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Aprovechamiento de las semillas de acacia australiana como alimento humano en el Sahel

Chris Harwood trabaja en el Departamento de Bosques y Productos Forestales de la Organización de Investigación Científica e Industrial del Commonwealth (CSIRO), en Kingston, Australia.
Tony Rinaudo trabaja en el Proyecto de desarrollo integrado de Maradi, Níger.
Steve Adewusi pertenece al Departamento de Química de la Universidad Obafemi Awolowo, Ile-Ife, Nigeria.

Métodos y resultados de la investigación que tiene como objetivo desarrollar una fuente para el suministro suplemental de proteínas.

El hambre, la malnutrición y las enfermedades que los acompañan constituyen graves problemas de salud pública en la zona semiárida del África subsahariana denominada el Sahel. Con precipitaciones medias inferiores a 600 mm anuales (FAO, 1995), los sistemas de alimentación rural basados en la agricultura de subsistencia de secano se caracterizan por la existencia de períodos estacionales de hambre a lo largo del año. Este problema se ve agravado por repetidas sequías que provocan graves pérdidas de cosechas de los principales cultivos alimentarios, el mijo y el sorgo. El Níger meridional ha experimentado hambrunas en 1973-75, 1984, 1988, 1994 y 1996. Durante los períodos de escasez, la población rural recurre a alimentos para situaciones de hambre como la paja de mijo y la corteza y las hojas de árboles no nutritivos, que, sin embargo, son insuficientes, tanto en cantidad como en calidad, para impedir la malnutrición. El presente artículo se refiere a la iniciativa que se está llevando a cabo actualmente para conseguir otra fuente de alimentos, las semillas comestibles de acacia australiana (Acacia colei) que podrán complementar los principales cultivos alimentarios.

En Maradi, Níger, se ha alcanzado un punto en que la población puede cultivar con fiabilidad este alimento poco conocido e incorporarlo con seguridad a la dieta. A. colei puede obtenerse fácilmente porque se introdujeron con anterioridad los árboles, muy prolíficos en la producción de semillas. Los únicos insumos necesarios para desarrollar esta fuente de alimentos consisten en un vivero y una tecnología básica de cultivo arbóreo, sistemas de elaboración y cocinado de las semillas disponibles localmente y conocer exactamente el procedimiento a seguir. Si se aplica la técnica silvícola adecuada, que comporta un espaciamiento amplio, la escarda y la poda repetida, A. colei puede dar un rendimiento de aproximadamente 2 kg de semillas por árbol durante dos campañas, a partir de la edad de dos años, y la harina que se elabora con esas semillas puede constituir hasta el 25 por ciento de la dieta humana basada en el mijo y el sorgo, modificando las recetas tradicionales. Este alimento se podría aprovechar en la zona semiárida de África y del sur de Asia, donde el clima es adecuado para A. colei (Booth et al., 1989) y existen problemas de seguridad alimentaria. Los árboles aportan también leña y cobertura vegetal y pueden ofrecer protección frente al viento para los cultivos alimentarios.

Además de reseñar el trabajo realizado hasta la fecha, en este artículo se analiza la investigación multidisciplinaria de desarrollo encaminada a beneficiar a los pobres del medio rural. Los principales participantes en esta tarea han sido el Programa de desarrollo integrado de Maradi y las aldeas que participan en él; El Centro australiano de semillas arbóreas del CSIRO y un grupo de investigación sobre nutrición de la Universidad Obafemi Awolowo, de Nigeria. En el transcurso de los ocho últimos años de estudio, las principales líneas de investigación han sido la revisión taxonómica de la especie objetivo, las pruebas sobre el terreno y los tratamientos silvícolas para maximizar la producción de semillas, así como una serie de estudios nutricionales y tóxicológicos consistentes en análisis químicos, ensayos en animales y, por último, ensayos con personas voluntarias. Los factores clave que han contribuido al éxito de esta tarea fueron el entusiasmo y el apoyo constantes de la población, la dedicación del Programa de desarrollo, la participación de una organización local que estableció la infraestructura y una buena red de comunicaciones, y la financiación flexible y a largo plazo de investigadores australianos, que propició la coordinación y la continuidad del asesoramiento científico.

En los decenios de 1970 y 1980, varias organizaciones de investigación realizaron ensayos con numerosas especies de acacia australiana en la región semiárida del Sahel, en el África occidental, para evaluar su potencial como cortavientos y para paliar el déficit de leña (Cossalter, 1987). Dada la similitud climática existente entre el Sahel y la parte noroccidental de Australia, se pensó que los árboles australianos se adaptarían sin dificultades. Por ejemplo, tanto en Halls Creek, en el noroeste de Australia, como en Maradi, en el Níger meridional, la estación seca se prolonga durante ocho meses y existen altas temperaturas durante la mayor parte del año. Se llegó a la conclusión de que los suelos arenosos de la zona con unas lluvias de 400-700 mm (Maslin y Thomson, 1992) era aquella a la que mejor se adaptaba la especie australiana, que mostró un índice excelente de supervivencia (más del 90 por ciento de los plantones sobrevivía al cabo de dos años) y un rápido desarrollo inicial. En esas condiciones, A. colei alcanza el tamaño de un arbusto de múltiples tallos, con una densa copa de hasta 4 m de altura y 5 m de anchura en el plazo de tres años (Figura 1). Estas características eran adecuadas para proteger los cultivos alimentarios y proporcionar una fuente renovable de leña. En ese momento, las clasificaciones de especies eran inadecuadas y A. colei fue incluida junto con otras especies del taxón A. holosericea A. Cunn. ex Don. «Holo», como se denominaba localmente, se plantó profusamente en el sur del Níger a finales de los años ochenta, pero su promoción por los organismos forestales disminuyó en los años noventa cuando se advirtió que la especie era relativamente efímera, pues la mayor parte de los árboles morían al cabo de cinco a ocho años cuando se plantaban con un espaciamiento normal, de 4 × 4 m.

Rodal de acacias de cuatro años de edad plantadas con un espaciamiento de 4 x 4 m en las proximidades de Maradi, Níger. Este es el tamaño máximo que alcanza A. colei en los climas semiáridos con un espaciamiento tan reducido (C. HARWOOD)

La población rural tomó conciencia del potencial de las semillas de acacia australiana para la alimentación cuando, en 1989, acudió a Maradi el forestal australiano Lex Thompson en el curso de una visita de asesoramiento técnico del CSIRO al África occidental. Thompson observó las grandes cantidades de semillas de los ejemplares de A. colei introducidos en la región y sugirió que se recolectaran y utilizaran como alimento. Dado que las semillas de alrededor de 50 especies de acacia de zonas secas, incluida A. colei, constituían una parte importante de la dieta tradicional de la población aborigen australiana, en el ámbito del Programa de desarrollo se realizaron estudios preliminares para evaluar la posibilidad de incorporar las semillas de la especie mencionada en la dieta local.

Los resultados de estos primeros ensayos fueron prometedores. En las explotaciones familiares de la zona de Maradi se recolectaron hasta 10 kg de semillas procedentes de los árboles de 3 años de edad. Además, la población elaboró alimentos sabrosos que incorporaban harina de semilla de A. colei en sus recetas tradicionales a base de mijo y sorgo. Ninguna de las fases de la preparación de las semillas - recolección, trilla, limpieza, molienda para fabricar harina (utilizando métodos manuales o molinos mecánicos locales) y cocinado - exigía aptitudes o equipo nuevos o especializados. En el Níger, la semilla de acacia madura en marzo-abril, dos meses antes de que termine la estación seca, que es un periodo de escasa disponibilidad de alimentos y pocas necesidades de mano de obra en la agricultura local. Las semillas, recubiertas por un duro tegumento, podían ser almacenadas durante un año o más antes de la molienda sin que se produjera un deterioro perceptible del sabor y calidad del alimento. El cernido con un cedazo de malla fina permitía eliminar una gran parte del tegumento, mejorando el sabor y la apariencia de la harina. La respuesta positiva de los consumidores indujo, a partir de 1990, a intensificar la investigación, y las semillas de A. colei se convirtieron en una fuente de alimentos para la región.

Un taller internacional organizado por el Centro australiano de semillas arbóreas en 1991 examinó la utilización tradicional por los aborígenes de las semillas, la taxonomía y silvicultura de las acacias que se proyectaba aprovechar, la nutrición, la toxicología y las consideraciones éticas y sociales (House y Harwood, 1992). En el taller se elaboraron directrices para futuras actividades; desde entonces, han procedido de forma paralela las líneas de investigación que se describen a continuación.

Rosie Hangala con una cosecha de semillas de Acacia coriacea, en el desierto de Tanami, Territorio Septentrional de Australia. Rosie y otra mujer aborigen, Kay Ross, visitaron el Níger en 1998 para compartir sus conocimientos sobre las semillas comestibles de acacia con campesinos africanos (O. STREWE)

LA SILVICULTURA Y LA PRODUCCIÓN, RECOLECCIÓN Y TAXONOMÍA DE LAS SEMILLAS

Atendiendo al asesoramiento del Centro australiano de semillas arbóreas, el Programa de desarrollo estableció en 1992 parcelas idénticas de prueba en dos lugares cerca de Maradi. Los ensayos confirmaron que A. colei y A. elachantha (conocida entonces como A. cowleana) (McDonald y Maslin, 1997a) eran superiores a las otras seis especies de acacia plantadas, tanto desde el punto de vista del crecimiento como de la supervivencia y la producción de semillas (Rinaudo, Burt y Harwood, 1995).

Durante el periodo 1992-1995, se reunieron en Australia amplias colecciones de procedencias de semillas y especímenes botánicos de A. colei, A. elachantha y otras especies de acacia dotadas de semillas comestibles, con el fin de respaldar los ensayos de especies y procedencias efectuados en el Níger y en otros países. La población aborigen colaboró con el Centro australiano para constituir esas colecciones y aportó a los científicos nuevos detalles sobre su utilización de las semillas como recurso alimenticio.

Sin embargo, los resultados obtenidos en 1992 en las parcelas de ensayo no fueron muy positivos. Muchos de los árboles no dieron semillas, el rendimiento medio por árbol fue bajo y la producción se interrumpió al cabo de dos campañas. A los tres años y medio, la mayor parte de los árboles mostraban signos visibles de agotamiento y decaimiento y no parecía que pudieran producir más semillas. En el Sahel también se registró una gran variabilidad en las precipitaciones de un año a otro, lo que parecía indicar una estrecha relación entre las precipitaciones y el rendimiento de semillas. De las especies de esas parcelas de ensayo, Acacia colei var. ileocarpa (McDonald y Maslin, 1997b) presentaba las características más adecuadas respecto de la facilidad de recolección de las semillas. En primer lugar, la maduración de las semillas en esa variedad es sincrónica, de manera que se pueden recolectar en una o dos cosechas. En segundo lugar, las semillas se encuentran en haces de vainas muy apretadas, lo que reduce las pérdidas a causa de los fuertes vientos que suelen soplar durante la época de recolección, en marzo y abril.

La excavación del perfil radicular puso de manifiesto que A. colei tiene un sistema radicular superficial y extenso. Por consiguiente, el Centro australiano recomendó que las plantaciones se realizaran en hileras independientes con un amplio espaciamiento (8-10 m entre los árboles) para reducir la competencia de las plantas por el agua del suelo. En 1994, los agricultores de las zonas próximas habían plantado ya millares de ejemplares de A. colei muy espaciadas, en el marco de un programa de alimentos por trabajo organizado por el Programa de desarrollo para aliviar el hambre. Se analizaron varios centenares de esos árboles. El rendimiento de semillas fue mucho mayor que en 1992, con un promedio de casi 2 kg por árbol desde la primera recolección realizada a los 20 meses. Además, se apreció que era posible rejuvenecer los árboles de tres años y restablecer el rendimiento de semillas, si se realizaba una poda intensa al comienzo de la estación de lluvias (Cuadro 1).

El análisis realizado permite afirmar que si se aplican cuidadosamente las medidas recomendadas respecto del espaciamiento amplio, la escarda y la poda, los campesinos pueden obtener dos cosechas de semillas, cuando menos, con un rendimiento medio en cada una de ellas de 2 kg por árbol plantado, siempre que se reciban precipitaciones anuales de 350 mm al menos durante la secuencia de años de recolección. Un nivel más bajo de precipitaciones reduce notablemente el rendimiento de semillas, y no se recomienda la plantación de A. colei cuando se prevé un promedio anual de precipitaciones inferior a 300 mm. Prosigue la investigación sobre el terreno para determinar el régimen óptimo de poda y la longevidad de los árboles podados, que por lo general se siguen manteniendo sanos y vigorosos a la edad de cinco años.

CUADRO 1. Rendimiento de semillas de cortavientos formados por Acacia colei y A. elachantha en Dandja, cerca de Maradi1

Meses transcurridos desde la plantación

22

34

46

Lluvia caída en la estación lluviosa anterior (mm)

495

296

355

Rendimiento total de semillas (kg)

190

49

160

Número de árboles recolectados

>100

68

50

1 En 1993 se plantaron 345 árboles. A los 37 meses de edad se efectuó una poda intensa.

Ramas y vainas de semillas de Acacia colei var. ileocarpa, de 20 meses de edad, cultivada en las proximidades de Maradi, Níger (O. STREWE)

De la acacia se pueden obtener otros productos útiles. Las hojas procedentes de las podas se pueden utilizar como cobertura en la superficie del suelo o en agujeros zai y las yemas y ramas podadas proporcionan una leña excelente. Al concluir su ciclo vital como productores de semillas, los árboles se pueden talar para producir postes de pequeño tamaño y leña. El precio de venta de las ramas podadas y la cosecha final de madera puede alcanzar 1 000 CFA por árbol, sobre la base de los rendimientos de más de 50 kg de madera secada al aire por árbol y del precio de venta de la madera de acacia de las primeras plantaciones realizadas en tomo a Maradi.

Acacia colei crece de forma satisfactoria en las zonas cultivadas y en otros lugares como terrenos endurecidos y cárcavas erosionadas que no se utilizan para la agricultura, y puede servir como árbol de sombra en las explotaciones familiares. Una ventaja importante es que el follaje no es atractivo para el ganado, lo que hace innecesaria la protección frente al pastoreo, excepto en las cañadas ganaderas. En las zonas que circundan Maradi se practica la agricultura extensiva, con grandes zonas en barbecho o abandonadas temporalmente, debido a la baja fertilidad o al endurecimiento de la superficie, de manera que hay tierra abundante para la plantación de acacias en gran escala. Para rehabilitar tierras de cultivo degradadas se establecen hileras de acacias planteadas en ángulo recto con respecto a los vientos dominantes para que actúen como cortavientos para cultivos como el mijo, que se planta entre las hileras. Entre las hileras se deja un espacio de 30 m y el espaciamiento de los árboles dentro de cada hilera es de 6 m. A ambos lados de las hileras de árboles se deja sin cultivar un espacio de 5 m, que se escarda periódicamente para aumentar la disponibilidad de agua para los árboles. En este diseño, los dos tercios de la superficie del terreno se dedican a la producción de cultivos y las hileras de árboles actúan a modo de cortavientos y proporcionan semillas comestibles, leña y materia orgánica (residuos de follaje) para el mejoramiento de suelo. En las zonas próximas a Maradi se está cuantificando el rendimiento de productos de acacia y cultivos alimentarios en este sistema.

Dado que el agua necesaria para los viveros rurales se debe sacar manualmente de pozos profundos - la capa freática se encuentra a una profundidad de 70 m o más en muchas aldeas - y que la disponibilidad de mano de obra es un inconveniente durante el periodo de crecimiento, a las comunidades rurales pobres les resulta muy difícil cultivar un gran volumen de plantones de acacia en macetas. Seria preferible, por ello, plantar directamente las semillas y trasplantar los plantones a raíz desnuda, pues de esa forma el establecimiento de Acacia colei sería menos costoso y exigiría menos mano de obra, pero por el momento aún no se ha desarrollado adecuadamente esta técnica.

Al igual que en el caso de otros cultivos alimentarios, la investigación científica debería permitir aumentar el rendimiento de semillas. El Proyecto de desarrollo y el Centro australiano han establecido parcelas de ensayo para estudiar el efecto de la aplicación de fertilizantes y la inoculación de cepas seleccionadas de rizobio sobre el crecimiento y la producción de semillas, así como para determinar el régimen de poda más adecuado. Todavía no se conoce plenamente el sistema de reproducción de A. colei, pero los ensayos realizados en invernadero han puesto de manifiesto su autofertilidad. Puede haber una variación controlada genéticamente en características que afectan a la producción de semillas, como la proporción de flores masculinas y bisexuales. La selección y plantación de ejemplares de alto rendimiento podría resultar en un incremento de los rendimientos mediante cambios genéticos en las poblaciones en la zona de Maradi.

Los árboles y arbustos autóctonos del Sahel proporcionan muchos productos comestibles que son utilizados por la población local (Guinko y Pasgo, 1992), pero hasta la fecha no se ha identificado ninguna especie arbórea o arbustiva local que posea las características que hacen de A. colei un cultivo alimentario tan atractivo. Los plantones arraigan fácilmente, muestran un índice excelente de supervivencia y producen grandes cosechas de semillas nutritivas y gustosas, así como un volumen importante de leña a los dos años de haber sido plantados. El establecimiento de especies exóticas como las acacias australianas en el África occidental podría perturbar el equilibrio ecológico de la región. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que muchos de los árboles y cultivos alimentarios de los que depende la población local, como la yuca, el maíz, el mango, Moringa oleifera, la margosa, el guandú y la batata también fueron exóticos en un momento determinado. Las acacias australianas no producen vástagos y raramente se regeneran de forma natural a partir de las semillas en las condiciones del Sahel, y en los veinte años posteriores a su introducción en el Níger no han mostrado capacidad para difundirse como malas hierbas.

Revisión taxonómica de Acacia holosericea, 1978-1997

Los agricultores de la zona de Maradi que participan en el Proyecto de desarrollo aplican prácticas de gestión de la vegetación natural, como la protección de los brotes de cepa en las explotaciones y la utilización de rotaciones prudentes de monte bajo. De esta forma aumentan la cobertura de especies arbóreas y arbustivas autóctonas en sus explotaciones, incrementando el suministro de leña, forraje para el ganado, alimentos y otros productos del bosque. El cultivo de acacias australianas, aunque muy extendido, no es más que una parte de los esfuerzos desplegados para diversificar y reforzar los sistemas agrícolas y la producción de alimentos en el Níger.

EVALUACIÓN NUTRICIONAL Y DE LA INOCUIDAD

En paralelo con la investigación de campo sobre la supervivencia, crecimiento y productividad de las semillas que comenzó en 1992. el Centro australiano coordinó una evaluación sobre aspectos nutricionales y de inocuidad de las semillas de A. colei. El análisis de la harina de estas semillas indicó que poseía un elevado valor nutricional, y que no existían (o estaban presentes en niveles inferiores a los que pudieran ser objeto de preocupación) sustancias tóxicas y antinutricionales conocidas (Harwood, 1994; Adewusi et al., 1998a). Las semillas contienen alrededor de un 23 por ciento de proteína bruta, un 53 por ciento de hidratos de carbono y un 11 por ciento de grasa. Una parte del nitrógeno no era proteínico y más de la mitad de los hidratos de carbono eran fibra dietética. El contenido de aminoácidos en la proteína (Adewusi et al., 1998a) indicó que el triptófano, la metonina y la cisterna son los aminoácidos limitantes y el bioensayo con ratas indicó una respuesta positiva al complemento de metionina (Adewusi et al., 1998a).

La harina de semilla de acacia se utilizó en ensayos dietéticos con ratas de laboratorio en la Universidad de Obafemi Awolowo, en Nigeria. Los ensayos nutricionales y de inocuidad indicaron que un 20 por ciento de harina de semilla en una dieta a base de mijo mejoraba la tasa de crecimiento; las ratas conservaron la buena salud durante los ensayos de varios meses de duración (Adewusi et al., 1998b) (Cuadro 2). En algunos experimentos se observaron determinados efectos negativos sobre la salud (pérdida de pelo, infecciones oculares y mortalidad ocasional) cuando la harina de acacia constituía más del 40 por ciento de la dieta, pero el complemento de la dieta con el aminoácido metionina mejoró la salud y favoreció el crecimiento de los animales (Adewusi et al., 1998a). Se crió a tres generaciones de ratas con una dieta a base de sorgo que contenía un 20 y un 40 por ciento de acacia, sin que se registraran mortalidad ni defectos al nacer (Adewusi et al., 1998c). Los animales a los que se administraba una dieta el 40 por ciento de la cual estaba formada por harina de semilla de acacia no se reproducían cuando contenía un 12,6 por ciento de proteína bruta, problema que desaparecía cuando ese porcentaje aumentaba al 18 por ciento.

Los resultados de la prueba de alimentación animal y los datos referentes a la dieta de los aborígenes australianos indicaron con toda certeza que la harina de A. colei sería útil como alimento para los periodos de hambre y como complemento de la dieta humana normal, siempre que no supusiera en peso más del 25 por ciento de la dieta total. Entretanto, una parte de la población de Maradi había consumido, por propia iniciativa, cuantiosas comidas que contenían harina de semilla de A. colei durante cinco años, sin advertir ningún efecto perjudicial. La población rural había elaborado más de 20 recetas que contenían harina de acacia y se había extendido el consumo de harina tostada como sustituto del café, producto importado de costo elevado.

El valor nutricional de los alimentos, la susceptibilidad a las toxinas y la tolerancia de determinadas dietas varían entre los animales y los seres humanos y entre distintos grupos de seres humanos. Por consiguiente, se llevó a cabo un ensayo dietético con voluntarios del distrito de Maradi para comprobar que una amplia muestra de la población adulta podía incluir sin problema en la dieta niveles conocidos de harina de semilla de acacia (Adewusi et al., 1998d). El ensayo se realizó de acuerdo con las normas éticas aceptadas para la investigación sobre seres humanos, establecidas en directrices internacionales (CIOMS, 1993). El Comité de Ética en la Experimentación Humana de la Universidad Nacional Australiana examinó un protocolo para el ensayo dietético y el Gobierno de la República del Níger concedió permiso para realizar el experimento.

El citado experimento se realizó en octubre de 1995 y duró tres semanas. Los voluntarios, procedentes de cinco aldeas del distrito de Maradi, se reunieron en el lugar del experimento, en Dandja. Para poder participar, cada uno de los voluntarios tuvo que superar un examen médico y dar su consentimiento por escrito después de que se le explicaran las condiciones del ensayo. Durante todo el tiempo que duró el experimento, un médico vigiló atentamente la salud de los voluntarios.

Los cocineros prepararon una dieta control (sin contenido alguno de acacia) consistente en una variedad de recetas tradicionales en las que la harina de mijo, sorgo y maíz eran los alimentos principales. A continuación, se mezcló un 15 por ciento y un 25 por ciento de harina de semilla de A. colei con esas harinas básicas para configurar las dos dietas de prueba (Adewusi et al., 1998e). Cada una de las tres dietas experimentales se administró a nueve voluntarios de sexo masculino y nueve de sexo femenino. En el Cuadro 3 se presenta la composición de tuwo y fura, dos de los alimentos a base de mijo utilizados en la prueba. Los alimentos que incorporan acacia tienen un contenido más alto de proteínas. El sabor de los alimentos a base de acacia era aceptable, pero la mayor parte de los voluntarios rechazaron una receta de tuwo-sorgo por su poco agradable color negro. No se detectaron problemas de salud den vados de la dieta ni durante la prueba ni en el examen realizado 12 meses después.

Preparación de mezclas de harina de acacia y mijo en Maradi (O. STREWE)

CUADRO 2. Promedio de ingesta de alimento, aumento de peso, proteína consumida y razón de la eficiencia proteínica en un lapso de 13 semanas1

Nivel de harina de semilla de A. Colei en la dieta (%)

0

20

40

Aumento de peso (g)

143 ± 6,3

162 ± 6,3

113 ±2,7

Alimento consumido (g)

958 ± 13

1 032 ± 12

944 ± 11

Proteína consumida (g)

144 ± 2,0

154 ± 1,8

141 ± 2,3

Razón de la eficiencia proteínica

1,0 ± 0,05

1,1 ± 0,05

0,8 ± 0,02

1 ± Errores típicos. Se formaron grupos de 20 ratas alimentadas con una dieta a base de mijo con un O por ciento, 20 por ciento y 40 por ciento de harina de semilla de Acacia colei.

CUADRO 3. Composición del tuwo-mijo y fura, alimentos principales de la dieta experimental

Tipo de alimento y porcentaje de acacia

Composición (porcentaje en peso seco)

Proteínas

Grasas

Ceniza

Fibra dietética

Hidratos de carbono

Tuwo (un tipo de papilla)

0 %

9,3

5,1

5,4

9,5

70,7

15 %

10,7

5,5

4,7

12,5

66,6

25 %

12,7

4,1

4,3

14,4

64,5

Fura (masa hervida en leche)

0 %

9,1

1,3

1,6

9,5

78,5

15 %

9,7

2,2

1,8

12,5

73,8

25 %

11,5

2,4

2,3

14,4

69,4

Los hombres y mujeres voluntarios que consumieron la dieta control no experimentaron alteración en el peso, mientras que quienes consumieron las dietas con un 15 y un 25 por ciento de harina de semilla de acacia registraron un significativo aumento de peso. Los análisis bioquímicos de las muestras de plasma y orina de los dos grupos de voluntarios que se tomaron al comenzar y finalizar la prueba no mostraron consecuencias metabólicas negativas debidas a la inclusión de un 25 por ciento de harina de acacia en la dieta. En un estudio complementario (James, com. pers., 1998) se compararon las funciones hepáticas de diez personas que habían consumido alimentos a base de acacia de forma regular durante varios años y los de un grupo control de diez personas de edad, sexo y peso similar que. nunca la habían consumido. En ninguno de los dos grupos se encontraron pruebas de daños o disfunción en el hígado.

Los resultados positivos de la prueba dietética y los estudios nutricionales indican que la incorporación de la harina de semilla de acacia permite aumentar el suministro de alimentos un 25 por ciento sin que disminuya la calidad de la dieta local. Sin embargo, es preciso mostrar cautela y realizar estudios complementarios para controlar los efectos a más largo plazo del consumo de una dieta con un 25 por ciento de harina de acacia, para poder confirmar que este nuevo alimento es inocuo para los niños, mujeres gestantes y otros grupos especiales. También sería instructivo comprobar si se podrían consumir sin peligro mayores proporciones de harina de acacia e identificar combinaciones dietéticas favorables y desfavorables de acacia con otros alimentos. A este respecto, las ratas de laboratorio a las que se ha alimentado con una mezcla de harina de semilla de A. colei y de yuca han mostrado un crecimiento lento, mala salud y mortalidad, lo que indica que esta dieta sería perjudicial para los seres humanos (Adewusi et al, 1998f).

LA INVESTIGACIÓN MULTIDISCIPLINARIA EN LOS PAÍSES EN DESARROLLO

Varios son los factores que han permitido realizar con éxito este proyecto de investigación multidisciplinaria durante los ocho últimos años:

· el conocimiento de la dieta de la población aborigen australiana por investigadores australianos permitió introducir las semillas de acacia como un recurso alimenticio que podía utilizarse en el Africa occidental;

· una comunidad local receptiva consideró el ensayo inicial de las semillas de acacia como fuente de alimentos;

· el Programa integrado, organización que asumió la responsabilidad de la gestión local del proyecto, contaba con la confianza de las comunidades rurales por haber llevado a cabo ya actividades de desarrollo antes del comienzo del proyecto;

· los ensayos iniciales efectuados por el Programa integrado en 1990 pusieron de manifiesto que existían posibilidades de éxito para el proyecto. La población local consideró que los platos preparados con harina de acacia eran sabrosos. Era posible producir y elaborar localmente los nuevos alimentos, que no sustituían a las recetas y dietas tradicionales, sino que las complementaban;

· el Programa integrado entró en contacto con distintos organismos (el Centro australiano y otros) que podían colaborar en la investigación y contribuyó a superar la barrera lingüística existente entre los científicos y la población;

· el apoyo de la población alentó al Programa integrado, al Centro australiano y al Dr. Adewusi y sus colegas a continuar trabajando. La población local aportó numerosas mejoras en la silvicultura, la recolección de las semillas y los métodos de elaboración, así como di versas recetas;

· la financiación a largo plazo proporcionada por AusAID y ACIAR permitió al Centro australiano seguir prestando asesoramiento científico al Programa integrado;

· la financiación adicional mediante donaciones permitió realizar una investigación en aspectos relacionados con la taxonomía, la silvicultura, la nutrición y la toxicología;

· se recabó el asesoramiento de especialistas en silvicultura, taxonomía, nutrición y toxicología sobre aspectos concretos de la investigación.

CONCLUSIÓN

Los organismos nacionales de investigación agrícola, las ONG especializadas en el desarrollo rural, la FAO, los institutos del Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional (GCIAI), particularmente el Instituto Internacional de Investigación de Cultivos para las Zonas Tropicales Semiáridas (ICRISAT) y el Centro Internacional de Investigación en Agroforestería (ICRAF), deberían examinar con atención la posibilidad de utilizar las semillas comestibles de acacia como un alimento útil para los trópicos semiáridos. Las organizaciones de donantes podrían apoyar la investigación nutricional y silvícola adicional que es preciso realizar y ampliar esos estudios a otros países de la región del Sahel. Los institutos nacionales de investigación agrícola y las ONG que ya trabajan en estrecho contacto con comunidades locales en el ámbito del desarrollo agrícola pueden desempeñar una función importante de extensión, ensayando y demostrando los resultados ya conseguidos, con un bajo costo.

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