CONSERVACIÓN DEL PRUNUS AFRICANA,
ÁRBOL MEDICINAL AFRICANO SOBREEXPLOTADO1

por

Ian Dawson, James Were, Ard Lengkeek

Centro Internacional de Investigación Agroforestal, P.O. Box 30677, United Nations Avenue, Gigiri, Nairobi, Kenia. Tel.: 254 2 524 000; Fax: 254 2 524 001; E-mail: [email protected]


INTRODUCCIÓN
El Prunus africana (Hook. f.) Kalkman (Rosaceae) es un árbol de amplia distribución geográfica natural en los bosques de montaña del continente africano (Angola, Camerún, República Democrática del Congo, Etiopía, Kenia, Malawi, Nigeria, Somalia, Sudáfrica, Sudán, Swazilandia, Tanzania, Uganda, Zimbabwe) e islas adyacentes (Bioko, Gran Comore, Madagascar, Santo Tomé) (Kalkman 1965). La única especie de Prunus natural de África es un árbol grande que puede alcanzar más de 40 m. de altura y 1 m. de diámetro. Las propiedades medicinales del extracto de la corteza del P. africana para el tratamiento de la hiperplasia prostática benigna, han motivado un comercio internacional anual con un valor aproximado de 220 millones de $EUA en el producto farmacéutico final (Cunningham et al. 1997). Para atender esta demanda, en la actualidad se recolectan anualmente unas 4.000 toneladas de corteza mediante la corta de árboles de masas naturales, lo que motiva la preocupación sobre la sostenibilidad a largo plazo del aprovechamiento y conservación de la especie. La base de este recurso natural está muy explotada y bajo una gran amenaza en Camerún (Cunningham y Mbenkum 1993) y Madagascar (Walter y Rakotonirina 1995). La explotación es también elevada, aunque en la actualidad menos intensa, en Kenia (Cunningham et al. 1997) y en la isla de Bioko (Guinea Ecuatorial) (Sunderland y Tako 1999). No se dispone de cifras exactas de explotación para otros países pero se considera que son comparativamente reducidas (Cunningham et al. 1997). Por ello, la mayor necesidad de conservación corresponde a Camerún y Madagascar, con necesidad menos urgente en Guinea Ecuatorial y Kenia.

Como consecuencia de la sobreexplotación, el comercio de los productos de P. africana está regulado de acuerdo con el Apéndice II del Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de fauna y flora silvestres (CITES). El Prunus africana está incluido en la Base de Datos de Conservación de Árboles del Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación (WCMC, 1999). Además, el Cuadro de Expertos de la FAO en Recursos Genéticos Forestales incluye la P. africana como una de las 18 especies de máxima prioridad de actuación en África (FAO 1997).

En su trabajo, ICRAF ha considerado diversas opciones para la conservación, basándose en los factores determinantes que repercuten más decisivamente en cualquier estrategia de conservación. A continuación se discuten aquí los factores determinantes y las opciones.

FACTORES DETERMINANTES DE IMPORTANCIA PARA UNA ESTRATEGIA DE CONSERVACIÓN

Biología y ecología
1. Variación genética

El P. africana tiene una extensa distribución aunque disgregada en "islas" de bosques de montaña de toda África (Kalkman 1965), cabiendo esperar que la variación genética se haya diferenciado consecuentemente. Los análisis realizados por Dawson y Powell (1999) utilizando marcadores moleculares (ADN Polimórfico Ampliado al Azar, RAPD) indican que éste es, en efecto, el caso a nivel genético. Analizando 10 poblaciones muestreadas de Camerún, Etiopía, Kenia, Madagascar y Uganda, los datos revelaron una gran variación genética entre países (66%, P < 0,001), lo que indica la importancia de los métodos regionales de conservación. La variación entre individuos, dentro de las poblaciones y entre poblaciones, en Camerún y Madagascar, resultó también muy significativa, lo que indica la importancia de desarrollar estrategias de ordenación genética que tengan en cuenta también la variación genética dentro de los países. A pesar de la distancia geográfica entre Uganda y Camerún, el material de Uganda era más similar a las poblaciones de África occidental que al material de Kenia y Etiopía (Figura 1). Esto está de acuerdo con las teorías de White (1983) referentes a las diferencias climáticas de carácter histórico y a los corredores de migración durante los períodos glaciales. Los datos indican que las poblaciones malgaches eran muy distintas y, por lo tanto, de especial interés su conservación.

2. Biología reproductiva
La semilla de P. africana es de naturaleza intermedia, lo que limita sus posibilidades de almacenamiento ex situ (Jaenicke et al. 2000; Sunderland y Nkefor 1997). Las mejores condiciones para el almacenamiento de la semilla se obtuvieron cuando la semilla procedente de frutos maduros (morados) fue cosechada directamente de los árboles y eliminada la pulpa inmediatamente después de la recolección, almacenándola a continuación, sin secarla, a 5 grados Celsius. Sin embargo, incluso en estas condiciones, la germinación fue sólo del 35% después de 12 meses de almacenamiento (Jaenicke et al. 2000). Por lo tanto, no es posible el almacenamiento a largo plazo de la semilla de P. africana, como medio de conservación ex situ, aunque es posible a corto plazo, durante las estaciones de plantación.

Se han realizado pocos estudios sobre la biología reproductiva de la P. africana. De acuerdo con los estudios de Munjuga et al. (2000) la especie es predominantemente de cruzamiento lejano. La floración y fructificación de una población determinada puede extenderse durante un período de tiempo relativamente largo, con una breve receptividad de los estigmas de flores individuales (Munjuga et al. 2000). Combinado con la baja densidad frecuente, la distribución en manchas y la distribución inusual de clases de tamaño del P. africana en el bosque (Ewusi et al. 1992; Ewusi et al. 1997), estas observaciones causan preocupación sobre las dimensiones efectivas de la población de los rodales naturales explotados y su viabilidad reproductiva a largo plazo, para la conservación in situ.

3. Función del ecosistema
Las "islas" de bosque de montaña de África u otros bosques de montaña en los que habita el P. africana, han sido clasificados como objetivos importantes de conservación (Davis et al. 1994). De acuerdo con Thomas y Cheek (1992), 42 especies vegetales son estrictamente endémicas del monte Camerún. El bosque impenetrable Bwindi de Uganda es uno de los bosques de mayor diversidad de África oriental y contiene la mitad de la población mundial del gorila amenazado de montaña (Gorilla gorilla beringei) (Cunningham 1996; Wild y Mutebi 1996). El bosque Kakamega de Kenia es considerado como el límite oriental del Bloque Forestal Guineano-Congoleño, por lo que se considera de un valor de conservación particularmente elevado (Kokwaro 1988).

Aunque la situación varía mucho con la localización, estas áreas de bosque están con frecuencia amenazadas por el desmonte para la agricultura, porque coinciden con regiones de alta densidad de población (Cunningham 1996; Cunningham et al. 1997; Watts y Akago 1994; Wild y Mutebi 1996). Otras actividades pueden contribuir aún más a la degradación de estos bosques de gran diversidad. La posible función clave del P. africana dentro de estos bosques en el mantenimiento de su integridad es por lo tanto una consideración fundamental. Sin embargo, aunque el fruto del P. africana lo comen una serie de especies amenazadas de aves y mamíferos (Cunningham y Mbenkum 1993), ninguna de ellas parece depender esencialmente del P. africana, sino que parecen ser frugívoros generalistas que pueden alimentarse de numerosas plantas. Además, la densidad en el bosque de árboles maduros de P. africana es generalmente reducida (Ewusi et al. 1992; Ewusi et al. 1997; Nzilani 1999), lo que sugiere que la cantidad de fruto producido es limitada y que no es probable que constituyan gran parte de la dieta de las especies de aves y mamíferos.

El efecto más importante del aprovechamiento del P. africana sobre los ecosistemas en que se encuentra puede ser indirecto. De acuerdo con el Programa Bioko para la protección de los Primates (BPPP), en 1997 se abrieron nuevas rutas de acceso al bosque de Pico Basile en Bioko para aprovechar el P. africana. Se facilitó así el acceso a los cazadores de carne de monte hacia el hábitat de una subespecie endémica gravemente amenazada del primate guenon de Preuss (Cercopithecus pruessi insularis), lo que ha contribuido a su peligrosa situación (BPPP 1999). En Camerún, Fon of Banso consideró que el aprovechamiento comercial de la corteza del P. africana había acelerado el desmonte de los bosques debido al cambio de la percepción local del uso del bosque, pasando de ser un recurso comunitario a un valor que se explota en beneficio personal (Cunningham y Mbenkum 1993).

Política y reglamentación
1. Internacional

Internacionalmente, la principal reglamentación que influye en el desarrollo de estrategias para la conservación del P. africana es el CITES. La inclusión del P. africana en el Apéndice II del Convenio indica que el comercio tanto de material silvestre como cultivado debe contar con licencia de exportación e importación. Sin embargo, una dificultad para su aplicación ha estado en la identificación de los productos de P. africana en el comercio internacional, lo que ha llevado a la exportación y sobre todo a la importación no controladas de P. africana (Cunningham et al. 1997). Una dificultad adicional obedece al hecho de que en algunos países no han designado hasta ahora las autoridades nacionales encargadas del CITES.

2. Nacional y local
En los países en que hay mayor explotación, Camerún y Madagascar, una serie de reglamentos nacionales tratan del aprovechamiento de la corteza de P. africana (analizado por Ndibi y Kay 1997 para Camerún; Walter y Rakotonirina 1995 para Madagascar). Sin embargo, los reglamentos de ambos países difieren mucho, considerándose en particular inadecuado el sistema de Madagascar desde la perspectiva de una utilización sostenible. Las actividades de conservación en Madagascar podrían por tanto mejorarse si se adoptasen reglamentos de aprovechamiento se adoptasen más en consonancia con los que se aplican en Camerún.

No obstante, incluso en Camerún, no se comprende bien la eficacia de las normas para el aprovechamiento sostenible. Por ejemplo, las licencias de aprovechamiento especifican que sólo se debe arrancar la corteza de cuartas partes opuestas de los árboles en pie, pero continúa siendo un problema el nivel de mortalidad de los árboles y la tasa de recuperación de la corteza, siguiendo tales prácticas (Sunderland y Tako 1999; Cunningham y Mbenkum 1993; Ewusi et al. 1992). Un inconveniente adicional es el carácter inadecuado de los datos de inventariación sobre la dimensión de las poblaciones para poder determinar los niveles de aprovechamiento sostenible (Ewusi et al. 1997).

Aparte del desarrollo de normas o reglamentos y cuotas de aprovechamiento para garantizar la sostenibilidad, su aplicación suele ser difícil. En zonas en que se explota actualmente el P. africana, los reglamentos de aprovechamiento no se ajustan a la realidad, debido a la falta de conocimiento y de recursos y a la debilidad institucional (Cunningham et al. 1997; Ndibi & Kay 1997; Mbenkum y Fisiy 1992). En Camerún, por ejemplo, según la información disponible, se aprovecharon ilegalmente al menos 900 toneladas de corteza alrededor del monte Camerún entre 1994 y 1996, cuando se concedieron licencias de exportación a 3 empresarios del país para atender un gran pedido de exportación de corteza a Italia (Cunningham et al. 1997). En Madagascar, según se informa, casi toda la corteza se aprovecha ilegalmente (Walter y Rakotonirina 1995), e incluye el aprovechamiento de zonas protegidas (Ian Dawson, observaciones personales).

En Camerún, donde afortunadamente se han dado pasos recientes para otorgar una cuota mucho menor para la recolección de corteza de la zona del monte Camerún, será importante conseguir que el aprovechamiento sostenible resultante no sea contrarrestado por el aumento de la explotación ilegal en otras partes (James Acworth, Proyecto del Monte Camerún, comunicación personal).

En consecuencia, incluso cuando existen regulaciones para fomentar la ordenación sostenible del P. africana en poblaciones naturales, es poco probable que estas regulaciones formales sean por si solas eficaces para garantizar la conservación de los recursos. Como resultado de los problemas constatados, se han realizado gestiones recientes, promovidas por los países europeos, para incluir el P. africana en el Apéndice I de CITES, que prohibe toda transacción comercial (Nouhou Ndam, proyecto del Monte Camerún, comunicación personal). Sin embargo, en la actualidad continua el P. africana en el Apéndice II.

Problemas de ordenación comunitaria
Las comunidades humanas locales constituyen un importante factor determinante para el éxito de los esfuerzos de conservación ya que con frecuencia las comunidades participan en el aprovechamiento de la corteza del P. africana y pueden obtener beneficios a largo plazo como resultado de las estrategias de utilización sostenible. Uno de los mayores esfuerzos para estimular la participación comunitaria en la ordenación sostenible del P. africana se ha realizado en el monte Camerún, donde la empresa que manipula y exporta la corteza suscribió en 1997 acuerdos especiales con dos aldeas para la ordenación y producción sostenible del P. africana (Laird y Lisinge 1998). Como elementos del acuerdo se incluye el pago a los aldeanos de unos precios relativamente altos por unidad de peso de corteza y la formación de los recolectores en las técnicas de aprovechamiento. El aprovechamiento prescrito incluye no cortar los árboles y está vigilado por un comité.

La ordenación comunitaria de los bosques puede ayudar a superar dificultades en el cumplimiento de las regulaciones (Ndibi y Kay 1997). Sin embargo, como los métodos de utilización del recurso forestal difieren mucho entre unas y otras comunidades, incluso dentro de una región (Watts y Akogo 1994), la participación de las comunidades en los esfuerzos de conservación debe ser específica en cada localidad en lugar de atenerse a una prescripción de carácter general. Esto hace que el desarrollo de los planes de ordenación sea un proceso lento y con frecuencia más prolongado que el margen disponible para una acción eficaz de conservación.

Mercados y economía
Al aumentar las edades de la población mundial, es probable que aumente la demanda de tratamientos de hiperplasia prostática benigna (HPB). Esto, añadido a las tendencias hacia el uso de productos de hierbas naturales, puede aumentar considerablemente la demanda mundial futura de corteza del P. africana (Simons et al. 1998). En este contexto, a menos que se puedan desarrollar fuentes alternativas de corteza mediante cultivo, o que se encuentren remedios alternativos para la HPB, los bosques naturales de P. africana están en peligro de agotamiento acelerado. De hecho, se utilizan otra serie de remedios de hierbas naturales para tratar la HPB, y pueden hacerse más populares si continúan disminuyendo las existencias disponibles de P. africana (Cunningham et al. 1997).

La recolección de la corteza proporciona unos ingresos relativamente reducidos a los recolectores, en comparación con los beneficios de las empresas que comercializan el producto (Simons et al. 1998). Sin embargo, la pobreza de aquéllos y la falta de fuentes alternativas de ingresos les obliga a hacer considerables esfuerzos para aprovechar los árboles. Por ejemplo, en Madagascar, los aldeanos están dispuestos a recorrer a pie grandes distancias (durante varios días) para ir al bosque a recoger la corteza del P. africana (Walter y Rakotonirina 1995). Es probable que sólo las poblaciones muy lejanas de esta especie sean económicamente inviables para fines de aprovechamiento.

OPCIONES DE CONSERVACIÓN

El bosque
En el contexto de los altos niveles actuales de aprovechamiento ilegal sin ordenación, la conservación in situ del P. africana en los países en que se explota generalmente esta especie, sólo será posible en casos muy limitados, en los que pueda garantizarse una vigilancia estricta de los aprovechamientos, cuando se pueda mantener una fuerte participación de la comunidad en el aprovechamiento sostenible o cuando los árboles estén demasiado inaccesibles para su explotación. Aunque se están erosionando las creencias tradicionales de las comunidades relacionadas con la conservación del bosque (Cunningham y Mbenkum 1993), en casos específicos pueden servir de base para los esfuerzos de conservación in situ. Por ejemplo, en el Distrito Embu de Kenia, se han identificado más de 250 bosquetes sagrados en terrenos que, en otro caso, se habrían desmontado para fines agrícolas. Muchos de estos bosquetes contienen P. africana (Meru Traditional Healers Group, comunicación personal). La utilidad de estos bosquetes para fines de conservación depende de su dimensión y aislamiento entre sí pero se confía en que los árboles de P. africana remanentes en terrenos agrícolas proporcionen cierto nivel de flujo genético entre los pequeños bosquetes naturales, lo que puede permitir mantener la viabilidad de las poblaciones (Ard Lengkeek, observaciones personales ).

En la mayoría de las zonas, el P. africana no parece ser una especie fundamental en los ecosistemas en que se da. Por ello, las estrategias de ordenación in situ deben dirigirse a la conservación de bloques representativos de bosque más que a la ordenación del P. africana. Sin embargo, cuando se puedan realizar intervenciones específicas para fomentar la recuperación de las poblaciones de P. africana en las áreas aprovechadas, estas intervenciones deben incluir la apertura del dosel de copas y la limpieza del sotobosque, alrededor de los árboles portadores de semilla (Ndam 1998).

Plantación de enriquecimiento y plantaciones
Actualmente, las plantaciones y la plantación de enriquecimiento realizadas con buenos resultados se han limitado sobre todo a Kenia, donde el Departamento Forestal ha plantado el P. africana para la producción de madera. Aunque estas masas proporcionan también un recurso valioso para el aprovechamiento de la corteza, son de utilidad limitada para fines de conservación, porque con frecuencia son de origen desconocido y porque pueden tener una base genética limitada. No obstante, su éxito indica que los esfuerzos de plantación podrían tener éxito también en Camerún y Madagascar. Debe darse la debida atención a la elección de la estación y a las prácticas de ordenación forestal, además del origen y variación genética del material reproductivo utilizado. Unas plantaciones bien ordenadas podrían servir como rodales de conservación ex situ y como fuentes de material de plantación para la reforestación futura y para el cultivo en fincas agrícolas.

En zonas de Madagascar donde las masas naturales están particularmente amenazadas (Walter y Rakotonirina 1995), el establecimiento de rodales de conservación ex situ debe tener prioridad. En casos en que el aprovechamiento ha extraído todos los árboles adultos procedentes de poblaciones naturales, se pueden emplear técnicas de propagación vegetativa, como estaquillas e injertos, con el fin de salvaguardar los recursos genéticos (Jaenicke et al. 2000).

Cultivo por pequeños agricultores
De acuerdo con Cunningham (1994; 1996), la conservación del bosque africano de montaña se puede mejorar dando oportunidades para que los pequeños agricultores cultiven productos forestales útiles fuera de las áreas protegidas. Los árboles plantados en fincas agrícolas pueden constituir un importante recurso genético si se da la debida atención al origen y a la variación genética del material cultivado. Como los bosques naturales se contraen como resultado de la expansión agrícola, la ordenación asimismo de las tierras agrícolas para la conservación de la biodiversidad se hace cada vez más importante. La investigación indica que en algunas zonas ha aumentado el número de árboles plantados en fincas de pequeños propietarios, junto con el aumento de la densidad demográfica; se ha desmontado el bosque natural aunque se han plantado más árboles en fincas agrícolas para compensar esta pérdida (Arnold y Dewees, 1995; 1998). La agrosilvicultura puede ser un método especialmente apropiado para la conservación en las zonas de montaña de África donde la alta densidad de población y la presión sobre los bosques naturales son especialmente elevadas. En zonas de explotación, este sistema de "conservación mediante cultivo" es probable que resulte más eficaz que el tratar de ordenar sosteniblemente el P. africana dentro del bosque natural.

En Camerún, donde pequeños agricultores han realizado ya una plantación considerable de P. africana (Cunningham et al 1997, Dawson 1997), se están adoptando medidas actualmente para evaluar la base genética actual del material plantado por los agricultores, utilizando análisis RAPD (Ian Dawson, datos sin publicar).

A pesar de las ventajas de la plantación de árboles en fincas agrícolas, hay serias limitaciones para su expansión. En primer lugar, la naturaleza intermedia de la semilla (Jaenicke et al. 2000) limita la disponibilidad de ésta. En segundo lugar, aunque un árbol grande puede producir grandes cantidades de semilla, esta producción fluctúa mucho de unos años a otros. La escasez de semilla es probable que se agrave en años futuros debido a la disminución de la dimensión de las poblaciones forestales naturales. Como la edad aproximada de la primera floración y fructificación del P. africana es de 15 a 20 años, es una prioridad urgente el establecimiento de rodales semilleros, así como el incremento del desarrollo y adopción de sistemas de propagación vegetativa (Jaenicke et al. 2000). Otras dificultades inherentes al cultivo incluyen la escala de tiempos relativamente prolongada para poder aprovechar la corteza (aproximadamente 15 años después de la plantación), el acceso a los mercados de la corteza procedente de árboles cultivados y los problemas de política concernientes a la tenencia de los árboles (Simons et al. 1998).

CONCLUSIÓN
Aunque el Prunus africana está fuertemente sobreexplotado en partes de su ámbito de distribución, no existe peligro de extinción al nivel de la especie. Sin embargo, se están agotando ciertas poblaciones de árboles y se pueden perder valiosos recursos genéticos.

Aunque existe la necesidad de conservar el P. africana, se conocen insuficientemente la distribución, la biología y la utilización actual y futura de la especie. No será posible determinar los mejores sistemas de conservación porque no hay la posibilidad de determinar los efectos de las distintas alternativas de conservación. En consecuencia, los sistemas de conservación estarán probablemente mucho más influidos por las perspectivas institucionales e individuales, que por razones científicas (Cunningham 1996).

En este contexto, los sistemas para la conservación del P. africana deben ser flexibles y diversos. Aunque los esfuerzos deben centrarse en una serie de sistemas, la plantación por los pequeños agricultores representa quizás el mayor potencial tanto para el P. africana como para otros árboles africanos de montaña, mientras continúe contrayéndose la cubierta de bosque natural.

1Recibido en junio de 2000. Este artículo es adaptación de un capítulo de una monografía próxima a aparecer sobre el Prunus africana, publicada por la Universidad de Bangor, a iniciativa del Departamento del RU para el Desarrollo Internacional.

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