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1. INTRODUCCION

Nomura (1975) enumera cinco razones importantes para estudiar las migraciones ícticas:

  1. determinar la velocidad de migración;

  2. determinar las distancias recorridas;

  3. estudiar al aumento de longitud o peso del cuerpo;

  4. describir la dirección de la migración (aguas arriba o abajo del río);

  5. para el cálculo de los índices de mortalidad.

Otra razón del estudio de la migración íctica es evaluar las repercusiones sobre la vida de los peces de presas y otros aprovechamientos hidráulicos, que modifican el ecosistema acuático. Hay dos sistemas básicos para el estudio de migraciones ícticas:

  1. con programas de marcado, que llevan mucho tiempo y son caros;

  2. con observaciones directas, que es el método más común y más económico.

Pocos investigadores han llevado a cabo experimentos para observar específicamente la migración de los peces, por lo que la mayor parte de las observaciones en América Latina son informes derivados de los programas de investigación instituidos para otros fines.

Hay especies ícticas que ocupan las primeras etapas de su vida alimentándose y creciendo en agua dulce para migrar después y reproducirse en el mar (especies catadromas) y otras con unas características de migración contrarias, ya que se crían en agua dulce y se alimentan en el mar (peces anadromos). Sin embargo, los primeros informes de América Latina se hicieron porque la gente estaba impresionada por las enormes migraciones ícticas dentro de las propias aguas dulces, fenómeno conocido como “piracema” por los indios americanos del sudeste del Brasil (pira = pez; cema = cardumen, Schubart, 1943).

La mayoría de las especies ícticas no parece ser que hagan migraciones largas. Por ejemplo, la mayoría de los cíclidos, eritrínidos, gimnotoides y muchos grupos de caracínidos no parecen entrar en los canales de los ríos para efectuar largos movimientos aguas arriba o abajo. Por ello, Bonetto (1963) estima que los peces son animales en su mayor parte de caracter sedentario, capaces sólo de efectuar movimientos locales y con unas pocas especies que migran estacionalmente.

Bonetto clasificó la migración íctica en términos generales fundamentándose en los estudios de marcado en la parte argentina del río Paraná, a saber: (i) reproductiva; (ii) térmica; (iii) trófica o nutricional; (iv) migraciones de crecimiento y (v) migraciones que dependen de fenómenos especiales, como las originadas por variaciones en el nivel del agua y corrientes. Manifiesta que estos aspectos pueden ser coincidentes y, en algunos casos, las características migratorias pueden ser muy complejas y difíciles de interpretar.

Al principio de las observaciones sobre la migración íctica (Ihering, 1929, 1930; Iherin y Azevedo, 1936; Azevedo y Vieira, 1938), la lluvia fue considerada como el factor más importante desencadenante de las migraciones reproductoras aguas arriba, pero hoy día se piensa que es un agente secundario. El nivel del agua, junto con la temperatura, se han estimado recientemente como los principales factores responsables de la migración (Schubart, 1943; Godoy, 1959). Bayley (1973) indica que la fase lunar (cuarto creciente) está relacionada con la migración del “sábalo”, Prochilodus platensis, en el río Pilcomayo de Bolivia. Schubart (1943) también se refiere a la importancia de la luna en la migración del “curimbatá”, Prochilodus scrofa, en el río Mogi Guassu, Brasil, pero no da ninguna prueba.

Las razones aducidas por Godoy (1967) con respecto a por qué migran los peces aguas arriba para reproducirse, es que el exceso de grasas y proteínas acumuladas en el cuerpo deben ser metabolizadas con el ejercicio. Estos componentes se desglosan principalmente en ácido láctico, que activa la glándula pituitaria dejando en libertad las hormonas gonadotrópicas que, a su vez, provocarán el desarrollo de la gónada y la madurez del ovario. Dahl (1963) propone una teoría mecánica similar pero con la intervención de la adrenalina en vez del ácido láctico.


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