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Métodos de dispersión de las aguas de aluvión ensayados en la República Islámica del Irán para combatir la desertificación

A. Kowsar

Ahang Kowsar es Oficial Superior de Investigación en el Instituto de Investigación de Bosques y Pastizales de Shiraz, Irán. El articulo es una adaptación de una contribución voluntaria al Décimo Congreso Forestal Mundial.

El agua, tan preciosa en las zonas áridas y cuya escasez origina la desertificación, paradójicamente es también causa de erosión. La ordenación de las aguas es casi siempre la clave para la lucha contra la desertificación. Sin embargo, en la mayoría de los desiertos prevalecen condiciones socioeconómicas que no permiten emplear medios costosos de ingeniería hidráulica. Es indispensable buscar métodos más sencillos y económicos para regular las aguas. Este artículo describe un método que se ha ensayado en el sur del Irán, consistente en dispersar las aguas aluviales.

Más del 90 por ciento de la superficie del Irán es árida o semiárida. La precipitación media anual es de 365 mm en los 87 millones de hectáreas de montaña y de 115 mm en los 77,8 millones de hectáreas de llanura (Surface Waters Authority, 1984). Aproximadamente la mitad del agua que consume el Irán es agua corriente y el resto procede de acuíferos subterráneos, muchos semiagotados. Por lo tanto, el peligro de sequía es siempre inminente en todo el país.

Paradójicamente es frecuente que durante la temporada seca violentos chaparrones provoquen aluviones devastadores. Esas mismas aguas, dirigidas de manera apropiada, vivificarían el desierto. Es por consiguiente esencial trasformar los aluviones de una calamidad en un beneficio, y aprovechar el agua para mejorar las condiciones de vida.

Dispersión de las aguas de aluvión

La dispersión del agua de las crecientes es una manera fácil de aprovechar los materiales y los nutrientes que suele arrastrar y que normalmente se pierden. El agua puede servir para satisfacer las necesidades de las plantas cultivadas, pastos, arbustos y árboles, de manera inmediata o diferida si se conserva en estanques acuíferos; para reponer los acuíferos evitando que el agua salina se infiltre en los estratos portadores de agua dulce; para estabilizar arenas movedizas precipitando sobre ellas la materia que lleva en suspensión; para explanar superficies en pendiente o erosionadas; para reducir la erosión en cárcavas y regular la cantidad de agua que tiende a bajar inundando las llanuras; para lixiviar suelos salinos.

Además de ser económicamente factible y beneficioso para el ambiente, las obras de dispersión de las aguas de aluvión no exigen más que las labores y experiencia tradicionales al alcance de la población local, que aplicándolas llega a ser autosuficiente en materia de agua, alimento, forraje y energía. Es de esperar que la siguiente descripción de un experimento realizado en el Irán baste para generalizar el uso de este método, y, de esta manera, ayudar a resolver los conflictos entre economía y ecología.

Materiales y métodos

La zona del experimento es una extensión arenosa de 6 000 ha, en pendiente del 0,6 por ciento hacia el sudoeste, situada en la llanura de Gareh Bygone, en la cuenca del río Bisheh Zard. Su altitud está comprendida entre los 1 120 y los 1 160 m. El clima es mediterráneo, con veranos calurosos e inviernos fríos. La precipitación media anual es de 150 mm, y el 90 por ciento de la lluvia cae entre octubre y abril. Se cifra en 2 860 mm la evaporación media anual (Surface Waters Authority, 1976). Además del mencionado río hay otros dos cursos intermitentes de agua, el Tchah Qootch y el Gehr Ab que descargan en esta zona en general un par de veces en invierno y una vez en verano.

La especie predominante en la llanura es Carex stenophylla. A orillas de los ríos y arroyos, así como en las depresiones se encuentran desperdigados algunos arbustos de Ziziphus nummularia (Burm. f.) y de Pteropyrum aucheri. En los erosionados suelos arcillosos de la ribera oriental hay Atriplex leucolada, Artemisa sieberi y Astragalus glaucacanthos. En la parte aluvial propiamente dicha prevalecen Helianthemum salicifolium (L.), Stipagrostis plumosa (L.), Cynodon dactylon (L.), Alhagi camelorum y unas cuantas especies Medicago.

Entre 1983 y 1987 se proyectaron y construyeron en la zona intermedia de aluvión ocho sistemas para la dispersión de aguas, de extensión comprendida entre 25 y 365 ha, por un total de 1 365 ha. Los procedimientos utilizados son una modificación de los descritos por Quilty (1972). Estos sistemas sirven como hoyas de sedimentación y como estanques para la reposición de acuíferos y también como parcelas experimentales para investigar la manera de mejorar los pastizales, esta bilizar arenas, reforestar, colmar las exigencias de agua de diversas plantas, etc.

En febrero y marzo de 1983 se plantaron en el primero de los sistemas, plantones de nueve meses de Eucalyptus camaldulensis Dehnh., E. microtheca, Acacia cyanophylla, A. salicina y A. victoriae, crecidos en bolsas de polietileno perforadas. Se plantaron al pie de la orilla superior de los canales, a lo largo de los canales de derivación y junto al interior de los retenes terminales. La línea de plantación se abrió con un tractor equipado con reja, a una profundidad de 35 cm. Los arbolitos se plantaron en una sola fila con tres metros de separación. El agua de las crecientes de enero y marzo de 1983 eliminó la necesidad de regarlos inmediatamente después del trasplante. Se protegieron contra el ganado durante nueve meses. A pesar de no haber aplicado ningún tipo de abono o plaquicida, E. camaldulensis sobrevivió después de la primera estación vegetativa, hecho que estimuló su plantación en años sucesivos, no sólo junto a los retenes sino también en terreno intermedio a intervalos de 3 x 3 m. Hasta la fecha se han sembrado más de 60 000 plantones de esta especie.

Agua de aluvión extendida en embalses de sedimentación (1986). Obsérvense los eucaliptos de dos años

Resultados

El resultado más visible del experimento de dispersión de aguas es la transformación de un desolado arenal en un llano verdeante. La prueba de su eficacia como estabilizador de arenas movedizas es la existencia de un espacio limpio en medio de un mar de polvo y el ensanche de la parte regada en una zona donde escaseaba el agua demuestra que se ha repuesto artificialmente el agua subterránea. La reaparición de la fauna silvestre atestigua la presencia de alimento y albergue para los animales. No menos bueno como indicio del éxito es la inmigración de los campesinos que habían abandonado esta llanura de Gareh Bygone. A continuación se comentan más detalladamente estos fenómenos.

Entre enero de 1983 y febrero de 1988 hubo 21 aluviones de diferente intensidad y duración. Se calcula que los sistemas desviaron unos 38 millones de m³ de agua, de los cuales más de 25 millones de m³ fueron a reponer aguas subterráneas, mientras que el resto sirvió para humedecer la superficie aluvial o se perdió por evapotranspiración. Antes, menos del 10 por ciento de la precipitación terminaba en los acuíferos subterráneos. Si el agua se repartiera uniformemente sobre las 1 365 ha de la zona del proyecto, la mayor parte de los seres vivientes había recibido doble cantidad de agua que antes.

El resultado más tangible del experimento fue la provisión de agua a 514 ha de explotaciones agrícolas y la creación de otras 492 ha de regadío. El rendimiento medio en cebada (para piensos) de 650 ha fue de 1 400 kg/ha, más del doble que el de parcelas de comparación situadas fuera de la zona del experimento. Por coincidencia, al mismo tiempo subió el precio de la cebada, de modo que los campesinos de esta zona tuvieron grandes utilidades; un incentivo más para que otros apreciaran el método. Efectivamente, el ingreso reportado por la venta de la cebada y de más de una tonelada de paja por ha, fue 2,3 veces superior al costo de construcción del sistema de dispersión de aguas por ha. Además, puede calcularse que la capacidad del sistema para contener crecientes evitó, sólo con ocasión del «diluvio» de 1986, daños diez voces mayores que el costo de construcción.

Aguas arriba de un embalse de sedimentación (marzo de 1991).Obsérvese que esta zona es un desierto arenoso con precipitación media de 150 mm anuales

Cinco años después de su plantación sobrevivían porcentajes comprendidos entre el 37 por ciento de A. cyanophylla y el 79 por ciento de E. camaldulensis. Las heladas de enero de 1984 aniquilaron A. cyanophylla, pero las raíces rebrotaron produciendo enormes arbustos, algunos con copa de volumen superior a 100 m³.

Si bien E. microtheca, A. salicina y A. victoriae sobrevivieron y se desarrollaron satisfactoriamente, el desarrollo de E. camaldulensis fue excepcional. De los 627 plantones colocados cerca del canal número 6 del primer sistema, sólo se perdió en la sequía el 34 por ciento, en sitios que no se habían regado ni antes de la plantación, ni en los once meses subsiguientes. Los supervivientes crecieron muy poco el primer año, pero después han estado compitiendo bien con los que habían sido regados una o dos veces al plantarlos. Evidentemente, los 150 mm de precipitación del otoño de 1982 y del invierno de 1983 proporcionaron reservas suficientes para que se salvaran los plantones no regados. En el sexenio en cuestión E. camaldulensis creció entre 8 y 16 metros con los ejemplares más altos junto al canal principal y los más bajos en lugares que sólo se anegan una vez al año. El diámetro a la altura del pecho de esos árboles de seis años está comprendido entre 12 y 25 cm. Se ha calculado que el rendimiento de plantaciones de cinco años es 12,7 m³ de troncos por ha.

Cada uno de los arbustos de Atriplex lentiformis que crecen en los embalses de sedimentación rinde de dos a tres kilos de forraje seco al año

Los sedimentos, arcilla y material orgánico han conferido a la superficie una cohesión que la protege del viento. Al mejorar el contenido en nutrientes y la capacidad para retener agua, ha proliferado la vegetación tradicional y se han afianzado nuevas especies vegetales. Sin por ello menospreciar la importancia de los rompevientos de eucalipto como protección contra la erosión eólica, la fijación de las arenas movedizas entre las filas de árboles demuestra la contribución del agua dispersada por el sistema a la estabilización del suelo.

Actualmente, el clima de la zona tratada es claramente más templado que el del desierto circundante, y muchas aves y mamíferos encuentran refugio en esa zona. El regreso de la avutarda (Chlamidotis undulata) y de la gacela (Gazella subgutturosa) es prueba suficiente de la rehabilitación de aquel hábitat degradado.

Aunque es difícil evaluar con precisión el forraje que se produce en el sistema por no haberse interrumpido el pastoreo, es posible hacer un cálculo aproximado. Antes de iniciar el experimento se había estimado que la producción anual de materia seca era de entre 20 y 50 kg/ha. En 1987, las cifras correspondientes eran de 240- 1 950 kg/ha, con un promedio de 515 kg/ha. Revalida este cálculo el hecho de que en noviembre y diciembre de 1987 durante 45 días se apacentaron 1 877 ovejas y 1 760 cabras en una parcela de 500 ha.

Entre octubre y marzo las abejas acuden a A. salicina, ya que en esa época no están en flor otras plantas que suelen frecuentar. Este hecho pudiera revolucionar la apicultura en el sur del Irán.

Conclusiones

Las sequías y los aluviones son fatalidades del desierto. No obstante, es posible lograr que estos últimos, en vez de complicar la situación creada por aquellas, sirvan para atenuar sus efectos. El agua de las avenidas puede aprovecharse para reponer los acuíferos subterráneos y para producir en la superficie alimentos, forrajes y leña. Los sistemas ideados para dispersar el agua de las avenidas pueden repercutir muy favorablemente en la vida de las zonas áridas.

Bibliografía

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Mabutt J.A. 1987. Implementation of the Plan of Action to Combat Desertification. Informe parcial de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desertificación. Land Use Policy, 4(4): 371-388.

Quilty, J.A. 1972. Soil conservation structures for marginal arable areas - gap absorption and gap spreader banks. J. Soil Conservation Serv. New South Wales, 23(3): 116-130.

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Tolba, M.K. 1987. Diez años después de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desertificación. Land Use Policy, 4(4): 363370.


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