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El bosque en la ordenación del territorio y el aprovechamiento de las tierras

SECRETARÍA DE LA FAO

Una de las principales tareas del Grupo de Trabajo sobre Repoblación de la Comisión Forestal Europea de la FAO ha sido formular razones convincentes para la aplicación general de políticas de ampliación y restauración forestales.

Con ayuda del Relator, Sr. J. A. de Vaissière (Francia), la Secretaria de la FAO ha preparado un tratado sobre el tema, impulsado en parte por el Proyecto de Fomento del Mediterráneo. En distintas etapas de la preparación del estudio, algunas partes han sido sometidas al Grupo de Trabajo. En su último período de sesiones, celebrado en Turquía en 1959, éste decidió publicar en Unasylva la introducción al estudio con el carácter de « manifiesto ». Se reproduce aquí, vertido del original francés.

EN un principio el bosque primitivo estuvo sujeto a una economía de recolección; toda su producción-frutos, hojas y madera - se utilizaba para satisfacer las necesidades del hombre y su rebaño.

Con la aparición, y luego el desarrollo de la agricultura sedentaria, el bosque se convirtió en la prolongación de las actividades de explotación agrícola; servía para el apacentamiento del ganado y proporcionaba cama y forraje para éste, materias primas para la construcción y la calefacción, dentro del marco de una economía de subsistencia, predominante cuando la insuficiencia de los medios de transporte y de las vías de comunicación no permiten un intercambio en gran escala. Los montes aldeanos o comunales continúan siendo una necesidad para la explotación agrícola. La madera, material pesado y voluminoso, es aprovechada en el lugar por el agricultor mismo o por artesanos locales. En Europa, el castañar «que sirve para todo », es un ejemplo típico de tal situación.

En los períodos de paz social, el aumento de la población, que en su mayoría continúa ligada al suelo, con frecuencia da origen a desmontes sin preverse siempre las consecuencias. A veces el hombre, apropiándose tierras que rotura y cultiva sin preocuparse de la conservación del suelo y las aguas, origina su propia pérdida. La decadencia de muchas colectividades y el retorno a las actividades pastorales no son a menudo sino consecuencia de abusos en el aprovechamiento que, sobre todo en las regiones en que el suelo y las condiciones climáticas permiten sólo una agricultura marginal, no han estado compensados por los trabajos correspondientes de conservación o restauración de los suelos.

Al iniciarse la era industrial, aumentó la importancia del bosque como fuente de combustible; al mismo tiempo proporcionó grandes cantidades de madera de construcción, industrial y para minas y traviesas. Las fraguas, las fábricas de vidrio y las salinas se instalaron en la proximidad de las fuentes de materias primas, pero también cerca de los bosques, fuente de energía y, por otra parte, el desarrollo de las minas, los ferrocarriles, etc., exigió cantidades crecientes de madera para minas y traviesas y para fines industriales.

Así ha habido una tendencia a que se establecieran, en el curso de los siglos, en momentos distintos de la historia, según los países, de acuerdo con las condiciones económicas y sociales, ciertas relaciones entre bosque, agricultura y ganadería, por una parte, y bosques e industria, por otra.

Después, en ciertas regiones, sobre todo en Europa a fines del siglo XIX, el desarrollo de las comunicaciones, los progresos técnicos en materia agrícola y la aparición de productos sucedáneos de la madera dieron como resultado una modificación de esas relaciones bien arraigadas. La finca agrícola, al ampliarse la economía de mercado como resultado del desarrollo de las comunicaciones, dependió menos del bosque por lo que respecta a combustible, materiales de construcción y alimentación del ganado. Algunas regiones de colinas o montañas, apropiadas principalmente para actividades agro-pastorales o silvo-pastorales, fueron abandonadas por sus habitantes, que se establecieron en las llanuras, donde se disfrutan los beneficios del progreso tecnológico y se logran mejores condiciones de vida con un trabajo menos penoso; la madera, que había perdido sus mercados tradicionales debido a la competencia de nuevas fuentes de energía o de productos sucedáneos, se ha convertido en materia prima básica para industrias que exigen inversiones iniciales muy importantes, y las cuales, como contrapartida, deben asegurarse un suministro regular de materias primas para garantizar el pleno empleo de una mano de obra calificada y amortizar regular y rápidamente el capital invertido.

Ante esa evolución, que se observa sobre todo en Europa y América del Norte, pero que aparecerá indudablemente en otras partes, es necesario enfocar desde otros ángulos el lugar de los montes en el aprovechamiento racional de las tierras y la orientación que debe darse a la producción forestal. Como la política forestal es siempre de largo plazo, deben buscarse inmediatamente soluciones, ano cuando no sean necesarias en un futuro próximo. Pero esa búsqueda se impondrá con más urgencia en algunas regiones naturales donde la inadaptación de las economías locales podría producir desequilibrios de orden social y económico muy graves dentro de una nación.

Ordenación del territorio y aprovechamiento racional de las tierras

La cuestión del lugar que debe concederse a los montes se plantea desde luego en el plano nacional dentro del marco de una ordenación del territorio que se propone repartirlo entre:

1. Producción animal 0 vegetal, incluida la forestal;
2. Instalación humana (vivienda) y sus dependencias (fábricas, caminos, etc.);
3. Reservas (parques nacionales. bosques suburbanos).

En la ordenación del territorio se fijan los principios que rigen el desarrollo de las ciudades (urbanismo), la organización de las infraestructuras de base (en especial, las principales arterias de circulación y transporte, la producción y distribución de energía), el establecimiento de « centros de desarrollo » (zonas industriales), el fomento de las tierras rurales (en la agricultura, la silvicultura, la ganadería), la organización del tiempo libre (espacios verdes, turismo). Esa ordenación tiende a asegurar el mejor empleo de los elementos de producción, es decir, a evitar en la medida de lo posible la competencia entre distintas ramas de actividad de un mismo sector económico, o los conflictos entre diferentes sectores.

Así, el crecimiento de las ciudades, uno de los rasgos característicos de la evolución de las economías modernas, tiende a entrar en conflicto con la agricultura desde dos puntos de vista: el del aprovechamiento del espacio nacional (superficie cada día mayor, exigida por la ciudad y sus anexas) y el del empleo de la mano de obra (éxodo rural). Por ello, el agricultor y el forestal se ven obligados, si quieren beneficiar las tierras que se les asignen, a tener en cuenta los imperativos de la ordenación del territorio. No pueden ignorar la necesidad del urbanismo, así como el urbanista no puede ignorar la necesidad de conservar en la proximidad de las grandes aglomeraciones urbanas algunos espacios verdes, e incluso algunos cultivos hortelanos.

La ordenación del territorio puede, e incluso debe completarse, con la planificación de ciertas grandes regiones naturales: desarrollo regional dentro de un país o varios países vecinos. La ordenación de la cuenca tributaria de un gran río es un ejemplo de ese desarrollo regional. En algunos casos, los estudios pueden limitarse a proyectos de fomento regional.

Por tanto, si los forestales y agricultores deben intervenir en la ordenación del territorio, su papel es ano más directo y apremiante cuando se trata de asegurar un aprovechamiento racional de las tierras, es decir, el aprovechamiento más conveniente de las asignadas a la agricultura, los montes y el pastoreo. Una utilización racional de las tierras es la que combina los distintos modos de aprovechamiento (agrícolas, forestales, pastorales) en forma que se empleen lo mejor posible los elementos de producción (tierra, mano de obra Y capital), teniendo en cuenta las circunstancias existentes, o que puedan crearse, a fin de lograr uno o varios objetivos dados. Se fijan esos objetivos en función de los valores atribuidos a la conservación de los suelos y las aguas, al nivel de consumo y de vida, dentro del marco de una política nacional general aceptada. En consecuencia, el aprovechamiento de las tierras se basa, por tanto, en decisiones políticas.

La agricultura, la silvicultura y la ganadería, consideradas individualmente en conjunto, son modos de aprovechamiento de las tierras que pueden pretender cada una, como contribución al efecto total deseado, un papel físico (protección y conservación de suelos y aguas), un papel productivo (producción de alimentos o materias primas), y un papel social (empleo y mejoramiento, en general, del nivel de vida.

En cuanto a la silvicultura, este triple papel ha sido objeto de muchos estudios. Es el reconocimiento de esas tres s funciones lo que permite fijar los objetivos que han de obtenerse con los montes. Por otra parte, las medidas que se adopten para facilitar el desarrollo de los factores de producción y lograr los objetivos definidos deberían tener en cuenta las circunstancias técnicas, económicas e institucionales que señalan límites y posibilidades. Las circunstancias técnicas son las relativas al estado de los suelos, al grado de adelanto técnico y de formación profesional y a la permeabilidad de las poblaciones a la divulgación; las económicas son las relativas a la organización de los mercados, a la estructura financiera y económica, a la infraestructura de base y a las posibilidades de inversiones; las institucionales son aquellas que resultan de la legislación, el derecho consuetudinario y los derechos de uso.

Habría que mencionar aquí la naturaleza especial de los factores de producción en el sector forestal.

En general, la agricultura deja a los montes tierras más o menos marginales. Los bosques de alta productividad no se han formado nunca ni se formarán sino mediante una atención cuidadosa y continua que cualquier error de administración puede comprometer. Una intervención humana más a fondo que permita transformar el medio y utilizar al máximo los progresos técnicos permitirá obtener rodales de valor superior a los resultantes del simple juego de las fuerzas naturales; pero las más de las veces tal intervención no se justifica sino en las tierras mejores.

Como las inversiones en montes no rinden beneficios sino a largo plazo y como son considerables los capitales inmovilizados, en la mayoría de los casos los trabajos forestales exigen créditos públicos a largo plazo y a interés bajo. Además, el transporte de los productos del bosque a la fábrica exige igualmente inversiones importantes, en las cuales debe participar el dinero público. En cuanto a las fábricas de transformación, éstas necesitan tanto más capital cuanto que la mecanización y el aprovechamiento pleno de los progresos técnicos hacen necesarias mayores instalaciones. Finalmente, la formación de reservas y el ritmo de las estaciones, sobre todo en los países nórdicos, hace igualmente necesario contar con importantes capitales circulantes. Esta necesidad es ano mayor cuando se produce para la exportación y es menester apelar con frecuencia al crédito.

Finalmente, aunque parece existir la tendencia a asegurar el empleo total de la mano de obra calificada. la cual recibe salarios casi tan altos como los de la industria, gran parte de la mano de obra forestal se recluta todavía entre agricultores cuya formación técnica en tal materia es generalmente escasa.

Tanto la ordenación del territorio como el aprovechamiento racional de las tierras se traduce en el plano local, según la prioridad dada a cada uno de los tres papeles mencionados y, desde luego, sin excluir los otros dos, en:

1. La ordenación de las cuencas hidrográficas que, tomando como unidad de trabajo una región natural bastante homogénea, constituida por la cuenca de un río o uno de sus tributarios, se propone lograr la mejor conservación y aprovechamiento de suelos y aguas (predominio del papel físico);

2. La ordenación de tierras que, dentro del marco de una circunscripción administrativa, se propone constituir unidades de administración agrícola 0 forestal remuneradoras (predominio del papel productivo);

3. El desarrollo de colectividades locales. principalmente elevando el nivel de vida y de consumo de una comunidad (predominio del papel social) a las cuales se hace participar, a la vez, en el desarrollo económico de todo el país.

Relación de los montes con la agricultura y la industria

Habiendo examinado la interrelación entre ordenación del territorio y aprovechamiento racional de las tierras, así como su aplicación en el plano nacional, regional y local, conviene ahora ver las relaciones entre los distintos elementos que participan en el desarrollo económico y social. En espera del momento en que la aplicación de los métodos de « factores de producción-producto » haga más precisas esas relaciones, se muestra en los párrafos siguientes lo que podrían ser en general, por ejemplo en Europa y el Cercano Oriente, las relaciones entre montes, agricultura y ganadería, de una parte, y montes e industria, de otra.

Relación entre los montes y 1a agricultura

En las regiones llanas, aptas sobre todo para el cultivo, las relaciones entre montes y agricultura no tropiezan con obstáculos importantes. Los rodales de árboles como el álamo, asociados con explotaciones agrícolas, así como con rompevientos, cortinas protectoras y montes campesinos, muestran de modo evidente el beneficio que el agricultor obtiene del papel protector del árbol y las grandes ganancias obtenidas con especies de crecimiento rápido, favorecidas por el cuidado con que son mantenidas, el empleo de fertilizantes y enmiendas e incluso labores de riego. En esas regiones, donde no se plantea problema de conservación de suelos y el transporte es fácil, el papel de los árboles depende de la ganancia que rinden y la producción debe integrarse con las industrias que utilizan madera, instaladas, a menudo, en la proximidad de los centros de consumo. Debe, sin embargo, insistirse en el carácter particular de las cortinas protectoras principales, cuya permanencia debe estar garantizada ya sea por la legislación, ya sea vinculándolas al dominio del Estado.

En cambio, en las regiones pobres, donde se practica todavía a menudo un tipo de agricultura nómada que va invadiendo los montes, ya se trate de zonas montañosas o de zonas áridas o semiáridas, la asociación entre montes y agricultura ofrece dificultades más serias. Aquí trataremos sólo de los casos de las zonas montañosas y la estepa.

En las regiones de montaña en que antes se aprovechaba la tierra en cultivos mixtos alimentarios, ahora abandonados por las poblaciones rurales a causa del desarrollo de una economía de mercado, o en las regiones de pastoreo extensivo sin ningún control, donde el hombre y el rebaño continúan viviendo a expensas de la reducción de los montes, la evolución de las relaciones entre bosque y agricultura o pastoreo extensivo pueden llevar, ya sea a la aparición de verdaderos desiertos humanos, consecuencia del abandono total de la montaña, ya sea a una degradación de los suelos tan profunda que su reconstitución exigiría inversiones sin proporción con las disponibilidades, al menos en las circunstancias actuales.

La reorganización de la vida rural en las zonas montañosas debe llevarse a cabo al mismo tiempo que se desarrollan las llanuras vecinas, pero sobre la base de un sistema de explotación más extensivo. A medida que la población excedente de la zona montañosa es absorbida por la llanura en vías de desarrollo, la zona montañosa podrá cambiar su economía de subsistencia por una economía de mercado, realizando el cambio a partir de tres actividades básicas: cría de ganado en las mejores tierras para la producción pecuaria; mantenimiento de montes en las demás tierras para proveer de madera a la industria, sobre todo a la de pasta y papel y, tal vez, para servir como tierras de pastoreo complementario en caso que su naturaleza no les permitiera proporcionar las maderas exigidas por la industria sino sólo follaje y frutos aptos para el ganado, y desarrollo del turismo para satisfacer las necesidades de las poblaciones urbanas cuya importancia crece con el desarrollo de una economía de mercado. Esas actividades servirán para vincular las llanuras con las montañas; éstas proporcionarán al agricultor pastos de verano para su ganado, materias primas para sus industrias y recreo para sus habitantes.

Desde luego, según las circunstancias y, en especial, cuando las zonas montañosas sean extensas o de difícil acceso, las tierras deberán ser objeto de procedimientos de ordenación, según se ha indicado antes, pero previendo una mayor autarquía: cultivos alimentarios mixtos en las tierras mejores (incluso, tal vez, en las zonas cortafuegos), industria ligera y artesanía agrupadas cerca de las aldeas forestales, etc. Pero esa ordenación debería, de todas maneras, planearse de modo que sólo se mantenga, o se instale, en el lugar, la mano de obra necesaria al mantenimiento y explotación de los montes, cuidado del ganado y conservación de las represas, ya sea para la energía o el riego. Si las zonas montañosas continúan estando superpobladas, entonces sería necesario, para lograr un nivel de vida conveniente, que fueran « subvencionadas » por las otras colectividades nacionales más favorecidas, ya sea protegiendo los precios de sus productos, ya sea aplicando una política de obras públicas, sobre todo para la infraestructura.

De todas maneras, cualquiera que sea el grado de autarquía que se deje a la zona montañosa, su ordenación deberá realizarse siempre en forma que proteja la llanura de la erosión, asegure el aprovisionamiento de agua y proporcione aquellos productos cuya importancia crece con el nivel de vida: productos pecuarios como leche y carne, y productos de madera.

En las faldas de la montaña, la sobrepoblación y la erosión no permitirán tal vez inmediatamente esa reconversión, sobre todo por lo que respecta a los montes. Se puede proyectar entonces la instalación de terrazas y curvas de nivel para efectuar cultivos y plantar árboles. Esta solución podría ser definitiva en el caso de tierras bastante planas, donde la mecanización es fácil y se pueden obtener productos bastante baratos para que compitan en el mercado con los de otras procedencias.

Cuando el terreno es más escabroso, si bien esas técnicas no son utilizables para incluir la zona dentro del régimen de la competencia económica, la solución propuesta tiene al menos la ventaja de detener la erosión y de suministrar empleo a una mano de obra abundante, desde luego, siempre que se cuente con la ayuda de fondos públicos. Se preparará así el terreno para los montes, que serán establecidos más fácilmente sobre un suelo bien preparado.

En cuanto a la estepa, habrá que pasar del pastoreo libre a la cría técnica del ganado, va sea organizando ésta en forma autónoma o bien en asociación con la de zonas más favorecidas donde exista una agricultura bien establecida. En este último caso la estepa serviría de lugar de reproducción en tanto que las praderas regadas constituirían pastaderos por excelencia.

Esta mejora del pastoreo mediante su control, la rotación y el establecimiento de abrevaderos deberá aplicarse en las comunidades existentes y podrá alcanzar una extensión considerable en las regiones poco pobladas. Los bosques o, más bien, los árboles, pueden encontrar allí su lugar, con tal que los servicios de guardería sean eficaces. El árbol producirá madera para las poblaciones, protegerá la cubierta de gramíneas e, incluso, proporcionará escamondadura como forraje suplementario y servirá de abrigo para el ganado.

Relación entre montes e industria

Al dejar de ser la única fuente de combustible y de materia prima para construcciones, los montes deberán sufrir modificaciones profundas. Se trata ahora de producir ya sea maderas de calidad excelente cuyos precios elevados de venta compensen los cuidados y el tiempo que se emplea en su producción, ya sea maderas que reúnan ciertas condiciones muy amplias, pero cuyas características esenciales sean la polivalencia, la abundancia. la homogeneidad y la accesibilidad.

Estas maderas pueden ser producidas en vastas superficies donde no haya competencia de la agricultura o la ganadería, pero que sean fácilmente accesibles, o en zonas cercanas a las fincas agrícolas o. incluso, en las mismas tierras agrícolas, donde aplicando técnicas especiales se pueden producir especies de crecimiento rápido en parcelas muy pequeñas.

Esta reconversión de los montes exige la aplicación de una silvicultura cada vez más intensiva. es decir. una intervención cada vez más frecuente del hombre y, en general, entraña la realización de inversiones considerables: plantación en tierras abandonadas por los agricultores; reemplazo de árboles silvestres por especies valiosas, especialmente de madera blanda: plantaciones fuera del bosque. construcción y mantenimiento de caminos de acceso y facilidades para la extracción de la madera; protección de los rodales contra sus enemigos naturales: el fuego, las plagas de insectos N, las enfermedades, peligros muy apremiantes, ya que ¿amo consecuencia de la silvicultura intensiva el bosque natural es reemplazado por rodales más uniformes. de igual edad y,. por lo tanto, más vulnerables.

Los montes de frondosas deben adaptarse progresivamente a las exigencias de un mercado que no aprovecha sino algunas especies de características tecnológicas bien definidas. Los progresos técnicos permitirán tal vez utilizar al mismo tiempo, sobre todo en la industria de la pasta, maderas de distinta especie, pero los forestales tratarán de favorecer sistemáticamente las especies mejores, de ser necesario mediante plantaciones, las cuales serán localizadas en función de las facilidades de transporte.

La práctica de la silvicultura intensiva puede llevar a un verdadero cultivo del árbol con métodos semejantes a los utilizados en la labranza; con dicho procedimiento será posible aumentar la producción, mediante la selección, no sólo de las especies, sino también de los distintos árboles, y mantener la fertilidad del suelo, a pesar del continuo desgaste de que es objeto, modificando las curvas de nivel, labrando la tierra y aplicando abonos.

En el otro extremo, en los suelos más degenerados. la reconstitución de un rodal para que rinda beneficios puede exigir inversiones tan cuantiosas que sería preferible conservar la vegetación natural, a posar de que se consiga muy poca, o ninguna, ganancia de ella, en caso de que la cubierta de árboles o arbustos sea suficiente para impedir la erosión.

En consecuencia, se situarían, teóricamente, a los dos extremos de la cadena el monte comercial que rinde ganancias elevadas y el bosque protector de valor puramente físico, mantenido sin intención de obtener lucro alguno, pero muy importante debido a los beneficios indirectos que proporciona al garantizar la conservación de suelos y aguas.

Planes de expansión y rehabilitación forestales

Hemos tratado del lugar del bosque en la ordenación del territorio y el aprovechamiento racional de las tierras, así como de sus relaciones con los distintos sectores económicos; ahora podemos examinar los planes de ampliación y restauración de los montes cuyo objeto sea rehabilitar la economía forestal.

Como ya se ha observado, los objetivos de esos planes se establecen en relación con los papeles físico. productivo y social de los montes; la política general podrá destacar uno u otro de esos papeles, o incluso conceder preferencia neta a uno de ellos.

La aplicación de esos planes, que tendrá en cuenta las condiciones tecnológicas. económicas e institucionales actuales, o las que se creen en lo futuro, exigirá adoptar ciertas medidas técnicas y administrativas, así como promulgar leyes o reglamentos, según ha podido verse en los países que ya han efectuado programas de repoblación forestal en gran escala. También habrá que hacer propaganda, aplicar programas educativos y obtener la adhesión de las poblaciones.

Entre las medidas técnicas que habrá que aplicar, algunas de las más importantes serían las relativas a la organización de la investigación forestal y la difusión de los resultados obtenidos en todos los niveles de la ejecución. Los institutos de investigación forestal deben ser dotados de personal y materiales adecuados para que funcionen durante períodos de varios años, y sus programas de investigación establecidos en función de los objetivos económicos y sociales fijados. Por razones de economía, tales institutos deben ser coordinados en escala internacional y ocuparse tanto en el aprovechamiento de los productos forestales como en la silvicultura. las ciencias forestales propiamente dichas (incremento de la madera, técnicas de repoblación, etc.), o en las aplicaciones forestales de las ciencias naturales y biológicas (pedología, genética forestal, etc.), e incluso en las ciencias económicas y sociales.

También la propaganda y la enseñanza son esenciales para poner en práctica un programa de plantación forestal. No sólo el público sino también los servicios administrativos no forestales deben estar perfectamente convencidos de la utilidad de la obra emprendida y de los resultados que se espera obtener.

Los planes de extensión y restauración forestales se diferencian de los otros planes de fomento por el mayor margen de tiempo que suponen y por la lentitud con que remuneran el trabajo acumulado. La movilización de los medios necesarios para llevar a cabo los planes generalmente lleva más tiempo que el compatible con la duración normal de los planes de fomento económico y social, ya sean nacionales o regionales. Estas características especiales justifican, desde luego, la elección de fuentes de financiación independientes.

Pero con esta reserva, los planes de extensión y restauración forestales no deben ser disociados de los planes de reorganización de la agricultura, sobre todo en la perspectiva del aprovechamiento racional de las tierras, y en la misma forma los planes de mejoramiento agrícola no deberían ser concebidos sin tener en cuenta los desarrollos posibles en materia forestal.

El fomento de los montes no significa en forma alguna una disminución de la producción agrícola; con frecuencia puede más bien tener efectos contrarios. En muchos casos no es posible mejoramiento agrícola alguno sin una mejora previa de los montes.

Como, por otra parte, esos planes de extensión y restauración forestales deben estar vinculados a los planes de industrialización, fomento de las comunicaciones, distribución de la energía. etc., constituirán parte de los programas que proporcionarán los elementos básicos para planes de fomento económico y social sucesivos, a plazo más corto, tanto dentro del mareo de todo el país como de la región natural.

Un plan nacional de extensión y restauración forestales constituye, por tanto, un proyecto sectorial detallado que se propone encontrar las soluciones mejores para lograr la expansión más conveniente de la economía forestal. Pero es importante comprobar la coherencia de este plan tan los Otros planes de aprovechamiento de tierras por una parte y, por otra, con los planes de fomento económico y social, al menos en lo que concierne al sector correspondiente del programa.

El plan mismo podría ser objeto de programas sucesivos correspondientes a períodos más cortos, o de programas regionales correspondientes a regiones naturales. En tal caso, la importancia relativa dada a cada uno de los papeles posibles de los montes podría ser dite" rente de la concedida en el plan nacional para fijar los objetivos. Ese cambio en la elección de los criterios principales escogidos puede conducir ya sea a una diversificación de las fuentes de financiación o a una modificación del orden de prioridad en la realización de los proyectos en el plan general, o bien a un cambio de los modos de acción en el plano local: ordenación de cuencas hidrográficas, nueva estructuración de la tenencia o fomento de las comunidades locales.

En conclusión, ya se trate de ordenación del territorio o de aprovechamiento racional de las tierras, es necesario reemplazar en todos los planos (nacional, regional o local) un antagonismo existente, o en potencia, por una coexistencia ordenada de los diversos sectores de la economía o de los distintos elementos de un mismo sector. Esto supone. teniendo en cuenta los imperativos de la conservación de suelos y aguas, la definición y el reconocimiento por las autoridades políticas de ciertos objetivos; la fijación y coordinación por las administraciones pertinentes de las medidas adecuadas para lograr esos objetivos y su aceptación por un público preparado para ello.

MAS LEÑA PARA LAS COCINAS Y ESTUFAS

La leña es un articulo que escasea en modo aterrador en muchos países de Asia, el Cercano Oriente, Africa y la América Latina. Si se ponen en práctica vigorosos programas no tiene por qué escasear tanto ni resultar tan cara. Este objetivo figurará entre los que se propone la Campaña Mundial de la FAO contra el Hambre.


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