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Capítulo 3 (contd.)

Cuadro 3.20.
Evolución probable de la balanza comercial neta de productos agropecuarios, países en desarrollo
 1988/90Cambios probables en el balance neto, en términos reales, 1988/90–2010
ExportacionesImportacionesBalance neto
millones de $
Café8.1105667.544+24%
Semillas oleaginosas, aceites vegetales, harinas oleaginosas13.4169.7763.640+50%
Azúcar7.6364.3923.244Descenso
Caucho4.3821.4582.924+35%
Cacao2.8716602.211+24%
Cítricos2.2545981.659+10–20%
Banano2.0911641.927+33%
Otras frutas4.0862.0971.989+100–150%
Hortalizas3.6761.9201.756+50–70%
2.1631.1081.055+20%
Especias1.150580570Aumento moderado
Yuca/otras raíces1.424525899-40%
Fibras vegetales, excluido el algodón208117910 o descenso
Tabaco3.6963.6888quizá 0
Otros productos (sin especificar)10.4957.9972.498 
Total parcial67.66135.64632.015 
Cereales5.97721.939-15.962+80%
Productos lácteos4575.805-5.348+55%
Carne, huevos6.0257.162-1.137+100% o más
Grasas animales40729-689aumento
Cueros/Pieles, excluidos los productos del cuero7452.292-1.547 aumento, probablemente grande
Lana, excluidos los productos textiles de lana5041.421-917
Algodón, excluido los productos textiles de algodón3.7974.062-265
Bebidas (en su mayor parte alcohólicas)1.3772.329-952
Leguminosas9261.120-194+100%
Total parcial19.84846.859-27.011 
Total general87.50982.5055.004 

Los elementos cualitativos y cuantitativos que permiten pensar en la transformación de los países en desarrollo de exportadores netos de productos agropecuarios a importadores netos son los que pueden verse en el Cuadro 3.20. En la parte superior del cuadro se muestran todos los productos con balances netos positivos en 1988/90, por un saldo total de 32 000 millones de dólares. En la parte inferior pueden verse los productos con balances netos negativos, por un saldo total de 27 000 millones de dólares. Al parecer, en el futuro los saldos negativos crecerían mucho más rápidamente que los positivos. Estos resultados probables parecen confirmar claramente que la balanza comercial neta de productos agropecuarios de los países en desarrollo se transformaría de positiva en negativa.

Como se ha señalado anteriormente, parte del crecimiento de las importaciones netas de los países en desarrollo, especialmente de materias primas, se compensará con creces con el crecimiento del saldo neto positivo del comercio de manufacturas a base de estos productos. Por otra parte, el crecimiento de las importaciones netas de cereales y productos pecuarios se debe en cierta medida a los cambios positivos registrados en algunos países en desarrollo que podrían financiarlos con ingresos de exportación procedentes de otros sectores. No obstante, estas perpectivas representarían una fuerte carga para los países que deben continuar financiando el aumento de las importaciones netas de alimentos con ganancias de exportación procedentes de otros sectores que tienen pocas posibilidades de crecer con tasas suficientemente altas.

3.8. CUESTIONES RELACIONADAS CON EL EQUILIBRIO POBLACION-DISPONIBILIDAD DE ALIMENTOS MAS ALLA DEL AÑO 2010

Consideraciones generales

Son muchas las voces de preocupación por el posible deterioro a largo plazo del equilibrio alimentación-población mundial por efecto de los siguientes factores: a) crecimiento demográfico constante, b) necesidad de que los suministros alimentarios crezcan con mayor rapidez que la población en los países y grupos de población con niveles de nutrición muy bajos e insuficientes a fin de garantizar el crecimiento de los suministros per cápita, c) carácter finito de los recursos agrícolas, lo que significa un descenso constante de las cantidades de tierra y agua per cápita, d) degradación del potencial productivo de estos recursos y otros efectos ambientales negativos asociados a la expansión e intensificación de la agricultura y e) las incertidumbres sobre el progreso de la tecnología y sus posibilidades de generar aumentos continuos de los rendimientos.

Para abordar estos problemas es preciso tener una idea de las magnitudes implicadas, fundamentalmente sobre cuál es el volumen total de la producción agrícola que se requeriría para garantizar que, para una fecha dada del futuro, todos los países tengan suministros alimentarios per cápita compatibles con un grado «aceptable» de seguridad alimentaria. Además, las estimaciones de estas magnitudes futuras deben ser definidas lo bastante desglosadas como para reflejar la clave del problema: la necesidad de incrementar los suministros alimentarios en los países y regiones con altas tasas de crecimiento demográfico y bajos niveles de suministros alimentarios per cápita en la actualidad y previstas para en el año 2010. Este es el tema abordado en la presente sección.

El horizonte cronológico de este estudio es demasiado breve para considerar la evolución a más largo plazo del equilibrio entre la disponibilidad de alimentos y la población. No obstante, algunas de las conclusiones pueden ayudar a poner en la debida perspectiva el examen de las cuestiones pertinentes.

Reflexiones sobre los resultados de los análisis hasta el año 2010

Desaceleración de la tasa de crecimiento de la agricultura

El principal resultado es que la demanda mundial de productos agrícolas podría crecer en el futuro con menor rapidez que en el pasado. Las razones de esto serían: a) la progresiva desaceleración del crecimiento de la población mundial y b) el hecho que la proporción de la población mundial bien alimentada es mayor ahora que en el pasado, lo que reduce el margen de nuevos aumentos en el consumo per cápita.

Además de estas dos fuerzas universales, el período comprendido hasta el año 2010 ofrece algunas características especiales que contribuyen a la prevista desaceleración de la demanda a nivel mundial. Dichas características son: a) la posibilidad de economizar sobre los suministros alimentarios totales como consecuencia de su aprovechamiento más eficiente en la región Europa oriental y ex URSS, b) la perspectiva de que las regiones más populosas del mundo, los países del Asia oriental, no tengan que mantener en el futuro el rapidísimo crecimiento del consumo experimentado en los últimos 20 años y c) la probabilidad de que muchos países y grupos de población con bajo consumo de alimentos per cápita no experimenten en sus ingresos las mejoras suficientes que les permitan aumentar su demanda con la rapidez requerida para lograr niveles adecuados de nutrición para el año 2010. Lo último es el aspecto fuertemente negativo de la desaceleración de la demanda alimentaria.

Como a escala mundial la demanda es igual a la producción, el crecimiento de esta última también deberá ser menor que en el pasado (1,8 por ciento al año en 1988/90–2010, frente al 3,0 por ciento en los años 60, el 2,3 por ciento en los 70 y el 2,0 por ciento en 1980–92). La tasa de crecimiento prevista de la producción mundial se desglosa como sigue: en lo que respecta al conjunto de los países desarrollados, se bajaría del 1,4 por ciento anual en 1970–90 al 0,7 por ciento anual en 1988/90–2010; en los países en desarrollo, se pasaría del 3,3 al 2,6 por ciento. Se ha llegado a la conclusión de que, en el caso de los países desarrollados, una tasa de crecimiento que sea sólo la mitad que la del pasado no ejercerá probablemente demasiada presión sobre su potencial productivo; es más, existe la posibilidad de que el crecimiento de la producción tienda a ir por delante del de la demanda efectiva, a no ser que, gracias a las reformas en materia de políticas, sean las fuerzas de mercado, más que las políticas de apoyo y protección, las que determinen el volumen de la producción. En el caso de los países en desarrollo hay mayor incertidumbre a este respecto. Por esa razón, se han llevado a cabo una evaluación y análisis detallados de sus posibilidades de aumentar la producción en lo que respecta a los recursos de tierras y aguas y a la subida de los rendimientos para cada una de las diferentes zonas agroecológicas. La conclusión es que el crecimiento de la producción del 2,6 por ciento anual es posible con la combinación de una expansión de la tierra cultivada no muy distinta a la del pasado y unas tasas de crecimiento significativamente más bajas que las de años anteriores en lo que respecta al riego, los rendimientos y el uso de fertilizantes. Dicha expansión supondría un aumento de la tierra cultivada de unos 90 millones de hectáreas de los 1 800 millones de hectáreas con potencial de producción agrícola de secano pero no actualmente destinadas a uso agrícola, sobre todo en las regiones con abundancia de tierras (Africa subsahariana y América Latina y el Caribe).

Crecimiento de la producción, recursos ambientales y sostenibilidad

La falta de datos empíricos completos sobre la relación entre crecimiento de la producción y generación de efectos ambientales nocivos impide dar respuestas definitivas a la pregunta de si esta tasa de crecimiento de la producción y las consiguientes expansión e intensificación del uso de la tierra son compatibles con la sostenibilidad. La conclusión es que un aumento de la producción significa mayores presiones sobre los recursos ambientales, ya que, casi por definición, es imposible producir más alimentos para una población en crecimiento y aumentar los suministros per cápita dejando intacto el medio ambiente; la expansión de tierras de cultivo o pastoreo o la construcción de obras de infraestructura rural suponen una merma del habitat natural y de la reserva total de recursos ambientales. Otro problema es aclarar si ello representa una amenaza para la sostenibilidad, es decir, la capacidad de aumentar la producción alimentaria hasta el punto en que todas la personas estén bien alimentadas, y mantenerlas en ese nivel, teóricamente ad infinitum. En principio, es posible padecer una reducción de los recursos ambientales sin poner en peligro la sostenibilidad, así entendida. Todo ello depende de magnitudes relativas, es decir, de la reducción relativa de los recursos ambientales que podría gestarse en el proceso de transición de la situación actual a una fase en la cual la población no crece y la producción agrícola mundial es suficiente para todos, donde se requeriría el mantenimiento de la producción total más que un crecimiento continuo. El problema es si esta transición se puede conseguir con costos ambientales aceptables, es decir, costos en forma de pérdidas de recursos ambientales que no representen una amenaza para: i) la sostenibilidad de la producción agrícola per se, ii) para otras funciones esenciales del medio ambiente que tienen un papel de sustentación de la vida (por ejemplo, el ciclo del carbono o la diversidad biológica) u ocupan un alto puesto en la jerarquía de valores de la sociedad (por ejemplo, como fuente de amenidad o por su mero valor intrínseco).

Al considerar estos aspectos del desarrollo a largo plazo, es preciso tener en cuenta que, en un sentido fundamental, la producción de alimentos se distingue de otros sectores económicos por el hecho de que el consumo per cápita está sometido a límites fisiológicos. Una vez que toda la población haya conseguido niveles «aceptables» de consumo (desde el punto de vista de la nutrición, los gustos, las consideraciones sociales, etc.), la producción mundial tendría que crecer sólo al mismo ritmo que la población16. Con la continua disminución del ritmo de crecimiento demográfico, el cual finalmente tendería hacia cero, debería ocurria lo mismo con la tasa de crecimiento de la producción agrícola mundial. El problema clave, desde el punto de vista de la capacidad mundial de producción de alimentos, el medio ambiente y la sostenibilidad, es si: a) esa situación de crecimiento cero de la producción mundial se puede alcanzar dejando intactos los recursos ambientales necesarios para que realicen sus funciones esenciales de sustentación de la vida, teóricamente ad infinitum, y b) si incluso una producción alimentaria mundial sin crecimiento, pero mucho mayor que la actual, puede ser sostenible (pasando por fases que la obligarían a ser un 45 por ciento superior a los niveles actuales en el 2010 y quizá un 75 por ciento en el 2025; véase más adelante). Es motivo de preocupación que el alcance de esa producción se consiguiría con métodos mucho más intensivos, probablemente utilizando cantidades significativamente mayores de insumos externos, como fertilizantes y plaguicidas, cuyo suministro es finito y cuya utilización constante e intensiva es perjudicial desde el punto de vista ambiental.

16. Si los niveles de consumo per cápita que se deben mantener o si las tasas de crecimiento demográfico no son iguales en todos los países, su mantenimiento podría ser compatible con una tasa de crecimiento de la producción mundial inferior a la de la población mundial (veáse el Capitulo 2, Cuadro 2.1).

Quienes consideran que incluso los niveles y métodos actuales de producción son insostenibles (por ejemplo, Pimentel et al., 1994; Ehrlich et al., 1993) no verán mermada su preocupación ante la posibilidad de que el mundo pueda asentarse con el tiempo en una situación sin necessidad de ulteriores aumentos de la producción agrícola, pues esa estabilidad futura deberá alcanzarse y mantenerse en niveles muy superiores a los de hoy. Paralelamente, la idea de que se puede conseguir un aumento de la producción de forma sostenible mediante el riguroso control de la expansión e intensificación de la agricultura, a costa ciertamente de cierta reducción de los recursos ambientales, debe confirmarse con análisis adecuados acerca del recorrido que habrá que seguir para llegar hasta allí. En ambos casos, es preciso tener una idea de los niveles de la producción futura. En los párrafos siguientes se hace un tentativo de derivar unas estimaciones al respecto.

Volumen total de productos agrícolas en el año 2025 con determinados niveles de consumo per cápita

El volumen de la producción futura se obtiene multiplicando la población por el consumo per cápita. Dadas las proyecciones sobre la población, es posible especificar un consumo per cápita: a) utilizando algún criterio normativo, ya que lo que se trata de determinar es el volumen de suministros totales compatible con una creciente seguridad alimentaria para todos, y b) considerando el hecho de que cuando crece el consumo per cápita, expresado en calorías, el volumen de los productos agrícolas utilizados para generar estas calorías crece a un ritmo todavía mayor. Ello se debe a dos razones: primero, los productos de valor más elevado aumentan su parte en la cesta de alimentos consumidos directamente17 y, segundo, el uso indirecto de productos agrícolas en forma de pienso para consumo animal aumenta también en forma más que proporcional conforme con dietas que se van orientando más hacia los productos pecuarios.

17. Esto se refleja en el índice volumétrico del total del consumo, producción, etc. obtenido con el método convencional de agregar los diversos productos. En este método, cada producto tiene su propia ponderación: trigo 1; arroz elaborado, 2: café, 8; carne de vacuno, 13, y así sucesivamente (ponderaciones derivadas de los precios agrícolas de 1979/81; veáse Rao, 1993). El índice de volúmenes totales así obtenido es válido para algunos usos, pero no para otros. En particular, quizá no sea el más indicado para analizar la relación entre el crecimiento de la agricultura y la acumulación de presiones sobre el medio ambiente. La razón es que toda hipotética relación entre las dos variables se basaría en la premisa errónea de que por ejemplo, la producción de una tonelada adicional de arroz genera presiones que son dos veces superiores a las causadas por una tonelada adicional de trigo y sólo un cuarto de las que ocasionaría una tonelada adicional de café. Es obvio que, por lo que se refiere al análisis ambiental, se deberían agregar los diferentes productos utilizando ponderaciones que representen más fielmente su impacto sobre el medio ambiente. La tarea no es fácil, dada la gran diversidad de condiciones y tecnologías de producción en cada uno de los casos. No obstante, la formulación de ponderaciones del impacto ambiental para agregar los diferentes productos, obtenidos con diversos métodos y en sistemas distintos de explotación agraria, en un índice volumétrico de la producción agrícola debería ocupar un lugar importante en la labor encaminada a la obtención de datos idóneos para análisis ambientales, en el caso presente para relacionar el crecimiento agrícola con la generación de presiones ambientales.

Por ello, es de prever que el logro de cualquier meta que eleve el promedio de calorías per cápita a niveles «aceptables» requeriría un crecimiento más que proporcional de la disponibilidad total de productos agrícolas en los países afectados y, a nivel mundial, también de la producción. Sin embargo, no es fácil asignar valores numéricos a esos conceptos. A este respecto podrían resultar interesantes las consideraciones siguientes.

  1. Las conclusiones del presente estudio tratan de prever la situación «más probable» en el año 2010. Los resultados indican que las regiones del Africa subshariana y el Asia meridional quedarían con suministros alimentarios per cápita de 2 170 y 2 450 calorías, respectivamente, es decir, niveles claramente insuficientes para su seguridad alimentaria. Como ya se ha indicado, esta falta de progreso suficiente en el intento de elevar los suministros alimentarios per cápita en estas regiones es una de las razones por las que se prevé una desaceleración de la demanda y producción mundial. No obstante, si estos resultados previstos para el año 2010 son de alguna forma verosímiles, deben tomarse como base para tratar de cuantificar el ulterior crecimiento que se necesita para conseguir niveles de suministro alimentario per cápita compatibles con adelantos en la seguridad alimentaria a más largo plazo.
  2. Sólo se dispone de proyecciones demográficas por países hasta el año 2025 (ONU, 1993b). Por ello, un análisis del futuro debidamente desglosado por países sólo puede llegar hasta el año 2025. Las proyecciones demográficas por países son imprescindibles, ya que los objetivos sobre los futuros suministros alimentarios per cápita sólo se pueden especificar en relación con las deficiencias actuales entre los niveles presentes (o en el año 2010) y los que serían aproximadamente compatibles con reducciones significativas de la desnutrición crónica. Las normas, más bien arbitrarias y desde luego no muy generosas, aquí utilizadas para definir los objetivos para después del año 2010 y hasta el 2025 son las siguientes: en el 2025 ningún país deberá tener menos de 2 700 calorías per cápita18, la media mundial actual; los países que, según las previsiones, se encontrarán en ese nivel o por encima de él para el año 2010 deberán tener aumentos progresivamente menores sin pasar de un máximo de 3 050 calorías en el año 2025; finalmente, los países cuyas previsiones superarían ese máximo en el 2010, mantienen simplemente los niveles del 2010 hasta el año 2025.
  3. En el Cuadro 3.21, Columna 6, se presentan, por regiones, las resultantes calorías per cápita en el 2025. Como puede verse, bastaría un pequeño crecimiento de los suministros alimentarios per cápita (en calorías) a escala mundial (de 2 880 en el 2010 a 3 000 en el 2025). El aumento necesario para el promedio de los países en desarrollo en su conjunto sería también modesto (de 2 740 a 2 900). En cambio, se necesitaría un salto cuantitativo importante en el caso del Africa subsahariana y un aumento algo menor en el del Asia meridional.
  4. ¿Qué repercusión tendrían estas metas de calorías per cápita en el crecimiento del volumen total de los suministros de productos agrícolas cuantificados por el índice volumétrico convencional antes presentado? (véase nota 17) En primer lugar, estos niveles de calorías per cápita para el año 2025 deben multiplicarse por la población prevista para aquel año que se presenta en la columna 3 del Cuadro 3.21. Además, hay que tener cierta idea sobre cuán rapidamente debe crecer el volumen total de los productos agrícolas, por las razones antes expresadas. A este respecto, las pruebas empíricas revelan que el volumen de los productos agrícolas utilizados (todos los usos internos, todos los productos agrícolas) por caloría en el consumo humano directo varía enormemente de unos países a otros. Si consideramos la media mundial actual como 100, los datos sobre los distintos países irían desde aproximadamente 200 en la mayor parte de los países desarrollados con elevados niveles de calorías per cápita y una parte considerable de productos pecuarios en su dieta, pasando por 75–100 en la mayor parte de los países en desarrollo con unas 3 000 calorías pero una parte mucho menor de productos pecuarios en su dieta (por ejemplo, los países del Cercano Oriente/Africa del Norte) hasta aproximadamente 50–60 en los países con niveles de calorías bajos y una parte insignificante de productos pecuarios en la dieta, a saber la mayor parte de los países del Africa subsahariana y del Asia meridional. Si se tienen en cuenta todos estos datos, la relación media para todos los países del mundo entre calorías per cápita y volumen de productos por caloría presenta una elasticidad de 1,619, lo que significa que una subida del 10 por ciento en las calorías per cápita iría asociada a un crecimiento del 16 por ciento de los productos consumidos por caloría. En principio, esta relación representaría la pauta a largo plazo.

18. Norma para los países con menos de 2.700 calorías en el año 2010: calorías en 2025 = calorías en 2010 + 100, sin bajar de un minimo de 2.700.
19. Estimada a partir de la siguiente regresión transversal con los datos por países para 88/90 (valores t entre paréntesis:
lnP= -12,75 + 1,62 lm C, R2 = 0,64, N = 126 países
(-14,9) (14,9)
Siendo P = productos agrícolas utilizados por 1.000 calorías (índice, con promedio mundial = 1) C = calorías per cápita

No obstante, esta relación quizá no sea totalmente válida para el período aquí considerado, es decir hasta el 2025, y quizá ni siquiera para mucho más allá de este año. ya que implica que si, por ejemplo, los países del Asia meridional efectuaran la transición de las actuales 2 200 calorías a las de los países desarrollados (3 400 calorías) estarían adoptando las pautas de consumo per cápita de estos últimos, es decir de más de 80 kg de carne y unos 630 kg de cereales (tanto para la alimentación humana como la animal), frente a los actuales niveles de 4 kg y 180 kg, respectivamente. Los países en desarrollo que han efectuado una buena parte de esta transición en los 3 últimos decenios no han adoptado la tradicional cesta de productos agrícolas de los países desarrollados. Por ejemplo, un país con una dieta característica basada en los cereales, Egipto, pasó de 2 290 calorías en 1961/63 a 3 310 calorías en 1988/90, pero su consumo per cápita de carne pasó de 10 kg a 18 kg y el de cereales (todos los usos) de 250 kg a 360 kg. Lo mismo se ha observado en otros países del Cercano Oriente/Africa del Norte. Incluso un país de rápido crecimiento como la República de Corea efectuó la transición de 1 960 calorías a 2 820 calorías, aumentando al mismo tiempo el consumo per cápita de carne de 4 kg a 20 kg y el de cereales (todos los usos) de 190 kg a 350 kg.

Estos datos no significan, naturalmente, que no puedan producirse ulteriores cambios estructurales en favor de los productos pecuarios en esos países, aun cuando sus calorías per cápita no aumenten de forma apreciable. Podría darse ese cambio si el crecimiento económico consiguiera aproximar sus ingresos per cápita a los del estrato inferior de los países desarrollados. Resulta instructiva la experiencia de los países de Europa meridional, donde se consiguieron elevados niveles de consumo de carne en los tres últimos decenios20. Pero este tipo de transformación quizá no se produzca en un futuro próximo, y quizá tampoco a más largo plazo, en la mayoría de los países en desarrollo cuyo crecimiento hasta el 2025 debe considerarse en el marco de los supuestos sobre las calorías per cápita antes presentados. Quizá la experiencia más pertinente a este respecto sea la de los países que consiguieron un crecimiento alto de las calorías per cápita en los tres decenios comprendidos entre 1960 y 199021. En esa categoría se incluyen 24 países, entre ellos Grecia. España, y Portugal. Sus calorías medias per cápita (media aritmética simple) pasó de 2 130 en 1961/63 a 3 020 en 1988/90. El volumen medio de productos agrícolas por caloría fue 86 en 1961/63 y había ascendido a 102 en 1988/90 (media mundial en 1988/90 igual a 100). Se deduce que para ese grupo de países cada aumento del 10 por ciento de las calorías per cápita estuvo asociado a un crecimiento aproximado del 5,7 por ciento en el volumen de productos agrícolas consumados por caloría, es decir una elasticidad aproximada de 0,622. Esta relación se utiliza aquí para convertir los aumentos del consumo humano directo expresados en calorías en aumentos expresados en forma de volumen del uso interno de todos los productos agrícolas23.

20. Por ejemplo, el consumo de carne per cápíta pasó de 23 kg a 72 kg en Grecia y de 24 kg a 88 kg en España. Las cifras correspondientes a los cereales son las siguientes: de 280 kg a 470 kg en Grecia y de 307 kg a 540 kg en España.
21. Los criterios para determinar estos países son los siguientes: aumento de las calorías per cápita entre 1961/63 y 1980/90 de almenos el 20 % y calorías per cápita en 1988/90 por encima de 2.500.
22. La ecuación estimada es como sigue (valores t entre paréntesis):
lnP = -2,19 = 0,566 In C, R2 = 0,97, N= 30 años
(-14) (28,4)
Donde P y C se entienden en el sentido antes definido, pero aquí cuantificados como medias aritméticas de los 24 países de la muestra en cada año.

23. Bongaarts (1994) utiliza un planteamiento teórico semejante para especular sobre la producción futura necesaria para una población mundial de 10.000 millones de personas en el año 2050. Para ello, utiliza como criterio las calorías brutas (es decir, calorías incluidas en el uso interno total de productos agrícolas per cápita), que oscilan entre 4.000 en los países en desarrollo y 10.000 en los desarrollados, con una media mundial de 6.000. Este sistema corresponde, en términos aproximados, a un método de agregación de los productos agrícolas utilizando como ponderación su contenido de calorías en vez de los precios.

Estimaciones, interpretación y consecuencias

Los resultados se presentan en el Cuadro 3.21. Conviene añadir las siguientes observaciones.

  1. En lo que respecta al mundo en general, si se aceptaran los supuestos aquí utilizados continuaría la tendencia hacia una ulterior desaceleración de la producción total (=uso total a escala mundial) y la tasa de crecimiento bajaría del 1,8 por ciento anual proyectado en este estudio para 1988/90-2010 al 1,3 por ciento en 2010–2025. Ello ocurriría aun en el caso de que: i) las regiones en desarrollo con bajos suministros alimentarios per cápita en el 2010 (el Africa subsahariana y, en menor medida, Asia meridional) experimentaran el salto cualitativo necesario para conseguir el objetivo normativo mínimo de 2 700 calorías en el año 2025, y ii) las regiones en desarrollo en situación más desahogada continuaran registrando ulteriores aumentos de los suministros alimentarios per cápita.
  2. De lo dicho se deduce que si el mundo en general pudiera conseguir una tasa de crecimiento de la producción agrícola del 1,3 por ciento en 2010–2025, sería razonable concluir que la capacidad mundial de producir más alimentos no constituiría un obstáculo grave al logro de los niveles mínimos de seguridad alimentaria que suponen los objetivos aquí planteados.
  3. No obstante, para ello se requiere un fuerte aumento de los suministros totales en algunos países y regiones. Si estas regiones no pueden conseguir que su producción crezca al ritmo pronosticado para su uso interno total, el escenario previsto sólo sería posible si: i) la producción de otras regiones pudiera crecer más aprisa que su demanda interna, y ii) se pudieran generar flujos y estructuras comerciales que permitan emparejar los déficit con los excedentes entre regiones.
  4. La demostración más clara de que el resultado previsto depende de la consecución de cambios significativos en las importaciones o exportaciones agrícolas netas actuales (o previstas para el 2010) de las diferentes regiones es el caso del Africa subsahariana. Los suministros totales para uso interno de la región deben crecer un 4,9 por ciento al año en 2010-2015 (aproximadamente, un 2,6 por ciento en concepto de crecimiento demográfico, un 1,5 por ciento para elevar los suministros de calorías per cápita a 2 700 y un 0,8 por ciento correspondiente al aumento antes mencionado en el volumen de productos agrícolas por caloría). Si, continuando con este ejemplo, la región pudiera mantener una tasa de crecimiento de la producción no superior al 3,5 por ciento anual en 2010–2025, la consecución del objetivo de 2 700 calorías sólo sería posible con un grave deterioro del déficit agrícola y de la autosuficiencia. En la práctica, el Africa subsahariana tendría que equipararse al Cercano Oriente/Africa del Norte, con una autosuficiencia global (todos los productos) que, del 98 por ciento previsto en el 2010, bajaría al 80 por ciento en el 2025 (en 1969/71 fue del 117 por ciento y en 1988/90 había descendido al 104 por ciento). Además, todo ello dependería de que el resto del mundo pudiera generar el excedente neto necesario, supuesto no del todo improbable, dadas las magnitudes relativas implicadas (un gran déficit, según los criterios africanos, representaría una pequeña proporción de la producción del resto del mundo en el 2025, aproximadamente el 2 por ciento).

    Cuadro 3.21.
    Crecimiento de las disponibilidades totales de productos agrícolas para satisfacer los objectivos hipotéticos de consumo planteados para 2025
     Población (millones)1Calorías per cápita/díaVolumen de productos agrícolas/caloría (indice mundial en 88/90=100)Tasas de crecimiento, % anual
    Uso interno totalPoblación
    19892010202588/90201022025388/90201042025588/90–201062010–202589–20102010–2025
    Mundo15148707383822700288030001001011011,81,31,51,1
    Países desarrollados1245140514843400347034701701701700,60,40,60,4
    Paises en desarrollo(93)3903566868982470274029007884862,71,81,81,3
    Africa subsahariana47187412822100217027006362703,14,93,02,6
    Cercano Oriente/Africa del Norte3015136743010313031809294952,92,02,61,8
    Asia meridional1092161719412215245027006570742,72,21,91,2
    Asia oriental             
    (incluida China)1612207023072600304530607891912,70,81,20,7
    América latina y el Caribe4275936942690295030301161201212,21,31,61,1

    1 Datos y proyecciones para los 127 países de este estudio. El total de la población mundial, incluyendo los demás países, es el siguiente (en millones):1989:5202, 2010: 7150 y 2025:8472. Todos los datos y proyecciones en este cuadro proceden de la evaluación demográfica de las Naciones Unidas de 1992 (ONU, 1993b); por lo tanto, son algo diferentes a los datos y proyecciones demográficas usados en otras partes del estudio.
    2 Calorías per cápita para 2010 correspondiente a las proyecciones por país del estudio. Los totales regionales son algo diferentes ya que han sido agregados usando los nuevos datos demográficos.
    3 Metas planteadas para 2025 (véase el texto).
    4 Calculado usando las proyecciones del estudio sobre uso interno total y calorías.
    5 Calculado utilizando la elasticidad estimada (0,566) del volumen de productos agrícolas por caloría con respecto a las calorías per cápita.
    6 Las tasas de crecimiento para 88/90–2010 son algo diferentes a las que se encuentran en otras secciones del texto debido a las distintas proyecciones demográficas.

  5. De lo dicho pueden extraerse varias conclusiones. En primer lugar, si el Africa subsahariana no tuviera los recursos financieros para emular el modelo del Cercano Oriente/Africa del Norte, es decir, una dependencia cada vez mayor de los alimentos importados, el logro del objetivo de 2 700 calorías per cápita podría resultar problemático. En segundo lugar, esta conclusión se basa en el supuesto de que su tasa de crecimiento agrícola no supere el 3,5 por ciento anual en 2010–2025 (0,9 por ciento anual, en cifras per cápita). Podrían presentarse objeciones a este supuesto, pero cabe señalar que ni siquiera un tipo de desarrollo económico como el del Asia oriental permitiría un crecimiento de la producción agrícola de casi el 5,0 por ciento anual durante 15 años24. En tercer lugar, la consecución de una tasa de crecimiento de la demanda efectiva de productos agrícolas del 4,9 por ciento anual en 2010–2025 (2,3 por ciento anual en cifras per cápita) dependería del logro de tasas de crecimiento de los ingresos que supondrían para el período 2010–2025 resultados económicos semejantes a los del Asia oriental25, y esto después del estancamiento casi total previsto para los ingresos per cápita del Africa subsahariana hasta el año 2010.
  6. Esta especial insistencia en el Africa subsahariana se debe a que es ésta la región en que el período 2010–2025 debe ser muy diferente a cuanto ha ocurrido en el pasado o se prevé ocurrirá hasta el 2010. Las tasas de crecimiento de la demanda previstas para otras regiones en 2010–2025 son invariablemente inferiores, y en algunos casos (por ejemplo, el del Asia oriental) muy inferiores, a las que se han proyectado de aquí hasta el año 2010. La única otra región cuya demanda debería crecer más del 2,0 por ciento en 2010–2025 es el Asia meridional (2,2 por ciento anual). ¿Podría la producción de esta región crecer con un ritmo semejante? De sus tasas de crecimiento registradas hasta ahora en períodos de 15 años la más alta corresponde al de 1977-92 (3,4 por ciento), mientras que la tasa de crecimiento de la producción prevista para 1988/90– 2010 es del 2,8 por ciento anual. Una tasa de crecimiento del 2,2 por ciento para 2010–2025 no sería demasiado optimista teniendo en cuenta las tendencias del pasado. No obstante, su consecución no puede darse por garantizada, dada la creciente escasez de tierras y de agua así como la tendencia de los rendimientos a crecer con menor rapidez que en el pasado. El resultado dependerá en gran parte de la capacidad de continuar generando y difundiendo tecnologías para mantener y consolidar ulteriores aumentos del rendimiento, así como de un aprovechamiento más eficiente del agua de riego. Finalmente, cabe señalar que las condiciones económicas generales que permitan conseguir tal configuración de tasas de crecimiento de la demanda y la producción serían sin duda mucho menos difíciles de alcanzar en el caso del Asia meridional que en el del Africa subsahariana. Por ejemplo, las tasas requeridas de crecimiento del PIB del Asia meridional (3,0–4,0 por ciento anual en el período 2010–2025, dependiendo del valor relativo de la elasticidad de la demanda) constituyen sin duda una prospectiva realista.
  7. La región del Cercano Oriente/Africa del Norte parte de niveles relativamente elevados de suministros alimentarios per cápita, que según las previsiones mejorarán ulteriormente de aquí al año 2010. Por ello, de acuerdo con los supuestos aquí utilizados, se requeriría sólo un pequeño progreso de esta variable en el período 2010–2025. No. obstante, se prevé que la región continuará teniendo tasas de crecimiento demográfico relativamente elevadas más allá del 2010; su tasa del 1,8 por ciento anual sería la segunda más alta de todas las regiones, después del Africa subsahariana. Al mismo tiempo, esta región tiene escasas posibilidades de expansión de la tierra y sufre grave escasez de agua, especialmente si se excluye del total a Turquía, que forma parte de la región. El mantenimiento de su bajo nivel de autosuficiencia agrícola, que según las previsiones sería del 77 por ciento en el 2010 (79 por ciento en 1988/90 y 98 por ciento en 1969/71), requeriría un aumento de la producción de un 2,0 por ciento en los años 2010–2025. La escasez de tierras y agua es una realidad desde hace mucho tiempo, pero en el pasado la región ha conseguido tasas de crecimiento de la producción respetables (la tasa de crecimiento no ha sido en ningún período de 15 años inferior al 2,8 por ciento; la más alta fue del 3,3 por ciento en 1977–92) y según las proyecciones del presente estudio en 1988/90– 2010 se puede conseguir una tasa de crecimiento del 2,7 por ciento. Por ello, de acuerdo con las tendencias del pasado y las perspectivas previstas hasta el 2010, no parece demasiado optimista prever una tasa de crecimiento de la producción del 2,0 por ciento anual. De ello se deduce que la autosuficiencia de la región no deberá descender ulteriormente en forma apreciable después del año 2010, siempre que el crecimiento de la demanda se contenga en el 2,0 por ciento anual, como se supone acá.
  8. Las otras dos regiones (Asia oriental y América Latina y el Caribe) son actualmente exportadoras netas de productos agrícolas y se prevé que continúen siéndolo hasta el año 2010. América Latina es una exportadora neta mucho más importante y en crecimiento, mientras que Asia oriental lo es en proporción mucho menor y su situación es casi estática. Los significativos descensos de sus tasas de crecimiento demográfico después del 2010 y las casi 3 000 calorías per cápita previstas para ese año implican que después del 2010 las tasas de crecimiento de la demanda interna serán bastante bajas (véase el Cuadro 3.21). Su potencial de crecimiento de la producción sería suficiente para responder a aquéllas. En caso necesario, especialmente en América Latina y el Caribe, la posibilidad de que el crecimiento de la producción sea incluso mayor del que implican las tasas de crecimiento de la demanda permitiría satisfacer unas tasas de crecimiento de la demanda interna y de las exportaciones netas todavía mayores.
  9. Estas consideraciones sobre las regiones en desarrollo pueden contribuir a delimitar la posible función de la agricultura de los países desarrollados. El supuesto aquí utilizado es que bastaría con mantener hasta el 2025, sin necesidad de ulteriores aumentos, las 3 470 calorías per cápita proyectadas para el 2010. Por ello, su demanda interna debería crecer de acuerdo con el ritmo previsto de crecimiento demográfico, es decir, el 0,4 por ciento en el período 2010–2025. La rapidez con que deberá crecer su producción para generar un excedente neto cada vez mayor para los países en desarrollo dependerá del volumen que alcance el déficit neto colectivo de estos últimos26. Si la producción agrícola de cada una de las regiones en desarrollo creciera al mismo ritmo que su propia demanda, sus necesidades colectivas de importación neta de los países desarrollados aumentarían sólo de forma modesta. Este resultado no daría mucho margen al crecimiento de la producción de los países desarrollados por encima del 0,4 por ciento anual, la tasa de crecimiento de su propia demanda. Por el contrario, si la tasa de crecimiento de la producción del Africa subsahariana no superara el 3,5 por ciento mientras que su demanda creciera con la tasa del 4,9 por ciento, el déficit resultante podría cubrirse si la producción conjunta de los países desarrollados creciera un 0,8 por ciento anual en el período 2010–25, es decir, una tasa de crecimiento casi igual a la prevista para ellos en 1988/90–2010. Si se considerara que esta configuración de las tasas de crecimiento del Africa subsahariana es improbable, como bien podría serlo, las exigencias planteadas a la agricultura de los países desarrollados serían más modestas; y lo serían todavía más si el potencial agrícola de América Latina se confirmara en forma de tasas de crecimiento de la producción superiores a las aquí expuestas. En términos generales, parece razonable considerar que el crecimiento agrícola de los países desarrollados debería situarse en el intervalo del 0,5–0,8 por ciento anual después del 2010.

24. La mayor tasa de crecimiento registrada, para cualquiera de los períodos históricos de 15 años, en el Asia oriental, la región en desarrollo que más rápidamente creció en el pasado, fue del 4,3% anual en 1975–90 ó 1976–91. Por otra parte, este logro fue parte integral de un rápido crecimiento económico general; ambos procesos se reforzaron mutuamente. En contraste, la mayor tasa de crecimiento en un período de 15 años registrado en el Africa subsahariana ha sido del 2,4% anual en 1977–92.
25. Suponiendo un valor relativamente alto de la elasticidad-ingreso de la demanda agrícola de 0,5, la tasa de crecimiento de los ingresos per cápita necesaria sería del 4,6% y la del crecimiento económico total del 7,2%.
26. Los países desarrollados han sido tradicionalmente importadores netos de productos agrícolas, en gran medida en el pasado y en grado mucho menor en los últimos años. Este proceso de disminución de su deficit comercial agrícola refleja el hecho que su producción pudo crecer con mayor rapidez que su demanda interna. Por las razones explicadas en otro lugar se prevé que este proceso continúe y al fin convierta a los países desarrollados en exportadores agrícolas netos. Después del año 2010, sus exportaciones netas a los países en desarrollo deberían continuar creciendo aun cuando la producción de cada una de las regiones en desarrollo aumentara al mismo ritmo que su demanda interna.

Conclusiones generales

  1. De lo dicho se deduce que, en lo que respecta al mundo en su conjunto, la tendencia descendente de la tasa de crecimiento agrícola, que se estableció en los 30 últimos años y se prevé que continúe hasta el 2010, podría muy bien prolongarse todavía más allá.
  2. Con excepción del Africa subsahariana, la agricultura de los países en desarrollo debería crecer a un ritmo menor que en el pasado y que el previsto hasta el 2010.
  3. Las exigencias impuestas por la posible evolución de los países en desarrollo a la agricultura de los países desarrollados podrían satisfacerse mediante un crecimiento de la producción de estos últimos inferior al del pasado.
  4. En lo que respecta a la región más poblada con problemas alimentarios actuales y previstos hasta el 2010, a saber Asia meridional, el progreso después de ese año hacia una situación de mayor seguridad alimentaria podría conseguirse con una agricultura cuyo crecimiento fuera menos rápido que en el pasado. Si la producción creciera a un ritmo menor del 2.2 por ciento necesario, la demanda adicional de importaciones de alimentos podría atenderse con una subida marginal de la tasa de crecimiento agrícola de los países desarrollados.
  5. En el caso del Africa subsahariana, las condiciones iniciales (crecimiento demográfico y el actual nivel de suministros alimentarios per cápita, suponiendo que los datos sobre este último no subestimen sistemáticamente la disponibilidad de alimentos) y previstas a medio plazo son muy desfavorables y hacen problemático el logro de la meta planteada para el 2025. Esta perspectiva pone de manifiesto la necesidad de desplegar ahora un denodado esfuerzo con asistencia internacional, de manera que para el año 2010 se pueda conseguir un progreso mayor del previsto y de esa manera se sienten las bases para alcanzar el modesto objetivo para el 2025.

Los problemas ambientales desde una perspectiva más amplia

Sería deseable concluir esta exposición dando una respuesta lo más clara posible a la pregunta si el crecimiento agrícola, incluso con tasas inferiores a las del pasado, podría conseguirse de modo sostenible. Anteriormente se han mencionado las implicaciones para la sostenibilidad de los análisis relativos al período hasta el año 2010. Pero incluso aquéllas son anectódicas, no teniendo carácter definitivo ni estando suficientemente documentadas. En lo que se refiere al período comprendido hasta el 2025 sería imposible realizar ni siquiera los limitados análisis efectuados hasta el 2010 sin tener que reconstruir totalmente este estudio. Para ello, habría que desglosar por productos individuales la meta de suministros alimentarios per cápita para el año 2025, formular nuevas hipótesis sobre los futuros flujos comerciales que influirán en la ubicación de los aumentos de la producción, proceder a análisis bastante detallados de las consecuencias de la obtención de dichos productos sobre el aprovechamiento de tierras y aguas, identificar la evolución de los coeficientes técnicos relativos a diversos productos (por ejemplo, los insumos de cereales y semillas oleaginosas por unidad de producción ganadera) y especular sobre los posibles avances tecnológicos que contribuirán a modificar los rendimientos, el uso de productos agroquímicos, la gestión del riego, etcétera.

Los análisis efectuados hasta el 2010 indican que: i) las presiones sobre los recursos ambientales continuarán aumentando, lo que provocará nuevas reducciones en las reservas de tales recursos, aunque las reducciones del hábitat natural resultantes de la expansión agrícola hacia nuevas tierras en la forma proyectada hasta el 2010 no serían probablemente demasiado grandes en relación con la actual reserva de tierras con potencial de producción agrícola; ii) continuarán desarrollándose tecnologías útiles para orientar la producción agrícola por un camino más sostenible, y iii), dada la actual situación de nuestros conocimientos y la falta de certeza sobre la evolución futura de la tecnología, es imposible responder de manera definitiva al interrogante de si los sacrificios ecológicos asociados al aumento de la producción responderán de alguna manera al concepto de costo ambiental tolerable.

La idea de costo ambiental tolerable es, naturalmente, un concepto antropocéntrico que «legitimiza« la explotación, e incluso la «sobreexplotación«, de los recursos ambientales siempre que los individuos o la sociedad en general consideren que los beneficios generados por dicha explotación superan a los asociados a la conservación de los mismos. Aun cuando se entendiera por costo ambiental tolerable el costo que i) garantiza a las generaciones futuras la conservación de un potencial suficiente de recursos para la producción agrícola y ii) deja intactos suficientes recursos ambientales para que realicen otras funciones fundamentales de sustentación de la vida (ciclo del carbono, diversidad biológica) o porque se les reconoce simplemente un valor «intrínseco«, no habríamos avanzado demasiado en el intento de definir este concepto de manera objetiva, por ejemplo, en función de una magnitud mínima de hábitat natural que deba dejarse intacta. En definitiva, es la valoración relativa de los beneficios presentes y futuros, tanto a escala individual como social, lo que determinará el resultado. Cuanto mayor será la urgencia de satisfacer las necesidades presentes, más se inclinará la balanza en favor del consumo inmediato. Naturalmente, no todas las sociedades tendrán las mismas prioridades en estas materias, aun cuando sus niveles de vida sean, en cierto sentido convencional «objetivo», idénticas. Las diferentes formas de organización institucional de las sociedades en lo que respecta a la toma de decisiones darán lugar probablemente a que se manifiesten prioridades distintas.

Al considerar la evolución a lo largo del tiempo de las preferencias relativas que yuxtaponen la necesidad de producir más alimentos a la conservación ambiental, adquieren particular importancia las limitaciones impuestas por los factores fisiológicos al crecimiento del consumo de alimentos per cápita. La existencia de un tope máximo al consumo de alimentos per cápita junto con la desaceleración progresiva del crecimiento demográfico apuntan hacia una disminución progresiva de la preferencia de la humanidad por aumentar la producción de alimentos y, por consiguiente, hacia una mayor valoración de los beneficios de la conservación de los recursos ambientales. Se han producido ya manifestaciones de este cambio de preferencias en las políticas de los países de alto ingreso con elevados niveles de consumo alimentario. El crecimiento demográfico, especialmente el que representa un aumento del número de personas con bajos niveles de consumo, retrasa la aparición de este tipo de cambios en las preferencias relativas. A pesar de ello, la acción de las fuerzas antes mencionadas puede llevar con el tiempo a un estado estacionario de la producción agrícola mundial, que permitiría disponer de suficientes alimentos per cápita para atender las necesidades de toda la población, incluso teniendo en cuenta las desigualdades en la distribución y en el acceso a los alimentos. Actualmente, no es posible decir con certeza si existe un camino sostenible que lleva hacia la consecución de ese objetivo ni si, una vez alcanzado el nivel de producción estacionaria, será posible mantenerlo año tras año de manera sostenible.

Si al analizar el problema ambiental asociado al progreso hacia una mayor seguridad alimentaria se tiene únicamente en cuenta la producción de alimentos, se puede llegar a conclusiones erróneas sobre la posibilidad de que el mundo emprenda un camino sostenible hacia la seguridad alimentaria para todos. Ello se debe a que el problema de la seguridad alimentaria muchas veces no está en la produción de alimentos, sobre todo cuando se considera el mundo en su conjunto, sino más bien en la capacidad de aumentar los ingresos de la población pobre y, con el tiempo, eliminar la pobreza. Muchos países que representan una elevada proporción de la población mundial distan mucho de haber llegado a una fase de desarrollo económico que garantice a todos sus habitantes ingresos mínimos compatibles con la seguridad alimentaria. Por ello, al hablar de caminos sostenibles hacia la seguridad alimentaria hay que pensar en caminos sostenibles hacia el desarrollo económico y la eliminación de la pobreza, sobre todo en los países de bajo ingreso. La función de la agricultura y los obstáculos ambientales relacionados con la producción de alimentos desempeñan en este sentido un papel importante, pero la situación general quizá sea dominada sobre todo por otras limitaciones ambientales que las relacionadas con los recursos agrícolas. Por ejemplo, entre ellas se sitúa la capacidad del ecosistema de absorber el impacto de una utilización mucho mayor de energía, que es una de las características del crecimiento económico general.

No queda claro cuál debería ser la tasa de crecimiento económico necesaria para la eliminación de la pobreza. Los progresos hacia su eliminación basados en una distribución más equitativa de los ingresos y en políticas públicas adecuadas tenderán a reducir la tasa general de crecimiento económico necesario para acabar con la pobreza. No obstante, las condiciones iniciales y el proceso del crecimiento económico son tales que una gran parte del aumento del producto interno bruto (PIB) irá a parar a quienes no son pobres. En estas circunstancias, el problema no es si el mundo podría generar, en forma ambientalmente sostenible, un incremento del PIB que, si redundara totalmente en beneficio de los pobres, sería suficiente para eliminar la pobreza. Se trata más bien de que el intento de aumentar los ingresos de la población pobre forma parte integrante de un proceso de crecimiento que por lo general no puede sostenerse si no aumentan también los ingresos de quienes no son pobres, por ejemplo cuando el crecimiento económico de los países en desarrollo orientados a la exportación depende del de los países de elevados ingresos. De todo ello se deduce que el PIB mundial deberá llegar a ser mucho mayor que en la actualidad si se quiere eliminar la pobreza27. Las consecuencias y limitaciones del conseguimiento de un PIB mundial mucho mayor podrían ser un obstáculo mucho más decisivo que las limitaciones, mucho más especificas, de los recursos agrícolas en relación al aumento de la producción de alimentos.

La formulación del problema en estos términos no elimina la necesidad de preguntarse por la probabilidad de que las limitaciones de los recursos agrícolas impidan la consecución de la seguridad alimentaria para todos. Es difícil dar una respuesta global clara pero se pueden hacer las siguientes consideraciones: a) en un mundo sin fronteras, con libre circulación de las personas, y/o que reúna las condiciones para una fuerte expansión del comercio de productos alimenticios, dichos obstáculos, si es que existen, serían mucho menos infranqueables; y b) son muchos los países en que tanto los suministros alimentarios como una parte preponderante de su economía dependen de la agricultura local. Si sus recursos agrícolas son pobres, es perfectamente razonable afirmar que las limitaciones de los recursos agrícolas estorban la resolución del problema de la seguridad alimentaria, aun cuando se tuviera la certeza de que el mundo en general dispondría de recursos suficientes para producir todos los alimentos necesarios para atender las necesidades de una población mundial en crecimiento.

27. En un documento reciente de la UNCTAD (1994a) se considera que el PIB mundial debería multiplicarse por cinco en 50 años para que los ingresos per cápita de los países en desarrollo crezcan un 3,0% anual. Naturalmente, ese crecimiento anual del 3,0 % puede o no ser compatible con la eliminación de la pobreza. Lo que importa es saber hasta qué punto el crecimiento se produce en los países con mayor concentración de la pobreza. La evaluación más reciente del Banco Mundial (1994a) indica una tasa de crecimiento del 3,4 % en el caso de los ingresos per cápita de los países en desarrollo en general, mientras que en los del Africa Subsahariana el crecimiento sería de sólo el 0,9 % anual en el período 1994– 2003. Este tipo de pauta de crecimiento representará para elmundo en general una intesificación de las presiones ambientales generadas por el crecimiento económico sin que ello represente un gran progreso en la lucha contra la pobreza.

Cambio climático y perspectivas alimentarias a largo plazo

Ningúna discusión sobre los aspectos a largo plazo del equilibrio población-disponibilidad de alimentos y de la seguridad alimentaria sería completa sin una referencia, aunque sea de paso, al cambio climático. No es el cometido de estas páginas profundizar en los interrogantes científicos sobre la creciente concentración en la atmósfera de gases que producen el efecto invernadero y su posible efecto de elevar las temperaturas medias, ni sobre la manera en que la agricultura (en sus aspectos relacionados con la producción, en particular los rendimientos) pueda verse afectada en las diferentes zonas y latitudes. Estos problemas se tratan brevemente en el Capítulo 11, pero pueden encontrarse estudios más detallados en algunas publicaciones especializadas, incluyendo una publicación de la FAO de inminente aparición (Norse y Sombroek). Se trata más bien de abordar aquí el problema de si es posible deducir consecuencias válidas sobre las repercusiones socioeconómicas, en particular las relacionadas con la seguridad alimentaria, de los cambios en el entorno natural de la producción agrícola que se producirían en 50 o más años.

Como se indica en el Prólogo, cuanto más amplio sea el horizonte cronológico de cualquier intento de analizar el futuro de la agricultura y la alimentación, más difícil resultará, cuando se trata de períodos superiores a 10–20 años, definir los valores de las variables exógenas, por ejemplo el crecimiento demográfico, el desarrollo económico general y la prevalencia de la pobreza. Por otra parte, todo análisis válido debe basarse en la especificación de dichas variables con el detalle necesario para identificar los países y grupos de población cuya seguridad alimentaria podría ser vulnerable a los cambios en las condiciones de la agricultura. En definitiva, es sobre todo la futura situación de estas variables lo que determinará la capacidad de las diferentes sociedades de responder al cambio, prescindiendo de la posibilidad de que la tecnología sea muy diferente dentro de cincuenta años y de cómo puede evolucionar esa tecnología en respuesta al cambio climático. En la práctica, se necesita un escenario de referencia verosímil (cómo sería la situación sin cambio climático) sobre el cual sobreponer y explorar los efectos del cambio climático. Por ejemplo, sus efectos sobre la productividad de los recursos agrícolas en las latitudes medianas y bajas serían, según las previsiones más frecuentes, negativos (mayor variabilidad climática, insuficiente humedad para los cultivos, etc.). Es razonable prever que si los actuales países de bajos ingresos de estas latitudes continuaran todavía dentro de cincuenta años teniendo bajos ingresos, pobreza generalizada, desnutrición y fuerte dependencia económica de su agricultura, los efectos negativos sobre su seguridad alimentaria serían graves.

Los efectos negativos sobre estos países procederían de dos factores principales: a) deterioro del potencial productivo de sus propios recursos agrícolas, lo que representaría una amenaza no sólo para sus suministros alimentarios sino también para su subsistencia, si es que estos recursos continuaran siendo todavía su principal base económica de empleo e ingreso (Schelling, 1992), y b) si el efecto total neto fuera una merma del potencial productivo alimentario del mundo en conjunto28, los precios mundiales de los alimentos serían más elevados. En tales circunstancias, serían los pobres que quedarían excluidos del mercado, mientras que el resto de la población sufriría menos en lo que se refiere a su bienestar económico, y todavía menos en su seguridad alimentaria. Por esta razón, toda investigación sobre los efectos del cambio climático en la seguridad alimentaria debe basarse en un perfil verosímil del futuro de la pobreza en el mundo así como en una idea aproximada de la dependencia de los diferentes países y grupos de población respecto a los recursos agrícolas locales.

28. Hay muchas dudas sobre ello, ya que en las latitudes más septentrionales las subidas de las temperaturas medias provocarían condiciones más favorables a la producción: lo mismo podría ocurrir en otras partes como consecuencia de la fertilización por el dióxido de carbono y la mayor eficiencia en la utilización del agua.

Se han realizado algunos intentos de profundizar en estos temas y prever los posibles efectos socioeconómicos de los cambios en la producción y productividad agrícola resultantes de una duplicación de las concentraciones de CO2 en la atmósfera y de supuestos alternativos sobre los cambios en las temperaturas medias, expresados fundamentalmente en forma de mayor o menor rendimiento de los cereales en las diferentes zonas. Rosenzweig y Parry (1994) han formulado un escenario hasta el año 2060 en el cual el efecto neto del cambio climático es negativo en lo que respecta a la media mundial de los rendimientos y de la producción global de cereales; en otras palabras, ambos serían más bajos que si no se hubieran producido dichos cambios. Los precios de los cereales así como la incidencia de la desnutrición serían más altos. Sin embargo, estos efectos negativos de los supuestos cambios en los parámetros físicos de la agricultura sobre la seguridad alimentaria29 dependen fundamentalmente del tipo de economía y sociedad reflejado en su escenario de referencia (sin cambio climático) y su capacidad de responder a los cambios. De hecho, dicho escenario de referencia refleja una situación futura con precios significativamente más altos de los alimentos y mayor desnutrición que en la actualidad.

Los resultados presentados en este capítulo, pero también los de otros estudios, arrojan una imagen diferente de la evolución de aquí al año 2010, en la cual habría todavía una desnutrición significativa pero en descenso y los precios de los alimentos no cambiarían mucho respecto a los actuales. El examen realizado en esta sección sobre los problemas del equilibrio entre la población y la alimentación mundial hasta el año 2025 demuestra que se dan las condiciones para continuar avanzando lentamente en la lucha contra la desnutrición. Considerar que en condiciones normales la situación tenderá a deteriorarse en vez que a mejorar (aunque se trate de una mejora dolorosamente lenta en algunas zonas) equivaldría a ignorar los grandes progresos realizados en el desarrollo de gran parte de Asia, región donde se concentra más de la mitad de la población mundial. En conclusión, el mundo podría encontrarse mucho mejor preparado para responder a las conmociones del cambio climático de lo que se supone en el escenario de referencia de Rosenzweig y Parry. Por ello, los efectos del cambio climático sobre la seguridad alimentaria podrían ser menos nefastos de lo que se prevé en su estudio, y a lo mejor ininfluyentes.

29. El análisis de Rosenzweig y Parry sobrestima probablemente el efecto negativo del cambio climático sobre agricultura. Por ejemplo, supone un efecto muy reducido, sólo el 10%, de la fertilización por el CO2 (estímulo al crecimiento de las plantas como consecuencia de los mayores niveles de CO2 en la atmósfera), mientras que investigaciones recientes revelan efectos positivos persistentes del 15 al 25% en condiciones reales. No se tiene en cuenta en absoluto el efecto de antitranspiración del CO2 (mayor eficiencia en el aprovechamiento del agua por las plantas, que podría llegar a ser de hasta el 40%), aunque ello podría tener un significativo efecto favorable en las zonas semiáridas.

Lo que es seguro es que los efectos del cambio climático no afectarán únicamente a los países y regiones en que se producen. Las repercusiones se extenderán a todo el mundo a través del comercio y los consiguientes ajustes interregionales, factor que desempeñará en el futuro un papel más importante que en el pasado y el presente. Así se indica también en el estudio de Tobey, Reilly y Kane (1992), en el que se rechaza la hipótesis de graves efectos del cambio climático sobre la producción alimentaria mundial. Desafortunadamente, este estudio no tiene un desglose geográfico suficientemente detallado de la distribución de los impactos; por ejemplo, se agrupa a todos los países en desarrollo, con excepción de la Argentina, Brasil, China y Tailandia, en el apartado «resto del mundo«. Sin embargo, para sacar conclusiones sobre los efectos del cambio climático en la seguridad alimentaria lo que importa de verdad es el impacto sobre determinados países y regiones de bajos ingresos (por ejemplo, Asia meridional o el Africa subsahariana). No obstante, la obra tiene el acierto de recordar que los ajustes interregionales a través del comercio contribuirán a amortiguar los efectos del cambio climático sobre la agricultura de las distintas regiones. Quedaría por definir un escenario de referencia en el que se represente en cierto detalle el grado de integración de los diferentes países y regiones de bajos ingresos en la economía y sistema comercial mundiales, de manera que se puedan analizar la posibilidades que ellos tendrían de «exportar« los posibles efectos negativos del cambio climático en su agricultura.

En conclusión, la previsión, o especulación, sobre los efectos del cambio climático en la esfera socioeconómica o en esa más especifica de la seguridad alimentaria continuarán poniendo a prueba el ingenio de los analistas. Esto se debe a que las incertidumbres puramente científicas sobre el cambio climático y sus efectos en la agricultura se suman a esas mucho mayores acerca de las perspectivas de evolución socioeconómica y tecnológica de la humanidad en un plazo de cincuenta años o más. No obstante, las afirmaciones anteriores siguen siendo válidas y no necesitan el apoyo de investigaciones basadas en modelos. Es decir, todo cambio climático que provoque un deterioro del potencial de producción de los recursos agrícolas en los países con problemas de seguridad alimentaria y una fuerte dependencia de la agricultura puede resultar catastrófico para el bienestar de su población. Aquéllo sería cierto aun cuando el cambio climático introdujera mejoras significativas en el potencial productivo de los recursos en las latitudes superiores y diera lugar a un aumento neto del potencial mundial. En la práctica, la tesis subyacente es la misma de la que se discute en otras partes de la obra: la relación entre el potencial de producción mundial y la seguridad alimentaria es débil en el caso de las poblaciones inmersas en un círculo vicioso de pobreza, escasez de recursos agrícolas, fuerte dependencia de los mismos y escaso o nulo acceso a la abundancia, real o potencial, de la producción mundial.

Cuadro anexo al Capítulo 3
Producción y comercio neto de cereales, datos y proyecciones por producto

(millones de toneladas)

 ProducciónComercio neto
Datos utilizados es este estudioDatos actualizados Datos utilizados es este estudioDatos actualizados 
1969/711979/811988/901988/901991199220101969/711979/811988/901988/9019911992120102
Mundo              
Trigo327.7442.7550.3544.0546.9563.87121.61.51.21.95.4  
Arroz elaborado206.8264.2341.4339.9345.4351.04820.0-0.30.71.01.0  
Maíz283.6422.3451.6449.1487.9528.06980.5-0.10.00.10.9  
Otros cereales secundarios311.0327.5353.9345.9325.2342.04420.11.50.71.00.5  
Todos los cereales1129.11456.61697.21678.91705.31784.823342.12.62.64.07.8  
Todos los países en desarrollo              
Trigo96.5156.9224.9224.7241.7244.2348-25.4-48.8-59.7-59.0-57.2-55.6-94
Arroz elaborado191.1247.3324.3323.0329.2333.2461-1.2-2.00.00.10.30.6-2
Maíz102.6150.1197.0194.8209.3219.33585.9-11.5-18.1-18.1-11.1-14.3-40
Otros cereales secundarios92.298.1100.9102.495.7105.21510.3-4.7-12.1-11.8-11.6-14.5-26
Todos los cereales482.4652.3847.1844.9875.9901.91318-20.4-66.8-90.0-88.8-79.5-83.9-162
Todos los países desarrollados              
Trigo231.2285.8325.5319.3305.2319.736427.050.360.960.962.6 94
Arroz elaborado15.716.917.116.916.117.8211.21.60.80.90.7 2
Maíz181.0272.2254.6254.3278.6308.6340-5.411.418.118.312.0 40
Otros cereales secundarios218.8229.4253.0243.5229.6236.8291-0.36.212.812.812.1 26
Todos los cereales646.7804.3850.2834.1829.5882.9101622.569.492.692.987.3 162
93 países en desarrollo              
Trigo96.3156.6224.2224.0241.2243.7347-24.0-47.0-57.5-57.0-55.1-53.5-92
Arroz elaborado189.0245.1322.8321.4327.6331.6459-0.4-1.01.21.11.21.6-1
Maíz102.5149.9196.6194.4208.9218.93576.8-8.0-12.8-13.0-5.2-8.4-31
Otros cereales secundarios92.197.9100.6102.195.4105.01510.7-3.4-11.3-11.1-11.1-13.9-24
Todos los cereales479.9649.6844.2841.9873.1899.21314-16.8-59.4-80.4-80.0-70.1-74.2-148
Africa subsahariana              
Trigo1.21.41.91.92.32.25-1.6-3.7-4.3-4.2-5.3-5.1-10
Arroz elaborado3.14.05.76.16.66.513-0.6-2.3-2.4-2.4-2.9-3.1-6
Maíz11.813.820.620.218.915.9410.0-1.4-0.4-0.4-0.4-4.0-2
Otros cereales secundarios20.321.626.026.827.827.851-0.4-0.5-0.6-0.4-0.7-0.9-1
Todos los cereales36.540.854.355.155.652.5109-2.5-7.8-7.7-7.4-9.3-13.1-19
Cercano Oriente/Africa del Norte              
Trigo25.134.142.943.051.949.467-6.1-15.8-23.5-23.1-17.4-14.7-37
Arroz elaborado3.03.23.63.54.44.860.2-1.3-1.8-1.9-1.6-2.7-5
Maíz4.65.67.77.88.88.615-0.2-3.3-6.0-6.0-5.4-5.8-13
Otros cereales secundarios13.115.019.019.121.419.731-0.2-2.5-6.6-6.7-6.2-6.3-16
Todos los cereales45.857.973.173.486.482.5119-6.3-22.9-37.9-37.8-30.6-29.4-71
Asia oriental              
Trigo30.059.592.191.896.2101.9143-8.0-17.3-21.8-21.7-24.0-20.2-23
Arroz elaborado117.7158.2203.4202.4206.0211.12760.81.75.55.65.47.112
Maíz41.675.6105.3103.4117.1115.21981.3-2.9-3.0-3.21.61.2-10
Otros cereales secundarios26.822.917.618.015.215.918-0.1-0.2-0.6-0.6-0.9-1.0-1
Todos los cereales216.1316.2418.5415.6434.5444.0635-6.0-18.8-19.9-19.9-17.9-12.9-22
Asia meridional              
Trigo28.046.665.665.671.571.6104-4.4-3.1-5.0-4.9-2.5-7.1-10
Arroz elaborado57.869.497.897.199.097.2144-0.91.30.40.31.61.60
Maíz7.68.111.411.310.413.016-0.10.0-0.1-0.2-0.1-0.10
Otros cereales secundarios22.423.424.924.919.127.928-0.10.10.00.00.00.00
Todos los cereales115.7147.5199.7199.0200.1209.6292-5.5-1.7-4.8-4.8-1.0-5.5-10
América Latina y el Caribe              
Trigo12.015.121.721.719.218.629-3.9-7.1-2.9-3.0-5.9-6.4-11
Arroz elaborado7.310.312.312.311.512.1200.0-0.4-0.5-0.5-1.4-1.3-2
Maíz36.946.851.551.653.866.2875.8-0.4-3.3-3.2-0.90.2-6
Otros cereales secundarios9.715.013.213.211.913.7241.6-0.2-3.4-3.4-3.3-5.8-6
Todos los cereales65.987.298.698.896.5110.61593.5-8.1-10.1-10.0-11.5-13.3-25
Países desarrollados              
Europa oriental y ex URSS              
Trigo112.1113.1130.5124.5103.8112.71402.9-14.9-16.0-16.1-18.8 4
Arroz elaborado1.01.81.91.71.41.33-0.5-1.1-0.6-0.6-0.6 -1
Maíz25.130.229.629.632.121.2400.0-17.5-15.5-15.6-13.3 2
Otros cereales secundarios85.892.9122.6114.0102.3112.41230.0-6.8-4.2-4.1-5.8 0
Todos los cereales224.0237.9284.6 ∫269.7239.6247.53062.4-40.3-36.4-36.4-38.4 5
Europa oriental              
Trigo19.323.235.035.231.822.8 -2.4-2.6-0.3-0.30.5-0.7 
Arroz elaborado0.10.10.10.10.10.0 -0.2-0.3-0.2-0.2-0.2-0.2 
Maíz15.121.115.815.822.314.1 0.3-4.6-1.2-1.3-0.51.9 
Otros cereales secundarios20.623.929.629.630.122.5 -0.7-1.7-0.4-0.3-0.30.7 
Todos los cereales55.168.380.580.784.459.4 -3.0-9.2-2.2-2.1-0.51.6 
Ex URSS              
Trigo92.889.995.589.372.089.8 5.3-12.3-15.7-15.7-19.3  
Arroz elaborado0.81.71.81.61.31.3 -0.3-0.9-0.4-0.5-0.4  
Maíz10.09.113.713.79.87.1 -0.3-12.9-14.3-14.3-12.8  
Otros cereales secundarios65.369.093.184.472.289.9  0.8-5.1-3.8-5.5  
Todos los cereales168.9169.6204.0189.0155.3188.1  5.4-31.1-34.2-34.2-38.0 
Europa occidental, América del Norte, Oceanía              
Trigo116.8170.0191.4191.2198.3204.721729.171.382.582.488.4 95
Arroz elaborado3.96.26.76.66.77.7101.32.41.71.91.7 4
Maíz149.1230.7215.6215.5238.3284.4286-0.738.748.748.741.9 55
Otros cereales secundarios131.6135.1129.1128.3126.3123.81665.120.324.724.725.8 35
Todos los cereales401.5542.1542.8541.6569.6620.567934.7132.6157.6157.6157.8 189
Europa occidental              
Trigo53.568.692.692.6101.592.2 -6.05.918.918.821.4  
Arroz elaborado1.11.11.41.41.51.5 -0.2-0.4-0.6-0.6-0.6  
Maíz23.632.136.036.240.638.3 -14.2-20.2-2.7-2.7-3.2  
Otros cereales secundarios65.476.776.476.375.462.4 -3.43.38.88.811.5  
Todos los cereales143.6178.5206.4206.5219.1194.4 -23.8-11.424.424.329.2  
CE-12              
Trigo46.161.182.182.090.984.9 -5.17.118.017.920.122.5 
Arroz elaborado1.11.11.41.41.51.4 -0.1-0.2-0.4-0.4-0.3-0.1 
Maíz15.420.926.226.427.329.7 -13.8-19.4-2.2-2.3-3.1-0.5 
Otros cereales secundarios55.465.164.764.763.653.8 -2.63.88.88.89.713.1 
Todos los cereales118.0148.2174.3174.5183.2169.9 -21.5-8.724.124.126.535.0 
Otros países de Europa occidental              
Trigo7.57.510.510.610.67.2 -0.9-1.20.90.91.3  
Arroz elaborado0.00.00.00.00.00.1 -0.2-0.2-0.2-0.2-0.2  
Maíz8.111.29.89.813.48.6 -0.4-0.8-0.4-0.4-0.1  
Otros cereales secundarios10.011.611.711.711.88.6 -0.8-0.60.00.01.7  
Todos los cereales25.630.332.032.035.824.5 -2.2-2.70.30.22.7  
América del Norte              
Trigo53.986.784.284.085.996.8 27.754.652.352.355.157.3 
Arroz elaborado2.64.64.74.74.85.4 1.42.52.12.11.91.8 
Maíz125.3198.3179.3178.9197.3245.7 13.458.851.351.345.142.7 
Otros cereales secundarios61.452.345.344.543.352.0 7.013.512.912.911.012.0 
Todos los cereales243.3341.9313.5312.2331.2399.9 49.6129.4118.7118.6113.1113.7 
Oceanía              
Trigo9.414.814.614.610.915.7 7.410.811.311.311.88.0 
Arroz elaborado0.20.50.50.50.50.8 0.10.30.20.30.40.5 
Maíz0.30.30.40.40.40.4 0.00.10.00.00.00.0 
Otros cereales secundarios4.86.17.47.57.69.4 1.53.53.03.03.42.9 
Todos los cereales14.621.722.922.919.426.2 9.014.614.514.615.611.4 
Otros países desarrollados              
Trigo2.22.73.63.73.12.37-5.0-6.1-5.6-5.5-7.0-7.0-5
Arroz elaborado10.98.98.68.68.08.880.40.4-0.4-0.3-0.4-0.4-1
Maíz6.811.39.49.38.23.114-4.7-9.8-15.0-14.8-16.7-19.9-17
Otros cereales secundarios1.41.31.21.30.90.72-5.3-7.3-7.7-7.7-7.9-8.2-9
Todos los cereales21.224.322.822.720.214.931-14.6-22.8-28.6-28.4-32.0-35.5-32

1 Datos sobre los intercambios comerciales de 1992 no son disponibles para los países de la ex URSS y ex Yugoslavia con las mismas especificaciones que los otros años (a saber las importaciones y exportaciones de productos cerealeros en equivalente en grano), ya que no fue posible construir las “Cuentas Oferta-Utilización” de 1992 de los datos asequibles.
2 Las proyecciones de la producción y comercio neto no fueron hechas separadamente para los grupos de países con la columna de 2010 en blanco.


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