Nicaragua es un país esencialmente agroexportador (café, algodón, ganadería, azúcar, madera) y el sector agropecuario es la espina dorsal de la economía nacional. En 1995 éste contribuyó con alrededor de un 33 por ciento a la formación del PIB y ocupó el 46,5 por ciento de la PEA. Las estructuras agrarias reflejan una historia de fuerte concentración de la tierra. Aún si en la década de los sesenta se intentó modificar la distribución de la propiedad, una reforma agraria más profunda tuvo lugar en los años ochenta (FAO, 1997c). Como resultado de las confiscaciones de latifundios, expropiaciones y demás medidas, se creó un área de fincas y de cooperativas de producción, así como un movimiento cooperativo de pequeños y medianos productores.
En respuesta a las tendencias del contexto internacional, desde el inicio de la década de 1990, el Gobierno nicaragüense promovió políticas encaminadas a liberalizar la economía. Se puso en marcha por un lado, un programa de ajuste estructural y de estabilización que preveía un plan de inversiones públicas y una reducción drástica de los servicios del sector público; y por otro lado, la liberalización del mercado. Este período coincidió con el regreso a sus zonas de origen de hombres y mujeres desmovilizados del ejército o la guerrilla y con el proceso de revisión de la reforma agraria de los años ochenta.
Nicaragua: Aspectos de la problemática de la mujer rural En general, en forma tradicional, la mujer en las zonas rurales centrales y norteñas de Nicaragua inicia su vida conyugal entre los 14 y 19 años. El 54 por ciento de las uniones rurales censadas están legalizadas por el matrimonio. El hombre es por tradición propietario de la tierra y de los bienes de la unidad de producción familiar. Ello significa, entre otras cosas, que en el caso de una separación, la mujer se ve generalmente privada del acceso a medios productivos, en particular de la tierra. Se estima, no obstante que el 34 por ciento de los hogares rurales son encabezados por mujeres y esta proporción aumenta en los estratos más pobres. El fenómeno de mujeres solas jefas de hogar se amplificó con el conflicto de la década de 1980. |
Dentro de este contexto, la fase preparatoria del proyecto «Capacitación y participación de la mujer campesina en el desarrollo rural», iniciada en 1992, y su continuación, la fase I llamada «Fortalecimiento de la gestión de la mujer rural», tenían como propósito general mejorar las condiciones de vida de mujeres campesinas pobres de las zonas central y norte del país. Estas regiones - Matagalpa y Estelí - habían sido particularmente afectadas por el conflicto armado de los años 80: destrucción masiva de infraestructuras, continuadas masacres y tensiones, desplazamientos de población, etc. Numerosos hogares campesinos habían perdido algunos de sus miembros, generándose cambios importantes en la composicion de la familia debido al proceso armado. Si bien la reforma agraria que se llevó a cabo en el proceso de postguerra no discriminó legalmente a las mujeres, pocas se favorecieron directamente de su aplicación: a nivel nacional, tan sólo el ocho por ciento de los beneficiarios de títulos de propiedad de la tierra eran mujeres.
El Proyecto
Como trabajo preliminar, durante la fase preparatoria, el proyecto concentró sus esfuerzos en la identificación y el conocimiento de las dinámicas prevalecientes en las regiones de interés. Mediante un enfoque sistémico se procedió tanto a la caracterización y al examen de las condiciones agrosocioeconómicas, como al análisis de las unidades de producción campesinas. Contemporáneamente, se estudió, más profundamente el cuadro social, institucional, familiar y productivo que constituían factores limitativos y obstáculos que afectaban las condiciones de vida de la mujer rural.
En concreto, el equipo técnico nacional seleccionó las zonas de intervención, promovió consultas participativas con hombres y mujeres en las comunidades, favoreció la capacitación de mujeres promotoras e identificó ciertas áreas técnicoagronómicas objeto de posibles mejoramientos. En esa primera parte del proceso, y dentro de este contexto, el trabajo con las comunidades se planteó alrededor de los siguientes puntos centrales:
La realidad agraria de las zonas de intervención del proyecto.
El papel técnico y económico de la mujer en la economía campesina.
La dinámica del trabajo con las comunidades rurales para promover en ellas una sensibilización hacia un desarrollo más equitativo.
Las potencialidades técnicas a ser exploradas para mejorar los ingresos con una mayor equidad y efectividad.
Para abordar todos los interrogantes que plantean estos temas, se adoptó un análisis sistémico con perspectiva de género. No obstante, es importante señalar que se partió sólo de las pautas generales de los enfoques que se presentaron en el capítulo anterior. La construcción del proceso, partió de algunos pasos metodológicos utilizados y paulatinamente afinados hasta llegar a un procedimiento habitual de diagnóstico a nivel de comarca. Este proceso de construcción indica que, las modalidades de diagnóstico no se establecieron previamente, sino que fueron el resultado de un proceso de aprendizaje en el campo a lo largo de la ejecución de un proyecto que pretendía combinar ambos enfoques de una manera práctica y operacional. Los recursos humanos y de tiempo, las herramientas, las variables pertinentes y los pasos metodológicos tenían que adaptarse a la realidad local y a los objetivos del proyecto. Otro aspecto fundamental consistía en que la población participara activamente en la elaboración de los diagnósticos. Posteriormente, como resultado de éstos se llevaron a cabo acciones concretas y participativas de desarrollo.
Tres objetivos específicos fueron asignados al proyecto:
Fortalecer la participación de la mujer en las organizaciones de las que formaban parte.
Mejorar las condiciones de trabajo de las campesinas en el hogar.
Aumentar la producción agropecuaria y los ingresos de las mujeres.
Para fortalecer la participación de las mujeres en las organizaciones, el proyecto emprendió dos actividades centrales: capacitar a mujeres promotoras y sensibilizar a funcionarios y responsables institucionales acerca de una perspectiva de género, con un énfasis en el tema de la tierra y en particular, con relación a la titulación de parcelas en favor de las mujeres.
Con respecto al segundo objetivo, las acciones se orientaron a reducir la doble jornada. En primer lugar, con miras a disminuir el tiempo dedicado a las labores del hogar que cotidianamente consumían una mayor cantidad de horas, se introdujeron tecnologías alternativas, es decir, pequeñas infraestructuras domésticas tales como pilas de agua/lavaderos y cocinas con bajo consumo de leña. En segundo lugar, mediante actividades dirigidas a sensibilizar a los miembros de los hogares en materia de roles de género, se buscó infundir valores que contribuyeran a establecer, a mediano y largo plazo, unas relaciones de equidad y colaboración entre hombres y mujeres. La sensibilización se llevó a cabo a través de una metodología articulada en tres etapas:
reflexión con las mujeres, sobre sus percepciones, roles, capacidades, etc, tanto al interno de la unidad productiva, familiar y en la esfera pública;
reflexiones de los cónyuges hombres sobre su identidad masculina; y
reflexión con hombres y mujeres sobre la vida en común, desde el punto de vista de la comprensión de la identidad de género y el conocimiento de los estereotipos de género que subyacen en la cultura y las prácticas.
Para contribuir al logro del tercer objetivo, se introdujeron diferentes alternativas de producción en las UPFC orientadas al mejoramiento de los hábitos alimentarios y al incremento de ingresos, alternativas coherentes con las características agroecológicas de la zona y los sistemas de producción existentes. La población estudiada estaba constituida por mujeres jefes de hogar que manejaban el sistema de producción de la UPFC en su conjunto y por campesinas esposas o compañeras de productores (encargadas o no de manejar subsistemas dentro de una UPFC) que participaban, con grados de intensidad variable, en las operaciones agrícolas de las parcelas también administradas por el hombre.
En ese marco, el proyecto instauró en forma experimental y demostrativa actividades productivas o alternativas técnicas para los sistemas de producción existentes que conllevaban incrementos en la productividad. Las innovaciones que se introdujeron fueron de tres tipos: i) actividades de patio (más de la mitad de las demostraciones): aves y gallineros, especies vegetales o una combinación de ambos; ii) actividades de parcelas o de cultivos nuevos: frutales, pitahaya, enramadas de maracuyá, chayote, piña y, iii) parcelas demostrativas de nuevas variedades de maíz; actividades de ganadería: introducción de un hato colectivo, que luego se debería dividir para adecuarlo a un manejo de carácter familiar. En resumen, el proyecto adoptó una combinación de los enfoques sistémico y de género en tres aspectos fundamentales:
Las caracterizaciones de las zonas de intervención, diagnósticos o sondeos de municipios-micro regiones; integrando no sólo las dinámicas económicas-productivas, sino también las sociales y agroecológicas.
Los diagnósticos participativos de comarcas (análisis de los principales sistemas de producción existentes y de las posibles mejoras técnicoagronómicas con potencial de éxito para incrementar la productividad y los ingresos de las mujeres); incorporando no sólo las actividades tradicionales medidas por su contribución económica-financiera, sino otras actividades que recogen la participación y contribución tanto de hombres como mujeres.
Ejecución del objetivo numero tres, relativo a la introducción de mejoras tecnológicas en los sistemas de producción existentes, buscando sobretodo favorecer mejorar la capacidad de producción para atender las necesidades alimentarias, y mejorar el nivel de eficiencia de las actividades productivas que realizaban las mujeres tanto en la unidad productiva como en la unidad familiar.
Los diagnósticos se efectuaron a escala «meso» en los tres municipios de intervención: San Ramón, Terrabona y Río Blanco/Bocana de Paiwas. Los estudios pueden verse como tres etapas sucesivas de un mismo proceso en el que los métodos, las variables pertinentes y los instrumentos utilizados fueron gradualmente afinados, en busca de una mejor integración del enfoque sistémico con el análisis de género.
El Diagnóstico de Río Blanco/Bocana de Paiwas, cuya perspectiva es principalmente de tipo sociológico, se compone de tres partes articuladas. La primera es una breve caracterización de una micro región profundamente golpeada por la violencia, donde existe una alta presencia de pequeños productores ganaderos. Se estudia el contexto agroecológico, físico y demográfico, la infraestructura y los servicios sociales, las características productivas generales y la tipología socioeconómica de los productores. La segunda parte estudia las condiciones de la mujer campesina, examinando las organizaciones en las que participa y su posición en las UPFC en relación a las actividades laborales, al acceso a la tierra y a sus aportes productivos y de ingresos. Para llevar a cabo este análisis, se diseñaron las tipologías, considerando la mujeres en relación a las diferentes situaciones en que se encuentra, ya sea jefe de familia solas, y mujeres acompañadas, con o sin posesión de tierras propias, en función del tamaño de las fincas familiares, etc. La tercera parte se dedica a la caracterización de los sistemas de producción basándose en la síntesis de los resultados técnicoeconómicos derivados de varios estudios de caso. El análisis centra su atención en los calendarios de actividades y en el rendimiento y retorno del capital teniendo en cuenta una tipología de sistemas.
Desde el punto de vista metodológico, el diagnóstico contribuyó a analizar aspectos relacionados con:
la tenencia de la tierra, y la estratificación social y de género vinculada a ello;
introdujo una nueva tipología derivada de la combinación de una estratificación social (carácter socioeconómico de las UPFC) con una categoría basada en la situación de las campesinas (jefas de hogar solas o mujeres acompañadas);
igualmente, se identificaron las áreas o producciones en las cuales se podían introducir las innovaciones técnicas orientadas a favorecer las condiciones de vida de las campesinas. Éstas fueron la producción de aves de corral, de patio y gallineros y la producción agrícola de «apante».
No obstante, el enfoque sistémico y el análisis técnico y económico de las UPFC quedaron en cambio a niveles superficiales, ya que no permitieron visualizar la heterogeneidad, no consideraron el criterio del margen bruto (global, por unidad de trabajo y de superficie), ni tampoco identificaron cuellos de botella por tipo de sistema o subsistema.
Algunos aspectos interesantes derivados del diagnóstico de Río Blanco/Bocana
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El diagnóstico, realizado con recursos humanos y de tiempo limitados, expone los criterios de selección del área de trabajo, donde primó el grado de organización de las mujeres, y propone una breve caracterización general de la zona. El trabajo focalizó su atención en las ocupaciones y posiciones de las mujeres. Los estudios de caso efectuados en UPFC con mujeres jefes de hogar permitieron examinar las dinámicas económicas y técnicas en que se desenvuelven esas unidades, así como formular recomendaciones esencialmente agronómicas. Los principales méritos de este análisis consistieron en que:
se apoyó en una zonificación agro-socioeconómica,
utilizó criterios de análisis económico basados en el margen bruto de la UPFC, teniendo en cuenta los ingresos no agropecuarios (en los estudios de caso éstos representan entre el 40 y el 75 por ciento del ingreso total), y
propuso lineamientos de acción y mejoramientos técnicos con perspectiva de género, enfatizando la capacitación técnica de las mujeres con relación a cultivos de patio, especies pecuarias menores y manejo postcosecha.
El estudio, sin embargo, no descansa en una tipología de UPFC ni de sistemas de producción y los estudios de caso no permiten ver con claridad el funcionamiento, las limitaciones y las potencialidades de los sistemas estudiados.
La caracterización de San Ramón, último de los sondeos municipales, incorporó varios elementos de los estudios anteriores, logrando integrar con mayor agilidad el enfoque sistémico con el de género.
Desde una perspectiva dinámica e histórica, el diagnóstico partió de una caracterización general del contexto de desarrollo (infraestructuras, servicios públicos y el medio físico, demográfico y agroecológico), para luego centrar su atención en las características agropecuarias. Se realizó un estudio sobre el uso de los suelos; una descripción de los sistemas de cultivos y de ganadería principales de la zona; una reseña analítica con perspectiva de género de los sectores sociales de producción (tradicional, reformado y ex-estatal o «Área Propiedad de los Trabajadores») y finalmente, se configuró una clara tipología de productores/as resultante de la combinación de una estratificación social con los tipos de sistemas de producción brevemente caracterizados. Una zonificación agroecológica del municipio consintió obtener una visión de su evolución y sus tendencias micro regionales.
El estudio examinó la posición de la mujer en las UPFC, identificando sus condiciones y trayectorias de vida típicas. Asimismo se analizó, en función de una nueva tipología (mujeres solas jefes de hogar o con esposos/compañeros), la participación de la mujer en la producción y la división del trabajo sobre todo en cultivos, pero no en ganadería y se efectuó una descripción de la jornada laboral de esas dos tipologías principales de mujeres encontradas. No menos importante fue la distinción de las áreas de dominio de las mujeres, en sus estrategias productivas, tales como cría de especies menores (cerdos/gallina), cultivos alimentarios anuales o perennes (raíces, tubérculos, achiote, frutales injertos, soya y gandul), producción artesanal de canastas y lozas; y procesamiento de alimentos destinados a la comercialización.
La descripción analítica de la micro región concluye con una reseña de las instituciones y organizaciones locales. Se seleccionaron las áreas de intervención futura a nivel de comarcas de acuerdo a criterios relacionados con los grados de organización, el nivel de participación en instancias decisionales y las estructuras municipales existentes. Como conclusión, se trazaron algunos lineamientos de acción.
Nicaragua: participación en la producción y acceso a recursos en las comarcas estudiadas por el proyecto En los hogares mixtos, la participación de las mujeres en las actividades agrícolas productivas es muy variable y aumenta generalmente con el grado de pobreza, en ocasiones llega a representar más del 50 por ciento de la mano de obra. En principio, la división del trabajo no las excluye de ninguna operación productiva, excepto de aquellas relacionadas con la preparación de la tierra y el manejo de ciertos agroquímicos. El acceso de las mujeres, solas y jefes de hogar o con esposos/compañeros, a medios de producción o a recursos esenciales como la tierra, el crédito, la asistencia técnica, los insumos, etc., es marginal. En las unidades de producción mixtas, este acceso está subordinado al hombre. Los grupos de mujeres organizadas, cuando existen, (constituidos por mujeres jefes de hogar y/o por esposas/compañeras) no tienen, o tienen solamente en forma precaria (en préstamo o alquiler), un acceso directo a parcelas donde trabajar como grupo o colectividad. Visto que el crédito formal se otorga especialmente a clientes que presenten garantías como títulos de propiedad de la tierra, es limitado el número de mujeres que pueden presentar solicitudes de crédito aceptables. Por último, en cuanto a asistencia técnica se refiere, el patrón cultural de no reconocimiento de las mujeres como productoras las excluye generalmente de las reuniones de consejos técnicos, de las sesiones y los cursos de capacitación y de las experimentaciones o demostraciones técnicas formales. |
Los análisis municipales, cuyo carácter era meramente exploratorio, permitieron al equipo del proyecto diseñar, en una etapa posterior, una especie de matriz metodológica con miras a realizar diagnósticos a nivel de comunidad o de comarca.
Pasos metodológicos seguidos en los diagnósticos a nivel de comarca:
Identificación de líderes e informantes que sirvieran de enlace entre el proyecto y la comunidad y conformación del equipo de trabajo.
Recopilación participativa de datos históricos y agroecológicos de base y realización conjunta del perfil histórico de la comarca, del mapa comarcal y de los transectos o recorridos de campo (etapa denominada «conociendo mejor nuestra comunidad»).
Recopilación participativa de datos socioeconómicos de base. En esta fase se elaboró en primer lugar, una autoestratificación social - con tarjetas sencillas - de las familias y en segundo lugar, se realizó un censo mediante una encuesta simple, utilizando una «boleta de diagnóstico participativo» de las actividades de cultivos y de ganadería, del trabajo de la mujer, de las condiciones de vida doméstica (agua, luz, cocina, higiene) y de las organizaciones en que participan el hombre y la mujer (etapa llamada «Conociéndonos mejor»).
Identificación de las principales organizaciones locales durante el «Taller de Organizaciones» (etapa llamada «Nuestras organizaciones»).
Estudio participativo del funcionamiento de los sistemas de producción y consolidación de una tipología, basándose en una preidentificación de tipos de sistemas de producción derivada de la autoestratificación social y de los recorridos de campo. En el «Taller de Sistemas de Producción» llevado a cabo en esta fase, se analizó el aporte laboral desagregado por sexo, para poder medir el trabajo de mujeres y niños, además del ya conocido como aporte del hombre, el calendario de trabajo anual, los itinerarios técnicos y las características económicas de las UPFC. Las reflexiones y discusiones relativas a estas temáticas condujeron a la elaboración de tres cuadros sintéticos:
- flujogramas de sistemas,
- síntesis de sistemas y
- cuadro de control de recursos.
Caracterización de la problemática de la comunidad e identificación de las necesidades sentidas y sus causas durante el «Taller de Necesidades y demandas». Esta fase utilizó la técnica de tarjetas por grupos de trabajo basándose en tipos de UPFC.
Las actividades emprendidas:
Tres comarcas de los municipios de San Ramón y Terrabona (dos de las zonas en las cuales se realizaron diagnósticos intermedios) fueron seleccionadas debido al dinamismo de los grupos de mujeres. Siguiendo los pasos metodológicos mencionados, se elaboró para dichas comunidades un diagnóstico que combinaba el enfoque de género, el análisis de sistemas de producción, usando métodos participativos.
Caracterización detallada y sintética del contexto histórico agrario y socioeconómico comarcal de las UPFC. Estos estudios partieron de una identificación de una estratificación social de los productores/as, individuaron sus principales limitantes (necesidades sentidas) y establecieron una tipología de los sistemas de producción identificados.
Se examinaron desde una perspectiva de género, cada una de las categorías de sistemas de producción en términos cuantitativos y cualitativos, y se definieron sus lógicas productivas respectivas.
Los resultados económicos se presentaron por actividad o subsistema y en forma global, es decir, para el conjunto del sistema. Se determinó el valor de la producción y los costos asociados, el margen bruto global, el valor del aporte laboral por sexo, el margen bruto por día de trabajo, el ingreso por unidad de área o por animal y el rendimiento del capital invertido.
La información relativa a los aportes laborales dentro del sistema también se desglosó por sexo (hombres/ mujeres y niños/niñas), por actividad o subsistema y global, de tal forma que las contribuciones totales de las mujeres a la producción agropecuaria (margen bruto) y al trabajo del sistema pudieran identificarse y visualizarse claramente.
Apoyándose en una clasificación por tipología de mujeres y en una estratificación de las áreas agrícolas disponibles, los diagnósticos también estudiaron la situación de la mujer con relación a la jornada laboral, al acceso a recursos y su participación en la toma de decisión y en la vida social.
Los diagnósticos identificaron no sólo las necesidades de las familias, sino que también dilucidaron las problemáticas principales de la comunidad.
Nicaragua: los aportes de la mujer al margen bruto global y al trabajo de campo en las UPFC de San Ramón El aporte de las «mujeres acompañadas» a la producción agropecuaria (margen bruto) oscila entre 12 y 25 por ciento, con picos de 5 por ciento y 53 por ciento; el resto proviene del hombre y de los hijos. La contribución laboral se encuentra, salvo contadas excepciones, en el mismo rango. |
Observaciones derivadas del proceso desarrollado y algunas de sus limitaciones:
La introducción del criterio de género en el análisis de sistemas, ocasionó algunos problemas durante el proceso. El interés por cruzar esta variable con la estratificación social y con los tipos de sistemas de producción hizo que el proyecto se enfrentara a ciertas disyuntivas relacionadas, en particular, con la constitución de tipologías adecuadas: ¿Era menester crear una categoría aparte para mujeres solas? O más bien, ¿era pertinente considerar el caso de las mujeres solas como un subgrupo particular dentro de los tipos generales de sistemas?
La ausencia de una cuantificación relativa al número de explotaciones en cada categoría impidió determinar sus pesos relativos.
Los diagnósticos no incluyen una identificación de las limitaciones técnico-económicas desglosadas por tipo de sistema de producción y por la tipología de mujeres.
Debido a que las mujeres solas representan en algunas comarcas un tercio de las UPFC, habría sido conveniente distinguir una categoría particular que las englobara. Una táctica similar habría facilitado tanto la elaboración y eficacia de los diagnósticos y de los varios sistemas de producción, como el análisis y seguimiento de la introducción de innovaciones. Por ejemplo, en el caso de dos comarcas de San Ramón, las mujeres solas constituyen un tipo de sistemas de producción aparte y, por lo tanto, esta distinción habría permitido dilucidar con mayor claridad los efectos del proyecto.
Es conveniente anotar que el acceso a la tierra, a través de la titulación fue considerado como un problema separado de la introducción de innovaciones técnicas. La separación de ambos temas - tenencia de la tierra y mejoramiento de la tenencia - introduce un dualismo entre problemáticas, en realidad, estrechamente vinculadas. Es por lo tanto recomendable que en acciones futuras estas variables estén mejor integradas. Otro aspecto que es oportuno señalar es que, si bien el proyecto apoyó la titulación y/o la regularización de la tenencia de la tierra, logrando disminuir la precariedad en que se encontraban muchas mujeres en las regiones de interés, esta acción no formaba explícitamente parte del objeto de estudio o de un seguimiento particular.
Los diagnósticos evidenciaron tanto el rol de las mujeres como sus aportes a los sistemas de producción de las comarcas estudiadas y permitieron orientar las acciones de una manera más pertinente.
Teniendo presente la información derivada de los diagnósticos, el proyecto instauró parcelas experimentales o introdujo alternativas técnicas para los sistemas de producción existentes, con el objeto de lograr incrementos en la productividad. Se incorporaron tres tipos de innovaciones: actividades de patio (más de la mitad de las demostraciones): aves y gallineros, especies vegetales o una combinación de ambos; actividades de parcelas o de cultivos nuevos: frutales, pitahaya, enramadas de maracuyá, chayote, piña y también parcelas demostrativas de nuevas variedades de maíz; actividades de ganadería: introducción de un hato colectivo, que luego se dividiría para adecuarlo a un manejo en el ámbito familiar.
La participación activa de las mujeres pertenecientes a los distintos tipos de sistemas de producción (población meta/objetivo) en la identificación de necesidades contribuyó enormemente a que las innovaciones introducidas con miras a mejorar sus condiciones de vida respondieran a las preocupaciones reales. En efecto, en el curso de los seminarios participativos sobre la identificación de necesidades, ellas expresaron y manifestaron sus urgencias prácticas más sentidas en el ámbito de las actividades productivas y del trabajo convencionalmente considerado como «doméstico», entre los que están el alivio en la tarea de acarreo de la leña y en el transporte del agua, (cocinas mejoradas y la construcción de pilas respectivamente). Además, los cambios introducidos se adaptaron a las condiciones concretas de las mujeres atendidas y a las potencialidades existentes dentro del sistema familiar-productivo. En otras palabras, algunas de las recomendaciones propuestas tuvieron en cuenta variables como la disponibilidad de tierra y de mano de obra, las áreas de dominio y el control que ejercen sobre ellas, etc.
Dada la naturaleza y la magnitud de las inversiones realizadas en materia de innovaciones técnicas, es importante subrayar que desde el punto de vista sistémico, los cambios propuestos tuvieron un impacto limitado a corto plazo (con relación al aspecto económico) ya que la naturaleza misma de los proyectos era de mediano y largo plazo. De hecho, el potencial económico de la intensificación de patios tecnificados de gallináceas y de frutales fue excelente, pero dentro de un horizonte de cuatro o cinco años. Los efectos desde el punto de vista de género se manifestaron, en cambio, en un lapso de tiempo breve, ya que se trataba de modificar los roles de género introduciendo actividades (o mejorando las existentes) que fortalecían directamente el papel y la participación de la mujer. Estas innovaciones a su vez produjeron un impacto técnico y económico significativo.
En términos generales, hubiera sido recomendable sacar un provecho más sistemático de la gran riqueza analítica de los diagnósticos. A pesar de que se distinguieron diferentes tipologías, las recomendaciones no fueron muy diferenciadas para los hogares y las categorías identificadas, ocasionando que los paquetes técnicos introducidos fueran relativamente uniformes. No obstante todo esto, las acciones tuvieron en cuenta, desde una perspectiva de género, las problemáticas comunes manifestadas por la colectividad y por lo tanto sus efectos fueron positivos en facilitar la integración de las prioridades de hombres y mujeres.
La tarea de extensión y de asistencia técnica vinculada a la adopción de innovaciones suele ser relativamente engorrosa, ya que son los hombres quienes en general se benefician de la extensión, el crédito y la asistencia técnica. El hecho de que los cambios se produzcan con y por mujeres representa una ruptura con los esquemas tradicionales, según los cuales las mujeres acompañadas no son consideradas, ni se consideran ellas mismas como productoras agrícolas.
La escasa capacitación en materia de enfoque sistémico del personal de extensión y la relativa «uniformidad» de los modelos propuestos obstaculizaron el seguimiento de una metodología realmente sistémica durante las etapas de introducción y seguimiento de los cambios tecnológicos. En otras palabras, se puede aducir que los modelos aplicados presentaron algunas semejanzas con los «paquetes tecnológicos» y con las prácticas de extensión y crédito clásicos en el marco de proyectos de desarrollo rural, es decir, sin tener en cuenta las interrelaciones y las particularidades existentes identificadas dentro de un sistema.
Los diagnósticos proporcionaron información válida acerca de las situaciones y condiciones enfrentadas y vividas con mayor frecuencia por los productores en general y por las mujeres en particular, en las zonas de intervención.
Basándose en estos análisis, el equipo del proyecto identificó, definió y analizó la problemática general como una combinación de tres subproblemáticas articuladas:
En primer lugar, la escasa organización de las mujeres representa un elemento de importancia en la baja incidencia que ejercen las mujeres en las decisiones sobre políticas y estrategias que afectan a las productoras a nivel nacional, departamental y municipal adoptadas por las instituciones del sector agropecuario.
En segundo lugar, la rigidez de los patrones culturales en cuanto a los roles de género en la producción y en la reproducción impone a la mujer difíciles condiciones de trabajo en el hogar y sobrecargas en las labores domésticas.
En tercer lugar, el aspecto económico de cómo aumentar la producción agropecuaria y los ingresos de las mujeres, sean estas jefes de hogar solas o con esposos/compañeros, con responsabilidades productivas visibles o no tan visibles, confronta esencialmente un problema de equidad y de identificación de innovaciones tecnológicas adecuadas a la problemática de la mujer. Se enfrenta de hecho a la exclusión estructural de las mujeres en cuanto al acceso a la tecnología productiva, la capacitación técnica y el mejoramiento y la diversificación de sus actividades productivas.
Las observaciones y lecciones que el equipo de trabajo derivó de la experiencia acumulada durante el proceso, se pueden resumir de la manera siguiente:
El éxito del diagnóstico y de las actividades subsiguientes exigió un cambio de comportamiento, actitudes y concepciones por parte de los técnicos involucrados. «Una condición indispensable es conocer e identificarse con el sujeto (el campesino/la campesina) y con su realidad, su lenguaje, su cultura y sus costumbres». De esta reflexión se desprenden otras relativas a los recursos humanos involucrados en este tipo de análisis. En efecto, es fundamental contar con un equipo pluridisciplinario, que por un lado, combine el enfoque de género, el análisis de sistemas de producción y los métodos participativos; y por otro, que disponga de la motivación y dedicación necesarias para llevar a cabo un trabajo que refleje efectivamente las condiciones de vida, las lógicas de comportamiento, los valores y las problemáticas de las familias campesinas.
La participación efectiva de las personas de la comunidad en el proceso de diagnóstico no sólo ayudó a profundizar el conocimiento de su realidad y fortalecer su habilidad para enfrentar su propia problemática, sino que también consintió la asignación de responsabilidades concretas a los miembros de la comunidad, más allá de los estereotipos tradicionales de género.
Por último, el diagnóstico produjo dos efectos colaterales importantes. Por un lado, los talleres con productores contribuyeron a sensibilizarlos sobre el papel de la mujer en las unidades de producción, generando así el reconocimiento de éstas como agentes económicos en la comunidad y propiciando cambios de actitudes en hombres y mujeres; y por otro lado, el proceso de diagnostico sirvió para fortalecer las organizaciones comunitarias y el rol de las mujeres en ellas.
Este estudio de caso presenta un gran interés desde el punto de vista metodológico, a pesar de las dificultades enfrentadas durante el proceso y de algunas limitaciones: los diagnósticos participativos contribuyeron a que el proyecto orientara sus actividades sobre la base de un conocimiento efectivo, profundo y metódico de la realidad, tanto desde una perspectiva de sistemas de producción como desde una perspectiva de género. De ellos derivan las orientaciones concretas seguidas para el desarrollo y la aplicación de modelos técnicos de trabajo con mujeres.
La bondad del diagnóstico depende, en gran parte, de la cantidad, el detalle y la pertinencia de la información recolectada, la profundidad y el rigor del análisis agronómico, económico y de género y por último, de la operacionalidad de las recomendaciones y su diferenciación por tipologías de sistemas y la posición de hombres y mujeres en ellos. Las propuestas deben, efectivamente, tener en cuenta y preocuparse por que la introducción y el seguimiento de nuevos modelos sean realmente funcionales ya que a este nivel se delinean los criterios que pueden servir de base para los indicadores de monitoreo/evaluación de los resultados, los efectos y el impacto de las innovaciones que serán introducidas.
Los criterios utilizados en la elaboración de las tipologías deben ser pocos y simples, empleando al máximo tres variables cruzadas:
estratificación social de las explotaciones (tres o cuatro estratos al máximo por ejemplo basándose en la superficie disponible);
el tipo de sistema de producción (evitar en la medida de lo posible superar cinco tipos distintos);
tipología de las unidades en base a la posición de la mujer en ellas (mujeres solas jefes de hogar y de UPFC o mujeres acompañadas, con varios tipos de perfiles productivos agrícolas, pero evitando un desglose demasiado fino).
Tener en cuenta estos principios en la elaboración de los diagnósticos contribuye, sin lugar a dudas, a que la introducción de innovaciones productivas responda en forma más concreta a necesidades específicas identificadas en cada unidad.
Las recomendaciones, de este modo, tomarían en cuenta las distintas tipologías de sistemas y subsistemas y las distintas posiciones de las mujeres en ellos, para garantizar la selección de modelos de mejoramiento técnico y de extensión diferentes a los «clásicos», es decir, que no ignoren la diversidad y las particularidades existentes, tanto en la esfera de la reproducción de la unidad doméstica como en la producción agrícola. Esta propuesta, sin embargo, no siempre es una tarea fácil ya que, por lo general, se enfrenta con resistencias tanto en las instituciones como en las comunidades para introducir transformaciones que implican un cambio de esquema, de metodología y de concepciones, y de última un cambio de mentalidad.
Del análisis y de las reflexiones relacionadas con la experiencia de Nicaragua surgen elementos útiles e idóneos para proponer ciertos pasos metodológicos que integren de manera adecuada el análisis sistémico, el enfoque de género y algunos métodos participativos.