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INTRODUCCIÓN


Los nuevos conocimientos científicos obtenidos mediante la experimentación y la investigación aplicada mejoran nuestra comprensión del mundo que nos rodea. La ciencia es un instrumento importante en las decisiones que tomamos sobre nuestra función y nuestras acciones en ese mundo. Nos ayuda a resolver problemas, prediciendo las probables consecuencias de nuestras acciones en respuesta a desafíos previamente experimentados. La ciencia ensancha las fronteras de nuestra comprensión y es de naturaleza dinámica, poniendo en duda y desafiando constantemente los conocimientos existentes.

Las tecnologías incipientes plantean otros desafíos a cada uno de nosotros y a nuestras instituciones. Aplicar esas tecnologías transforma las sociedades de formas desconocidas que no se ajustan a nuestra comprensión actual. En respuesta a esos problemas hay que crear con frecuencia nuevas prácticas, nuevas instituciones y nuevos significados. Esos desafíos nuevos requieren nuevos medios de solución de problemas y adopción de decisiones. Las soluciones pueden verse complicadas además por la información aparentemente inconexa y potencialmente conflictiva que recibe el público sobre las tecnologías incipientes, dado que las diversas partes interesadas promueven sus últimos descubrimientos y puntos de vista.

A pesar del poder que hoy ofrecen los conocimientos científicos, su utilidad está en los objetivos sociales que tratan de alcanzar. La investigación científica debe insertarse en amplios valores sociales y ser respaldada por principios éticos.

La ética trata de los principios que definen el comportamiento, la actuación o las reglas de actuación (incluidas las normas) como justos, buenos y adecuados. Esos principios no dictan siempre una sola forma de actuación «moral», sino que proporcionan medios de evaluar y decidir entre opciones contrapuestas[1]. Las declaraciones de ética comprenden la expresión, defensa e interpretación de esos principios, así como su aplicación a problemas concretos. Dentro del discurso ético hay una serie de perspectivas que dan cabida a la diversidad de la experiencia humana y la reflejan.

La utilización de la ciencia no es algo separado ni divorciado de la ética. Se basa en una serie de decisiones e interpretaciones, cada una de ellas coloreada por los valores que mantenemos. Las actuaciones científicas se basan en nuestro valor compartido de lograr una mejor comprensión del mundo.

En la ciencia alimentaria, y en particular en la ciencia de la inocuidad de los alimentos, esos valores han actuado siempre. La necesidad de crear y mantener la confianza en el sistema de inocuidad alimentaria requiere más transparencia. Por ello, los valores insertados en las decisiones que respaldan ese sistema necesitan explicación, a fin de que la adopción de decisiones sea más transparente y proporcione una mejor comprensión de las elecciones que hacemos en la buena gestión de la inocuidad de los alimentos.


[1] Consúltese Josephson Institute for Ethics, http://www.josephsoninstitute.org/

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