por
Gene Namkoong y Mathew P. Koshy
Departamento de Ciencias Forestales
Universidad del British Columbia
Vancouver, BC V6T 1Z4, Canadá
Email: [email protected]
¿Hay un sistema racional de cometer errores?
Como es lógico, los seres humanos no tenemos intención de cometer errores pero hemos de admitir también que no somos infalibles y que tenemos limitaciones de tiempo, fondos y personal para ejecutar los programas de conservación. Además, generalmente carecemos de información precisa sobre cuáles de los recursos genéticos existentes en las poblaciones y especies tienen más probabilidad de sufrir una pérdida irreparable y no podemos predecir con seguridad cuál será la eficacia de nuestros esfuerzos por conservarlos. Por tanto, no siempre elegiremos la línea de acción más eficaz para salvar los recursos genéticos más valiosos con los medios de gestión de que disponemos. Puede ocurrir que no consigamos ser muy eficaces, y puede ocurrir también, que cometamos errores en la aplicación de nuestros esfuerzos. ¿Pero existe una forma de dirigir los esfuerzos que asignamos antes de contar con toda la información, de tal modo que podamos reducir al mínimo los efectos supuestos de los errores que cometemos?.
Si empezamos por reconocer, tanto ante nosotros como ante nuestros superiores, que vamos a cometer errores, podremos comenzar identificando los tipos de errores que probablemente haremos. Entre los tipos de errores que cometeremos estarán aquellos en que intentamos salvar un cierto recurso genético que no necesita nuestros esfuerzos, que habría sobrevivido de todos modos y, en consecuencia, se malgastan nuestro valioso tiempo, esfuerzos y fondos. También cometemos errores si no se realizan esfuerzos que podrían haber evitado la pérdida de una valiosa población o especie. Haremos grandes esfuerzos por salvar una población o especie y no los haremos en favor de un recurso más valioso. Lógicamente, no es nuestra intención el hacerlo así, pero a causa de nuestra ignorancia sobre cuál tiene un riesgo mayor que otro y qué valores están expuestos al riesgo, es inevitable cometer errores de omisión y de acción. Debemos admitir, por lo tanto, que algunos recursos se salvarán con independencia de que actuemos o no y algunos se perderán también a pesar de nuestras acciones. Pero podemos aplicar el esfuerzo donde valga la pena. La cuestión consiste en cómo poder utilizar con el mayor beneficio cualquier información que poseamos.
El segundo punto que debemos admitir es que no solemos ser plenamente
ignorantes de los riesgos y valores implicados y que podemos estar en
condiciones de reducir al mínimo las probabilidades de cometer
costosos errores. Tenemos posibilidades a elegir y estamos obligados a
utilizar la información que tenemos y la que podemos obtener, para
utilizar nuestro tiempo, esfuerzos y fondos y administrar nuestros riesgos.
En este sentido, podemos responder a la cuestión anteriormente
planteada en sentido afirmativo. Efectivamente, hay sistemas racionales
de plantear la toma de decisiones de modo que los costes previstos de
los errores cometidos sean los menores posibles, con la información
que tenemos o podemos obtener.
EL RIESGO
Un método consiste en entender en primer término lo que
pensamos en cuanto a la naturaleza del riesgo para los recursos genéticos.
Como biólogos o genetistas, con frecuencia pensamos sobre cómo
se puede lograr la conservación (in situ o ex situ)
de especies o poblaciones que se encuentran en riesgo de extinción,
o ante un cambio o reducción sustancial. Podemos pensar también
sobre la seguridad y disponibilidad de genes para contingencias futuras
y cuáles son las dimensiones y localizaciones de las poblaciones
que hay que salvaguardar. Como los recursos genéticos están
sujetos a las fuerzas de la evolución, es decir, mutación,
migración, deriva, y selección, tenemos que preocuparnos
de cómo pueden afectar aquellas fuerzas a la regeneración
y al estado futuro del recurso. Por estas razones, es conveniente contar
con estudios sobre la estructura del recurso genético para dirigir
mejor los esfuerzos de conservación. Podemos, con frecuencia, estimar
cuál es el tamaño de la población y, quizás,
tener en cuenta un resultado desigual de la producción, estimando
el tipo y distribución en cuanto a la fecundación y el éxito
del diseminado. Si contamos con información sobre los vectores
del polen y la semilla y sobre los cambios de las fuerzas ambientales
selectivas, podemos estimar también los efectos de la selección.
Unos buenos estudios biológicos reducen los errores de cálculo
sobre la susceptibilidad de un recurso, pero nunca pueden eliminar totalmente
el error.
Incluso a falta de estudios, podemos obtener también información indirecta que sirva de base para estimar la susceptibilidad del recurso a diferentes amenazas. Esta clase de información siempre es imperfecta, pero incluso sin ensayos de campo o estudios con marcadores, normalmente tenemos cierta información sobre cómo puede verse amenazado un recurso por el cambio de las condiciones forestales. Este tipo de información sobre el recurso nos indica cuál es su susceptibilidad.
Además de considerar la susceptibilidad, algunos genes, poblaciones o especies pueden tener mayor riesgo que otros, no sólo debido a sus propiedades intrínsecas que les disponen a ciertos problemas sino a causa de que las amenazas ambientales facilitan su vulnerabilidad. Por ejemplo, puede suceder que se produzcan grandes incendios, o que se realicen cortas rasas, lo que representaría una amenaza para especies susceptibles a tales formas de eliminación del bosque. Para aquellas especies que dependen de la cubierta vegetal para su regeneración o que son sensibles a una fuerte insolación, aquella amenaza puede aumentar mucho la probabilidad de pérdida de la población en tal zona. Sin embargo, para algunas especies pioneras con un banco de semillas o un gran caudal inmigrante, la amenaza puede no llevar a la pérdida de la población o a la reducción de la regeneración. Para algunas especies con muchas sub-poblaciones, la amenaza a una pequeña sub-población situada en una zona central que se puede volver a colonizar con facilidad, puede no ser grave para la especie pero la misma amenaza sí puede serlo para otra situada en un lugar aislado y periférico
Las amenazas a los bosques pueden ser de varios tipos, incluyendo el pastoreo, el aprovechamiento excesivo de productos forestales no maderables, la explotación maderera selectiva, de intensidad excesiva, y otros conocidos acontecimientos destructivos de gran dimensión. Para cada uno de ellos habrá que incluir en las consideraciones de riesgo la probabilidad del acontecimiento y la probabilidad de que cada uno de los genes, poblaciones y especies amenazadas, sean susceptibles de modo importante a las amenazas. En esta terminología, el concepto de riesgo combina la susceptibilidad con la amenaza, cuando se puede estimar aquélla a partir del conocimiento sobre la distribución de los genes en las poblaciones o especies y sus historias vitales y se puede estimar la amenaza por las prácticas forestales previstas.
Como en todos los problemas biológicos, estas estimaciones de riesgo son sólo estimaciones y la probabilidad de que el riesgo coincida exactamente lo que podemos adivinar no es realmente un número determinado. Hay una probabilidad limitada de que el riesgo real sea superior o inferior para un recurso que para otro y, especialmente en casos en que no se conoce bien la genética del recurso, convendrá ser más conservadores en la clasificación del riesgo que si se contase con más información. En este contexto, el valor de nuevas investigaciones consiste en que mediante ensayos adicionales de campo o con datos de marcadores, podemos dar una estimación más acertada del riesgo real. La información no cambia el riesgo real del recurso, pero reduce nuestra inseguridad sobre los riesgos que podríamos reducir mediante la ordenación. La información puede ser útil para indicar cómo puede ser más eficaz la ordenación, pero en estos cálculos de riesgo el valor de la información radica solamente en conseguir unas mejores estimaciones de riesgo.
Nuestras actitudes sobre el riesgo suelen ser más complicadas
de lo que se puede presentar cómo fácil. Podemos pensar
que si los riesgos están por debajo de un cierto nivel, se pueden
ignorar pequeñas diferencias, por ejemplo entre el 5y el 25%, y
que para niveles muy altos, como entre el 75% y el 95%, son equivalentes.
Pero podemos ser muy sensibles a diferencias entre el 40% y el 60%. También
podemos ser sensibles a riesgos superiores al 50%, y no para los inferiores
y tendríamos que ser capaces de ajustar consecuentemente la importancia
de las acciones.
VALORACIÓN
Otro factor a considerar al ponderar una línea de acción
es si la pérdida del recurso lleva consigo un gran perjuicio para
cualquier usuario forestal. Este perjuicio puede ser la pérdida
de oportunidades para mejorar los aprovechamientos o la pérdida
de rentas o el deterioro del estado sanitario del ecosistema y de la productividad
general del bosque. Éste es uno de los temas más difíciles
que afronta un director de conservación porque con frecuencia carecemos
de medidas sencillas del valor. Muchos de los valores de la conservación
no se pueden medir bien, si es que es posible, en términos económicos
y casi nunca son útiles los factores comerciales. En los bosques
hay múltiples características del ecosistema que se valoran
incluyendo los ingresos directos, los valores estéticos, la protección
ambiental y los valores simbólicos y religiosos. Además,
los diferentes sectores de la sociedad valoran los aspectos del recurso
en formas radicalmente distintas, haciendo imposible deducir una sola
medida del valor. Esto constituye un gran problema que sólo se
puede afrontar en las sociedades democráticas mediante discusiones
que respeten a todos los sectores interesados. No se trata de un tema
que se pueda discutir convenientemente aquí, pero es necesario
tener en cuenta en cualquiera de los sistemas de análisis que se
tratan después para que resulten eficaces. Para nuestros fines,
suponemos que podemos encontrar un valor relativo para los diferentes
genes, poblaciones y especies y que, de alguna forma, se puede llegar
a un acuerdo sobre la calificación del valor.
Podemos señalar que, en el momento actual, hay por lo menos un
aspecto del valor que pueden estimarlo los mercados y que los programas
nacionales de conservación suelen utilizar tales valores de forma
intuitiva para estimar el valor de la conservación. Por otra parte,
muchas ONGs y organizaciones gubernamentales interesadas en el medio ambiente,
estiman el valor mediante la situación ecológica. Pueden
elegir como objetivo un recurso excepcional o un recurso que sirve de
base a otros muchos recursos o concentrarse en los que pueden ser más
sensibles a las amenazas o en los que indican la presencia de amenazas
o bien en otros que están muy extendidos. Estos tipos de recursos
pueden denominarse recursos clave, indicadores o recursos emblemáticos
que serían objeto de atención. Aunque es más complicado
y difícil, es posible obtener estimaciones de valores múltiples
combinados siempre que se puedan obtener calificaciones para valores simples.
ORDENACIÓN
Finalmente, otro factor a considerar en la toma de decisiones sobre conservación
es el nivel de efectividad que creemos puede tener la ordenación.
Para algunos conservacionistas las opciones de ordenación pueden
incluir solamente el acotar el recurso en una especie de reserva o dejarle
simplemente a su aire. La decisión de establecer o no una reserva
y el problema para el conservacionista es estimar la probabilidad relativa
de una supervivencia suficiente del recurso con y sin reserva. Para otros
programas de conservación, pueden existir más opciones pero
cada una con su propio coste y probabilidad de lograr los diversos valores
producidos. Puede estimarse entonces el beneficio de cada alternativa
para los valores actuales y futuros.
Es de suponer que cada opción de ordenación no sólo
generaría un coste y un beneficio sino que cambiaría los
riesgos para el recurso. Lógicamente, partimos de la base de que
se disminuye el riesgo previsto y quizás se reduce también
la inseguridad de los resultados pero suponemos que para cada opción
podemos estimar lo que la ordenación puede hacer en nuestro favor.
Suponemos también que para considerar recursos múltiples
se puede hacer una evaluación total combinada para una serie finita
de opciones de ordenación.
AN�LISIS DE LAS DECISIONES
Con los tipos de informaci�n antes descritos podemos tratar de adoptar decisiones que sean l�gicamente coherentes y transparentes. Puede haber otros muchos factores que afecten a las decisiones que adoptemos, como la necesidad de mantener el apoyo pol�tico a la conservaci�n. Sin embargo, no desear�amos que nuestras decisiones se basasen �nicamente en caprichos ef�meros o de car�cter popular que pasan cada pocos a�os y que no tienen un impacto duradero sobre los recursos que deseamos conservar.
Un principio que parece ser �til para la gesti�n de la conservaci�n es dirigir los esfuerzos a aquellos recursos que son muy valiosos, que est�n en mayor riesgo y que se pueden gestionar con m�s eficacia.
Si un recurso es f�cilmente sustituible, su p�rdida puede ser en este caso de poca importancia desde el punto de vista econ�mico, ecol�gico, o de otro tipo. Si un recurso no est� en peligro pueden malgastarse esfuerzos tratando de salvar algo que se salvar�a sin ning�n esfuerzo. Y si la gesti�n no puede hacer gran cosa para aumentar la protecci�n, porque son ineficaces las t�cnicas que pueden aplicarse, los esfuerzos realizados ser�an tambi�n un despilfarro de recursos, que podr�an invertirse con mayor beneficio en otras tareas. No gustar�a aplicar nuestros esfuerzos en aquellos casos en que podamos ser m�s eficaces para eliminar los mayores peligros para nuestros recursos m�s valiosos.
Sobre la base de este principio, podemos analizar diferentes opciones de ordenaci�n y estimar qu� esfuerzos ser�a posible tener en cuenta. Una forma de ordenar las ideas sobre la toma de decisiones es considerar una serie de acciones y acontecimientos y los resultados probables que puede dar cada serie y a continuaci�n evaluar qu� acciones conducir�an a los mejores o m�s aceptables resultados. �sta no es la �nica forma pero expone de modo abierto un proceso de decisiones que puede aclararse con un sencillo ejemplo. Consideremos en primer t�rmino que la reproducci�n de una poblaci�n con un valioso potencial est� expuesta a una dr�stica reducci�n de su capacidad de regeneraci�n a causa de la amenaza de incendios naturales. Podemos tener tres posibilidades de actuaci�n: incrementar la supervivencia del repoblado abriendo claros para el diseminado, incrementar la protecci�n contra incendios o no hacer nada. Las dos primeras pueden tener costes equivalentes y ser igualmente eficaces, por lo que dejamos la decisi�n al ordenador de campo y consideramos s�lo las opciones de ordenar o no ordenar. Consideremos entonces lo que suponemos que suceder�a con estos dos escenarios de actuaci�n y las probabilidades y costes si se produce un incendio o no se produce.
Como es l�gico, hay grandes dudas en cuanto a probabilidades, pero si sabemos algo, podemos estimar sin duda que la probabilidad de disminuir, los riesgos mediante la ordenaci�n es mayor que si no supi�ramos nada. El problema consiste en estimar con qu� nivel podemos reducir el riesgo y si su coste estar�a justificado.
Como aclaraci�n, supongamos que el valor de una poblaci�n es de 100 unidades y que los esfuerzos de ordenaci�n cuestan 14 unidades. Supongamos tambi�n que la probabilidad de que se produzca un incendio es de 0,5 y que la probabilidad de supervivencia de la poblaci�n sin ninguna intervenci�n es de 0,5. Sin embargo, si la ordenaci�n puede mejorar la reproducci�n e incrementar la dimensi�n m�nima efectiva de la poblaci�n, la probabilidad de supervivencia a pesar del incendio puede ser de 0,7. Si no se produce el incendio, suponemos que la probabilidad de supervivencia es de 0,95. En tal caso, el valor previsto consecuente de la ordenaci�n puede calcularse de la forma siguiente:
(0,5 * 0,7* 100) + (0,5*0,3* 0) + (0,5*0,95*100)+(0,5*0,05*0) - 14 = 68,5 unidades
En consecuencia, el valor previsto de la ordenaci�n cuando no se dispone de informaci�n al comenzar, es de 68,5 unidades.
Por otra parte, si no ordenamos, el valor previsto ser� de 72,5 unidades (v�ase la Fig. 1). Esto demuestra que, con el nivel supuesto de supervivencia despu�s de la ordenaci�n, el coste de �sta y el valor de la poblaci�n, la mejor decisi�n es no incurrir en gastos de ordenaci�n.
La estimaci�n anterior de la ordenaci�n es a priori y no tiene en cuenta lo que conoce un conservador de campo sobre la situaci�n local. Podemos comprobar que el efecto de una mejor ordenaci�n depende de nuestra decisi�n de cambiar algunos par�metros. Digamos, por tanto, que bas�ndose en la evaluaci�n de campo, el conservador puede darnos una mejor opini�n sobre cu�l puede ser la eficacia de la ordenaci�n suplementando, ya sea el polen o su origen. La probabilidad de que se produzca un incendio puede ser a�n de 0,5 pero, ahora con una mejor ordenaci�n, la probabilidad de salvar una poblaci�n es de 0,8, a pesar de dicho incendio. No cambia en este caso la cuant�a de incendios pero podemos asignar mejor los esfuerzos y aplicar la ordenaci�n cuando sea necesario. Podemos cometer a�n errores y aplicar la ordenaci�n y fracasar, pero ahora s�lo con una probabilidad de 0,2. El valor previsto de la ordenaci�n ser� de 73,5 unidades, en comparaci�n con las 72,5 unidades para la alternativa sin ordenaci�n, lo que indica que la ordenaci�n es una alternativa mejor (Fig. 2).
Supongamos un tercer caso en el que se dispone de poca informaci�n, como en el caso 1 anterior, pero podemos recogerla con un determinado coste. Esta tercera alternativa es la de recoger informaci�n adicional antes de adoptar la decisi�n de ordenar (Fig. 3). En tal caso, el incrementar la investigaci�n u otro sistema de an�lisis de datos, cambiar�a presumiblemente las probabilidades de adoptar decisiones correctas. Supongamos, por ejemplo, que la investigaci�n sobre la estructura gen�tica real de una poblaci�n nos da una mayor precisi�n para pronosticar qu� poblaciones son verdaderamente susceptibles y cu�les no lo son. En tal caso, la probabilidad de sufrir una p�rdida, cuando se ejecuta la ordenaci�n y se produce un incendio, es menor, porque ordenamos cuando es necesario. Ahora la probabilidad de hacer eficaz la ordenaci�n puede llegar a 0,9. Incluso cuando adoptamos la decisi�n de no ordenar, como �sta se basa en una mejor informaci�n, la probabilidad de supervivencia despu�s de producirse un incendio aumentar� por ejemplo a 0,6. No obstante, la recogida de nueva informaci�n tiene costes en cuanto a tiempo e investigaci�n. Si consideramos que el coste de la informaci�n adicional es de 5 unidades, el valor previsto de la ordenaci�n tras recoger la informaci�n adicional es de 73,5 unidades. El incremento del valor previsto para la alternativa de nueva informaci�n, convierte a �sta en una mejor decisi�n. Podremos comprobar ahora cu�l ser�a el criterio sobre la utilidad de la informaci�n adicional, incluido tambi�n el coste del ordenador.
CONCLUSIONES
Se pueden elaborar muchas alternativas para estimar el valor de las m�ltiples
posibilidades de ordenaci�n. Se pueden incluir etapas sucesivas de acontecimientos
y decisiones, a�adiendo m�s ramas al �rbol de las decisiones y se pueden
incluir m�s opciones de ordenaci�n, aumentando el n�mero de ramas en cada
nudo. Es posible incluir una decisi�n consistente en retrasar la decisi�n
definitiva hasta que se pueda obtener nueva informaci�n, por ejemplo,
mediante investigaci�n sobre la estructura gen�tica o estructura de acoplamiento
de las poblaciones, algunas de las cuales est�n bosquejadas por Koshy
et al, (2000)2. Hay tambi�n formas de evaluar
distintas posibilidades cuando se incluyen valores m�ltiples, al adoptar
decisiones sobre conservaci�n.
Estos tipos de herramientas de decisi�n pueden ayudar a racionalizar la forma en que podemos utilizar la informaci�n para aumentar la eficacia esperada. No hay herramientas para hacer m�s sencillos los problemas o para resolver problemas dif�ciles en la obtenci�n de estimaciones de susceptibilidades y amenazas. Es evidente que los factores biol�gicos que constituyen la susceptibilidad no son independientes y que los factores que constituyen las amenazas reales tampoco son independientes. No obstante, existen medios para poder racionalizar la toma de decisiones y cometer errores bien intencionados, pero reducir al m�nimo sus costes. Los �rboles de las decisiones ayudan a visualizar procesos l�gicos que a veces utilizamos de forma intuitiva, pero los hacen m�s transparentes tanto para nosotros como para los dem�s.