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El árbol, medio de ahorro y previsión del campesino

R. Chambers y M. Leach

Robert Chambers, que trabajaba antes en el Instituto de Estudios del Desarrollo de Sussex, Reino Unido, es actualmente, por invitación, profesor del Administrative Staff College of India, de Hyderabad;
Melissa Leach es estudiante de posgrado de antropología social del Instituto de Estudios de Oriente y de Africa de la Universidad de Londres. Este artículo es una adaptación autorizada de un estudio originalmente redactado para el Instituto de Estudios del Desarrollo, y publicado después en World Development, 17(3).

Como medio de ahorro y previsión, el árbol es comparable a las alhajas, al ganado mayor y menor, a la tierra y a los depósitos bancarios. Tiene algunos inconvenientes: título de propiedad mal definido, restricciones de la corta y venta, y dificultades en la comercialización. También tiene indudables ventajas como son la facilidad y lo poco que cuesta establecerlo, la rapidez con que adquiere valor, la divisibilidad - que permite utilizarlo a medida que se necesita - y que se regenera después de la corta. De todos modos, es preciso estudiar más a fondo las posibilidades del árbol como caja de ahorros del pobre. Para que llegue a serlo, ya desde ahora es evidente que se necesitará una política que incluya la «reforma del árbol», madero comercialización y precios, pero sobre todo títulos de propiedad seguros que abarquen el derecho a la corta y a la venta con la misma facilidad que encuentra quien deposita o retira fondos en una caja de ahorros.

El árbol tiene grandes posibilidades como medio de ahorro y protección para los pobres

El árbol tiene grandes posibilidades como medio de ahorro y protección para los pobres y como recurso para hacer frente a cualquier eventualidad. A fin de darse cuenta de cuáles pueden ser esas posibilidades es preciso fijar la atención en la vulnerabilidad de los campesinos pobres, así como en la medida en que ha sido desconocida por los estudiosos y en cómo ha variado con el tiempo.

Para el sociólogo profesional, pobreza es sinónimo de privación. Dado que los primeros estudios sobre la pobreza se hicieron en medios urbanos e industriales, siempre se definió en función de bajos sueldos y pocos gastos. Ninguna definición tomaba en cuenta bienes o pertenencias.

Definida de ese modo, la pobreza sólo cubre una dimensión de la privación. Otras son debilidad física, aislamiento, impotencia y vulnerabilidad. Y de éstas, es comprensible que casi siempre se dejara fuera la vulnerabilidad. Los estudiosos que la definen no suelen ser personalmente vulnerables. Al contrario que los pobres, están protegidos de todo evento. Si viven en algún país rico, los ampara toda una red de servicios sociales y médicos gratuitos o muy subsidiados. Si viven en países pobres, probablemente son más o menos acomodados y cuentan con medios para enfrentarse con cualquier contingencia. No siendo personalmente vulnerables, es fácil que quienes forman parte de las elites profesionales subestimen la importancia que tiene para los pobres su vulnerabilidad ante necesidades imprevistas.

Estos imprevistos pueden asumir muchas formas. A veces se presentan súbitamente; otras, poco a poco, con exigencias difíciles de prever. He aquí cinco categorías:

· exigencias de tipo social, como dotes, bodas, funerales y otras ceremonias o usos sociales;

· desastres como robo, incendio, muerte de animales, sequía, inundaciones, epidemias de plantas o animales, desórdenes, guerras, escasez de alimentos y hambrunas;

· incapacidad física: invalidez, enfermedad, posparto, vejez y accidentes;

· gastos improductivos, como la quiebra de una pequeña empresa, pleiteo, juegos de azar y matrícula en cursos no aprovechados;

· explotación, incluidas exigencias abusivas de los poderosos, préstamos usurarios, expropiación forzada, intimidación e incluso chantaje.

Cualquiera de esas eventualidades puede representar la ruina para una familia que deba hipotecar o vender pertenencias, o aceptar abrumadoras obligaciones. La situación que se crea si se perdieron bienes de producción es muchas veces prácticamente irreversible.

¿OLVIDO OFICIAL?

Raramente tienen los programas oficiales de desarrollo rural como objetivo de primer orden reducir la vulnerabilidad ante necesidades imprevistas. En el mejor de los casos esos programas logran limitar la vulnerabilidad con ingresos y alimentos de sobra que alcancen para su consumo en la carestía anual o para juntar ahorros e invertir. Pero pocos programas reducen la vulnerabilidad directamente haciendo posible que los pobres acumulen bienes o posesiones que puedan vender cuando se topen con un imprevisto. Por ejemplo, el enorme Programa de Desarrollo Rural Integral de la India cede económicamente a los campesinos pequeñas propiedades, con el fin de que actúen como generadoras de ingreso que los levante por encima del nivel de pobreza. Pero las prioridades de los pobres no siempre coinciden con las de los planificadores. Hirway (1986) en una encuesta levantada en Gujarat encontró campesinos que no participaban en el antes mencionado Programa, pero que hubieran deseado participar porque la parcelita adquirida a poco precio sería fácil de revender bien. «Es decir, que esa propiedad era deseable para ellos sobre todo porque podía ser utilizada para hacer frente a cualquier imprevisto, como ceremonias sociales (bodas, defunciones, nacimientos, etc.), enfermedad a consumo.»

Esta preferencia de los pobres es comprensible si se examinan los cambios que han tenido lugar en muchas sociedades agrarias. En primer término, ha subido el costo de hacer frente a los imprevistos; las dotes en la India, la atención médica en el Africa subsahariana y en otros sitios. En segundo lugar, han desaparecido casi por completo las ayudas mutuas y la ayuda de patronos a empleados. Anteriormente, los patronos solían conceder a sus empleados préstamos que les permitían atender a necesidades inesperadas. Con la nueva legislación laboral, las obligaciones mutuas son menos potentes y los empleados quedan más indefensos. Aunque varios estudios etnográficos han tratado de los imprevistos y de cómo se les hace frente - Bailey (1957) refiere algunas ventas de tierra y de alhajas en un pueblo de Orissa; Parkin (1972) estudia ventas de tierra y de palmeras en Kenya, en el distrito de Kilifi; Cain (1981) examina los motivos para vender tierra en tres poblados de la India y en otro de Bangladesh - que se sepa todavía no se ha hecho ningún análisis más general que indique el valor relativo de los diferentes tipos de bienes y pertenencias para la gente pobre. Ni tampoco de cómo recurren a esos bienes -y en qué orden - para enfrentarse con imprevistos o para evitar o mitigar la miseria.

Otra omisión a este respecto es el árbol. Algunos antropólogos se han ocupado de los árboles existentes en tierras de cultivo, pero más bien en relación con las tradiciones culturales que por lo que hace al lugar que ocupan en la economía doméstica de un hogar pobre (Srinivas, 1976; Malhotra y Basak, 1984).

Las necesidades imprevistas incluyen exigencias de tipo social, desastres e incapacidad física

Repasando la literatura existente en torno a «bosques comunitarios» y en particular la referente a la India, se descubre una lamentable falta de información sobre el destino que ha cabido a los árboles plantados en el marco de proyectos de silvicultura agrícola y comunitaria. En parte, esto refleja la novedad del tema, pero sobre todo la falta de investigación al respecto. El punto de vista de los organismos oficiales y de las organizaciones internacionales patrocinadoras parece haber sido que la plantación de árboles es un fin en sí mismo, por lo cual la documentación en que se evalúan los resultados se concentra en el número de plantines y en las superficies plantadas (Banco Mundial, 1983a,b). Pocos estudios exploran los motivos de que los campesinos se lanzaran por este camino y ninguno, que se sepa, examina en detalle la aportación de esos árboles a la economía familiar. Por consiguiente no hay indicios de que fueran usados, o se pensara en usarlos, como fondo de ahorro. Algunos investigadores describen los usos tradicionales de árboles voluntariamente plantados en tierra cultivada (Brokensha, Riley y Castro, 1983; Campbell y Bhattrai, 1983; Poulsen, 1983). No obstante, al igual que la literatura sobre agrosilvicultura, esos estudios se concentran en movimientos (de combustible, fruta, forrajes, etc.) y no en cómo hacer frente a imprevistos. Los pocos autores que mencionan las posibilidades del árbol como medio de ahorro, lo hacen de pasada (Mascarenhas, 1983; Shah, 1984; Murray, 1986).

Esas lagunas tienen muchas explicaciones. En general todos los estudiosos han dejado de lado los árboles de las aldeas o de las tierras cultivadas. Los agrónomos se han ocupado de cosechas; los veterinarios y zootécnicos, de animales domésticos, y los expertos forestales de los árboles que hay en bosques del estado o en plantaciones más bien que en propiedades privadas. Los expertos forestales probablemente se dejaron también influir por la experiencia de los países ricos y templados en que el lento crecimiento de los árboles limita su valor patrimonial (Douglas et al., 1982). Por su parte, los antropólogos hasta hace poco se concentraban en pueblos de lugares muy lejanos en que abundan los árboles que, por lo tanto, no tienen ningún valor contra las contingencias, o en zonas pastoriles en que los árboles no son una buena fuente de dinero. Otro factor es el retraso en reconocer las repercusiones del rápido aumento de valor de la madera, la leña, el carbón y otros productos derivados del árbol. Los árboles, que apenas tenían valor como capital antes de que la madera penetrara los mercados y antes de la crisis energética, ahora valen mucho, pero las normas aún no se han reajustado al cambio. Por último, recientemente se ha reconocido como materia separada la tenencia del árbol (Fortmann y Riddell, 1985; Fortmann y Bruce, 1988) que considera el título a los árboles separadamente de la tenencia de la tierra; esto ha sido fuente de nuevas ideas sobre «reforma del árbol».

En muchas zonas rurales del tercer mundo el costo de hacer frente a imprevistos ha subido al mismo tiempo que perdían terreno los medios de hacerle frente. Por otra parte, con el crecimiento de las ciudades ha aumentado la demanda de leña, carbón, postes y madera. El valor real del árbol y de sus productos ha subido en muchos sitios, pero el alza no ha sido universal. El precio de la madera en la India subió en términos reales un 5,8 por ciento anual en el decenio de 1970 (Bentley, 1984) y siguió subiendo después de 1980, pero el de los postes de eucalipto en el noroeste de la India, después de un auge, está bajando como consecuencia de lo mucho que se ha plantado en tierras de propiedad privada. También en Africa las tendencias son contradictorias (Leach y Mearns, 1988). En su conjunto, esa mezcla de tendencias plantea interrogantes acerca del uso que en el pasado se hizo del árbol y acerca de sus posibilidades como caja de ahorros que sirva a los campesinos pobres para hacer frente a acontecimientos imprevistos.

EL ARBOL COMO REMEDIO DE IMPREVISTOS

Hay muchos indicios de que en la práctica ya se recurre al árbol y a sus productos para hacer frente a crisis imprevistas. Muy bien se podrían agrupar esos indicios de acuerdo con el tipo de imprevisto, la cuantía de la necesidad, si ésta se ha presentado súbitamente o poco a poco y si es inesperada o previsible. No obstante, para los fines de este artículo es preferible clasificar los indicios según signifiquen uso directo del árbol y de sus productos, o su venta o hipoteca para obtener dinero. Así se hace distinción entre el consumo (uso directo) y la salida al mercado (venta o hipoteca).

Cuando el uso es directo se suele tratar de pequeñas cantidades, mientras que la venta o hipoteca puede implicar pequeñas o grandes cantidades. Parece probable que con la evolución social y económica pierda importancia el uso directo, mientras que la adquiera el uso que reporta dinero.

Uso directo del árbol

Hay tres formas de usar directamente el árbol y sus productos para remediar dificultades. La primera, utilizar productos de árbol durante la carestía anual. El árbol puede, en efecto, ser periódicamente fuente de alimentos, forraje, etc. Si esa producción tiene lugar durante los meses más alejados de la recolección, representa una gran ayuda para las familias campesinas. Algunos ejemplos son: los mangos; la uvilla (Pourouma cecropiaefolia), pequeño árbol del Brasil, Colombia y Perú que produce fruta durante los tres meses de la estación de las lluvias; el jujube (Ziziphus spp.) en el norte de la India, a fines de la estación seca, y el algarrobo (Parkia, spp.) que madura durante la estación seca en los pastizales del Africa occidental. También hay árboles que proporcionan forraje en la estación seca, como Faidherbia albida, llamada antes Acacia albida, cuyas vainas caen cuando el ganado tiene poco alimento. Los árboles y sus productos permiten a los campesinos y a su ganado sobrevivir en los peores momentos del año, reducen su vulnerabilidad y evitan que queden en la miseria al vender sus bienes para comer o al perder el ganado.

La segunda forma de usar directamente el árbol no implica periodicidad. Sólo se recurre al árbol una vez: por ejemplo, leña para piras funerarias u otras ceremonias, madera y postes para construir una casa o para reemplazar un barco que haya naufragado. Si se tiene título de propiedad o derecho de acceso a algunos árboles es posible satisfacer la necesidad del caso. Lo contrario significará, tal vez, la miseria para la familia si ha tenido que vender bienes o endeudarse para superar la crisis.

La muerte es otra eventualidad que es preciso tener presente; cuesta el funeral y hace falta leña para la pira funeraria. En la India es frecuente reservar algún árbol con este fin. Una anciana sólo consintió en vender su tierra cuando el comprador accedió a que se cortaran en su día tres acacias que destinaba a la pira funeraria (P.K. Aiyasami, comunicación personal).

El árbol es dinero

Hay dos tipos de imprevistos que exigen dinero; aquellos en que urge una cantidad elevada; y aquellos otros en que gente pobre o desesperada precisa dinero, aunque sea poco. En ambos casos el árbol puede ser la salvación.

Una cantidad elevada se necesita para algún tratamiento médico, un funeral, reconstruir una casa, reemplazar bienes de producción perdidos y averiados (bueyes, búfalos, un barco de pesca, una red, etc.). Tal vez sea posible pedir un préstamo por la cantidad necesaria, pero endeudarse puede ser fatal.

En su estudio de los palmares del distrito de Kilifi en Kenya, Parkin (1972) incluye ejemplos del uso de árboles para hacer frente a contingencias. Se vendían tierras con palmeras a sólo palmeras. Parkin observó que los acontecimientos que exigen mayores sumas -y los más frecuentes - y obligan a las familias pobres a vender su tierra a sus palmeras, son los matrimonios y las dotes. También los funerales, pagar un médico tradicional durante una larga enfermedad, y dinero para comprar comestibles cuando se pierde una cosecha o con motivo de otras desgracias. El costo de las bodas y de los funerales ha subido mucho. La manera más rápida de obtener dinero en efectivo es la venta de tierras o de palmeras (Parkin, 1972).

El tipo de crisis mejor documentado es la urgencia de dinero para comprar comestibles. Suele presentarse después de alguna calamidad natural, como sequía o inundaciones, o puede representar el resultado cumulativo de toda una serie de episodios, cada uno de los cuales hubiera exigido dinero contante. Caplan (1975) hizo un estudio de una comunidad swahili en la costa de Africa oriental en años de intensa sequía en que uno de los motivos para vender árboles fue «la carencia absoluta de dinero; varios campesinos vendieron algunos cocoteros para salir adelante». (Captan, 1975).

En 1987, en el distrito Panchmahals de Gujarat, algunos campesinos sobrevivieron vendiendo eucaliptos que crecían en su tierra (H. Jagawat, comunicación personal). Una familia de seis personas que vivía del producto de 0,25 ha en el distrito de Kakamega, en Kenya, declaró en 1988 que solía vender un poste de eucalipto en febrero o marzo, tiempo de hambre, «para comprar comida y jabón». Respecto de los Mbeere en Kenya, Brokensha y Riley (1980), hallaron que la único manera que tienen muchas familias de obtener dinero «para pagar la escuela o incluso para comer, si se retrasan las lluvias» es fabricar y vender carbón.

Hartmann y Boyce (1983) refieren un conmovedor ejemplo de recurso al árbol para comprar alimento. En una aldea de Bangladesh, una familia de campesinos - Abu, Sharifa y sus seis hijos - ha tenido una mala racha y ha tenido que vender sucesivamente, para comer, su tierra, su cama de madera, su vaca, su arado, las alhajas de la madre. Finalmente, endeudado y necesitando dinero para comprar semilla a fin de cultivar una parcelita como aparcero, Abu cortó el árbol de mango, y después el jaquero, que daban sombra a la casa, para vender como leña hasta las raíces. Dice el libro:

«Abu corta otra raíz y dice para sí mismo: no tenemos arroz en casa y hay que dar de comer a seis niños. En junio corté mi árbol de mango y ahora estoy acabando con el jaquero. Así mis niños nunca comerán fruta; imposible comprarla en el mercado. La gente rica no se da cuenta de cuánto me duele el estómago. Ayer fui a casa de Mahmud Haji y le pedí que me adelantara un poco de semilla; es el momento mejor para sembrar y no tengo cómo comprar semilla. Pero me dijo: Cómpratela tú mismo. Todos mis aparceros se compran la semilla ¡ Y tiene sacos enteros llenos de semilla en su casa! Abu amontona cuidadosamente los pedazos de raíz: Mañana los venderé en el mercado como leña, murmura.» (Hartmann y Boyce, 1983.)

El caso es doblemente cruel porque con los árboles Abu pierde un capital que se valoriza y a la vez todos los beneficios que en el porvenir se derivarán de la fruta. Pero lo que aquí nos interesa observar es que si hay demanda de leña en el mercado local, los árboles son un patrimonio al que se puede recurrir en las emergencias para cortarlos y vender la madera enseguida.

En América Latina es frecuente que los campesinos planten árboles y los vendan obteniendo así dinero para bodas u otros gastos imprevistos

EL ARBOL COMO MEDIO DE AHORRO

En muchas partes del mundo la gente pobre ha recurrido siempre al ganado como reserva fácil de vender, y de acuerdo con su estrategia para sobrevivir, acumula animales deliberadamente. Pero las posibilidades del ganado como medio de ahorro han disminuido como consecuencia de la presión demográfica y ganadera sobre los recursos, del paso a manos privadas de grandes extensiones de tierra y de las crecientes dificultades para lograr acceso a los pastizales. Tal vez no sea coincidencia el hecho de que donde es grande la densidad de población y hay seguridad en la tenencia del árbol, tiende a extenderse el arbolado. Así ha ocurrido, por ejemplo, en Kano, Nigeria. En un estudio (Falola et al., 1984) se comparan fotografías aéreas tomadas en 1972 con otros hechas en 1980 y 1981 y se llega ala conclusión de que la densidad del arbolado aumentó en un 18,5 por ciento; el aumento es atribuible a regeneración natural después de una sequía y a plantación deliberada. Un 75 por ciento de los campesinos entrevistador declaró haber plantado árboles. Con anterioridad se había pensado que la demanda urbana de leña conduciría a la deforestación. Otro ejemplo en Kenya, en el distrito de Kakamega, un estudio muy cuidadoso a base de fotografía aérea correlacionada en el suelo (Bradley, Chavangi y van Geldar, 1985), ha hallado que la densidad de árboles plantados está en relación directa con la densidad de población e inversa con el tamaño medio de las propiedades. Siendo éste el caso, es probable que los árboles estén reemplazando al ganado como medio de ahorro, y que los campesinos planten y retengan árboles con arreglo a su estrategia para el futuro.

En otras partes del mundo se citan también ejemplos del uso del árbol como ahorro fácil de transformar en dinero contante. En Costa Rica y Ecuador es frecuente que los campesinos planten unos cuantos árboles en torno a su casa y en sus campos, para cortarlos y vender la madera cuando hace falta dinero para una boda u otros gastos considerables (Foley y Barnard, 1984). Vidyarthi (1984) encontró en Garhi, un poblado de Uttar Pradesh, en la India, que si bien la mayor parte de los árboles pertenecen a los grandes terratenientes, los campesinos siempre tienen unos cuantos árboles en sus patios o en rincones inapropiados para el cultivo. La madera de estos árboles sólo se usa en casos imprevistos o en grandes fiestas familiares. En Kerala, a pesar de que las parcelas son en general muy pequeñas, hay muchos árboles. Predominan los cocoteros y los cacaoteros, pero suele haber algunos árboles útiles sólo por su madera e incluso algunos de crecimiento muy lento, como la teca y la caoba, a modo de inversión a largo plazo (Foley y Barnard, 1984). En el distrito de Kakamega, en Kenya, se plantan árboles exóticos como inversión o para recurrir a ellos cuando es preciso pagar la escuela, etc. (Chavangi, Engelhard y Jones, 1985).

En Gujarat, India, un campesino planté eucaliptos y vendiéndolos recuperé la tierra que dio en prenda para pagar una deuda

Los gastos que ocasionan las dotes y las bodas se cubren fácilmente con recurso a árboles. En Turquía (Foley y Barnard, 1984) es tradicional plantar un árbol cada vez que nace una niña, como primera aportación a los gastos de su boda.

El uso del árbol como medio de ahorro y protección se valoriza cuando sirve de garantía para obtener crédito o para liquidar deudas. Para conseguir crédito se comprometen árboles en Nepal, Nigeria, Sierra Leona y Ghana (Fortmann, 1985). En la India un banco aceptó árboles como garantía de un préstamo (Aloysius Fernández, comunicación personal). Desde Karnataka, Hill informa que la posibilidad de arrendar pequeñas parcelas para plantar árboles representa para los pobres una forma de crédito, ya que la cantidad inicial se liquida automáticamente con la parte correspondiente al propietario del valor neto de la madera cuando se vende, la cual es en general una mitad (Hill, 1982).

Con respecto al pago de deudas, he aquí un ejemplo, en la India. En la aldea de Thala, distrito de Panchmahals, Gujarat, un campesino llamado Kalji Chatra dio en prenda una parcela - reteniendo el derecho a cultivarla - para obtener las 3 000 rupias que necesitaba para la boda de su hijo. Plantó 200 eucaliptos, que cortó y vendió al cabo de tres años por 5 000 rupias, con las que recuperó la tierra y compró un par de bueyes (de una entrevista, febrero de 1986).

Ambos ejemplos, el de Karnataka y el de Panchmahals, revelan las utilidad del cultivo de árboles para evitar o salir de un endeudamiento. En el caso de Karnataka, no sólo se obtiene crédito y se evita el endeudamiento, sino que al final el propietario recibe la mitad del valor neto de la madera; tampoco tuvo que pagar ningún interés por el crédito recibido. En el caso de Panchmahal conviene observar la rapidez con que se liquidó la deuda. Cuando las condiciones de la plantación son buenas, la valorización de los árboles equivale a un interés muy elevado en un banco de ahorros. Es decir que la gente pobre que posea una parcelita puede acumular capital en forma de árboles tan rápidamente como sea necesario para pagar una deuda, aun si la tasa de interés es elevada.

EL ARBOL COMO PATRIMONIO DE POBRES

Como medio de ahorro y protección contra imprevistos, el árbol es comparable a otros bienes: alhajas, ganado mayor y menor, bienes raíces y depósitos bancarios.

Desventajas

Los principales inconvenientes del árbol giran en torno a los títulos de propiedad o tenencia, a las posibilidades de transformarlo en dinero en efectivo, a la comercialización y al peligro de perderlo.

Tenencia de la tierra. Aunque en teoría es posible separar la tenencia de la tierra de la tenencia del árbol, en la práctica la gente pobre que no tienen tierra tropieza con demasiados obstáculos para poder plantar o poseer árboles. Las iniciativas Endientes a permitir a los campesinos sin tierra, y a los menesterosos en general, cultivar árboles en tierra pública o en baldíos - bordes de caminos, orilla de canales y otras zonas de propiedad común o del gobierno - tropiezan siempre para su tramitación con problemas burocráticos. Una propuesta en ese sentido en Bangladesh pasó al Departamento Forestal. En cambio, en la India, varios estados, entre ellos Bihar, Uttar Pradesh, Bengala occidental y Maharashtra, han adoptado programas que conceden a los carentes de tierra el derecho a cultivar y aprovechar árboles en dichos tipos de tierra. Falta ver cómo resuelven los mencionados programas el problema del acceso.

Tenencia de árboles y venta. El título de propiedad de las alhajas, del ganado, de la tierra y de los depósitos bancarios suele estar bien definido y ni la ley ni la burocracia pueden disputar el derecho del dueño a arrendar, hipotecar o vender dichos bienes. En cambio, en el caso de los árboles, el título de propiedad y la posibilidad de transformarlos en dinero tienen alcance limitado. Se supone que los pobres se beneficiarán de los árboles plantados, pero con frecuencia no les pertenecen, ni tienen derecho a cosechar sus productos. Incluso cuando los árboles crecen en su tierra, con frecuencia la ley o la burocracia les impiden cortarlos cuando quieren. Eckholm et al. (1984) menciona varios ejemplos. En algunas partes del Sahel los campesinos no quieren plantar determinados árboles porque figuran en la lista oficial de especies protegidas. Para cosecharlos, los campesinos tienen que demostrar que los plantaron, y después seguir un laborioso trámite para obtener el permiso de cortar. En la República Dominicana, Honduras y otros países, todos los árboles son propiedad del gobierno y es delito cortarlos sin permiso, incluso si crecen en la tierra del campesino que los corta. En las Filipinas la legislación limita también la corta de árboles y resulta lento y laborioso obtener el permiso para cortar; los campesinos que invirtieron en el cultivo de árboles, ahora no consiguen cosecharlos y venderlos.

Comercialización. En la India, N.C. Saxena (comunicación personal) ha investigado el precio a que consiguen vender los campesinos productos forestales en los mercados de 12 ciudades de seis estados, encontrando que lo más remunerador es una utilidad del 43 por ciento (mango local en Moradabad, Uttar Pradesh) y lo menos, el uno por ciento (teca en el distrito de Taigad, Maharashtra) con un total de ocho de los 12 casos recibiendo menos del 20 por ciento. Análogamente, en dos sitios del Africa occidental, Baah-Dwomoh (1983, en Arnold, 1988) encontró que los productores reciben únicamente del 11 al 13 por ciento del precio final por madera cortada y apilada a la entrada de la finca, y sólo del uno al uno y medio por ciento por la madera en pie.

Tienen varias causas esos bajos precios. La primera es que en la madera, al contrario que en otros productos del árbol, la relación peso/valor es elevada, por lo que su transporte cuesta mucho. Los pobres quedan en condiciones de inferioridad. El dinero que se obtiene de la venta de las pequeñas cantidades que se pueden transportar cargándolas en la cabeza no alcanza para mucho. Los pobres no suelen poseer animales de tiro ni carretas; para alquilarlos tienen que endeudarse. La diferencia entre vender los árboles sin cortar, a vender la madera a la puerta de la finca, constituye una desventaja para el vendedor.

Además, los precios que consiguen los lotes pequeños de madera son inferiores a los que se obtienen por mayores cantidades; muchos de los compradores de grandes empresas, como fábricas de pasta para papel, no siempre están interesados en adquirir lotes pequeños.

Peligro de pérdida. El peligro de perder los árboles es un inconveniente peor definido. Su vulnerabilidad es variable. En los primeros años de crecimiento y sobre todo si están en tierra pública, los árboles tienen que ser protegidos del ganado. Cuando crecen en rodales muy apretados, si hay sequía, el fuego es un gran peligro. Los ciclones pueden encarnarlos. También las plagas son causa de pérdidas. El robo y vandalismo son una amenaza. En la Grecia antigua se talaban los olivos del enemigo derrotado para infligirle un castigo económico. En las afueras de Pune, en la India, los árboles de tres años de un proyecto agroforestal del Centro de Estudios y Actividades para el Desarrollo, fueron talados y las palmeras arrancadas, como represalia por la labor de denuncia de un fraude que llevaba a cabo el Centro (Anita y Cristopher Benninger, comunicación personal, 1986). En otras condiciones los árboles pueden ser una inversión muy segura, como hizo notar Plinio en tiempo de los antiguos romanos:

«El bosque (de árboles de incienso, en la costa del sur de Arabia) se divide en parcelas y cada cual sabe donde está la suya: nadie causa daños en la de otro ni perjudica a sus vecinos. No se necesitan guardas que custodien esos árboles, porque nadie robará a su prójimo». (Traducción de la Redacción.)

Ventajas

En cambio, en algunos aspectos los árboles tienen decididas ventajas sobre otros tipos de bienes o propiedades. Las más claras son de carácter biológico y económico.

Bajo costo de plantación y de manutención. Los plantines raramente cuestan mucho, de modo que el costo de iniciar el cultivo es insignificante comparado con lo que cuestan las alhajas, el ganado, la tierra o los depósitos bancarios. Muchas veces basta recoger las semillas y plantarlas o trasplantar arbolitos brotados espontáneamente. Incluso si hay que comprarlos, los plantines cuestan poco. El costo de regar y proteger los arbolitos jóvenes varía mucho según los casos, pero suele ser elevado; una vez arraigados, los árboles casi no exigen manutención. En realidad, para quien dispone de poco capital y mano de obra, invertir en plantar árboles es francamente sensato, en especial para quienes tienen que desempeñar gran parte de su trabajo en empleos fuera de la finca.

Valorización. En los trópicos, dondequiera que llueve bastante, los árboles crecen muy deprisa y entre ellos Leucaena leucocephala extraordinariamente deprisa. Los animales domésticos, y especialmente las cabras, tienen la misma ventaja, ya que se reproducen rápidamente. En condiciones favorables, tanto los árboles como los animales domésticos son espectacularmente más ventajosos que los depósitos bancarios. Un estudio hecho en Kenya (PNUD/Banco Mundial, 1987) calcula en el 31 por ciento las utilidades obtenidas con el cultivo de árboles y la fabricación de carbón por campesinos del bosque. Los bajos tipos de interés combinados con la inflación son causa de que muchas veces los depósitos de ahorros ganen intereses negativos en términos reales, mientras que la mayorparte de los árboles no sólo conserva, sino que aumenta de valor durante los períodos de inflación.

Es esencial tener el derecho a cosechar los arboles plantados como ahorro

Un transporte adecuado es esencial para que los campesinos pobres obtengan un precio justo por la madera

Divisibilidad. Si se venden árboles para combustible, postes o material de construcción, es fácil dividirlos en pequeñas unidades de acuerdo con las necesidades. Es posible cortar parte de un árbol, o si los árboles son pequeños, cada uno de ellos constituye una a modo de pequeña unidad monetaria. Las ventajas de los animales domésticos y de las alhajas de poco costo son análogas, pero los árboles tienen las mismas o mayores ventajas.

Regeneración. Muchos árboles vuelven a brotar después de cortados. Lo más parecido en el caso de otros bienes sería el del ganado cuando se dispone de una cantidad limitada de forraje: la venta de hembras secas y estériles o de machos sobrantes, mejora la productividad lechera y el potencial reproductivo por unidad. No hay equivalente en el caso de las alhajas, los depósitos bancarios y la tierra.

CONSECUENCIAS PARA LA INVESTIGACION

Todo lo expuesto acarrea consecuencias para la investigación. Hacen falta más estudios empíricos de las posibilidades y uso de los árboles como caja de ahorros y como amortiguador de desgracias para los más pobres.

Entre los temas más importantes se cuentan:

· seguridad de los derechos de propiedad y libertad para vender, incluyendo relaciones con las administraciones forestales;

· comercialización, incluida la comercialización cooperativa (como las cooperativas de plantadores de Gujarat), pequeñas plantaciones para las fábricas de pasta de papel, disposiciones para transporte y precios en diferentes condiciones;

· Análisis comparativo de los costos y beneficios de los diferentes tipos de patrimonio para la gente pobre, en diferentes condiciones, incluyendo árboles de distintos tipos;

· más estudios análogos al de Shah (1988) que examina el comportamiento de los pequeños campesinos cuando tienen libertad para cortar y vender;

· estudios de los programas o condiciones en que los campesinos sin tierra tienen a adquieren derecho a vender los árboles sin comprar necesariamente la tierra en que crecen dichos árboles.

TRASCENDENCIA PARA LA REGLAMENTACION

Las repercusiones que todo lo expuesto pueda tener sobre las normas evolucionan con la tendencia a conceder mayor importancia a la habilitación de los pobres para adquirir y acumular un patrimonio al que puedan recurrir para hacer frente a imprevistos. Casi todos los campesinos que según su ingreso y su consumo (alimentos, artículos de primera necesidad y dinero en efectivo) quedan bajo el nivel de pobreza, tienen una estrategia para subsistir que incluye recursos muy variados según la estación del año y el lugar en que viven. Los expertos en general se esfuerzan por asegurarles un empleo o alguna propiedad que les sirva para hacer frente a todas o casi todas sus necesidades. O bien procuran fortalecer su estrategia añadiendo algo a sus bienes, a su seguridad y a sus recursos varios. Por ejemplo, una familia que se encuentre por debajo del nivel nacional de pobreza podrá subir y colocarse por encima del mismo, mejorando no ya todo, sino sólo un elemento importante de sus medios de vida. Si se trata de una propiedad que se valoriza para hacer frente a los imprevistos, los beneficios pueden ser grandes: menos angustia, más seguridad y más capacidad para pensar y planear el futuro; menos necesidad de contar con la buena voluntad de los poderosos y, por consiguiente, relajación de las relaciones de dependencia que explotan al pobre; menor peligro de quedar sumido para siempre en la pobreza, por ejemplo, por tener que vender la tierra o por endeudarse; y los beneficios directos de poder enfrentarse en mejores condiciones con la enfermedad, los accidentes, costos de la enseñanza, etc.

Por consiguiente, el árbol como patrimonio del pobre promete beneficios por lo que hace a salud, educación y relaciones sociales, además de los más obvios beneficios económicos.

Muchas de las repercusiones sobre normas y reglamentos dependen del lugar y de las personas. Hay cuatro que son de aplicación general.

Comercialización y precios

Las facilidades para la comercialización y buenos precios son esenciales para los cultivadores en general, pero para los de árboles todo se complica con un período de gestación de varios años. Cuando el comprador es una fábrica de pasta para papel u otra gran empresa, conviene organizar cooperativas para la venta de los árboles o hacer arreglos especiales para juntar diversos pequeños lotes para la venta al por mayor. Convendría investigar programas semejantes a los del Africa oriental para el té. Cuando se trata de lanzar al mercado un nuevo producto forestal es preciso juntar un número suficiente de árboles y niveles de producción para que la empresa resulte viable. En Sri Lanka, en algunos asentamientos nuevos se ha logrado esa agrupación para la venta de mango mejorado subsidiando la plantación por grupos de familias (Moore, comunicación personal).

También es esencial la información sobre el mercado. Cuando se descubrió que, en no pocos casos, casi la mitad del precio al por menor de los primeros árboles que vendió el Programa Forestal de Bengala Occidental había quedado en manos de los intermediarios (Shah, 1988), el Departamento Forestal intensificó la divulgación de información sobre precios para conocimiento de los vendedores que así quedaban en mejor situación al negociar el precio de la venta.

Reforma agraria

La reforma agraria ha tropezado con muchos problemas, algunos de los cuales pueden ser resueltos, al menos en parte, con árboles, sobre todo ahora que su valor ha subido. Por ejemplo, las pequeñísimas parcelas cedidas a las familias sin tierra en la reforma agraria de Kerala resultaron muy útiles por la oportunidad que dieron de cultivar unos cuantos árboles. Análogamente, la tierra de mala calidad puesta en venta por el Gobierno de la India, vale más ahora que hace 10 ó 20 años gracias a los árboles. Un ejemplo es el del Programa Forestal de Bengala Occidental, en el distrito de Midnapur, Arabari Range, en que se plantaron eucaliptos en 43 hectáreas de tierra laterítica perteneciente a 144 familias pobres. La mayor parte de esa tierra había sido distribuida en la reforma agraria, pero tenía pocas posibilidades para la agricultura. Shah (1988) averiguó en su estudio de 59 de esas familias que gastaban la cantidad global recibida por la venta de los árboles como sigue: 38 por ciento en la compra de tierra de regadío, 21 por ciento en otras compras productivas, 14 por ciento en vivienda y 22 por ciento en bodas. Es decir que casi todo el dinero procedente de la venta de árboles era aprovechado por esa gente para mejorar a la larga la situación económica y social. Esto demuestra que incluso una reforma agraria de limitado alcance, que distribuye pequeñas parcelas de tierra de mala calidad a familias sin tierra, merece la pena porque plantadas con árboles permiten ahorrar cantidades que pueden significar una mejora permanente del nivel de vida.

Reforma del árbol

Separando la tenencia del árbol de la tenencia de la tierra (Fortmann y Riddell, 1985; Fortmann y Bruce, 1988) se abren nuevas perspectivas para que los campesinos sin tierra posean árboles existentes en tierras comunitarias o bosques públicos. Se podría llegar a ello distribuyendo árboles ya existentes o haciendo nuevas plantaciones. Por ejemplo, una reforma que reparta árboles y el derecho a plantar árboles en las márgenes de los bosques mejoraría sustancialmente la suerte de los campesinos sin tierra que vivan en las inmediaciones.

Títulos de propiedad, derecho a cortar e información

La propiedad, el derecho a disponer de los árboles y la información son esenciales para los pobres. Para que los árboles sirvan verdaderamente como ahorro, todos los títulos de propiedad y el derecho a su explotación deben estar bien definidos y ser bien conocidos. Si dichos derechos son dudosos o si no se pueden hacer valer en el momento mismo en que se presenta la necesidad, se pierde gran parte de la utilidad que los árboles tienen para el pobre. Restringir la corta y venta de árboles es comparable a la prohibición de retirar dinero depositado en un banco a menos que se soborne a algún empleado del banco.

Las repercusiones que esto tiene sobre todo el sistema forestal son enormes, porque los ingenieros, los administradores y otros profesionales están firmemente convencidos de que no se puede, ni se debe, conceder a la gente pobre el derecho a hacer lo que quiera con los árboles. Piensan sinceramente que los campesinos están tan apurados por subsistir que si tuvieran derecho a cuidar los árboles como inversión a largo plazo y la posibilidad de cortarlos, los cortarían enseguida. Por consiguiente -dicen- en interés del medio ambiente es indispensable prohibir la corta y aprovechamiento de los árboles sin previo permiso.

Este punto de vista es erróneo. Por supuesto que las condiciones son muy variadas y no conviene generalizar, pero probablemente es cierto que casi siempre las restricciones de los derechos de propiedad y corta crean precisamente las condiciones que se proponen evitar. Son los pobres que no conocen bien sus derechos los que cortan enseguida sus árboles o los descuidan para siempre.

Las restricciones y disposiciones legales desalientan la plantación y protección de árboles. Un temor muy generalizado es que plantando árboles se llegará a perder la tierra. Por ejemplo, en una zona de Kenya que ha sido reasentada, los nuevos colonos temen que si plantan árboles, el programa oficial de fomento de la leña reclamará en el futuro su tierra (Chavangi, Engelhard y Jones, 1985).

Por otra parte, cuando los derechos están bien definidos y son de todos bien conocidos, los pobres plantan, protegen y conservan los árboles en mucha mayor medida de lo que suelen esperar burócratas y forestales. Un ejemplo sobresaliente es el proyecto agroforestal iniciado en Haití en 1982. Al contrario que en casos anteriores en que siempre se había restringido el derecho a cortar, este proyecto considera que los árboles son un cultivo comercial de los propios campesinos y, desde el principio, se les dijo claramente que «ustedes serán los propietarios de todos los árboles que planten» y que «por lo que a nosotros hace, pueden ustedes cortar los árboles cuando quieran». (Murray, 1984). El proyecto ha tenido un éxito notable superando varias veces los objetivos. Un sociólogo que participó en el proyecto ha resumido la experiencia como sigue:

«Al principio, los campesinos plantan porque los árboles significan dinero, pero muchos acaban reteniéndolos como seguro contra imprevistos. En efecto, se plantaron arbolitos a ritmo mucho más rápido de lo que hubiéramos creído posible en virtud del incentivo que significaba su capacidad generadora de dinero, mientras que su recolección se hace más lentamente porque los propietarios los consideran como protección contra toda clase de peligros (Murray, comunicación personal, 1986).»

Los árboles tienen la gran ventaja de que no sólo se puede diferir la «recolección» de la madera sino que, además, ese aplazamiento equivale a una reinversión que conduce a mayores utilidades. Cuando los árboles se están valorizando, conviene retenerlos a toda costa. Algunos ejemplos ilustran la tenacidad con que los campesinos retienen sus árboles. Una familia del distrito de Purulia, Bengala occidental (entrevistado en mayo de 1988) relata cómo se las arreglaron cuando en 1977-78 fallaron las lluvias monzónicas; empezaron pidiendo prestados comestibles y después vendieron, en este orden, alhajas, bueyes, cabras, gallinas y patos y por último, árboles: un tamarindo y dos margosas. La costumbre existente en el nordeste de Tailandia de conservar los árboles de gran tamaño existentes en tierra propia para cuando los niños sean mayores, aunque estorben por estar en medio de un arrozal (Grandstaff et al., 1985) refleja cómo se piensa en el futuro lejano.

Los plantines tienen un costo insignificante en comparación con otras inversiones

En resumidas cuentas, los campesinos quieren claridad en la definición de sus derechos. El resultado de una encuesta llevada a cabo por el Proyecto de Silvicultura Social de Madhya Pradesh (MPSFP), en la India (Madhya, 1984), es típico. Se celebraron reuniones con los campesinos para preguntarles cómo preferían que se repartiera la madera producida. Había cuatro posibilidades. Los participantes no quisieron ni pensar en las tres primeras que implicaban la corta colectiva y la distribución subsidiado de la leña. Casi todos se mostraron partidarios de dividir en partes iguales los árboles de la plantación permitiéndose a cada familia recoger la madera de los que se les asignaran.

La gente pobre - al igual que la gente que no lo es - está muy conciente de los derechos y los títulos de propiedad. Para que consideren a los árboles un buen fondo de ahorro y salvaguardia contra la desgracia, tienen que ser propios y hay que tener derecho a cortarlos, usarlos y venderlos cuando se quiera, a precios equitativos.

Jurídicamente, los campesinos necesitan tener pleno derecho a sus árboles. Además necesitan saber claramente cuáles son sus derechos y estar seguros de que se respetarán. Por desgracia, reina gran confusión e ignorancia acerca de la situación jurídica, no sólo entre los cultivadores, efectivos a en potencia, de árboles, sino también en los medios oficiales. Por ejemplo, en un distrito de la India, los funcionarios regionales no sabían qué árboles tenían limitaciones y cuáles no las tenían. Los resultados de un estudio realizado en Etiopía, en South Wollo (Bendz y Molin, 1988) son probablemente típicos de lo que ocurre un poco en todas partes: funcionarios diferentes respondieron en distinta manera a una consulta acerca de los derechos de propiedad y acerca de los permisos necesarios para cortar y vender árboles.

Por último, la actitud oficial. En la argumentación que ha desarrollado este artículo está implícito que el mayor obstáculo para la plantación de árboles son los funcionarios y otras personas ajenas al lugar, las legislaciones y reglamentaciones y su aplicación. Los funcionarios con frecuencia se resisten a renunciar a parte de su poder y a confiar en los pobres. A veces incluso pretenden la existencia de reglamentos, aunque en realidad no existan, que les permiten abusar de sus facultades y la exacción de rentas ilegales. Al igual que ocurre en otros aspectos del desarrollo rural, no sólo es imperativo cambiar legislación, sino sobre todo hacer valer derechos.

Dos arboles de Teca que son como una «caja de ahorros» para una familia probé

Esto exige una mezcla de organización, presión desde abajo, apoyo de organizaciones activistas y una administración ilustrada. Como es frecuente en el desarrollo rural, la clave del progreso está en la visión y empeño de los funcionarios.

CONCLUSION

Arboles cultivados y poseídos por los campesinos pobres no son una panacea, pero todo parece indicar que tienen y cada día tienen más, posibilidades de las que se creía como cojín contra privaciones. Desde el punto de vista de los propios campesinos, equivalen a una cuenta de ahorros con un depósito inicial reducido y una elevada tasa de valorización. Donde los títulos y derechos a cortar y vender están bien definidos, los campesinos pobres plantan más y cortan menos de lo que se pensaba. La cuestión es saber si las lecciones de Kenya, Haití, Bengala y otras partes han sido aprendidas y si se dejará que, en nombre de la conservación, prevalezcan los acostumbrados reflejos burocráticos con la imposición de reglamentos a n más draconianos que, en realidad, desalentarían la plantación y la protección y retención de árboles por parte de los campesinos. Si se liberalizaran los reglamentos y se dieran títulos seguros de propiedad a los campesinos pobres, de un plumazo se cambiarían las condiciones y se crearían incentivos para plantar y proteger árboles para beneficio simultáneo de los propios campesinos, de la economía nacional y del medio ambiente.

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