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Efectos de la escasez de leña en los regímenes alimentarios: Hipótesis de investigación

Este artículo se basa en un informe redactado para la FAO, que abarca y resume la información disponible sobre cambios de hábitos relacionados con la alimentación atribuibles a la escasez de leña en el Africa suhsahariana (Fleuret, en prensa).

La leña es la principal fuente doméstica de energía en el mundo en desarrollo. Más de 2 000 millones de personas utilizan leña o carbón vegetal para cocinar y conservar su comida. Ahora bien, por causa del crecimiento demográfico y de la deforestación, en todas partes se están agotando rápidamente las reservas de madera combustible.

La carestía de leña afecta a los regímenes alimentarios y a la seguridad alimentaria en general, de manera directa o indirecta: menos comida cocinada, preferencia por comestibles que exijan menos tiempo de cocción, mayor incidencia de enfermedades parasitarias causadas por agua no hervida, más trabajo y responsabilidad económica para la mujer (encargada, en general, de acarrear o comprar leña). En efecto, la literatura contemporánea menciona muchos casos de familias que sólo consumen una comida cocinada diaria, en vez de las dos que solían, por carecer de combustible. No obstante, casi todas esas referencias tienen como base observaciones incompletas y no investigaciones específicas. Es preciso ampliarlas para que las hipótesis sobre la existencia de relaciones leña/alimento puedan ser consideradas irrefutables y tomadas como base para actividades de desarrollo, o bien rechazadas por inciertas.

En este artículo se formulan 14 hipótesis en torno a la relación que parece existir entre escasez de leña y cambios en hábitos que tengan algo que ver con los alimentos, su producción, distribución o consumo. En cada caso se cita bibliografía y las direcciones en que valdría la pena seguir investigando.

1. La escasez de leña es causa de que se cocinen menos comidas. Lo más frecuente es decir, casi siempre de pasada y sin documentar la información, que no se enciende el fuego tantas veces como se encendería si abundara el combustible, por lo que ha disminuido el número de comidas cocinadas. Casey (1981) por ejemplo, afirma que en Sudáfrica «la escasez de leña obliga a muchas familias a guisar una sola vez cada día». Otro tanto dicen, Adams et al. (1980), Cecelski (1984), Kamweti (1984), y el NRC (1981).

Aunque se suele pensar que la menor frecuencia de las comidas guisadas es consecuencia de la escasez de combustible, es probable que esa relación no sea tan directa como parece y que haya otras variables que influyan tanto o más. Como comenta Cecelski (1984) «... en muchos casos es difícil distinguir entre la reducción del número de comidas cocinadas por falta de leña y por falta de tiempo. Los efectos son semejantes...».

El estado de nutrición de las mujeres y de los niños: ¿cómo puede ser afectado por la disponibilidad de leña?

2. La escasez de leña es la causa de que baje la frecuencia con que se preparan alimentos apropiados para niños lactantes o de corta edad y para adultos enfermos. También se ha achacado a la escasez de combustible la menor asiduidad y puntualidad con que se preparan los alimentos para niños, o las comidas adecuadas para los familiares enfermos (Adams, et al. 1980; Cecelski, 1984).

La mayor parte del alimento para niños e inválidos se presenta en forma de purés cuya preparación exija menos tiempo sobre el fuego que la comida para adultos. Se ha demostrado (Fleuret, 1985) que en tiempos de escasez aumenta el consumo de purés por parte de todos los miembros de la familia. No hay, pues, por qué no adoptar la hipótesis de que en tiempos de escasez de combustible hay mayor - y no menor - abundancia de alimentos propios de niños de corta edad, porque también sirven para dar de comer a adultos gastando menos en leña. También en esta situación es indispensable investigar más a fondo para poder afirmar que hay una relación directa entre la escasez de combustible y los hábitos alimentarios. Aunque posiblemente exista dicha relación, es dudoso que sea directa; también pudiera influir el menor tiempo disponible para cocinar, así como alguna vieja costumbre.

3. La escasez de energía puede ser causa de que se consuman comestibles crudos o insuficientemente cocidos, en vez de comerlos bien cocinados. No hay apenas indicios de que se cocinen insuficientemente comestibles que antes era costumbre comer bien cocidos. En realidad, las creencias y hábitos de la mayor parte de los pueblos africanos no consienten comer las verduras crudas. Tan arraigado está el convencimiento de que es indispensable cocerlas que, incluso las ensaladas que en el mundo occidental se consumen crudas, las cuece en Africa la gente del campo que las adopta (Fleuret, 1979a, b).

4. La escasez de leña es causa de que se haga menor, o ningún, uso de técnicas de transformación y almacenamiento de comestibles que requieran consumo intensivo de combustible. Numerosas técnicas de transformación exijan el uso de calor o de humo con el fin de conservar alimentos para su almacenamiento o para su venta. Es frecuente ahumar la carne y el pescado (Pimentel y Pimentel, 1985). Sancochando el arroz antes de almacenarlo se conservan los nutrientes, y en particular las vitaminas B, en mejor estado (Jelliffe, 1966). Limitando el uso de esas técnicas se corre el peligro de reducir la cantidad de alimentos disponible para consumo en los hogares, particularmente en algunas estaciones del año, de reducir la cantidad del producto transformado que se pone a la venta, y de aumentar el riesgo de que las existencias almacenadas se deterioren o contaminen, amenazando la salud. No obstante, es preciso averiguar concretamente la medida en que la escasez de combustible es en verdad causa de que aumente el peligro de enfermedad, de carestía de alimentos o de dificultades económicas.

5. En lagar de alimentos que requieren macho tiempo sobre el fuego se adoptan otros que se cecinan más rápidamente. Se ha afirmado que una manera obvia de reaccionar cuando escasean los combustibles es consumir alimentos que se cocinen en menos tiempo que los acostumbrados (Adams, 1980; Kamweti, 1980). Es frecuente citar como ejemplos el consumo de verduras en vez de frijol y del arroz en vez del sorgo (Cecelski, 1984; Devres, 1979).

Aunque se ha dicho que la disponibilidad de combustible influye sobre la producción, compra y consumo de comestibles, hay pocos indicios de que el combustible sea en realidad el principal motivo de cambio. Una excepción serían los habitantes de las ciudades, los cuales tienen que comprar tanto el alimento como el combustible y pueden elegirlos entre los muchos que ofrecen los mercados urbanos.

Revisando un número apropiado de casos tal vez se encontraran productos agrícolas que exijan poco tiempo para cocinarlos y que pudieran ser adoptados para los sistemas locales de cultivo.

6. La escasez de combustible induce a comprar comida lista para comerla, por lo general en tiendas, mercados o puestos callejeros. En las ciudades, sobre todo los trabajadores asalariados, se tiende a comprar comida ya preparada en lugar de prepararla en casa. Así lo hacen en particular los trabajadores migratorios, quienes consumen una cantidad creciente de productos derivados del trigo (NRC, 1981). Entre los consumidores de productos cocinados de las zonas urbanas figuran los alumnos de las escuelas que no regresan a casa a tiempo para almorzar.

No está clara la relación existente entre las prácticas de consumo y las existencias de combustible. La mayor parte de los alimentos que así se consumen están guisados y su preparación en escala comercial se hace con consumo intensivo de calor. Consumiéndolos, disminuyen los gastos de combustible de la familia, pero aumentan los gastos en comida. Y, por supuesto, el precio incluye el costo del combustible utilizado en su preparación. Más que por la escasez de leña, se adoptan esos comestibles listos para su consumo por comodidad, por falta de tiempo, por no disponer de alimentos de producción propia, o por no tener que cocinar.

De todos modos, si la escasez de combustible es causa de que aumente la demanda de leña y de que se venda parte de la que servía para usos domésticos, habría lugar a pensar en una relación entre leña y nutrición (véase el número 11).

7. La escasez de combustible pudiera obligar a cambiar de cultivo reemplazando la producción de consumo con la comercial, de modo que con los ingresos obtenidos con ésta se compren en los mercados comestibles ya transformados o cocinados. Dicta el cambio a la producción comercial un conjunto de variables entre las cuales se cuentan la accesibilidad de los mercados, la necesidad de contar con dinero en efectivo para usos familiares normales y extraordinarios, la introducción de programas de reasentamiento o desarrollo especializado, la disponibilidad de tierra y de mano de obra, así como la cercanía de las instalaciones de elaboración (en particular para productos como té y caña de azúcar).

A pesar de que Adams et al. (1980) sugieren que la disponibilidad de combustibles es uno de los factores que influyen en la transición hacia cultivos comerciales, la literatura no contiene datos suficientes para determinar en qué medida la escasez de leña pueda afectar cambios tan fundamentales de la producción y de la generación de ingreso.

8. La escasez de leña obliga a dedicar más tiempo y trabajo a la satisfacción de las necesidades energéticas de la familia y, por lo tanto, a redistribuir el tiempo de las mujeres, lo que afecta el estado de la nutrición porque a quienes acarrean leña les queda menos tiempo para otras actividades, como producir alimentos o ganar dinero. Toda reducción de la ya insuficiente oferta de mano de obra debida al trabajo que se dedique al acarreo de leña puede, en definitiva, afectar la producción de alimentos y la capacidad para ganar dinero. Interrogadas, las mujeres afirman casi siempre que actualmente es más agotador el acarreo de leña que en tiempos pasados. Pero no basta con una información tan subjetiva para decidir si hay cambios causados por la escasez de leña. En resumen, la falta de datos retrospectivos que permitan la comparación resta una vez más fuerza al argumento de que la escasez de leña, la redistribución del tiempo de la mujer y los cambios en el estado de la nutrición estén ligados por alguna relación concreta.

9. La redistribución - como consecuencia de la escasez de leña - del tiempo dedicado por la mujer al trabajo es causa de que aumente la demanda de energía humana y multiplica las posibilidades de que el saldo energético de la mujer sea negativo. Siempre se ha pensado que las mujeres adultas en edad de criar están particularmente expuestas al peligro de desnutrición y de carencia de micronutrientes por causa de las exigencias biológicas del embarazo y la lactancia, de las necesidades energéticas de su trabajo y de que para el acceso al alimento tienen prioridad los hombres (Hamilton, Popkin y Spicer, 1984). Por consiguiente, se razona, haciéndolas trabajar más, prolongando su jornada de trabajo y encomendándoles tareas más pesadas que las domésticas se afectan negativamente su equilibrio energético, sus reservas de energía y el estado de nutrición (Adams et al., 1980; Arnold y Jongma, 1977; Cecelski, 1984).

Existen relativamente pocos estudios de la energía que consumen las mujeres dedicadas a distintas actividades físicas. De todos modos, es posible afirmar que, ejercidas moderadamente, la traída de agua, la producción agrícola y la elaboración de comestibles, consumen más calorías por unidad de tiempo que el acarreo de leña. Por consiguiente, si el tiempo que se resta a las actividades agrícolas u otras, se consagra al acarreo de leña, el resultado sería más bien positivo para la mujer, es decir, menor gasto de calorías.

Comercialización de la leña en la República Centroafricana

10. La escasez de leña, con la consiguiente mayor demanda de mano de obra, puede obligar a resignar el encargo de acarrear leña a otros, y en particular, a niños. Las repercusiones que sobre la salud y el estado de nutrición de los niños pueda tener el encargo de traer leña, dependen de la cantidad de tiempo y energía que hayan de aportar a la tarea; existe muy poca información sobre este aspecto. Otra causa de preocupación son las repercusiones de esos nuevos deberes sobre la asistencia de los niños a la escuela. Barnes (1982) hace notar que enviar niñas a la escuela repercute significativamente sobre la carga de sus madres y sobre el tiempo de que éstas disponen, porque el resultado neto es menor mano de obra dedicada a las actividades de manutención doméstica. Hasta la fecha, no obstante, no hay pruebas concluyentes de que el incremento del trabajo a cargo de los niños debido al tiempo más prolongado que deban dedicar al acarreo de leña afecte adversamente su equilibrio energético, su acceso a los alimentos o sus oportunidades de asistir a la escuela.

11. La escasez de leña conduce a su comercialización; la compra de combustible consume una proporción creciente del presupuesto familiar y reduce la posibilidad de comprar otras cosas, entre ellas alimentos. Casi todos los estudios realizados en estos últimos años indican que se está creando y extendiendo la demanda comercial de leña. La escasez, muchas veces relacionada con la entrega de la tierra a manos privadas, ha alterado la situación de modo que la leña pasa, de ser un bien gratuito, a ser un producto comercial (Brokensha y Riley, 1978). Gran parte de la población rural todavía no ha sido afectada por este cambio y todavía sigue extrayendo la leña del medio circundante sin pagar por ella en efectivo o con otros bienes. Pero para un número creciente de personas, en su mayoría urbanas, pero cada vez más también de comunidades rurales, se ha creado la necesidad de comprar leña a precios en alza continua (Buck, 1980; Oleche, 1982).

Aunque evidentemente la reducción de la cantidad dedicada a comprar alimentos por tener que dedicar más fondos a otras compras domésticas tiene claras repercusiones sobre la nutrición, no hay pruebas irrefutables de que el creciente costo del combustible haya sido causa de que disminuya lo gastado en alimentos (Adams, et al., 1980). De todos modos, no cabe duda de que si por causa de la escasez y comercialización de la leña cambia la oferta, la disponibilidad y el precio del combustible, la escasez afecta la asignación de prioridades en el presupuesto familiar.

12. Al pasar la leña a ser un producto comercial, su control y administración pasa de las mujeres a los hombres. Esto puede afectar negativamente la capacidad de las mujeres para ganar dinero y la cantidad de alimentos disponible para la familia. Está bien probado que los hombres y las mujeres gastan el dinero de distinta manera, en función de sus respectivas responsabilidades para el abastecimiento del hogar y que eso repercute considerablemente sobre el consumo de alimentos y el estado de la nutrición (Carloni, 1984); la asignación del dinero ganado por las mujeres al gasto diario sugiere que la provisión de alimentos, y por consiguiente el estado de la nutrición, dependen más directamente del ingreso de la mujer que de lo que gane el hombre.

La comercialización de la leña puede afectar negativamente en dos maneras las oportunidades de ganar dinero de la mujer: por obligarla a gastar más en combustible, reduciendo en la misma cuantía la utilidad neta de sus actividades; u obligándola a comprar leña a vendedores ambulantes en vez de recogerla y acarrearla sin gastar nada. En ambos casos es posible que, como resultado, empeore la situación económica y el estado de la nutrición. Aunque hace falta hacer ulteriores estudios para averiguar si esos efectos se materializan en la práctica, no cabe duda de que la capacidad de la mujer para ganar dinero guarda relación por un lado con el bienestar de sus hijos, y con los costos y beneficios de sus actividades económicas, por otro lado.

13. El uso de estiércol y otros residuos agrícolas en lugar de leña contribuye al decaimiento de la producción agrícola por no aprovecharse su capacidad fertilizante. Arnold y Jongma (1977) y Mnzava (1985) han hecho notar que quemar estiércol para cocinar equivale a quemar madera y sugieren el siguiente encadenamiento: privar de estiércol al campo conduce a menores rendimientos, a aumento de la superficie cultivada, al avance de la tierra en el bosque, a la menor producción de leña y a que sea indispensable dedicar más estiércol a sustituir leña.

Aunque se ha pretendido que el uso de estiércol y residuos vegetales como combustible sólo tiene lugar cuando se han agotado los recursos de madera, en el caso de Lesotho claramente la estación del año determina qué combustible usar. También puede preferirse utilizar para determinadas cosas estiércol y residuos en vez de madera o carbón. Por consiguiente no es siempre la necesidad, sino que muchas veces la comodidad o la preferencia deciden qué combustible utilizar.

Retirar estiércol del sistema agrícola, si conduce a rebajar el rendimiento, repercute evidentemente sobre la nutrición de modo que siempre que la ya repetida escasez de leña sea la causa de la privación del estiércol será posible relacionar directamente la escasez de combustible con los niveles de consumo. No obstante, incluso cuando abunda la leña, no todos los campesinos dedican el estiércol a abonar sus parcelas. Un estudio el uso de insumos agrícolas en una comunidad taita indica que en una muestra de campesinos elegida al azar fueron minoría los hombres y las mujeres que usaron el estiércol como abono en la principal época de crecimiento de los cultivos, y los que así lo hicieron lo aplicaron sobre todo a cultivos comerciales más bien que a cultivos de consumo.

Para poder considerar como cierto que existe una relación directa entre una baja de la productividad y una escasez de leña, es preciso investigar más a fondo cuáles son los factores que motivan el consumo de estiércol y de residuos.

14. El hecho de que la leña destinada a consumo doméstico compita con la extraída con otros fines puede repercutir sobre la asignación de la mano de obra y sobre la marcha de las pequeñas empresas generadoras de ingreso y, en particular, de las que administran las mujeres. No sólo en los hogares se quema leña. También necesitan leña actividades comerciales como el curado del té y del tabaco, la alfarería y la fabricación de ladrillos y tejas, los hornos, la fabricación de cerveza, la producción de sal, las herrerías, el ahumado de pescado, la preparación de comidas para restaurantes, vendedores ambulantes, escuelas y prisiones.

En algunos lugares los efectos combinados de la extracción de leña con fines comerciales y domésticos y del desmonte del bosque con fines agrícolas han alejado a la gente del campo de sus fuentes de energía y es preciso utilizar camiones para acarrear la leña (Fergus, 1983). La escasez de combustible significa también que puede faltar o ser demasiado caro el que necesitarían las mujeres para llevar a cabo actividades generadoras de ingreso, como elaborar alimentos o cocinarlos. También a este respecto hace falta profundizar con ulteriores investigaciones.

Senegal niños vendiendo leña

Se necesitan identificar factores causales del consumo de estiércol y residuos como combustible

CONCLUSION

Aunque muchas de las hipótesis formuladas en este artículo puedan parecer intuitivamente lógicas, todavía no se ha demostrado irrefutablemente la conexión entre alimento y combustible. Evidentemente hay motivos para seguir investigando, no con el fin de zanjar una discusión de tipo académico, sino para concretar la dirección de actividades futuras encaminadas tanto a producir leña como a mejorar el estado de la nutrición.

Entretanto, hay que resistir la tentación de aceptarlas como ciertas. Ejemplo de los peligros que eso entraña es la experiencia negativa de algunos proyectos consagrados exclusivamente a incrementar la producción de leña. Esas tentativas se basaron en el supuesto de que, sin más que ofrecer a la gente del lugar la oportunidad producir más leña, se conseguida que participaran plenamente en actividades de reforestación Sólo después de que varios proyectos de esa naturaleza dejaron de alcanzar sus objetivos, se pensó en investigar; así se averiguó que la gente del lugar participada de mucha mejor gana en la plantación de especies que fueran polivalentes (por ej. Leña/forraje o fruta/leña) que en la plantación de especies útiles sólo para producir leña. Ni este ejemplo ni este artículo pretenden que se suspendan las actividades encaminadas a incrementar la producción de leña hasta que se disponga de información concluyente sobre la conexión leña/alimentos. Por el contrario, la magnitud de la crisis exige que se redoblen los esfuerzos. No obstante, es esencial que encuestas e investigaciones entre campesinos formen parte integrante de esas actividades, y que se adopte un punto de vista flexible que permita incorporarles lo que se aprenda para que a la larga afecten positivamente el estado de nutrición de la Rente del campo.

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