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8.2 Temas de investigación agrícola


8.2.1 Capacidad y eficacia de la investigación

Mudahar, Jolly y Srivastava señalan que, en la mayoría de los casos, se pueden distinguir cuatro tipos de investigación:

También hacen notar que la investigación básica cae principalmente en el ámbito del sector público (debido a las externalidades que la convierten en un bien público), mientras que es más probable la participación del sector privado en la investigación aplicada y la adaptable. En estas dos últimas se está produciendo la mayor parte del cambio en la ingeniería institucional. Las investigaciones realizadas por el sector privado no necesariamente conllevan a la propiedad privada de los resultados; estos se pueden generar con financiación pública. Dadas las limitaciones de recursos en los países en desarrollo, muchos expertos aducen que sus sistemas de investigación, tanto públicos como privados, deberían concentrarse en la investigación aplicada y adaptable, utilizando en lo posible como cimientos los descubrimientos internacionales. En este sentido, uno de los primeros asuntos a definir es el tipo de investigación agrícola que debe realizar cada país.

Mudahar et al. hacen referencia a una reseña de estudios realizada por Evenson y Westphal, que señalan las siguientes tasas promedio de retorno económico de la investigación agrícola: África, 41 por ciento (10 estudios); América Latina, 46 por ciento (36 estudios); y Asia, 35 por ciento (35 estudios)[856].

También se han estimado las relaciones entre el esfuerzo en materia de investigación y la productividad agrícola. Purcell y Anderson[857] compararon estudios acerca de este vínculo, tanto para países desarrollados como en desarrollo, aunque para estos últimos sólo encontraron dos estudios. Para la India durante el período 1965-87, Evenson y Rosegrant[858] calcularon que la elasticidad de la productividad total de los factores en los cultivos con respecto al "monto acumulado" de investigación gubernamental se ubica en el abanico de 0,05 a 0,07. En otras palabras, un aumento del esfuerzo de investigación en magnitudes de entre 14 y 20 por ciento generaría una mayor productividad de uno por ciento anual. Para 22 países de África al sur del Sahara, durante el período 1971-86, Thirtle, Hadley y Townsend[859] llegaron a resultados menos optimistas, al estimar en 0,02 la elasticidad de la productividad total de los factores con respecto a la investigación pública, lo que implica que se requeriría un aumento de 50 por ciento en la investigación para lograr un incremento del uno por ciento anual en la productividad. Tales cálculos son sensibles, entre otras consideraciones, al valor inicial y a la relación entre el esfuerzo invertido en la investigación y el tamaño del sector agrícola. Suponen también que, con la capacidad existente, no ocurrirían mejoras en la eficiencia de la investigación.

Evenson, Pray y Rosegrant han analizado recientemente la investigación agrícola en la India[860]. Llegaron a la conclusión de que los retornos atribuibles a las inversiones públicas adicionales en investigación agrícola alcanzaron casi el 60 por ciento en cada uno de los siguientes períodos: 1956-65, 1966-76 y 1977-87 (pág. 63). Calcularon también que la investigación pública fue responsable de aproximadamente 29 por ciento del crecimiento de la productividad total de los factores a lo largo de todo el período analizado, y que el resto del crecimiento se debió a mayor uso de insumos y a la investigación privada, la extensión, la alfabetización y los mercados (pág. 59).

También se han observado fuertes aportes de la investigación agrícola en África:

Como resultado de la creciente presión de los donantes para que se demuestren los efectos de la investigación agrícola, en años recientes se han llevado a cabo varios estudios para documentar los efectos y calcular las tasas de retorno de la inversión en investigación en África. Estos estudios proporcionan evidencias sobre la creciente disponibilidad de variedades mejoradas de los principales cultivos alimenticios de los agricultores africanos, el aumento de la producción de alimentos en regiones que han adoptado las variedades mejoradas y los positivos rendimientos de la inversión en investigación, todo lo cual indica que la investigación agrícola ha tenido efectos crecientes en la productividad de la agricultura. La generalizada adopción de variedades mejoradas de maíz, trigo y arroz es especialmente digna de mención, ya que ellas cubrían más del 50 por ciento del área sembrada con cereales a inicios de los años noventa[861].

Para la agricultura de la India, Evenson et al. señalan que la investigación privada representa la mitad del gasto público en la materia y que se encuentra concentrada en cultivos en los que las semillas híbridas tienen un rol importante (pág. 18). En los países en vías de desarrollo, también las ONG tienen capacidad para participar en la investigación agrícola, incluyendo las organizaciones de agricultores (especialmente en las modalidades de investigación aplicada y adaptable) y las universidades e institutos especializados (en todas las modalidades de investigación). La falta de coordinación entre las instituciones gubernamentales y no gubernamentales de investigación ha sido identificada como un problema recurrente. En su reseña sobre la investigación agrícola apoyada por el Banco Mundial, Purcell y Anderson señalan que este tema es uno de los principales problemas, junto con varios otros tales como:

Los resultados netos de la inversión [en investigación agrícola] han sido: una base de recursos humanos mejorada (aunque han habido casos de falta de correspondencia entre las habilidades disponibles y las requeridas); una infraestructura de investigación - instalaciones y equipos - muy ampliada, aunque con dudas sobre la conveniencia de ciertas inversiones; vínculos mejorados entre las entidades de los sistemas nacionales de investigación agrícola (SNIA), pero atención insuficiente a la participación de las instituciones académicas; resultados mixtos del esfuerzo para mejorar los vínculos entre la investigación, la extensión y los productores; escaso desarrollo de la estructura de incentivos para los investigadores; y progreso lento en la eficiencia de la asignación de los recursos por parte de las instituciones de los SNIA, a pesar del considerable acento sobre este tema en la segunda mitad del período analizado[862].

Estos autores piensan que, en algunos casos, la prioridad otorgada a la financiación de la expansión de la capacidad investigativa ha mermado el esfuerzo para mejorar la eficiencia de la investigación por unidad de gasto. Por lo tanto, mientras la financiación de la investigación es una cuestión central en casi todos los países en vías de desarrollo, el aumento de la eficiencia de los programas de investigación es otro tema fundamental que enfrentan todas las regiones del mundo.

La eficiencia se reduce cuando un determinado monto de gastos para la investigación se distribuye entre un mayor número de investigadores, y el problema se exacerba con la reducción de los montos reales del gasto. Los donantes internacionales con frecuencia tratan de compensar estas dificultades financieras, pero este tipo de intervenciones da origen al problema de la falta de sostenibilidad. Estos puntos han sido señalados de manera convincente para en contexto africano por Pardey, Roseboom y Beintema:

Los países del África del sur del Sahara han realizado algunos progresos en el mejoramiento de sus sistemas de investigación agrícola durante las tres últimas décadas. Son particularmente impresionantes, en término de números, el aumento del equipo profesional de investigación (seis veces, si se excluye Sudáfrica), la reducción de la dependencia de extranjeros (de aproximadamente 90 por ciento en 1961 a 11 por ciento en 1991), y las mejoras en la educación (65 por ciento de los investigadores poseían título de postgrado en 1991)....

Las tendencias del gasto en la investigación agrícola fueron considerablemente menos positivas. Después de una expansión razonable durante los años sesenta y primera parte de los setenta, el crecimiento básicamente se detuvo... El apoyo de los donantes se ha hecho claramente más importante. Su participación en la financiación de la investigación agrícola aumentó del 34 por ciento en 1986 a 43 por ciento en 1991. Aunque el apoyo de los donantes compensó en algo la reducción de los fondos públicos, es poco probable que estos altos niveles de ayuda internacional pueda continuar indefinidamente.

Muchas de las mejoras de la década pasada en materia de personal, gasto y fuentes de apoyo de la investigación del sector público africano son claramente no sostenibles[863].

8.2.2 Idoneidad de la tecnología

Varios tipos de diagnósticos de los sistemas de investigación y sus resultados subrayan un mensaje central que, en palabras de Charles Antholt, es "la importancia de obtener la tecnología adecuada". El mensaje es válido "independientemente de si [la tecnología] es desarrollada en el tiempo por los propios agricultores, es obtenida directamente de otras partes del mundo o es obtenida afuera y luego adaptada localmente"[864]. Revertir la reducción de los presupuestos para investigación puede ser una parte esencial de cualquier reforma del sistema. Sin embargo, la cuestión más importante y perdurable que enfrentan los sistemas de investigación agrícolas es la de asegurar que las tecnologías generadas sean adecuadas. Lo que es apropiado para unos cuantos agricultores puede no serlo para la mayoría.

Se reconoce ampliamente que los productores de bajos ingresos pueden preferir evitar riesgos antes que incrementar sus ingresos[865]. Los objetivos de la aversión al riesgo pueden ser perseguidos por varios medios, entre otros, reducir la altura de los tallos de los granos, acelerar el proceso de maduración de los cultivos, reducir la dependencia respecto a insumos comprados (para disminuir el riesgo financiero) y fortalecer la resistencia a insectos y plagas. Desde luego, los propios agricultores han desarrollado muchas modalidades tradicionales de reducir el riesgo, incluyendo intercalar cultivos[866], diversificar cultivos y poseer diversas parcelas repartidas en distintos lugares. Por lo tanto, la "conveniencia" de nuevas tecnologías agrícolas tiene que ser evaluada no solamente con base al incremento de los rendimientos, sino también en relación al aumento del ingreso neto por hectárea.

Además de la aversión al riesgo, la conveniencia de la tecnología debe tomar en cuenta otros factores, tales como sus efectos ambientales (sostenibilidad), consideraciones de género, y compatibilidad con las exigencias del mercado y los procesos agroindustriales (aspectos de calidad de los productos). Dichas consideraciones se relacionan directamente con la cuestión de definir las prioridades de los programas de investigación y los criterios para la selección de los objetivos de los programas. Implican también que las metas de la investigación y el proceso de selección de variedades no pueden ser guiados solamente por estrechos criterios de rendimientos físicos.

Sobre todo, los programas de investigación tienen que responder a diferentes tipos de productores y distintas condiciones de labranza. Una tecnología apropiada para explotaciones de gran escala, con tierras planas y fértiles y ágil acceso a la financiación productiva, puede ser menos adecuada para parcelas pequeñas ubicadas en laderas que no posean garantías crediticias. Las tecnologías usadas en fincas pequeñas varían enormemente aún dentro del mismo distrito. Purcell y Anderson han subrayado la urgencia de adecuar la investigación a las necesidades de los pequeños productores, sobre todo los que enfrentan condiciones agroecológicas exigentes[867]. En el mismo contexto, ellos derivan el corolario de que la investigación se debería guiar en mayor medida por la demanda de los agricultores:

La investigación impulsada por la demanda debería involucrar en su diseño y evaluación a los posibles beneficiarios (agricultores y otros agentes interesados). La ampliación de la investigación adaptable en fincas alienta la participación de los beneficiarios, pero no siempre ha sido adoptada por los proyectos y frecuentemente sólo en una medida limitada.... Los investigadores deben tomar conciencia de las condiciones de los productores, ya sea a través de interacción directa con las comunidades de agricultores o sus representantes, los intermediarios de los sistemas públicos y privados de extensión, o de una combinación de ambos.... Dejando de lado los métodos utilizados, tal interacción tiene que ser una parte integral del proceso de investigación[868].

Las implicaciones lógicas y la pertinencia de este imperativo han generado un enfoque conocido como "tecnología participativa", en el que los investigadores y los productores se vuelven socios plenos del proceso de investigación y diseminación de tecnología. Este enfoque se basa en el reconocimiento de que

los científicos por sí solos no pueden crear tecnologías adaptadas a la amplia diversidad de condiciones que enfrentan los productores de pocos recursos a lo largo del mundo, ni siquiera los de un sólo país.... los conocimientos y la habilidad de los agricultores para mejorar la fertilidad de los suelos o manejar plagas y enfermedades, por ejemplo, juegan un papel fundamental en la generación de tecnologías adecuadas[869].

La generación de tecnologías participativas debe fortalecer la capacidad de los agricultores y comunidades rurales para analizar los procesos en curso y desarrollar innovaciones relevantes, factibles y útiles.... El proceso de generación de tecnología guarda vínculos estrechos con el proceso de cambio social.... la planeación y la evaluación obligan a los participantes a tener en cuenta su situación y las responsabilidades de diferentes personas de la comunidad. (L. van Veldhuizen, A. Waters-Bayer y Henk de Zeeuw, 1997, pág. 4.)

Una cuestión principal que enfrentan los sistemas nacionales de investigación agrícola es la de cómo organizar tal colaboración con los productores y las comunidades rurales. En América Latina este asunto ha sido tratado con éxito a través del mecanismo de los Comités de Investigación Agrícola Local (CIAL). Fueron organizados inicialmente por el Centro Internacional para la Agricultura Tropical (CIAT) en el Valle del Cauca en Colombia, y desde allí se han extendido a otros siete países (Honduras, Ecuador, Bolivia, Brasil, Nicaragua, Venezuela y El Salvador). Factores fundamentales de esta difusión han sido la formación de los capacitadores, tanto productores como investigadores; la sensibilización de las instituciones nacionales de investigación y extensión para que eviten la tendencia a transmitir mensajes tecnológicos a los productores en el estilo de arriba hacia abajo, en vez de fomentar su participación; conceder a los productores un verdadero control sobre aspectos centrales del proceso de investigación; y dotar a cada CIAL de un pequeño fondo para financiar la investigación. A veces, las instituciones públicas no pueden financiar a grupos de productores privados, por lo cual las ONG juegan un papel central tanto en este aspecto como trabajando con los agricultores en temas de investigación. Los CIAL echan raíces más fácilmente en las localidades en que existe ya un fuerte grado de organización de los productores[870].

La capacidad de los productores para contribuir al proceso de investigación ha sido también ilustrada por experiencias en Rwanda, Zimbabwe y otros lugares. Se realizaron estudios en los cuales se pidió a las productoras que seleccionaran las mejores variedades en pruebas realizadas en parcelas de demostración, selecciones que luego fueron comparadas con las de los investigadores:

Científicos del Instituto de Ciencias Agronómicas de Rwanda y del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) en Colombia colaboraron con mujeres campesinas de las zonas aledañas para criar variedades mejoradas de frijoles. Las dos o tres variedades consideradas por los investigadores como de mayor potencial habían alcanzado sólo modestos aumentos de rendimientos. Las campesinas fueron invitadas a examinar más de 20 variedades de frijoles en las estaciones experimentales y a seleccionar y llevar a sus casas las dos o tres que consideraban más prometedoras. Ellas sembraron las nuevas variedades usando sus propios métodos de experimentación.

Aunque los criterios de selección de las mujeres no se limitaron al rendimiento, que fue la principal medida de clasificación adoptada por los investigadores, las opciones de las campesinas se desempeñaron mejor que las de los investigadores en un 60 a 90 por ciento de los casos[871].

Van Veldhuizen, Waters-Bayer y de Zeeuw han señalado que la tecnología participativa responde a un diferente objetivo del proceso de desarrollo, que abarca más que el propósito usual de incrementar ingresos o de elevar los ingresos de los grupos más pobres de la población. Se trata del objetivo de ayudar a la población rural a alcanzar un mayor control sobre el rumbo futuro de sus vidas[872]. La importancia del papel de la investigación participativa en la ampliación y enriquecimiento de las capacidades humanas fue también resaltada por Hagmann, Chuma y Gundani, basándose en una experiencia de investigación en Zimbabwe:

La integración de la investigación formal en el proceso participativo de generación de tecnología permitió a los productores e investigadores generar conjuntamente tecnologías y recibir los beneficios en forma de datos (investigadores y encargados de las políticas) y de una comprensión más profunda de los procesos (agricultores e investigadores).

Aunque difícil de cuantificar, para los productores un resultado muy importante del proceso de experimentación es el aumento de la confianza y el orgullo de quienes venían siendo mirados despreciativamente como campesinos incapaces. Este factor humano representa el punto de partida del desarrollo sostenible desde abajo hacia arriba[873].

Trabajando directamente con las comunidades para fortalecer su capacidad de articular sus conocimientos agrícolas y llevar a cabo investigaciones adaptables en sus propias parcelas se contribuye a mejorar su capacidad de progresar. Estos autores han planteado el tema de definir el objetivo del desarrollo, como un prerrequisito para seleccionar los programas de investigación agrícola más adecuados.

Echevarría ha examinado la respuesta lenta de los sistemas de investigación agrícola ante los nuevos desafíos, y la necesidad de mejores incentivos institucionales:

Se pide a las instituciones nacionales de investigación que amplíen sus programas y presten mayor atención a los temas relacionados con el alivio de la pobreza, la degradación ambiental y el manejo de los recursos naturales. Además, las tecnologías agrícolas se están volviendo más intensivas en técnicas de administración, tanto mediante la sustitución de productos químicos dañinos al ambiente por información mejorada (por ejemplo, manejo integrado de plagas), como a través de exigencias de que todos los sectores de la sociedad reduzcan costos con el propósito de aumentar la competitividad.

... los avances de la biología molecular y la tecnología de información han abierto nuevos caminos a la investigación agrícola, que pueden disminuir los costos de generar tecnologías mejoradas. Sin embargo, estas tecnologías requieren inversiones iniciales considerables en capacidades humana y física. Teniendo en cuenta la tendencia mundial hacia la privatización de los conocimientos, el aumento de la inversión pública en las ciencias básicas parece una condición previa para la generación de los futuros flujos de tecnología.

Puesto que las actividades públicas en la mayoría de los países de la región se han restringido y el sector privado no está "llenando esa brecha" (Pray y Umali-Deininger, 1998[874]), el movimiento hacia programas de investigación más orientados hacia la pobreza y los aspectos ambientales ha sido muy lento. Para encargarse de las nuevas demandas, los sistemas de investigación necesitan estructuras institucionales capaces de romper la separación de las investigaciones por producto y por disciplina, y también sistemas de incentivos que aumenten la responsabilidad por los resultados alcanzados en las fincas[875].

Si bien las formas institucionales de la investigación agrícola deben respetar las características y el contexto propios de cada país, una lección general es la conveniencia de descentralizar los sistemas de investigación. Se recoge este tema en el apartado 8.4 más adelante.

8.2.3 Los aspectos de género en la investigación agrícola

La pertinencia de gran parte de la investigación agrícola puede también ser cuestionada desde el punto de vista del género. Aún cuando los investigadores no adopten enfoques de arriba hacia abajo, lo más probable es que consulten a los productores varones, a pesar de la eficacia, mencionada anteriormente, de la participación de mujeres campesinas en investigaciones realizadas en Colombia y Rwanda. A menudo esto se justifica por la necesidad de interactuar con los jefes de hogares. Sin embargo, en bastantes hogares rurales la cabeza es la mujer y, aún en familias encabezadas por hombres, con frecuencia las mujeres tienen responsabilidades agrícolas significativas. Por ejemplo, en República Dominicana cerca del 22 por ciento del total de hogares rurales son liderados por mujeres[876]. En Colombia, "entre 1973 y 1985 la proporción de mujeres en la población rural económicamente activa subió de 14 a 32 por ciento"[877].

Cada vez más se reconoce que este vacío de los programas de investigación es una limitación, tanto para el progreso de las mujeres como para el bienestar de los hogares rurales en general. Paris, Feldstein y Durón han resumido el problema en los siguientes términos:

Más de veinte años de experiencia en investigación y desarrollo han mostrado que la tecnología no es neutra. Las mujeres son vitales para la seguridad alimentaria y el bienestar de las familias, y tienen una aguda necesidad de tecnologías que ahorran mano de obra y generan ingresos. Sin embargo, desde los años setenta hasta mediados de los noventa la mayoría de los programas de investigación y desarrollo reconocieron sólo parcialmente tanto los aportes de las mujeres al proceso de desarrollo, como los efectos de dicho proceso sobre ellas. Como resultado, con frecuencia las nuevas tecnologías han tenido consecuencias perjudiciales no sólo para la seguridad económica y la posición social de las mujeres y sus familias, sino también sobre la posibilidad de que estos programas cumplieran los objetivos nacionales y regionales del desarrollo.

El trabajo de las mujeres, especialmente en zonas rurales, es arduo y ocupa mucho tiempo. Imágenes familiares del campo son mujeres y niños con pesadas cargas de leña y agua y, mujeres moliendo granos. Sin embargo, de manera creciente las niñas están también yendo a las escuelas, estudiando ciencias y contribuyendo al desarrollo de la tecnología. La investigación y la adaptación tecnológica pueden hacer contribuciones sustanciales al bienestar de las mujeres rurales e incrementar su autoridad social en tres aspectos: producción agrícola y procesamiento de poscosecha, tecnología de la información y energía[878].

Para satisfacer las necesidades de las productoras rurales habrá que modificar la mayor parte de las actuales modalidades de investigación. Las mejoras de las tecnologías hogareñas, omitidas casi siempre por los sistemas de investigación y extensión, pueden jugar un papel valioso en el aumento de los ingresos de los hogares, liberando tiempo que las mujeres dedicarían a trabajos agrícolas. Lawrence, Sanders y Ramaswamy analizaron el efecto de las tecnologías agrícolas y del hogar sobre el ingreso de las familias rurales de Burkina Faso[879]. Dado que existen pocas evidencias empíricas rigurosas acerca de los efectos de la introducción de nuevas tecnologías hogareñas sobre el género y en general, este estudio merece ser examinado detenidamente.

En Burkina Faso, al igual que en muchos países, las mujeres normalmente poseen parcelas agrícolas y, tanto cultivándolas como trabajando fuera, obtienen sus propias fuentes de ingreso. Los autores también citan evidencias empíricas de que, a menudo, las mujeres reciben pagos de sus esposos por tareas tales como suministrar la leña y cultivar el arroz. Su análisis fue llevado a cabo basándose en tres supuestos alternativos sobre la toma de decisiones atinentes a la distribución del trabajo y los sueldos dentro del hogar: el de explotación (control de los varones y pago del sueldo tradicional a las mujeres, sin tener en cuenta su productividad marginal); el de regateo entre esposos; y el altruista (hombres que pagan a las mujeres al menos su productividad marginal). Los autores señalan que, en la realidad, la mayor parte de la toma de decisiones en los hogares adopta alguna variante del modo de regateo[880]; sin embargo, cubriendo todo el espectro de alternativas, los resultados son más sólidos. En su análisis, la opción del modo de tomar las decisiones incide sobre los ingresos de las mujeres, pero no altera el ingreso total de los hogares. Las tecnologías hogareñas evaluadas incluyen cocinas de leñas mejoradas, morteros con puntas de acero, sorgo sancochado y pozos con bombas ubicados más cerca de los pueblos. Las nuevas tecnologías agrícolas estudiadas incluyen la aplicación de cantidades moderadas de abonos inorgánicos y pesticidas, y el uso de nuevos variedades de algodón y maíz.

Los resultados (págs 211-213) demuestran que solamente la adopción de tecnologías agrícolas nuevas aumenta los ingresos de los hogares proveniente de la parcela familiar, en 26 por ciento (en los hogares que usan tracción animal) y 58 por ciento (en los que usan tracción manual), y que la adopción de ambas nuevas tecnologías (agrícolas y del hogar) conduce a un incremento adicional del ingreso familiar de 11-12 por ciento. Como era de esperar, para las mujeres los efectos de la tecnología agrícola nueva varían marcadamente según la modalidad de la toma de decisiones. El aumento resultante en sus ingresos oscila desde cero, en el modelo de explotación, a valores de entre 25 y 60 por ciento en las otras modalidades, según el tipo de tracción agrícola que posee la familia. Sin embargo, los efectos sobre los ingresos de las mujeres de la introducción de nuevas tecnologías del hogar (conjuntamente con las nuevas agrícolas) fueron más bien semejantes en los diferentes modos de toma de decisiones. Los ingresos femeninos subieron en un monto adicional de entre 30 y 38 por ciento como consecuencia solamente del mejoramiento de las tecnologías del hogar.

Si bien estos resultados se refieren a un solo caso, sugieren el valor potencial de acentuar los mejoramientos de las tecnologías del hogar, junto a las tecnologías de producción, especialmente desde el punto de vista de promover una mayor igualdad de género.

Con frecuencia se observa que las familias lideradas por mujeres adoptan más lentamente las nuevas tecnologías agrícolas que las encabezados por varones. Un análisis detenido de este fenómeno puede facilitar el diseño de las estrategias de adopción; entenderlo es vital para mejorar la condición de las mujeres del campo a través del avance tecnológico. Doss y Morris, citando en particular datos de Malawi y Zambia, comentan que "Una amplia evidencia proveniente de estudios de casos señala que es menos probable que los hogares encabezados por mujeres adopten nuevas tecnologías que aquellos liderados por hombres"[881]. Sus conclusiones empíricas para Ghana son que el género en sí mismo no determina las tasas de adopción de nuevas tecnologías, sino que más bien son la propiedad de la tierra, la capacidad de contratar mano de obra, la educación, el contacto con los servicios de extensión y el acceso al mercado los principales factores determinantes, y son las razones por las cuales los hogares con hombres a la cabeza muestran mayores tasas de adopción:

después de eliminar la influencia de los factores de edad y nivel de educación del agricultor, acceso a la tierra y la mano de obra, contacto con el servicio de extensión y acceso al mercado, no existe ninguna asociación significativa entre el género del agricultor y la probabilidad de que adopte variedades modernas o use fertilizantes.... La falta de control de los factores vinculados al género puede conducir a conclusiones engañosas sobre la importancia del género por sí mismo como factor explicativo.

A la luz de las experiencias de mujeres clientes de instituciones financieras, mencionadas en el Capítulo 7, es razonable esperar que las mujeres sean también buenas administradores de fincas. El estudio de Doss y Morris concluye, al menos para este caso en particular, que las mujeres son tan receptivas como los hombres en la adopción de nuevas tecnologías. Las restricciones que pueden impedirles hacerlo con la misma rapidez que los hombres son de otro tipo.

8.2.4 Investigación pública y privada

La revolución en la investigación agrícola ocasionada por los avances de la biología molecular ha llevado a centrar con mayor nitidez el tema del papel de los sectores público y privado en dicha investigación. La justificación de un rol tradicional para el primero surge del hecho de que buena parte de los resultados de la investigación agrícola pueden ser considerados como bienes públicos: una vez que la innovación sale del laboratorio, no se puede excluir que los agricultores participen de sus beneficios, y el hecho de que un productor coseche los frutos de una innovación no reduce su disponibilidad para los demás productores. Obviamente esta caracterización no se aplica a muchas innovaciones relativas a insumos específicos, tales como agroquímicos mejorados y semillas híbridas. No obstante, en algunos casos aún la investigación básica que sostiene esa clase de innovación puede cumplir con los requisitos de ser un bien público. Las investigaciones que conducen a mejoras en las variedades de cultivos de auto-polinización y a mejores métodos de manejo de los cultivos - en el campo y después de la cosecha - han sido siempre del tipo de los bienes públicos. En estos casos, las empresas privadas no pueden apropiarse de una cuota de los beneficios de la investigación, por lo cual tienen poco interés en financiarla.

Los avances de la biotecnología han abierto paso a mayores posibilidades de generar resultados apropiables por empresas privadas, es decir, que no sean bienes públicos. Estos resultados abarcan una amplia gama de híbridos que tienen las características agronómicas deseadas y las cualidades preferidas por las agroindustrias y los consumidores, además de plantas con características deseables que pueden ser accionadas mediante la aplicación de determinados productos químicos en la parcela. Aunque el hecho de que algunos productos de los laboratorios de investigación puedan ser apropiables actúa como incentivo para la inversión privada, el sector privado puede no responder de manera coherente con los objetivos de desarrollo de los países más pobres:

Derechos de propiedad intelectual que sean claramente definidos y ejecutables legalmente son esenciales para la investigación y el desarrollo de los nuevos productos de la biotecnología por parte del sector privado. Sin embargo, patentes demasiado amplias pueden dotar a sus poseedores de un excesivo poder de mercado, reduciendo así sus incentivos a producir o invertir en innovaciones deseables desde el punto de vista social. Patentes indebidamente amplias y/o licencias demasiado restrictivas a las invenciones académicas, disminuyen la capacidad de competir de los nuevos participantes....

Los países desarrollados no deberían ser demasiado celosos en hacer cumplir los derechos de propiedad intelectual en los países en vías de desarrollo. En primer lugar, precios excesivamente altos por los derechos alientan el fraude y, en segundo lugar, un acento indebido en la protección de los derechos de propiedad intelectual (DPI) puede entrar en conflicto con otros objetivos, entre otros la promoción del comercio libre. Cabe considerar el establecimiento de sistemas de precios de dos pisos, en los cuales los países en desarrollo pagarían los más bajos[882].

Pinstrup-Andersen argumenta que la cantidad de investigación privada sería menor a lo socialmente óptimo por dos razones: es difícil obligar al cumplimiento de los DPI en la agricultura en desarrollo y, aún si fuere posible hacerlo, una parte significativa de los beneficios de la investigación llega a los consumidores con precios más bajos de los alimentos y, por lo tanto la entidad que genera la investigación nunca puede capturar su beneficio económico completo:

ni los microcircuitos de los ordenadores patentados por Intel ni la semilla de soya Round Up Ready patentada por Monsanto son bienes públicos.... los DPI están claramente establecidos. Sin embargo, obligar al cumplimiento de tales derechos es más difícil en el caso de la biotecnología (semillas mejoradas) dado que, en contraste con los microcircuitos de los ordenadores, las semillas se multiplican y el agricultor puede usar sus propias semillas en las próximas siembras sin pagar al dueño original, por ejemplo, Monsanto. Si bien los agricultores pueden celebrar contratos con las empresas de semillas en los cuales se comprometan a no usar sus propias semillas, es difícil obligarlos a respetar tales contratos....

Pinstrup-Andersen sugiere nuevas modalidades de cooperación internacional con el sector privado:

Tal circunstancia requiere financiación pública para la investigación agrícola. Es probable que sistemas nacionales de investigación agrícola (SNIA) fuertes y enfocados hacia la solución de los problemas de los productores y consumidores pobres hagan mayores aportes a los objetivos de equidad y de eficiencia. Estos pueden ser fortalecidos mediante colaboraciones innovadoras con entidades privadas de investigación, según las cuales derechos no exclusivos sobre procesos y características se transfieren del poseedor de las patentes al SNIA para su uso restringido en la investigación destinada a generar tecnologías para ecorregiones y productos de poco o ningún interés para el titular de las patentes. En cambio, la entidad privada de investigación podría mejorar sus relaciones públicas y desarrollar nuevos mercados en la medida en que los productores pobres beneficiados por la tecnología se conviertan en clientes. (De: P. Pinstrup-Andersen, 2000, págs 3-4)

Aún si las instituciones privadas de investigación pudieran obligar al cumplimiento de los derechos de propiedad, por ejemplo, por medio de semillas híbridas o activación automática de genes incorporados en las semillas [accionados aplicando productos químicos], las inversiones privadas en investigación serían menores a lo socialmente óptimo. La razón es que... los consumidores percibirían beneficios a través de la disminución de los precios. Como no tienen la potestad de gravar a los consumidores, los beneficios obtenidos por los productores establecen el límite a lo que pueden captar esas instituciones[883].

Gran parte del análisis de este apartado se ha referido a los efectos de la investigación agrícola sectorial o global, y a sus implicaciones para la estructura de los sistemas de investigación. Recientemente se ha planteado un tema de otra índole: ¿la investigación agrícola ha contribuido al alivio de la pobreza en los países en desarrollo? ¿Qué se podría hacer para hacerla más eficaz en este sentido. Esta cuestión guarda relación con uno anterior, relativo a la pertinencia de la investigación para las necesidades de la pequeña agricultura.

Algunas evidencias empíricas en India señalan que la investigación agrícola ha contribuido a la reducción de la pobreza, pero que se requiere cambiar sus prioridades para que continúe apoyando ese objetivo y también promover el crecimiento global del sector. Los avances del pasado con respecto a la reducción de la pobreza se han dado a través de la expansión del área regada, pero actualmente las ventajas del nuevo riego están declinando y, más bien, los mayores retornos de la investigación se estarían dando en zonas de secano[884].

Sin embargo, existen dudas acerca de la eficacia de asentar las prioridades de la investigación en metas de alivio de la pobreza[885]. Este tema es tratado más adelante en este capítulo.

8.2.5 El manejo de plagas

Yudelman, Ratta y Nygaard han recopilado datos globales (muy aproximados) sobre daños a los cultivos atribuibles a todo tipo de plagas, incluyendo agentes patógenos y malezas. Ellos concluyen que las pérdidas de cultivos debidas a estas causas se ubican entre el tercio y la mitad de la producción mundial, y que esta proporción es más alta en los países en desarrollo que en los más avanzados. Parecería que la causa principal de dichas pérdidas son los insectos, seguidos por los patógenos y las malas hierbas[886].

Como consecuencia de este preocupante hallazgo, los autores ofrecen varias reflexiones y recomendaciones, entre otras:

Las posibilidades de que los costos de producción aumenten y que la tendencia positiva de los rendimientos se desacelere hacen oportuno reconsiderar algunas de las opciones y prioridades para aumentar la productividad y la oferta de alimentos en el futuro. Toda revisión de este tipo debe incluir el análisis de la prioridad asignada a reducir pérdidas innecesarias de las cosechas y a proteger los cultivos de las plagas.... Teóricamente, se debería otorgar una alta prioridad al mejoramiento de la protección de los cultivos hasta el límite en que los costos marginales de reducir las pérdidas se igualen a los costos marginales de aumentar volúmenes comparables de la producción, por otros medios....

Un obstáculo a la formulación de estrategias de esta índole es la limitación de los conocimientos actuales sobre las pérdidas reales originadas por las plagas y sobre los beneficios que provendrían de un manejo mejorado de las mismas....

El concepto de manejo integrado de plagas ha obtenido fuerte respaldo entre los ambientalistas y los que se dedican a la agricultura.... todavía no existe una definición de consenso sobre el manejo integrado de plagas (MIP). Sin embargo, en su sentido más amplio el MIP involucra un cambio de orientación, alejándose del control de plagas basado en productos químicos y avecinándose a métodos apoyados en la biología. En la actualidad, la mayoría de los sistemas de protección de cultivos en los países en desarrollo, fuera de la agricultura tradicional, están basados en el uso de productos químicos (especialmente en algodón, cultivos de exportación y arroz)....

La promoción del MIP requiere de un método eficaz y de fácil manejo, que pueda ser introducido en una escala suficientemente grande como para ofrecer lo mismo que los pesticidas químicos: seguridad contra los daños ocasionados por las plagas y aceptabilidad entre los pequeños productores que no pueden enfrentar pérdidas. Para lograrlo, los organismos internacionales de desarrollo, los gobiernos y otras entidades tendrán que ampliar su apoyo al MIP, incluyendo el aumento de recursos para crear y promover esta forma de manejo. Además de diseminar la información conocida, esto involucra la adquisición de nuevos conocimientos sobre formas para mejorar el manejo de plagas a través de la investigación. También implica la educación y organización de los productores para que puedan aplicar esos conocimientos. No es una tarea fácil. La experiencia de Indonesia y otros países apunta hacia la importancia de un apoyo sostenido por parte de los gobiernos y la introducción de enfoques innovadores para persuadir a los pequeños productores adversos al riesgo a adoptar los nuevos enfoques de control de las plagas[887].

De hecho, el tratamiento químico de las plagas de manera regular constituye, frecuentemente, una estrategia no rentable para los agricultores. Los aumentos en los rendimientos pueden ser contrarrestadas por los costos de los pesticidas y, con el tiempo, las plagas pueden tornarse resistentes a los productos químicos. Años atrás, en la década de los sesenta, esta resistencia hizo necesario tratar el algodón hasta 30 y 40 veces por cada ciclo vegetativo en el nordeste de México, a raíz de lo cual ese cultivo fue abandonado en la región.

El uso de los pesticidas para el arroz en Asia resulta a menudo antieconómico:

Los experimentos en fincas y el análisis de los rendimientos de los productores no sugieren respuestas positivas a la aplicación de insecticidas, ni en los rendimientos físicos ni en la rentabilidad.... Herdt et al. (1984[888]) concluyen que los retornos esperados en el arroz son menores para los productores que aplican insecticidas manera preventiva que para los que no los aplican en modo alguno. Este resultado fue validado por los ensayos en fincas de prácticas alternativas para el control de plagas llevados a cabo por Litsinger (1989[889]) y Waibel (1986[890]). En más de la mitad de los casos, tanto Waibel como Litsinger no observaron diferencias significativas de rendimientos entre las parcelas tratadas con insecticidas y las no tratadas.

... Para los sistemas de producción de arroz en tierras bajas tropicales, Rola y Pingali[891] encontraron que el control natural era la estrategia dominante de manejo de plagas desde el punto de vista económico. El control natural, en asociación con la resistencia de las propias variedades, demostró ser sistemáticamente más rentable que el tratamiento preventivo en años promedio.... Las ventajas del control natural se vuelven aún mayores cuando se toman en cuenta los costos para la salud de la exposición a los pesticidas[892].

La magnitud del problema de las plagas ha suscitado interrogantes acerca de las prioridades de la investigación agrícola internacional, reflejadas en el siguiente extracto de una carta de John Wightman:

Como especialista con 30 años de experiencia en el manejo integrado de plagas, me fue grato asistir al debate sobre el tema llevado a cabo en el IFPRI en septiembre.... nos enteramos que 50 por ciento de la producción mundial de alimentos se pierde por las plagas. Entonces, ¿por qué el CGIAR prioriza la investigación sobre (1) suelos y aguas, tema que en gran parte ha permanecido inmune al progreso en el contexto de la vida institucional del CGIAR, y (2) crianza y biotecnología, en las cuales el progreso se puede medir normalmente en aumentos de sólo 1-2 por ciento al año? El CGIAR sólo será capaz de tener impacto si enfrenta las restricciones más importantes a la producción (que difieren considerablemente de cultivo a cultivo) y deja los asuntos periféricos a instituciones localizadas en zonas específicas, que ya han alcanzado muchos éxitos[893].

De igual manera, los sistemas nacionales de investigación agrícola deberían reevaluar la prioridad que asignan a la investigación sobre problemas de plagas y el manejo integrado de plagas, en comparación con la selección de variedades y otros tipos de investigación.

Las Escuelas de Campo para Agricultores (ECA) de la FAO han registrado avances en promover el manejo integrado de plagas y la fertilidad de los suelos, por medio de modalidades participativas de investigación y extensión. Dichas Escuelas han sido creadas en más de 40 países de Asia, África y América Latina. Su propósito es formular métodos locales viables, derivadas de combinar información científica previa con los resultados de los experimentos propios de los agricultores:

El concepto que motiva las ECA es que grupos de productores se reúnan regularmente en un campo para llevar a cabo ejercicios prácticos estructurados de aprendizaje, que les permitan combinar el conocimiento local con métodos ecológicos científicos.... Todos los cursos obedecen a enfoques prácticos, se realizan en el terreno y son del tipo de "aprender haciendo", con pocas o ninguna conferencia y usando el campo mismo como maestro....

El papel del extensionista ha evolucionado desde el de ser fuente primaria de conocimientos al de facilitador para la creación de conocimientos... Los métodos de las ECA han transformado a los agricultores de receptores de la información en generadores y procesadores de los datos locales[894].

En todas las experiencias de las ECA se ha puesto el acento en desarrollar, en cada zona, un programa de investigación adaptado a las necesidades locales. "Si los productores pensaran que están recibiendo una enseñanza "nacional", quizás evitarían el contacto con la ECA"[895]. El enfoque de las ECA ha evolucionado hasta convertirse en un programa para crear, en cada comunidad, una capacidad para desarrollar sus propios métodos de MIP. Los objetivos de este "MIP comunitario" son los de promover condiciones en las cuales los productores:

El éxito de la experiencia de las ECA en Indonesia, ampliando el horizonte de los productores y alentando sus iniciativas, fue confirmado por un funcionario encargado de los servicios agrícolas:

La experiencia en Gerung[897] ha mostrado que los productores graduados en los cursos de MIP propenden a la realización de estudios de campo. Por ejemplo, productores capacitados en MIP analizaron la eficacia del SP 36, llevaron a cabo ensayos de variedades, analizaron los efectos de la desfoliación y probaron varias distancias de siembra y sus efectos sobre los rendimientos. Los graduados llevaron a cabo demostraciones para sí mismos y para otros, sobre la capacidad de las plantas para compensar el daño causado por las plagas.... Son creativos, dinámicos y han asumido el liderazgo para desarrollar un enfoque sostenible para la agricultura.

(Ing. L. L. Noverdi Bross, Jefe del Servicio Agrícola de la Provincia[898])

El programa de las ECA en general y el enfoque del MIP comunitario en particular representan una aplicación adecuada del concepto de investigación y extensión participativa, tema que se analiza más a fondo en otras secciones del capítulo.


[855] Mohinder S. Mudahar, Robert W. Jolly y Jihendra P. Srivastava, Transforming Agricultural Research Systems in Traditional Economies: The Case of Russia, World Bank Discussion Paper No. 396, Banco Mundial, Washington, 1998, págs 61-62.
[856] Robert E. Evenson y Larry E. Westphal, Technological Change and Technology Strategy, Center Paper No. 503, Economic Growth Center, Yale University, New Haven, 1995; mencionado en Mudahar et al., 1998, pág. 7.
[857] D. L. Purcell y J. R. Anderson, 1997, pág. 116.
[858] R. E. Evenson y M. W. Rosegrant, Total Factor Productivity and Sources of Long-Term Growth in Indian Agriculture, Environment and Production Technology Division Discussion Paper No. 7, IFPRI, Washington, D.C., 1995.
[859] C. Thirtle, D. Hadley y R. Townsend, “Policy-Induced Innovation in Sub-Saharan Agriculture: A Multilateral Malmquist Productivity Index Approach”, Development Policy Review, tomo 13, No. 4, 1995, págs 323-348.
[860] Robert E. Evenson, Carl E. Pray, y Mark W. Rosegrant, Agricultural Research and Productivity Growth in India, Research Report 109, IFPRI, Washington, 1999.
[861] Maredia, Byerlee y Pee, 2000, pág. 554.
[862] D. L. Purcell y J. R. Anderson, 1997, págs 7-8.
[863] Philip G. Pardey, Johannes Roseboom y Nienke M. Beintema, “Investments in African Research”, World Development, tomo 25, No. 3, 1997, pág. 421.
[864] Charles H. Antholt, “Agricultural Extension in the 21st Century”, Capítulo 22 en: C. K. Eicher y J. M. Staatz, eds., 1998, pág. 360 [énfasis agregado a la primera cita].
[865] Se han hecho muchas estimaciones cuantitativas de esta opción entre riesgos e ingresos. Un examen del parámetro de aversión al riesgo que mide las preferencias entre incrementos de ingresos en finca y la desviación estándar del ingreso se encuentra en: Peter B. R. Hazell y Roger D. Norton, Mathematical Programming for Economic Análisis in Agriculture, Macmillan, Nueva York, 1986.
[866] La práctica de intercalar cultivos no es un fenómeno aislado y puede ser enormemente complejo. En un estudio cuantitativo basado en datos provenientes de encuestas de fincas, el autor encontró que los productores del norte de Nigeria combinaban típicamente de tres a cinco cultivos en formas intercaladas; y varios de ellos combinaban hasta nueve cultivos (véase R. D. Norton, “Pricing Policy Analyses for Nigerian agriculture”, informe preparado para la Western Africa Regional Office of the World Bank, Washington, septiembre de 1983.)
[867] Purcell y Anderson, 1997, pág. 13.
[868] Ibid.
[869] Laurens van Veldhuizen, Ann Waters-Bayer y Henk de Zeeuw, Developing Technology with Farmers: A Trainer’s Guide for Participatory Learning, Zed Books Ltd., Londres, 1997, pág. 4.
[870] J. A. Ashby, A. R. Braun, T. Gracia, Ma. del Pilar Guerrero, L. A. Hernández, C. A. Quirós, y J. I. Roa, Investing in Farmers as Researchers, Experience with Local Agricultural Research Committees in Latin America, Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), Cali, Colombia, 2000, págs 90-121.
[871] Banco Mundial, 1999, pág. 38.
[872] L. van Veldhuizen, A. Waters-Bayer y H. de Zeeuw, 1997, pág. 4.
[873] Jürgen Hagmann, Edward Chuma y Oliver Gundani, “Integrating formal research into a participatory process”, ILEIA Newsletter, Center for Research and Information on Low External Input and Sustainable Agriculture, tomo 11, No. 2, 1995, pág. 13.
[874] C. Pray y D. Umali-Deininger, “Private sector investment in R&D: will it fill the gap?” World Development, tomo 26, No. 6, 1998, págs 1127-1148.
[875] R. G. Echevarría, 1998, pág. 1107.
[876] Elizabeth Katz, “Gender and Rural Development in the Dominican Republic”, nota preparada para el Banco Mundial, mimeo, noviembre de 2000, pág. 2.
[877] E. Katz, “Gender and Rural Development in Colombia”, nota para el Banco Mundial, mimeo, junio de 2000, pág. 2.
[878] Thelma R. Paris, Hilary S. Feldstein y Guadalupe Durón, “Empowering Women To Achieve Food Security: Technology”, A 2020 Vision for Food, Agriculture and the Environment, Focus Note No. 6, Policy Brief 5 of 12, IFPRI, Washington, agosto de 2001, pág. 1.
[879] Pareena G. Lawrence, John H. Sanders, y Sunder Ramaswamy, “The impact of agricultural and household technologies on women: a conceptual and quantitative analysis in Burkina Faso”, Agricultural Economics, tomo 20, No. 3, mayo de 1999, págs 203-214.
[880] Op. cit., pág. 209. Hay alguna evidencia proveniente de Malí que sugiere que a veces las decisiones hogareñas dominadas por los varones terminan perjudicando a las mujeres por la introducción de nuevas tecnologías agrícolas, ya que ellas reciben menos al trabajar los campos principales que lo que renuncian por no laborar en sus propias parcelas (op. cit., pág. 208).
[881] Cheryl R. Doss y Michael L. Morris, “How does gender affect the adoption of agricultural innovations? The case of improved maize technology in Ghana”, Agricultural Economics, tomo 25, No. 1, junio de 2001, pág. 32.
[882] David Zilberman, Cherisa Yarkin y Amir Heiman, “Agricultural Biotechnology: Economic and International Implications”, Food Security, Diversification and Resource Management: Refocusing the Role of Agriculture? Ed. por G. H. Peters y J. von Braun, Proceedings of the 23rd International Conference of Agricultural Economists, International Association of Agricultural Economists, Ashgate Publishing Ltd, Reino Unido, 1999, pág. 160.
[883] P. Pinstrup-Andersen, 2000, pág. 2.
[884] Shenngen Fan, Peter Hazell y T. Haque, “Targeting public investments by agro-ecological zone to achieve growth and poverty alleviation goals in rural India”, Food Policy, tomo 25, No. 4, agosto de 2000, págs 426-427. Ver la discusión adicional de este punto en el apartado 8.4.
[885] Ver Derek Byerlee, “Targeting poverty alleviation in priority setting for agricultural research”, Food Policy, tomo 25, No. 4, agosto de 2000, pág. 442.
[886] Montague Yudelman, Annu Ratta y David Nygaard, Pest Management and Food Production: Looking to the Future, Food, Agriculture and the Environment Discussion Paper 25, IFPRI, Washington, D.C., 1998, pág. 8.
[887] Op. cit., págs 40-42.
[888] R. W. Herdt, L. Castillo y S. Jayasuriya, “The economics of insect control in the Philippines”, en: Judicious and Efficient Use of Pesticides on Rice, Proceedings of the FAO/IRRI Workshop, IRRI, Los Baños, Filipinas, 1984.
[889] J. A. Litsinger, “Second generation insect pest problems on high yielding rices”, Tropical Pest Management, tomo 35, 1989, págs 235-242.
[890] H. Waible, “The economics of integrated pest control in irrigated rice: a case study from the Philippines”, en: Crop Protection Monographs, Springer, Berlín, 1986.
[891] A. C. Rola and P. L. Pingali, Pesticides, Rice Productivity and Farmers’ Health – An Economic Assessment, World Resources Institute and IRRI, Los Baños, Filipinas, 1993.
[892] Prabhu L. Pingali and Roberta V. Gerpacio, “Living with reduced insecticide use for tropical rice in Asia”, Food Policy, tomo 22, No. 2, abril 1997, págs 112-113.
[893] John A. Wightman, carta en News and Views, A 2020 Vision for Food, Agriculture and the Environment, IFPRI, Washington, noviembre de 1998, pág. 7.
[894] Kevin D. Gallagher, “Community study programmes for integrated production and pest management: Farmer Field Schools”, en M. K. Qamar, 2000, pág. 62.
[895] John Pontius, Russell Dilts, Andrew Bartlett (eds), Ten Years of Building Community: From Farmer Field Schools to Community IPM, FAO Community IPM Program, Yakarta, 2000, pág. 36.
[896] Op. cit., pág. 39.
[897] Gerung es un Subdistrito del distrito de Lombok occidental en la isla de Lombok, Indonesia.
[898] Citado en Pontius, Dilts y Bartlett, 2000, pág. 45.

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