier época anterior a la guerra. En términos generales, este mejoramiento se debe a dos razones principales: la primera, a que los trabajos forestales han empezado a asumir un aspecto más permanentes ofreciendo actualmente condiciones más estables; y, la segunda, a que desde los años de la depresión económica se han ido introduciendo mejoras sociales tales como salarios más altos, mayor oportunidad de empleos, viviendas mejores, jornadas de trabajos más cortas, etc.

Para poder apreciar la transición que ha tenido lugar en las condiciones de vida y de trabajo, y darse cuenta del grado a que el futuro de los trabajadores se ha hecho más atractivo, es preciso conocer algo de las modificaciones registradas en la actitud asumida hacia el aprovechamiento de los bosques desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial. Es difícil poder explicar la situación en pocas palabras, pero la economía forestal de hoy día en Nueva Zelandia puede catalogarse como un término medio entre una explotación destructiva de los bosques naturales y un régimen en el que la administración dasocrática alcanza a cubrir la parte principal de la riqueza forestal del país.

Históricamente, las prácticas forestales eran anticuadas, ya que seguían métodos más bien primitivos desde el tiempo en que se inició la colonización europea - métodos característicos de los países densamente poblados de árboles, abiertos por primera vez a la colonización. Existía gran abundancia de bosques y en las operaciones de los aserraderos el desperdicio de madera era considerable. La explotación de estos recursos naturales consistía en sacar la mayor utilidad en la forma más rápida, después de lo cual el aserradero era trasladado a otro sitio.

La naturaleza ambulante de las operaciones de los aserraderos, más el hecho de que la instalación de éstos consistía en una estructura rudimentaria, compuesta de poco más que un tejado sobre el equipo de sierra, se reflejaba en la actitud, más bien indiferente, por parte de los patronos hacia las necesidades de alojamiento de sus empleados. Como resultado, el nivel de alojamiento de los operarios era sumamente bajo. Como la situación no ofrecía perspectiva alguna, se descuidaba el mantenimiento de las viviendas, y las chozas o casuchas, agrupadas desordenadamente alrededor del aserradero, pronto entraban en un estado de deterioro tal que era imposible el repararlas, siendo finalmente abandonadas cuando el bosque había sido explotado y el aserradero trasladado a otro sitio. A medida que la orilla del bosque iba siendo talada, las operaciones de explotación inevitablemente se adentraban más y más al interior de la región y los obreros se veían obligados a trabajar bajo la desventaja adicional de un mayor aislamiento de los centros de población y de las conveniencias que éstos ofrecían. En términos generales, lo anterior define las condiciones en que el trabajador forestal vivía desde mediados del último siglo hasta el principio del período inmediato a la terminación de la Primera Guerra Mundial. El panorama no es otro sino el de un cuadro de explotación destructiva de la riqueza forestal, bajo condiciones que no garantizaban ni seguridad de empleo ni vida estable, ano cuando fuese a un nivel mediocre. Las circunstancias eran características de lo que esencialmente constituía un período precursor, y poco o ningún mejoramiento era posible mientras prevaleciera la táctica de ir siguiendo tan sólo la orilla de los bosques conforme ésta iba retrocediendo bajo cl hacha y la sierra.

El establecimiento del Servicio Forestal del Estado en 1920 y la adopción de una política forestal definida, fueron acontecimientos que señalaron una actitud más positiva hacia los bosques y la silvicultura, que a su tiempo conduciría a considerables progresos en las condiciones de trabajo y de vida. El primer objetivo fué el de establecer nuevos bosques de especies exóticas de crecimiento rápido que pudieran administrarse racionalmente en forma tal que se contara con una producción sostenida, dentro de un período relativamente corto. Estos bosques podrían entonces permitir que se establecieran comunidades forestales permanentes, con viviendas provistas de las respectivas comodidades, comparables a las que se disfrutan en las ciudades. Con respecto a los bosques indígenas, la realización de este ideal era más remota, ya que las probabilidades que éstos ofrecían para la implantación de una administración dasocrática basada en una producción permanente eran todavía inciertas. Por lo tanto, el concepto de comunidades forestales permanentes representaba un objetivo a largo término que sólo podría realizarse de lleno una vez que los bosques exóticos pudieran relevar a los bosques indígenas en la tarea de satisfacer la mayor parte de la demanda de madera y otros productos forestales, lo cual no ocurriría antes de 1960, por lo menos.

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, las condiciones de vida en los aserraderos situados en los bosques indígenas eran en general poco satisfactorias y no ofrecían grandes perspectivas de mejorar. La depresión económica había afectado seriamente a la industria y ésta no estaba en condiciones económicas de mejorar las viviendas. Los bosques exóticos, en su mayoría, estaban próximos a alcanzar el período en que podían empezar a aprovecharse, particularmente algunos de los bosques más viejos del Estado, y se elaboraron planes para fomentar estos recursos forestales del Estado sobre la base de instalaciones industriales permanentes y de comunidades aldeanas bien proyectadas y también permanentes, provistas, hasta donde fuese posible, de todas las comodidades modernas semejantes a las que se tienen en los centros urbanos. El paso del progreso se vió necesariamente detenido por la guerra, pero ya quedaba sentada la base que denotaba un alejamiento radical de todo ese orden de cosas anticuadas y sin planificación, carentes de higiene y de atractivo, tan características de las actividades pasadas para el aprovechamiento de los bosques, y ofrecía un futuro mejor para cuando las hostilidades hubiesen terminado.

El problema principal que surgió al finalizar la guerra y atenuarse las restricciones que impedían el movimiento libre de los trabajadores, fué la escasez de mano de obra. Esta escasez se sintió en todo el país y afectó toda clase de ocupaciones, pero en particular a la industria forestal, la cual iba quedándose sin trabajadores por la emigración de éstos a los centros urbanos, donde las condiciones de vida ofrecían mayores atractivos y donde había más oportunidades para disfrutar de la vida social y del recreo. Resultaba evidente que la única forma de contrarrestar la competencia de los empleos urbanos era la de atraer a los hombres a trabajar en los bosques, proporcionándoles alojamiento y condiciones de vida que pudieran compararse más favorablemente con el nivel medio de las ciudades. Este era el objetivo perseguido, pero ahora lo que urgía era apresurar la realización de aquellas mejoras ya reconocidas como fundamentales para lograr el objetivo forestal. La solución a este problema se emprendió en la forma siguiente:

(1) Mejorando las viviendas y proporcionando mayores comodidades en las comunidades establecidas en los bosques exóticos.

(2) Creando nuevas comunidades aldeanas cerca de los bosques indígenas bajo explotación dasocrática.

(3) Utilizando casas prefabricadas desmontables en los aserraderos situados en bosques indígenas retirados, cuyas operaciones fuesen de corta duración.

Bosques exóticos

La mayor parte de los bosques exóticos pertenecen al Estado. Actualmente el Servicio Forestal proporciona a los trabajadores con familia buenos alojamientos permanentes, comparables a las viviendas construidas en las ciudades por el Estado. A los hombres solteros se les da acomodo, ya sea en barracas individuales de madera, bien acabadas y amuebladas satisfactoriamente, o en posadas modernamente construidas. Existen comedores y, donde las circunstancias lo permiten, se cuenta con modernos baños e instalaciones sanitarias. Se proporcionan facilidades para el desarrollo de las actividades de la comunidad, buscando que se asemejen a las de las zonas urbanas. Los grandes propietarios de bosques que recientemente han iniciado actividades de explotación, han adoptado la misma política y están proporcionando viviendas modernas y facilitando medios normales para el recreo y actividad social de la comunidad. (En la página 12 aparece una fotografía como ejemplo de un tipo similar de viviendas construidas en los Estados Unidos.) Hay en perspectiva el establecimiento de operaciones industriales de gran escala tanto en los bosques del Estado como en los privados y los empleados contarán con alojamiento en poblados forestales permanentes, infinitamente superiores a los caseríos de carácter primitivo que existían en otro tiempo

Bosques indígenas bajo administración dasocrática

Aun cuando todavía no es posible establecer comunidades forestales permanentes adentradas en los bosques indígenas, existen algunas zonas donde recientemente se ha iniciado la explotación, que pueden abastecer un pequeño número de aserraderos por un período de años relativamente largo y que por lo tanto, se prestan para la construcción de viviendas mucho más cómodas que las que generalmente se encuentran en los bosques indígenas. En estos casos, se ha establecido un poblado para que vivan con sus familias quienes trabajan en los aserraderos dentro de cada zona particular, y por lo general, el nivel de alojamiento y comodidades iguala al de las comunidades existentes en los bosques exóticos, aunque su carácter tal vez no sea tan permanente. Aun cuando las operaciones en estos bosques están aseguradas por largo tiempo, no es posible esperar un rendimiento sostenido, a menos que los experimentos que se están llevando a cabo con la plantación intercalada de especies exóticas apropiadas tenga éxito, al grado de que pueda continuarse la explotación después de haber cortado las especies indígenas. Por este motivo, muchas de las viviendas son del tipo desmontable, que puede trasladarse a otro sitio una vez que se hayan terminado de explotar las especies indígenas. Desgraciadamente no son numerosas las zonas de bosques indígenas apropiadas para esta plantación mixta, pero este acontecimiento representa un gran adelanto sobre la técnica antigua.

Otros bosques indígenas

Como resultado de la falta absoluta de planificación en el pasado, el carácter de la mayoría de las operaciones de los aserraderos es tal que imposibilita el establecimiento de nuevos caseríos con las comodidades modernas; no obstante, son muchas las mejoras efectuadas desde que finalizó la guerra. En una encuesta llevada a cabo hace más o menos cuatro anos, se comprobó que en general, las viviendas eran de una categoría muy baja, aunque en algunos casos los dueños de los aserraderos que tenían una mayor visión y un criterio más progresista - al mismo tiempo que las perspectivas de la explotación eran más duraderas - habían modernizado los caseríos en existencia y construido nuevas unidades y barracas individuales muy cómodas.

Sin embargo, el principal factor aislado para alcanzar esta mejoría fué la Ley sobre Construcción de Viviendas para Trabajadores Madereros, expedida en 1946, estableciendo la obligación de construir nuevas y modernas viviendas para los trabajadores madereros en sitios distantes de las zonas urbanas, así como para mejorar el nivel general de las viviendas existentes en los aserraderos. En resumen, el gobierno reconoció que la producción de madera era un asunto de vital importancia, pero que la sumamente corta duración de las operaciones de la mayoría de los aserraderos, aunada a las desfavorables condiciones económicas de la industria, impedían al patrón proporcionar a sus trabajadores mejores viviendas. Por otro lado, a menos que esto se hiciera, sería imposible, no sólo conseguir el personal adicional necesario y atraer nuevamente a los hombres que habían abandonado este trabajo por causa de la guerra, sino aún, el conservar aquellos con que contaba la industria. Era evidente que el caso requería ayuda del Estado en alguna forma, pero el establecimiento de caseríos modernos permanentes para una industria en que el promedio de duración de las operaciones de trabajo no era de menos de 10 años, y en muchos casos hasta menos de cinco, resultaba en extremo antieconómico. La solución a este problema se encontró en las casas desmontables prefabricadas, de cinco y seis cuartos, que podían ser transportadas de un lugar a otro, conforme los aserraderos se movían después de efectuar el corte. Para sufragar el costo del proyecto se impuso una contribución de medio chelín por cada centenar de pies cuadrados de taller puestos a la venta, quedando dicha contribución a cargo del consumidor. Estas casas, aunque prefabricadas y transportables, tienen las mismas comodidades modernas que las casas de alquiler construidas por el Estado. (Por "comodidades modernas" se entiende: agua entubada caliente y fría; electricidad para alumbrado y cocina, en lugares de la zona donde se disponga de fuerza motriz; aparadores construidos en la pared, cuartos de baño e instalaciones sanitarias modernas.) Estas casas han causado sensación en la industria maderera y ya han inducido el regreso de hombres que habían abandonado esta clase de trabajo por otros que ofrecían mejores condiciones de vida. No cabe duda que gran parte de las viviendas de la industria deja todavía mucho que desear, pero la Ley sobre Construcción de Viviendas para Trabajadores Madereros ha establecido una norma, así como el camino para alcanzarla.

Se ha comprobado que el proporcionar viviendas adecuadas representa no sólo una solución a los problemas obreros forestales desde el punto de vista de la cantidad, sino que también ofrece ventajas respecto a la calidad. La escasez de casas ha sido tan aguda desde hace algunos años, que el ofrecimiento de una vivienda moderna asegurará la contratación de un trabajador más. Las dificultades que existen para encontrar casas satisfactorias es tal, que los patrones están en posición de poder escoger entre los muchos solicitantes y conseguir la persona que buscan, así como también pueden permitirse el esperar con la seguridad de que pronto se presentará. El trabajo forestal bajo las condiciones de antaño tendía a atraer a muchos hombres considerados más o menos indeseables en otras ocupaciones. Los dueños de aserraderos han observado que las casas modernas prefabricadas, suministradas a la industria maderera, no sólo representan un medio de obtener mejores trabajadores, sino que permiten conservar al personal capacitado que trabaja en la industria, lo que significa un mayor grado de estabilidad en la mano de obra forestal.

Este mejoramiento en las condiciones de la vivienda representa el mayor adelanto social registrado en la historia del trabajo forestal en Nueva Zelandia. La administración dasocrática de los bosques hará que vaya aumentando la importancia de éstos como fuente de abastecimientos madereros, al mismo tiempo que va desapareciendo gradualmente el tipo de aserradero de los bosques indígenas hasta ahora caracterizado por la aorta duración de sus operaciones, lo primitivo de sus caseríos y la falta de porvenir que ofrece. Todavía habrá de pasar mucho tiempo para que las viviendas faltas de comodidades puedan considerarse por completo cosas del pasado, si bien es cierto que la competencia que ofrecen las industrias urbanas está haciendo que el paso se acelere, y esa misma competencia ayudará a impedir cualquier estado de inacción que de otra forma pudiera surgir amenazando retardar el curso de este movimiento. En la actualidad, los propietarios de bosques en general comprenden que un nivel satisfactorio de alojamiento, acompañado de comodidades semejantes a las que normalmente puede disfrutar la clase media de la población urbana, son tan importantes para atraer y retener un personal obrero eficiente y satisfecho, como lo son los buenos salarios.

Durante los últimos años también se han logrado mejoras en otros aspectos, principalmente en lo relativo a la duración de la jornada de trabajo y a salarios. En 1936 se introdujo en Nueva Zelandia la semana de 40 horas, siendo aplicada a la mayoría de las industrias. Anteriormente, el promedio semanal de horas de trabajo en la industria maderera era de 48 horas, pero en la actualidad, todo trabajo que exceda de 40 horas fijadas por la ley, deberá remunerarse como tiempo extraordinario, a razón de salario y medio por las primeras cuatro horas y doble tarifa por las demás horas adicionales. Los jornales también han mejorado considerablemente durante el período a que nos referimos, y existe una disposición legal que obliga a pagar ciertos días de descanso entre los que se cuentan dos semanas de vacaciones al año: más los siete días de fiesta nacional. Todos los trabajadores están organizados, por ser de precepto legal que todo trabajador pertenezca a un Sindicato Industrial de Empleados. Las cuestiones de salarios y todo otro asunto relacionado con el trabajo y las condiciones de vida del trabajador forestal se resuelven mediante la contratación colectiva sujeta a la supervisión del Tribunal de Arbitraje. En general, la mayoría de los trabajadores forestales actualmente percibe sueldos mayores que el salario mínimo, lo que refleja la gran demanda de mano de obra que existe debido a las condiciones bonancibles de la industria. Toda lesión sufrida en el trabajo es indemnizada de acuerdo con lo dispuesto en la Ley de Indemnización Obrera puesta en vigor en 1922. Finalmente, las personas que trabajan en regiones apartadas, reciben una prima además de su salario.

En lo que respecta al mejoramiento en las condiciones de vida y de trabajo, el Estado se ha esforzado por establecer un nivel lo suficientemente ventajoso que logre atraer y conservar la clase de personal más capacitado, e incidentalmente, marcar la pauta a seguir por las empresas privadas. El Servicio Forestal juzga que para lograr una buena administración dasocrática es preciso contar con trabajadores inteligentes, capaces y estables, y ha buscado la forma de mejorar el nivel de vida y de trabajo para que las actividades forestales atraigan a hombres en busca de una ocupación interesante y agradable. El establecimiento de caseríos modernos situados en comunidades forestales permanentes y bien planeadas, y la seguridad de empleo bajo condiciones que camparan favorablemente con otras clases de trabajo al aire libre, son las mejores, garantías para contar con un personal eficiente y satisfecho, de la categoría que se requiere.

Basta con lo expuesto para dar una idea de lo que se ha hecho y se está haciendo para mejorar las condiciones del trabajo forestal. Ahora, desde el punto de vista de la economía forestal, no podemos menos que admitir ciertas pérdidas, ya que el mejoramiento en el nivel de vida y de trabajo se ha reflejado en una elevación considerable de los costos de operación. Como resultado de ello, el costo marginal de las operaciones es mucho más alto que en los países donde no ha sido posible desarrollar un nivel social tan elevado, y debido a que el costo de extracción se compara desfavorablemente con el valor del producto en el mercado, buena parte del material forestal se deja sin tocar en los bosques de Nueva Zelandia. Por lo tanto las mejoras sociales tienden a ser costosas desde el punto de vista del aprovechamiento de los bosques, ya que el producto marginal, o sea el de inferior calidad, es muy superior al producto marginal de los países cuya economía forestal es más primitiva. Las mejoras en el nivel de vida han dado origen a una situación en la que el costo total de la explotación y conservación del bosque tiene que sacarse íntegramente de los productos de mejor calidad, tales como trozas de aserrar, postes, puntales para minas, etc. Grandes cantidades de material que en otros países se utiliza como combustible, tienen que dejarse abandonadas en el bosque por constituir un valor negativo.

Con respecto a lo que se invierte en trabajos de silvicultura, la situación es más o menos similar. Los costos unitarios son tan elevados que el trabajo en este ramo tiene que limitarse a lo esencial y gran parte de lo que podría considerarse como ventajoso desde el punto de vista de la buena silvicultura, tiene que restringirse, por hacerlo impracticable lo elevado de los costos.

Las fotografías de la aldea de Gilchrist que aparecen, se reproducen, por cortesía, del número del 9 de julio de 1949 de The Bend Bulletin, Bend, Estado de Oregón (E.U.A.).

Figura 1. El centro comercial es de estilo noruego moderno. Contiene una tienda de comestibles, una carnicería una oficina de correos, una pelar quería, un salón de belleza, una droguería y un restaurante

Figura 2. Se erigieron estas casas prefabricadas a modo de experimento.

Figura 3. El cine está enfrente del casino.

Figura 4. Muchas actividades colectivas tienen a la iglesia como centro.

Figura 5. Represa de la fábrica y "es calera" de acceso para los peces.

Figura 6. Asisten a la escuela, en sus secciones de enseñanza primaria y secundaria alumnos de todos los alrededores. El edificio contiene un amplio salón en el que se celebran reuniones escolares y sociales.

UNA ALDEA MODELO

En el pueblo de Gilchrist, Estado de Oregón (E.U.A.), residen, con sus familias, los empleados de una empresa maderera. Con sus 500 habitantes, sus atractivas casas, su centro comercial y sus medios de esparcimiento, el pueblo constituye una aldea "modelo". Se empezó a edificar en 1938, y en 1939 inició la compañía la explotación de sus grandes bosques.

El pueblo se encuentra atravesado por una carretera de primer orden, a uno de cuyos lados están el aserradero y las oficinas, y al otro el centro comercial, la iglesia, la gasolinera, la escuela, el cine, el servicio de incendios, las vivencias, etc. Hay unas 120 casas, entre ellas 13 prefabricadas que se erigieron en 1948.

Fotografías reproducidas, por cortesía, del número del 9 de julio de 1949 del Bend Bulletin, Bend, Oregón.


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