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1. Importancia de las enfermedades y los insectos forestales

Las pérdidas económicas causadas por las enfermedades y los insectos de los montes han sido puestas de manifiesto por primera vez en escala mundial en este Simposio. Los informes procedentes de casi todas las principales regiones del globo describen las pérdidas debidas a las plagas y enfermedades que o bien matan los árboles de los montes y las plantitas de los viveros, reducen el crecimiento de unos y otras y destruyen la madera de los árboles vivos, o rebajan la calidad de la madera o la del material en formación.

Estudios intensivos de las enfermedades hechos en los Estados Unidos indican que las pérdidas que las enfermedades ocasionaron en un año tomado como ejemplo (1952) ascendieron al 35 por ciento del incremento anual bruto. Aunque de todos los agentes dañosos, incluido el fuego, las enfermedades fueron las que más pérdidas ocasionaron en los Estados Unidos, la mortalidad máxima correspondió a los insectos. Para el Canadá se han calculado daños igualmente importantes en la producción forestal. Para reducir esas pérdidas, los Estados Unidos y el Canadá emplean actualmente varios centenares de entomólogos y patólogos forestales que tratan de crear y mejorar medidas preventivas y de lucha y de descubrir y combatir los brotes de epidemias y plagas.

Aun cuando en el Simposio se puso de manifiesto que las pérdidas de volumen de madera, expresadas en pudrición y mortalidad ocasionadas por los insectos, son máximas en las antiguas masas naturales, la principal preocupación por lo que respecta a lo porvenir - dado que cada día son más las masas naturales que se sustituyen con bosques plantados o regenerados artificialmente - son los nuevos problemas que se plantean en la actualidad en todo el mundo y que se relacionan con los montes artificiales, el empleo de especies exóticas, el monocultivo y las grandes plantaciones de árboles de igual edad. La intervención del hombre en los montes naturales, que es tan necesaria para la producción eficaz de madera de especies deseadas, ha creado múltiples problemas nuevos debidos a las enfermedades y los insectos.

FIGURA 1. - Un pino de Weymouth (Pinus strobus) derribado por el viento a causa de la pudrición de sus raíces por Fomes annosus. Este hongo ha pasado de un relativo anonimato a ser una de las mayores amenazas de las plantaciones de coníferas norteamericanas. (Foto: Servicio Forestal de los E.U.A.)

FIGURA 2. - Típica ramificación en forma de escoba ocasionada por el muérdago enano (Arceuthobium vaginatum f. cryptopodum) sobre pino ponderosa. Se ve un árbol muerto debido a una fuerte infección. La propagación e intensificación se deben principalmente a los frutos explosivos. (Foto: Servicio Forestal de los E.U.A.)

Por ejemplo, las pérdidas ocasionadas por unas y otros, asociadas con la madurez excesiva en América del Norte, Africa, la India, Europa y otras regiones del globo, están cediendo el paso a nuevos tipos de problemas resultantes de la intensificación de los viveros, del crecimiento de montes plantados y del cultivo de montes de crecimiento secundario.

Frecuentemente es difícil estimar en modo real las pérdidas que causan los insectos y las enfermedades forestales, pero se han citado ejemplos dignos de confianza, procedentes de diversos países, de daños lo bastante graves para ejercer una influencia considerable sobre la economía maderera. Por ejemplo, los barrenillos de la corteza devastan actualmente los pinares de Honduras; el barrenillo de los brotes de la caoba (Hypsipyla) ataca muchas especies afines a la caoba existentes en la zona tropical; las larvas de psíquidos atacan una y otra vez y pueden defoliar por completo las acacias en ciertas regiones de Sudáfrica; las orugas causan graves defoliaciones en Pakistán; Sirex noctilio tiene que ver con la muerte de gran número de pinos en Nueva Zelandia; una cochinilla ha destruido prácticamente los cedros (Juniperus) de las Bermudas, y los defoliadores y los barrenillos de la corteza destruyen entre ambos anualmente millones de pies cúbicos de madera en América del Norte. El pulgón lanígero del abeto balsámico (Adelges piceae), que probablemente es de origen europeo, causa grandes daños en ciertas especies de Abies de América del Norte. Estos ejemplos de daños importantes ocasionados por los insectos no son sino unos pocos de los muchos que se describieron en este Simposio.

En muchos países, principalmente en los de las zonas tropical o subtropical, las pérdidas reales y potenciales que causan los insectos y las pudriciones en la madera en uso son tan grandes o mayores que las que causan en los árboles. Por ello, el enorme costo de los tratamientos de conservación de la madera que se efectúan en todo el mundo hay que imputarlos a los barrenillos, los termes y las pudriciones, como también hay que atribuir frecuentemente a las mismas causas la sustitución de la madera por otros materiales de construcción. En el tiempo que transcurre desde que se apea un árbol hasta que se utiliza su madera, ésta está expuesta a menudo a la decoloración, la pudrición y el ataque de los insectos.

Se han citado ejemplos cuantitativos de las pérdidas ocasionadas por las enfermedades en los Estados Unidos, pérdidas que ascendían al 35 por ciento del incremento bruto anual. En el Canadá, las pérdidas causadas por las enfermedades ascienden a casi 36 millones de metros cúbicos de madera por ano. Además de estos cálculos de los daños ocasionados en estas naciones, se presentaron casos específicos de considerables pérdidas económicas causadas por las enfermedades en los montes de todo el mundo. He aquí algunos ejemplos: exterminio virtual del castaño americano debido al chancro cortical; pérdidas cuantiosas en el sándalo (Santalum) en la India, causadas por la seca virótica; desaparición de 1.620 Ha. de plantación de Pinus radiata en Kenia debida a la enfermedad de las acículas causada por Dothistroma; trastorno del cultivo de variedades de álamo en Europa imputable a las enfermedades de las hojas y a un chancro bacteriano; pérdida de millones de árboles del género Albizia por causa de la vasculariosis ocasionada por Fusarium en el Irán, el sur de la U.R.S.S. y el hemisferio occidental; pérdidas incalculables producidas en Europa y en América del Norte por la enfermedad holandesa del olmo, y millones de dólares perdidos en volumen de madera y gastados para combatir las royas de las coníferas, especialmente en América del Norte. El muérdago causa grandes pérdidas en Europa, por ejemplo en Yugoslavia, donde reduce el crecimiento en volumen en un 19 por ciento, y se estima que el muérdago enano reduce el crecimiento en un 10 por ciento en el oeste de los Estados Unidos.

Solamente algunos países han intentado medir las pérdidas ocasionadas en sus montes por las enfermedades y los insectos. El mejor modo de efectuar esta medición consiste en aunar para ello el trabajo de los especialistas en cada tipo de daño, por ejemplo: enfermedades, insectos, incendios, animales y agentes atmosféricos, con el de los economistas forestales encargados de las estadísticas de los recursos forestales de un país. De este modo, la suma de las pérdidas que estima cada uno de ellos no puede ser superior al potencial total de producción de madera de una masa, un área o una región, y se puede lograr un cierto grado de normalización de los métodos de cálculo de las pérdidas debidas a los agentes destructores. Aunque se han efectuado algunos progresos, principalmente en América del Norte, en este aspecto de la intensificación y la mejora de la medición de las pérdidas en relación con el incremento del desarrollo, en el plano nacional, se subrayó en el Simposio la urgencia de que haya más países que se dediquen a esta labor. Las consignaciones para los trabajos de investigación y de lucha dependen frecuentemente de la existencia de cálculos válidos de las pérdidas ocasionadas por los agentes destructores. Esta medición tiende también a canalizar las investigaciones hacia las causas principales de los daños de índole económica más bien que hacia las cuestiones que interesan particularmente a los investigadores.

La economía de los gastos dedicados a la lucha contra las enfermedades y los insectos consiste en algo más que en equiparar los gastos hechos para un resultado satisfactorio con el valor de la madera que se destruye. Cuando la madera destruida es inaccesible y no sería comercializable en ningún modo y tiene que ser reemplazada por la obtenido de otra generación, la madera muerta puede representar una pérdida pequeña o no representar pérdida alguna. El valor de los parques, las zonas de recreo y las de caza son tangibles, pero difíciles de determinar.

En los Estados Unidos, al descubrimiento de brotes de insectos o de enfermedad siguen evaluaciones de los riesgos que pueden ocasionar estos males si no se los combate, y de los métodos de lucha existentes en cuanto a su coste y probable eficacia, y después un grupo de forestales y especialistas toma una decisión acerca de las medidas que deben adoptarse.

En el Simposio se expuso la función respectiva de cada uno de los tres medios principales de lucha contra las enfermedades y los insectos, es decir: el silvícola, el biológico y el químico. Las medidas silvícolas de lucha ion de uso más común para combatir las enfermedades, mientras que las biológicas y las químicas se utilizan más para combatir los insectos, pero los tres métodos hallan aplicación en la lucha contra ciertas enfermedades y ciertos insectos.

Las medidas silvícolas de lucha han permitido reducir considerablemente muchas enfermedades, virtualmente sin gasto alguno, pues los nuevos sistemas de silvicultura adoptados eran buenos, además de derivarse de ellos beneficios de carácter sanitario. Así, por ejemplo, la disminución de las edades del turno ha reducido considerablemente las podredumbres del duramen; la exclusión de los incendios en las masas de frondosas ha rebajado grandemente la podredumbre de los raigales; el empleo del fuego como arma silvícola en la reproducción de las masas de Pinus palustris en los Estados Unidos ha dado resultado en la lucha contra la mancha parda.

La poda efectuada para obtener madera aserrada de calidad detiene muchos tipos de chancros de las ramas e impide que éstos se conviertan en chancros del tronco. Se practica en muchos países el empleo de especies resistentes en vez de otras que sufren pérdidas debidas a las enfermedades o a los insectos. Así, pues, los métodos silvícolas de lucha son los más convenientes de todos, puesto que son preventivos y contribuyen en gran medida a la resistencia del hospedante y a impedir los ataques, frecuentemente con poco o ningún gasto, porque las medidas adoptadas están en armonía con otros objetivos de la ordenación forestal. El Simposio convino en que debiera hacerse el máximo uso de los procedimientos silvícolas de lucha contra las enfermedades y los insectos.

FIGURA 3. - Defoliación del pino insigne (P. radiata) por Selidosema suavis. Este pinar se halla en las llanuras de Canterbury (Nueva Zelandia) zona de clima seco y templado con unos 635 mm. de precipitación anual. Todos los pies sumergidos y subdominantes han resultado muertos los codominantes defoliados en unas ¾ partes de sus copas verdes y los dominantes aproximadamente en la mitad. Esta epidemia ha sido contenida gracias a un virus. (Foto: Servicio Forestal de Nueva Zelandia)

Actualmente se dispone de importantes técnicas nuevas en la lucha biológica contra los insectos De ellas han dado muy buen resultado para combatir los insectos de los montes las siguientes:

a) la introducción de insectos entomófagos en nuevas área;
b) la lucha microbiana;
c) la manipulación genética;
d) la conservación de los enemigos naturales;
e) la aplicación de estímulos químicos o físicos, y
f) el empleo conjunto de diversos métodos.

Un ejemplo excelente de una lucha permanente contra un insecto por procedimientos biológicos fue la súbita desaparición de la inmensamente dañina mosca de sierra de la picea europea, como resultado de una virosis de las larvas de dicha mosca que actuaba simultáneamente con algunos parásitos importados. Otro ejemplo fue el caso de un barrenillo, dañino para el eucalipto, que se introdujo en Africa procedente de Australia y al que se combatió mediante un parásito de los huevos del mismo.

Los métodos biológicos de lucha pertenecen fundamentalmente a la ecología aplicada. Los agentes de la lucha biológica, por su tendencia a convertirse por sí solos en permanentes, resultan, como las medidas silvícolas de lucha, baratos, eficaces y naturales.

Los métodos químicos de lucha se utilizan ampliamente en muchos países de todo el mundo. Estos métodos tienden a ser rápidamente eficaces, se aplican fácilmente (por ejemplo, mediante aeroplanos) y se pueden emplear contra muchos insectos y hongos. Sin embargo, la economía de su uso en grandes extensiones de monte es muy compleja. Como estos métodos raramente son selectivos y pueden tener muchos efectos secundarios perjudiciales para insectos y hongos beneficiosos para el hombre, los peces, los animales y las aves, al estimar la utilidad de su empleo hay que tener en cuenta todas estas consideraciones. Estos métodos tienen un claro valor económico en la protección contra los insectos y los hongos terrestres y aéreos de los viveros mediante la fumigación y el rociado del suelo, pero este valor quizá sea menos evidente, a pesar de la rápida reducción de las poblaciones de insectos, en la lucha contra los defoliadores y los barrenillos de la corteza. El Simposio, al mencionar la experiencia recogida en todos los continentes y en todos los climas, desde el tropical hasta el subártico, no sólo destacó los nuevos problemas creados por las masas artificiales en oposición a las naturales, sino también el hecho de que, debido a que de las masas artificiales se esperan beneficios mayores, puede que esté justificado gastar más para proteger un monte cuya creación ha exigido gastos cuantiosos en vivero, preparación de la estación y plantación, que para proteger un monte heredado con la tierra, como es el caso de los montes naturales.

Estas consideraciones económicas negativas dan origen a la adopción de medidas contra los nuevos problemas relacionados con las masas artificiales, como el tratamiento de los tocones para prevenir la podredumbre de la raíz causada por Fomes annosus en Inglaterra, el tratamiento de las plantitas de vivero y estacas contra el ataque de Hylobius en los lugares de plantación en América y en Europa, la aplicación de fosfatos al suelo en Australia, para combatir la enfermedad del pino denominada fusión de las agujas, y otras muchas prácticas que no corresponden a la silvicultura en condiciones de regeneración natural.

La lucha contra los insectos mediante medios químicos directos tuvo gran resonancia en un principio a causa de lo rápidamente que se conseguía una dramática reducción de las poblaciones de insectos. Sin embargo, los efectos secundarios de que ya se ha hablado han hecho que muchos de estos medios se hayan ganado la animadversión de la opinión pública y que sobre ellos se ejerza una estrecha vigilancia oficial. Los fungicidas químicos raramente se usan para combatir las enfermedades en los montes. El patólogo forestal apenas puede esperar conseguir reducir las enfermedades disminuyendo la cantidad de inóculo, excepto en el caso del muérdago americano (Loranthaceae). Por ello, el buen éxito de estas medidas, que incluyen:

a) la manipulación de la composición (de especies arbóreas) de la masa;
b) el logro de una diversidad de clases de edad;
c) la evitación de los daños causados por el fuego, y
d) la extracción y la disminución de las edades de turno,

a pesar de que frecuentemente son eficaces, ha sido menos evidente, incluso para los forestales, que la eliminación de grandes números de insectos por los insecticidas. Así, pues, la patología forestal tiene mayor tendencia cada vez a convertirse en una «medicina preventiva» que a intentar aplicar medidas curativas en las enfermedades graves que atacan los árboles en centenares de millares de hectáreas de tierra virgen. El mejor modo de combatir una enfermedad o el ataque de los insectos está en la existencia de un árbol que no puede ser atacado gravemente, o de una masa arbórea que no experimente el ataque.

Aunque en este Simposio se planteó la cuestión de la magnitud de las inversiones justificadas para prevenir o combatir las enfermedades y el ataque de los insectos, prontamente resultó evidente que apenas hay dos casos de enfermedad o de plaga que sean semejantes, por lo cual no se pudieron hacer generalizaciones sobre esta cuestión. Se trató de muchos casos específicos que variaban desde la cuestión del intento de combatir el pulgón lanígero del abeto balsámico en el sudeste de los Estados Unidos, donde solamente corren peligro zonas de recreo, hasta la de combatir el muérdago americano para proteger las propiedades de conservación de agua de ciertos montes, o la de combatir muchos insectos que influyen estrictamente en la producción de madera.

La evaluación de las consecuencias de todo ataque importante por insectos o de toda nueva situación patológica debe abarcar todos los aspectos de la silvicultura y la economía del monte atacado si se quiere que estas evaluaciones sean útiles para determinar el modo en que debe efectuarse la lucha y para orientar las investigaciones.


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