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El futuro
ineludible

A.J. Leslie

Alf Leslie, nacido en Nueva Zelandia,
fue Director de Industrias
Pesqueras de la FAO desde 1977
hasta 1981.

Nadie pone en duda que el futuro va a ser diferente del pasado. Siempre ha resultado serlo. Pero hoy la inevitabilidad del cambio salta particularmente a la vista. Dos mellizas infames, mundialización y tecnología de la información, harán por sí solas muy diferente el futuro, incluso respecto al pasado reciente y en particular a los últimos 20 años más o menos, en los que se basa la mayor parte de la reflexión sobre silvicultura. Pero, al margen de lo que las mellizas traigan en forma de desafíos formidables o espléndidas oportunidades para la silvicultura, hay otras dos bombas de relojería, de igual o mayor importancia para la silvicultura, ya activadas para que exploten en el futuro. Sus efectos harán que el pasado sea casi inútil como guía para el futuro. La primera y más segura es el próximo -y para algunas regiones inminente- incremento masivo en el suministro de madera rolliza industrial procedente de plantaciones. La segunda, aunque menos segura, es el calentamiento mundial.

El efecto plantación empezará muy pronto a empujar la balanza mundial entre oferta y demanda de madera industrial hacia o hasta una situación excedentaria. Es precisamente lo contrario de la previsión (implícita más que explícita) de déficit en que se han basado casi todas las políticas forestales. Es, incluso, casi una certeza; aun los análisis más bien moderados de la FAO apuntan a fuertes saltos en la disponibilidad de madera rolliza industrial hasta 2010 por lo menos. Este cambio radical hacia mercados madereros excedentarios llevará a precios tope bajos y quizá desplomados, competición encarnizada e intensa rivalidad entre los productos de la madera, mientras que seguirán subiendo los costos de la mayor parte de los insumos utilizados en las industrias forestales. No parece que el mero pensamiento de que el efecto plantación pueda traer este tipo de futuro preocupe a más que unos pocos en el sector forestal. Sin embargo, el futuro está a no más de 10 a 15 años.

El calentamiento mundial es menos seguro, pese a lo que parece pregonar la sabiduría convencional. De todos modos, las probabilidades de que esté en marcha parecen ser bastantes para que este factor sea tenido en cuenta ya en la política forestal. El tiempo no apremia tanto como en el factor plantación, de manera que muchos bosques productivos y plantaciones existentes, si sus rotaciones no son demasiado dilatadas, saldrán adelante. Los bosques recién regenerados, los de crecimiento más lento o las nuevas plantaciones pueden ser menos afortunados. La mayoría de ellos parecen condenados a terminar como las especies erróneas en el lugar erróneo si las zonas climáticas mundiales evolucionan como se piensa que lo harán con el calentamiento mundial.

El escenario resultante de esta combinación de fuerzas nos dice que mucho de lo que ahora hacemos, propugnamos, estudiamos y enseñamos en el sector forestal está equivocado sin remedio. El cuadro, sin embargo, no es tan sombrío como puede parecer. Muy al contrario, es realmente una oportunidad providencial. Durante algún tiempo el mundo ha proclamado que los bosques valen más como bosques que como fábricas de madera. La respuesta de la silvicultura ha sido en el mejor de los casos poco entusiasta, pero todavía hay una oportunidad para corregir ese error. Ante todo, sin embargo, el saber que vamos a ser desalojados de lo que hemos considerado como nuestro cometido principal nos da la oportunidad de diseñar una silvicultura realmente nueva. Será una silvicultura en la que la madera industrial sea un subproducto de las actividades de conservación del ecosistema, mientras que los propios ecosistemas proceden a ajustarse a un medio ambiente físico en evolución.

Para las organizaciones internacionales, marcar ese rumbo es una empresa mucho más importante y urgente que la preocupación usual respecto a un presente casi difunto.


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