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La evaluación mundial de los recursos forestales de 1990: Panorama general

K. Janz

Ahora que la FAO ha concluido su evaluación de los recursos forestales de 1990 para los países tropicales y los países industrializados, y que muy pronto será completada la parte restante, correspondiente a los países en desarrollo no tropicales, ha llegado el momento de hacerse algunas preguntas: ¿Cuáles son los resultados obtenidos? ¿Quién beneficiará del trabajo realizado? Y por último, ¿Qué enseñanzas se han extraído, que puedan aplicarse a las evaluaciones futuras?

Klaus Janz es Oficial forestal superior (evaluación y vigilancia de los recursos) de la Dirección de Recursos Forestales, Departamento de Montes de la FAO.

Los recursos forestales de los países industrializados han aumentado en el decenio pasado, tanto en superficie como en volumen

Quizás sea útil, para comenzar, formular algunas consideraciones generales sobre el tipo de producto que se obtiene de las evaluaciones mundiales de los recursos forestales, así como sobre los beneficiarios a los que éstas se destinan. Un producto evidente de tales evaluaciones consiste en la publicación de sus resultados en forma de estadísticas y mapas. Fuera de ello, existe un efecto menos visible que atañe al proceso mismo de evaluación, y es la experiencia que se adquiere a nivel nacional en el curso de las diversas fases de la recolección y análisis de los datos. Se trata, pues, de la creación o el fortalecimiento de la capacidad de los países (especialmente aquellos en desarrollo) de reunir la información necesaria para la planificación y seguimiento de sus sectores forestales. La evaluación de 1990 ha contribuido a ello, en parte, a través de los talleres regionales en los que se experimentó y divulgó la metodología necesaria para interpretar los datos obtenidos mediante satélite, y en parte mediante el intenso diálogo que conllevó la recopilación de la información de base.

Así pues, beneficien de las evaluaciones mundiales de los recursos forestales tanto quienes utilizan sus resultados como aquellos que sacan provecho del proceso de evaluación en sí mismo. Por lo que concierne a los resultados publicados, es necesario tener en cuenta que están destinados a usos y usuarios del ámbito internacional. En una sección posterior de este artículo se identificarán tales utilizaciones y usuarios específicos; por el momento quizás sea suficiente aclarar que los resultados de las evaluaciones mundiales son de utilidad para la planificación a nivel nacional solamente en la medida en que el conocimiento de la situación forestal de otros países puede influir sobre las estrategias nacionales. Los países mismos están emprendiendo, con o sin asistencia técnica o financiera externa, la realización de inventarios destinados a la planificación forestal a nivel nacional o local.

En los países en desarrollo, la deforestación continúa e incluso se acelera local.

La evaluación relativa a los países en desarrollo principalmente ha permitido obtener información sobre la superficie que ocupaban los bosques en 1990 y sobre los cambios que se habían verificado des de 1980. Esta información está disponible por países y por zonas ecoflorísticas; los datos se presentan desglosados de manera relativamente sencilla, según el tipo y calidad de cada bosque.

En el caso de los países industrializados, la evaluación ha proporcionado información sobre el estado de los bosques y los cambios ocurridos, sin que pueda atribuirse con exactitud a un año o período determinado. Por otra parte, cubre una gama mucho más amplia de aspectos, tales como la superficie ocupada por clase de edad, la propiedad y el estado de ordenación de los bosques; las existencias en formación; el índice de crecimiento anual; y las talas anuales. Si para los países en desarrollo la evaluación se concentró principalmente en la modificación de la superficie forestal, en el caso de los países industrializados se recogieron principalmente datos relativos a la estructura y la utilización de los bosques. Todo esto se refiere a una información que habrá de emplearse a nivel internacional; sin embargo, dado que la unidad más pequeña de análisis que se ha adoptado es el país, los resultados obtenidos no son suficientemente detallados como para ser utilizados a nivel nacional, donde se necesita un mayor nivel de detalle.

De la evaluación referente a los países en desarrollo se ha obtenido también un panorama bastante completo de cuál es la información disponible a nivel nacional. Este cuadro revela que sólo unos pocos de estos países cuentan con suficiente información para una planificación eficiente de sus programas nacionales de silvicultura y aprovechamiento de la tierra.

Una dimensión importante de la evaluación de los recursos forestales consiste en el desarrollo de la capacidad nacional para la interpretación de imágenes de alta resolución obtenidas mediante satélite. A este aspecto, que ha constituido desde el principio un objetivo parcial de la evaluación, se le está acordando una importancia aún mayor en la planificación de la próxima evaluación mundial. Esto concuerda con las importantes directrices impartidas por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD) que se celebró en Río de Janeiro en 1992. El área de programas D del capítulo 11 sobre actividades forestales incluida en el Programa 21 se titula «Establecimiento o fortalecimiento de la capacidad para la planificación, la evaluación y la observación sistemática de los bosques y de los programas, perspectivas y actividades conexas...». En este área de programas, las evaluaciones y las observaciones sistemáticas se colocan claramente en el contexto de una planificación a largo plazo, de la determinación de los efectos de la creación de tal capacidad nacional, y de la corrección de eventuales deficiencias. Asimismo, se observa que esta capacidad nacional constituye uno de los aspectos de la ordenación, la conservación y el aprovechamiento de los recursos forestales que con frecuencia quedan descuidados, situación que es necesario subsanar (véase más adelante).

Los objetivos de la evaluación de 1990 para los países en desarrollo se fueron profundizando y ampliando, a partir de un comienzo modesto en 1989, a medida que se iba obteniendo apoyo adicional de los donantes. Al mismo tiempo, en el curso del proceso de evaluación evolucionó la metodología adoptada, aumentando, en particular, las posibilidades de evaluar los cambios. Gracias a ello, se ha utilizado con éxito la información de base procedente de una variedad de fuentes y obtenida en fechas diferentes para construir un cuadro global atribuible a cada año o período específico. Un resultado particularmente interesante de los nuevos enfoques adoptados consiste en la realización de una «matriz de cambios», que se ha producido con ayuda de información obtenida mediante satélite en diversos momentos y que describe, a grandes rasgos, la tendencia general de las modificaciones del tipo de cobertura de las tierras. La técnica empleada consiste en superponer imágenes de satélite de alta resolución correspondientes a dos fechas diferentes, en las que se ha llevado a cabo una clasificación de las tierras en numerosos puntos del cuadriculado de las imágenes; los cambios de categoría de las tierras aparecen en la matriz de cambios. Los datos de satélite empleados forman una muestra representativa de la zona tropical; esta información constituye un aporte realmente nuevo a la comprensión del proceso de deforestación. Además, contiene cierta cuantificación de la degradación que se ha producido, que se deduce de la frecuencia con que los bosques pasan de la alta a la baja densidad o dejan de ser bloques compactos para transformarse en zonas forestales fragmentadas.

Resultados y análisis

En el momento en que se redacta este artículo, se están comenzando apenas a analizar los resultados de la evaluación. Con todo, ya es posible formular algunas observaciones. Los recursos forestales de los países industrializados están creciendo, en medida reducida en términos de superficie, pero sustancial desde el punto de vista del volumen. Tal como señalan Korotkov y Peck en su artículo publicado en este número de Unasylva (véase la página 20), esto no significa necesariamente que también hayan mejorado otras características de los bosques. Quienes adoptan decisiones en materia de silvicultura deberán abordar el siguiente problema: ¿en qué medida debe permitirse que sigan aumentando las existencias en crecimiento, que se han ampliado considerablemente en algunas zonas; y en qué manera se puede influir sobre este proceso?

En los países tropicales el interés se ha centrado en el índice de deforestación. Para el decenio 1980-1990 este coeficiente se ha estimado en 15,4 millones de hectáreas anuales, mientras que la estimación anterior del fenómeno, correspondiente aproximadamente a 1980, era de 11,4 millones de hectáreas por año. Incluso admitiendo la posibilidad de una subestimación de la evaluación de 1980, es evidente que el proceso de deforestación se ha acelerado con respecto a esta cifra, ya de por sí alarmante. Para comprender más a fondo esta situación resulta significativo el examen de los datos correspondientes a las superficies forestales restantes, así como de los índices de deforestación de zonas ecológicas diferentes, en relación con la densidad y el crecimiento demográficos. Tal análisis revela que en la zona forestal tropical de tierras bajas los bosques todavía cubren, en promedio, el 76 por ciento del territorio (en Asia este porcentaje es inferior). En estas zonas, tanto la densidad y el crecimiento demográficos como el índice de deforestación son inferiores a los promedios respectivos de los países tropicales. Los índices más altos de deforestación corresponden a las formaciones situadas en tierras altas (800 metros o más sobre el nivel del mar); en estas áreas los bosques restantes sólo cubren el 29 por ciento de las tierras. Se trata de zonas con niveles relativamente altos de densidad y crecimiento demográficos.

La evaluación de los recursos forestales se está convirtiendo en una combinación de análisis sobre el terreno y telepercepción

La posibilidad de establecer un vínculo entre la deforestación y las zonas ecológicas y la densidad de la población merece un análisis detallado, ya que contribuye a la comprensión del proceso y de las fuerzas motrices que lo impulsan. Los resultados de tal análisis se demostrarán útiles para una correcta orientación de las políticas de desarrollo. El conocimiento de las relaciones cuantitativas entre distintas formaciones forestales por lo que concierne a la deforestación también puede, con el tiempo, llegar a influir sobre el debate público, que hasta ahora se ha centrado (con un criterio bastante parcial) fundamentalmente en los bosques tropicales.

A propósito del importante tema de la situación actual en materia de información, la evaluación ha demostrado que, si bien 86 de los 104 países tropicales disponían de datos sobre la superficie total de bosques de sus territorios, estos datos eran posteriores a 1980 solamente en 41 casos, mientras que sólo 14 países contaban con información acerca del volumen en pie a nivel nacional. Esto indica que muy pocos países en desarrollo cuentan con la información necesaria para la planificación eficiente de sus programas de silvicultura y aprovechamiento de la tierra. No cabe duda de que esta situación ha contribuido a generar, en el Comité de Montes de la FAO, la opinión de que el aumento de la capacidad nacional debe constituir un elemento importante del futuro programa de la FAO para la evaluación mundial de los recursos forestales (véase el punto ii).

Usos y usuarios

La evaluación de los recursos forestales de 1990 tiene carácter mundial y está destinada a usos y usuarios a nivel internacional. En los primeros años de existencia de la FAO, el «Inventario Forestal Mundial» constituía un tema importante del programa de la Conferencia, que es el más alto órgano de decisión de la Organización. La idea fundamental de aquellos años era la observación continua de la capacidad de producción maderera de los bosques, que se colocaba en el contexto de una demanda creciente de madera para la industria y del temor de una explotación excesiva de las zonas forestales. Se pensaba que la realización de reiterados inventarios podía constituir el instrumento apropiado para detectar los cambios, y que el conocimiento de éstos últimos se utilizaría para impartir directrices atinadas para la formulación de las políticas forestales nacionales. La experiencia ha demostrado que los inventarios reiterados no revelaban suficientemente los cambios que se iban verificando, en particular por lo que atañe a la capacidad productiva de los bosques. Si bien en ocasión de las evaluaciones mundiales de 1980 y 1990 se elaboraron métodos especiales para identificar las modificaciones de la superficie forestal, tales métodos ano no detectan los cambios que se producen en la capacidad productiva.

Recientemente, la comunidad internacional ha comenzado a preocuparse más seriamente por los fenómenos de la deforestación y la degradación de los bosques de los países en desarrollo. Esta cuestión dominó las evaluaciones de 1980 y 1990 por lo que concierne a dichos países. Al mismo tiempo, en los países industrializados iba creciendo la conciencia de dos novedades diferentes: la ampliación de la base de recursos en la mayor parte de ellos, y los efectos que podía producir la contaminación del aire en la salud de los bosques. El primer aspecto influyó sobre la evaluación correspondiente al mundo industrializado, mientras que el segundo fue objeto de esfuerzos especiales de observación efectuados a nivel internacional, ajenos a las evaluaciones mundiales de los recursos forestales [Ndr: véase, al respecto, el artículo de Kandler, p. 39].

Identificar los usuarios y la utilización de la información recopilada no es tarea fácil; sin embargo, es posible distinguir tres grandes grupos de usuarios:

Personas que se encargan de la planificación y la toma de decisiones en materia de silvicultura y sectores conexos del desarrollo. Este grupo comprende a los planificadores que desempeñan su labor a nivel nacional (por ejemplo, aquellos que necesitan información acerca de la producción y el consumo, así como del comercio y los mercados internacionales de productos madereros, para la planificación del sector forestal de sus respectivos países) y los que trabajan en organizaciones internacionales y organismos multilaterales que se ocupan de cooperación para el desarrollo. Los planificadores internacionales necesitan una información suficientemente precisa sobre los parámetros más importantes, como por ejemplo los datos a nivel subregional (el mundo tropical en su conjunto abarca 13 subregiones). Si bien la información debe presentarse por países, no se pretende que los datos sean suficientemente detallados como para que puedan utilizarse en la planificación nacional.

La comunidad científica de las universidades y los equipos nacionales e internacionales de investigación. Las necesidades de la comunidad científica en materia de información sobre los recursos forestales se relacionan principalmente con dos temas, en primer lugar, con el suministro potencial en sentido amplio, es decir en qué medida los bosques y recursos forestales están en condiciones de satisfacer de manera sostenible las necesidades de la población; y en segundo lugar con procesos dinámicos tales como la deforestación y la degradación de los bosques, así como los efectos que éstos pueden tener sobre los cambios climáticos y la biodiversidad, y las fuerzas que los impulsan. La comunidad científica también actúa como intermediaria entre quienes producen la información de base y otros usuarios que necesitan una información ya «digerida», participando, además, en el desarrollo de los métodos de evaluación.

El público en general. A este respecto, existe la necesidad de sensibilizar a la población y proporcionarle una información lo más objetiva posible acerca del estado de los bosques y los recursos forestales y de los cambios que éstos van sufriendo. Esto puede hacerse a través de los medios de comunicación y de todas las formas de enseñanza, especialmente la enseñanza sobre el medio ambiente impartida en las escuelas primarias y secundarias. La opinión publica, se base o no en una información correcta, tiene gran importancia pues influye sobre los políticos. Una organización como la FAO puede reunir información y divulgarla entre un público bastante limitado, pero no tiene ningún control sobre el flujo informativo destinado a la opinión pública en general. Dicho flujo se canaliza a través de una red compleja y sumamente variable de intermediarios que siguen sus propias reglas y que pueden obedecer a intereses creados, y no necesariamente se dará siempre la prioridad a una interpretación correcta e imparcial de la información de base. De todos modos, podemos observar que en algunos casos la información que recibe el público en general es distorsionada. Por lo tanto, es necesario analizar de qué manera las actividades de información de la FAO podrían llegar con mayor eficacia a ese grupo de intermediarios.

Lecciones aprendidas y planes para el futuro

El fortalecimiento de la capacidad nacional de evaluación de los recursos forestales, particularmente en el sector del análisis por telepercepción, debe constituir una prioridad para la asistencia al desarrollo

La evaluación de los recursos forestales de 1990 ofrece una descripción bastante buena (en todo caso, la mejor que se haya realizado hasta el momento) de la actual superficie de bosques y de los cambios experimentados en ella entre 1980 y 1990. Sin embargo, dicha información no es suficiente para responder a los interrogantes que se plantean en el ámbito internacional acerca de la eficacia con que los bosques desempeñan sus diversas funciones y, en particular, de cómo y por qué se está modificando su capacidad de hacerlo. La calidad de los recursos forestales es función de un conjunto complejo de factores, y sus modificaciones no pueden describirse mediante un solo indicador (como podría ser la deforestación) sino únicamente analizando uno por uno dichos factores. Por ejemplo, una porción de territorio podría seguir clasificándose como bosque incluso después de haber sufrido una grave degradación (como la pérdida de la mayor parte de su biomasa). La complejidad se hace mayor por el hecho de que el efecto de un determinado cambio podría ser positivo para una función y negativo para otra. Un ejemplo de ello es la plantación de especies de crecimiento rápido en régimen de monocultivo, práctica que permite obtener madera industrial de alto valor y, en un sistema rotatorio, almacenar en promedio una gran cantidad de carbón. Sin embargo, según el tipo de vegetación preexistente y la extensión de la superficie plantada, es posible que la aplicación de este sistema también comporte una pérdida de biodiversidad.

La cooperación de los usuarios y del mundo científico es necesaria para ayudar a identificar los factores pertinentes y prestar asesoramiento acerca de los métodos adecuados para describir tales factores en el contexto de una evaluación mundial de los recursos forestales. Esta labor ya ha comenzado por lo que concierne a los componentes relacionados con la biomasa, la biodiversidad y los suelos. Gracias a la generosa colaboración de muchos científicos, el informe de la evaluación de 1990 contiene secciones que demuestran lo que puede lograrse con los instrumentos y medios de que se dispone en la actualidad. Se están realizando intentos de incorporar una evaluación más específica y directa de la información relacionada con estos temas.

Las características del programa de la FAO para la evaluación mundial de los recursos forestales se definen, y seguirán definiéndose, en función de los aportes de numerosas fuentes, en particular de las recomendaciones formuladas por los órganos rectores de la Organización, el espíritu y el texto del Programa 21, las enseñanzas extraídas de la evaluación de 1990, las recomendaciones formuladas en las reuniones de expertos y en los análisis efectuados por ellos sobre la evaluación de 1990, y la presión general ejercida por el debate público, que se percibe tanto a través de los medios de información como de la comunidad científica. Los objetivos y métodos adoptados para la evaluación de 1990 se han considerado básicamente correctos, aunque es evidente la necesidad de hacer mayor hincapié en la creación y fortalecimiento de una capacidad nacional y en la identificación e incorporación de nuevos parámetros respecto a las cuestiones del desarrollo mundial y del medio ambiente.

A la luz de las consideraciones anteriores, la FAO se propone adoptar, para su programa de evaluación de los recursos forestales, un enfoque basado en cuatro puntos:

i) Compilar y analizar los datos disponibles a nivel nacional acerca de los recursos forestales y comunicarlos periódicamente, y en forma comparable, a la comunidad mundial. El presente proyecto ha creado el Sistema de información sobre recursos forestales (FORIS) y un modelo que permitirá obtener los instrumentos esenciales para lograr este objetivo. Para colmar las lagunas de información y confirmar la validez de los datos nacionales se utilizarán datos de baja resolución obtenidos mediante satélite;

ii) Crear y fortalecer las capacidades nacionales para realizar encuestas y estudios destinados a una planificación y seguimiento eficaces del desarrollo de los recursos forestales nacionales, así como mejorar progresivamente la calidad y pertinencia de la información nacional, a fin de que ésta sea utilizable también a nivel mundial;

iii) Efectuar la evaluación del estado de los recursos forestales y de los cambios, empleando para ello una muestra representativa de datos obtenidos mediante sistemas de telepercepción de alta resolución, en colaboración con los países miembros interesados. Para ello se cuenta con la nueva metodología del proyecto de 1990 [Ndr: véase el artículo de Singh, p. 10]. En este contexto, la falta de estudios sistemáticos sobre el terreno, que puedan respaldar la interpretación de los datos proporcionados por los satélites, constituye un problema. Por tanto, los conocimientos técnicos y la capacidad de los países miembros son ingredientes funda mentales de este componente;

iv) Identificar con mayor precisión los parámetros pertinentes en materia de problemas ambientales, como son los relacionados con la biomasa, la biodiversidad, la degradación de las tierras, y el desarrollo de métodos y capacidades institucionales destinados a integrar dichas cuestiones en el ámbito de las evaluaciones forestales. Este tema se está abordando en estrecha cooperación con el Programa de las Naciones Unidas para el medio ambiente (PNUMA), en el marco del programa de vigilancia mundial del sistema de las Naciones Unidas.

Se ha planteado también la cuestión de que, al ampliarse el alcance de las evaluaciones mundiales de los recursos forestales a fin de incluir los aspectos ambientales, podría existir el riesgo de que la creación de capacidades nacionales y la realización de los diversos estudios menoscaben nuestra capacidad de atender la tarea primordial de proporcionar información actualizada, pertinente y confiable acerca de los recursos forestales. Esencialmente, la actividad central de este programa debe ser la de reunir, analizar, interpretar y divulgar información adecuada. Esto significa que la FAO debe prestar la máxima atención a las variaciones de las necesidades, y adaptar en consecuencia el conjunto de parámetros incluidos en la evaluación. Tal como ha ocurrido anteriormente, la evaluación de los recursos forestales tenderá a volverse cada vez más compleja, exigiendo una combinación de métodos más eficientes y recursos apropiados. Los avances metodológicos que se vayan logrando serán de utilidad para las evaluaciones que se lleven a cabo, tanto a nivel mundial como local.

Muchos de los países miembros de la FAO hacen hincapié en la creación de capacidades nacionales. Un examen reciente de la evaluación de 1990 recomendó explícitamente que en el programa de la FAO para la evaluación de los recursos forestales se acordara mayor importancia a dicho sector. Se trata, indudablemente, de una tarea que corresponde al mandato de la Organización; lo que aún debe discutirse es si debe formar parte, y en qué medida, del programa mismo de evaluación de los recursos forestales. Por otra parte, esta cuestión también se relaciona con otro problema: ¿a qué usuarios debería prestar mayor atención la FAO: a los que piden datos mundiales sobre un problema principal específico (como es, en este momento, la deforestación), solicitando cifras rápidas que se comuniquen a intervalos breves, o a aquellos que consideran prioritario promover el desarrollo de una base de información más adecuada a nivel de los distintos países? Ambas corrientes presentan con gran fuerza sus peticiones ante la FAO, pero la Organización no está en condiciones, dada su situación financiera, de dar pleno peso a los dos planteamientos. El enfoque rápido es más fácil de aplicar y probablemente más adecuado desde el punto de vista de la información pública (especialmente porque a menudo se tiene la impresión de que basta conocer el índice mundial de deforestación para resolver los problemas del bosque tropical). Por otra parte, la creación de capacidades nacionales es tarea que requiere mucha paciencia y energía. Lo que no es fácil saber es en qué casos y en qué medida el proporcionar resultados rápidos a intervalos breves puede constituir un factor limitante con respecto al tipo de política y de labor de planificación que se desarrolla a nivel internacional. Concretamente, ¿qué modificaciones efectivas sufrirá la estrategia de las actividades forestales internacionales por el hecho de que el grupo encargado de su planificación se entere de que el índice anual de deforestación de los países tropicales es actualmente de 15,4 millones de hectáreas, en lugar de 11,4?

En los planes de la FAO para las futuras evaluaciones de los recursos forestales se ha previsto un mayor hincapié en la creación de capacidades nacionales. Existen muchas razones para ello; una reside en la misión general de la Organización, que incluye la prestación de asistencia a los países. Está luego el concepto subyacente de que la información por sí sola no basta para resolver los problemas, sino que es necesario colocarla en un contexto y darle una aplicación concreta. La creación de la capacidad nacional constituye un primer paso en el camino hacia este objetivo. Naturalmente, este proceso deberá incluir un elemento de sensibilización por los problemas que plantea la planificación nacional e internacional y, por consiguiente, de la necesidad apremiante de información. Otro motivo es que la FAO cuenta con la ventaja de sus contactos con los países, de su aceptación como interlocutor neutral y de su actividad continua de cooperación, y está presente en todos los países en desarrollo que disponen de recursos forestales importantes.

Asimismo, la FAO ha orientado su programa hacia una actividad de evaluación de carácter continuo. Esto comportaría la actualización permanente de la base de datos del FORIS con la nueva información básica que se vaya obteniendo, y una labor anual de toma de muestras destinada a cubrir toda la zona tropical. Los informes exhaustivos, cuya compilación exige esfuerzos especiales tales como la normalización de la información de base incluida en el FORIS, se prepararían a intervalos de cinco años como máximo; a intervalos más breves podrían redactarse informes provisionales. La realización de estas ideas depende de la financiación con que se pueda contar. La FAO tiene previsto crear un puesto adicional en la sede central para la evaluación de recursos forestales, financiándolo con cargo a su presupuesto ordinario; asimismo se han recibido indicaciones preliminares de un interés positivo de los donantes.

Coordinación de las actividades

La tarea de realizar evaluaciones mundiales de los recursos forestales ha venido haciéndose cada vez más compleja, y requiere una mayor asignación de recursos tanto humanos como financieros. Representa además un escenario en el que participan numerosos actores en forma de instituciones nacionales e internacionales. Así pues, se hace cada vez más importante una adecuada coordinación entre las distintas actividades, que a su vez redundaría en beneficio de los diversos participantes. Sin embargo, ocurre que, para atraer financiamiento, cada uno de estos actores intenta resaltar su propio carácter único e insustituible, y de hecho nadie desea que lo coordinen los demás, si bien, por otra parte, existe una voluntad general de cooperación. El PNUMA y la FAO han emprendido un esfuerzo conjunto que consistirá en realizar y divulgar una encuesta sobre los diferentes organismos que actúan en este campo, y sobre el alcance y contenido de sus respectivas actividades. La mera existencia de tal encuesta debería servir para evitar la mayor parte de la duplicación de trabajo y facilitar el intercambio de información útil. Es importante asegurar que los resultados de la encuesta se distribuyan también a los organismos de financiación.

El papel de la FAO

El campo de la recopilación de información destinada a la planificación, a nivel internacional, de la silvicultura y actividades conexas, es sumamente vasto y plantea numerosos desafíos. Los fondos disponibles para esta actividad se consideran insuficientes incluso para atender las necesidades más inmediatas. Esto se hace particularmente evidente en vista de la mayor importancia que la CNUMAD ha acordado a este sector. Tal como se ha observado antes, los participantes en este ámbito son numerosos y todos ellos cuentan con calificaciones y capacidades especiales. En semejante situación, hay más motivos que nunca para poner cuidadosamente en claro cuál es el papel específico de la FAO.

Cuando intentamos responder a la pregunta de cuáles son las «ventajas comparativas» de la FAO, nos percutamos de dos aspectos: por un lado, los países miembros que han encomendado a la Organización la recopilación, análisis, interpretación y divulgación de información sobre los bosques (función que le han asignado tanto en su Constitución como, reiteradamente y con insistencia, a través de sus órganos rectores), ipso tacto «le abren las puertas» de su propia información. La facilidad de acceso a los países, en el sentido más amplio del término, constituye, pues, el primer aspecto. La FAO, como organización en la que participan prácticamente todos los países del mundo, se encuentra de alguna manera «como en su casa» en todos y cada uno de ellos. El segundo aspecto deriva de este carácter universal de la Organización: la FAO es neutral, y esto facilita la objetividad de su función informativa. La Organización y su personal no defienden intereses creados y no sufren la influencia de ningún grupo de países ni de sus intereses políticos o geopolíticas.

Lo anterior implica que la FAO, al igual que las demás organizaciones de las Naciones Unidas, cuenta con una fuerza particular en la medida en que los métodos que adopta requieren la colaboración de todos los países. El programa a largo plazo de la Organización para la creación de una capacidad nacional, tal como lo hemos resumido más arriba, parece adaptarse bien a estas características. Por otra parte, si el objetivo consiste en responder con prontitud a nuevas preguntas de alcance temático y geográfico limitado, es posible que otras organizaciones, que disponen de la flexibilidad necesaria para efectuar rápidas asignaciones de personal a nuevas tareas y adquirir los equipos que se precisen en un tiempo razonable, estén en mejores condiciones de realizar esta labor.


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