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La agricultura migratoria en el Congo Belga

por G. TONDEUR

Director de la Misión sobre Conservación de Suelos en el Congo Belga

Extractos de un trabajo preparado en relación con el estudio general que hace la FAO sobre la agricultura migratoria

EN el corazón de Africa, a los dos lados del Ecuador y, aproximadamente, entre los 5° de latitud Norte y los 13° 30' de latitud Sur, se extiende el Congo Belga sobre una superficie de más de 2.250.000 Km². Su clima es completamente ecuatorial y tropical. La mitad de la superficie, más o menos, está cubierta de espesos bosques, y el resto consiste en sabanas de matorrales. Topográficamente es como una escudilla cuya depresión central, que rodean mesetas más altas, recibe el nombre de Cuenca Ecuatorial o Central.

En general, puede calificarse de migratoria la agricultura que tradicionalmente se practicaba en todo el país antes de la llegada de los europeos. Era primitiva y estrictamente bastaba para subsistir, desconociéndose los mercados de productos. Las cosechas se complementaban con frutas silvestres, pescado y caza.

Con este sistema, el individuo, la familia o la tribu nunca cultivaba de una manera continua la misma parcela. Las cosechas se alternaban con larguísimos períodos de barbecho y había frecuentes cambios a nuevas tierras, dejando las ya explotadas en reposo. Pero las viviendas de los cultivadores, agrupadas en aldeas bastante grandes, eran de naturaleza más permanente, aun cuando siempre se construían con materiales perecederos tales como paja, hojas, ramas y greda o tierra apisonada. Las aldeas permanecían en su sitio, mientras cambiaba la superficie cultivada. Exceptuados los pigmeos, que no cultivan nada, en el Congo no hay pueblos verdaderamente nómadas, aunque unas pocas tribus sean seminómadas.

La agricultura migratoria continúa practicándose en los bosques y en la sabana, presentando diversas formas debido a la amplia gama de condiciones físicas peculiar a esas extensas regiones. Por conveniencia se han agrupado todas bajo el nombre de «sistema agrícola Bantú», por ser los bantús el principal grupo étnico al que pertenecen los pueblos del Congo belga, particularmente los de la Cuenca Ecuatorial.

Las razones de la agricultora migratoria

Hoy día no se considera que la agricultura migratoria del Congo Belga, sea, necesariamente, un tipo inapropiado de agricultura, sino más bien el resultado inevitable de determinados factores locales. Después de un período inicial, en el que los colonos europeos creyeron que podrían imponer los métodos agrícolas de sus países, la opinión general ha sido la de que la agricultura migratoria es la única que conserva el suelo, por lo menos, según lo que se sabe hasta ahora.

Fisiografía

La zona que se estudia - la Cuenca Central del Congo - es en gran parte resultado de la desecación progresiva de un mar interior llamado Lago Busira (antiguo lago de la cuenca del Kasai). Este fenómeno geológico fué debido al corte de las Montañas de Cristal por el río Congo en su camino hacia el mar. Continúa el proceso de desecación, y quedan aún de ese gran lago otros más pequeños, tales como el Tumba y el Leopoldo II, así como enormes extensiones de bosque pantanoso.

Es llana casi toda la tierra que quedó al descubierto al secarse el lago. La parte central, situada dentro de la amplia curva del río Congo, y la occidental, rodeada por los ríos Congo y Ubangi, consiste en tierras bajas, frecuentemente pantanosas, que apenas sobrepasan el nivel del río. La tierra va elevándose gradualmente más allá de la curva del Congo, y al Sur del río Kasai. Algunas de las mesetas de esta llanura, como la de Yangambi, se consideran de origen eólico, por ser evidente que proceden de las dunas que se formaron en los alrededores del lago Busira durante el Pleistoceno.

El perfil de estas mesetas ha sido emparejado progresivamente por la erosión, y surcado además por la espesa red de corrientes de agua que las cubren, de modo que aparece actualmente ligeramente ondulado y quebrado por valles bastante profundos.

En principio y por definición, los límites de la Cuenca Central son los mismos que los del bosque ecuatorial. Por eso el clima y la vegetación climática de la zona pueden describirse juntos.

El clima es claramente ecuatorial: las lluvias están bien distribuidas por toda la zona, con dos puntos de máxima y mínima anuales, humedad y temperatura elevadas y constantes. En comparación con las regiones ecuatoriales de otras partes del mundo, esta zona tiene relativamente poca precipitación pluvial y poco sol. Las lluvias son principalmente continentales y, por lo tanto, variables.

El sol brilla un total de 1.952 horas anuales; sólo el 45 por ciento de la posible insolación.

La vegetación consiste, naturalmente, en bosques higrófitos. Su aspecto varía con las diferencias locales de suelo y clima, pero forma una cubierta muy uniforme sobre toda la zona. Aparte de unos cuantos calveros hechos por el hombre, el espesor de esta cubierta no lo rompen sino algunas formaciones pantanosas sin árboles, unos cuantos herbazales de tierra seca y, a veces, en sus confines, amplias fajas de sabana, dentro del bosque aún, pero que marean el principio de las sabanas tropicales.

El suelo

En general, los suelos de la cuenca son muy pobres desde el punto de vista agrícola. El más estudiado hasta la fecha es el ocre-amarillento arenoso de Yangambi. Está formado por depósitos eólicos y constituye un estrato homogéneo muy espeso (10-40 m.).

Sus propiedades físicas lo hacen muy permeable, lo cual, junto con el clima ecuatorial, las lluvias abundantes y la elevada temperatura, han sido causa de una lixiviación muy pronunciada de los nutrientes de las plantas.

Los horizontes superiores son una especie de arena residual, formada casi por completo de cuarzo mezclado con arcilla de tipo caolín. Evidentemente, esta arcilla es un producto reciente, resultante de la descomposición de los minerales menos estables y de la liberación y lixiviación de los nutrientes de las plantas.

Todos los suelos afines al tipo Yangambi pueden describirse como muy pobres en reservas minerales. Son ácidos y todos los constituyentes químicos se concentran en el horizonte productor de humus. Este, en un suelo que esté en buenas condiciones, tiene en valores pH de 4,1 a 4,5, y un contenido de carbono orgánico del 1 al 2 por ciento. El total intercambiable de bases raramente excede de los equivalentes de 2 miligramos por 100 gr. de suelo, y son del 70 al 80 por ciento calcio. Hay vestigios de potasio y, en particular, de magnesia (equivalente a 0,1 mg.). El contenido de P2O5 varía de 1 a 3 mg. por 100 gr. de suelo. Parte de los fosfatos están fijados en los compuestos de hierro y no sirven, por eso, a las plantas.

El contenido de nutriente aumenta en proporción con la profundidad, a medida que disminuyen los efectos de la lixiviación. Sin embargo, la capa superior contiene una buena cantidad de substancias químicas, debido a que la materia orgánica presente, procedente del barrujo de los árboles, penetra por sus hondos sistemas de raíces hasta las capas más profundas que la lixiviación no ha esterilizado por completo. Se observa también que la capa superior es más arenosa.

Es digna de especial consideración la verdadera importancia del contenido de carbono orgánico. De esta materia orgánica, sólo es humus verdadero la pequeña proporción de los coloides orgánicos del suelo que pueden combinarse con los minerales para formar los agregados orgánico-minerales estables.

La marcada acidez de los suelos de la Cuenca favorece la descomposición por hongos, más que por bacterias, de la materia orgánica, y el predominio de complejos orgánico-minerales inestables.

Finalmente, la incapacidad del suelo para retener las bases arcillo-caolínicas acentúa su pobreza agrícola.

Se encuentran suelos análogos al tipo Yangambi en una extensa parte de la Cuenca Central. Hacia el sur limitan con suelos más arenosos y ácidos igualmente pobres. Hacia el oeste y el sudeste el suelo es más arcilloso, pero casi todo son marjales. Se encuentran en el norte terrenos más altos de arena fina y suelos arcillosos. De un modo general, puede decirse que el tipo Yangambi representa la fertilidad media de las tierras de la Cuenca.

Su escasa fertilidad contrasta con el aspecto lujuriante de la selva ecuatorial, que suele considerarse erróneamente con o prueba de una reserva inagotable de la fertilidad del suelo.1 Aun antes de hacerse ningún análisis edafológico, la amarga experiencia había demostrado que esta rica formación vegetal podía crecer permanentemente en suelos de composición química muy pobre y de fertilidad temporal

1 Compárese con la descripción de la selva amazónica Unasylva, Vol. VII, N° 3, septiembre de 1953.

A diferencia de los bosques de las regiones templadas, las selvas ecuatoriales africanas apenas tienen borrajo y por eso hay poca acumulación de humus y escasa infiltración. Se debe esto a la rápida destrucción de los residuos de las plantas por obra de una intensa actividad microbiana debida a la alta temperatura y a la constante humedad. Las termitas también desempeñan un importante papel en la destrucción de las plantas muertas y, tanto es así, que el contenido de materia orgánica del suelo del bosque apenas llega al 1,8 por ciento.

Las talas que se hacen en los bosques para cultivar la tierra, proporcionan en muy poco tiempo al suelo una gran cantidad de materia orgánica. Las hojas, ramas, frutas, trepadoras, etc., junto con los troncos y tocones, forman en el suelo una maraña impenetrable. Tanto así, que no se pueden iniciar los cultivos hasta que se ha quemado esta masa de residuos, porque de lo contrario sólo pueden cultivarse árboles muy espaciados de producción mixta.

Las rozas a fuego son necesarias por varias razones. En primer lugar, y como ya se ha apuntado, porque libran al suelo de una enorme masa de residuos vegetales. Tienen además el importante efecto de liberar inmediatamente algunos de los minerales fertilizantes que contienen dichos residuos, y estimulan la acción de las bacterias del suelo que ayudan a producir el humus verdadero.

Empero, la humedad constante, las lluvias torrenciales, el no existir una época de secas definida y el intenso calor, hacen que los minerales liberados por la quema sean objeto de una lixiviación rápida, bien por deslizamiento, bien por infiltración. A su vez, los residuos de las plantas que no se hayan quemado, y el humus coloidal del suelo, son destruidos muy rápidamente por la oxidación y por la actividad microbiana especialmente. La oxidación se acelera en virtud de la intensa radiación solar en el suelo despoblado. La peptización coloidal en las capas superiores del suelo produce la movilización y floculación en un nivel inferior, con la formación de una capa dura.

Factores microbianos

Hemos dicho que la gran acidez de las tierras forestales favorece más el desarrollo de los hongos que el de las bacterias. Son principalmente aquellos, junto con las termitas, los que destruyen la materia orgánica vegetal, según se va formando. Contribuye a contrarrestar la acción bacteriana una microfauna acidófila consistente, sobre todo, en protozoos. El resultado es un equilibrio que corresponde al climax del bosque ecuatorial, y que es adecuado para las plantaciones de árboles perennes de producción mixta - como son las de caucho y las de palmeras oleaginosas -, para el cultivo del cacao bajo la cubierta forestal, etc.; pero no para los cultivos anuales, y, en particular, para los sucesivos.

Este equilibrio cesa inmediatamente después de que se corta o quema el monte. Los efectos no se han estudiado a fondo todavía, pero se oree que la vida microbiana del suelo aumenta apreciablemente estimulada por la liberación de minerales fertilizantes después de la quema, o por la acumulación de una enorme cantidad de material vegetal, si la aorta no va seguida de la quema. A su vez, este aumento acelera la descomposición de la materia orgánica bruta y del humus. El difiere según se use el fuego o no. Si no hay quema, aumenta la microflora acidófila y tiende a restaurarse gradualmente el equilibrio forestal microbiano, especialmente si se cultivan árboles para la producción mixta. Por el contrario, la quema seguida del cultivo, particularmente de cosechas sucesivas, produce un alejamiento de este clímax y no dura mucho el desarrollo rápido de las bacterias. Al agotarse la reserva orgánica, el número de microorganismos del suelo desciende rápidamente a un nivel probablemente inferior al que existía en el bosque original.

A un breve período de cultivo tiene que seguir uno largo de barbecho forestal, cuyo objeto es restaurar la reserva de humus orgánico y la fertilidad mineral vinculada a esta reserva, que está en las capas más profundas; destruir cualquier capa dura que pueda existir, mediante la penetración de las raíces; restablecer el equilibrio entre la peptización y la floculación de los coloides, así como el microbiano, en armonía con el clímax forestal.

La agricultura migratoria continuará siendo una necesidad ineludible para la producción de cultivos anuales alimentarios e industriales, mientras el barbecho forestal sea la única manera de contrarrestrar la esterilización rápida del suelo.

Factores biológicos

La adopción de una agricultura mixta en la que se combinase la cría de ganado y las cosechas, quizás hubiera permitido a los pueblos primitivos desarrollar una forma mejor de cultivo, con el uso de abonos orgánicos y de animales de tiro o de carga. La presencia en todo el Congo Belga de la tripano-somiasis animal impedía la cría de ganado. La enfermedad la transmitía la mosca tsé-tsé, que se encuentra por doquier. De hecho, al comienzo de la penetración europea, no existía ni una sola cabeza de ganado en toda la región, y todavía está muy lejos de resolverse el problema de la aclimatación del ganado.

Deben incluirse entre los factores biológicos la tripanosomiasis y la malaria humanas que, por ser endémicas, disminuyen la vitalidad del pueblo y con frecuencia lo inutilizan para iniciar un tipo de agricultura más adelantada.

Condiciones económica y sociales

La tierra no se alquilaba, ni se vendía, ni era nunca propiedad privada o exclusiva de ningún individuo. No existía la propiedad de la tierra. Cada cultivador, con tal de respetar ciertas reglas consuetudinarias, podía talar el bosque, para hacer sus cultivos temporales, donde le pareciese. La parcela que abandonaba después de la cosecha pasaba a la propiedad comunal de la tribu; pero el individuo o su familia, en el sentido estricto, conservaba el derecho exclusivo de recoger los frutos de los árboles que pudiesen crecer en el barbecho, lo mismo silvestres que plantados por él - palmeras de aceite o de sagú, por ejemplo. Sin embargo, no debe orearse que este derecho es sinónimo al de propiedad en el sentido europeo del término.

En resumen, las tierras de cultivo se consideraban como un don inagotable de Dios. No existía la idea de la propiedad privada de una parcela limitada, en el sentido europeo de la palabra, por parte de un individuo, pero la propiedad común por parte de la tribu se comprendía, se defendía y se respetaba.

La agricultura nómada era el resultado lógico de este régimen agrario y de las condiciones económicas y sociales reinantes en el país, así como también la única forma de economía rural compatible con los diversos factores técnicos antes descritos.

Factores que justifican la continuación de la agricultura migratoria

La primera reacción de los agrónomos europeos fué condenar el sistema tradicional de agricultura y abogar por la aplicación de principios técnicos propios de la agricultura en Europa. Los resultados de esta política fueron desastrosos, como lo demuestra claramente la cuidadosa investigación hecha en la Estación Experimental de Yangambi.1 El método adoptado en 1932 por la Dirección de Cultivos de Productos Alimenticios de Yangambi, constistía en preparar el terreno mediante la tala a mata rasa, la erradicación de los tocones, la quema completa, una roturación profunda y la siembra con una mezcla de Calopogonium y Pueraria; se mantenía el suelo cubierto por un año, se hacía otra roturación profunda después, otra segunda roturación, y se escardaba y rastrillaba.

1 Sede de una cadena de centros de investigación dirigidos por el Instituto Nacional Belga para el Estudio Agronómico del Congo Belga (INEAC).

En los terrenos así preparados se practicaba la siguiente rotación: arroz en la primera estación, maní en la segunda, y casabe en la tercera. Después de la cosecha de casabe, se restauraba la cobertura de Calopoponium y Pueraria, que se mantenía por un año, para repetir después la rotación de cultivos.

Siguiendo este sistema, el rendimiento de arroz, en una sola zona, podía disminuir de 2.341 Kg. a 365 Kg. por hectárea en tres años; el de maní, de 1.362 Kg. a 191 Kg. en cinco campañas; y el de casabe, de un primer rendimiento de unas 45 toneladas, a otro de 30 toneladas solamente.

Es evidente que una disminución tan intensa en los rendimientos se debe a la decadencia de la fertilidad del suelo, pero no se ha determinado si la causa principal es la pérdida de la fertilidad química, la disminución del nivel de humus o el deterioro de la estructura del suelo o del equilibrio microbiano.

La disminución en los rendimientos condena definitivamente la forma intensiva de la agricultura propuesta en substitución de la migratoria, mientras no sea posible, por medios distintos al barbecho forestal:

1. reponer la reserva de elementos químicos fertilizantes en el suelo;

2. mantener el nivel de materia orgánica; y

3. asegurar la protección de la estructura del suelo y el equilibrio microbiológico.

Las rizosferas de las plantas cultivadas podrían ser provistas de nutrientes minerales mediante la aplicación de abonos químicos, aunque la cuestión muchas dificultades, principalmente técnicas, pero también económicas y sociales. La dificultad técnica es que todos los experimentos hechos hasta ahora con fertilizantes en la zona forestal han sido de dudosos resultados, generalmente antieconómicos y algunas veces negativos. Ello se debe a la rápida lixiviación de los elementos solubles o a la fijación de los fosfatos, en forma insoluble, por los compuestos de hierro.

En el caso de las plantas anuales, podrían contrarrestarse los efectos de la rápida lixiviación de los elementos fertilizantes mediante abonos laterales durante el período de crecimiento. Este método permite a las plantas que tienen un sistema de raíces suficientemente desarrollado absorber los fertilizantes solubles rápidamente, antes de que los laven las lluvias. En el caso de las perennes, debiera de ser satisfactoria la aplicación de abonos de cobertera al alcance de las raíces absorbentes.

Para impedir que los abonos fosfatados se fijen en forma insoluble, se han propuesto métodos que reducen la superficie de contacto entre las partículas del suelo y los minerales aplicados. Se recomienda en especial aplicar los abonos en forma de briquetas, que se entierran en el suelo a la altura de las raíces absorbentes. Este método, sin embargo, no se ha aplicado todavía en gran escala. Finalmente, el complejo absorbente del suelo podría saturarse mediante grandes aplicaciones, como se hace en otras regiones ecuatoriales, y para ello serían más satisfactorios los abonos fosfatados naturales (fosfato de roca) que los solubles (superfosfatos).

Aun si la adaptación de tales métodos a las condiciones locales hiciese factible la aplicación de abonos químicos, su empleo en gran escala seguiría siendo prohibitivo por el precio. El cultivador local levanta principalmente cosechas alimentarias de poco valor comercial y demasiado voluminosas para el transporte a gran distancia. Los cultivos industriales que practica, tales como el algodón y la Urena, también tienen poco valor económico, debido a lo elevado del costo de entrega al mercado internacional. Se añade a esto la falta de producción nacional de abonos que, por lo tanto, tendrían que ser importados. Gracias al actual plan de electrificación, se podría producir abono nitrogenado en el país, pero todavía no se han encontrado depósitos importantes de abonos potásicos y fosfatados. Solamente se podría obtener una gran cantidad de magnesio de las aguas magnésicas de algunos lagos y ríos.

Finalmente, hay que contar también con la naturaleza sencilla y primitiva del pueblo, su fatalismo y su apego a las costumbres ancestrales. Sus conocimientos de agricultura son todavía muy rudimentarios. Para conseguir la aplicación general de fertilizantes se tendría que emprender una enorme campaña de divulgación y demostraciones. Es evidente que sería inútil apelar individualmente a los productores nativos y únicamente se podrían conseguir resultados mediante las cooperativas agrícolas. Hace poco se inició una campaña para agrupar a los cultivadores en cooperativas, y quizá sea éste el medio de promover la introducción de abonos si su empleo es aconsejable técnicamente.

También presenta grandes dificultades el mantenimiento del nivel de materia orgánica en el suelo y la consiguiente retención del humus verdadero. La principal consiste en la rápida destrucción de la materia orgánica y lo poco que dura el humus producido por su descomposición.

A este respecto hay que distinguir entre los tipos de materia orgánica vegetal que se dé al suelo, porque de ello dependerá el ritmo de su destrucción. Se sabe que, en condiciones ecuatoriales, los hidratos de carbono se descomponen en el suelo en menos de tres meses, las celulosas y las hemicelulosas en menos de 6 y la lignina puede durar hasta 17 meses.

Esto corrobora la especial importancia del barbecho forestal, porque es el que proporciona más materia orgánica en forma de lignina. Es difícil concebir un sistema de agricultura intensiva que sustituya a la migratoria, que es la proveedora de lignina. Sin embargo, se podría estudiar un sistema en el que el barbecho forestal se aplicase a intervalos muy distantes alternando con períodos de cultivo que comprendiesen varias rotaciones como las mencionadas anteriormente, pero con barbechos artificiales cortos y, quizás, aplicando abonos minerales.

Todos los sistemas de agricultura intensiva se basan o en el empleo de cultivos de abono verde, mantillo y abonos animales, o en el de praderas artificiales. Incluso si se encuentra un método satisfactorio de abono verde, su aplicación a la agricultura de los nativos: encontraría las mismas dificultades que el empleo de abono mineral. El agricultor nativo no tiene animales de tiro ni máquinas que faciliten la plantación y roturación con cultivos de abono verde. Además, dada su mentalidad, sería muy difícil conseguir que aceptase un método que exige tanto trabajo sin beneficios visibles. Finalmente, debido al escaso producto de su trabajo, está obligado a dedicar casi todo su tiempo a las cosechas. Por eso sería imposible añadir una técnica que exige tanta labor como la del abono verde, sin reducir su superficie de cultivo y, por lo tanto, sus pequeños recursos.

La única manera probable de conseguir un barbecho que mejorara el suelo sería encontrando una planta que, al mismo tiempo que asegurara su regeneración, constituyese un cultivo comercial. A este respecto se ha recomendado el cultivo de la Abroma augusta, con la que se han hecho experimentos.

En teoría, el mantillo sería la solución ideal para las dificultades que supone el mantenimiento de la fertilidad del suelo. Los experimentos hechos en la zona forestal del Congo demuestran que la misma parcela puede cultivarse continuamente sin recurrir al barbecho, si se aplican todos los años grandes cantidades de mantillo. Pero tampoco este método se puede emplear en gran escala. De hecho, plantea un problema doble: primero, que la producción de enormes cantidades de materias para el mantillo, su transporte a los pozos y su preparación implica mucha mano de obra y segundo, que es también labor muy onerosa su acarreo y distribución por los terrenos. Este sistema es especialmente inaplicable porque el productor nativo no cuenta con medios de carga y toda su mano de obra la emplea directamente en la labor productiva.

El mismo problema presentan las capas de paja, recomendadas con frecuencia para las plantaciones de árboles. Conservar de esta manera la fertilidad de una parcela exige el disponer de otra, por lo menos del mismo tamaño, para producir la paja; parcela ésta, que, a su vez, está expuesta a deteriorarse rápidamente si no se aplican métodos de conservación de la fertilidad del suelo. El resultado es un círculo vicioso.

A este respecto no debe echarse en olvido que la rapidísima destrucción de la materia orgánica y del humus en la región ecuatorial hace necesario disponer de cantidades mucho mayores de mantillo que en las zonas subtropicales y templadas. El prepararlo con los residuos de las cosechas, sólo facilitaría cantidades insignificantes comparadas con las que se necesitan. Sería indispensable disponer de un suministro de materias vegetales de otro origen.

Como no hay ganado en la Cuenca Ecuatorial, el pensar en recurrir al estiércol de corral es de momento una mera idea. El cultivador nativo sólo posee unas cuantas cabras y ovejas y con sus excrementos únicamente podría enriquecer, a lo sumo, un montón de mantillo de desperdicios que apenas bastaría para abonar el huerto casero y cultivar verduras para el consumo diario. No puede pensarse de ninguna manera en el estiércol de corral para las superficies, mucho mayores, que serían necesarias en la producción de cultivos alimentarios e industriales. Por lo tanto, hasta que se haya aclimatado el ganado a las condiciones ecuatoriales, en una fase ulterior del desarrollo agrícola, no se podrá pensar en el empleo del estiércol de corral, aunque también en este caso se presentarán los problemas del acarreo y de la conservación del humus del suelo.

Finalmente, sólo se podrá pensar en barbechos vivos o praderas artificiales cuando la presencia del ganado permita recurrir a ellos como un medio para mejorar el suelo. Entre tanto, tendrá que probarse su conveniencia técnica. Los barbechos vivos tienen la ventaja, sobre el barbecho forestal, de que tienen una acción más benéfica sobre la estructura del suelo. Por otro lado, las raíces más cortas de la hierba, proporcionan menos minerales a las tierras de labranza y se destruye antes su materia orgánica. Puede ser difícil volver a poner la tierra en cultivo después de un barbecho vivo. Desde el punto de vista económico, tienen la gran ventaja de que permiten un aprovechamiento lucrativo del barbecho y es mejor que el mantillo y el estiércol porque elimina el acarreo y el manejo de la materia orgánica.

Conclusión

Las conclusiones no son alentadoras. La renovación de las reservas de materia orgánica en los suelos ecuatoriales, difícil de por sí a causa de la situación económica y técnica del cultivador nativo y de la falta de ganado, lo es aún más por la rapidez con que se destruyen. Por lo tanto, habría que proporcionar humus al suelo con un ritmo mucho más rápido que en las tierras labrantías de las zonas templadas, y tendrían que aplicarse cantidades muy grandes.

En todos los puntos que se han tocado hay un amplio margen para la investigación científica agrícola, si se quieren encontrar métodos de cultivo que sustituyan a la agricultura migratoria. Tales estudios tratarían de:

1. Hallar las técnicas agrícolas que conserven en el suelo el máximo de materia orgánica, principalmente impidiendo la erosión, protegiéndolo contra la aireación, la luz y el calor solar excesivos. Para ello, sería conveniente adoptar un sistema de rotaciones ininterrumpidas y cultivos asociados o mixtos, modelados sobre los métodos nativos, junto con plantas perennes;

2. hallar los métodos más sencillos, eficaces y baratos de proporcionar al suelo materia orgánica, sin recurrir al barbecho forestal;

3. proyectar métodos agrícolas compatibles con el escaso contenido de humus del suelo y sin poner en peligro la conservación del valor agrícola de éste.

Para poder adelantar en este sentido, parece que el requisito preliminar sea la introducción del ganado y la propagación de su empleo en la economía rural.

Con la introducción de ganado mejorarían inmediatamente los métodos del cultivador, el cual aumentaría la capacidad de percepción de utilidades de su tierra, convirtiendo, por medio del ganado, los productos primarios - de poca valía - de sus cosechas en valiosos productos secundarios (carne, cueros y productos lácteos). El ganado también contribuiría a aprovechar económicamente los barbechos, aumentando así las utilidades de la tierra. De esta manera se remediaría la terrible debilidad de la actual economía rural y se prepararía el camino para una agricultura más intensiva. Claro está que todas estas perspectivas son para un futuro muy lejano.

De momento, la mejora del sistema de agricultura migratoria y la sustitución de las formas primitivas por otras intensivas, tiene que examinarse tomando en consideración las leyes económicas. La transformación de la agricultura es, sobre todo, un problema de inversión, de capitales. El agricultor nómada empieza con nada y el cambio de sus métodos significaría una enorme inversión por unidad de superficie, lo mismo si se trata de mejorar la tierra arrancando los tocones, arrasando los hormigueros de termitas, regando, haciendo obras de avenamiento, construyendo carreteras, etc.; que de edificios tales como cobertizos para los productos y silos; que de útiles, máquinas y herramientas y vehículos para el acarreo; que de animales - lo mismo si se trata de ganado para la cría que para el tiro y la carga.

Por lo que se refiere a la agricultura, sólo puede pensarse en inversiones cuando el aumento que produzcan en las utilidades que dé la tierra sea, por lo menos, igual al interés del capital invertido. No puede ser de otra manera, porque el agricultor que no tiene capital, sólo podría invertir dinero, para la mejora de la agricultura, individual o colectivamente, por medio de un sistema de créditos.

El caso es el mismo por lo que respecta a los costos anuales de producción. El mejoramiento de la agricultura, que lleva consigo la provisión adicional da mano de obra; el pago de edificios y aperos; el suministro de maquinaria, la adquisición de abonos: químicos, insecticidas, fungicidas, etc., aumentaria los costos totales de producción a una cantidad elevadísima en comparación con la actual, y sólo sería aconsejable si la producción agrícola tuviera un margen de utilidades más alto que al presente. Tampoco en este caso parece que el agricultor nativo pueda soportar un aumento, por ligero que sea, en los costos de producción.

Debe observarse, sin embargo que, hasta cierto punto, la debilidad de la agricultura migratoria es una garantía de estabilidad económica. Un sistema en que los costos de producción quedan limitados a la mano de obra de la familia y que provee a ésta de alimento, protege también a la aldea de los problemas económicos que causan las grandes fluctuaciones en el mercado de productos y mano de obra. Un sistema agrícola más elaborado sería mucho más vulnerable.

Sin embargo, la intensificación de la agricultura - que lleva consigo la inversión de capital y el aumento de los costos de producción - quizá sólo sea posible si la economía agrícola tiene suficiente capacidad para absorber la inversión. En caso contrario, las medidas económicas que pueden incrementar tal capacidad tendrán que preceder a las técnicas y crear condiciones favorables para su aplicación.

Siempre es sabio evitar cualquier perturbación que pueda causar en el sistema agrícola consuetudinario la introducción precipitada de conceptos demasiado extraños al pensamiento tradicional. Es el caso particular del sistema indígena de tenencia de tierras, que conviene especialmente a la agricultura migratoria. No resulta fácil construir inmediatamente, dentro de esta estructura, un sistema intensivo de agricultura. En otras palabras, se ha de tener muy presente el factor humano, que sólo puede modificarse lenta y gradualmente.

Por lo tanto, de momento no se puede abandonar el sistema Bantú de agricultura migratoria y sustituirlo por otros métodos intensivos.

Traducción de un texto original en francés.

La conquista del sol para usos domésticos

La luz del sol puede convertirse en el «combustible» más barato para los millones de familias que habitan las regiones insuficientemente desarrolladas y que no están en condiciones de adquirir hornillos nuevos y relucientes ni tampoco leña.

Un científico en energía solar de la Universidad de Nueva York ha concebido un hornillo práctico y económico, que calienta con la luz solar. La Fundación Ford ha dado su apoyo al proyecto, concediendo una donación a la Dirección de Investigaciones de la Escuela de Ingenieros de la Universidad de Nueva York, para que practique detenidas investigaciones y proceda a la creación del hornillo de sol.

El proyecto tal como ha llegado a conocimiento de la FAO, traspasa los límites de la ingeniería. Por lo tanto, será también preciso que, simultáneamente con el desarrollo científico de esta cocina, sé determinen los efectos económicos que habrá de producir la introducción y adaptación de un nuevo dispositivo de tal naturaleza a las costumbres de las gentes a que se destina.

Otro aspecto del estudio, e importante también, es el análisis de los materiales y de la industria de dichos países. ¿De qué materiales se dispone para incorporarlos al hornillo de sol? ¿Con qué técnicos se cuenta para su fabricación? ¿Cuál es el potencial industrial del país para su producción en serie?

El costo es un factor decisivo para a introducción de este sistema de guisar con sol en las regiones poco adelantadas. Hasta la fecha, la cocina solar que con más posibilidades de éxito se había concebido, exigía un reflector parabólico, que cuesta mucho.

El nuevo modelo de hornillo elimina la necesidad de estos reflectores. Además, tiene la ventaja de que el calor requerido para guisar puede conservarse hasta una hora, aproximadamente, después de haberse puesto el sol, que es cuando se prepara la nena; y esta facultad de almacenar energía calórica, resuelve en gran parte la dificultad de tener que cambiar frecuentemente de sitio el hornillo para captar directamente la luz solar.

El hornillo es una caja perfectamente aislada, de forma casi triangular. Cuatro espejos planos corrientes irradien de la cara inclinada del hornillo. En la parte posterior de éste, hay un cajón movible a través del cual se colocan los alimentos.

Los espejos reflejan la luz solar por la superficie inclinada del hornillo concentrándola en el interior, lleno de unos productos químicos especiales que absorben el calor. El hornillo funciona por el principio del «calor de fusión» o «calor de transformación». Todos los materiales, al fundirse, precisan de una gran cantidad de calor para transformarse de sólidos en líquidos. Durante la licuefacción, la temperatura del material no varía, sino que se mantiene en el punto de fusión. El problema que plantea el hornillo de sol y otros dispositivos de almacenar calor, es el de obtener materiales que tengan un calor de fusión relativamente alto. Por lo tanto, en el hornillo de sol el calor solar produce una serie de cambios en las sales que almacenan calor, que pasan del estado sólido al líquido. Estos cambios son los que despiden el calor que se emplea para guisar.

Los primeros modelos de este hornillo han creado temperaturas hasta de 148° C. en días en que la temperatura a la intemperie era inferior a 21° C. Para las operaciones normales de la cocina, se cree que es ampliamente suficiente una temperatura de 120° a 148° C. En los días claros se ha conseguido que el hornillo produzca las altas temperaturas que se requieren para freír y tostar. Las regiones a las que se destina el hornillo gozan de la luz directa del sol la mayor parte del año.

El grupo investigador de la Universidad de Nueva York estima que su hornillo podrá perfeccionarse de tal manera que sea posible fabricarlo y venderlo al precio de 5 dólares. Hasta la fecha, la cocina de sol más barata que se ha conseguido vale 16 dólares. El modelo de hornillo habrá de adaptarse no sólo a las circunstancias de costo y hábitos locales, sino que tendrá que llenar los siguientes requisitos: ser de larga duración, de fácil funcionamiento y limpieza, sencillo y portátil, susceptible de funcionar a primera hora de la tarde, y no requerir mucha atención mientras se cocinan las viandas.


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