El tesoro oculto del Altiplano boliviano


“Son principalmente las mujeres quienes producen charque”, explica Roberta. “En el pasado, los hombres siempre eran los que trabajaban, pero actualmente nosotras también contribuimos [a los ingresos familiares].”

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©IFAD Carlos Sanchez

20/06/2024

Estado Plurinacional de Bolivia

Una soleada mañana de octubre en Turco, una pequeña localidad del Altiplano boliviano, Roberta Rivera mira anuncios en línea de cecina de llama. Los paquetes de 500 gramos de charque, como se conoce localmente a esta carne seca, son coloridos, en amarillo, naranja y verde brillantes, al igual que las llamativas telas de esta parte de los Andes. Pero Roberta no está interesada en comprar, su atención se centra en los comentarios.  

“A veces, nos envían mensajes de Chile y nos preguntan cuánto cuesta”, presume. Aunque Roberta y su colectivo han producido diversos productos de carne de llama durante más de un decenio, la comercialización a través de Internet es una nueva habilidad que están adquiriendo. “Podemos mostrar los productos a través de Facebook Marketplace”, explica. “Ahora vendemos nuestros productos en línea, al por mayor y al por menor”.  

Al igual que la comercialización, la deshidratación de la carne de llama es un proceso que Roberta ha aprendido recientemente, cuando la Asociación de Productores Agroganaderos de Turco (APAT) adquirió nuevos equipos a través de un proyecto denominado ProCamélidos que ayuda a las comunidades que dependen de la producción de llamas a sacar más partido a sus productos. Actualmente, ella y otras mujeres realizan todo el proceso de principio a fin: laminan la carne, a continuación la colocan plana para después introducirla en la deshidratadora y, finalmente, la pesan y la envasan de conformidad con las normas de inocuidad alimentaria.  

“Son principalmente las mujeres quienes producen charque”, explica Roberta. “En el pasado, los hombres siempre eran los que trabajaban, pero actualmente nosotras también contribuimos [a los ingresos familiares]”, afirma esta madre de dos niños. 

©IFAD Carlos Sanchez

Por ahora, esta mujer de 33 años produce entre 70 y 100 kg al mes, principalmente para clientes de Cochabamba, la segunda ciudad más grande de Bolivia. No obstante, ya está trabajando con ProCamélidos a fin de cumplir los requisitos que le permitirán exportar a la Argentina y el Brasil, su gran sueño.  

Aunque las llamas han constituido una fuente esencial de carne y lana en Bolivia durante siglos, las condiciones rurales para criarlas no eran ideales para hacerlo a largo plazo y el acceso a los mercados era limitado. Sin embargo, esto está cambiando gracias a iniciativas como ProCamélidos y, actualmente, los camélidos de América del Sur forman parte de las estrategias nacionales para reducir la inseguridad alimentaria, la malnutrición y la pobreza rural. La familia de Roberta es una de las 18 000 que trabajan en la iniciativa, que también ha invertido numerosos recursos en establos y acceso al agua y a la energía solar en las comunidades rurales. 

Verónica Calle, una dirigente comunitaria de 23 años de Chojñacota del ayllu Aparu, destaca la repercusión positiva de estas inversiones. “Antes del programa, las llamas nacían y se morían de frío en el exterior o, en ocasiones, atacadas por zorros y pumas, pero ahora están a salvo en los establos”, afirma. 

 

ProCamélidos es una iniciativa de colaboración entre el Gobierno de Bolivia y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), que han invertido de manera conjunta 38 millones de USD para desarrollar la cadena de valor de los camélidos en América del Sur.  

Enlaces
Por qué los camélidos son clave para un futuro mejor en Bolivia y más allá