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El revestimiento del paisaje:
iniciativas de forestación
en Islandia

L. Dammert

Lauri Dammert es un periodista
finlandés que vive actualmente en
Copenhague, Dinamarca.

Un viejo chiste nórdico dice que es fácil encontrar la salida en los bosques de Islandia; basta con ponerse en pie. Pero ahora esto ya no es verdad. En la actualidad, hay al menos que saltar y existen pequeñas extensiones de auténticos bosques. La reforestación de la isla, afectada por una intensa erosión, ha empezado a dar resultados: en efecto, en los valles protegidos del viento y en las laderas de algunas montañas pueden verse bosques de coníferas con árboles de hasta 20 m de altura. En la capital, Reykjavik, donde unos decenios atrás sólo crecían árboles en los cementerios, las calles están enmarcadas por árboles de hojas frondosas importados. Los nuevos bosques han traído también al país nuevas especies faunísticas y florísticas, ya sean aves como el mirlo (Turdus merula), el pinzón (Fringilla coelebs) y el reyezuelo sencillo (Regulus regulus) o varias especies de setas.

Cuando llegaron los vikingos a Islandia hace 1 100 años, la superficie de la isla estaba cubierta de bosques, tal como se afirma en las leyendas medievales, «desde el pie de las montañas hasta el mar». Los bosques cubrían tal vez el 30 por ciento de la superficie total de la isla (102 819 km2). Sin embargo, el clima frío y ventoso no permite la existencia de bosques densos con una gran variedad de especies. La ausencia de la mayor parte de las especies comunes del norte de Europa y del Canadá se explica también por el aislamiento geográfico del país. La investigación arqueológica ha puesto de manifiesto que los bosques estaban formados principalmente por el abedul pubescente (Betula pubescens) y en menor medida por el abedul enano (Betula nana), únicas especies arbóreas que sobrevivieron a la última la glaciación, que llegó a su fin hace unos 10 000 años. No existían rastros de coníferas (con la excepción del enebro rastrero, Juniperus horizontalis), aun cuando el país forma parte de la zona forestal boreal.

La leyenda cuenta que estos primeros habitantes talaron los árboles para obtener leña y material de construcción. También llevaron consigo ovejas y caballos, cuyo pastoreo impedía la regeneración de los bosques. Unos dos siglos después del asentamiento, los seres humanos habían configurado el paisaje islandés tal como se conoce en la actualidad: una tierra yerma, dominada por los desiertos, la tundra y las praderas. En el siglo XIV, el enfriamiento del clima hizo aún más duras las condiciones para la vida vegetal. El suelo joven, volcánico y poroso (resultado de una larga historia de erupciones volcánicas), las abundantes precipitaciones (2 000 mm anuales en algunas partes del país), los fuertes vientos y la escasa vegetación dieron lugar a una erosión generalizada cuando desaparecieron los árboles.

LA FORESTACIÓN PASA A SER UNA PREOCUPACIÓN NACIONAL

Las iniciativas de forestación comenzaron en los dos primeros decenios del siglo XX, en un principio impulsadas principalmente por grupos de intelectuales y hombres de negocios. El Gobierno no las hizo suyas hasta los años cincuenta, en que comenzó mostrarse mucho más activo en las esferas de la legislación, la investigación y el apoyo financiero. En el decenio de 1960 y parte del de 1970 introdujo un impuesto forestal sobre los cigarrillos mediante el cual apoyó las actividades de plantación de las sociedades forestales privadas y de los agricultores.

En los años ochenta y noventa, las actividades oficiales se incrementaron rápidamente, centrándose principalmente en la lucha contra la erosión y las actividades de esparcimiento. La Presidenta Vigdís Finnbogadóttir concedió una importancia prioritaria a las actividades de forestación, que adquirieron también gran importancia ante la opinión pública. Durante su mandato, que se prolongó desde 1980 hasta 1996, el presupuesto estatal de Islandia para actividades forestales aumentó de 880 000 a 4 227 000 dólares EE.UU., principalmente por el apoyo prestado a los programas de forestación de los agricultores. Además, inversores privados, comunidades locales, sociedades forestales y otras entidades gastaron alrededor de 4 millones de dólares EE.UU. en 1996. En la actualidad, los agricultores y terratenientes plantan y cuidan árboles en torno a unos edificios que sólo hace algunos decenios se levantaban en un paisaje desnudo. Los escolares se enorgullecen de plantar árboles y los adultos se sienten satisfechos cuando señalan los árboles que plantaron durante sus años en la escuela.

Desde 1955, la legislación forestal prohíbe la corta a hecho de los bosques autóctonos sin autorización previa del Servicio Forestal de Islandia, establecido en 1907, y la bonificación de la tierra tiene por objeto crear bosques allí donde sea posible. La última ley forestal referente a los programas locales de forestación estipula que al menos el 5 por ciento del país, unas 215 000 ha de las tierras bajas de la isla, se transformarán en bosque durante los cuatro próximos decenios.

El aumento de los bosques ha estado jalonado por conflictos con los ganaderos. Durante muchos siglos, las tierras de propiedad pública se utilizaban para el pastoreo del ganado ovino y equino y era necesario cercar las plantaciones para protegerlas de los animales, lo que dio lugar a la existencia de numerosas plantaciones de forma rectangular. Sin embargo, en los últimos decenios ha disminuido la cabaña ganadera y un número cada vez mayor de los antiguos pastizales han sido cercados, lo que ha permitido la regeneración natural del abedul y el establecimiento de plantaciones de ésta y otras especies.

ESPECIES AUTÓCTONAS E IMPORTADAS

Las especies arbóreas de plantación más comunes son el alerce siberiano (Larix sibirica) y el abedul autóctono. Se han importado numerosas especies. Entre las especies de frondosas importadas más prometedoras cabe mencionar el chopo tricocarpa (Populus trichocarpa), así como el abedul blanco (Betula pendula), el álamo temblón (Populus tremula), el aliso blanco (Alnus incana), el aliso de Sitka (Alnus sinuata) y Alnus tenuifolia. Los alisos han mostrado un potencial importante para mejorar el suelo en zonas erosionadas o sin cubierta vegetal. Se han iniciado también ensayos con el chopo balsamífero (Populus balsamifera) de Alaska, estrechamente emparentado con Populus trichocarpa.

Islandia ha importado especies de coníferas como el pino silvestre (Pinus sylvestris), la picea de Sitka (Picea sitchensis), la picea común (Picea abies) y el pino contorta (Pinus contorta). En 1962, el pulgón lanígero, Pineus pini, causó tan graves daños al pino silvestre que obligaron a abandonar la plantación de esta especie. La picea de Sitka parecía tener un futuro con buenas perspectivas en Islandia hasta que un invierno suave seguido de una fuerte helada en primavera causó en 1963 una destrucción casi total. Hoy en día, la disponibilidad de nuevas variedades y un mejor conocimiento sobre los sitios adecuados han hecho posible una amplia utilización de este tipo de picea en las actividades forestales en todo el país. En cambio, la picea común no puede tolerar los vientos violentos y fríos y sólo puede utilizarse en lugares abrigados. El pino contorta de Alaska se implantó con mayor éxito y actualmente crece tanto en las zonas costeras como en algunas partes del interior. Se utiliza también con fines comerciales, teniendo gran aceptación como árbol de Navidad.

La tasa de plantación es de alrededor de 1 800 ha por año, de forma que se plantan cada año casi 5 millones de plantas forestales. A menudo, los proyectos comienzan con la siembra de altramuces (fijadores de nitrógeno) para consolidar y fertilizar la capa superficial del suelo.

Actualmente no existe una industria forestal en Islandia, pero el Servicio Forestal de Islandia predice que en las tierras fértiles, abrigadas y bien drenadas, la especie Populus trichocarpa, de crecimiento rápido, producirá madera industrial en turnos de 30 años. (En comparación, las coníferas necesitan turnos de 60 a 100 años para proporcionar madera.) En la parte oriental del país, donde las condiciones climáticas son muy favorables, 80 terratenientes proponen establecer al menos 15 000 ha de bosques productivos en los cuatro próximos decenios.

A pesar de estos esfuerzos, solamente el 1,4 por ciento del país está considerado como bosque, si bien es cierto que Islandia tiene un notable potencial para la forestación.

Fuente: Eysteinsson, T. The historical development of forests in Iceland and present status. www.simnet.is/skograektin/enskugr.html (sitio Web del Servicio Forestal de Islandia).

Plantación de álamos en Islandia

- L. DAMMERT


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