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La muerte de los bosques del África tropical

André Marie A. Aubreville

Este articulo apareció en el primer número de Unasylva en julio-agosto de 1947. Treinta y ocho años más tarde, todavía resulta pertinente y oportuno. Demuestra que la crisis actual de Africa no es algo que ha aparecido súbita e inesperadamente de la nada. Visto retrospectivamente, ofrece incluso esperanzas de que la situación puede cambiar. También demuestra la importancia critica de los bosques-y de la repoblación forestal-para todo el proceso de desarrollo de Africa.

André Marie A. Aubreville era Conservador de Aguas y Bosques en Francia cuando escribid este articulo. Los nombres de lugares que figuran en él son los vigentes en la época de su primera publicación. En los casos necesarios, se han añadido aclaraciones entre paréntesis.

· Los bosques ecuatoriales de Africa se han explotado poco, y la cantidad de madera que contienen es impresionante. Ocupan zonas con un clima particularmente favorable; hay precipitaciones abundantes distribuidas uniformemente durante el año, excepto un periodo ocasional de sequía que dura tres meses todo lo más; la temperatura se mantiene a un promedio de 25-26 °C; la humedad es muy alta y el déficit de saturación muy escaso. Esas condiciones no son muy agradables para el hombre, pero ofrecen sin duda un medio sumamente adecuado para el crecimiento de los bosques y de los cultivos industriales, como la palmera, y producen un rendimiento elevadísimo de aceite, caucho, cacao, café y bananas.

Al estudiar el clima de Africa es sorprendente descubrir que en una franja de unas docenas a dos o tres centenares de kilómetros de anchura alrededor de la zona forestal ecuatorial, el clima es el mismo que el del bosque. Se dan todas las condiciones climáticas que favorecen un bosque húmedo y denso y, sin embargo, se encuentran grandes sabanas de hierbas altas, en las que a voces hay arbustos o árboles pequeños y dispersos, y a veces no hay ninguna vegetación. Esas zonas se alternan con otras en las que hay cultivos alimentarios o grupos aislados de monte alto.

Considerando que los tipos de plantas están condicionados por el medio, y más particularmente por el clima, esas zonas al borde de los bosques constituyen una anomalía sorprendente.

A la vista de esos rodales forestales densos adyacentes a las sabanas, la hipótesis lógica seria que el «clímax" forestal, favorecido por las condiciones atmosféricas, estaba invadiendo lentamente la sabana y se estaba produciendo una transición ecológica.

Sin embargo, esa explicación es inexacta. El continente africano es una vieja plataforma insular que apareció en los tiempos primarios. Los bosques han tenido mucho tiempo para ocupar todas las zonas con condiciones ambientales favorables. Basta ver la rapidez con la que pueden, incluso hoy, invadir depósitos aluviales recientes, para percatarse de ello.

Un estudio de la flora leñosa de las sabanas preforestales indica de manera conclusiva la regresión de los bosques. Los pequeños árboles y arbustos que se han establecido en las sabanas pertenecen sólo a unas pocas especies. Son miembros de una comunidad vegetal heliófila corriente, que se encuentra en espacios abiertos en toda el Africa tropical. De vez en cuando, se tropieza con especies extrañas que han emigrado de regiones con un clima más seco. Su tenacidad, la facilidad con la que se propagan, su resistencia a los factores destructivos y su capacidad para echar nuevos brotes y vástagos, les da el poder invasor común a todas las malas hierbas. No pertenecen a la flora del bosque denso, y en todo caso no podrían sobrevivir bajo una cubierta densa.

Regresión de los bosques. ¿Cómo se ha producido la regresión del monte alto? El proceso continúa desarrollándose ante nuestros ojos.

La causa preliminar puede atribuirse al desbroce realizado por las poblaciones indígenas que, viviendo en un bosque compacto y continuo, se ven obligadas a talar los árboles para que el sol llegue a sus cultivos. Esas talas no se limitan sólo a Africa. En todos los países tropicales la población usa los mismos métodos de preparación de la tierra para el cultivo. Talan árboles y los queman, y dan fuego a los que quedan en pie. Después de una o dos cosechas abandonan el suelo agotado. Una vegetación densa y baja de arbustos, de pequeños árboles y trepadoras, denominada secundaria, invade rápidamente el espacio desbrozado. Está formada por especies diferentes de las del bosque original. Mientras tanto, se desbrozan parcelas de bosque donde el humus y el suelo, enriquecidos por la ceniza de la vegetación quemada, darán cosechas suficientes.

Todas las poblaciones indígenas han practicado el método primitivo de la agricultura migratoria desde tiempos inmemoriales, y los bosques originales han sido sustituidos en su mayor parte por bosques secundarios. Estos, si las condiciones son favorables, pueden volver lentamente al tipo original, pero ello no siempre sucede. La regeneración es deficiente cuando el suelo se ha empobrecido mucho, cuando las laderas están desgastadas por la erosión o cuando las condiciones climáticas locales incluyen una estación seca particularmente larga y árida. En esos casos, en vez de cubrirse de bosques secundarios, el suelo se transforma a menudo en un herbazal del tipo sabana o en un matorral.

PLANTACION DE PINOS EN LA VERTIENTE NORTE DEL KILIMANJARO intento de reforestación en Africa

El bosque primitivo no es propicio al fuego, pero los arbustos secundarios enanos, la sabana y los matorrales se secan durante la estación seca lo suficiente para ser inflamables. Los fuegos que se producen todos los años en la sabana logran penetrar cada vez un poco más en el bosque alto, atacando las plantas de tipo herbáceo y los arbustos secundarios que no resisten a las llamas.

La regresión de los bosques es muy perceptible donde, como sucede a menudo, la población local se dedica a desbrozar la tierra en los bordes, abriendo así brechas que dejan pasar el fuego, o en las zonas montañosas donde los cultivos ocupan laderas bastante pendientes cubiertas sólo con una somera capa de tierra.

Esas son las razones por las que la zona preforestal muestra ahora unas características muy variadas; restos dispersos del bosque primario, todavía no atacados o protegidos del fuego por accidentes topográficos, como crestas rocosas o valles muy húmedos; matorrales de maleza muy baja, restos de los antiguos arbustos secundarios que siguieron a los desmontes; zonas cubiertas con hierbas altas y sabanas desnudas con excepción de algunos árboles altos medio quemados, prueba de desmontes recientes; viejas sabanas que ya tienen arbustos y pequeños árboles pertenecientes a una flora xerófila ajena al lugar.

El suelo africano se degrada con una rapidez desconocida en las zonas templadas, donde la exposición al sol es menos intensa y más breve.

Asistimos a la agonía de un mundo vegetal, a fases lentas en la desecación y degeneración del Africa tropical.

Regresión imperceptible. Actualmente hay dos factores de tendencias contrapuestas que influyen en el ritmo de desaparición de los bosques africanos densos.

La población tiende, en general, a desplazarse de las sabanas a los bosques; primero estableciéndose en torno a los bordes y luego haciendo retroceder los limites del bosque. Gradualmente la población llega a partes cada vez más húmedas con mayor poder de recuperación y resistencia al fuego. De ese modo, la difusión de la sabana tiende a hacerse más lenta, en comparación con el pasado, cuando los agricultores atacaban a bosques menos resistentes con climas más secos; cuanto más se avanza hacia el corazón del bosque ecuatorial, más se contiene la transformación en sabana. Por otra parte, el desmonte intensivo se ha generalizado más con el desarrollo actual de la agricultura, y en particular de los cultivos industriales, y la densidad de algunas poblaciones ha aumentado mientras que el desarrollo económico en general ha ocasionado movimientos demográficos constantes, aumentando así la carga para los bosques.

La contracción del bosque alto húmedo puede parecer lenta. Hay quienes niegan que se esté produciendo en absoluto porque no observan ningún cambio apreciable de un año a otro, excepto pequeños ataques a los bordes de los bosques por incendios que en terrenos secos pueden a veces penetrar el sotobosque algunos metros. De hecho, el paso del bosque a la sabana afecta a grandes zonas en torno al perímetro. Hay, por así decirlo, una degradación lenta que altera el paisaje de una manera imposible de detectar en períodos breves. De alguna manera, el bosque se disuelve casi imperceptiblemente en la sabana.

En el pasado, ello no sucedía así en las zonas más secas, sujetas al desmonte para la agricultura. Lo probable era que los fuegos bajos se extendieran directamente al sotobosque e incluso a la cubierta del vuelo. La reducción del bosque era entonces manifiesta y rápida. Como todos los bosques a los que podía darse fuego fácilmente se quemaron mucho antes de la llegada de los europeos, hoy en regiones con unas condiciones atmosféricas más propicias para el clímax forestal vemos el contraste entre una sabana desnuda o con una flora ajena al lugar, y el bosque denso húmedo, perfectamente capaz de defenderse de las incursiones del hombre y de los incendios que atacan sus bordes. El bosque ecuatorial está todavía disminuyendo hoy, pero a un ritmo más lento que antes.

Si no fuera por los incendios rasantes anuales, el bosque recuperaría por si sólo mucho del terreno que ha perdido. Todos los experimentos demuestran hasta ahora que la recuperación es rápida cuando el suelo ha conservado el contenido de humus y una buena estructura.

Los bosques ecuatoriales forman una masa impresionante en el centro de Africa pero representan sólo un porcentaje muy pequeño de la superficie total del continente, incluso si se excluye el Sahara y los desiertos marítimos de la costa somalí y la costa occidental del Africa austral.

El Africa tropical, que tiene dos estaciones bien definidas, una lluviosa y una seca larga, está cubierta por vastas zonas de sabana arbolada y de montes claros de pequeños árboles, que a veces crecen bastante juntos para parecerse a los bosques de las zonas templadas, en los que el suelo estuviera cubierto de hierba.

Todos los años, al comienzo de la estación seca, el fuego atraviesa estas tierras. Sin embargo, se trata sólo de incendios rasantes. Puede quemarse el follaje, pero en general los árboles y los arbustos escapan al fuego. Después de éste, la tierra está cubierta con un polvo negro de carbón y cenizas, y el tronco de los árboles parece quemado. La naturaleza parece muerta, pero si llueve o se forma rocío algunas veces, un suave césped cubre el suelo y los árboles reverdecen de nuevo. La naturaleza vuelve a la vida, más hermosa incluso que antes de las llamas, cuando sólo se veían hojas secas y marchitas.

Cada año se repite el mismo fenómeno. Parece que las cosas han sido siempre así, pero ello no es cierto.

En realidad, asistimos a la agonía de un mundo vegetal, a fases lentas en la desecación y degeneración del Africa tropical.

Lo grave es que, en general, nadie parece percatarse de ello, como los amigos de un hombre muy enfermo, condenado desde hace años, se acostumbran tanto a verle achacoso que olvidan que una vez estaba perfectamente sano. Dejan de percibir el lento progreso de la enfermedad hasta que un día el enfermo muere.

Paisaje artificial. En Africa se da ahora por sentado que los fuegos, la sabana y la escasa masa forestal representan un estado de equilibrio que ha existido siempre. Algunos fitogeógrafos, que no comprenden todavía plenamente la evolución biológica de esas asociaciones, llaman a la sabana arbolada un tipo «climático'' de vegetación.

Sin embargo, una ojeada a esos árboles y arbustos basta para mostrar los troncos dañados y enanos, y las copas peladas que no pueden desarrollarse normalmente porque las ramas se chamuscan todos los años, y para ver que el fuego consume anualmente los brotes y las semillas, excepto algunos que logran sobrevivir con dificultad.

Sólo porque las plantas tienen tanta vitalidad y tanto poder para echar vástagos y brotes y para desarrollar una corteza gruesa y a menudo acorchada, esa vegetación leñosa puede sobrevivir.

Sin embargo, el naturalista no puede menos de sorprenderse ante esa asociación antinatural de hierbas y árboles; las hierbas tienden a sofocar a los brinzales y a las plantas jóvenes, y la sombra de los árboles tiende a matar las gramíneas heliófilas.

Si no fuera porque los fuegos anuales aclaran la cubierta forestal y permiten que la hierba se regenere, ésta desaparecería en años o en siglos, según el medio particular.

El típico paisaje africano de sabanas arboladas es artificial, excepto en las zonas predesérticas. Se ha producido por los efectos del fuego y los desmontes del bosque denso, alto, de cubierta tupida, con un sotomonte de arbustos y sin cubierta de gramíneas, de un tipo totalmente distinto del bosque húmedo ecuatorial, pero cuya formación se pierde en la noche del tiempo.

Todos los bosques que cubrieron en el pasado las regiones áridas de Africa con una inmensa capa continua han dejado hoy de existir, salvo algunos residuos que es preciso buscar fatigosamente en zonas deshabitadas. Sin embargo, es sorprendente encontrar en comunidades cerradas todas las especies de árboles y arbustos que normalmente se encuentran en grupos aislados y desmedrados en las sabanas arboladas: allí esta su verdadero hábitat. En él las especies se asocian según el clima y el suelo, mientras que normalmente parecen estar juntas al azar sin ninguna razón aparente. Hay un sotobosque compacto de arbustos, sarmientos leñosos y trepadoras, bajo una cubierta forestal que varia entre los 12 y los 20 metros de altura, a veces cerrada, a veces parcialmente clara, según el suelo. Se encuentran varias asociaciones de árboles con alguna especie particular dominante, por ejemplo Anogeissus; Isoberlinia-Uapaca-Monites; una leguminosa alta, Burkea-Erythrophleum, tetrapleura-Prosopis; Parkia-Pterocarpus; Brachystegia-Isoberlina; Cryptosephalum; Detarium-Parinari-Afzelia; Combretum-Terminalia; Anogeissus-Boswellia.

Esos últimos rodales desaparecerán más tarde o más temprano. Puede observarse el proceso a medida que continúa el desmonte de tierra para el cultivo. A veces el fuego basta para destruir el bosque. El sotobosque es sumamente vulnerable al fuego durante la estación seca. En general, los fuegos avanzan en el bosque siguiendo corredores, según la dirección del viento y el grado de sequedad de la maleza. Los grupos más resistentes quedan aislados. Inmediatamente se establecen en los claros las gramíneas que en la estación siguiente son de nuevo pasto de las llamas y ayudan a los fuegos a realizar nuevos progresos. Los árboles altos son más o menos capaces de resistir por la protección que les ofrece su espesa corteza y su profundo sistema de raíces. Sin embargo, a menudo sufren daños en la base y el efecto acumulativo de los incendios de varias temporadas termina con muchos de ellos.

Así, el bosque se va aclarando gradualmente y se convierte en herbazales. A lo largo de los siglos, las sabanas tienden a sustituir a los bosques y éstos habrían desaparecido hace mucho si no hubiera sido por la excepcional vitalidad de algunas de sus especies componentes, que logran sobrevivir a pesar de todas las circunstancias adversas. Pero, mientras sigan produciéndose anualmente esos incendios, los bosques continuarán degradándose.

Esa evolución que cambió el aspecto de Africa se remonta a un tiempo tan lejano que no queda memoria de él. El cambio ha sido completo y general. Si no fuera por las zonas forestales que han sobrevivido, seria difícil imaginar cómo fue un día la situación.

Consecuencias

En general, puede decirse que el Africa tropical tiende a convertirse en una sabana. Económicamente, tanto para las actividades forestales locales como para las mundiales, esa tendencia entraña graves consecuencias.

Con la excepción de las regiones forestales ecuatoriales, Africa importa ya madera. La continuación de la tendencia y el aumento demográfico sólo empeorarán esta situación. Donde el clima es seco, un desmonte incontrolado alrededor de los centros de población ha dado lugar ya a una desaparición total de las especies leñosas. Ahora las mujeres de las diversas comunidades se ven obligadas a menudo a caminar horas para recoger leña, que deben transportar de vuelta a las aldeas; de lo contrario, tienen que comprar la leña para guisar a precios elevados en el mercado.

La madera escasea; sólo se encuentran árboles de fuste recto en las orillas de ríos lejanos. El problema de la escasez de madera se plantea en todas partes en esas zonas secas y pobladas, y es ciertamente grave tanto para las poblaciones locales como para la administración.

Por otra parte, los recursos de los grandes bosques ecuatoriales exceden con mucho las necesidades de la población local.

Las reservas de madera son todavía considerables, en comparación con las cantidades relativamente insignificantes que ahora se exportan. Sin embargo, las perspectivas para el futuro son inquietantes, pues cada año, a medida que se desmontan más tierras, parte de esas reservas se convierten en humo.

El crecimiento secundario de árboles medios y pequeños cubre zonas cada vez mayores a medida que pasa el tiempo. La madera es blanda, de poca duración y no sirve para ningún uso concreto. Como término medio, de uno a dos tercios de la zona forestal están formados por árboles de crecimiento secundario, sin gran valor.

Cuando la escasez de madera obligue al mundo a prestar seria atención a las especies africanas, los famosos bosques ecuatoriales serán quizás sólo capaces de suministrar una parte insignificante de la producción mundial, si no se toman precauciones ahora.

Sin embargo, en algunas zonas, el clima y las especies ofrecen magnificas posibilidades para un crecimiento rápido del bosque. Con métodos silvícolas muy sencillos y sin grandes inversiones financieras, seria posible establecer ricos bosques en las zonas costeras del Golfo de Guinea, desde la Costa de Marfil al Gabón.

Los efectos de la desaparición de los bosques sobre las condiciones de vida en Africa son mucho más graves que sobre la producción de madera, pues está en juego el futuro de la humanidad en todo un continente.

La eliminación de la cubierta forestal en Africa influye en el clima, en la conservación del suelo y en las reservas de agua mucho más que en ningún otro lugar del mundo.

Para empezar, como se ha mencionado antes, se trata aquí de un fenómeno general que afecta a la mayor parte del Africa tropical, y asume por lo tanto las proporciones de un factor principal en la regulación de las condiciones climáticas.

En toda la estación seca, que dura de cuatro a nueve meses (excepto en los países desérticos y predesérticos), la tierra desnuda y abrasada está expuesta al intenso calor del sol y sometida a una tasa elevada de evaporación, causada bien por el calentamiento directo del suelo, o bien por la sequedad de la atmósfera y los vientos secos que soplan durante esa estación.

REPOBLACION FORESTAL EN BURKINA FASO todavía se está a tiempo

El principal resultado de este calor seco es un cambio en la estructura física del suelo, que lo hace menos resistente a las fuerzas de la erosión desencadenadas por las lluvias violentas al final de la estación seca. Hay también una baja de la capa freática que, si bien se repone hasta cierto punto con las lluvias posteriores, afecta con todo al balance hídrico anual.

La exposición del suelo a un calor excesivo, seguida de una gran lixiviación, da lugar a la erosión en todas sus formas, en cárcavas y laminar; a la pérdida de productividad al enterrarse el humus, y a la desintegración de la estructura coloidal del suelo, todos ellos elementos importantes para su fertilidad. El suelo africano se degrada con una rapidez desconocida en las zonas templadas, donde la exposición al sol es menos intensa y más breve. La degradación se acelera también por la pérdida de carbono y nitrógeno como resultado de la quema de la vegetación durante el periodo de incendios rasantes.

Por las razones enumeradas, los cultivos rinden muy poco. En general, no hay fertilizantes para reconstituir el suelo, por lo que Africa es un continente pobre desde el punto de vista agrícola. La población apenas considera anormal esa situación, pues está acostumbrada desde hace mucho a cosechas escasas.

Cuando el suelo se agota en un lugar, la población se desplaza y desbroza otras zonas del bosque. Todavía se encuentran tierras boscosas en lugares en los que, aunque los árboles se han degradado, el suelo es apto para el cultivo. Así pues, el proceso continuará mientras haya nuevas tierras que cultivar, pero no puede durar siempre.

Un extraño resultado de la erosión después de la deforestación puede verse en algunas regiones de mesetas onduladas. A poca profundidad hay estratos duros ferruginosos y lateríticos, probablemente de origen fósil. Cuando la capa superficial desaparece, esos estratos quedan expuestos y se endurecen para formar una capa ferruginosa o laterítica que sólo soporta hierbas dispersas. Esas regiones adquieren un carácter semidesértico a pesar de una lluvia abundante.

Condiciones meteorológicas hostiles. Africa es un continente mal situado con respecto a las principales corrientes atmosféricas. En la costa atlántica, los alisios marinos se alejan; en el Atlántico norte cambian de dirección y soplan de nordeste a suroeste; en el Atlántico sur soplan hacia América del Sur, de sudeste e noroeste. Los vientos alisios soplan hacia América del Sur, de sudeste a noroeste. Los alisios se desvían a causa de las bajas presiones sobre el continente y sólo enfrían las regiones costeras; no llevan lluvia sino sólo humedad y niebla.

Durante el invierno en el hemisferio boreal, Africa del norte está atravesada por vientos secos procedentes del Sahara. Estos son vientos alisios continentales denominados harmattan en el Africa occidental y «corriente egipcia» en la región del Nilo. Ejercen un efecto desecante hasta el Golfo de Guinea, en el Africa occidental, y hasta el ecuador e incluso, pasado éste, en el Africa central. El noroeste de Africa recibe el monzón asiático de invierno. Este viento es normalmente seco pero, después de pasar sobre el Océano Indico, lleva algunas lluvias ligeras de invierno a Eritrea (Etiopía septentrional) y Somalilandia (Somalia, Djibouti y Etiopía sudoriental).

En esa misma época del año, el Africa austral, donde la estación es cálida y lluviosa, está bajo la influencia de los alisios del Océano Indico, que en general soplan de sudeste a noroeste. Dan lugar a lluvias en las zonas costeras, pero se secan rápidamente y llevan muy poca lluvia al interior. Durante el invierno del hemisferio austral son atraídos hacia el continente asiático recalentado y, al evitar el Africa, se integran en las poderosas corrientes de aire del monzón asiático húmedo. Sin embargo, el Africa oriental recibe muy poca lluvia.

Los efectos de la desaparición de los bosques sobre las condiciones de vida en Africa son mucho más graves que sobre la producción de madera, pues está en juego el futuro de la humanidad en todo un continente.

Así pues, mientras que Africa recibe muy pocos beneficios de las principales corrientes de aire procedentes del mar, está muy expuesta a los vientos continentales secos, que absorben las reservas de humedad, o a vientos marinos que han perdido su contenido de agua. Por fortuna, hay una excepción importante, sin la cual Africa se habría secado hace mucho. El monzón atlántico ecuatorial, que sopla del suroeste hacia el continente, acarrea lluvias de verano abundantes. Atraído hacia el interior por la baja presión barométrica, penetra mucho en el centro del continente hasta los bordes meridionales del Sahara y lo cruza hasta Etiopía.

La humedad de origen marino que el monzón lleva hacia el interior es importante, pero experimentos realizados en Africa para determinar la proporción de la lluvia originada por el vapor de agua de la evaporación del suelo y la causa da por los vientos marinos han demostrado que más de la mitad, o incluso dos tercios, procede de la evaporación del suelo.

Esta evaporación está determinada por las reservas de agua contenidas en el suelo. Todo lo que tienda a aumentar esas reservas, afecta a la evaporación. La deforestación entraña la pérdida de suelos que son depósitos para la acumulación de agua. Expone los suelos a la evaporación y a la desecación durante la prolongada estación seca, por lo que no puede menos de reducir las reservas de apara de Africa, y a la larga las precipitaciones.

Los bosques secos que en un tiempo cubrieron la mayor parte del Africa tropical no tienen mucha importancia en o que se refiere a la producción de madera, excepto localmente. Su función es proteger el suelo contra la erosión y la desecación durante la estación seca. La desaparición de esos bosques en zonas enteras ha tenido probablemente, mucho antes de la era actual, una influencia desfavorable continua sobre el clima, e indudablemente efectos desastrosos sobre el suelo.

La reducción de la superficie de los bosques ecuatoriales ha tenido también otros resultados. Las grandes masas forestales pueden influir en el clima gracias a la gran cantidad de humedad que liberan en la atmósfera mediante la evaporación y que no sólo ocasiona lluvias locales, sino también aumenta las precipitaciones en las zonas deforestadas más cálidas que rodean al bosque. A principios de este siglo se realizó en Europa un estudio sobre la influencia de los bosques en la pluviosidad. Los experimentos se limitaron a un bosque determinado y los resultados no fueron conclusivos. Ello era inevitable, pues sólo zonas inmensas de tierras forestales, como las que se encuentran en las zonas ecuatoriales, pueden producir suficiente evaporación para ejercer un efecto sobre el clima. Además, la humedad liberada por la evaporación en un bosque es a menudo transportada a grandes distancias por las corrientes de aire antes de condensarse y precipitarse en forma de lluvia.

La masas forestales ecuatoriales contribuyen a mantener húmedas las zonas secas y a aumentar las precipitaciones en esas zonas, incluso cuando están situadas bastante lejos. Su efecto es comparable al del mar o al de los grandes lagos. La presencia del bosque ecuatorial es, desde el punto de vista climático, aproximadamente la misma que la de los golfos oceánicos profundos que penetran en Africa. El monzón, que sopla del mar a la tierra, se desprende rápidamente de su humedad en la franja costera y no podría producir lluvias abundantes en el centro de Africa si no se volviera a humidificar en su recorrido con el vapor de los grandes ríos, las regiones pantanosas, el suelo y la vegetación. Los bosques ecuatoriales de la costa de Guinea (Africa oriental) asumen su mayor importancia al principio y al final de las estaciones secas, cuando la superficie del suelo descubierto por la acción del fuego o cubierto de sabanas secas pierde su humedad y sólo los bosques pueden humidificar los monzones. Sin ellos, la estación lluviosa de las regiones sudanesas sería probablemente más breve.

La pluviosidad en las regiones presaharianas meridionales depende directamente del monzón atlántico. Cuando éste es activo, la lluvia es relativamente abundante. De lo contrario, hay un año de sequía y de hambre para la población humana y animal. Esa pluviosidad al principio y al final de la estación seca depende de la humedad que aportan al monzón las regiones forestales costeras del Golfo de Guinea.

MENOS ARBOLES EQUIVALEN A MENOS ALIMENTOS agravación de la crisis

Desecación del interior de Africa

De acuerdo con lo dicho sobre el efecto de los bosques africanos en el medio, es probable que la destrucción masiva de los bosques interiores acelere la degradación de la vegetación y del suelo en Africa y ocasione condiciones desérticas graves.

Esos cambios en el aspecto de la vegetación, y por consiguiente en el medio, se produjeron en su mayoría, como se ha señalado antes, en épocas remotas, mucho antes de la llegada de los europeos. Continúan incluso hoy donde quedan todavía bosques.

Es sorprendente observar la facilidad con la que el hombre pudo dar fuego a zonas tan grandes en períodos de tiempo relativamente breves, comparados con la edad de los bosques que cubrían Africa.

Estamos presenciando las últimas fases de un proceso que probablemente se inició antes de los albores de la historia.

La resistencia al fuego varia considerablemente según el tipo de bosque. Los bosques densos húmedos se protegen mejor contra todos los agentes destructivos. Algunos tipos de bosques secos, densos o semidensos, son muy vulnerables a los daños del fuego. Se degradan y se convierten en bosques claros o en sabanas arboladas, pero de algún modo sobreviven y, si se eliminara la amenaza del fuego, podrían llegar a ser de nuevo bosques altos. Por el contrario, otras formaciones forestales pueden desaparecer por completo con gran rapidez. Ello sucede por ejemplo con los bosques de Madagascar occidental que ya casi no existen, los del bajo Congo y los de las regiones Mayombe en el Africa centrooccidental, los de Futa-Jalon en la Guinea Francesa (el macizo de Fouta-Djallon, Guinea), y probablemente con muchos otros. Todo tiende a indicar que esos bosques, tan fácilmente transformables en sabanas, no mantienen un equilibrio biológico con el clima actual, al parecer más seco que el existente en las épocas remotas cuando se formaron.

Tal teoría no es inverosímil pero es imposible demostrarla con estadísticas meteorológicas, ya que, con pocas excepciones, esos datos sólo se han recogido en los últimos cincuenta años, un instante fugaz en la edad biológica de la Tierra. Lo que sabemos es que el clima del Africa tropical cambió varias veces durante la era cuaternaria y también probablemente durante eras geológicas anteriores. Simultáneamente con los períodos glaciales de las zonas templadas, Africa tuvo períodos alternativos de sequía y de grandes precipitaciones que favorecieron la formación de los desiertos y de los bosques ecuatoriales.

Restos de antiguos sistemas hidráulicos en el Sahara, indicios de ocupación humana, algunos hechos históricos y vestigios de una flora tropical al sur del Atlas, indican de modo conclusivo la existencia de períodos húmedos. Al sur del Sahara, en Senegal, en Sudán, en Nigeria y en Chad, las colinas de arena (ergs) rodeadas ahora de vegetación, y la capa de arena que cubre grandes extensiones, demuestran que el desierto se extendía antes mucho más al sur de los limites actuales. La vegetación forestal del Africa occidental ofrece una mezcla curiosa de flora diferente que se desarrolló a medida que el medio cambió con las fases climáticas. Algunos tipos de flora han permanecido para formar grupos de especies que se han adaptado más o menos a las nuevas condiciones ambientales, aunque su presencia parece ecológicamente anormal.

Acción internacional

La deforestación del Africa procede ahora como ha procedido en edades pasadas. Actualmente estamos presenciando las últimas fases de un proceso que probablemente se inició antes de los albores de la historia y que llegó a su punto culminante en la era desconocida cuando se produjeron las primeras grandes invasiones del hombre en Africa.

El progreso social de la población africana está vinculado al desarrollo de su agricultura, de los medios de producción y de unas condiciones de vida adecuadas en sus países. La desaparición total de los bosques tiende, como hemos indicado, a hacer de Africa un continente cada vez menos propicio al progreso humano, con excepción de algunos sectores privilegiados.

¿Es posible tomar medidas eficaces para proteger al Africa, a sus suelos y a su cubierta vegetal? La respuesta es si, pues se conoce el mal y los remedios.

Es preciso imponer restricciones para limitar las quemas y desmontes indiscriminados y para impedir todas las destrucciones innecesarias. En algunos casos, es necesario introducir nuevos métodos agrícolas; en otros, debe prohibirse cualquier tipo de cultivo. A veces debe fomentarse y promoverse la migración de poblaciones de zonas demasiado áridas y pobres a lugares más ricos. Debe hacerse que el trabajo de la población indígena sea más productivo. Es necesario poner a su disposición nuevos recursos mediante el desarrollo de cultivos adaptados al medio. A veces, deberá procederse a la reforestación, y a menudo será preciso proteger los bosques.

En este sector, varios países han realizado ya considerables investigaciones y muchos experimentos, pero, naturalmente, hay una gran distancia entre la teoría y la práctica.

A nuestro juicio, la salvación de Africa es una tarea gigantesca, que requiere gran tenacidad durante varias generaciones y que puede lograrse únicamente si se emprende a escala internacional.

ACACIAS EN TANZANIA luchando contra el avance de la deforestación

Creemos también que, por muy inteligente, acertada y oportuna que pueda ser una medida determinada, si se aplica dentro de unos limites geográficos demasiado estrechos no logrará resultados adecuados, sencillamente porque éstos no corresponderían a la escala del continente africano. Todos los países africanos están interesados. Las masas forestales ejercen su influencia a grandes distancias y lo que se hace en un país puede tener efectos en otros lejanos.

La puesta en común de los esfuerzos, la investigación conjunta y la sincronización de las actividades nos parecen imprescindibles si se desea evitar el fracaso.

Como medida inicial, creemos que, en el ámbito de los organismos internacionales, podría muy bien encomendarse primero el estudio de esos problemas a una oficina para la protección de los suelos y bosques africanos; más tarde esa oficina estaría bien calificada para promover políticas de protección que todos los gobiernos deberían adoptar. También podría convertirse en el organismo facultado para hacer recomendaciones y sugerir medidas, y para seguir la evolución de un continente que actualmente parece condenado a convertirse en un herbazal improductivo o incluso en un desierto.


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