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Diez años de vida

En octubre de este año la FAO celebrará su décimo aniversario. Dada la naturaleza misma de sus responsabilidades, la FAO es una organización que debe siempre mirar hacia adelante y elaborar sus planes con vistas al futuro. Sin embargo, no está de más que, en esta ocasión, vuelva también sus ojos al pasado.

La FAO, que fué el primero de los nuevos organismos especializados de las Naciones Unidas creados después de la guerra, nació como consecuencia de la Conferencia de Agricultura y Alimentación celebrada en Hot Springs, Virginia, E.U.A., en mayo de 1943 El Presidente Roosevelt fué personalmente responsable de la convocación de esta conferencia, que él asoció con la primera de las cuatro libertades mencionadas en la Carta del Atlántico-liberar a los pueblos de la penuria

La Conferencia de Hot Springs creó una Comisión Interina en la que estaban representados los 45 países que habían enviado delegaciones, para que planearan la creación de un nuevo organismo y redactaran su constitución. Esta labor se completó a mediados de 1945 y en la primera quincena de octubre del mismo año, se reunieron en Quebec los representantes de los países interesados. Los delegados de 20 países firmaron la constitución, en la mañana del 16 de octubre, quedando así oficialmente creada la FAO. De tal forma, el Sr. L. B. Pearson, del Canadá, Presidente de la Comisión Interina, pudo abrir la primera sesión plenaria de la Conferencia de la FAO.

No existían apenas precedentes que pudieran servir de guía a la FAO como organización de trabajo, ya que se trataba de algo completamente nuevo en la historia internacional. Su Dirección de Montes se componía de sólo cuatro funcionarios, pero contaba con el apoyo de un Comité Asesor Permanente integrado por técnicos de varios países y de una multitud de personas deseosas del éxito del nuevo organismo. En contraste con los problemas mundiales por resolver, los recursos con que contaba la Organización resultaban ridículos, y las tareas que la aguardaban eran demasiadas y de muy diversa naturaleza para poder acometerlas todas al mismo tiempo. Así, pues, ante la labor que había que realizar se adoptó la actitud del cazador novel a quien se plantea el problema de comerse, por vez primera, un elefante; siguióse el discreto consejo de «cortarlo primero en trozos pequeños».

La FAO procedió lentamente, guiándose del sentido común y sirviéndose de todas los recursos, muchas veces aportaciones voluntarias, que podía conseguir para realizar su cometido. La Organización se encuentra aún en la fase de ir resolviendo primero «los trozos pequeños», los que, a primera vista, pueden aparecer carentes de toda relación entre sí. Sin embargo, como sucede con los diversos trozos de un rompecabezas éstos se hallan equilibrados y componen una imagen clara o, como dijo la Conferencia de la FAO en su último período de sesiones «un admirable ejemplo de acción útil y positiva diseminada por todo el mundo».

El número de Estados Miembros de la FAO es ahora de 71 países y es muy posible que siga aumentando. De acuerdo con ello, aumentarán igualmente los deberes impuestos al Director General y al personal de la Organización.

Este año, al cumplir sus diez años de vida, la Organización hará el balance de sus éxitos durante este decenio y de todo lo que no ha pulido llevar a feliz término. En los resultados de esta encuesta se basarán las directivas para la labor futura.

En Dehra Dun en 1954

EL Cuarto Congreso Forestal Mundial se celebró en Dehra Dun (India) del 11 al 22 de diciembre de 1954. Constituyó un gran éxito tanto en lo que se refiere a las delegaciones que participaron y a los temas que se discutieron como al alto nivel de competencia de muchos de los oradores.

Participaron en el Congreso 46 países y algunas de las delegaciones fueron muy numerosas. Todos los Estados del país huésped estuvieron representados, contando así la India con 180 delegados. Entre los países que estuvieron muy bien representados pueden citarse el Reino Unido, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la República Popular China, Francia y el Pakistán.

Mucho me hubiera complacido ver en el Congreso a los que, desconocedores del alto nivel forestal alcanzado por la India, habían expresado su sorpresa ante el hecho de que, una reunión donde se iban a tratar los problemas forestales del día, se celebrara en dicho país, dando a entender que el Congreso era simplemente un pretexto para excursiones de recreo al Taj Mahal o al valle de Kachemira a expensas del erario público. Hubieran podido comprobar que, si hubo «excursiones», éstas fueron serios viajes de estudio a los montes de la India, en las que los forestales aprendieron muchas cosas provechosas.

PRECISAMENTE es en estos congresos mundiales donde pueden hacerse públicos los nuevos conocimientos adquiridos en los diversos campos forestales y en donde los técnicos pueden discutir la manera de satisfacer plenamente las necesidades humanas con el producto de los montes y la forma de lograr el máximo aprovechamiento de esta gran riqueza natural.

Pero además estos congresos tienen también un gran valor propagandístico. Para llevar a cabo con éxito su misión, los forestales necesitan el apoyo de la opinión pública. Así pues, fué una alegría para mí el ver que el Gobierno de la India había tenido presente esta función del Congreso.

En todas las sesiones del Congreso estuvieron presentes periodistas de los principales diarios del país y cada día el lector indio encontraba dos o tres columnas de su periódico dedicadas a la crónica completa de lo que sucedía en Dehra Dun.

Al mismo tiempo se llevaba a cabo una activa campaña publicitaria para atraer visitantes al Instituto de Silvicultura, en donde se celebraba la reunión. Con frecuencia, al abandonar el salón de sesiones, encontrábamos en los corredores una larga fila de hombres, mujeres y niños que acudían curiosos por ver a los delegados de todos los rincones del mundo. Asimismo los visitantes que asistían a los debates quedaban evidentemente impresionados por la importancia que tienen los montes y la madera en la economía de un país, y también por los complejos y diversos aspectos de la silvicultura.

CASI todas las personas que participan en este tipo de congresos aceptan su valor y acogen con gusto la oportunidad de entablar conocimiento con colegas de otros países o especializados en otras disciplinas y de ponerse al corriente de los sistemas empleados en otras regiones. Algunos, a decir verdad pocos, permanecen escépticos a este respecto y se quejan de que no aprenden nada nuevo. Esta actitud siempre existe, pero no debe quedar sin nuestra réplica. ¿Cuántos de nosotros poseemos un conocimiento tan enciclopédico en materia forestal que no nos quede nada por aprender? A no ser que deliberadamente nos desinteresemos de todo lo que sea ajeno a nuestra especialidad.

Yo, por mi parte, debo reconocer que nunca participo en reuniones de esta naturaleza, aun las menos concurridas, sin adquirir nuevas y útiles enseñanzas, y, muy a menudo, en el campo donde menos lo esperaba.

Además, estos congresos se interesan no solamente en las cuestiones técnicas y prácticas sino también en los problemas humanos, que no dejan de tener importancia aun en silvicultura. Estoy seguro de que desde este punto de vista los congresistas de Dehra Dun aprendimos muchas cosas y principalmente pudimos ver cómo individuos de diversas regiones y grandes diferencias políticas e ideológicas perseguían un objetivo común, el de salvaguardar el futuro de los montes de todo el mundo. El Congreso reveló un espíritu de cooperación tan urgentemente necesitado en un mundo que, al experimentar algunos asombrosos descubrimientos científicos, necesita paz para que sus montes medren y mejore el nivel de vida de sus pueblos.

Por esta razón especial, el Gobierno de la India, que hizo posible este Congreso, y todas aquellas personas que de cerca o de lejos contribuyeron a su organización, merecen nuestro agradecimiento y felicitación.

Marcel Leloup
Director de Montes


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