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Fomes annosus

J. D. Low
Comisión Forestal, Reino Unido

El hongo Fomes annosus provoca una grave enfermedad forestal en muchos países. Su enorme acción destructiva es bien conocida desde hace mucho tiempo y su posible difusión despierta hoy grandes inquietudes. El presente artículo, que constituye un resumen de un estudio más completo que se publicará en breve, describe los resultados de las investigaciones efectuadas hasta la fecha en el Reino Unido para detener todo posible avance de la infección. No se ocupa del tratamiento de infecciones establecidas, tema al que asimismo se está dedicando importante atención en las actuales investigaciones.

LA importancia del hongo Fomes annosus radica principalmente en que causa la podredumbre del raigal, pero ocasiona además otros graves daños ya que favorece el derribo de los árboles por el viento, la muerte de los pies y la reducción del incremento volumétrico. (tasi todos los montes de la Gran Bretaña están formados por pies cortables en el primer turno, libres en un principio de Fomes annosus. Estas masas contrastan sensiblemente con las pequeñas áreas donde se cultivaron coníferas anteriormente, en las que el hongo actualmente va quedando en general bien establecido y en las que se aprecia con toda claridad la progresiva degradación de las masas. A esto obedecen las medidas que al presente se adoptan para combatir la infección y evitar que siga propagándose y aumentando.

Mecanismo de la infección

El hongo penetra con preferencia por los tocones recientemente cortados. Las esporas transportadas por el viento se depositan sobre estos tocones reproduciéndose en su interior hasta invadir el sistema radical, llegando entonces por contacto o fusión entre raíces hasta otros árboles en pie de las cercanías. El medio más común de infección inicial en una plantación es por los tocones dejados en las claras y, en menor grado, durante operaciones tales como la apertura de vías de saca. También las cortas a hecho dejan un gran número de tocones. La regular provisión de tocones explica probablemente por qué esta enfermedad alcanza proporciones mucho más grandes en las plantaciones que en el bosque natural. Dado que los tocones permanecen infectados durante largos períodos de tiempo, con frecuencia de hasta más de 40 años, la enfermedad queda fácilmente transmitida a una masa nueva por obra de los gérmenes presentes.

De esta forma, el factor que más decisivamente favorece la infección es la destrucción, por medio de las operaciones de aclareo y de corta rasa, del equilibrio que normalmente existe entre el árbol y el hongo, así como la provisión de tocones que ofrecen un medio ideal de entrada del patógeno en la nueva masa. El substrato del tocón de un árbol cortado en pleno vigor, la reducción en la resistencia natural de los tejidos al desarrollo del parásito y la abundancia de contactos y fusiones entre las raíces de árboles próximos, proporcionan una combinación de factores tan favorables para la infección que no parece sino que las operaciones silvícolas se han ideado con tal preciso objeto. Además, los tocones constituyen de ordinario la principal fuente de esporóforos. Los tocones infectados presentes en el terreno provocan la infección de los árboles vecinos y también de las masas subsiguientes en el mismo terreno, pero la presencia de tales tocones con sus esporóforos asociados influye, con su producción de esporas, en modo muy sensible sobre el ritmo de desarrollo de la enfermedad en todas las plantaciones de coníferas circundantes o próximas.

El hongo no vive libremente en el suelo, sino que está casi por entero circunscrito a los tejidos leñosos de su árbol o tocón hospedante. Como vías de infección pueden actuar los tocones infectados que resulten de las claras, los árboles infectados o los tocones viejos infectados de una masa anterior. Otras posibles vías de entrada las constituyen las lesiones mecánicas resultantes de la poda y desrame (heridas), corta y extracción (daños al fuste y a las raíces superficiales), eliminación de guías dobles y acción de los animales (daños en la base del fuste). Estas causas no parecen ser al presente de gran importancia. Probablemente, la mayor gravedad corresponde a las lesiones mecánicas durante la extracción, sobre todo las causadas a las raíces. No se tienen pruebas de ninguna clase que confirmen la opinión de que la infección puede penetrar directamente desde el suelo, o de que las raíces muertas constituyen una vía normal de entrada. No hemos observado nunca la infección en masas cortables en el primer turno antes de las claras, excepto en casos muy raros en que pudo descubrirse una vía especial de entrada: por ejemplo, la corta de pies jóvenes para usarlos como árboles de Navidad ha conducido en ocasiones a una infección temprana.

Factores que influyen sobre la infección y su evolución

Aunque el grado de infección está condicionado por gran número de factores, entre los que figuran las variaciones en cuanto a reacción de las especies, factores estacionales, estado sanitario de los árboles y competencia de los hongos, el factor que influye en forma más directa es la magnitud y asimilabilidad de las fuentes de infección. Teniendo en cuenta el corto período de tiempo en que vienen practicándose plantaciones de coníferas en el Reino Unido, el actual grado de infección es más bien bajo. El incremento y establecimiento de la infección se mide por decenios aun en las condiciones más favorables para el hongo, de manera que, en ausencia de una protección de las masas, la mayor parte de las extensas nuevas masas de coníferas atravesarían por las primeras fases de infección sin apenas mostrar síntomas externos. Por otra parte, algunas de las zonas forestales más viejas muestran hoy los efectos de un prolongado período de acumulación del parásito, registrándose ya daños muy graves en las masas jóvenes de segundo turno.

Durante el curso de una rotación, es de temer que todas las plantaciones de coníferas, cualquiera que sea su grado de aislamiento, queden infectadas en cierto grado. El aislamiento nunca es suficiente para inmunizar contra el ataque, si bien la posibilidad de una infección temprana y el grado de una infección inicial quedan ciertamente modificados en medida considerable por este factor. El establecimiento de la infección es, por otra parte, más rápido cuando existen fuentes cercanas de esporas, siendo la situación de más peligrosidad inmediata en los bosques en que tal ocurre.

Una vez presente la infección en una plantación, ésta se propaga en forma lenta y continua a través de los sistemas radicales y, lo que es más importante, la producción local de esporóforos multiplica el número de esporas de Fomes presentes en el aire, siendo así mayor la posibilidad de infección de los tocones que resulten de claras posteriores. Dado que las esporas se trasladan libremente hasta distancias considerables, el peligro total de infección de tocones en una plantación determinada dependerá también de su posición respecto del resto del bosque. La recíproca acumulación del hongo entre plantaciones distintas reviste tanta importancia como el propio curso de la infección en cada una de éstas. Este factor constituye una de las principales diferencias que se advierten entre las condiciones que prevalecen hoy día comparadas con las de otros tiempos. La mayoría de las nuevas áreas de coníferas constituyen cuarteles relativamente grandes, y en ellos la entrada de la infección en un sector cualquiera influirá en modo notable sobre el predominio que alcance Fomes en el resto del cuartel. En épocas pasadas, en las que eran más usuales las pequeñas y diseminadas zonas de monte claro, los efectos del aislamiento eran mucho más sensibles. Por otra parte, casi todos los montes nuevos cuentan desde el principio con al menos un área reducida dentro del monte o próximo a él en que ya se habían plantado coníferas y en que, por tanto, ya se han establecido las fuentes de infección. Era raro que las plantaciones de coníferas del último siglo quedaran expuestas a la infección de esta forma.

Quizás el resultado más trascendente de las investigaciones hechas hasta el presente es que la podredumbre infecciosa es mucho más grave en las masas de segundo turno que en las de primero. No existen pruebas de que esta podredumbre desaparezca o disminuya de una masa o un lugar determinado, una vez establecida.

Rapidez de evolución

Es fundamental tener en cuenta el factor tiempo al considerar el comportamiento futuro de Fomes. No es este hongo un patógeno cuyo ciclo completo de evolución ocurra en una sola temporada ni cuya incidencia varíe según los cambios anuales en las condiciones. Fomes es un hongo que una vez que ha penetrado en un árbol permanece en el mismo hasta mucho después de muerto el hospedante, prosiguiendo como tara congénita de futuras generaciones forestales. A partir del punto inicial de entrada, invade el árbol y se propaga hasta otros pies circundantes con gran lentitud. La rapidez de evolución de Fomes varía considerablemente y la podredumbre y establecimiento gradual del parásito se producen a una velocidad mucho más lenta que cuando se trata de árboles muertos. Por término medio transcurren de 6 a 10 años entre la infección del tocón y la aparición de manchas fungosas en el raigal del árbol más próximo, exigiéndose un tiempo aún mayor en casi todas las especies para la aparición (poco frecuente) de esporóforos. Así, pues, tanto la propagación del hongo a través del sistema radical, como el aumento de las esporas presentes en el aire, necesarios para las nuevas infecciones, serán muy reducidos durante un tiempo considerable con posterioridad a las infecciones iniciales procedentes de una fuente externa. Fácilmente se comprende que durante el primer turno Fomes con frecarencia no pasa de las fases de entrada y establecimiento, causando daños en grado muy reducido. De ordinario es durante el segundo turno cuando los ataques tienden a revestir proporciones de verdadera gravedad. Cuando por falta de una infección provocada por claras, la entrada del parásito se registra muy tardíamente en la primera rotación, la evolución queda aún más retrasada. Así, pues, aunque es posible seguir las tendencias de la infección y recoger pruebas que apunten hacia la eventual existencia de ataques muy difundidos y graves, los cambios que se operan a lo largo de breves períodos de tiempo, con frecuencia son tan ligeros que pasan inobservados.

Ataques letales

Aunque son bien conocidos los ataques letales de Fomes y pese a que en algunas localidades puede conducir a notables pérdidas, la importancia de estos ataques es muy limitada en el país en conjunto. En comparación con la podredumbre del raigal, la muerte de los árboles despierta escasos temores. Los otros aspectos del ataque de Fomes, esto es el abatimiento por el viento y la reducción en el incremento de masa, probablemente demostrarán en último término ser de importancia mucho mayor que la muerte. Sin embargo, cuando se produce la muerte de los árboles, el resultado puede ser bastante grave, ya que la presencia del hongo está asociada con efectos distintos y no menos graves que la mortalidad. El pino es la principal especie afectada por estos ataques letales, si bien pueden sucumbir otras muchas, sobre todo en los primeros años posteriores de la repoblación de un lugar infectado. Sin embargo, aun en el caso del pino, la proporción de plantaciones gravemente afectadas por la mortalidad es muy reducida y casi todas las así afectadas presentan una reacción alcalina del suelo o han sido anteriormente dedicadas a usos agrícolas. Reducción en el incremento de masa y abatimiento de árboles por los vientos como consecuencia de la

El hongo Fomes, por provocar la muerte de las raíces, altera en grado muy considerable las dos funciones primordiales de éstas, que son la absorción de elementos nutritivos y la fijación de la planta al suelo, a la vez que puede conducir a la muerte del árbol entero. Hasta el presente, muy poco sabemos del efecto de la podredumbre radical sobre el incremento de masa, pero las investigaciones efectuadas en otros lugares indicaron claramente que las pérdidas así producidas en determinadas circunstancias pueden ser superiores a las causadas por la podredumbre del raigal. Las pérdidas que obedecen a esta causa pueden fácilmente pasar inadvertidas o atribuirse a factores ecológicos en vez de referirlas el efecto directo de una lenta destrucción de las raíces. Es facilísimo no advertir un factor tan perfectamente oculto como es éste, sobre todo dado que los forestales están habituados a etiologías con síntomas visibles. De los cuatro efectos resultantes del ataque de Fomes, únicamente la muerte, que es probablemente el de menor importancia, es en cierto grado visible.

La experiencia muestra que con frecuencia los árboles derribados por el viento presentan una podredumbre de las raíces. En algunos de los casos más notables de abatimiento de los árboles por el viento registrados en Norteamérica, se reconoció como causa directa la podredumbre de las raíces. En la Gran Bretaña, el abeto de Douglas parece ser la especie que más sufre en este aspecto. En algunos casos, incluso las raíces

El derribo por el viento, asociado con la podredumbre, solamente se ha observado en los árboles más viejos. Algunos árboles se rompen en el suelo por su base podrida, otros se quiebran al ras del suelo y, en fin, otros se contraen en algún punto del fuste. La rotura y caída será más frecuente a medida que la masa envejece.

Protección de las masas

El momento más propicio para combatir al Fomes es durante la fase crítica de entrada inicial en la masa. Esto se refiere no solamente a un terreno en que crezca una primera masa de coníferas sino también a otros lugares en que la infección esté ya establecida. Los tocones recientes, que constituyen un medio ideal para la germinación y desarrollo de las esporas de Fomes, son en cierto modo selectivos, ya que Fomes colonizará algunos tocones de coníferas, sobre todo los de pino, más rápidamente que la mayor parte de los demás hongos. Podrá influirse sobre esta circunstancia por medios diversos: creando una barrera completa contra todos los hongos y esperando a que el suelo quede invadido a tiempo por saprófitos; utilizando una sustancia protectora que sea selectiva y que permita establecerse a los hongos inofensivos, a la vez que impida el asentamiento del patógeno; o sirviéndose de un material que altere selectivamente el substrato del tocón. Se sabe aún demasiado poco sobre la ecología de los hongos que atacan a los tocones, a posar de lo cual se conocen ya algunas sustancias que sirven de eficaz protección, entre las cuales la creosota, si se elige y aplica en el modo conveniente, es la más segura. Es probable que con el tiempo la creosota quede sustituida por un preparado químico o una mezcla de preparados que, a la vez que sirvan de barrera defensiva superficial, aceleren la muerte del tocón, alterando así la estructura de éste en lugar de preservarlo en su estado inicial, como lo hace la creosota.

Prácticas de protección

La creosota no es una sustancia única de composición constante, sino que este término general abarca una gran variedad de productos. Para el tratamiento de los tocones, al igual que para la preservación de las maderas, algunas creosotas son más eficaces que otras y debe llevarse cuidado en la elección de la más conveniente. Se recomienda una creosota de especificación normal o una de alquitrán de hulla (procedente de fábricas de gas). Debe tratarse siempre de evitar productos adulterados. Cuando se utiliza una creosota de mala calidad se registra un grave fallo en la protección. Otras dos importantes causas de protección ineficaz las constituyen una cantidad insuficiente de antiséptico y un retraso excesivo en la aplicación. Es una falsa economía hacer que la creosota cubra la máxima superficie. Para obtener una buena penetración es preciso aplicar el antiséptico sin limitación ninguna y, aun tratando de evitar malgastos excesivos, siempre será preferible un cierto malgasto a una aplicación insuficiente. Se cuidará en especial de recubrir todos los puntos del tronco en que el leño aparezca a la superficie (cortes de hacha, etc.), en particular los desgajamientos irregulares. Dado que el costo de los materiales es sólo de una quinta parte del costo total, correspondiendo el resto a la mano de obra, es evidente que se buscará la mayor rapidez posible, sin prestar excesiva atención a los materiales empleados. Es aconsejable utilizar una brocha de mango corto con cerdas suaves que absorba un gran volumen del antiséptico. En terreno llano y favorable ha resultado muy satisfactorio el procedimiento del pote abierto y de la brocha; en los bosques montañosos, la aplicación no será tan fácil. Lo mejor es utilizar un jarro de un galón (4,5 litros) de capacidad, con pico y asa. La creosota se vierte sobre el tocón y se extiende después con la brocha. La ancha base y pequeño caño del recipiente evita que el líquido se vierta. Estos recipientes se fabrican hoy con pico de politeno que es más resistente.

En cuanto al momento de la aplicación se ha podido observar que, si bien pueden obtenerse buenos resultados con un tratamiento efectuado el mismo día de la corta, la protección resulta a veces inefectiva, sobre todo cuando la producción de resina en la superficie cortada impide la penetración de la creosota. Otra razón para evitar todo retraso es la posibilidad de que las esporas sean transportadas por las lluvias hasta otros puntos del bosque, por lo cual en la práctica ha de tratarse siempre de una aplicación inmediata con un intervalo máximo de media hora. Los mismos operarios que apean los árboles deberán llevar consigo la creosota y tratar los tocones antes de alejarse. Con esto se evitará recorrer una misma zona dos veces y se eliminará la dificultad, cuando se corte una serie de árboles, de que los tocones queden cubiertos por los desechos de corta antes de recibir el tratamiento. Por pocos que sean los tocones que se dejen sin tratar y cubiertos por residuos de corta, éstos podrán propagar la infección a la nueva masa, y otro tanto ocurre con los tocones que posteriormente queden dañados durante la extracción. La creosota no deberá emplearse jamás para tratar las heridas de árboles vivos.


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