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Evaluación y notificación de las variaciones de las existencias de carbono: ¿una iniciativa concertada?

D. Schoene

Dieter Schoene es Oficial forestal
superior de bosques y cambio climático,
Departamento de Montes de la FAO, Roma.

La información procedente de la Evaluación de los recursos forestales mundiales 2000 se ha utilizado en las negociaciones sobre el cambio climático, pero es necesario que exista una coordinación para impedir en el futuro discrepancias con la información notificada por los países a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

En muchas regiones del mundo, el crecimiento de los árboles ha sido afectado por el calentamiento mundial, una cantidad elevada de CO2 y/o la deposición de nitrógeno antropógeno, por lo cual los factores de expansión de la biomasa de estudios anteriores pueden no ser aplicables; en la imagen, un abeto Douglas joven en Alemania muestra un crecimiento profuso y distorsionado

- D. SCHOENE

En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en junio de 1992, 154 Jefes de Estado o sus representantes firmaron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que entró en vigor en marzo de 1994. En 2001, 186 países y la Comunidad Europea habían ratificado la Convención o se habían adherido a ella. Las Partes decidieron que el objetivo inicial de los países desarrollados de volver en 2000 a los niveles de emisión de 1990 era insuficiente. En 1997, las Partes, reunidas en Kyoto (Japón) acordaron un protocolo con arreglo al cual los países industrializados reducirían sus emisiones conjuntas de gases de efecto invernadero al menos un 5 por ciento por debajo de los niveles de 1990 durante el período comprendido entre 2008 y 2012. Los países pueden cumplir sus compromisos respectivos reduciendo las emisiones en la fuente (por ejemplo el humo de las chimeneas) o absorbiendo carbono en sumideros (por ejemplo, en bosques y suelos). El 1º de agosto de 2002, 76 países habían ratificado el Protocolo de Kyoto, entre ellos 22 países industrializados, que representaban en conjunto el 36 por ciento de las emisiones de los países industrializados en 1990. Ese porcentaje debe llegar al 55 por ciento para que el Protocolo entre en vigor.

Después de cuatro años de negociaciones desde el acuerdo inicial sobre el Protocolo de Kyoto, las Partes en la CMNUCC establecieron un nuevo jalón en sus esfuerzos por frenar el cambio climático con el Acuerdo de Marrakech celebrado en noviembre de 2001 (CMNUCC, 2002). Anteriormente, las Partes habían reconocido el papel esencial de los bosques en el cambio climático:

En Marrakech, las Partes en la Convención se centraron en la última de las tres funciones mencionadas, la función de los bosques en la mitigación del cambio climático. Como resultado de ello, a los bosques en los países industrializados y a los proyectos de repoblación forestal en los países en desarrollo pueden corresponderles la función fundamental en los compromisos actuales de reducción del CO2 asumidos por las Partes.

La Evaluación de los recursos forestales mundiales 2000 (ERF 2000) contribuyó a las negociaciones sobre el cambio climático facilitando información objetiva y cuantificada sobre los bosques. Al elaborar normas y modalidades en relación con la contribución de los bosques a la mitigación del cambio climático, los negociadores recurrieron con frecuencia a información procedente de la ERF 2000 (FAO, 2002) y, más concretamente, a información correspondiente a los países desarrollados (FAO/CEPE-NU, 2000). Los datos de la ERF 2000 sobre las existencias de carbono en los bosques y los balances anuales del carbono fueron utilizados cuando los países industrializados no pudieron estimar la capacidad de almacenamiento de carbono de sus bosques antes de las negociaciones.

El Protocolo de Kyoto estableció el año 1990 como referencia para las actividades forestales que podrían dar lugar a la atribución de créditos en relación con el carbono. La ERF 2000 ofreció para la casi totalidad de países industrializados datos que estimaban el almacenamiento de carbono resultante de la ordenación forestal efectuada con anterioridad de 1990. En consecuencia, las asignaciones a los países de créditos relacionados con el carbono resultantes de la ordenación forestal, que figuran en el Acuerdo de Marrakech, reflejan con algunas excepciones destacadas (por ejemplo, el Canadá, el Japón y la Federación de Rusia) los datos de la ERF 2000 referentes a las variaciones anuales del almacenamiento de carbono desde 1990, reducidos en un 85 por ciento para tener en cuenta los efectos que no son consecuencia de la actividad humana directa (Figura 1).

Muchos otros elementos de la ERF 2000 también favorecieron el desarrollo de los debates. Así ocurrió, por ejemplo, con las definiciones y la información sobre la superficie forestal, la estructura de edades, la forestación anual, la deforestación, el aprovechamiento y su valor económico, los incendios y las pérdidas naturales.

1. Para muchos países -aunque no todos- los topes correspondientes a los créditos por la ordenación forestal establecidos en el Acuerdo de Marrakech se basan en datos de la ERF 2000

LA FUNCIÓN FUTURA DE LA ERF EN UN RÉGIMEN DEL CAMBIO CLIMÁTICO

La ERF 2000 seguirá facilitando información para las negociaciones sobre la función de los bosques con ocasión del segundo y sucesivos períodos de compromisos, que deben iniciarse en 2005. Se han observado, sin embargo, algunas discrepancias entre los informes presentados recientemente por algunos países europeos a la CMNUCC sobre la variación de las existencias de carbono en los bosques (Löwe, Seufert y Raes, 2000) y los datos de la ERF 2000 (FAO/CEPE-NU, 2000) (Figura 2). Esas discrepancias aparecen también en ocasiones en informes de países en desarrollo sobre las emisiones de carbono en las tierras deforestadas (Herold, 2001).

Ese tipo de confusión no es de extrañar, y resulta incluso probable, si las notificaciones nacionales sobre las variaciones de las existencias de carbono en los bosques para la CMNUCC y el Protocolo de Kyoto por un lado, y las destinadas al proceso de ERF, por otro, se llevan a cabo sin coordinación y producen información diferente sobre un servicio forestal ambiental para el que en un próximo futuro pueden surgir mercados y precios comerciales. Además, la coordinación en la presentación de informes ofrecería una oportunidad única de reducir la carga que supone para los países la elaboración de informes, así como para mejorar la calidad de la evaluación y la notificación.

Las evaluaciones de los recursos forestales que elabora la FAO se basan en información facilitada por los países. En evaluaciones anteriores la FAO ha complementado los datos procedentes de esas fuentes mediante la elaboración de modelos e información adicional, y ha prestado ayuda a los países apoyando las evaluaciones forestales nacionales (FAO, 2001). Muchos países en desarrollo tienen graves problemas para realizar inventarios sobre el almacenamiento de carbono en los bosques y para darlos a conocer (Herold, 2001). En esos casos, la información obtenida por la FAO para la ERF podría ser la base de un proceso coordinado de información sobre el carbono. Tanto los países desarrollados como en desarrollo deberían reconocer la ventaja que supone evaluar con fiabilidad y notificar con coherencia y eficacia las variaciones de las existencias de carbono, con múltiples finalidades.

Evaluar las existencias de carbono y sus variaciones es una tarea en la que no se dispone todavía de una gran experiencia. Normalmente, comporta aplicar al volumen de madera calculado en los inventarios forestales los denominados factores de expansión de la biomasa con el fin de estimar la biomasa arbórea, el 50 por ciento de la cual, aproximadamente, es carbono. Las discrepancias existentes entre las cifras de la variación de la biomasa y el carbono notificadas por los países a la CMNUCC y a la ERF 2000 se deben en parte a la utilización de definiciones diferentes de la superficie forestal, el volumen de madera y el crecimiento en volumen. Los factores de expansión de la biomasa, mal definidos, aplicados con escasa coherencia y mal conocidos, son la causa principal de las divergencias (Figura 3).

Los factores de expansión de la biomasa difieren en función de muchas variables, como las especies, la edad, la estructura del rodal y la estación, y son aplicables factores diferentes a las existencias, el crecimiento y la extracción (Fang y Wang, 2001; Schoene y Schulte, 1999; Brown, 2001). Todavía no se han determinado a todo el conjunto de variables.

2. Variación de las existencias de carbono en los bosques (en millones de toneladas) en 1999 notificadas a la CMNUCC por algunos países europeos y datos al respecto que figuran en la ERF 2000

3. Factores de expansión de la biomasa (en toneladas de peso seco por metro cúbico) utilizados por algunos países europeos en sus notificaciones a la CMNUCC frente a los utilizados por los mismos países en la notificación de la biomasa a la ERF 2000

OBLIGACIONES DE NOTIFICACIÓN COINCIDENTES

Las Partes en la CMNUCC tienen que presentar comunicaciones nacionales con determinados intervalos de tiempo. Dichas comunicaciones contienen, en la medida en que lo permite la capacidad de los países, inventarios nacionales de las emisiones antropógenas por las fuentes y de absorción por los sumideros, incluidos los bosques (OCDE, 1999). Desde 1996, todos los países enumerados en el Anexo I de la Convención, es decir, los países industrializados y los países en transición a una economía de mercado, deben facilitar inventarios nacionales anuales de sus fuentes y sumideros de gases de efecto invernadero, también en este caso con inclusión de los bosques (CMNUCC, 2000).

El Protocolo de Kyoto y el Acuerdo de Marrakech (CMNUCC, 2002) requieren «información complementaria» sobre los sumideros, a partir del primer año del período de compromiso, 2008. Asimismo, establecen repercusiones muy estrictas por el incumplimiento de esas obligaciones de notificación; por ejemplo, las Partes infractoras podrían ser excluidas del comercio de las asignaciones de emisiones o del Mecanismo para un desarrollo limpio, un instrumento del Protocolo de Kyoto que permite a los países industrializados compensar una parte de sus emisiones de CO2 auspiciando proyectos de forestación en países en desarrollo. Cabe citar, a título de ejemplo, los datos sobre la forestación, la reforestación y la deforestación desde 1990. Los países en los que la absorción de carbono mediante la forestación y la reforestación no puede compensar las emisiones causadas por la deforestación (durante el primer período de compromiso) pueden evitar los débitos de carbono si pueden demostrar que la superficie total de bosques sujetos a ordenación compensa el déficit neto. Tal vez se utilizarán a estos efectos las cifras elaboradas en la ERF.

Las Partes sólo notifican la variación de sus existencias de carbono respecto de los bosques sujetos a ordenación. Las definiciones de términos tales como «bosque» y «ordenación forestal» que figuran en el Acuerdo de Marrakech no coinciden exactamente con las que se utilizaron en la ERF 2000, aunque son comparables y es posible proceder a una labor de armonización y ajuste.

EVALUACIÓN DE LAS VARIACIONES DE LAS EXISTENCIAS DE CARBONO EN LOS BOSQUES PARA LA CMNUCC Y EL PROTOCOLO DE KYOTO

El Protocolo de Kyoto obliga a las Partes del Anexo I a establecer antes de 2007 un sistema nacional de estimación de la emisión y absorción de gases de efecto invernadero. No se han elaborado todavía directrices acerca de esos sistemas nacionales, pero las Partes del Anexo I deben preparar sus inventarios anuales durante el primer período de compromiso ateniéndose a las denominadas «directrices revisadas del IPCC de 1996» (IPCC/OCDE/OIE, 1996), que preparó el Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC). El IPCC está procediendo a actualizar esas directrices, que también abarcan los bosques, y está elaborando una guía de buenas prácticas para efectuar y notificar las evaluaciones de la variación de las existencias nacionales de carbono sobre los bosques y otros usos de la tierra. Dicha guía, que debe estar ultimada en 2003, ofrecerá una serie de métodos, organizados con arreglo a niveles de fiabilidad y necesidades de datos, para evaluar la variación de las existencias nacionales de carbono en los bosques.

Básicamente, las Partes del Anexo I están obligadas a calcular la variación de las existencias anuales de carbono en los bosques utilizando la fórmula:

donde

En los niveles inferiores, pueden utilizarse valores por defecto indicados en la guía de buenas prácticas u otras fuentes aplicables (frecuentemente, datos de la FAO). En los niveles superiores, pueden utilizarse datos nacionales más recientes, procedentes, por ejemplo, de inventarios forestales, en aras de una mayor precisión.

El incremento real de madera y carbono en los bosques durante un período determinado de compromiso puede diferir considerablemente de los valores por defecto, las tablas de rendimiento y los modelos informáticos como resultado de la estructura de edades, el envejecimiento del bosque, la variabilidad climática normal, el cambio climático, las catástrofes naturales, el manejo y la silvicultura, el aprovechamiento, la fructificación, la contaminación atmosférica y la existencia de concentraciones elevadas de CO2 (Kramer, 1988; Hasenauer, 2000; Assmann, 1961). Además, raramente se conocen los factores de expansión de la biomasa para el crecimiento de madera, que son distintos de los aplicables a las existencias (Scarascia-Mugnozza et al., 2000).

La mayoría de las veces el volumen de extracción anual es muy incierto y en ocasiones se basa en meras estimaciones, particularmente en los lugares en los que prevalecen las pequeñas explotaciones privadas. Frecuentemente, se utiliza como fuente de información el Anuario de productos forestales de la FAO, aunque a menudo los datos nacionales que contiene son poco fiables. La conversión de los datos referentes a la extracción en volumen de biomasa y de carbono es fuente de nuevos errores: los factores de expansión de la biomasa para los volúmenes de extracción difieren de los aplicables a las existencias, dado que la distribución por edades de los árboles extraídos puede ser diferente de la distribución por edades del conjunto de árboles existentes en el bosque y porque los tocones y los sistemas radiculares permanecen en el bosque. El cálculo de la variación de las existencias de carbono en los bosques como la diferencia entre el crecimiento y la extracción, variables ambas muy inciertas, no hace sino agravar la incertidumbre.

La ERF 2000 contiene datos sobre la variación de las existencias en los bosques entre dos evaluaciones sucesivas, así como sobre el crecimiento y las cortas, lo cual permite una evaluación preliminar de la fiabilidad que debe esperarse del método del IPCC al que se ha hecho referencia anteriormente. En principio, la variación media anual de las existencias, estimada a partir de dos inventarios sucesivos, debe corresponderse con la diferencia media entre el incremento y la extracción anual. De hecho, se producen discrepancias importantes (Figura 4) por las razones que ya se han indicado. Cabe prever errores similares respecto de la variación de las existencias de carbono durante un período de compromiso determinado, en la medida en que la variación neta del carbono se estima basándose en unos datos sobre el incremento y la extracción que son inciertos. Se podrían obtener estimaciones más fiables, aunque más costosas, realizando dos inventarios sucesivos, que en condiciones óptimas deberían sincronizarse con el período de compromiso.

4. Información de la ERF 2000 sobre los cambios en las existencias (en millones de metros cúbicos por año) entre inventarios sucesivos y variaciones de las existencias estimadas utilizando el método de IPCC basado en el crecimiento y la extracción

RESUMEN Y CONCLUSIONES

En la CMNUCC, el Protocolo de Kyoto y el Acuerdo de Marrakech se atribuye una función importante a los bosques en la mitigación del cambio climático. Los acuerdos establecen obligaciones de notificación muy estrictas que se refieren también a los bosques y a los procedimientos para evaluar la variación de las existencias de carbono. Los informes nacionales sobre las existencias de carbono en los bosques y sus variaciones coinciden con la información contenida en las evaluaciones los recursos forestales de la FAO. Se han manifestado discrepancias entre estas fuentes de información, que podrían provocar confusión en el futuro. En la actualidad, la divergencia se debe a una definición inexacta de los términos y a unos sistemas de notificación nacionales incoherentes, así como a los conocimientos y la metodología inadecuadas para evaluar las modificaciones de las existencias de carbono.

La FAO, conjuntamente con el IPCC, la Unión Internacional de Organizaciones de Investigación Forestal (IUFRO), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Centro Internacional de Investigación Forestal (CIFOR), ha iniciado recientemente un proceso de armonización de las definiciones relacionadas con los bosques para su utilización por una diversidad de colectivos interesados (FAO, 2002). Se considerarán los términos relacionados con las evaluaciones del carbono y la biomasa.

Los países deberían coordinar los informes sobre los bosques que presentan a la FAO y a la CMNUCC, así como a otros organismos y convenios internacionales. Los requisitos relativos a la contabilidad y notificación de la variación de las existencias de carbono podrían redundar en la mejora de los inventarios forestales y de los datos sobre el aprovechamiento de la madera. La existencia de un conjunto centralizado de factores de expansión de la biomasa de fácil acceso, con parámetros afines sobre los árboles, los rodales y las estaciones, podría favorecer la evaluación del carbono.

Colmar las lagunas existentes en los conocimientos y la metodología, armonizar las definiciones y fomentar la cooperación dentro de las naciones y entre los países, la CMNUCC, el IPCC y la FAO son los requisitos cruciales y urgentes que permitirán estimar adecuadamente la variación de las existencias de carbono en los bosques y notificarla de manera coherente y eficaz.

Bibliografía


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