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Shelley Burich

“Cuando cerraron las fronteras, tuve que encontrar la manera de que mi negocio siguiera generando productos y hacerlos salir de Samoa”.
28/09/2022

Samoa 

Cuando Shelley Burich empezó a cultivar vainilla hace unos 15 años, era simplemente un pasatiempo junto a su trabajo a tiempo completo como directora ejecutiva de una organización benéfica, en su Samoa natal. Aprendió haciéndolo, cultivando sus primeras vides bajo la sombra de los árboles en su jardín, antes de construir su propio invernadero. 

Ella dice que cultivar vainilla requiere tiempo y experiencia: todas las flores se polinizan manualmente y las plantas tardan cinco años en producir su primera cosecha. 

“Somos una granja de vainilla orgánica”, explica, lo que significa que también elabora su propia cubierta vegetal y fertilizante con cáscaras de coco y plátanos. 

El objetivo es producir vainas con altos grados o de vainillina: cuanto mayor sea el contenido de vainillina, mejor será la calidad. Y ese proceso requiere un cuidado constante. 

Hoy, Shelley es el único agricultor comercial de vainilla en Samoa, que cuida 500 vides y un próspero negocio en línea que vende productos boutique a clientes que se preocupan por la calidad. 

“Mis productos ahora se venden a Irlanda, Japón, Canadá, Nueva Zelandia... se venden por todas partes”, dice. 

“Exportamos nuestras vainas de calidad superior y con las demás vainas elaboro productos de valor añadido, como jarabes, extractos y vainilla en polvo”. 

Inesperadamente, la pandemia impulsó su negocio. 

“Antes de la COVID-19, dependía mucho de los turistas que venían a las islas, personas que querían visitar la granja de vainilla”, recuerda. “Cuando cerraron las fronteras, tuve que encontrar la manera de que mi negocio siguiera generando productos y hacerlos salir de Samoa”. 

Shelley actuó con inteligencia. Primero, tomó un curso en línea sobre comercio electrónico para mujeres indígenas. Luego abrió su tienda Shopify y comenzó a comercializar sus vainas y jarabes en las plataformas sociales. 

En 2021, en solo cuatro meses obtuvo los mismos ingresos que había conseguido en todo el año anterior. 

Ahora, organiza sus propias clases en línea y, por una módica cantidad, enseña a personas de todo el mundo cómo cultivar vainilla. 

Planea mantener su nicho como productora de pequeños lotes de vainilla de calidad excepcional en el Pacífico. 

En lugar de expandir su propia granja, está ayudando a otras mujeres en Samoa a entrar en el negocio, visitando sus tierras para asesorar sobre infraestructura y proporcionar sus primeras vides. 

¿Su mensaje a otras mujeres? “No dejes que los desafíos te detengan”. 

Shelley también ha estado trabajando con la FAO y el campus de Samoa de la Universidad del Pacífico Sur (USP) para capacitar a pequeños productores de vainilla, con un enfoque en las mujeres productoras, para fortalecer y ampliar la producción de vainilla en Samoa.

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