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La mujer y la crisis energética en la zona saheliana

Jacqueline Ki-Zerbo

Jacqueline Ki-Zerbo, socióloga que vive en Ouagadougou, Alto Volta, ha colaborado con el Comité Permanente Interestatal para la Lucha contra la Sequía en la Zona Saheliana (CILSS). El presente articulo se ha tomado de un documento que presentó a un Seminario sobre desarrollo de combustibles y energía para la mujer africana de las zonas rurales, reunido en diciembre de 1980 en Bamako, Malí, con el auspicio de la FAO y de la Comisión Económica para Africa de las Naciones Unidas

La recolección de leña es un trabajo que compete a la mujer. Si lo realiza un hombre significa que está sometido a su mujer, a menos que use un vehículo: una carreta, una motocicleta o incluso una camioneta. En este caso, el hombre demuestra que la leña es un producto raro y valioso, digno de despertar el interés masculino.

Los habitantes de la zona saheliana raramente comen alimentos crudos. La mayoría de los platos se cuecen durante mucho tiempo, debido probablemente a la naturaleza misma de los alimentos y a la necesidad de eliminar los gérmenes y parásitos que abundan en el medio ambiente natural.

Los diferentes métodos de cocción pueden reducirse a tres:

· Platos cocidos en agua, tales como gachas de cereales, hojas que se emplean como salsas o como verdura hervida, infusiones, etc.

· Platos cocidos al vapor, como por ejemplo el «degué» y el cuscús.

· Platos fritos, que a menudo sirven de base para diversas salsas.

Cualquiera que sea el método de cocción, deben calcularse de 30 a 45 minutos - y frecuentemente de dos a tres horas - de hervor a fuego vivo.

En general, los combustibles utilizados se toman directamente de la naturaleza: leña, carbón, residuos vegetales (paja, tallos de mijo, mazorcas de maíz), o son deposiciones animales (estiércol vacuno).

Leña. Naturalmente, la leña es el combustible que más se utiliza en la zona saheliana, a menudo combinado de maneras especiales con otras fuentes de energía, como se explica más adelante.

En primer lugar, la leña se utiliza todo el año en las ciudades y en algunas zonas de los departamentos del Centro, del Centro-norte y del Volta Noire, y sólo durante parte del año en vastas zonas del Centro-norte y del Sahel. Las familias recogen la leña directamente en el campo, o la compran. La recolección directa se practica sobre todo en el sector rural. Suelen efectuarla las mujeres y los niños, y los hombres sólo en algunas aldeas, como Banbofa, Malbo, Mamassiol y Kampiti. No se sabe si esos hombres recogen la leña para sus mujeres o si se trata de trabajos realizados para otras familias.

La manera más común de transportar la leña es cargándola en la cabeza. Unas pocas mujeres privilegiadas tienen bicicletas y carretas, especialmente en el Alto Volta y en el Kongoussi. El volumen de trabajo depende de la abundancia o la escasez de leña, que influyen en la distancia que es preciso recorrer y en el tiempo requerido para la recolección. Depende también del tamaño de la familia, de la constitución física de cada mujer y de la estación, puesto que hay períodos - especialmente mayo y junio - en que las mujeres recogen leña todos los días, e incluso dos veces al día, a fin de almacenar reservas para el invierno.

En las ciudades y en algunas aldeas, las mujeres compran toda o parte de la leña que utilizan. Al igual que el costo en esfuerzo físico, el costo económico también varía. Las amas de casa pagan de 2000 a 2 500 F CFA por una carretada de leña en Dédougou y en Kongoussi; de 3 000 a 5 000 F CFA, según el peso, en Ouagadougou, y de 400 a 600 F CFA en Banbofa. A esos precios se suman los costos del corte de la leña (de 500 a 600 F CFA por cada carretada en Dédougou y Ouagadougou) y los aumentos estacionales durante el invierno. Una carretada de leña dura aproximadamente de uno a tres meses, según el tamaño de la familia y la habilidad del ama de casa para ahorrar. La cantidad que se destina mensualmente a la compra de leña asciende aproximadamente a 450 F CFA en Kombissiri, de 500 a 800 F CFA en Cissin (Ouagadougou), a 4 000 F CFA en Kalgondin (Ouagadougou), e incluso a 9 000 F CFA para una familia numerosa en la zona experimental de Ouagadougou. En la zona saheliana, estos gastos mensuales ascienden a unos 560 F CFA en Bouloye y unos 280 F CFA en Malbo y Mamassiol. Estas cifras paradójicamente bajas sólo pueden explicarse por el uso de leña combinada con otros combustibles.

De todos modos, la leña representa una partida importante del presupuesto familiar. Un asalariado que mantiene una familia numerosa en Ouagadougou gasta una tercera parte de su salario mensual sólo en comprar combustible.

Tallos de mijo. Muchas mujeres usan tallos de mijo, ya para encender el fuego, ya para cocer todos los alimentos. Así, en diversas aldeas del Centro-norte y de la zona saheliana, las necesidades de combustible se satisfacen totalmente con tallos de mijo durante muchos meses, especialmente en la temporada seca.

Otros residuos de origen vegetal y animal. Además de los tallos de mijo, se utilizan tallos de algodón y de sésamo en Dédougou, estiércol vacuno en la zona saheliana, obviamente, y también en Toece y en la zona experimental de Ouagadougou en el departamento del Centro. En Dantiandi (Sahel), algunas amas de casa usan estiércol vacuno durante siete de cada doce meses.

Al parecer, en Volta Noire el estiércol vacuno no se utiliza para preparar las comidas, sino como combustible para cocer objetos de barro. Los tallos de mijo y el estiércol vacuno no se venden; los recogen exclusivamente las mujeres y los niños.

Hulla y gas. Estos combustibles raramente se utilizan en las zonas rurales, excepto en la saheliana, donde la hulla sirve para preparar el té. A menudo se trata simplemente de brasas recuperadas después de cocinar. El gas no suele utilizarse ni siquiera en las ciudades.

Preferencias de la mujer. Debido a razones concretas, las mujeres tienen preferencias muy definidas por una u otra clase de combustible. En general, prefieren la leña porque les permite guisar en poco tiempo, no arde demasiado rápidamente ni necesita mucha vigilancia. Varias mujeres entrevistadas estiman que es el combustible más económico porque, según manifestaron, «encontramos la leña fácilmente y no tenemos que vigilar demasiado el fuego».

Las amas de casa aprecian los tallos de mijo, porque con sus cenizas pueden preparar lejía de alta calidad, pero como combustible arden demasiado pronto, requieren vigilancia constante y despiden mucho humo. El estiércol vacuno tiene las mismas características. Cocinar con hulla resulta demasiado lento, pero este combustible tiene la ventaja de que prácticamente no despide humo y se vende al detalle. La hulla puede costar tan solo 25 F CFA. Un ama de casa dijo que con el gas cocina rápidamente y no se cansa, pero añadió que prefiere la leña, probablemente por el precio.

Las mujeres de la zona saheliana, y la crisis energética

El consumo energético de una región y su desarrollo están estrechamente relacionados. Los porcentajes de consumo que figuran en el cuadro permiten deducir el grado de desarrollo de los países interesados, puesto que la proporción de fuentes energéticas distintas de la leña indica claramente su respectivo grado de electrificación e industrialización. Así, Senegal, Mauritania y Níger tienen un consumo de recursos energéticos distintos de la leña mucho mayor que Malí y el Alto Volta, que están menos industrializados. Este hecho fue confirmado por un estudio de la Oficina´ de las Naciones Unidas para el Sahel; dicho estudio reveló que el consumo energético de Mauritania aumentó del equivalente de 44 millones de toneladas de hulla en 1967 al equivalente de 113 millones de toneladas en 1968, es decir un incremento anual del 203 %, que coincide con el período en que comenzaron diversas actividades mineras que, por lo regular, consumen grandes cantidades de energía.

Recogiendo Leña en Malí: machas mujeres han adquirido así una conciencia ambiental

Si se concentra la atención exclusivamente en el combustible para uso doméstico, se observa que la leña, el carbón de leña y los residuos agrícolas generan alrededor del 100 % de la energía consumida en los hogares de la zona saheliana, En realidad, no se dispone de información detallada suficiente sobre el consumo de energía por parte de las poblaciones de esta zona, puesto que utilizan principalmente fuentes energéticas no comerciales. Sin embargo, es indudable que las fuentes comerciales de energía, y especialmente los combustibles fósiles, constituyen ya una carga pesada para los presupuestos de los países de la zona saheliana, Desde 1973 su precio ha aumentado continuamente, absorbiendo a veces no menos del 20% de los ingresos nacionales, para abastecer un sector moderno que se limita prácticamente al transporte y a la producción de electricidad. Además, es en esos sectores donde la crisis mundial del petróleo ha afectado directamente a las mujeres de la zona saheliana,

Aumentos tarifarios

Las tarifas de transporte han aumentado en las ciudades y en el campo, ocasionando serios inconvenientes a muchas mujeres que se han visto obligadas a viajar menos o a ir a pie a la ciudad, y reduciendo el margen de beneficio de las que comercian en los mercados que funcionan periódicamente.

Si el consumo de electricidad interno es bastante reducido en los países del Sahel considerados en conjunto, no cabe duda que ello se debe a su alto precio, ya que a menudo se produce en centrales hidroeléctricas situadas en una parte especialmente árida de Africa. Algunos países - Malí y el Níger - tienen posibilidades de producir energía hidroeléctrica, pero que no se han desarrollado todavía. Aunque las redes son insuficientes y están mal integradas, las poblaciones urbanas acomodadas y de medianos ingresos se están acostumbrando gradualmente a utilizar la electricidad para el alumbrado, la refrigeración y, en menor medida, el aire acondicionado. En los últimos años ha aumentado mucho el uso de electrodomésticos (refrigeradores y congeladores) por parte de las mujeres, que obtienen así algún dinero extra vendiendo bebidas frías y helados. En países tan calurosos y secos como los del Sahel, esta clase de comercio encuentra fácilmente una clientela en las escuelas y los servicios públicos.

Naturalmente, las mujeres han sufrido - junto a toda la población de la zona saheliana - las consecuencias de una inflación general y del deterioro de la relación de intercambio que han acompañado la crisis mundial del petróleo desde 1973. Además, han sufrido y siguen sufriendo aun más lo que algunos economistas denominan «la crisis energética de los pobres».

La mujer y la crisis energética de los pobres

La crisis del petróleo coincidió con una intensa sequía que afectó gravemente a los seres humanos, a los animales y al medio ambiente. Es ésta la crisis principal que ha afectado a las mujeres de la zona saheliana, que, como dijimos antes, utilizan fuentes energéticas no comerciales.

Según la división local del trabajo, la preparación de las comidas y todas las operaciones conexas competen principalmente a las mujeres. Por consiguiente, en el campo las mujeres y los niños se encargan tradicionalmente de recoger la leña. Al esta tradición se mantiene en diversos países de la zona saheliana, donde existen, sin embargo, algunas raras excepciones como en las regiones de Dori (Alto Volta) y Nguekok (Senegal), donde los hombres están dispuestos a traer leña de los campos para sus familias. Por lo general, el hombre que sale a buscar leña realiza esta labor para ganarse la vida y porque no dispone de otra fuente de ingresos. La actitud del hombre que utiliza una motocicleta, una carreta o incluso una camioneta para esta tarea es sumamente diferente, pues en este caso el hecho de traer leña al propio hogar no se considera una señal de inferioridad ni de sometimiento a su mujer; al contrario, es el reconocimiento de una nueva situación, es decir que la leña se ha convertido en un producto raro y por consiguiente valioso, que merece el interés del sexo masculino.

Durante mucho tiempo se ha hablado de los largos viajes y del esfuerzo que la tarea de recoger leña impone a la mujer. Pero la urgencia del problema y la necesidad de encontrar soluciones adecuadas se ha hecho evidente sólo porque el mundo entero sufre ahora las repercusiones de la crisis del petróleo, y porque en la zona saheliana, los hombres y quienes controlan el poder - que significa lo mismo han empezado a sentir el peso del costo de la leña en sus presupuestos familiares, y la amenaza que su desaparición entraña para el suelo y el clima.

Un estudio en Ouagadougou

Un estudio realizado en abril de 1972 en Ouagadougou por el Departamento de Bosques y Aguas indica que aun entre los trabajadores asalariados, el grupo menos privilegiado, el gasto mensual por concepto de leña rara vez es inferior a 1250 F CFA, cifra que equivale del 10% al 40% del sueldo. Esto se debe a que la leña proviene actualmente de lugares distantes de 50 a 100 km. de la ciudad. Si se piensa que la crisis mundial del petróleo ha contribuido a la inflación del precio de los productos básicos (cereales, arroz, aceites comestibles, leche, aceite de lámparas) en los países desarrollados que tienen economías e infraestructuras básicamente fuertes, se puede imaginar la carga paralela, pero proporcionalmente más pesada, que suponen los mayores costos del combustible para las familias de la zona urbana de Africa. Pero el problema de la leña no se plantea únicamente en las poblaciones urbanas; también interesa a las familias rurales, obligadas a buscarla cada vez más lejos y a dedicar cada vez más tiempo a su recolección, a menudo de tres a cinco horas diarias.

El aumento del precio del petróleo obligó a advertir la crisis de la leña. Los esposos de las mujeres que la recogían o compraban, descubrieron que la tierra quedaba sin vegetación, y que el costo de la leña y el carbón había subido vertiginosamente.

Un estudio realizado en Malí en 1976 señala que un uso más generalizado de carretas permitirá ahorrar muchísimo tiempo, ya que la zona donde se recoge la leña puede distar hasta 5 km. en torno a una aldea. Sin embargo - y a menos que se adopten medidas para impedir el fenómeno - estos medios, en lugar de detener la deforestación, aumentarán el consumo de leña y obligarán a la gente a buscarla e n lugares más distantes, hasta provocar una escasez importante que reduzca el consumo. Se puede prever que la deforestación reducirá inexorablemente el número de árboles y arbustos que separan dos aldeas cuyas poblaciones deben buscar la leña en un radio cada vez mayor, con el riesgo de encontrarse un día enfrentadas con un proceso irreversible de desertificación.

Todos los países de la zona saheliana están tratando de ahuyentar este espectro mediante la adopción de diversas medidas.

Algunas soluciones posibles

Por ahora no se puede recurrir al petróleo ni a la electricidad ni a la energía nuclear para resolver el problema de las necesidades internas de las familias de la zona saheliana, Por consiguiente, los gobiernos de los países del Sahel están examinando los recursos disponibles en la región para tratar de satisfacer las necesidades de sus poblaciones sin alterar demasiado sus balanzas de pagos.

Butano en Senegal y en Gambia. Gracias a su situación favorable en la costa atlántica de Africa, Senegal puede importar combustibles fósiles crudos que se refinan en el país. La campaña del butano, que comenzó en 1973, entraña un gran esfuerzo por parte del Gobierno para subvencionarla.

Exilo en el Sahel

Una misión del Comité Permanente Interestatal para la Lucha contra la Sequía en la Zona saheliana, (CILSS), que visitó la región de M'Bour en noviembre de 1979, constató el éxito de la campaña. Algunas mujeres informaron al CILSS que utilizaban el gas para cocinar la comida del mediodía o el desayuno, o para calentar los alimentos. Para cocinar el cuscús o la cena usaban generalmente el fogón tradicional de tres piedras. Las mujeres entrevistadas mencionaron el alto costo de las cocinas de gas que, a principios de la campaña de 1973, costaban 3 000 F CFA y llegaron a costar 5 003 F CFA en 1977, a pesar de la subvención estatal. La Dirección de l'enseignement ménager et social (Dirección de Enseñanza Doméstica y Social) participaba directamente en la campaña y estaba encargada de realizar un estudio sobre la adaptabilidad del gas y de las cocinas de gas Blip Bannekh a los métodos de cocción y hábitos alimentarios de las mujeres. Los resultados del estudio se tradujeron en la invención de las cocinas de gas Nopalch, que son más robustas y estables, producen una llama más pareja y, por consiguiente, calientan más. Al parecer, la única desventaja mencionada es la excesiva sencillez del sistema de llaves, que está al alcance de los niños y debe corregirse para disminuir el riesgo de accidentes.

El éxito relativo de la campaña del butano en Cabo Verde podría repetirse fácilmente en Gambia, donde el Gobierno adoptó en julio de 1980 medidas estrictas que prohiben el uso del carbón vegetal y lo sustituyen con gas butano. Sin embargo, es indispensable familiarizar a las mujeres y a los demás miembros del hogar con la utilización del gas y del correspondiente equipo antes de introducirlo en tan amplia escala, ya que de ello depende la seguridad de los usuarios. El gas butano lo usan sólo pocas amas de casa de la zona urbana en Mauritania, Malí, Alto Volta, Níger y otros países, quienes a menudo lo combinan con carbón vegetal o leña, o usan los tres productos simultáneamente. En los países sin litoral del Sahel, tales como Malí, Alto Volta, Níger y Chad, este gas no es un combustible que pueda utilizarse inmediatamente en gran escala, en parte debido a su precio constantemente en aumento desde que comenzó la crisis del petróleo de 1972-73, y en parte a que las cocineras prefieren la leña para la preparación de determinados platos.

Carbón fósil. El descubrimiento de carbón en Anoa-Araren, en el Níger (15 millones de toneladas de reservas), provocó grandes esperanzas para la producción de electricidad, que se utilizaría en las minas de uranio del país, y en los hogares como sustituto de la leña.

A principios de 1979, el Ministerio de Energía Atómica, en colaboración con la Office national de l'energie solaire (Onersol) y la Association des femmes du Niger comenzaron a ensayar este carbón para uso doméstico en las zonas rurales y urbanas. Se distribuyó a determinadas familias carbón y algunas cocinas de planchas metálicas especialmente diseñadas, pero el experimento fracasó. Según los informes recibidos de Dosso y Niamey, el carbón contenía un alto porcentaje de cenizas: 50 por ciento, aproximadamente Por tanto, no sorprendió que ese carbón, usado en una cocina doméstica, fuese difícil de encender, aun empleando queroseno para ello. También resultaba difícil mantenerlo encendido y producía mucho humo. No satisfacía a las usuarias porque el tiempo de cocción se prolongaba demasiado, el diseño de la estufa era defectuoso, la válvula reguladora se bloqueaba cuando el horno se calentaba, la parrilla era difícil de colocar y había que echar el carbón a mano. Todos esos inconvenientes desalentaron a las mujeres que participaban en el experimento, y los ensayos se interrumpieron antes de haber utilizado todas las muestras de carbón. Mejorar la cocina costaría demasiado y refinar el carbón sería igualmente caro y elevaría su precio.

Energía solar. La luz solar, energía renovable por excelencia, es más que abundante en los países del Sahel. Muchas personas, especialmente las mujeres de la región, cifran grandes esperanzas en su uso doméstico. Las investigaciones realizadas durante los últimos veinte años, sobre todo en Níger, Alto Volta y Malí, se han traducido en la invención de una cocina solar que ofrece ventajas indiscutibles:

· La energía que utiliza es totalmente gratis y no contamina el medio ambiente.
· No produce humo ni irradiación térmica, pues el calor se concentra totalmente en el aparato.
· La cocina y sus accesorios son fáciles de cuidar.

Sin embargo, tras mencionar las ventajas, tenemos que señalar las limitaciones:

· El alto costo de la cocina solar: de 17000 a 25000 F CFA.

· El espacio que requiere, debido al diámetro del reflector (1,5 m) y de la armazón. Muchas amas de casa no disponen de una habitación separada para cocinar y no tienen lugar para aparatos de grandes dimensiones en sus reducidas viviendas.

· El fuerte reflejo de los rayos solares, que deslumbran y hacen daño a la vista.

· La falta de estabilidad de algunos tipos de ollas.

· La utilización obligada de ollas de metal para cocinar, en lugar de las «canaris» de terracota tradicionales.

· La lentitud de la cocción.

· La limitación del período de uso de la cocina solar en días nublados o lluviosos.

Los investigadores y técnicos en materia de energía solar deben proceder con mucha cautela, porque toda prisa o error podría perjudicar las decisiones futuras; ello no obstante, prosiguen sus esfuerzos con los Institutos de Investigación sobre Ciencias Humanas y las organizaciones femeninas nacionales de los diversos países. Ya han logrado éxitos innegables con calentadores de agua que funcionan con energía solar, aparatos que actualmente se proyecta utilizar o se utilizan a menudo en edificios públicos tales como hospitales y escuelas.

Mejora de la fabricación de carbón vegetal. No cabe duda de que el carbón vegetal es el combustible preferido por muchas amas de casa de la zona urbana de Mauritania, Gambia y Senegal. En Senegal, la producción de leña aumentó de 46 118 estéreos en 1967 a 107 434 estéreos en 1977, en tanto que la producción de carbón aumentó de 306 944 quintales en 1967 a 935 192 quintales en 1977, de los cuales 831 275 se vendieron en el mercado de Dakar solamente. Empleando el método tradicional, hacen falta prácticamente cinco kilos de leña para hacer un kilo de carbón. Por esta razón, en todas partes se hacen esfuerzos para mejorar los métodos y capacitar a los fabricantes de carbón. Por ejemplo, dos proyectos auspiciados por la AID y el PNUD/FAO en Senegal tratan de mejorar la fabricación de carbón vegetal y de promover al mismo tiempo una mejor utilización de ese combustible, mediante el uso de cocinas perfeccionadas como el horno hermético de hierro colado que se ensaya actualmente en Gambia, o el horno «Malagasy», cuyo uso se está fomentando en Senegal.

Reforestación. Se están haciendo investigaciones sobre otras fuentes de energía, tales como virutas, cáscara de maní, mazorcas de maíz o el fruto de la «Ntabakoumba» (nombre bambara), así como en el sector de la minería y la energía solar. Sin embargo, actualmente la utilización de la leña como combustible para usos domésticos por parte de la gran mayoría de las familias rurales y por algunas familias urbanas es una necesidad, y no cabe duda de que la leña es el combustible preferido.

Para satisfacer las crecientes necesidades de leña, vinculadas directamente al crecimiento demográfico, debe fomentarse la plantación de árboles a todos los niveles: individual, comunal e industrial. En todos los países de la región se están ejecutando vastos proyectos de reforestación, en los que las mujeres ya participan individualmente o en grupos. Una asociación femenina de Kaya participó con mucho entusiasmo en una campaña de reforestación realizada en el Alto Volta. Sin embargo, un año después hubo una gran desilusión: los esfuerzos de las participantes no habían tenido mucho éxito, porque los plantones no se habían regado suficientemente y, sobre todo, porque no se protegió a los árboles jóvenes contra el ramoneo de los animales.

Pero lo que es nuevo e importante actualmente en el Sahel es la cooperación que, al parecer, se está desarrollando entre los servicios técnicos encargados de la reforestación y la protección del medio ambiente y las mujeres, que son las principales usuarias de la leña. Además de constituir fuerza de trabajo para las operaciones de reforestación, las mujeres, en grupos organizados, pueden cooperar estrechamente con los servicios técnicos en la selección de las especies indígenas y exóticas que den mejor leña para preparar las comidas y para otros usos, como por ejemplo ahumar pescado.

La función de las mujeres en el cuidado de los árboles plantados en las aldeas o a su alrededor es importantísima, pues son ellas y los niños quienes tradicionalmente se encargan de regarlos regularmente con aguas servidas. Se evitarían muchos problemas ofreciendo asesoramiento concreto sobre las precauciones que deberían tomarse en este sector. No cabe duda que una información más completa sobre labores forestales básicas, incendios de la maleza y zonas disponibles para la corta, ayudaría a la mujer a contribuir más eficazmente a la conservación y al desarrollo de este patrimonio nacional. Puesto que las mujeres son las principales usuarias de la leña que se consume como combustible doméstico, están muy bien dispuestas a todo esfuerzo encaminado a incrementar la disponibilidad de leña, porque reduce el costo económico y físico que representa para ellas la obtención de leña. En épocas normales, la leña que recogen las mujeres y los niños se limita generalmente a las ramas secas. Puesto que no tienen ni la fuerza ni las herramientas necesarias para cortar árboles, no destruyen ese recurso forestal.

De todos modos, la reforestación es una operación de vasto alcance que requiere paciencia. Las mujeres pueden apoyar eficazmente las operaciones de reforestación utilizando menos leña para cocinar, merced a su pericia de amas de casa organizadas y económicas, y mediante la adopción de cocinas nuevas.

Disminución del consumo de leña, La cantidad de leña que se utiliza para preparar un determinado plato depende de factores tales como la clase de alimento que ha de cocinarse, la cantidad que ha de prepararse, los utensilios, el tipo de cocción y la fuente de energía.

Se estima que con el método tradicional del fogón de tres piedras se aprovecha sólo del 5% al 8% del calor producido; el resto se pierde en la atmósfera. Existen algunos tipos de cocinas que conducen mejor el calor a la olla y por consiguiente reducen el consumo ordinario de leña en un 40% a 50%. Sin embargo, si se excluye la mejora técnica de las cocinas de leña, hay que reconocer que el factor humano - en otras palabras, el talento del ama de casa - desempeña una función determinante para la conservación del combustible. Una buena organización del trabajo tiende a reducir el ajetreo del ama de casa, y el estar alerta permite vigilar bien el fuego y evitar que la leña arda inútilmente fuera del fogón. Una cocinera metódica y atenta sabe cuándo apagar el fuego para poder utilizar nuevamente la leña y el carbón. Una buena cocinera sabe cómo programar la cocción de sus platos y especialmente las salsas, que evitará preparar demasiado liquidas para no tener que espesarlas en el fuego. Las variaciones dependerán de si la cocinera dispone de una gran cantidad de leña o sólo de pocos trozos comprados penosamente a diario. Se trata simplemente e de un fenómeno universal, relacionado con la abundancia o la escasez de un producto. Aunque la leña no escasee, se siguen algunas prácticas tradicionales para ahorrarla, como colocar la cocina de modo apropiado para proteger el fuego contra el viento, o utilizar una pantalla a ese fin, o humedecer la leña demasiado seca para que no arda rápidamente.

El 82 por ciento del total de las necesidades nacionales de energía de los ocho países de la zona saheliana se satisfacen con leña


Porcentaje

Cabo Verde

70

Alto Volta

94

Mauritania

69

Senegal

60

Gambia

87

Malí

93

Níger

88

Chad

89

Promedio

82

Fuente: Club du Sahel, París.

Se ignora por qué los esfuerzos de las mujeres de la zona saheliana, para reducir la cantidad de leña necesaria para cocinar siguen siendo tan fragmentarios y rudimentarios, y por qué el equipo de cocina más utilizado sigue consistiendo básicamente en tres piedras. Debemos señalar que en todo el Sahel, desde Casamance a Zinder, se encuentran cocinas de barro o de ladrillo, algunas muy semejantes a las cocinas cerradas, que son un intento de utilizar al máximo el calor de la combustión haciéndolo circular debajo de varias ollas a la vez.

En el Sahel, como en la mayoría de las sociedades esencialmente rurales, las mujeres se encargan de casi todo lo relacionado con la leña. En todos los países del Sahel se ha llegado a un momento propicio para establecer una estrecha cooperación entre los investigadores, los planificadores, los forestales interesados en la crisis de la leña, y las mujeres que tienen experiencia práctica en el uso cotidiano de combustibles domésticos. Dicha cooperación podría traducirse en mejores condiciones de trabajo y de vida para el gran número de mujeres y niños que deben realizar la tarea, cada vez más difícil, de recoger leña. También podría traducirse en la protección de un medio ambiente frágil contra una ulterior destrucción provocada por la necesidad apremiante de disponer de leña para cocinar los alimentos de la familia.


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