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Los problemas sociológicos y la silvicultura asiática

K. NOWAK Y A. POLYCARPOU

K. NOWAK es un especialista sueco en comunicaciones y relaciones públicas y ANDREAS POLYCARPOU es Director del Departamento de Montes de Chipre y antiguo miembro de la Dirección de Montes e Industrias Forestales de la FAO.

En septiembre-octubre de 1969 se celebró un seminario sobre las relaciones sociales en el sector forestal para participantes procedentes de los países asiáticos, patrocinado por el Organismo Sueco de Desarrollo Internacional, la FAO y el Gobierno de Chipre. A primeros de 1969 se envió una misión preparatoria y de investigación a algunos países de la región.

LOS PROBLEMAS DEL DESARROLLO FORESTAL en Asia pueden considerarse, a los fines del presente estudio, como una matriz formada por tres círculos concéntricos: el de los problemas técnicos inherentes a la ordenación de unos recursos forestales compuestos por numerosas especies; el de los complejos problemas económicos de las industrias y el comercio forestales, y el de los problemas institucionales que presenta la elevación al máximo de la contribución de los montes y los productos forestales al esfuerzo general en pro del crecimiento económico y el progreso social.

El último círculo, el externo, es el que más interesa para el presente estudio. En él están incrustados la mayoría de los problemas sociales del desarrollo forestal. Y también es en este sector donde las actividades organizadas de relaciones públicas tienen probabilidades de servir de ayuda a los forestales de la región en su esfuerzo por alcanzar un equilibrio armónico entre el suministro de recursos y la demanda humana de productos forestales y la necesidad de obtener beneficios sociales indirectos. Por consiguiente, este informe se limita ante todo al análisis y discusión de los aspectos sociales del desarrollo forestal.

Sin embargo, debe ponerse en claro desde el principio que esto no supone ni puede suponer un intento de sugerir soluciones a estos problemas, que son tan amplios y complejos como la propia región asiática. A mayor abundamiento, el vasto panorama de las tierras asiáticas en las que se está desarrollando el drama humano fue recorrido con rapidez demasiado grande para permitir algo más que una mera identificación de aquellas zonas en las que un servicio de relaciones públicas organizadas en el campo de la silvicultura pudiera tal vez ayudar a encontrar soluciones a largo plazo.

A continuación se indican algunas de las esferas principales en que se justifica una acción intensificada en el campo de las relaciones públicas.

Relación entre el hombre y el bosque

La tarea de todo técnico forestal es servir a las necesidades no de los árboles, sino del hombre. El bosque es una comunidad viviente de plantas, un complejo

biológico que, con la intervención científica y racional del forestal, puede rendir bienes y servicios a la comunidad. La tarea del forestal es tratar de asegurar un equilibrio armónico entre las demandas crecientes y variables del hombre con respecto al bosque y mejorar la capacidad de este recurso mediante una ordenación racional. La relación entre el hombre y el bosque no es nunca estática, sino que cambia al compás de la evolución de la sociedad humana. El hombre primitivo, por ejemplo, consideraba al bosque como su habitat, en el que podía hallar protección contra las inclemencias del tiempo y asegurar su alimentación con sus frutos y su fauna. A medida que el hombre desarrolló su arte y su habilidad para producir sus alimentos por medio de la agricultura y del pastoreo de animales mansos, el bosque asumió en su vida un nuevo papel; se convirtió en el ámbito natural para el pastoreo de sus rebaños y en el terreno fértil donde podía plantar sus cultivos. Cuando el hombre comprobó que las cavernas no podían atender a su necesidad de refugio y calor, descubrió que los árboles podían facilitar una excelente materia prima para cabañas y cobertizos y que, si se combinaba con otros materiales de construcción como el barro y la piedra, podía utilizarse para construir viviendas más perfeccionadas. Además, la madera tenía cualidades excelentes como combustible para la cocina y para la fusión de los minerales destinados a producir armas e instrumentos, tan esenciales para la supervivencia del hombre.

Para el hombre moderno, el bosque constituye un recurso natural de gran valor que le suministra la materia prima básica para importantes productos industriales tales como el papel, la pasta, los tableros de madera y la madera de construcción. Por otra parte, como resultado de la concentración de las poblaciones humanas debida a la urbanización, los bosques están adquiriendo importancia cada vez mayor para el deporte y las actividades recreativas, además de actuar de cubierta natural del suelo y como regulador de existencias de agua para consumo humano y las necesidades industriales y agrícolas.

Tal fue, en breves términos, la evolución histórica de la relación entre el hombre y el bosque en la mayoría de los países industrializados de Europa occidental y América del Norte. En gran medida se produjo en armonía con el crecimiento de la población y el progreso económico y social. En otras palabras, la liquidación de los recursos forestales para atender a las necesidades humanas no sólo fue gradual, sino que los productos de tal liquidación se utilizaron con mayor eficacia para alimentar el proceso del crecimiento económico.

Si se examina la situación de Asia hoy en día se pueden encontrar todas las fases de esta evolución de la relación hombre/bosque que coexisten una junto a otra en todos los países. Para los aborígenes de China (Taiwán), los kaingineros de Filipinas, las tribus montañosas de Tailandia, los campesinos de la India y los nómadas del Irán, los bosques son un don gratuito de Dios para todos y cada uno de ellos, que pueden cortar, limpiar, cultivar, apacentar en ellos sus ganados o cazar a su fauna para su subsistencia. La necesidad de alimentos y la supervivencia del individuo tienen preferencia sobre las demás consideraciones y no dejan lugar a conceptos relacionados con los beneficios comunitarios de la silvicultura.

En los lugares en que la economía y las estructuras sociales primitivas han avanzado más allá de su fase tradicional, el pueblo no se conforma con seguir siendo pobre, sino que pide más bienes y mejores oportunidades de progreso. Esas demandas, unidas a la explosión demográfica, crean una enorme presión sobre todos los recursos naturales disponibles. A este respecto, los recursos forestales se encuentran en una posición mucho más vulnerable que los recursos minerales o el agua, ya que pueden ser liquidados rápidamente por medio del fuego o de las cortas con objeto de utilizar las nuevas tierras para la agricultura o el nuevo dinero así ganado para atender a otras necesidades. La agricultura nómada y el robo de las maderas comercializables son tan naturales para muchas tribus de Asia como el beber agua en un arroyo.

Los intentos de incrementar la producción de alimentos y aliviar así la presión ejercida sobre los montes se ven dificultados por la falta de capital y por la existencia de enormes efectivos de mano de obra excedentaria dedicada a los cultivos de subsistencia, que busca continuamente un nivel de vida mejor y frecuentemente emigra a las ciudades. Si bien las ciudades ofrecen pocas oportunidades a los recién llegados, es triste decir que aún tienen menos oportunidades en las fincas. Los alojamientos improvisados y superpoblados que se ven alrededor de Bangkok, las cabañas de Manila y las chozas de barro que rodean a las ciudades indias son prueba del anhelo de la población rural de participar en los beneficios del progreso. Estas personas desarraigadas constituyen uno de los más grandes problemas con que se enfrentan los gobiernos de muchos países asiáticos. Las hordas de ocupantes ilegales en las ciudades crean necesidades de viviendas económicas que los recursos forestales podrían contribuir a facilitar, pero muy pocas veces se puede disponer de los recursos de capital y de la infraestructura que se necesitan para ello.

Al propio tiempo, la concentración de los ingresos en un número relativamente escaso de manos lleva a un consumo superfluo y excesivo en detrimento de la inversión en empresas productivas. Así van creciendo y coexistiendo una junto a otra economías y estructuras sociales esencialmente diferentes, lo cual a su vez multiplica y complica la relación entre el hombre y el bosque dentro de cada país. Existe la economía urbana con cierto grado de especialización en la división del trabajo y con un sistema monetario plenamente operante. Junto a ella está la sociedad rural primitiva con su economía basada en la agricultura de subsistencia, en la que el dinero y el intercambio desempeñan un papel muy reducido.

Para la sociedad urbana, el bosque es una fuente de materias primas para el desarrollo industrial y la expansión del comercio. Lo que más importa a la mayoría de los empresarios forestales es el aumento de sus beneficios. Lo que les interesa es saber cómo y en qué medida pueden aumentar inmediatamente sus beneficios por medio de la explotación forestal. A la mayoría de los industriales madereros y comerciantes de productos forestales de esos países les importan muy poco las consideraciones relativas a la economía nacional, los valores agregados, las oportunidades de empleo, la balanza de pagos y la utilización racional de los recursos o la reposición de los bosques naturales. Si pueden realizar grandes beneficios con una inversión mínima, ¿para qué van a preocuparse de lo que suceda en 1980 o en el año 2000?

Para una sociedad rural sobre la que pesa la carga de producir más alimentos resultan incomprensibles las leyes y medidas restrictivas que prohiben la limpia de la «selva virgen», que no produce alimentos, sino que sólo sirve de refugio a animales salvajes. No comprenden qué puede haber de malo en limpiar las tierras vírgenes para dedicarlas a la producción de alimentos cuando se ha agotado la fertilidad de las viejas parcelas. No les parece perjudicial incendiar unas cuantas hectáreas de selva para dejar que el ganado paste en zonas de hierba fresca cuando los terrenos quemados el año anterior se han secado o están cubiertos de hierbas inútiles, ni cortar unas cuantas trozas de teca o de caoba para comprarse una radio de transistores o un artículo de bisutería, ni cazar un ciervo o un rinoceronte para procurarse carne o cuernos de gran valor, ni cortar unos cuantos árboles cuyas ramas les sirvan para cocer la cena hasta que se seque el estiércol recién preparado.

Estos son algunos de los problemas sociales de la silvicultura a los que hay que buscar solución. En su búsqueda de las respuestas, el técnico forestal en Asia se encuentra comprometido en la tarea de modificar toda la estructura social y económica de la vida humana.

La silvicultura y la administración pública

El hecho de que en la mayor parte de los países de Asia los recursos forestales sean generalmente de propiedad pública presta al sector forestal un significado especial dentro del marco económico de esos países. Allí donde los recursos representan un capital congelado se hace más fácil a las autoridades liquidarlos para atender a sus programas rurales de desarrollo. Ello, sin embargo, crea determinadas obligaciones ya que el beneficio público a largo plazo debe situarse antes del interés a corto plazo o de la política de partido.

En la mayor parte de los países visitados se reconoce la importancia del sector forestal como fuente potencial de capitales para nutrir el proceso de desarrollo, pero, por desgracia, no se aprecia debidamente el hecho de que el bosque es un recurso renovable y de que es preciso verter de nuevo en el sector forestal los fondos suficientes para poder conservar a la gallina de los huevos de oro».

En todos los países visitados, los fondos asignados al desarrollo forestal en los presupuestos anuales del Estado son insuficientes para la reposición del capital forestal, que se está liquidando a un ritmo cada vez más rápido. Esto no sería perjudicial si los ingresos obtenidos de la liquidación de los recursos forestales se invirtieran en otros sectores productivos de la economía con el fin de crear ingresos.

Los técnicos forestales de la región tienen ante sí una labor de importancia fundamental: la de hacer comprender a sus patronos los peligros y las repercusiones desfavorables que se harán inevitables si se permite que la destrucción de los recursos forestales continúe al ritmo actual. La necesidad de fortalecer y realzar el rango de las administraciones forestales y de delegar en ellas un mayor número de atribuciones que les permitan aplicar las leyes y promover una política sólida impone la concesión de prioridad a los programas de relaciones públicas en la esfera forestal.

También se necesita una acción semejante para fomentar un mejor conocimiento de la silvicultura en los demás departamentos y servicios oficiales. Se precisa una cooperación más íntima entre los funcionarios forestales y los encargados del desarrollo agrícola y de los riegos. El problema no es sólo de coordinación, sino también muchas veces de mera comunicación.

Dentro de los propios departamentos forestales hay un gran margen para mejorar la comunicación sobre las medidas políticas con objeto de conseguir una uniformidad de acción entre los que deciden la política y los que actúan sobre el terreno. Y, como la caridad bien entendida empieza por uno mismo, hay motivos más que sobrados para concentrarse en mejorar la comunicación y establecer buenas relaciones públicas dentro de los propios organismos antes de dirigir su esfuerzo a la instrucción del hombre de la calle. Las facultades y escuelas de silvicultura podrían contribuir en gran proporción a la instrucción de sus estudiantes en las técnicas modernas de la comunicación sobre políticas y las relaciones personales. A este respecto, la serie de conferencias sobre administración pública iniciadas por la Escuela de Silvicultura de Dehra Dun (India) representa un paso en la dirección acertada.

La silvicultura y la agricultura

Tal vez no existan otros dos sectores de la economía nacional de un país en desarrollo que estén tan íntimamente relacionados y sean tan mutuamente dependientes como la silvicultura y la agricultura. Ambos sectores se basan en los recursos de la tierra, que constituyen la espina dorsal de la economía nacional de casi todos los países en desarrollo y, además, la mayor parte de su población se dedica a trabajar la tierra.

Cuando existe una cooperación entre los dos sectores, la silvicultura y la agricultura, se presta una mayor contribución al esfuerzo común en pro del crecimiento económico y el progreso social. Allí donde el antagonismo distingue a las relaciones entre los dos sectores principales de aprovechamiento de la tierra, no sólo se obstaculiza el progreso, sino que muchas veces se anula. La mayor parte de los problemas sociales del desarrollo de la silvicultura en Asia proceden de la falta de comprensión y colaboración entre silvicultura y agricultura.

Como dice Sir Henry Beresford-Peirse (FAO, 1968)1: «El problema a discutir no es, o no debe ser, el de la rivalidad entre la agricultura y la silvicultura para el aprovechamiento de los recursos naturales de que ambas dependen: la tierra; sino el de los modos mejores de determinar ese aprovechamiento con objeto de alcanzar los objetivos comunes de elevación de los niveles de nutrición y de vida.»

1 FAO, 1968, El bosque, los alimentos y el hombre, por Sir Henry Beresford-Peirse, CMCH, Estudio Básico N° 20 Roma, 83 págs.

La contribución más importante que la silvicultura puede prestar a la producción de alimentos no consiste tanto en la liquidación de la cubierta forestal para procurar más suelos a los cultivos, como en la protección que ofrece a las tierras agrícolas; en la prevención de la erosión del suelo por los vientos y las aguas; en la defensa contra las inundaciones y la regulación de las corrientes; en el suministro de la madera necesaria para combustible a las comunidades rurales, con lo que se libera el estiércol necesario para el abono de cultivos y en el suministro de la materia prima para el funcionamiento de industrias que procuran o ahorran divisas.

Entre los problemas fundamentales del desarrollo forestal que surgen de la rivalidad entre la silvicultura y la agricultura y para cuya solución es esencial un esfuerzo concertado de los agricultores y de los forestales se cuentan los que se señalan a continuación.

«Consiste esencialmente en una rotación de los cultivos y los bosques y su funcionamiento podría describirse así: los miembros de una familia de campesinos se trasladan a una zona forestal, muchas veces ilegalmente, talan los árboles y construyen chozas. Venden madera o leña, si pueden, e incendian los matorrales, labran toscamente la tierra entre las cepas y plantan diversos cultivos, sobre todo para su propio consumo, pero también a veces para la venta. Con notable rapidez, el suelo desnudo y quemado pierde su fertilidad y a veces, en un período de no más de dos a tres años, los campesinos comprueban que ya no pueden proseguir sus cultivos debido a la escasa fertilidad, al gran crecimiento de las malas hierbas o a ambas cosas a la vez. Entonces la familia se traslada a otro punto y repite de nuevo todo el proceso durante los dos o tres años siguientes.» (FAO, 1968.)

Las tribus de las montañas de las provincias septentrionales de Tailandia practican extensamente la agricultura nómada, y la limpia ilegal del bosque para obtener cultivos comerciales por parte de los aldeanos locales constituye uno de los principales problemas del sector forestal en ese país. El gobierno instituyó en 1963 un comité especial encargado de buscar e investigar los aspectos etnológicos, sociológicos, culturales y de costumbres de las tribus montañosas con objeto de comprender su modo de vivir y determinar los medios más adecuados para que puedan atender a su subsistencia. Se ha establecido un centro de investigación dedicado a este estudio en el que trabajan en estrecha asociación hombres de ciencia, agrónomos, sociólogos y otros. Sin embargo, el problema se está agudizando y electa a cuestiones de tipo político.

Tienen interés los extractos siguientes de una entrevista mantenida con Donald F. Gienty² sobre desarrollo forestal de Tailandia y sus efectos en la población rural.

2 Donald Gienty es el autor de Thailand's development report and its effects on rural people.

«El problema más grave sigue siendo la limpia ilegal del bosque para crear una agricultura más o menos permanente en la zona aún restante, muy limitada hoy en día, de topografía y suelo aceptables dentro de los límites de las reservas forestales legalmente constituidas. Los intentos realizados por el Servicio Forestal para evitar esta situación han resultado completamente ineficaces porque el Departamento Forestal no contaba con el apoyo de otros organismos gubernamentales. a La protección y ordenación de los bosques en todas partes implica la restricción de las actividades presentes y futuras de la población local en esferas donde hasta ahora no había habido ninguna intervención o ésta era escasa, por lo que habían llegado a considerarse como derechos, entre ellos la ampliación de los cultivos a las tierras de bosques, y la apropiación de madera de construcción y de todas las formas de productos secundarios. Esta actitud puede incluso extenderse a la apropiación de material, no sólo para las necesidades del consumo local, sino para su venta fuera de la zona. Dada esta situación, la actuación del Departamento Forestal es necesariamente impopular entre las poblaciones locales cuando trata de cumplir su deber primordial de proteger los bosques y ordenarlos como unidades productivas o de proteger las cuencas colectaras de agua.

«La única solución es dar a conocer la postura legal con absoluta claridad a todos los interesados, e insistir después en su observancia con una vigilancia efectiva para la cual el Departamento Forestal debe contar con el pleno apoyo del gobierno y de la magistratura. La única manera de modificar la actitud antagónica de la población local es la realización de una campaña de publicidad continua, que es más eficaz (o sólo es eficaz) si la realizan hombres escogidos del personal subordinado capacitado que comprendan plenamente las necesidades y puntos de vista de los aldeanos y a los que éstos comprendan y concedan más o menos su confianza. Es ésta una labor muy lenta que exige decenios, pero es preciso iniciarla. Deberá constituir una combinación inteligente entre la enseñanza y la persuasión firme.»

En Filipinas, la agricultura migratoria y la ocupación ilegal figuran también entre los más graves problemas del desarrollo forestal. Pese al hecho de que recientemente se hayan introducido enmiendas legislativas que imponen sanciones más duras a los culpables de ocupación ilegal, persiste la limpia de los bosques por parte de la población. Ello se debe al clamor de las gentes pobres y desprovistas de tierras en demanda de tierras de cultivo, pese a que se han liberado para fines agrícolas grandes extensiones de montes.

En un discurso pronunciado ante la Asociación de Productores de Madera de Filipinas y el Club Hoo-Hoo de Manila, Tom Gill 3 se refirió en estos términos a la apropiación de tierras en Filipinas: «El resultado es que estamos presenciando en Filipinas una apropiación de tierras que podría pasar a la historia como una de las más tristemente célebres: una nación a la que se roba aquello mismo que hace posible su existencia; el suelo y la productividad del suelo. Dar la tierra a los que no la tienen, que fue un gran principio humanitario, puede convertirse en dar la tierra a los delincuentes.»

3 Tom Gill es presidente de la Sociedad Internacional de Forestales Tropicales.

Al señalar la necesidad de una campaña de educación pública que pueda propagar la lección del valor de los bosques para el bienestar económico y humano y la necesidad de nuevas actitudes por parte del gobierno para salvar las muchas hectáreas incendiadas y abandonadas de la nación, Tom Gill declaró: «Porque en un sentido muy literal, Filipinas está comprometida en un combate entre la instrucción y la catástrofe. Por difícil que sea esta tarea, es preciso crear una voluntad nacional y no podemos crearla hasta que el público comprenda la importancia y la magnitud del problema y pueda ponerlo en relación con su manera de vivir.»

En China (Taiwán) existe el problema de la agricultura nómada, pero es menos serio que en otros países de la región. El gobierno ha conseguido localizar el problema y tiene el plan de entregar 68 000 hectáreas de bosques nacionales para el asentamiento racional de agricultores sin tierras y de personal militar retirado.

En la India, el problema de la agricultura nómada presenta caracteres agudos en muchos Estados, especialmente en las zonas montañosas del Assam Manipur Tripura, la Administración de la Frontera del Nordeste, Nagaland y Orissa. Se informa de que unas 207 000 hectáreas en Assam, 47 000 en Tripura y 22 000 en Manipur están sometidas a la agricultura nómada. En Orissa la zona dedicada a la agricultura nómada se ha calculado en 3,3 millones de hectáreas.

Para apartar a las poblaciones tribales de su práctica secular de la agricultura nómada se precisa una demostración cuidadosa de la eficacia de los métodos de agricultura modernos. A reserva de disponibilidad de fondos, se adoptan medidas para realizar tales demostraciones reasentar a las tribus en zonas adecuadas e introducir el sistema taungya. Hay motivos para creer que las medidas persuasivas adoptadas de un modo humano están obteniendo gradualmente el efecto deseado.

«Este sistema de agricultura nómada es condenado generalmente por los forestales y los agrónomos: por los primeros porque tal sistema produce un despilfarro de madera y un deterioro constante del bosque; por los agrónomos debido a que el rendimiento en alimentos es bajo en relación con la superficie y el trabajo empleados. Sin embargo... debe procurarse asegurar que cualquier nuevo sistema que se introduzca sea realmente más efectivo que el antiguo. La agricultura nómada, en efecto, es más que una forma primitiva de cultivo: es una forma de vida de las poblaciones de las zonas de bosques que se remonta hasta una época remota de la historia.» (FAO, 1968.)

Sea cual fuere el nuevo sistema, se necesitarán campañas de educación persistentes, imaginativas, bien preparadas y de larga duración para modificar el modo de vivir de los agricultores nómadas.

La otra forma de práctica agrícola que tiene repercusiones desfavorables en el desarrollo forestal en particular y en la conservación de los recursos del suelo en general, es el pastoreo nómada libre de los montes. El pastoreo representa el problema forestal más grave en el Cercano Oriente y en el suroeste de Asia, así como en la mayor parte del Asia meridional, pero no tiene caracteres tan agudos en el Lejano Oriente.

Al igual que la agricultura migratoria, el pastoreo nómada es una forma de vida practicada desde los tiempos en que el hombre primitivo se convirtió en pastor. Esta práctica está relacionada no sólo con la necesidad económica - forma de aprovechar tierras empobrecidas -, sino también con la costumbre y la religión que limitan la evolución de otras formas más productivas de ganadería sedentaria utilizando otras especies de animales. No sólo habrá que modificar con incentivos económicos las prácticas del pastoreo, sino también los hábitos en materia de alimentación animal y los régimenes alimenticios tradicionales. Ello aumenta mucho las dificultades y complejidad del problema.

Corta ilícita

La corta ilícita de árboles forestales constituye otro problema principal con que se enfrentan muchos departamentos forestales de esta región. La madera se utiliza generalmente para construir casas o fabricar carros tirados por bueyes y otros aperos agrícolas, para combustible o para su venta a los aserraderos.

Los servicios forestales aplican la ley en estos casos y generalmente se imponen multas a los infractores. Esto, sin embargo, crea entre la población rural animosidad hacia el personal forestal que puede a veces originar delitos más graves, sin excluir el asesinato de los guardas forestales.

En Tailandia, muchos aldeanos se quejan que el procedimiento para conseguir un permiso de corta de árboles es tan engorroso y caro que les trae más cuenta robar la madera y pagar después las consecuencias.

En Filipinas, el robo constituye también un problema serio que hace necesaria la contratación de 761 guardas forestales regulares y 500 para situaciones extraordinarias. En el Irán, una policía forestal especial formada por 3 500 hombres se dedica a la protección forestal.

La silvicultura y las fuentes de energía

El desarrollo futuro de la economía asiática dependerá en gran medida de la disponibilidad de fuentes adecuadas de energía. La falta de combustibles minerales (o de energía eléctrica) en las sociedades rurales da origen a una reacción en cadena que no sólo tiene repercusiones desfavorables en el sector forestal, sino también en el conjunto de la economía. La demanda de leña excede a las existencias y se utiliza en gran proporción el estiércol animal para complementar el suministro de leña. Con ello se priva a la agricultura de un abono orgánico valioso, lo que hace que los rendimientos de los cultivos sean escasos y con bajos rendimientos de los cultivos por unidad de tierra no se puede alimentar a una población en rápido crecimiento. De aquí surge el problema de la escasez de tierras; se aumenta el número de tierras sometidas a cultivo a fin de producir más alimentos, con lo que se quita espacio a las plantas que producen leña. La reacción en cadena, empero, no termina aquí: se malgastan como combustible recursos importantes de celulosa que podrían servir de materia prima para la industria - pasta, papel, rayón. Se calcula, por ejemplo, que la zona de producción de caña de azúcar situada al norte de Nueva Delhi produce el bagazo suficiente para mantener una factoría de pasta de papel con una capacidad de 500 toneladas al día. Sin embargo, todo el bagazo de la caña de azúcar se quema en el proceso de extracción del azúcar. Cuando ni siquiera se dispone de estiércol animal en cantidades suficientes, se utilizan para leña las plantaciones forestales comerciales. Esto a su vez destruye cuencas hidrográficas enteras, lo que produce inundaciones y el enlodamiento de las presas hidroeléctricas creadas para producir energía eléctrica. El conjunto de este proceso es más que una reacción en cadena: es un círculo vicioso.

En las zonas de Asia y el Cercano Oriente dotadas de ricos depósitos de petróleo, la falta de transporte y la infraestructura inadecuada obligan también a la población rural a depender para su combustible del estiércol animal y de la leña.

La silvicultura y la industria

Es posible que en ningún otro sector económico sea tan esencial la más estrecha integración de las diversas fases de la producción (producción de la materia prima, transporte, elaboración y mercadeo) como en el caso de la silvicultura. Sin embargo, en la mayoría de los países de Asia, la relación entre los encargados de las diversas fases, desde la etapa de producción a la entrega de los productos elaborados al consumidor, no es siempre armónica. Ello se debe no a un conflicto de intereses, sino a la falta de cauces de comunicación adecuados. No se explican claramente al público los objetivos de la política de las autoridades forestales, en especial los relativos a la obtención de beneficios sociales, además de la materia prima para la industria y el comercio.

Una buena parte de la incomprensión presente entre los silvicultores y los industriales forestales en materia de concesiones, derechos de corta, impuestos, controles de la exportación, etc. podría haberse resuelto en beneficio de todos con debates o servicios de relaciones públicas. La industria y el comercio constituyen poderosos elementos de la estructura social y su apoyo podría ser sumamente valioso para el sector forestal.

Los bosques y las actividades recreativas

La demanda de medios de recreo crea nuevas presiones sobre las tierras forestales y obstaculiza la producción de madera. Es preciso apartar las zonas adecuadas dotadas de vida silvestre o de especiales bellezas naturales para atender con ellas a la necesidad humana de deporte y descanso. Los parques nacionales, los terrenos de recreo, los campamentos forestales, las casas de reposo y los lugares para excursiones figuran entre los mejores medios publicitarios para conseguir el apoyo de la opinión pública a la silvicultura.

Sin embargo, la concentración de público en lugares de especial interés presenta algunos problemas, ya que son demasiados los visitantes desanidados que pueden destruir las mismas sosas que van a disfrutar. Es casi ilimitado el ámbito de la labor de relaciones públicas que incumbe al personal forestal en lo que respecta a los parques nacionales y terrenos de recreo y a su uso y disfrute adecuados.

Los bosques y el fuego

No hay ningún problema que sea más común a los servicios forestales del mundo entero que el de los incendios forestales. Debido a su composición química' los árboles arden en cualquier sitio en que se encuentren. El peligro del incendio forestal está presente en todas partes y tan sólo existen diferentes grados del mismo según los factores climáticos.

En la mayoría de los casos, los incendios forestales se deben al descuido humano. En algunos países de Asia, los incendios forestales son intencionados. En Filipinas se provocan los incendios con el fin de limpiar la tierra para el cultivo. En el Irán, los pastores provocan incendios para producir hierba fresca para su ganado. En China (Taiwán) se utiliza el fuego para la limpia de las tierras o para la caza.


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