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¿Sobrevivirá en
2050 el último
de los antiguos
bosques?

GREENPEACE INTERNATIONAL


G. Henne y C. Thies

Gudrun Henne es Asesora Forestal, Sección Política.
Christoph Thies es Coordinador de Políticas y Estrategias
de la Campaña Forestal, ambos en Greenpeace
International, Amsterdam,
Países Bajos.

Los bosques del mundo se encuentran en una situación alarmante. De la cubierta forestal original, la mitad ha desaparecido y sólo la quinta parte permanece como grandes extensiones de bosque antiguo, es decir ecosistemas forestales formados básicamente por el acontecer natural y con impactos humanos relativamente reducidos. Es en estos ecosistemas forestales naturales, sin embargo, donde encuentran su último refugio la mayoría de las especies vegetales y animales que viven en los bosques.

El bosque antiguo restante está amenazado. Por ejemplo, la extracción industrial de madera sigue abriendo brecha en los bosques de África, promoviendo el comercio ilegal de carne de chimpancé y otros monos; y en Asia los bosques de frontera se transforman en plantaciones de palma de aceite con el pretexto falsamente científico de impedir el cambio climático. Muy poco se hace contra la extracción ilegal de madera, que vulnera las leyes de protección de la naturaleza, los derechos de los pueblos indígenas y los convenios internacionales, y no hay una sola región en que los bosques antiguos estén debidamente protegidos. Jane Goodall (The Daily Mail, 28 de septiembre de 2000) ha pronosticado la extinción de la mayoría de los primates, nuestros parientes más próximos en los próximos 20 años. Otros animales de los bosques como el kermode u «oso espíritu» del Canadá, el tigre amur de Siberia, las aves del paraíso de Papua Nueva Guinea y el jaguar del Amazonas están también amenazados de extinción.

La degradación y destrucción continuadas de los últimos bosques antiguos significarán también la desaparición de los pueblos que tradicionalmente vivían en ellos y de su cultura, su lenguaje y su religión. El desplazamiento y la erosión de los valores y prácticas tradicionales suelen conducir a la pobreza y la indigencia cultural.

No son estas las únicas consecuencias de la destrucción continuada de los bosques hasta 2050. La eliminación de los bosques puede llevar a una escalada de catástrofes naturales como corrimientos de tierras, tormentas, sequías, inundaciones y desertificación a medida que la liberación del carbono almacenado (del que los bosques antiguos guardan la mayor reserva en la superficie de la tierra) altera progresivamente el precario clima mundial. Se destruirán los ciclos del agua locales, regionales y mundiales, la transferencia de energía de las zonas tropicales a las templadas decrecerá al cesar la evaporación en los bosques pluviales tropicales y aumentará la erosión de los suelos. La contaminación del agua puede crecer al perder la tierra su capacidad depuradora. Todos padeceremos las consecuencias, en cualquier lugar que nos encontremos.

¿PODEMOS INVERTIR EL PROCESO?

Greenpeace sostiene que, si los ciudadanos, los políticos y las empresas lo quieren realmente, podemos todavía salvar al menos lo que nos queda. En teoría, el compromiso se ha asumido ya desde 1992. Hoy 176 países y la Unión Europea son partes en el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) aprobado por la Cumbre para la Tierra.

En el CDB, los gobiernos del mundo han convenido establecer sistemas de zonas protegidas y en proteger los derechos de las comunidades indígenas y locales con estilos de vida tradicionales. Los países miembros han convenido cubrir los costos añadidos que recaen sobre los países en desarrollo por conservar la biodiversidad en beneficio de todos. Las partes en el CDB han convenido promover el uso sostenible de la diversidad biológica. Han convenido incluir la biodiversidad en todas las actividades, los planes y los programas sectoriales, incluido el sector forestal. Han convenido, pero no han actuado. Los diez años transcurridos desde la Cumbre de Rio han sido diez años de inercia.

El año 2002 ofrece una oportunidad mundial para invertir el proceso. En la sexta Conferencia de las Partes en el Convenio sobre la Diversidad Biológica, los gobiernos del mundo decidirán sobre un programa de trabajo sobre biodiversidad forestal para los próximos ocho años. Pueden dar un futuro a los bosques antiguos, si finalmente deciden establecer sistemas de zonas forestales protegidas. Los gobiernos tendrán que pagar por este cambio, pues los bosques antiguos son preciosos y por lo tanto no se dan gratis. El Convenio reconoce la biodiversidad (de la cual la biodiversidad de los bosques antiguos es parte integrante y quizá la más importante) como de interés común para la humanidad. El concepto de interés común implica nuestra responsabilidad por salvar los bosques antiguos. Lo que cada país y cada uno de nosotros puede hacer depende de nuestro ámbito de acción. Quienes no tienen la responsabilidad sobre el terreno tienen una responsabilidad financiera.

Un fondo para bosques antiguos tendría que compensar razonablemente a las empresas por la pérdida de beneficios de concesiones de explotación adjudicadas pero retiradas, y a los países en desarrollo por la pérdida de ingresos de zonas de bosques antiguos reservadas para desarrollo, al menos durante un período de transición. Pero el cambio en las normas y la compensación no son suficientes. En la mayoría de los países las normas se aplican mal y la corrupción es corriente. Es preciso dotar a las instituciones de personal y equipo adecuados, y dar la debida formación a la gente para delimitar, administrar y vigilar las zonas protegidas. Los habitantes tradicionales de los bosques deben ser sus custodios y deben contar con suficiente apoyo legal y administrativo, y disfrutar de derechos de extracción respecto a recursos forestales específicos.

Fuera de las zonas protegidas, los bosques deberían utilizarse con arreglo a normas internacionalmente convenidas, manteniendo su composición natural y la diversidad de formas de vida. La transferencia de tecnología para mejorar la extracción, la comercialización de productos forestales no madereros y la valoración de los servicios de los bosques antiguos son otras cuestiones que los gobiernos deben inscribir en su programa de trabajo en 2002.

Este nuevo régimen debería ser supervisado por una entidad independiente de gestión de bosques antiguos en el marco del Convenio sobre la Diversidad Biólogica, que debería colaborar estrechamente con los funcionarios nacionales, los representantes de comunidades indígenas y locales, las ONG y el sector forestal de manera abierta, con miras a una aplicación óptima y de buena fe.

La mayoría de los funcionarios nacionales necesitan apoyo público y un empujón para moverse. En 2050, los autores tendremos 84 y 93 años, si vivimos todavía. ¿Qué edad tendrá usted? ¿Tendrá que decir a sus nietos que fue responsable de la extinción del oso espíritu y de los orangutanes por ser demasiado codicioso, tacaño, perezoso? ¿O les dirá con orgullo que fue usted uno de los que lucharon y ganaron la batalla por salvar el último de los últimos bosques antiguos?


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