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Soluciones africanas para los problemas de la fauna aricana: Enseñanzas de un programa rural en Zambia

D.M. Lewis, A. Mwenya y G.B. Kaweche

Dale M. Lewis es asesor técnico del Servicio de Parques Nacionales y Vida Silvestre de Zambia y Coordinador del Programa de Pastizales y Ayuda a los Pobladores de Zambia.
Ackim Mwenya es Subdirector del Servicio de Parques Nacionales y Vida Silvestre de Zambia y Coadministrador del Proyecto de Ordenación de Pastizales y Ayuda a los Pobladores de Zambia.
Gilson R. Kaweche es Oficial Principal de Investigación de la Vida Silvestre del servicio de Parques Nacionales y Vida Silvestre de Zambia y Coadministrador del Proyecto de Ordenación de Pastizales y Ayuda a los Pobladores de Zambia.

En la actualidad la coexistencia de la gente del campo con la fauna silvestre es peligrosamente precaria, y depende en gran medida de la ayuda exterior. La tarea de devolverle su autosuficiencia exige claramente algo más que imponer el respeto de la ley. Es indispensable que, al igual que en tiempos pasados, la comunidad rural coopere.

La caza furtiva continua no obstante exista una legislación punitiva

Las sociedades africanas siempre coexistieron de manera estable con la fauna silvestre, lo que demuestra el valor intrínseco que la cultura africana atribuía a la conservación ecológica (Hadley, 1985; Marks, 1976). La institución de gobiernos centrales coloniales socavó el derecho consuetudinario a la vez que la autoridad de los jefes que tradicionalmente las aplicaban (Swift, 1982; Willis, 1985). Dado que los gobiernos coloniales no fueron capaces de imponer otro sistema de conservación de la fauna silvestre, se originó una carrera furtiva al «oro» que eran los cuernos de rinoceronte, el marfil de los elefantes y otros trofeos.

Después de la independencia la mayor parte de los países africanos retuvieron la estructura colonial de departamentos centralizados para la administración de la fauna silvestre y de los parques nacionales. Casi siempre la ordenación de la fauna se ha basado en medidas punitivas para quienes franquearan las barreras erigidas entre la riqueza animal de las zonas protegidas y los pobladores de las mismas, o de las zonas circundantes.

Zambia tiene más de diez años de experiencia en la ordenación de la fauna y, más concretamente, en la lucha contra la caza furtiva (Lewis y Kaweche, 1985; Lewis, Kaweche y Mwenya, 1989; Leder-Williams, 1985). En grandes extensiones del país se llevaron a cabo campañas intensivas costeadas con fondos abundantes, para obligar a respetar la ley. No obstante, a pesar de que aumentó el número de arrestos, siguieron registrándose pérdidas de animales salvajes que, en algunos casos, incluso aumentaron donde se estaban llevando a cabo programas de esa naturaleza (Lewis, 1986). Las pérdidas nacionales de riqueza animal durante ese período incluyen la casi extinción del rinoceronte negro y una reducción de más del 50 por ciento del número de elefantes. Tendencias análogas se han manifestado en la República Unida de Tanzanía, Uganda, Namibia y Kenya.

Sin suspender las medidas adoptadas para obligar a respetar la ley como medio de limitar la caza furtiva, los Servicios de Parques Nacionales y Vida Silvestre de Zambia emprendieron estudios experimentales (Lewis, Kaweche y Mwenya, 1989) y organizaron un seminario técnico (Dalal-Clayton y Lewis, 1984) para determinar cuáles eran las causas fundamentales de la caza furtiva. Como resultado, para poner remedio a esas causas, se formuló una nueva política nacional llamada Proyecto de Ordenación Administrativa (ADMADE) de las zonas de caza (Mwenya, Kaweche y Lewis, 1988).

Esta ADMADE, que cuenta en muy gran medida con la participación popular, ha sido muy eficaz en las zonas en que se ha aplicado. Por ejemplo, en un período de tres años, la caza del elefante bajó en más del 90 por ciento en una parte de Zambia en que se promovió activamente la participación local (Lewis, Kaweche y Mwenya, 1989). Durante ese mismo período la población de rinoceronte negro no experimentó ni una sola baja a pesar de que era tan numerosa que resultaba francamente atractiva para los cazadores furtivos (Lewis, datos inéditos). Todo eso se consiguió a un costo por kilómetro cuadrado que no era más que una fracción del que muchos expertos consideraban indispensable para la protección de la fauna en Africa (Parker, 1984; Bell y Clarke, 1984).

Este artículo se concentra en primer lugar en algunas variables cuantificables que los arriba citados estudios y los resultados del programa ADMADE han señalado como clave para pronosticar la intensidad de la caza furtiva y los problemas de ordenación de la fauna en una zona dada. Expone diferentes formas de ordenación que pueden alterar el valor de esas variables reduciendo la frecuencia e importancia de la caza. Por último, presenta un conjunto de principios que puedan servir de guía a los planificadores y autoridades cuando tengan que ocuparse de la ordenación de la fauna africana.

Donde el programa ADMADE ha sido aplicado, en tres años ningún rinoceronte ha sido cazado

LAS VARIABLES Y LAS CAUSAS

Existencia de otras fuentes de proteína

En las sociedades rurales que cuentan con limitadas fuentes legales de proteína, los campesinos tienden a adoptar prácticas ilegales para conseguir un mínimo de las que necesitan. Si no se pone coto a esas prácticas es frecuente que sus capturas superen rápidamente el nivel de subsistencia. En esas circunstancias los pobladores de las zonas limítrofes a las zonas protegidas recurrente la caza furtiva a pesar del peligro de ser detenidos.

Un estudio comparativo de dos aldeas vecinas, ambas en terreno infectado por la mosca testé, en el que por ese motivo no había animales domésticos, indica la importancia de tomar en cuenta la existencia de otra fuentes de proteína al pronosticar la intensidad de la caza furtiva practicada por las comunidades pobladoras de los alrededores de las zonas protegidas (Lewis, 1988; Lewis, información inédita). Una aldea estaba situada a orillas de un río en que abundaba el pescado. La otra casi no podía surtirse de carne más que cazando los escasos animales existentes en su zona. En la aldea fluvial había muchos menos cazadores - y muchos menos que cazaran furtivamente - que en la aldea más alejada del río.

Hay pocas posibilidades de modificar positivamente esta variable. Una de ellas es fomentar fuentes de proteína que no perjudiquen a la fauna silvestre (por ejemplo, la piscicultura, el cultivo intensivo de especies vegetales de elevado contenido proteínico, etc.). Otra es asignar un cupo fijo de animales a cada cazador de la aldea, valiéndose de sus servicios para surtir de carne a la comunidad. Así se reduce la presión sobre las especies más amenazadas y se puede vigilar más cuidadosamente el resto. Resulta posible conseguir que aumenten las poblaciones objeto de la caza selectiva, si desde el punto de vista de la ordenación es conveniente que dichas poblaciones aumenten.

Posibilidades de empleo

Al disminuir los recursos naturales accesibles en toda Africa se deja sentir la creciente necesidad de fuentes de trabajo en el campo. Dado que la fauna silvestre y especialmente la carne y los trofeos de la caza (pieles, cuernos, dientes, etc.) son objeto de comercio en el exterior, cuando la necesidad de contar con un ingreso en efectivo alcanza cierto nivel, los pobladores encuentran empleo - legal o ilegal - asalariado. En vista de las limitadas posibilidades de instrucción, los campesinos no suelen saber el verdadero valor que tienen en el mercado los productos que buscan los intereses comerciales extranjeros y los cambian o venden a precios muy por debajo del que en realidad valen.

A pesar de que las posibilidades de encontrar trabajo y la existencia de otras fuentes de proteína varían de un lugar a otro, es relativamente fácil juzgar su abundancia. Contando con esa información es posible pronosticar la intensidad probable de la caza furtiva (Figura 1).

La ordenación de la fauna por parte del gobierno central puede dar nuevas posibilidades de empleo de varias maneras:

Si se contrata y capacita gente del lugar para trabajar en las actividades de ordenación de la fauna. El Servicio de Parques Nacionales y Vida Silvestre de Zambia inició a título de ensayo un programa de esta naturaleza en 1985 (Lewis, Kaweche y Mwenya, 1989). Gracias al mismo se ha logrado una mejor comprensión y un mayor aprecio de la fauna, de su valor económico, así como de la necesidad de impedir la entrada a forasteros que cacen furtivamente. Se observó que el personal empleado para proteger la fauna de la zona en que vive conoce mejor el terreno y es menos absentista que los monteros del gobierno central, originarios en general de otras partes del país. Por ese motivo el personal local - monteros locales - arrestó una cantidad considerablemente mayor de cazadores furtivos. Además, el costo de los monteros locales, basado en la escala de salarios normal en la aldea, resultó ser mucho más bajo que el de los monteros del gobierno central.

Figura 1. Intensidad y características de la caza furtiva según la abundancia de proteína de otros tipos y las posibilidades de empleo

Si se promueven programas que estimulen a los pobladores a emprender industrias artesanales que dependan de la explotación de la fauna para consumo (de modo que el rendimiento sea invariable) o con otros fines. Hay pruebas de que la actitud conservacionista de la fauna cunde a medida que aumenta el número de pobladores que viven a costa de la fauna explotada de modo que el rendimiento no baje nunca. Al mismo tiempo los pobladores van apreciando mejor el comportamiento de los monteros que imponen el respeto de la ley. Esa mejor comprensión se manifiesta, por ejemplo, informando voluntariamente a los monteros cuando cazadores furtivos forasteros penetran en la zona propia (Lewis, 1989).

Sise estimula la celebración de reuniones en que se pidan opiniones y críticas acerca de la ordenación de la fauna. Estas reuniones han contribuido a reducir a un mínimo los malentendidos y han promovido la aceptación voluntaria de responsabilidades relacionadas con la ordenación y protección de la fauna (Lewis, 1988 e información inédita). Esto es esencial para consolidar la cooperación de los pobladores con el departamento técnico del gobierno al que corresponde asignar legalmente a las comunidades locales beneficios derivados de la gestión de la fauna (Mwenya, Kaweche y Lewis, 1988).

El costo de la explotación de los recursos de la fauna resultó ser macho más bajo empleando a los monteros locales

El Gobierno acepta la jurisdicción de los jefes tradicionales en materia de fauna

Los jefes y patriarcas son clave de la sociedad rural africana y centro de las costumbres que tradicionalmente ligan y ordenan a las comunidades aldeanas. Dichos jefes, en el interés de todos, regulaban la tenencia de la tierra y el acceso a los recursos naturales. La abolición o la interferencia con sus facultades durante la administración colonial, y aun después de ella, han conducido a una situación en que los gobiernos centrales no consiguen imponer el respeto de leyes protectoras de la fauna. La explotación abusiva conduce a la aplicación de medidas punitivas ineficaces que socavan aún más la influencia de los jefes tradicionales.

Una manera potencialmente aceptable de enlazar la autoridad tradicional con la de un gobierno centralizado moderno, por lo que hace a conservación de la fauna. seria asociar ambas autoridades. La política ADMADE (Mwenya et al., 1988) lo consigue perfectamente creando en cada distrito una Autoridad Ordenadora de la Fauna. Bajo la presidencia del Gobernador del distrito, integran la autoridad los jefes tradicionales de la zona y los funcionarios superiores encargados de la fauna. Se reúnen periódicamente para intercambiar opiniones y adoptar medidas de ordenación para esa zona en particular. De acuerdo con este sistema los insumos técnicos y de capital se canalizan a través de las dependencias oficiales, mientras que los jefes tradicionales hacen uso de su ascendiente para asegurar el apoyo y la cooperación de todos los pobladores de la zona.

En la zona de Chikwa-Luelo del valle de Luangwa, por ejemplo, los dos jefes locales aceptaron la política ADMADE que, por su calidad de jefes, los hacía Presidentes de su propia Subautoridad Ordenadora de la Fauna. Esas subautoridades someten sus iniciativas y peticiones de fondos a la Autoridad Ordenadora de la Fauna. Los jefes hicieron valer su ascendiente condenando la caza furtiva, en la inteligencia de - que la comunidad compartiría los ingresos que reportara la gestión de la fauna de acuerdo con el programa ADMADE. En el curso del año disminuyó la caza furtiva en la zona de Chikwa-Luelo.

Los jefes ganaron prestigio al hacer uso de sus facultades tradicionales para conseguir nuevos beneficios para la comunidad. Como prometiera el Servicio de Parques Nacionales y Vida Silvestre, se repartieron los ingresos y se designaron los monteros que quedaban encargados de la gestión y protección de la fauna en el territorio, siendo pagados por ello. Debido a que la caza furtiva había disminuido mucho, ya antes de que se nombraran los monteros locales, se atribuyó dicha disminución a la influencia de los jefes tradicionales (comunicación personal de Peter Mwanza, jefe de unidad de la zona de Chikwa-Luelo).

Actitudes análogas para con los jefes locales se están ya observando en otras varias zonas en que se aplica la ADMADE y en las que es más perceptible el beneficio de los ingresos originados por la misma. Las Autoridades Ordenadoras de la Fauna en la mayoría de las zonas de la ADMADE, por ejemplo, han abierto «Cuentas de Fomento Comunitario» en que depositan la parte que corresponde a la comunidad de los ingresos que la ADMADE obtiene de la fauna. En 1988 esos depósitos ascendieron a 230 000 dólares para diez unidades ADMADE. Para conseguir que los proyectos aceptados por la comunidad reciban su dotación de fondos, sólo las Subautoridades, cuyos miembros son principalmente patriarcas de la aldea, pueden recomendar proyectos a la autoridad. Los jefes son signatarios de esas cuentas.

La importancia de los jefes tradicionales para la ordenación de la fauna es muy perceptible bajo la ADMADE y está resultando mucho más eficaz por el mismo costo que la aplicación directamente por parte del gobierno (Figura 2). Como ejemplo puede citarse el caso de las zonas de ordenación de la fauna de Luano y Sichifula-Mulobezi en que, bajo la ADMADE, se destierra a los campesinos que practican la caza furtiva a zonas donde no hay animales. Cuando se averigua que una persona caza ilegalmente, sentando con ello un mal precedente, el jefe lo sentencia, como incapaz de coexistir con la fauna, y lo condena a vivir donde no haya animales, ganándose la vida de algún otro modo. La Figura 3 presenta un conjunto de relaciones entre los dirigentes tradicionales y los cazadores por lo que se refiere a la caza furtiva.

Figura 2. Intensidad de la caza furtiva en función de los gastos de ordenación en dos casos:

Intensidad de la caza furtiva en función de los gastos de ordenación en dos casos

a) monteros del gobierno central facultados para aplicar medidas punitivas y

b) participación local en la aplicación de la ley bajo la dirección conjunta de jefes tradicionales y autoridades del gobierno central

Figura 3. Intensidad de la caza furtiva en una región en función del reconocimiento por parte del gobierno de la competencia de los jefes locales para la ordenación de la caza

Rentabilidad de la fauna

Otra variable que determina la caza furtiva es la rentabilidad de la fauna. En primer lugar, la zona debe ser suficientemente rentable si se administra localmente la fauna. En segundo lugar, debe concluirse un acuerdo en virtud del cual se devuelva la mayor parte de la renta a la zona en cuestión, con el fin de que pueda hacer frente a los costos del programa. Es indispensable contar con un ingreso anual seguro para poder incrementar las posibilidades de empleo en la gestión de la fauna, obtener nuevas fuentes de proteína o incorporar jefes locales a la gestión de los asuntos referentes a la fauna. De otro modo, no sería posible asegurar la continuidad, y las interrupciones desalientan la participación local en la ordenación de la fauna.

Los planes nacionales de desarrollo en toda Africa no dejan lugar a dudas que en los presupuestos oficiales se atribuye una prioridad relativamente baja a la fauna. Los resultados obtenidos por el proyecto de desarrollo de Lupande (Lewis et al., 1989) y el actual programa ADMADE (ADMADE, 1988) indican que para lograr que la población local se comprometa a participar en la ordenación de la fauna de manera continuada es indispensable disponer de fondos para la fauna en el plano local y que los propios pobladores participen en la formulación, tanto como en la aplicación, de las medidas de ordenación.

En escala nacional, el programa ADMADE lo demuestra plenamente. En los ejercicios económicos de 1987 y 1988 se retuvieron 260 000 dólares, es decir el 40 por ciento de todo lo ganado con la gestión de la fauna en diez unidades ADMADE. Esa cantidad se utilizó para hacer frente a gastos periódicos y de capital en las mencionadas unidades. Los gastos periódicos consistían en la manutención y uso de los siete vehículos de la ADMADE, los salarios y dietas de los monteros de aldea y de otros obreros, el costo de aplicar la ley, y subvenciones de asistencia para los miembros de las Autoridades Ordenadoras de la Fauna. Entre los gastos de capital se contaban la instalación de diez nuevos campamentos, la construcción de 150 cabañas para los monteros de aldea, la renovación de tres casas para el personal superior, la construcción de un edificio de oficinas y el comienzo de otros tres. Tanto los presupuestos de gastos periódicos como de capital habían sido aprobados por la respectiva autoridad ordenadora.

La renta recibida utilizando la fauna a fines de recreo tendría que ser devuelta a la zona local en cuestión

NUEVAS PAUTAS

He aquí algunos principios derivados de la experiencia del programa de la ADMADE en Zambia que pudieran ser útiles como pauta para los planificadores y autoridades responsables de la fauna en Africa.

Pronosticar para reducir la caza furtiva

Dada la posibilidad de cuantificar las variables de que depende la caza furtiva, determinando cuáles son esas variables y qué se puede hacer con ellas para coartar la caza, se obtiene un conjunto de medidas apropiadas para la ordenación de la fauna. La Figura 4 proporciona una base, para cada situación, de las variables discutidas en este artículo, con el fin de determinar cuáles son las medidas más adecuadas de ordenación.

Conceder tiempo y flexibilidad para la introducción de programas nuevos

No sería razonable esperar que los programas descentralizados de ordenación de la fauna tengan inmediata y universal aceptación. Al principio, los extensionistas pudieran tropezar con dificultades por ser considerados, por asociación de ideas, corresponsales de los errores cometidos en el pasado por la dependencia oficial encargada de aplicar las leyes vigentes en materia de caza mayor (Lewis, 1989). Por ese motivo pudiera encontrarse fuerte resistencia inicial a pesar de los beneficios que potencialmente ofrezca el programa a la comunidad. Para facilitar la aceptación de cualquier programa, el extensionista tiene que conocer las necesidades y aspiraciones de los pobladores y estar enterado de experiencias pasadas y de las costumbres locales. Le harán falta paciencia y persistencia. Los programas que se pongan en vigor demasiado pronto, sin contar con la aceptación y la comprensión de sus objetivos, carecerán del indispensable cimiento que es el compromiso voluntario de participar.

Incentivos económicos para la explotación legal de la fauna

Un factor que evidentemente contribuye a determinar la exposición a la caza furtiva a que se encuentra sometida una especie en particular, es la utilidad económica que obtiene el cazador furtivo. Oscila entre el de la especie menos rediticia comercialmente -duiker o grysbok- y las más provechosas, elefante y rinoceronte. Si bien todo programa eficaz de represión de la caza tiende a reducir la furtiva, es importante completarlo haciendo que sea máximo el valor que reporten comercialmente de manera legal las especies «más provechosas», canalizando parte de los ingresos que así se obtengan hacia los distritos rurales. De ese modo se estimula la cooperación con la ley y se contribuye a sufragar los gastos locales de ordenación. Este método tiene más probabilidades de ser bien aceptado localmente por la sencilla razón de que la comunidad obtendrá permanentemente mayores utilidades de la explotación legal de la caza que del apoyo solapado a la caza furtiva (véase el cuadro).

Hasta qué punto este sistema de contener la caza furtiva puede tener éxito lo demuestra el programa ADMADE de Zambia (Lewis, Kaweche y Mwenya, 1989; Mwenya, Kaweche y Lewis, 1988; ADMADE, 1988). En un período de tres años, en la Zona de Ordenación de la Baja Lupande, los jefes locales idearon varias maneras de mejorar la ordenación de la fauna de modo que resultara más rediticia. Ofrecieron voluntariamente sus servicios como vigilantes y se encargaron de informar a los monteros de la llegada de cazadores furtivos. En otra ocasión, los jefes manifestaron su preocupación por el hecho de que los cazadores de los safaris -la fuente de ingresos legal más rediticia - sólo mataban leones machos. Insistieron en que se cazaran menos machos, lo cual desde el punto de vista de la ordenación era acertado. Demuestra las posibilidades de mejorar la ordenación con aceptación de los pobladores cuando éstos se dan cuenta de que los ingresos aumentarán permanentemente si prospera la fauna.

Otro ejemplo demuestra la rapidez con que se puede resolver un problema de ordenación con incentivos económicos permanentes. Se advirtió a los jefes tradicionales que, avanzada la estación, numerosos incendios estaban acabando con la capacidad de la pradera para mantener a la fauna. Con objeto de que no fuera preciso reducir los cupos de caza asignados a los cazadores autorizados, de los que se deriva el ingreso y la carne que reciben las aldeas, los jefes convinieron en advertir a todo el mundo del peligro que son los incendios cuando la hierba está muy seca.

Figura 4. Medidas de ordenación adecuadas para las situaciones determinadas por distintos valores de las tres variables de que depende la intensidad de la caza furtiva en una zona dada (véanse los pronósticos en las Figuras 1 y 3)

Umbral de aceptación de la caza reglamentada

Reducir la caza furtiva empleando campesinos locales en el manejo de la fauna es una función no lineal en las comunidades rurales que tienen pocas posibilidades de trabajo (Figura 5). Los estudios realizados en Zambia indican que si los beneficios se limitan a un porcentaje demasiado reducido de pobladores, los que no los perciben son capaces de concebir algún resentimiento contra el programa y de intrigar para frustrar los esfuerzos de los que sí están empleados (Lewis, 1989 y datos inéditos). En cambio, cuando un número suficientemente elevado de personas percibe beneficios, se generaliza una actitud favorable a la aceptación de la necesidad de cooperar con quienes explotan legalmente la fauna, con lo cual se reduce espectacularmente la caza furtiva.

En el programa piloto de la ADMADE - el Proyecto de Desarrollo de Lupande - al principio sólo se emplearon monteros locales. A medida que sus esfuerzos reducían la caza, se procuró dar ocupación a otros campesinos en actividades de explotación legal de la caza. Hacia fines del tercer año, había tres veces más personas empleadas como colaboradores del aprovechamiento autorizado de la caza que como monteros locales (Lewis, Kaweche y Mwenya, 1989; Lewis, información inédita). El volumen de la caza furtiva al finalizar este período era insignificante por comparación con el de tres años antes. Encuestas realizadas indican que aumentó el interés de la comunidad por desalentar la entrada de cazadores furtivos en la zona y que se prestaba más ayuda a los monteros (Lewis, 1988).

Beneficios que reportan a una comunidad la caza legal y furtiva

Utilidades

Caza legal

Caza furtiva

Dinero (cantidad por kg. para la población local)

1. Carne potencialmente

elevadas

moderadas

2. Pieles

elevadas

escasas o nulas

3. Otros trofeos

elevadas

escasas

Ocupación (empleos por animal capturado)

1. Transformación de productos de caza

elevadas

escasas

2. Comercialización

elevadas

escasas

Intangibles (magnitud equivalente)

1. Perdurabilidad

elevadas

escasas

2. Comprensión de los dirigentes locales

elevadas

escasas o moderadas

Elefantes en Zambia la participación de la población local ofrece excelentes perspectivas para reducir considerablemente la caza furtiva

Ejemplificar para fomentar la extensión del programa

Cuando un programa consigue reducir los efectos de las variables que influyen sobre el nivel de la caza furtiva, es posible usarlo como ejemplo para catalizar una acción semejante en las zonas circundantes. La experiencia de Zambia muestra que el intercambio de información entre comunidades vecinas es a veces muy rápido y que facilita la ulterior expansión de un programa que se haya iniciado con éxito. Lo que es más, es posible conseguirlo sin que aumenten los costos para la entidad que ejecuta el programa. En 1989, apenas un par de años después de instituido el programa ADMADE, dos jefes de territorios fuera del abarcado por dicho programa solicitaron oficialmente que sus territorios fueran clasificados como Zona para la Ordenación de la Fauna, de modo que pudieran acogerse a la política de la ADMADE. Esto es importante porque sólo en Zonas para la Ordenación de la Fauna puede el Servicio de Parques Nacionales y Vida Silvestre utilizar fondos públicos para la ordenación de la fauna y la protección de los recursos.

Si se quiere aprovechar plenamente el entusiasmo de los primeros días, para lanzar el programa se debe elegir la zona donde la rentabilidad permanente sea relativamente elevada, sosteniendo aquel ímpetu inicial hasta que la comunidad se dé perfecta cuenta de los beneficios que reporta. Si así se hace la información que llegue a las zonas vecinas será favorable y convincente.

Capitalizar el efecto amortiguador de la participación local

El éxito de un programa que cuente con la participación local en áreas colindantes con zonas protegidas o con parques puede originar una baja considerable de los costos de aplicar la ley en el interior de las zonas protegidas. A medida que evolucionan y se extienden las ideas favorables a la conservación de la fauna disminuye la probabilidad de que entren cazadores furtivos en las zonas protegidas con el conocimiento o ayuda de los pobladores (Lewis, Kaweche y Mwenya, 1989; ADMADE, 1988).

Protección de territorios deshabitados

Los requisitos para que una tierra sea habitable para el hombre pueden diferir de los de los animales. En muchos casos puede, por consiguiente, estar totalmente deshabitada una zona en que viva una abundante fauna. Puede conseguirse proteger dichas zonas creando un sentido de propiedad por asociación en las comunidades más próximas, en las cuales se encontrara la mano de obra necesaria para la ordenación. Así se conseguirá también recibir los ingreses potenciales de esa zona en beneficio de la comunidad, al mismo tiempo que se reduce el costo de la ordenación.

Figura 5. Variación de la caza furtiva en función del porcentaje de pobladores que recibe beneficios de un programa de ordenación que fomenta la caza legal para contener la furtiva

Evitar que la ayuda exterior abrume e interfiera con la acción conservadora nacional

Algunos entusiastas de la fauna silvestre ofrecen a veces voluntaria y oficiosamente sus servicios no profesionales para colaborar en la ordenación. Aun reconociendo y apreciando esa ayuda, con frecuencia las condiciones en que las autoridades aceptan esa cooperación son muy vagas. Esto puede conducir a situaciones en que organizaciones no gubernamentales asuman funciones que entren en conflicto con las de autoridades oficiales. Esta situación da lugar a que ambas autoridades se disputen los fondos disponibles y a que las organizaciones extranjeras distribuyan sus donativos de manera poco sensata.

Aún más perniciosa puede ser la repercusión de esos conflictos sobre la confianza y la moral de los técnicos indígenas profesionalmente instruidos que presten sus servicios en el departamento oficial de ordenación de la fauna. Los resultados pueden ser desastrosos. La sintomatología de esas situaciones incluye lentitud en la reacción ante problemas de caza furtiva, mala coordinación con otras dependencias del gobierno y poca disciplina del personal subalterno. Reina la confusión y aumenta la caza furtiva. Paradójicamente, es precisamente el entusiasmo de los conservacionistas el que plantea estos problemas.

Las autoridades oficiales merecen que se reconozca plenamente su jerarquía y que se acepte su dirección para aplicar la ley y ejecutar los programas de ordenación de la fauna. Es esencial que así lo reconozcan las organizaciones donantes y los organismos no gubernamentales.

Conclusión

Es perfectamente posible identificar y modificar las variables de que dependen la intensidad de la caza furtiva y la gravedad de otros problemas de ordenación de la fauna africana. Orientándose por los valores y tradiciones africanas y cooperando con un servicio de parques nacionales que comprenda las necesidades de quienes coexisten con la fauna, se pueden ajustar dichas variables en el sentido deseado a menor costo que por métodos ordinarios. Este método de conservación, experimentado con éxito en Zambia, y aplicado ya en escala nacional, ofrece excelentes perspectivas para otras partes de Africa. La clave de su éxito es ganarse el apoyo de los jefes locales para la explotación legal de la fauna de modo que se aprovechen las utilidades que reporte comercialmente y hacer que la población local participe en las actividades prácticas de ordenación.

Aunque este método, que incluye la participación popular y el reciclaje de las utilidades obtenidas localmente, es claramente pragmático y eficaz en función del costo, la experiencia demuestra que la mayor parte de lo que se hace en Africa para la conservación de la fauna exige todavía abundantes fondos del exterior. Aunque indudablemente necesarios, esos fondos, proporcionados con la mejor de las intenciones, y el estado de dependencia que con su aceptación se origina, han frustrado muchas veces los esfuerzos hechos para que la ordenación sea autosuficiente gracias a la explotación de la caza de modo que el rendimiento no baje. En muchos casos, al proponer algunos proyectos se solicitan fondos excesivos para que la petición resulte mas atractiva a los donantes. Frente a tan considerables sumas es fácil olvidar, por insignificantes, las cantidades que se pueden aportar a nivel nacional, y ni siquiera pensar en ellas al preparar el presupuesto de los programas locales de ordenación. Paradójicamente, los proyectos iniciados con abundante ayuda extranjera no suelen conducir a soluciones permanentes porque dichas considerables aportaciones económicas no suelen ser indefinidas. Sena indispensable que todos los insumos procedentes del extranjero con destino a la ordenación de la fauna se articulen con ovos esfuerzos emprendidos para lograr la participación popular permanente.

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