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Papel del medio silvestre en la agricultura tradicional del Sudán meridional

R.W. Sharland

Roger W. Sharland se doctoró recientemente en el Departamento de Extensión Agrícola y Desarrollo Rural de la Universidad de Reading, Reino Unido. Después de haber trabajado más de diez años en el Sudán meridional, actualmente reside en Kenya.

Los moru viven en el distrito de Mundri, provincia de Equatoria occidental, en la parte meridional del Sudán. Es terreno más bien llano, monte bajo con algún arbolado. Las lluvias, de duración media, caen en su mayoría en los cinco o seis meses más húmedos. Las isoyetas de 1 200 y de 1 300 mm pasan por este país de los moru, pero lo más característico de la lluvia y lo que más repercute en la agricultura es su irregularidad.

El país se encuentra ahora desgarrado por una guerra civil, pero como este estudio se refiere a condiciones de paz, la situación económica que se describe a continuación es la correspondiente a este estado. El pueblo de los morar se compone de campesinos que subsisten a base de lo que ellos mismos producen y recogen. El cultivo básico es el sorgo que se siembra a voleo, mezclando la simiente con semilla de ajonjolí, caupí y diversas variedades de mijo. Esta mezcla no es caprichosa, sino que varía de acuerdo con el tipo de campo (Sharland, 1989). Cada uno tiene exigencias ecológicas bien definidas y el momento de realizar cada labor y la mezcla de semillas usadas son clave para la ordenación del sistema agrícola (Schlippe, 1956). Hay tres tipos principales y varios tipos secundarios de campo apropiado para sorgo; además, hay otros aptos para cultivos modernos, originarios del Nuevo Mundo, que ya juegan un papel importante en la alimentación. El peligro de que se pierdan las cosechas se atenúa diversificando los cultivos y variedades.

Dado que la densidad de población es baja, la superficie cultivada es pequeña en comparación con la del matorral circundante. El huerto que rodea cada poblado, llamado turu' du dri o inju dri, se cultiva durante muchos años y en él se siembra todo lo que exige la fertilidad adicional que aportan los residuos domésticos. Los sembrados principales, de sorgo y ajonjolí, suelen estar a cierta distancia, en campos desmontados en los últimos dos o tres años. Esos campos los trabajan diferentes miembros de la gran familia, cada uno de los cuales tiene asignado un segmento alrededor de un punto central - katiri - (Catford, 1951). Es importante recordar que el producto de la tierra y lo que se recoge en el matorral, en estado silvestre, deben complementarse. En aquella se producen los carbohidratos y las grasas, mientras que el monte aporta verduras, tubérculos, frutos, aceites, sal potásica, hongos e insectos, especialmente termes. Desde el punto de vista económico y social tienen importancia la caza, la pesca y la busca de miel. En el matorral se encuentran también materiales de construcción, combustible y fibras.

Los morar habitan un terreno llano, ligeramente arbolado

La tierra es de propiedad comunal: cada familia consigue derecho a su parcela ocupándola, previo permiso del jefe o subjefe. Excepto alrededor de la población de Mundri y de otros poblados menores, la tierra abunda, y no hay conflictos de propiedad. Las viviendas suelen estar agrupadas por grandes familias, siempre rodeadas por su huerto. Un conjunto de familias constituye un clan, que tiene sus jefes y subjefes, pero pocas veces se concentran todos en una aldea o poblado.

Importancia de conocer los arboles

Como sistema para cultivar la tierra, conservando la fertilidad, los morar han practicado tradicionalmente una agricultura migratoria que deja las parcelas en barbecho relativamente prolongado para que se regenere la vegetación silvestre y restituya productividad a la tierra. El barbecho suele ser de 5 a 15 años, según las condiciones aunque, como veremos más abajo, el período transcurrido no es el criterio principal para decidir cuándo cultivar de nuevo una parcela.

Los campesinos morar necesitan comprender bien las características de los árboles que hay en su zona, en primer lugar, para aprovechar lo mejor posible su capacidad de regeneración y, en segundo y más importante lugar, con el fin de ahorrar trabajo en el desbroce. Es esencial que sepan apreciar la función de los árboles en la parcela cultivada y cómo podrán asegurar el rendimiento sostenido en el futuro, cuando el aumento de población impida dejar algún espacio en barbecho.

En años recientes se ha prestado creciente atención a la formulación de verdaderas técnicas agrosilvícolas que resuelvan el problema de sostener el rendimiento de los cultivos en Africa. El estudio de los sistemas tradicionales de barbecho en el monte bajo revela que no pocos de los conceptos correspondientes forman parte integrante de muchas prácticas tradicionales (Rocheleau et al, 1989), entre las que se cuentan las de los campesinos moru.

Tratamiento de los árboles al desbrozar

Al desmontar el matorral para cultivarlo (tanto si es tierra virgen como regenerada), los campesinos morar tratan a los árboles de una de las tres formas siguientes, según su tamaño y condiciones:

· dejan intactos algunos árboles grandes;

· la mayor parte de los árboles y arbustos se cortan a una altura de 60 a 90 cm. Raramente se arrancan los tocones. Esto es muy importante para la regeneración, porque la mayor parte de las especies echa renuevos. Es importante también para el cultivo porque no resulta práctico el empleo del arado pero permite hacerlo con azada de mano;

· algunos de los arboles más grandes y vigorosos se matan, por lo general, quemándolos.

Arboles que producen frota comestible:

Amvorobem amvorowe, zambirika

Kyeleku

Annona senegalensis

Sterculia setigera

Dolome

Kyiyi

Diospyros mespiliformis, D. abyssinica

?

Fola

Ladra

Antidesma venosum

Lagba

Gorokomba

Balanites aegyptiaca

Bridelia sp. (nr. P. scleroneura)

Lengo

Goromono

?

Vangueria apiculata

Lira

Itu

Securinega virosa

Borassus aethiopium

Liwa, lindri

Kawa

Phyllanthus muelleranus

Butyrospermum niloticum

Logo

Kidru

Nauclea latifolia

Lannea sp.

Mbelegu

Ki'du

Rhopalapilia umbellulata

Ficus salicifolia

Motro

Ki'du tore

Parkia africana

Ficus sp.

Njuku'de

Kinju

Ximenia americana

Grewia mollis

Nyo ga

Kiroro

?

Gardenia sp.

Ngo'ba

Kokokolo, akangia (ma)

Carissa edulis

?

Ngutru

Kyedo

? (Pterocarpus)

Vitex madiensis, V. doniana

Titi

Kyele

Tamarindus indica

Sclerocarya caffra


Arboles que se dejan intactos

Se dejan intactos los árboles maduros que no estorban con su sombra el desarrollo de las cosechas. Son, como se dice en moru, ice se fu inya ku («árboles que no matan al sorgo»).

Se dejan esos árboles por varias razones prácticas. Una, que no merecen el trabajo de exterminarlos, sobre todo si su copa es alta. Este es el caso de especies como gwari (Khaya spp.), a'ba (Isoberlinia doka) y kasa (Daniellia oliveri).

También se conserva el árbol si el fruto es alimento digno para los adultos como son kawa (Butyrospermum niloticum), kyedo (Vitex madiensis), itu (Borassus aethiopium) y titi (Tamarindus indica). El resultado es que en las áreas cultivadas tiende a aumentar el número de árboles frutales y, sobre todo, de algunas palmeras (Johnson, 1985). Conviene saber que muchas frutas son comestibles (véase recuadro), pero no todas tienen la misma categoría. Sólo los niños comen las de algunos árboles - o todo el mundo en caso de hambruna - por lo cual los adultos no los dejan crecer en las áreas cultivadas pero sí cerca de las casas, en el huerto doméstico.

La sombra de los árboles es importante para el descanso (y para cocinar) los días que se trabaja en el campo. Contrarresta este beneficio el hecho de que en los árboles se posan pájaros, universalmente considerados una verdadera plaga.

Se dejan algunos árboles por motivos rituales. Por ejemplo, hay arboledas que tienen importancia espiritual por su situación, o especies que tienen alguna cualidad particular como, por ejemplo, la de atraer la lluvia: kyeleku (Sterculia setigera). También se dejan sin cortar kiroro (Gardenia sp.), payi (Dalbergia melanoxylon), ladra, lokpo (Terminalia bronii), kyeleku (Sterculia setigera), monja (Piliostigma thonningii) y lodo (Kigelia africana).

Arboles que se cortan pero no se exterminan

La mayor parte de los árboles se cortan en el momento del desbroce, dejando un tocón de 30 a 60 cm de altura. Los morar desmontan un pastizal apenas arbolado - lo que llaman tierra lowo - inmediatamente antes de remover el suelo y repartir la semilla. Por este motivo, en esos momentos se necesita mucha mano de obra y no parece que merezca la pena emplear gente en quitar tocones y raíces. Es posible que también pese algo la idea de que, posteriormente, de los tocones y raíces brotan renuevos útiles para regenerar la tierra.

En el segundo y tercer año de cultivo es fácil eliminar los renuevos que todavía estorban. Se eliminan junto con otras malas hierbas (kangwa en moru). En cambio, cuando la tierra ya está en barbecho después del tercer año, se dejan crecer los renuevos y así los tocones enseguida son de nuevo árboles que valorizan el barbecho. Los morar reconocen que el matorral espeso - kwokye - se regenera rápidamente y que no es necesario dejarlo descansar durante tanto tiempo como otras tierras menos pobladas.

Mujer cuidando árboles cerca de su casa

Arboles que se exterminan

La sombra de los árboles grandes impide muchas voces el crecimiento del sorgo. Al igual que otros que se regeneran demasiado vigorosamente, hay que exterminarlos. Se recorta un anillo de corteza para colocar en él veneno; pero lo más frecuente es que se haga recurso al fuego. La madera restante del desbroce se pone a secar al pie de los tocones. Eventualmente se prende fuego a los montones así formados, que arden a muy alta temperatura y así acaban por consumirse los tocones. Estos, como todos los árboles del monte, tienen mucha tolerancia al fuego, desarrollada resistiendo las quemas anuales del matorral.

El árbol que más perjudica las cosechas (aunque, como se verá más abajo, contribuye a mejorar la tierra) es el karanyi (Anogeissus leiocarpus) porque tiene raíces muy largas y se extiende enseguida formando un verdadero bosque espeso. También el kirilo (Harrisonia abyssinica) es mala porque se multiplica mucho en poco terreno, dejando a la sombra el sorgo. Sus raíces brotan también muy lejos del tronco y siempre suelen ser exterminadas. Otras especies a las que se les pone fuego son kurugu, kidru (Lannea sp.), miri (Afzelia africana) y karajeje.

Los troncos de los árboles grandes, una vez muertos, no estorban el cultivo de modo que se dejan en pie. Cuando finalmente caen, los queman para quitarlos de en medio. Se reconoce que la ceniza es buena para la tierra y los morar la estiman particularmente para fertilizar una cierta variedad de mijo (kyifo).

Leña

El desbroce de un campo genera mucha leña. En realidad, la leña nunca escasea y no hay que dedicar mucho tiempo a escogerla. Nunca se mata un árbol para usar su madera como leña. Cuando se habla de hacerlo, es más bien por alguna otra razón, ya que la costumbre es recoger la leña inmediatamente antes de usarla; nunca se guarda para más adelante. Las termes destruyen enseguida la madera que queda en contacto con el suelo y por eso se suele recoger la leña rompiendo ramas del árbol en pie.

A toda la madera seca se le da el nombre de tiza, es decir leña. No obstante, los morar consideran particularmente conveniente como leña algunas especies como monja (Piliostigma thonningii), kinju (Grewia mollis), la'da (Combretum sp.) y karanyi (Anogeissus leiocarpus). Las razones para considerarlas tan convenientes son que, una vez prendido el fuego, se conservan las brasas durante mucho tiempo sin consumirse por completo. Esto tiene importancia porque es frecuente que las mujeres dejen comida cocinándose en el fuego mientras salen a trabajar al huerto o al campo. La mejor madera desde este punto de vista es manja (Piliostigma thonningii) porque un fuego hecho a base de la misma se arropa por la noche y es fácil reavivarlo por la mañana. La otra característica de estas especies deseables como leña es generar poco humo; karanyi (Anogeissus leiocarpus) no produce humo en absoluto, se dice.

Otro grupo de árboles cuya madera se usa también como leña, pero que no es tan deseable como la de las anteriores, incluye a'ba (Isoberlinia doka) que es buena, pero hace mucho humo; ngelebe (Combretum sp.), que tarda en consumirse pero da mucho humo; kawa (Butyrospermum niloticum) buena como leña, pero poco usada porque se protege al árbol por su aceite; gwari (Khaya spp.); yowari, que arde bien pero dura poco; lagba (Balanites aegyptiaca), buena como leña pero difícil de manejar, porque es espinosa; lokpo (Terminalia bronii), buena como leña pero indeseable porque la corteza se chamusca en los incendios del monte y ensucia a quienes la recogen.

Es normal tener fuego encendido en el interior de las casas, por lo cual producir humo que irrita los ojos, es una desventaja. Cierto que también tiene ventajas, como repeler los insectos y secar el grano. En estos casos se recurre a las especies menos utilizadas cuando se trata de evitar humo. Una especie particularmente interesante es el ngungu (Pterocarpus sp.) que al arder produce un humo de olor agradable que ahuyenta a los mosquitos.

Algunas especies son decididamente indeseables como leña y sólo se aprovechan cuando no se dispone de ninguna otra. Entre ellas se cuentan: katraka (Hymenocardia acida), angyiriya (Crossopteryx febrifuga) y karikye.

Se evita el uso de algunas especies por causa de prejuicios ingenuos como por ejemplo, el kiroro (Gardenia sp.) que, se dice, atrae a los leopardos y que - otro prejuicio - da lugar a que los niños nazcan con la cabeza demasiado grande. Se dice también que basta cortar kurukuru (no se conoce el nombre botánico) para que se enfermen las aves de corral.

Con el crecimiento de la población, empiezan a escasear algunas de las especies más deseables como leña en torno a la población de Mundri y, en menor medida, alrededor de otros centros rurales. A pesar de que se sigue apreciando la utilidad de los árboles que mejor leña producen, cabe la posibilidad de estimular la plantación u ordenación de árboles para leña, especialmente si pueden ser usados también con otra finalidad. No parece que haya ninguna costumbre que prohiba hacer plantaciones, ni cortar para leña los árboles así plantados. No obstante, es significativo que, por ahora, toda leña usada es de madera muerta; la plantación de árboles para cortarlos y conservar la leña parece justificar la corta de árboles naturales para fines domésticos.

Aunque menos que leña, los morar usan también carbón vegetal. Para su fabricación hay que cortar deliberadamente madera verde, a la que se prende fuego cubriéndola después con tierra para impedir la entrada de aire. El mejor carbón vegetal es el que se hace con karanyi (Anogeissus leiocarpus) y lagba (Balanites aegyptiaca). También se hace un buen carbón con monja (Piliostigma thonningii) y kinju (Grewia mollis). Es frecuente usar también gwari (Khaya spp.), kawa (Butyrospermum niloticum) y kidru (Lannea sp.). Los herreros, los cuales necesitan un carbón que arda a una temperatura muy elevada, prefieren weri (Prosopis africana) que no sirve para fines domésticos porque no arde bien a menos que se sople con un fuelle.

Concepto de los árboles y de la fertilidad

El saber tradicional de los morar acerca de la regeneración es acertado, aunque lo expresen de manera distinta que un botánico occidental. Por ejemplo, el campesino morar dice que, gracias a las hojas que caen de los árboles, crece bien el sorgo; expresa, pues, los efectos de la fertilidad, más bien que la química o estructura que la originan.

La medida en que los árboles se han regenerado y cuáles son las gramíneas y otras hierbas que predominan gracias a la fertilidad del suelo se toman como indicadores de cuándo una parcela está lista para desmontarla y cultivarla de nuevo. Los investigadores occidentales que preguntan cuánto tiempo ha durado el barbecho, no se dan cuenta de que los moru, en general, no tienen conciencia de su duración; lo que sí saben es cuando llega el momento de cultivar la tierra de nuevo.

Los árboles como indicadores de fertilidad

Los morar no evalúan la fertilidad del suelo examinándolo, sino más bien estudiando lo que crece en él. La composición de la mezcla de especies y el tamaño y salud de las diferentes plantas indican la fertilidad de ese suelo. Hay especies de árboles que, en su concepto, muestran con particular precisión que el suelo es fértil y bueno para cualquier cultivo o para determinadas cosechas. Las especies muy vigorosas, como karanyi (Anogeissus leiocarpus) indican que el suelo es bueno. Es muy vigoroso y pronto se extiende y llega a constituir un bosque espeso que los morar llaman kwokye. Cuesta mucho trabajo desbrozar un terreno poblado de karanyi, pero se considera que el trabajo extra que requiere será recompensado por mayores rendimientos.

Otra especie que mejora el suelo pero que da sombra a los cultivos, por lo cual hay que eliminarla, es el árbol espinoso kurugu. Tanto el karanyi como el kurugu dejan en el suelo mucha y muy buena materia orgánica. También indica buen suelo la gramínea dodo que muchas voces crece debajo del karanyi y del kurugu. Es digno de mención el hecho de que esos árboles son tan vigorosos que no servirían para plantaciones con cultivos intercalados u otros métodos semejantes de agrosilvicultura.

Una especie que proporciona buena materia orgánica es Lantana camara, especie aclimatada que los morar suelen llamar tiltyan o dasira. Se está extendiendo mucho alrededor de la ciudad de Mundri y, por ser espinosa, resulta molesta en el campo. En cambio es útil como material de construcción porque sirve muy bien para reforzar el barro de las paredes.

Hay especies arbóreas reconocidas como indicadoras de buena tierra, pero por no ser tan vigorosas como las anteriores, basta cortarlas y dejar que se renueven posteriormente. La mayor parte de ellas crecen bien aunque la tierra sea mala y la regeneran en poco tiempo cuando se dejan en un barbecho. Efectivamente, muchas de esas especies son leguminosas. La tierra en que hay mucho ori (Acacia seyal) suele ser buena, sobre todo para el mijo (kyifo). Otro tanto se puede decir de fu'du (Dichrostachys cinerea), 'bopi y katraka (Hymenocardia acida). Sin embargo, aunque ori y fu'du son leguminosas y renuevan el suelo, por tener espinas son indeseabales dondequiera que el campo lo trabajen personas con pies descalzos que arrancan las malas hierbas con las manos desnudas. Otra leguminosa, payi (Dalbergia melanoxylon), aunque buena para la fertilidad, es de crecimiento muy lento.

Aunque también se da en tierra poco fértil, la lira (Securinega virosa) suele indicar buen suelo cuando se desarrolla con vigor, y sirve para mejorar la tierra. Donde abunda, crece particularmente bien una variedad de sorgo llamada nyara go, el primer año después del desbroce (Sharland, 1989). Otras especies indican fertilidad simplemente porque no crecen donde la tierra no es fértil.

Un lugar a la sombra es debidamente apreciado por quienes trabajan en el campo

Entre ellas se cuentan los arbustos kinju (Grewia mollis), manja (Piliostigma thonningii), rere y la gramínea kabalili (Dolichos schweinfurthii), esta última reconocida como particularmente buena indicadora de fertilidad. El estado de desarrollo de esas plantas revela la existencia de buena tierra. La simple presencia de una especie cuyo tocón no se arranca en el momento del desmonte no quiere decir que sea mejoradora del suelo, ya que en tierra mala no son capaces de competir con otras especies.

El hecho de que los morar reconozcan ciertas especies como indicadoras de buena tierra y de que las subdividan en un grupo compuesto por las que mejoran el suelo, y en otro grupo integrado por las que simplemente indican presencia de buen suelo, muestra que entienden bien la relación existente entre el árbol y el suelo. Esto facilitará lograr eventualmente cultivos cuyo rendimiento no decaiga, ya que para ello es importante no confundir las especies mejoradas con las especies simplemente indicadoras.

El cultivo del ajonjoli es importante para los morar

El caso de los enrejados para secar ajonjolí

El caso de los enrejados para secar ajonjoli ilustra bien una vez más la utilidad que reportan los árboles a las familias. Dado que el ajonjolí es muy dehiscente para evitar grandes pérdidas de grano hay que ponerlo a secar con mucho cuidado. Se coloca en encajados - doro en moru - hechos con palos largos amarrados a través de una fila de postes. La longitud del enrejado es mayor o menor según la cantidad de ajonjolí que se recoja y dado que éste es uno de los principales artículos de consumo siempre hacen falta muchos postes. El problema de buscarlos se agudiza porque precisamente en esa época toda la vegetación del monte está muy alta y resulta difícil caminar buscándolos. Cada vez se hace más difícil encontrar cerca palos largos. En vista de eso se sugirió la idea de plantar árboles alrededor del poblado. Algunos campesinos consideraron esa idea muy acertada porque dichos árboles producirían palos para secar ajonjolí.

Relación con los animales: árbol-ramoneo

Muchos morar residentes en la parte oriental de su territorio crían ovejas y cabras. Las cabras comen toda clase de vegetación, pero los muchachos que las cuidan saben qué especies prefieren cuando encuentran alimento abundante, y cuáles las que sólo mordisquean al pasar. Varias de las especies preferidas son mejoradoras del suelo. Dignas de especial mención son ori (Acacia seyal), lira (Securinega virosa) rere, payi (Dalbergia melanoxylon y fu'du (Dichrostachys cinerea). Estas especies pueden resultar útiles como forrajeras si se plantan en previsión de las épocas en que el fuego consume todo el pasto y escasean los forrajes. La materia verde que se obtiene al desyerbar podría ser conservada para forraje.

En la mayor parte del territorio de los morar no se puede criar ganado vacuno, pero hay cierta zona en que tradicionalmente se cría una raza resistente a la tripanosomiasis. Por supuesto que el ganado vacuno aprovecha menos los brotes de los árboles que el cabrío. De todos modos, le gustan decididamente los brotes de algunos árboles y arbustos. Destacan entre ellos lira (Securinega virosa), katraka (Hymenocardia acida) y mele (Lonchocarpus sp.).

Conclusión

Los morar se dan perfecta cuenta de que los árboles tienen mucho que ver con la agricultura y la cría de ganado. Conservan ciertas especies en tierra cultivada, pero cortan o matan otras, consideradas perjudiciales para las cosechas. Esa manera de tratar a los árboles demuestra claramente una diferenciación por especies.

También saben que algunas especies de árboles y arbustos mejoran el suelo y que cada especie arbórea influye positiva o negativamente sobre cada especie cultivada. Muchas, pero no todas, las especies indígenas son probablemente apropiadas para una agrosilvicultura estructurada o para un cultivo en callejones en que se alternen las hileras en descanso con las hileras cultivadas.

El carbón hecho con madera de karanyi, (Anogeissus leiocarpus) y de lagba (Balanites aegyptiaca) es el más apreciado para cocinar

Contrariamente a lo que se suele creer, los morar no consideran igualmente apropiadas como leña todas las especies de árboles. La conservación y plantación de especies preferidas con fines de sostenimiento tiene muchas posibilidades entre los morar y pudiera muy bien servir para hacer frente a una probable escasez de leña si aumenta la densidad de la población.

La necesidad de árboles para el ramoneo de las cabras se satisface con las especies que contribuyen a mejorar el suelo. Esta necesidad y las otras muchas formas que los morar tienen de aprovechar las especies arbóreas existentes en su territorio parecen indicar que la formulación de sistemas agrosilvícolas bien estructurados tiene posibilidades de éxito entre los moru.

Lo más importante quizás sea, el conocimiento que los morar tienen de cómo un elevado número de especies arbóreas influye en el desarrollo de especies cultivadas, es valiosísimo para investigadores y extensionistas interesados en la agrosilvicultura. Acerca de esas influencias, con las que tan familiarizados están los moru, faltan datos en la ciencia oficial.

Bibliografía

Catford, J.R. 1951. Katiri cultivation in the Moru district of Equatoria. Sudan Notes & Rec., vol. 32.

Johnson, D.V. 1985. Las versátiles palmeras. Ceres, julio-agosto de 1985.

Rocheleau, D. et al. 1989. Local knowledge for agroforestry and native plants. En Chambers, R., Pacey, A. y Thrupp, L.A. Farmer first. Londres, Intermediate Technology Publications.

Schlippe, P. 1956. Shifting cultivation in Africa: the Zande system of agriculture. Londres, Routledge Kegan.

Sharland, RW. 1989. Using indigenous knowledge in relation to subsistence sector extension. Reading University, AERDD. (Tesis de doctorado).


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