En México, el término “agricultura social” ha sido utilizado para referirse al sector conformado por los campesinos que al término de la revolución de 1910 recibieron tierras para trabajarlas, con ciertos elementos de trabajo colectivo, como fue la manera tradicional de organizarse de los pueblos de los tiempos anteriores a la colonización española (algunos todavía existen). Tal como excelentemente lo señala George Kent, los mayas (y los aztecas) tienen mucho que enseñarnos acerca del manejo de los alimentos, especialmente en el enfoque para producir lo que se necesita y la vinculación entre la producción y el consumo.
Al llegar los españoles a Tenochtitlán, se sorprendieron de la prosperidad que encontraron, ya que los campesinos no eran pobres, mucho menos miserables, como lo eran en esa época sus contrapartes europeos, que vivían bajo el sistema feudal, en una virtual explotación. En México, los campesinos tenían la gran ventaja de la existencia de los “tianguis” (mercados), en donde podían ofrecer sus productos directamente a los consumidores, con todas las ventajas que ello implica. Durante la colonia española este esquema cambió y las tierras fueron acaparadas en grandes latifundios, en los cuales la población pasó a ocupar un lugar similar al de los siervos del feudalismo, sumidos, como ellos, en la pobreza. Los gobiernos surgidos a raíz de la revolución, intentaron restituir la forma tradicional de tenencia de la tierra de los pueblos prehispánicos, constituyéndose así el “ejido”, en el cual se entregaba tierra a los campesinos para que la trabajaran de manera tanto individual como colectiva. Durante 60 – 70 años se hizo un gran esfuerzo y se apoyó con créditos y asesoría a los ejidatarios de una manera muy intensa, pero a partir de la década de los 80s se dieron grandes cambios en las políticas públicas, desmantelándose el aparato gubernamental que daba soporte a este esquema. Se hicieron cambios a las leyes para permitir la venta de los ejidos (estaba prohibido) y se alentó la producción comercial, especialmente la dirigida a la exportación. El resultado, 30 años después, es que la desigualdad ha aumentado en una forma impresionante, con la mitad de sus 110 millones de habitantes en situación de pobreza y más de 20 millones padeciendo hambre. Se cumple así lo que señala George Kent, de que no son las sociedades con menos ingresos, sino las que menos cuidan de sus miembros las que sufren más la pobreza y el hambre. México produce hoy más alimentos que hace 30 años, pero tiene más pobreza y hambre; tiene cada vez más pobres pero tiene al mismo tiempo algunos de los hombres más ricos del mundo. Sin embargo, existen aún muchos pueblos en México que mantienen sus tradiciones y sus sistemas de producción comunitaria, pero se encuentran en desventaja para competir en el actual esquema de comercialización, copado por las grandes empresas tanto mexicanas como trasnacionales, que poco a poco han ido cambiando nuestros hábitos de consumo y desplazando nuestros productos.
Así es que al buscar ejemplos de lo que llaman “agricultura social”, entendiéndola como “el uso de la agricultura para proporcionar servicios sociales o de educación a los grupos vulnerables”, encuentro que trasladamos los problemas sociales que padecemos a este ámbito también. Se han utilizado desde hace ya largo tiempo las granjas para menores a manera de reformatorios, pero es también largo el debate acerca del enfoque que se les da, ya que son manejadas a manera de cárceles, sin enfocarse realmente en la rehabilitación del menor. Como centros para rehabilitación de drogadictos, la situación es muy similar, con instalaciones igualmente similares a las cárceles y resultados cuestionables. El área en la que si hay resultados positivos es en el uso de las granjas de manera didáctica; existen granjas que se especializan en dar pequeños cursos o simples visitas que permiten a los niños conocer las labores agrícolas y entender lo que significan en la producción de alimentos y en el cuidado del medio ambiente. Estas granjas en general son negocios particulares y cobran por sus servicios, enfocándose en las escuelas tanto públicas como privadas de nivel básico, ofreciendo visitas a la granja o bien llevar la granja a las escuelas.
Considero que en México se necesita un fuerte cambio en el enfoque de nuestras políticas públicas, pues al día de hoy, se hace un gran énfasis en que toda la producción debe estar enfocada al mercado, si es de exportación mejor, olvidándonos del compromiso y del objetivo básico de la agricultura, de alimentar a nuestra población.
Saludos cordiales
Moisés Gómez Porchini
Prof. Moises Jorge Gómez Porchini