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La certificación independiente de la ordenación forestal y la ecología del paisaje

Alan R. Pierce y Jamison B. Ervin trabajan para el Forest Stewardship Council US, en Waterbury, Vermont, Estados Unidos.

En qué manera las agencias de certificación se ocuparon de los elementos de ecología del paisaje hasta la fecha: oportunidades y limitaciones de un desarrollo futuro.

La certificación independiente ha adquirido importancia en el transcurso de los cinco últimos años como mecanismo que puede contribuir a mejorar la ordenación de los bosques (Viana el al., 1996). Los programas de certificación verifican los sistemas aplicados sobre el terreno y los regímenes de ordenación de las operaciones forestales, expiden certificados a quienes cumplen las normas de ordenación forestal y hacen el seguimiento de los productos desde los bosques bien ordenados hasta el consumidor (Erwin et al., 1996; Cabarle et al., 1995). Por consiguiente, una etiqueta de certificación permite a los consumidores diferenciar distintos productos forestales existentes en el mercado teniendo en cuenta los aspectos ecológicos y sociales de la producción.

La certificación surgió como un instrumento de política voluntario aplicable en las unidades de ordenación forestal. Algunos autores consideran que la certificación puede ser un instrumento de política forestal limitado porque no tiene en cuenta consideraciones relativas al paisaje y al ecosistema dentro de los límites de las parcelas individuales y más allá de ellas (Noss, 1998; Dudley, Elliott y Stolton, 1997; O'Hara et al., 1994). En este artículo se analizan las distintas formas en que la certificación independiente de la ordenación forestal podría incorporar ciertos aspectos de la ecología del paisaje y determina otros que la certificación no puede abordar, y se presentan ejemplos desde la perspectiva de los Estados Unidos. La capacidad de integrar cuestiones relativas al paisaje con la ordenación forestal puede diferir notablemente en países en los que la estructura de propiedad de la tierra, las políticas forestales, los sistemas de aprovechamiento forestal, la tradición forestal y los valores culturales presentan grandes diferencias.

Aunque el término ecología del paisaje se acuñó hace varios decenios, sólo recientemente ha adquirido la forma de una disciplina científica independiente (Forman, 1995). A pesar de que todavía es una ciencia nueva, la ecología del paisaje está elaborando rápidamente una serie de conceptos, temas y principios, como los siguientes:

· la estructura y función del paisaje (Dramstad, Olson y Forman, 1996; Forman, 1995; Risser, 1987; Forman y Godron, 1986);

· la modificación, estabilidad y alteración del paisaje (Turner, Gardner y O'Neill, 1995; Forman, 1995; Risser, 1987; Forman y Godron, 1986; Risser, Karr y Forman, 1984);

· las escalas espacial y temporal (Dramstad, Olson y Forman, 1996; Forman, 1995; Turner, Gardner y O'Neill, 1995; Urban, O'Neill y Shugart, 1987; Risser, Karr y Forman, 1984);

· la ecología del paisaje como marco para la planificación de la ordenación de los recursos naturales (Dramstad, Olson y Forman, 1996; Forman, 1995; Risser, Karr y Forman, 1984).

LA CERTIFICACIÓN Y LA ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL PAISAJE

Se entiende por estructura del paisaje la distribución y yuxtaposición espacial de los elementos del paisaje en la matriz circundante. Esos elementos son los espacios forestados, carreteras, cursos de agua, etc. (Dramstad, Olson y Forman, 1996). Se entiende por función del paisaje la interrelación entre la biota y la estructura (por ejemplo, corredores migratorios, zonas de alimentación y lugares para invernar) y el movimiento de materiales, agua, viento y energía a través de la estructura. Los programas de certificación abordan cuatro conceptos de la ecología del paisaje relacionados con la estructura y función de los bosques: la fragmentación forestal, la conectividad, el tamaño de los espacios forestados y la protección de las especies en situación de riesgo.

La fragmentación, o división y aislamiento de los habitáis, puede ser una amenaza importante para la biodiversidad de los ecosistemas forestales (Wilcox y Murphy, 1985).Los elementos del paisaje que mantienen la conectividad y, por tanto, refuerzan la estructura y función del paisaje, son los grandes espacios forestados, los corredores migratorios y las zonas de paso. Los grandes espacios intactos, como zonas libres de carreteras y reservas protegidas, pueden servir como refugio y mantener habitáis importantes para numerosas especies, particularmente las que habitan en el interior de los bosques (por ejemplo, el tordo) y una amplia gama de mamíferos (como osos y lobos). Los corredores migratorios mantienen la conectividad entre los espacios forestados y facilitan el desplazamiento de animales y material genético dentro de la matriz.

Algunos programas de certificación abordan la fragmentación forestal, la conectividad en el paisaje y el establecimiento de reservas ecológicas. He aquí algunos extractos de normas de certificación:

«La diversidad de tamaño de las masas tiene por objeto evitar la fragmentación ocasionada por la preponderancia de los rodales de tamaño uniforme. El grado y eficacia de la conectividad entre las zonas se considera en los planes de ordenación y se incorpora en la práctica.»

(SCS, 1995)

«El movimiento de las especies vegetales y animales entre las zonas reservadas y las zonas de explotación se debe mantener conservando corredores de bosque intacto sobre la base de los cursos de agua, con vínculos en las zonas pendientes y entre las sierras para conectar cuencas de captación adyacentes, uniendo todos los tramos amplios de bosque que no sean explotados.»

(Soil Association, 1994)

«El diseño y el trazado de las reservas o de las zonas de ordenación especial se considera el ámbito de la cuenca hidrográfica y del paisaje. La conectividad de las zonas forestadas se debe tomar en consideración cuando se planifican las reservas o las zonas de ordenación especial.»

(NWF/SmartWood, 1997a)

Algunas certificaciones recientes incluyen el cumplimiento de los principios básicos de la ecología del paisaje como condición para el mantenimiento del certificado en el futuro. Cuando el Sistema científico de certificación certificó 485 000 ha de tierras de la Oficina Forestal de Pennsylvania en 1997, en las condiciones para el mantenimiento del certificado se estipulaba que en el plazo de tres años, la Oficina de Bosques elaboraría un plan formal y global para abordar cuestiones relacionadas con el paisaje, incluidas la fragmentación forestal y la conectividad que aborde la disección, la perforación y los corredores. La Oficina de Bosques debía igualmente elaborar y aplicar un programa de reservas ecológicas basado en principios del análisis ecológico y la biología de la conservación. Sus componentes incluirían el establecimiento de grandes reservas ecológicas, una matriz de reservas más reducidas dentro del bosque sujeto a ordenación y un sistema de corredores que los conecten como parte de un plan global para mantener la conectividad y las zonas de gran biodiversidad (SCS, 1997).

La aplicación de principios de la ecología del paisaje, como parte de una evaluación de certificación, plantea nuevos retos. Es posible que algunas cuestiones relacionadas con el paisaje, como la fragmentación forestal, el tamaño de los espacios forestados y la conectividad, no resulten tan claramente visibles para un equipo de evaluación de la certificación como otros aspectos relacionados con los rodales, como los daños ocasionados después de la extracción, los niveles de densidad y la erosión del suelo. Los propietarios de bosques certificados y los equipos de certificación ya utilizan fotografías aéreas para evaluar tipos e inventarios de bosques. Las operaciones certificadas y las empresas interesadas en solicitar la certificación en el futuro han comenzado a utilizar instrumentos de planificación más complejos a escala del paisaje, como las imágenes tomadas por satélite, sistemas GPS y SIG (Corbley, 1998). Este tipo de instrumentos pueden proporcionar información valiosa sobre la existencia de tramos forestados en el paisaje, corredores para los animales y los efectos de fragmentación del paisaje del trazado de las carreteras, contribuyendo así a adoptar una perspectiva paisajística en la planificación, la ordenación, el seguimiento y la certificación forestales.

Un importante elemento del paisaje que se ha de considerar en la ordenación es el tamaño de los tramos forestados. Por ejemplo, en una norma de certificación se estipula que los rodales se han de ordenar desde la perspectiva ecológica a escala del paisaje, y que las pautas espaciales influyen en el diseño de las unidades de explotación.

Según Franklin y Forman (1987), el tamaño de los tramos forestados es de importancia crucial en muchos aspectos, incluso las consideraciones de diversidad biológica, reserva natural y operaciones de extracción. Estos autores utilizaron un modelo de tablero de damas, basado en la corta a hecho que se practica en la zona occidental de los Estados Unidos y analizaron el impacto ecológico de la extracción de madera en la estructura paisajística de la región de abeto Douglas del noroeste del Pacífico. En una superficie hipotética de 1 000 ha dividida en diez tramos, se encontró que aproximadamente al llegar al 30 por ciento de la zona de corta, el tamaño medio del espacio forestado comenzaba a disminuir acusadamente porque las cortas dividen en secciones el bosque continuo. Los certificadores y los encargados de la ordenación forestal podrían mejorar la evaluación de los criterios de ecología del paisaje considerando las implicaciones de modelos como los de Franklin y Forman al evaluar el impacto de los sistemas de extracción en la estructura y función del bosque en el noroeste del Pacífico. Además, los certificadores podrían buscar ejemplos análogos de programas de elaboración de modelos para tipos de bosques y prácticas silvícolas diferentes en otras zonas del planeta.

El tamaño de los espacios forestados puede influir en la utilización temporal de los bosques por los mamíferos y las aves migratorias. En particular, los estudios que se han hecho sobre las aves ilustran la complejidad inherente alas interacciones entre la biota y el bosque. Robinson et al. (1995) y Mcintyre (1995) llegaron a la conclusión de que el tamaño del tramo de bosque determina la diversidad de aves y su utilización en los bosques: cuando los tramos de bosques son más extensos, sostienen una mayor diversidad de aves y un mayor número de especies interiores. Robinson et al. (1995) comprobaron también que la fragmentación de los espacios forestados hace disminuir el número de anidamientos satisfactorios de determinadas especies de aves cantoras migratorias. Si bien es cierto que las normas de los certificadores se ocupan del mantenimiento global de las condiciones y procesos del ecosistema forestal, aún no se han definido claramente las normas referentes al tamaño de los espacios forestados y a su forma después de la explotación.

Algunos elementos estructurales y funcionales determinan la capacidad del paisaje para sostener y mantener especies que se encuentran en situación de riesgo, como aquellas que necesitan una gran superficie (por ejemplo, carnívoros como el oso pardo); especies con una dispersión limitada (por ejemplo, los insectos no voladores, pequeños mamíferos y animales propensos a morir en las carreteras); especies limitadas por la disponibilidad de recursos esenciales desde el punto de vista de la alimentación y la reproducción; especies influidas por factores como el viento, el fuego, las inundaciones y la competencia con otras especies exóticas; especies sumamente endémicas y especies esenciales cuya presencia o actividades tienen efectos de gran importancia sobre el medio circundante (Noss, 1998). Los certificadores se ocupan de ciertos aspectos del paisaje que mantienen y protegen especies en situación de riesgo, al establecer zonas y periodos exclusivos de caza de determinadas especies silvestres (ISF, 1994).

Los propietarios consideran útil la reintroducción prudente de la quema en el ecosistema forestal; las actividades de ordenación que imitan los efectos de los incendios espontáneos periódicos; y las condiciones del rodal que no están dominadas por los efectos de la ausencia de incendios (ISF, 1994). La conservación de especies vegetales y animales amenazadas, raras, en peligro e inusuales, y las comunidades naturales y hábitats importantes se incorporan explícitamente en los planes de ordenación y explotación (NWF/SmartWood, 1997a).

LA CERTIFICACIÓN Y EL CAMBIO; EL FLUJO, LA ESTABILIDAD Y LA ALTERACIÓN DEL BOSQUE

El cambio y el flujo se refieren a la dinámica o alteración del modelo y funcionamiento espacial de un paisaje a lo largo del tiempo (Dramstad, Olson y Forman, 1996), mientras que por estabilidad se entiende la plasticidad y resistencia del paisaje, es decir, su capacidad de resistir a los cambios y de recuperarse rápidamente de las alteraciones (Forman y Godron, 1986). La alteración comprende fenómenos que influyen fuertemente en la estructura, procesos y biodiversidad naturales en los paisajes (Turner, Gardner y O'Neill, 1995), incluso los provocados por el hombre y por fenómenos naturales como inundaciones, incendios, plagas de insectos y huracanes. La certificación aborda tres conceptos de ecología del paisaje relacionados con el cambio, flujo, estabilidad y alteración del bosque: la mayor estabilidad del bosque al programar rotaciones más largas; la diversidad de fases de sucesión; y la lucha contra las plagas de insectos, las especies exóticas y las alteraciones en gran escala.

El asentamiento humano, la agricultura y la explotación maderera han supuesto la eliminación de la mayor parte de las masas forestales maduras de la zona continental de los Estados Unidos, lo que ha dado como resultado la alteración de la estructura espacial, la estabilidad y las funciones de los bosques del país. Las normas de certificación mencionan a menudo la importancia de las actividades de restauración que contrarrestan el impacto de la intervención humana en el paisaje y permiten aumentar la biodiversidad, la resistencia del bosque y la creación de una diversidad de fases de sucesión. En general, las organizaciones de certificación favorecen el principio de rotaciones más largas, una filosofía que el grupo de acción de la Sociedad de Forestales Americanos (SAF) sobre la ordenación de los ecosistemas también considera fundamental para conseguir una silvicultura a largo plazo y ambientalmente racional en los Estados Unidos (SAF, 1993). El Sistema científico de certificación utiliza las siguientes normas para evaluar el restablecimiento de la diversidad.

Las especies vegetativas y habitáis de la propiedad son similares a las distribuciones anteriores al asentamiento, en la medida en que las actuaciones y políticas del propietario han tenido, o pueden tener, una influencia en las condiciones de las especies y de los habitáis con el paso del tiempo. Cuando ello es posible, se restablece a su condición autóctona o natural la composición de especies (SCS, 1995).

Las distintas especies necesitan hábitats y fases de sucesión distintos dentro de los ecosistemas forestales (Beattie, Thompson y Levine, 1993). Las normas de certificación fomentan la diversidad de fases de sucesión para proporcionar una variedad de hábitats y fomentar la resistencia del sistema forestal, tratando al mismo tiempo de incrementar la biodiversidad global. Las medidas de ordenación que se adoptan en la propiedad y en el paisaje en la que está situada conducen a una distribución óptima de fases de sucesión desde la regeneración alas masas postmaduras y senescentes, tanto por lo que respecta a la superficie total como a la distribución geográfica (SCS, 1995).

Adoptar la escala y la frecuencia temporal adecuadas de las prácticas de explotación en las distintas propiedades en el contexto más amplio del cambio histórico, el flujo, la estabilidad y la alteración de los bosques a nivel del paisaje continúa siendo un desafío para los equipos de certificación. La dinámica de la alteración tiene una gran importancia para determinar la estructura de la comunidad y, en consecuencia, la biodiversidad (Turner, Gardner y O'Neill, 1995). Como ejemplos de la forma en que los certificadores afrontan la distorsión potencial de la estabilidad y resistencia de los sistemas forestales provocada por la introducción de especies exóticas pueden citarse los siguientes:

· el control cuidadoso de la utilización de especies exóticas de manera que se eviten impactos ecológicos negativos (SCS, 1995);

· las actividades de ordenación que reducen el riesgo de invasión o expansión de especies exóticas en el bosque (NWF/SmartWood, 1997a).

La certificación y la escala espacial y temporal de la ordenación forestal

La escala abarca tanto jerarquías espaciales, como la interacción entre la masa forestal, las cuencas hidrográficas y el paisaje (Turner, Gardner y O'Neill, 1995), como patrones temporales (interacción entre los ciclos diario, estacional, anual y sucesional).

Mediante el modelo de Franklin y Forman (1987) se constató que la fragmentación de los bosques de abeto Douglas comienza cuando se ha talado el 30 por ciento del bosque. Las consecuencias ecológicas pueden ser radicalmente distintas según el modelo impuesto en un paisaje por las actividades de aprovechamiento de la tierra. Los aspectos temporales y espaciales de la extracción de madera producen efectos a largo plazo sobre el paisaje, la estructura y función del bosque y la composición de especies. Para contrarrestar la fragmentación, Franklin y Forman recomiendan a los encargados de la gestión de la tierra que utilicen talas progresivas a partir de núcleos dispersos (adecuadas a los objetivos de ordenación y las características del paisaje) y que se creen zonas de reserva de bosque inalterado.

Los ejemplos anteriores de normas de certificación se referían a la creación de reservas y de conectividad en el paisaje. Como ejemplos de normas que se refieren a la escala temporal y espacial de la explotación forestal se pueden mencionar la ordenación de los rodales desde la perspectiva del paisaje ecológico en que la estructura espacial del paisaje influye en el diseño y en las pautas temporales de las unidades de explotación (SCS, 1995), y los aspectos relacionados con la diversidad, composición y estructura del bosque a nivel del rodal, la cuenca de captación y el paisaje (NWF/SmartWood, 1997a).

La escala espacial reviste una particular importancia porque se refiere al tamaño de la unidad de ordenación del bosque objeto de certificación. Los pequeños propietarios forestales sólo tienen una capacidad limitada para afrontar cuestiones relacionadas con el paisaje en gran escala. Por ejemplo, en una parcela privada no industrial de menos de 40,5 ha se podrían abordar normas relacionadas con la flora y fauna silvestres en pequeña escala, por ejemplo la retención de cavidades, madrigueras y árboles muertos en pie como hábitat para la fauna silvestre. Los corredores en ríos y arroyos, pendientes abruptas, suelos frágiles, humedales, lagunas, márgenes de lagos y estanques y otras zonas sensibles desde el punto de vista hidrológico se designan como zonas especiales de ordenación (NWF/SmartWood, 1997a).

Cabe esperar que los propietarios más grandes adopten normas similares. No obstante, en tanto que los pequeños propietarios sólo pueden proteger, tal vez, los árboles muertos, las especies raras y en peligro y las lagunas, los propietarios en mayor escala podrían considerar también la posibilidad de mantener corredores para la fauna silvestre, la creación de grandes reservas y el análisis de los efectos a largo plazo de los sistemas de aprovechamiento sobre el paisaje. Para determinar si se podrían abrigar mayores expectativas para pequeñas parcelas certificadas, podría ser interesante analizarla «escala prescriptiva» (Urban, O'Neill y Shugart, 1987) que implica que los procesos del paisaje a mayor escala (por ejemplo, los incendios) se «reescalan» en las superficies más pequeñas con la finalidad de conseguir un mayor equilibrio en la dinámica ecológica.

El seguimiento es un requisito esencial en los sistemas de certificación independiente. Las expectativas del certificador respecto de los sistemas de seguimiento difieren entre las pequeñas y las grandes propiedades, debido al desigual acceso a los conocimientos técnicos, la variación en la intensidad de la ordenación y la disparidad en la disponibilidad de recursos humanos y financieros. Como señalan Turner (1989) y Short y Hestbock (1995), el seguimiento debe realizarse en una diversidad de escalas para facilitar la información necesaria y las perspectivas sobre especies especialistas, hábitats críticos, mortalidad, reclutamiento y estructura y proceso a escala del paisaje.

LA CERTIFICACIÓN Y LA PLANIFICACIÓN DE LOS RECURSOS NATURALES

La ecología del paisaje como marco de planificación comprende la aplicación de principios científicos a disciplinas como la ordenación forestal, la planificación del uso de la tierra, la arquitectura paisajista, el diseño urbano y el restablecimiento de los habitáis. La certificación puede complementar la utilización de la ecología del paisaje como marco de planificación. Los ejemplos analizados en el presente artículo comprenden la certificación como catalizador para mejorar la ordenación forestal; la certificación colectiva como base de la planificación del paisaje entre pequeños propietarios; y la certificación como instrumento complementario para fomentar prácticas idóneas de ordenación forestal en diversas propiedades de un paisaje.

El término especie esencial se aplica a determinadas especies cuya presencia se considera fundamental para la supervivencia de muchas otras especies dentro de una comunidad (Primack, 1993). En el ámbito de un mosaico de espacios forestados, determinadas propiedades pueden considerarse elementos cruciales para los ecosistemas forestales en su conjunto porque ocupan una posición especial, albergan una gran biodiversidad, sirven como hábitat para un número de especies, o simplemente por su gran extensión. Cabría denominar a esos bosques «propiedades esenciales». La certificación podría tener una gran influencia en cuencas hidrográficas y paisajes si se aplicara sistemáticamente a propiedades esenciales. Al fomentar mejores prácticas forestales en ese tipo de propiedades, incluido el establecimiento de reservas ecológicas, corredores, zonas ribereñas bien ordenadas y sistemas de seguimiento, la certificación podría influir positivamente en terrenos adyacentes al constituir un modelo de buena gestión. La certificación por SmartWood de los terrenos forestados que rodean a la presa de Quabbin, de donde procede una gran parte del agua potable de Massachusetts oriental, constituye un ejemplo interesante de certificación de una propiedad esencial.

Certificación de una propiedad esencial: la presa de Quabbin

Los terrenos forestales que circundan a la presa de Quabbin dependen de la Comisión del Distrito Metropolitano de Massachusetts. La Comisión es el principal propietario de la cuenca de captación de Quabbin y su objetivo, desde el punto de vista de la ordenación, es la calidad del agua, antes que la producción de madera (NWF/SmartWood, 1997b). Por su tamaño y presencia en Quabbin, la Comisión es un órgano de enorme influencia. El efecto de la certificación de una importante entidad territorial podría consistir en agregar bajo un mismo marco de ordenación a toda una serie de propiedades dispares, lo que teóricamente facilitaría la puesta en práctica de los principios de la ecología del paisaje. La comisión ha informado que una de las razones principales que ha motivado su decisión de solicitar la certificación ha sido ofrecer incentivos a otros propietarios de la cuenca de captación de la presa de Quabbin para que utilicen mejores prácticas de ordenación.

ELEMENTOS DE LA ECOLOGÍA DEL PAISAJE QUE LA CERTIFICACIÓN NO PUEDE INCORPORAR

Hay zonas en las que las organizaciones de certificación han podido incorporar aspectos de la ecología del paisaje en sus programas de certificación. Pero existen algunos aspectos de la ecología del paisaje que la certificación difícilmente puede abordar, tales como los espacios protegidos, la planificación global del uso de la tierra, los efectos antropogénicos en gran escala y determinadas cuestiones transfronterizas.

La certificación y las zonas protegidas

Los bosques certificados no pueden sustituir a los espacios protegidos, a pesar de que en muchas ocasiones se requiera establecer zonas de reserva en esos bosques, que sean adecuadas a la escala de la operación de certificación, y pese a la intensidad del sistema de ordenación y la importancia de los tipos de hábitat que existen en esos lugares. Sin embargo, mediante los bosques certificados se pueden mantener reservas satélites adyacentes a espacios protegidos y la conectividad entre esos espacios. Por consiguiente, los espacios protegidos y la certificación de bosques sujetos a ordenación desempeñan funciones complementarias, aunque diferentes, como instrumentos de política forestal.

La certificación y la planificación global del uso de la tierra

El 58 por ciento de la tierra forestada de los Estados Unidos es de propiedad privada (Birch, 1996). Por consiguiente, una iniciativa voluntaria, de carácter no gubernamental, como la certificación, no se puede imponer a más de la mitad de los bosques de la nación. Por definición, el alcance de la certificación forestal independiente se extiende exclusivamente a las unidades de ordenación forestal. La planificación global del uso de la tierra puede incorporar la certificación como una aportación voluntaria de los propietarios, pero se deben considerar también cuestiones que van más allá de la certificación de la ordenación forestal, incluida la designación de reservas forestales, la ordenación agrícola y el diseño y trazado de los núcleos urbanos.

La certificación y la acción humana en gran escala

La transformación de especies mixtas por efecto de la actividad humana no puede ser abordada por la certificación. Fralish et al. (1991) han indicado que los bosques de robles y sus comunidades animales y vegetales asociadas pueden convertirse en un ecosistema raro en el medio oeste de los Estados Unidos durante el próximo siglo. La causa de la transformación de las masas forestales de robles en rodales de hayas y arces tiene su origen, al parecer, en la eliminación de las quemas, la desaparición de los rebaños de bisontes y la alteración histórica atribuida al pastoreo (Fralish et al., 1991) y, tal vez, a la entresaca de madera de buena calidad, que favorece a las especies que toleran la sombra, como el arce y el haya, frente a otras especies menos tolerantes como el roble. La reintroducción de la quema o de los bisontes para restablecer los rodales de robles puede ser inaceptable socialmente, sobre todo en las zonas con una gran densidad de población humana y, en cualquier caso, los costos serían elevados. No cabe pensar que los planes de certificación puedan inducir a los propietarios a llevar a cabo una amplia transformación del tipo de bosque en la unidad individual de ordenación forestal.

La certificación y los factores macro-socioeconómicos

Los derechos y actitudes de los propietarios, las políticas fiscales, las presiones demográficas, el consumo, los tipos de interés, las redes de transporte y muchos otros factores socioeconómicos influyen en la política y la ordenación forestal y, en último extremo, en la biodiversidad (Turner, Gardner y O'Neill, 1995). Mediante la certificación independiente no se pueden afrontar todas las variables socioeconómicas que pueden incidir en la utilización y ordenación de los bosques. Por otra parte, no cabe pensar que los clientes de la certificación soporten en su totalidad los costos reales que entraña mantener ecosistemas diversos y activos, costos que deberían distribuirse equitativamente entre todos los miembros de la sociedad.

La certificación y las cuestiones transfronterizas

La certificación no aporta a los propietarios argumentos adicionales para convencer a sus vecinos de que cooperen en la ordenación en nombre de la ecología del paisaje. Además, la certificación no debe ser un instrumento utilizado para castigar a los propietarios por la ordenación irresponsable de sus vecinos. El bosque tribal certificado de Menominee, Wisconsin, es un islote forestal en un mar de tierra agrícola. Las tierras de Menominee sirven como refugio para especies que se vieron obligadas a abandonar otras tierras adyacentes cuando fueron taladas para dedicarlas a la agricultura. El proceso de certificación no planteó a la tribu expectativas indebidas por la actuación pasada de los terratenientes vecinos, porque este era un factor que escapaba al control de los gestores de los bosques.

CONCLUSIÓN

La certificación es un nuevo instrumento de política forestal y aún es demasiado pronto para juzgar sus efectos sobre la ordenación forestal. También la ecología del paisaje es una disciplina nueva y en evolución sobre la que todavía existen muchos interrogantes sin respuesta (Turner, Gardner y O'Neill, 1995). Cuestionar la capacidad de la certificación para abordar la ecología del paisaje proporciona útiles argumentos de reflexión. Algunas organizaciones independientes de certificación ya han intentado incorporar la ecología del paisaje en sus normas de evaluación de la ordenación forestal, las cuales comprenden una serie de requisitos compatibles con los principios de la ecología del paisaje y los principios de la ecología del paisaje y la biología de la conservación. Los ecologistas del paisaje ya integran los equipos de evaluación y examinan los informes de certificación. Hay un margen para que los certificadores trabajen para mejorar la integración de los objetivos de la ecología del paisaje en las evaluaciones de certificación forestal. No obstante, es indudable que algunas cuestiones planteadas por la ecología del paisaje escapan al ámbito de la certificación.

La certificación debe ser considerada como uno de los muchos instrumentos que pueden utilizarse para conseguir objetivos en materia de conservación forestal y ecología del paisaje. La colaboración interdisciplinaria entre los biólogos especializados en la fauna silvestre, ecologistas del paisaje, organizaciones ambientalistas, fideicomisos de la tierra, comisiones de conservación, grupos comunitarios y responsables de las políticas podrían desembocar en un diálogo fructífero y en la puesta en marcha de proyectos experimentales, que podrían ajustarse al de un modelo de agregación con valores atípicos (Forman, 1995). El mejor procedimiento para ordenar una tierra en la que existen seres humanos es, por ende, agregar los usos de la tierra, pero manteniendo pequeñas extensiones y corredores de naturaleza en las zonas desarrolladas, así como actividades humanas atípicas dispuestas espacialmente a lo largo de las grandes fronteras.

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