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La situación forestal de Colombia

por M. van BOTTENBURG

Ex-Asesor Forestal de la FAO en Colombia

LA historia forestal de muchos de los países de América Central y del Sur tiene una semejanza notable. La situación de estos países se remonta a sus propias raíces históricas, económicas y sociales. Esta circunstancia merece considerarse, ya que el conocimiento de estos antecedentes comunes conducirá a una mejor comprensión de las condiciones actuales y ayudará a señalar el camino hacia un mejoramiento.

Hace cuatro siglos los españoles y los portugueses colonizaron en gran escala la América Central y del Sur. Esta colonización constituyó un asentamiento definitivo y los recién llegados lograron que esta parte del hemisferio occidental fuese casi totalmente de habla española y portuguesa.

Pero cuando se asentaron los primeros emigrantes de la Península Ibérica en lo que, desde entonces, se llamó Hispanoamérica o América Latina, todavía no se había iniciado la silvicultura en Europa. No se comprendía entonces la importancia que la cubierta forestal tiene en relación con la conservación del suelo y las reservas de agua, así como tampoco se apreciaba la importancia económica de los bosques. Fué en Europa Central donde por primera vez se sintió la responsabilidad de mantener intacta la fertilidad del suelo y de allí fué extendiéndose a la Europa Septentrional, donde la silvicultura se convirtió con el tiempo en parte integral de la economía nacional. Más tarde las fuerzas colonizadoras del norte empezaron a difundir estos nuevos conocimientos acerca de los bosques y el adecuado cuidado que requieren en Africa y en Asia. España y Portugal, sin embargo, no tuvieron la misma oportunidad en America Latina, ya que las colonias se independizaron antes de que pudieran darse cuenta de la importancia de los bosques.

Una vez conseguida su independencia, muchas de las jóvenes repúblicas latinoamericanas atravesaron frecuentes períodos de inquietud e inestabilidad política. Esto, claro es, tampoco resultaba favorable para el fomento forestal, que requiere perseverancia en el propósito y en la política gubernamental.

Otra semejanza fundamental en la historia forestal de los países latinoamericanos se refiere a los sistemas de tenencia de tierras y a la distribución de la propiedad agraria. Los primeros colonos se apoderaron por la fuerza de las mejores tierras, mientras que otros, en épocas ulteriores, consiguieron concesiones especiales de los gobiernos de su madre patria. La descripción y el registro de los títulos de propiedad de estos asentamientos y concesiones siempre eran vagos, y hasta que el aumento de población hizo subir el valor de la tierra no parecieron necesarios la adecuada descripción topográfica y el registro de la propiedad. Pero aún entonces la definición de los derechos quedaba restringida a zonas relativamente limitadas y hoy día el sistema rural de tenencia de tierras sigue siendo igualmente vago e impreciso, especialmente en las zonas más interesantes desde el punto de vista silvícola. Además, los derechos de propiedad en la forma en que hoy existen, carecen de una buena protección por falta de policía rural. La inseguridad de la tenencia y la falta de títulos bien definidos no estimula a los propietarios de tierras a cuidar de las mismas; de aquí, la ausencia general, y casi absoluta, de métodos agrícolas adecuados para evitar la pérdida de la fertilidad del suelo. Los bosques se han considerado como tierra de todos y más que otra cosa se opinaba que era meritorio cortar y quemar, sin tener en cuenta su valor, para obtener más espacio para el cultivo agrícola y el pastoreo. Dado que una ordenación forestal sistemática - como consecuencia de su carácter sumamente variado - resulta prácticamente imposible sin garantía y continuidad de la propiedad, las posibilidades del fomento forestal en estas condiciones han sido verdaderamente escasas.

Un tercer factor común a muchos de los países latinoamericanos era que los emigrantes demostraban una marcada preferencia por vivir en los cerros y en las montañas, donde el clima era benigno y las condiciones para la cría del ganado y el cultivo se asemejaban a las de sus países. Casualmente, existe al respecto una notable diferencia entre las zonas tropicales del Lejano Oriente y las del hemisferio occidental. Mientras que, por ejemplo, en Indonesia y en Ceilán la prosperidad se basa en la producción entre el nivel del mar y los 500 metros de altitud, en Colombia el 70 por ciento de la población vive y trabaja entre 500 y 3.000 metros sobre el nivel del mar. Por consiguiente, la presión ejercida sobra los bosques de las montañas que protegen el suelo y regulan los caudales ha sido mucho más peligrosa en los países tropicales de América que en la mayoría de los países tropicales del Lejano Oriente.

Un cuarto factor que ha influido en la situación forestal ha sido el sistema empleado por los colonos para la cría de ganado, el cual requería vastas extensiones de pastos en los valles llanos más fértiles entre las montañas. Los habitantes indígenas se veían forzados a buscar tierras de cultivo en las pendientes. Esto condujo en muchos casos a un aprovechamiento de la tierra sumamente inconveniente; los grandes terratenientes dedicaron al pastoreo las mejores tierras agrícolas, mientras que los cultivos agrícolas se limitaron a tierras en extremo inadecuadas para la agricultura. El aumento demográfico fué empujando a los pequeños propietarios cada vez más hacia las partes altas de las montañas, lo que originó la denudación en perjuicio de la fertilidad de los suelos. Los «agricultores de las vertientes» fueron empobreciéndose cada vez más. No existía otra alternativa: o ir talando y quemando los bosques más altos o morirse de hambre ellos y sus familias.

Los resultados conjuntos de todos estos factores son evidentes en la actual situación forestal de Colombia.

Características de Colombia

Colombia está situada en el extremo noroeste de Sudámerica, entre los 4° S. y 12° N., y sus costas están bañadas por los océanos Pacífico y Atlántico.

La topografía se caracteriza por el hecho de que la alta Cordillera de los Andes se divide al sur del país formando tres cadenas separadas de montañas, que se extienden casi directamente de sur a norte formando las tierras altas de la Cordillera cuyas cimas ascienden a más de 5.000 metros de altitud. Entre las cordilleras corren de sur a norte los caudalosos ríos Magdalena y Cauca, desembocando en el Caribe.

El país puede dividirse aproximadamente en cuatro partes, es decir: cadenas montañosas ya citadas; zona litoral del Pacífico; llanuras septentrionales, incluyendo la zona litoral del Caribe y las vastas llanuras al este de los Andes.

La topografía de Colombia hace que en este país se encuentren casi todos los climas del mundo. Las temperaturas varían de un calor tropical en las tierras bajas a una temperatura bajo cero en las cimas de las montañas cubiertas de nieve. La humedad y la precipitación pluvial presentan variaciones sin fin de acuerdo con las diferencias en la temperatura y la situación de las aristas de las montañas con respecto a la dirección del viento.

Los bosques de Colombia presentan idéntica y rica variación y de los 1.139.000 kilómetros cuadrados, que constituyen la superficie total del país, el 45 por ciento aproximadamente está todavía cubierto de bosques. Esto parece admirable pero, desgraciadamente, la mayoría de estos bosques resultan bastante inaccesibles.

Región montañosa

El 70 por ciento de la población de Colombia, que asciende a 12 millones de habitantes, vive en una zona de aproximadamente 260.000 kilómetros cuadrados de la parte montañosa del país. Estas tierras altas que cabía esperar que del 20 al 25 por ciento de su superficie estuviesen protegidas por una cubierta forestal, están casi por completo desnudas. Cuatro siglos de ininterrumpida denudación y defectuosos métodos agrícolas han hecho de la tierra una desolada heredad, que muestra las huellas de la mala administración a que ha sido sometida. Las tierras altas son en realidad tierras moribundas. La peligrosa erosión de superficie y por zanjas aumenta a velocidad alarmante. Los corrimientos de tierra, las inundaciones y el limo causan tremendos daños. Los depósitos para sistemas hidroeléctricos se están quedando rápidamente inservibles, poniendo en peligro numerosas industrias. Los abastecimientos de agua para los centros de población resultan cada día más inadecuados e irregulares. La fertilidad de los suelos y su capacidad de cultivo disminuyen de día en día; de hecho algunas de las zonas montañosas que en su tiempo fueron prósperas tierras agrícolas, sólo lo son ya en apariencia.

Los últimos restos de bosques en las tierras altas consisten en rodales diseminados por lugares inaccesibles, de una extensión total de no más de 4.000 ó 5.000 kilómetros cuadrados. Todas estas zonas boscosas tienen el más alto valor protector y deberían mantenerse intactas; y aún así, la región montañosa necesitaría unos 6.000.000 de hectáreas cubiertas de cualquier tipo adecuado de vegetación protectora.

Esta situación significa que casi tres cuartas partes de la población de Colombia vive en una región carente de madera. Los bosques productivos se encuentran lejos, en las tierras bajas, y el transporte a los centros de población constituye un complicado problema que resulta caro y exige trasbordes entre todos los tipos de transporte: mulas, camiones, ferrocarril y barco. La madera de aserrío se transporta por mar desde Tumaco a Buenaventura y de allí por camión a Bogotá atravesando dos cordilleras. Los costos de transporte son 200 pesos por tonelada1 y ascienden a cerca de las dos terceras partes del precio de venta. De hecho, los precios de la madera y de la leña en las tierras altas resultan exorbitantes y, actualmente, fuera del alcance de la mayoría de la gente. Siempre que es posible se emplean sucedáneos, pero la falta de madera obstaculiza cualquier solución del problema de la vivienda y contribuye a aumentar el costo de vida. Es indudable que la repoblación de las tierras altas con especies comerciales constituiría un negocio en extremo lucrativo.

1 $ E. U. 1 = 2,50 pesos.

Como se ve en el mapa, gran parte del territorio de Colombia está cubierto de bosques, mientras que extensas regiones son montañosas. Estas últimas están muy degradadas, pero en un tiempo estuvieron cubiertas de bosques; en el extremo sudeste del país, existe una dilatada zona de selvas vírgenes tropicales, fuente potencial de gran riqueza si se explota en forma adecuada.

Departamentos, etc., de Columbia:

1 Chocó
2 Antioquía
3 Bolívar
4 Atlántico
5 Magdalena
6 Guajira
7 Valle del Cauca
8 Caldas
9 Tolima
10 Cundinamarca
11 Boyacá
12 Santander
13 Norte de Santander
14 Arauca
15 Cauca
17 Meta
18 Vichada
19 Nariño
20 Putumayo
21 Caquetá
22 Vaupés
23 Amazonas

La región situada al este de los Andes

Entre los Andes y las fronteras de Venezuela, Brasil, Perú y Ecuador, hay unos 600.000 kilómetros cuadrados de tierras bajas muy poco pobladas, que forman la cabecera de numerosos afluentes del Orinoco y del Amazonas.

Esta región puede dividirse aproximadamente en dos partes:

1. El sector septentrional, de aproximadamente 200.000 kilómetros cuadrados, que abarca los distritos de Arauca, Casanare, Vichada y parte de Meta, comprende las vastas praderas semiáridas del tipo de sabanas. Los bosques de estas llanuras se encuentran a lo largo de las riberas de los ríos y en rodales repartidos por toda la región, con un total aproximado de 40.000 kilómetros cuadrados.

2. El sector situado al sur del río Guaviare, donde los distritos de Vaupés, Caquetá, Putumayo y Amazonas cubren en conjunto una superficie de 400.000 kilómetros cuadrados. Alrededor de 375.000 kilómetros cuadrados esta región constituye una enorme selva tropical, acerca de la cual es poco lo que se sabe. La explotación se efectúa solamente en aquellos lugares donde las carreteras de tráfico pesado de las montañas penetran lo suficiente en la selva; pero aún allí, la extracción se limita a especies de alta calidad, tales como el Tecoma, Swietenia, Cedrela, etc. La selva contiene en abundancia árboles de hevea silvestre, que se sangran en algunos sitios. El caucho se transporta por los sangradores locales a determinados puntos de los ríos, como Mitú, en el río Vaupés, de donde se transporta en hidroavión a los centros de consumo de las tierras altas.

Para la mayoría de estos bosques situados al este de los Andes la única forma económica de transporte son las almadías por los grandes ríos que corren hacia el este a través de vastas concentraciones de selvas vírgenes, situadas en las zonas de desagüe del Orinoco y del Amazonas, y desde allí, hacia el mar. Pero estas reservas forestales carecen en absoluto de mano de obra y las posibilidades de una explotación en gran escala por el momento resultan nulas.

Llanuras septentrionales

Los distritos Bolívar, Atlántico, Magdalena y Guajira, son tierras bajas a excepción de la aislada meseta montañosa de la Sierra Nevada de Santa Marta, con su pico Cristóbal Colón de 5.800 metros.

La parte occidental de las tierras bajas está más densamente poblada y arbolada en forma esparcida. La parte sureste y central, donde el río Cauca se une al río Magdalena, se caracteriza por lagos, pantanos y más extensos bosques. La mitad meridional del distrito de Magdalena consiste principalmente en tierras agrícolas con restos esparcidos de bosques, cuyas mejores especies hace tiempo que fueron taladas. Las laderas occidental y meridional de la Sierra Nevada de Santa María carecen de bosques y sus suelos han sufrido seriamente los efectos de la erosión; las laderas septentrional y oriental se encuentran en mejor estado. Algunos de los bosques de la ladera septentrional se extienden hasta la costa en algunos lugares. La península de Guajira tiene un clima árido, y cuenta todavía con macizos considerables de Libidibia, explotados para la obtención de la corteza tánica del divi-divi destinada al consumo nacional y a la exportación.

Hasta donde lo han permitido las vías fluviales existentes y las carreteras de tráfico posado, todos los bosques de los departamentos de Bolívar y Magdalena han sido repetidamente explotados para abastecer a los principales aserraderos de Barranquilla y a los aserraderos locales menos importantes. Lo que queda es madera no comerciable de los tipos más blandos de frondosas, tales como la Ceiba (Hura crepitans) y el Caracolí (Anacardium excelsum). Estos rodales esparcidos se podrían explotar de nuevo ventajosamente a condición de que dichas especies demonstraran su aptitud para la fabricación de papel.

Bosques del valle central del Río Magdalena

La falta de comunicaciones ha permitido que el sector del río Magdalena situado entre La Dorada y Gamarra se librara del cultivo intensivo y del desmonte. De aquí, que en esta región haya unos 10.000 kilómetros cuadrados de extensos bosques mixtos. Su composición parece bastante satisfactoria; una previa tasación maderera en el río Tecomara mostró que existían varios lugares con más de 300 metros cúbicos por hectárea de madera comerciable. Las que en mayor grado abundan son las frondosas más blandas, incluyendo el Caracolí (Anarcadium excelsum), Jobo (Spondeas mombin), y Ceiba (Hura crepitans), que pueden utilizarse para la fabricación de planchas, de fibra y que actualmente se están ensayando para averiguar sus propiedades para la fabricación de pulpa. La concentración de madera en pie por hectárea y la configuración del terreno son lo suficientemente buenas para justificar la explotación mecanizada, y de hecho los bosques están despertando el interés local y atrayendo la inversión de capital extranjero. Desde el punto de vista económico, estos bosques de Magdalena son los de más porvenir de Colombia, pero muchas zonas de esta región podrían convertirse en tierras agrícolas o de pastoreo, en cuyo caso habría que talar los bosques por completo.

Zona litoral del Pacífico

La larga faja de tierras bajas de 800 kilómetros, entre la cordillera occidental y la costa del Pacífico constituye la más importante reserva de bosques productivos de Colombia. Esta faja tiene sólo 30 kilómetros de ancho cerca de Buenaventura, pero se ensancha considerablemente tanto al norte como al sur de ese punto, de forma que su anchura media resulta de unos 80 kilómetros. El clima es cálido y húmedo. La cantidad anual de lluvias, de más de 3 m. cerca de la costa, va aumentando rápidamente a medida que se va elevando la región al pie de las montañas, donde los bosques siempre son húmedos. En algunos lugares a un nivel más alto en las laderas, la precipitación pluvial excede de 10 m. por ano. Esta precipitación pluvial excepcionalmente alta, aumenta lógicamente el peligro de erosión. Los riesgos de la denudación pueden observarse en todos los sitios donde la población procedente de las cordilleras centra les ha cruzado la cordillera para ocupar las laderas occidentales; como ejemplo, puede citarse la zona situada al oeste del puerto de Mares, al oeste de Cali, donde la erosión extraordinariamente rápida acabó pronto con las plantaciones de café y los huertos de frutales.

Los datos que existen sobre los bosques del Choco, el Valle inferior, el Cauca inferior y el Nárino inferior, indican la existencia de bosques de una composición bastante satisfactoria, con una superficie total arbolada de unos 55.000 kilómetros cuadrados.

Los numerosos riachuelos y los dos grandes ríos, el río Patía y el río Mira, al sur de Buenaventura, siguen un curso recto hacia el océano. Entre Buenaventura y la frontera de Panamá se ven terrenos bajos y ondulados a lo largo de la costa, que obligan a los ríos San Juan y Atrato a seguir, respectivamente, un curso de norte a sur y de sur a norte. Ambos proporcionan gran oportunidad para el transporte barato de madera, y en muchas zonas las condiciones para la explotación mecanizada son favorables.

A lo largo de la costa que se extiende desde la frontera ecuatoriana hacia el norte, hay una valiosa faja de manglares (Rhizophora mangle) de 300 kilómetros de largo y 5 kilómetros de ancho. La corteza del mangle constituye la materia prima para la industria nacional del tanino de Buenaventura, exportándose también a los Estados Unidos algunas cantidades de certeza seca.

La región de la costa del Pacífico requiere un minucioso levantamiento topográfico de los bosques para determinar posibilidades de la instalación de industrias forestales, cuya creación podría beneficiar a Colombia en muchos sentidos. Gran parte de los suelos de esta zona son adecuados para cultivos industriales perennes, tales como palmas oleaginosas y cacao. Las industrias forestales podrían muy bien servir como precursoras para atraer nuevas concentraciones de población. Dado que la región está muy poco poblada, sólo las industrias en gran escala podrían permitirse invertir capital en viviendas, asistencia médica y otros servicios indispensables para atraer más mano de obra.

En realidad, el capital nacional y extranjero tienden cada día más a interesarse en los bosques de la costa del Pacífico. Está en marcha un importante plan en la región de Tumaco, donde un industrial colombiano, que trabaja con capital de los Estados Unidos, iniciará operaciones de explotación y aserrado en coordinación con la plantación de cacao. Para esta industria resulta de máxima importancia la construcción de una carretera de tráfico pesado como la que se proyecta para unir Diviso con Tumaco.

Recientemente, se ha registrado cierto interés por el sector del extremo norte, es decir, el río Juradó, cerca de la frontera panameña. Es posible que en 1952 una empresa privada lleve a cabo una tasación maderera de esta región.

Producción actual de madera

Colombia no exporta productos madereros. Por el contrario, tiene que importar diversos productos, ya que el país no cuenta con industrias propias para la fabricación de pasta, contrachapado o planchas de fibra. Las importaciones anuales de papel y cartón alcanzan un valor de 8 a 10 millones de pesos.

Los aserraderos de la costa y los reaserraderos de los centros de consumo pueden producir conjuntamente 200.000 metros cúbicos anuales de madera de sierra,. Los aserraderos más importantes en Tumaco y Barranquilla - no obstante las averías de las sierras de banda - producen mensualmente 1.000 metros cúbicos (15.000 pies tablares por día); los aserraderos portátiles, más pequeños, no producen más de un promedio de 100 metros cúbicos por mes. La cantidad de madera aserrada a mano no se conoce; debe ser considerable, ya que las dificultades de transporte obstaculizan la extracción de las trozas y favorecen el aserrado a mano en el mismo bosque. Hasta la fecha se desconoce la preservación de la madera.

Problemas forestales

Las autoridades de Colombia se dan perfecta cuenta del hecho de que la rehabilitación de la cubierta forestal protectora en las regiones montañosas, la creación de nuevos bosques cerca de los centros de población y el establecimiento de industrias de explotación y elaboración de la madera en los bosques accesibles de las tierras bajas, son todas cuestiones urgentes. No obstante, se encuentran frente a problemas de proporciones desconcertantes.

Hay que disponer de un servicio forestal del Estado bien organizado, dotado del suficiente personal capacitado, y que disponga al mismo tiempo de una buena cantidad de fondos de operación; esto, sin embargo requiere muchos años para organizarlo. Hay que llevar a cabo una labor de clasificación de tierras y hacer una selección de las zonas que han de destinarse permanentemente a bosques y someter a ordenación; esto no se hace tampoco en poco tiempo. En las tierras altas hay que cubrir unos 6 millones de hectáreas con algún tipo de vegetación protectora, lo que supone el traslado de las poblaciones a otros lugares, la roturación de nuevas zonas y, en resumen, una organización considerable. La protección de los bosques requiere una ley forestal severa y su firme cumplimiento.

Además, la silvicultura no constituye sino una de las diversas actividades coordinadas. Tanto en la agricultura como en la silvicultura, se requieren mapas topográficos de exactitud razonable para la clasificación de tierras. La repoblación resultaría arriesgada si no se contara con Un adecuado servicio de información meteorológica. Un servicio forestal ampliado, que funcionara sin las ventajas de los organismos gubernamentales que se ocupan de temas conexos y en igual grado de adelanto, resultaría casi inútil.

Hace algunos anos el Gobierno inició un minucioso estudio de esta compleja situación. Se obtuvo la asistencia consultiva del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, y pronto se inició el programa de fomento propuesto por el Banco. Obtuvo de la FAO Colombia un asesor en silvicultura para efectuar una investigación general de la situación forestal y presentar recomendaciones específicas al respecto.

Algunas de las sugerencias formuladas por este asesor se llevaron a la práctica el año pasado. Se creó una nueva Facultad de Silvicultura para la capacitación de los funcionarios forestales, como anexo a la actual Facultad de Agricultura de Medellín, y se espera que esta escuela de Medellín se convierta en un valioso centro de capacitación que estimule también la investigación forestal. Se ha asignado al rudimentario servicio forestal actual un mayor número da personal y local mejor. Se ha iniciado un proyecto de reforestación en gran escala en las vertientes del río Neusa, donde se ha construído una presa para energía hidroeléctrica y el abastecimiento de aguas de la ciudad de Bogotá. Por último, se ha emprendido una intensa campaña de propaganda contra las quemas de los bosques.

Se ha descrito como prometedor el fomento de los bosques de tierras bajas en Colombia, pero no ha de proporcionar ningún beneficio inmediato para ayudar al financiamiento de la rehabilitación de las tierras altas. La razón es que las zonas altas se verán excesivamente pobladas en un futuro muy cercano, y habrá que encontrar una salida en las zonas menos agradables del país. Las tierras bajas tendrán que irse roturando gradualmente, saneándose y desarrollándose agrícolamente. Parte de los bosques deberán ser talados para este fin, y su madera podría servir para abastecer a nuevas industrias forestales mientras que se determinaran las zonas permanentes de monte productivo y se las sometiera a ordenación. Sería preciso, sin embargo, conceder privilegios especiales a la inversión de capital ya fuese nacional o extranjero, para la roturación de estas tierras y no parece probable que se obtengan ingresos substanciales, por lo menos antes de 10 anos.

De mucho más porvenir, desde el punto de vista de los ingresos, sería la repoblación de las tierras altas, si, durante los primeros 10 años, no se cultivaran más que árboles de madera industrial. Aunque los altos niveles actuales de los precios de la madera de construcción, los postes y la leña seguramente bajarían un poco a medida que aumentaran los rendimientos, permanecerían probablemente altos por lo menos durante 25 años. Cualquier repoblación industrial en gran escala tendría, desde luego, que ser cuidadosamente planeada y organizada, y aún así debería tomar en consideración las necesidades teóricas de conservación. Desde este punto de vista, los lugares que más necesitan ser repoblados deberían plantarse únicamente con aquellas especies y cultivos del máximo valor protector. Un ideal como éste, sin embargo, costaría demasiado al país; y las primeras plantaciones nuevas deberían destinarse a la doble función de producir y proteger. Convendría que estuvieran situadas en zonas suficientemente próximas a los centros de consumo para permitir la explotación lucrativa de los clareos y un rendimiento final garantizado de madera de sierra o de madera para pasta. Las especies plantadas tendrían que ser de rápido crecimiento, como Eucalyptus y Pinus, aunque éstas no sean lo ideal para conservar y restaurar la cubierta del suelo. Sin embargo, conforme se extienda la repoblación industrial por la región montañosa, se Irán obteniendo gradualmente beneficios que más adelante compensarán los gastos; por último, proporcionaría la mejor fuente de ingresos para la labor de conservación en otros sitios, especialmente en lugares remotos donde difícilmente podría esperarse una corta selectiva y donde no podría permitirse la corta a hacha.

Esto no significa que haya que desatender las laderas más altas; la acción en las zonas más remotas debe, sin embargo, al principio, limitarse al acotamiento y a la protección. Si no se interviene en las laderas, éstas se Irán gradualmente cubriendo de una cubierta natural de hierbas y matorrales que servirá de protección preliminar. Esto mejoraría las condiciones del suelo y facilitaría más adelante la adecuada repoblación.

La falta de datos fundamentales y fidedignos hace que resulte en extremo difícil planear una serie concreta de operaciones. Pero existen ciertas medidas urgentes, ya conocidas en Colombia, que habrá que adoptar para proteger el país de lo que de otra forma significaría un desastre inevitable. De aquí que a la generación de silvicultores le espere una gran tarea, pero el adecuado cuidado de los bosques, así como el fomento de los mismos, tienen tan vital importancia que merecen el completo apoyo de todo ciudadano responsable, hasta que, poco a poco, la silvicultura se convierta en una realidad en la mente de las gentes.


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